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lunes, 14 de marzo de 2022

Ucrania: una guerra de la nueva generación

 

Ucrania: una guerra de la nueva generación

Guillermo Martín Caviasca

Articulo escrito para la revista Zoom

Analizamos las características del conflicto geopolítico entre Ucrania y Rusia; además realizamos un recorrido histórico qué nos explica el porqué de la disputa actual.

La batalla de Punta Quebracho y el Paraná como base territorial de soberanía

 


 

El 4 de junio de 1846 se peleó en la provincia de Santa Fe la batalla de Punta de Quebracho. La escena del combate está ubicada unos 5 kilómetros al norte de San Lorenzo, el paraje contaba con una cruz de homenaje a la acción, la que hoy (paradójicamente) fue removida por la empresa Cargill, que compró el terreno para exportar libremente mercaderías por el rio libremente navegable.

Geopolítica de la Cuenca del Plata, la recuperación del Paraná y el camino hacia la nueva independencia

 


El pasado 30 de junio el poder ejecutivo sancionó el decreto 427/21[1]. Mediante el mismo el Estado anuncia que se hará cargo temporariamente de las tareas, hasta ahora realizadas por el consorcio EMEPA-Jean de Nun, de dragado, balizamiento y cobro de peaje en el río Paraná/Plata. Tarea que permite la utilización de la vía navegable para la exportación e importación de la amplia mayoría del valor de nuestro intercambio con el exterior. Lo que además en las condiciones de transnacionalización y desintegración de nuestra estructura económica, es una parte indispensable de la economía estatal y privada.

Ucrania. Una nueva batalla de la tercera guerra mundial

 

Guillermo Caviasca

Historiador/militante, miembro de Barricada TV

 

Parte I (Diciembre 2014)

Ucrania. Una nueva batalla de la tercera guerra mundial

 

A simple vista el conflicto en Ucrania no debería implican una gran dificultad de posicionamiento para cualquier organización popular. De un lado está occidente: Europa y los EEUU. Y del otro Rusia. Los “occidentales” son nuestro problema y los rusos no. La conclusión es clara.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas, tal es así que numerosos grupos de izquierda o “progresistas” han vacilado en su posicionamiento o directamente se han manifestado a favor de los “revolucionarios” de la Plaza Maidan de Kiev. Nos adentraremos en la importancia y complejidades de este nuevo conflicto.

La Relaciones internacionales de la Argentina contemporánea. Debates y alternativas

 


 Artículo escrito para la revista "7 Ensayos"

Guillermo Martin Caviasca UBA/UNLP

 Doctor en Historia de la Universidad de Buenos Aires – Licenciado en Historia – Profesor de enseñanza media y superior

Docente de grado de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de La Plata – Docente de posgrados de la Universidad Nacional de Rosario.

 Tareas de investigación en historia argentina – historia militar - geopolítica - defensa

helicopterox@yahoo.com.ar guillermo.caviasca@gmail.com

 


La Relaciones internacionales de la Argentina contemporánea. Debates y alternativas

 

En el siguiente artículo nos centraremos en la esfera de las RRII presentando un análisis de las doctrinas imperantes en Argentina las últimas décadas. Y en forma subsidiaria haremos observaciones de diplomacia o geopolítica. Definimos estas tres categorías interrelacionadas: “diplomacia”, “relaciones internacionales” y “geopolítica”. Tienen especificidades distintas y que abarcan de diferente forma la vida, historia y proyección de los grupos humanos políticamente organizados. En estas disciplinas se construyen teorías que expresan visones del mundo e intereses distintos. O sea, tanto la “relación” entre ellas como las “adscripción teórica” a alguna doctrina hace a la política concreta que se lleva adelante por el grupo humano en cuestión.

Soberanía nacional, geopolítica y cuestión militar

 

Guillermo Martin Caviasca

 

 

La cuestión de la “defensa nacional” tema fuera de agenda desde hace décadas. Su ausencia en todas las agendas vacía de contenido cualquier discurso sobre la “soberanía”. Saliendo de planteos ingenuos analizamos brevemente la situación internacional y el estado de situación respecto de los desafíos que nuestro país enfrenta actualmente. En ese sentido presentamos y discutimos algunos elementos de la política actual respecto de las FFAA. 

 

 

Soberanía nacional, geopolítica y cuestión militar

 

Cuando hablamos de “defensa nacional”, “Fuerzas armadas” “geopolítica” o “relaciones internacionales”; o cuando proyectamos nuestras ideas o debates que consideramos estratégicos respecto de temas como Malvinas, Atlántico Sur, Sudamérica, recursos naturales etc. podemos hacerlo de dos formas. Una, más teórica, intelectual, que se expone respecto de los fines deseables. Y otra, práctica, política, que se desarrolla en función de los medios existentes, Entendiendo como medios no sólo la potencialidad material de la nación, sino el medio político propio y sus limitaciones

O sea, la articulación entre el cómo debería ser una política de defensa en relación al despliegue concreto de acuerdo a las condiciones en las que nos encontramos, objetivas y subjetivas. Y allí en el medio aparecen una serie de condicionantes reales, históricos, de conciencia, simbólicos, estructurales, etc. que hacen a lo que es, frente, no sólo a lo que deseamos sino a lo que debe ser, o mejor aún, lo que podría ser. En este artículo intentaremos plantear cuestiones relacionadas con las prioridades de la defensa nacional actual y la realidad de la misma.

 

Como no necesita demasiada explicación, podemos partir de la premisa de que la cuestión de la defensa nacional está fuera de agenda de todas las tendencias políticas. A lo sumo se toman aspectos parciales y coyunturales de la misma. En algunos momentos sale a la luz a causa de conflictos temas implícitos de la defensa, como la cuestión de la Cuenca del Plata con el mantenimiento en manos ajenas de la “hidrovía”, la cuestión de Malvinas y el Atlántico Sur, la Antártida, la pérdida del submarino ARA San Juan, etc. Muchas cuestiones que aparecen esporádicamente en escena son claves geopolíticas de nuestro país para ser viable en tanto país soberano. Por lo tanto, nos interpelan respecto de cual será en el largo plazo nuestro horizonte como comunidad nacional. Lo hacen hasta en su aspecto más transparente como el del control territorial. Podemos ver a veces que la palabra “soberanía” aparece en algunos enunciados o discursos, pero nunca en prioridades fuera del enunciado.

Los aspectos inmediatos, económicos en el sentido crematístico, no de economía política (esta nos la presentan como dada, fuera de nuestras posibilidades de alterarla o construir una propia visión), como una “necesidad insoslayable” que no puede dejar de ser atendida en forma inmediata, sea esta el hambre de los marginados del sistema, las ganancias de los dueños del país, o la renta que transferimos al exterior. Necesidades imperiosas de diferentes clases. Algunas comprensibles, otras no. Nuestro país es un “mercado” donde solo se disputa la renta, con la consabida derrota estratégica de los que disponen de una ratio de poder menor.

 

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Argentina enfrenta una serie de desafíos en este momento, y varios más en el futuro, que se harán cada vez más presentes. Mencionemos algunos. Uno de ellos es el control de los recursos exportables que inciden en el mercado mundial, los del complejo aceitero como los más destacados. Decidir cómo, qué y para que se produce. Que es lo más beneficioso para el pueblo argentino, y como la producción nacional del principal recurso del campo se inserta en el mercado. Quien decide, como se orientan los ingresos nacionales, como se construye y bajo que manos todo el sistema productivo alrededor de estos bienes, logística, finanzas, insumos, etc. Otra cuestión que hace a la soberanía y a la existencia misma y funcionalidad del estado, es la posible explotación de la que se propagandiza como una de las reservas más grandes del mundo de petróleo y gas no convencional en la cuenca de Vaca Muerta en Neuquén. Por unas décadas más seguro estos combustibles seguirán siendo el motor de la sociedad industrial y su explotación sin dudas se hará cada vez más accesible a medida que avanza la técnica. Nuevamente, quien como y para que se explotara, quien ejercerá la soberanía efectiva en la provincia, ya afectada desde la constitución de 1994 y las privatizaciones, es un tema que está en discusión. En el mismo sentido el ángulo noroeste de nuestro país con la explotación de litio, cuestión que se articula con nuestros vecinos, Chile y Bolivia, nos coloca en un desafío de soberanía y modelo de desarrollo industrial que deseamos, o más bien quien impondrá el modelo de desarrollo. Como también, si existe una geopolítica regional que nos permita encarar colectivamente un “cartel del litio” entre productores que nos plante frente al mundo con un poder diferencial de negociación. Todo el modelo minero (y todas las propuestas de “inversiones extranjeras” para extraer y exportar recursos), se asemejan a una “economía de enclave” del siglo XXI. Conociendo solo un poco de historia nacional y mundial vemos el desafío de soberanía y defensa que implica en caso que se decida recuperar capacidad de decisión.

La región sur del país es un desafío especial, evidente, que pareciera no ser comprendido por “la clase política” y la “elite” intelectual. La presencia británica en Malvinas implica además de un desafío militar directo, una proyección económica, militar, geopolítica en general y sobre la Antártida en particular; sobre el océano, y nuestro propio territorio continental. Siendo así es evidente que los inmensos territorios que reivindicamos como propios se encuentran en una disputa de caracteres agresivos con implicancias militares directas. Una disputa cuya resolución se ha ido deteriorando para nuestro país a lo largo de las décadas desde 1982. Lo ha hecho a partir de estrategias erráticas por parte de las autoridades del estado nacional. El enemigo (categoría correcta y transparente en este caso) ha ido avanzando con una línea permanente mantenida por todas las administraciones, cuyo objetivo es vincularse con Chile y Uruguay principalmente, afianzar su control sobre al mar, y negar la presencia argentina en el plano militar en forma completa, y asegurarse nuestra exclusión el plano económico, o más bien lo que es peor pero nuestra colaboración.

Es una estrategia cuya “hoja de ruta” son las “Declaraciones de Madrid”, y que con el “paraguas de soberanía” les permiten a los británicos hacer rentable su ocupación y negarnos presencia económica, y militar en la región. Las enormes flotas de diversos países del mundo que operan en la zona ajenas a nuestro mínimo control son consecuencia de esta situación y el éxito británico en sus políticas hacia Argentina, Chile y Uruguay.

Así Inglaterra puede proyectar la definición de la cuestión de la soberanía sobre la Antártida a su favor las próximas décadas. Como se ve con claridad con el retraso argentino y el avance de Chile y Gran Bretaña. Especialmente con los últimos éxitos británicos en avanzar en transformar a Malvinas en una base para todos quienes pretendan proyectarse al continente blanco, desplazando a Ushuaia. Cuyas públicas expresiones son las decisiones de Alemania y Turquía de operar en las islas.

Podríamos seguir con otras cuestiones que hacen a la soberanía en amplios territorios de frontera, o desarrollar los problemas específicos de provincias como Misiones, Tierra del Fuego, etc. Como también pensar la propiedad real de nuestro aparato productivo, nuestras empresas de comunicaciones, o quien controla el aparato financiero y como está estructurado desde la “ley de entidades financieras”. La propiedad de la tierra en algunas regiones no centrales y las minas, etc. Inclusive sería necesario abordar la cuestión de la construcción de nuestra identidad nacional, y una “cultura para la defensa nacional”. Pero señalamos los desafíos iniciales mencionados porque de ellos se deviene la necesidad de una defensa nacional, una concepción de soberanía, una geopolítica nacional, y en ese sentido de unas FFAA desarrolladas para hacer real tal fin. Porque una atribución que hace a cualquier estado soberano es su capacidad de ejercer la fuerza en el territorio que define como propio y de hacer efectivas sus decisiones de acuerdo a las necesidades de su población sin injerencia externa (directa o indirecta, evidente o capilar). Una fuerza armada que le dé a la política nacional la seguridad de poder decir que no a las imposiciones de los diversos actores que buscan modelarnos con sus políticas, y la confianza de desarrollar las propias. Mas aún cuando presenciamos nuevas formas de guerras “hibridas” de “cuarta” o “quinta generación”, etc. Eso no es lo que sucede en Argentina hoy.

 

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Partimos de una serie de definiciones básicas. No existe soberanía sin un estado que garantice el monopolio en el uso de la fuerza, no existe bienestar de la población sin la capacidad de ejercer el control sobre el territorio, sus recursos y organización de la explotación de los mismos, y nada de eso existe sin la capacidad de “decir que no” a poderes ajenos a la nación, como de imponer el ejercicio de la soberanía por la fuerza si es necesario. La definición básica de que no existe el bienestar individual fuera de la comunidad (o de alguna comunidad, ya que la comunidad que propone el capital transnacional también es una comunidad de intereses colectivos de una clase, y una forma de organización de los territorios del planeta) es otra concepción de base sobre la cuestión de la soberanía, el estado y la defensa.

Asumimos también que el mundo es altamente competitivo, agresivo, y los poderes estatales, no estatales y corporativos utilizan el conjunto de los medios a su disposición para imponer sus intereses. El mundo actual está en guerra. Una guerra en la que lo militar clásico es una forma (visible y existente), pero que utiliza nuevas forma de guerra. O más bien la guerra es solo un aparte, una forma de expresión de las disputas políticas. Por lo tanto “olvidar” la defensa y la cuestión de las FFAA es un error grave, que condiciona cualquier intento de resolución de largo plazo de los problemas nacionales, es como sentarse en una partida de póker con una carta menos.

 

El escenario internacional

 

En escenario internacional se encuentra signado por dos cuestiones clave. Una, el ascenso de China y la tendencia a la consolidación de un mundo de múltiples potencias de diferente nivel pero con autonomía. Y dos, la transformación del sistema económico a partir de una crisis económica y reformulación del modo de acumulación capitalista en desarrollo de la crisis; a lo que se suma la situación generada por el Covid 19. Ambas cuestiones, frente a la visión resignada y negativa que se sostiene en la clase política, representan para nuestro país una oportunidad de retomar interna y externamente el timón del barco nacional.

El mundo se perfila con la consolidación de un escenario donde China y los EEUU aparezcan como grandes potencias (aunque no superpotencias unívocas). A diferencia de la época en que la URSS y los EEUU articulaban en torno a si, u obligaban a ello, hoy son primeras entre otras que conservaran amplia autonomía. China a diferencia de la URSS no aparece como alternativa de un sistema, pero es mucho más poderosa económicamente que lo que fue la URSS, aunque no en lo militar. Su estrategia es de consolidación de su poder en sus fronteras y su proyección de seguridad en los mares y territorios circundantes. Hacia el resto del mundo ofrece una sociedad económica sin necesidad de subordinación política ni necesidad de competencia con otras potencias. En realidad, China sí disputa mercados y esto implica conflicto (como se ve hoy claramente en nuestro país), de la misma forma que como cualquier sociedad capitalista desigual implica dependencia. Como también “muestra” un modelo de planificación estatal y partido único exitoso.

En el nuevo escenario aparece Rusia con grandes recursos, enorme territorio, tecnología, un desarrollo industrial medio y un peso militar destacado que le garantiza amplia autonomía (nuevamente lo militar como una de las bazas del poder). Europa continental avanza en su proceso de autonomización respecto de EEUU, que se consolida luego del Brexit británico. Las líneas rectoras allí pasan por las decisiones geopolíticas de Francia y Alemania, siendo esta última el motor económico y financiero de la Unión. Alemania tiene una “orientación hacia el este” que impone un trato distinto al de las potencias anglosajones respecto de Rusia y China.

Inglaterra más atrás, pareciera aislarse de Europa, sin embargo, lo que hace es posicionarse como actor mundial sin condicionamientos. Busca consolidar un espacio geopolítico propio con sus antiguas dependencias y los restos de su imperio, dispone de proyección mundial y un peso destacado, que cobra relevancia al aparecer como actor autónomo. Su plaza financiera sigue siendo una de las más grandes; su bloque con Australia, Canadá, etc. (actores centrales de las “inversiones” mineras, el Commonwealth), siempre cercano a los EEUU debe tenernos en espacial atención a los argentinos; la por si muy capilar presencia en nuestra estructura nacional más allá de la ocupación de Malvinas. El equipamiento de una poderosa flota de submarinos nucleares a Australia por un acuerdo entre esta Inglaterra y los EEUU nos da cuenta de las importantes movidas militares que estamos presenciando (luego de que Australia desairara a Francia, con la que tenía el acuerdo de reequipamiento de su flota ya acordado). De hecho, Inglaterra está desarrollando un plan de equipamiento militar para en el 2030 disponer de una FFAA de proyección mundial.

Nuevas potencias de tamaño medio aparecen en este escenario “caótico”, allí vemos con juego propio a la India, Irán, Turquía, Paquistán, entre varias más. Proyectan sus iniciativas y proyectos de largo plazo con una amplia autonomía, hasta en lo militar (como una de sus patas) que no imaginábamos pocos años atrás. En esta pelea algunos países de hecho han desaparecido Iraq, los surgidos de la ex Yugoeslavia, Libia, la misma África subsahariana se muestra como hace siglos territorios de apetencias y saqueo de diversas potencias.

No debemos olvidar en este escenario que brevemente plantamos, que a un nivel de actores de proyección internacional se encuentran las transnacionales, o como se puede denominar: “la oligarquía financiera transnacional”; que, si bien se encuentra asentada e imbricada en sus intereses, con los países centrales, lo cierto es que su lógica es distinta a la de los Estados y mucho más lejana a cualquier interacción con los pueblos/nación. Esta es impulsora del desarrollo, y a su vez consecuencia, de esta etapa del capitalismo imperialista que se suele llamar “globalización” y sus pautas culturales. Mantiene una agenda propia que tiene a la disolución de la lógica del Estado moderno, como también de la ides de “pueblo”. Los organismos financieros de posguerra (otros más modernos, pero de lógica supranacional similar), cobran en esta nueva etapa el sentido de mediadores supranacionales al interior de la hegemonía global y sobre los países. Como se vio en el accionar la “troika” europea (la Comisión europea, el Banco Central europeo, y el FMI: o sea, la representación política de los principales países de la Unión, el poder alemán y el poder financiero mundial) y como sentimos en nuestra propia carne en forma permanente.

Sería cuestión de otro artículo analizar en profundidad el nuevo escenario que se está configurando, su posible estabilidad en el tiempo, su dinamismo y cuáles son los proyectos nacionales y mundiales en competencia. El Vaticano como un poder en este escenario, etc. Sin embargo, acá nos basta con enunciarlo. Para acercarnos desde allí hacia nuestro escenario regional

 

La región y argentina

 

En este escenario mundial América latina parece estar sufriéndolo, más que emergiendo como región, ninguno de sus principales países aparece como potencia media con proyecto propio, por el contrario nuestro continente parece en caída libre, resignado. Esto va de la mano de tres cuestiones relacionadas. Una la debilidad de los proyectos progresistas de la etapa reciente pasada que no alcanzaron a ser bases de poder firmes en cada uno de los países ni a nivel colectivo; quizás por su acento político-cultural más que estructural-económico. La falta de poder real a nivel regional se expresa en la incapacidad de crear proyectos nacionales o regionales que se transformen en la lógica geopolítica colectiva o hegemónica. El progresismo fue desarmado en un abrir y cerrar de ojos. Esta carencia proyectos nacionales implica la carencia de identidad frente a un mundo que abre oportunidades a los que lo encaren con definiciones claras y audacia.

Nuestra región hoy no tiene proyecto, ni cada una de sus partes tampoco. Atomización, carencia de organismos regionales que expresen políticas autónomas, etc. Esto quizás se deba a que nuestra región cuenta con una clase dominante ampliamente transnacionalizada, una elite política ideológicamente carente de identidad y una muy débil implicación con sus sociedades fuera de lo que hace a la integración de la economía y la cultura en los marcos globales. Esto a su vez se relaciona con una revalorización por parte de los EEUU hacia la región. En un mundo en competencia la potencia hemisférica quiere mantener afuera a los competidores más peligrosos y necesita renovar, recrear o proponer un nuevo “pacto colonial”, acorde a su rol en el nuevo capitalismo y la nueva geopolítica mundial. No es fácil porque justamente las competencias o complementariedades con otros actores tienen menos barreras que las que oficiaban de estructurales en el viejo mundo bipolar: el “cuco comunista” no opera con fuerza en este nuevo escenario, tampoco el “terrorismo”, ni “la delincuencia transnacional”. Por eso hemos visto desfilar por nuestro país a altos funcionarios militares y políticos, con una línea clara: encuadrar a la argentina como un alfil en su estrategia regional. Pero la disputa (especialmente con China) es evidente, nuestra patria es también terreno de combate, y pareciera que solo somos objetos del mismo, no sujetos con decisiones propias.

Insistimos en no olvidar que en esta debacle latinoamericana consideramos causas fundamentales las internas. No puede haber políticas de soberanía, ni de defensa, que no sean de largo plazo y estables, y eso no es posible sin un bloque social que sea hegemónico y esté interesado en ellas. De la misma forma que las políticas de injerencia solo se vehiculizan a través de actores internos. Un “proyecto nacional” excede cualquier periodo electoral. Las elecciones aparecen como la forma de gestionar las líneas finas de un proyecto que debe ser compartido en sus rasgos generales. O sea, es imposible hablar de soberanía y defensa con políticas erráticas.

 

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En Malvinas la cuestión es muy clara. Siendo un tema sensible aparece más en público y los cambios de orientación son muy evidentes. Aunque debemos señalar que hablamos de políticas de sociedad con la potencia ocupante, frente a políticas de suave distanciamiento. En general la hoja de ruta fijada en “Las Declaraciones de Madrid” en 1989/90, no se altera nunca lo suficiente para preocupar a la potencia ocupante. Por ello los británicos no han dejado de avanzar. Aunque en ciertos momentos (especialmente durante el periodo de gestión en RREE de Jorge Taiana), algunas medidas que perjudicaban la libertad económica de las empresas que funcionaran en las islas causaron cierto escozor (en pesca, petróleo, turismo, etc.), ya que esa línea si se profundizara en toda su potencialidad es una clave para volver a la colonia inviable.

Clarifiquemos el escenario actual en el Atlántico sur, principal conflicto argentino con ribetes militares y riesgo de soberanía territorial. La gestión macrista hizo mucho daño. La “declaración Foradori-Duncan”, profundizó la línea de las “Declaraciones de Madrid”. Abrió de par en par las puertas para la explotación petrolera con sede en las islas y la proyectó a aguas propias, mejoró las condiciones (muy libres ya) de pesca; amplio las vías de comunicación que se hicieron sumamente fluidas entre Uruguay, Chile y las islas (e inclusive Brasil), etc. Además, se acordó trabajar con los británicos en la Antártida, etc. Debemos recordar que “Declaraciones” no son tratados vinculantes, se pueden revertir a través de políticas internas.

La política macrista ayudó a una profundización de la decisión inglesa de fortalecerse en nuestro territorio. Cuyas máximas expresiones públicas fueron la construcción de un gran puerto para transformar a las Islas en la puerta de la Antártida, el fortalecimiento militar, etc. En consecuencia, Alemania realiza vuelos directos a las islas y de allí a Antártida, lo mismo hará Turquía, las grandes flotas pesqueras operan desde las islas, y las petroleras planifican la explotación de toda la zona (argentina y británica) como si fuera un territorio económico único sin conflicto. Ese daño no ha sido retrovertido por la actual administración, más allá de una medida pesquera. Paralelo a eso, si miramos un mapa de la región vemos el amplio desarrollo de Punta Arenas por sobre Ushuaia, vinculada directo a Antártida y Malvinas, con un reclamo (extemporáneo y de origen dudoso) sobre una porción de mar que interfiere nuestra línea de comunicación al continente blanco. La construcción de un mega puerto en Montevideo, donde las flotas del mundo (que ya operan) tendrán otra base para operar en el Atlántico y la Cuenca del Plata; además de ser otra de las bases con que opera la logística británica en Malvinas. Todo esto, mirando un mapa a simple observación es un cerco estratégico sobre nuestro país. A lo que hay que agregar la fractura que existe entre el norte y el sur del mismo a nivel comunicaciones, al no poder navegar por aguas argentinas desde Buenos Aires hacia el sur del país. Si a eso le sumamos la carencia de una armada con algo de poder y la inexistencia de una fuerza aérea de combate. Todo está dicho.

 

Otro elemento errático ha sido la política latinoamericana, quizás el más importante elemento distintivo del “ciclo progresista”. En ese plano sí se buscó articular la región y se conformaron esquemas para organismos regionales propios, a partir de los cuales se podía pensar una relación con el mundo y los demás bloques y potencias grandes y pequeñas disponiendo de una base de poder sustancial. O sea, tenían potencialidad. Pero han naufragado, quizás, como ya dijimos, por su poca “densidad” producto del escaso tiempo de maduración que impidió el desarrollo de un entramado de instituciones redes e intereses vinculados a esa alternativa geopolítica regional. Y también, agregamos, porque existen en la región fuertes intereses contrapuestos en lo que hace a la relación con el mundo, los intereses globalizados y proimperialista pesan a nivel estado y al interior de cada sociedad. Por mencionar al pasar. Chile, Colombia, Brasil, Argentina y Venezuela, no solo han tenido geopolíticas distintas, sino mantienen una relación de su formación social con las potencias y transnacionales muy distintas, y tienen ideologías en sus clases dominantes distintas. Principalmente Brasil, con ambiciones de subimperialismo, es a su vez muy débil nacionalmente para ejercer ese rol. Nuestro país por el contrario avanza sin prisa, pero sin pausa en una caída en todas las estadísticas mundiales. Solo una muestra un incremento exponencial desde las reformas neoliberales de los 90: la expansión del complejo agroexportador de avanzada y ultra transnacionalizado. Allí es de destacar que, si incorporamos el concepto de “Frontera geopolítica”, es claro que todo lo que hace al complejo no es argentino, salvo en sus propietarios de la tierra en la base, pero como en todo sistema son dependientes, lo que claramente se ve en sus expresiones político ideológicas. Quizás en la configuración del estado futuro de los países dependientes, este Estado tenga un rol sobre el mercado, que “cuida”, un rol “facilitador” de la explotación. O sea que el Estado sea el articulador de un país como espacio de negocios, sin soberanía.

Creemos que debemos pensar la cuestión en una forma más integral. Mas allá de los vaivenes y momentos de discusión, o de freno parcial de la transnacionalización, lo cierto es que Argentina sí tiene un proyecto hegemónico que se sostiene a través de las décadas, desde el golpe de estado de 1976 y que con contradicciones se ha ido consolidando. Hoy somos más pobres, más dependientes, menos soberanos, con menos capacidad de decisión, con una clase dirigente más vulgar, y una clase dominante más ajena a la nación.

Insistimos es muy difícil habar de un proyecto de defensa nacional, de FFAA o de soberanía escindido de la orientación concreta general que se manifiesta políticamente. Por ello es muy claro que en general tanto en sentido amplio (desarrollo nacional, social económico, marcos legales etc.) como en sentido estrecho (militar) la defensa nacional se encuentra en una situación de debilidad e incapacidad de ser un respaldo, una carta para jugar en intentos de recuperar capacidad de decisión. Sin embargo, nos abstraeremos de esta limitación política y abordaremos el campo específico, donde podemos ver intentos positivos.

 

Políticas nacionales de defensa

 

Dos son las políticas nacionales de defensa a tomar en cuenta implementadas por las actuales gestiones del ministerio. Se expresan en el Fondo Nacional de Defensa (FONDEF) y en la Directiva Política de Defensa Nacional (DPDN). En ambos casos se expresa la voluntad de tener una política de defensa, lo que implica un cambio con la ideología que primó hasta el presente. Los militares dejan de ser vistos como un problema que los civiles deben controlar y limitar, y pasan a ser una herramienta del Estado a la que hay que fortalecer para fortalecer las políticas que ese Estado decida desplegar.

 

La DPDN fue promulgada en 6 de julio del 2021. Es el marco político específico de la defensa nacional y orienta la definición las cuestiones militares específicas. Una directiva presenta un escenario internacional en el cual se debe desplegar el poder militar argentino. Lo hace en tres planos, que llama “Tableros” (por el tema de los juegos de guerra): el estratégico militar, el económico comercial y el transnacional. La Directiva realiza un análisis interesante que permite pensar que quienes la escribieron tienen una visión del mundo realista, ajena a la “ingenuidad” progresista, al relativismo posmoderno, y antagónica al “realismo periférico”. La Directiva desarrolla una interpretación que se encuentra alejada de ambas tendencias del imperialismo occidental, sean la demócrata progresista o la más clásica conservadora. Identifica al mundo con desafíos nacionales desde una perspectiva propia, se puede discutir algunas cosas, pero es correcta la idea general. Eso ya es mucho para lo conocido en defensa desde la apertura democrática, que se basó en el desarme y la neutralización del peligro militar, en coincidencia clara con los intereses extranjeros de la época. O a su articulación orgánica en las preocupaciones ajenas al país y la región, o (si son realidades como los diversos delitos) como mínimo “policiales” y complementarias a su conceptualización por las FFAA dominantes.

La DPDN coloca en el imaginario estratégico militar a las grandes potencias de un mundo con diversos intereses, alternativas y riesgos (pero también oportunidades). Sin definirse por ninguna, salvo por lo que el interés nacional pueda sugerir. Sostiene los desafíos que implican los importantes recursos argentinos desde una perspectiva de que generan apetencias, sin definir las específicas en tanto que países y que transnacionales son las que nos agreden. En ese sentido sostiene la línea histórica que Perón señaló en 1944. Y enumera los objetos de codicia, al petróleo, litio, vías navegables, regiones de poca población e inclusive el núcleo pampeano como claves que las FFAA debe tener en cuenta. Al mencionar el escenario transnacional, reconoce como amenaza la cuestión de la Deuda externa o las corporaciones con poder supraestatal, como la existencia de diversos nuevos planos de la guerra como la ciber guerra y ataques no convencionales, deja picando contradictoriamente la necesidad de concebir la guerra de cuarta y quinta generación etc. más allá de la “agresión militar de un ejército convencional”, e inclusive se atreve a plantear la necesidad de inteligencia estratégica. Debemos recordar que la Ley de Defensa sostiene que la agresión militar es solo un ejército de un país extranjero (algo como columnas blindadas entrando al país, o un ataque militar británico convencional) y la guerra de hoy es mucho mas que eso, como todos los países la conceptualizan más “hibrida”. Pero la DPDN, menciona enemigos mas complejos y escenarios diversos, con la necesidad de implementar “defensa” de la soberanía en forma “integral”.

Pero algo muy destacado en la práctica es que la DPDN menciona a lo largo de sus numerosas páginas diez veces la cuestión de Malvinas Atlántico sur y Antártida. Lo hace en cada uno de los ítems, lo que permite abordar el problema desde diferentes aspectos. Indica además con claridad (lo que consideramos destacado) que las FFAA deben prepararse teniendo en cuenta la amenaza militar que la presencia británica representa. O sea, por primera vez se sale de cierta ingenuidad pacifista (en este ámbito de la DPDN). Sin estridencia, pero con realismo, acorde a los planteos de los “tableros” iniciales de la Directiva donde se analiza la conflictividad y el plano militar complejo de la misma, con sus nuevas formas de despliegue. Básicamente la DPDN es un buen documento, o más bien el mejor documento oficial a nivel estado nacional que se ha elaborado sobre el tema.

 

De la mano y complementariamente con la DPDN debe ser analizado el FONDEF. El “Fondo nacional del defensa” fue una iniciativa del ex ministro Agustín Rossi, aprobado por el parlamento hacia el final de la gestión macrista y el inicio de la del FdT. Como sabemos el presupuesto oficial que se aprueba anualmente es, hace ya varias décadas, menor de lo requerido en estándares internacionales para que el sostenimiento de unas FFAA mínimas sea posible. Eso ha producido un deterioro de las capacidades militares argentinas, que se nota en el deterioro y obsolescencia de los sistemas de armas; ya que el presupuesto de menos de 1% solo cubría los salarios, en muchos casos muy bajos. Como sabemos también cualquier promesa, programa o ideas si no va acompañada de una asignación de recursos es, o un autoengaño o una mentira consciente. El FONDEF creado por la ley 27565 es un avance relevante. No reemplaza al presupuesto, pero es un fondo extrapresupuestario que está al margen de los vaivenes políticos y de las necesidades económicas inmediatas. Claramente varía con los resultados económicos de nuestro país, es el 0,35% del “Presupuesto Anual Consolidado para el Sector Público Nacional” en el 2020; el 0.5 en el 2021 (unos 400 millones de U$S este año) porcentaje que se ira incrementado hasta el 0,8 en el 2023. Debe ser ejecutado integralmente y está bajo control parlamentario. Este fondo ha sido sancionado con asignación explícita a equipamiento militar y desarrollo tecnológico e industrial de las FFAA. Eso es una novedad que ya este ejercicio ha permitido impulsar algunos trabajos, como los drones, por ejemplo. Pero sobre todo da previsibilidad a la inversión. No debemos pensar que el FONDEF permitiría montar una flota de submarinos, o comprar una cantidad de aviones de combate de última generación, eso necesita asignaciones presupuestarias clásicas. Pero sí realizar programas de mediano plazo, y sentar bases de algunas políticas de defensa estable en lo que hace a equipamiento y desarrollo nacional. Siempre teniendo en cuenta que no hay defensa nacional ni FFAA nacionales sin una política nacional en general, la asignación presupuestaria en general debería redefinir prioridades. Como la dirección de avance de la política en general también debería hacerlo. En esa redefinición la defensa debería recuperar mayor atención frente a otras cuestiones más posmodernas. Debemos reafirmar que un 0,7 del PBI es demasiado bajo, cuando el mismo gobierno kirchnerista había plateado en el bicentenario que para en 2020 el presupuesto de defensa debía llegar al básico 1,5 del PBI (aun levemente por debajo de la media regional). Y que con una caída general de la economía argentina el presupuesto en términos reales también cae. Pero eso es una cusa que excede esta nota, aunque revertir nuestro achicamiento si se relación con una idea de nación distinta, que requiere políticas de soberanía y con ellas de defensa. Por último, debemos destacar que el gasto de defensa, no es simplemente contar armas (aunque también lo sea); es desarrollar un aparato productivo y científico, ocupar territorios para la explotación por argentinos, etc. O sea es un gasto productivo si se hace con una concepción nacional al servicio del pueblo trabajador argentino.

 

Señalamos hasta aquí dos elementos estructurales de la política de defensa porque parecen indicar o posibilitar cambios de orientación de la misma. Un paso hacia adelante pensando en el futuro y los desafíos del país. Algunos elementos más aparecen en discusión y asoman como posibilidad de materialización, pero aún están sujetos a decisiones políticas de inversión, como desarrollar el polo antártico en Ushuaia, o mejorar la dotación de las tres armas, con equipos que impliquen capacidad militar seria del país, potenciar y desarrollar las bases antárticas, etc. Pero sin dudas desde nuestra concepción la defensa no es solo (aunque sin capacidad militar no existe) las FFAA. Es más, una política de RRII, una diplomacia “cipaya”, o muy timorata y acomodaticia, una economía muy débil, sin capacidad, un pueblo pobre y desintegrado, una cultura e identidad nacional en disolución o débil, vuelven inútil a cualquier ejército, hasta puede hacerlo una carga nociva.

 

Pero agregamos un elemento más, que es preocupante en lo que hace a las FFAA y la defensa. Los institutos militares, desde los liceos, hasta las escuelas conjuntas. En Marina, Fuerza aérea, Inteligencia, Ejercito, EMC, etc. su plantel docente es en gran parte, o muy malo, intelectualmente de bajo nivel; o ideológicamente sesgado hacia un liberalismo globalista o neoliberal, adscriben a una identidad excesivamente noratlántica, e inculcan la ideología del libre mercado en los militares. Hablamos de materia no técnicas principalmente (aunque en estas últimas también se puede inculcar “ideología”). Un plantel docente (mayoritario) de retirados y civiles que provienen de nichos “blindados” al control de las administraciones sucesivas, manteniéndose agazapados y dando una continuidad a pensamientos liberales y proimperialistas, confundiendo el enemigo etc. De hecho, hasta existen profesores que han dado clases con un banderín de los EEUU en su mesa de trabajo. No creemos que sea necesario que se haga un adoctrinamiento intensivo de ningún tipo, ni antimperialista, ni peronista, ni nada en particular. Debe accederse a todas las más amplias corrientes del pensamiento que hacen a la formación militar, no en forma sesgada. Los militares deben en primera instancia amar a su patria y a los argentinos más allá de cualquier identificación ideológica o de clase (aunque sin dudas esto ya es una identificación, una ideología: la ideología nacional básica). El estado debe en esta circunstancia, más allá de los problemas de la política nacional avanzar sobre los centros de estudios, para que las FFAA existentes tengan una formación completa, desplazando paso a paso a los grupos que se mantienen enquistados en los centros de estudios militares.

Lo mismo debemos decir de los viajes de formación al exterior. Los militares argentinos deben viajar a los países avanzados del mundo. Y deben viajar e intercambiar con los vecinos y otros que la política del estado considere beneficioso, tener observadores en zonas conflictivas, etc. Pero no puede ser que aun hoy la amplia mayoría de los viajes de formación de los militares es a EEUU. No hay que dejar de intercambiar con el país del norte, es una potencia militar de la que se puede y debe aprender. Pero hay que ir con la “cabeza amueblada” no vacía para que la llenen allí, ni en ningún otro lado. Además, es de destacar que las FFAA deben tener una cantidad ponderada equivalente en EEUU, Rusia, China, los países europeos; los vecinos latinoamericanos, otros países destacados, y también en las zonas de guerra y conflicto para ver estos de primera mano, y no desde un solo lado del conflicto, o contado por un solo bando. Esos son temas centrales que deben ser transformados, en el cual la política aún es deficitaria y se reduce a “Cursos de género”, o una materia de “derechos humanos”.

 

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A lo largo de este trabajo hemos presentado un pantallazo general de la situación de la defensa nacional desde una perspectiva amplia. No se agota aquí, cada uno de los temas puede ser desarrollado ampliamente. Y todos están en pleno desarrollo. Esperamos saber aportado al conocimiento y la identificación de estos temas de importancia que suelen ser dejados de lado en la militancia y la intelectualidad, e ignorados por la opinión pública. Pero que son sustanciales a la liberación de las clases populares de nuestro país. La construcción de soberanía es la tarea principal.

 

Guillermo Martín Caviasca

Trelew los militares y la transición democrática

 


Guillermo Martín Caviasca helicopterox@yahoo.com.ar

Artículo escrito para la revista “Tercer Cordón”

A lo largo de 1971 El Combatiente publicación oficial del Partido Revolucionario de los Trabajadores publicaba una serie de análisis de la situación. En ellos, una caracterización general de la etapa y de la situación política, analizaba a las FFAA gobernantes. Era el momento en que el general Lanusse estaba en la presidencia, quien había asumido después de un golpe interno en la dictadura, para conducir la salida de los militares del gobierno. En esos análisis el PRT presentaba entre otras cosas, la existencia de tres corrientes en las FFAA. Una dura, partidaria de la represión extrema que afrontara el descontento popular y la lucha guerrillera mediante la represión hasta “limpiar” la sociedad. Otra “populista” que consideraba inspirada en los militares peruanos, cuyo objetivo era hacer una transformación económica que desactivara las razones del descontento, definiendo que esta propuesta era imposible por no contar con el apoyo en la burguesía. Y una tercera (representada por Lanusse) que evaluaba que ambas tendencias anteriores estaban equivocadas, que retrasar la retirada solo haría crecer la rebelión popular y que las FFAA debían retirarse al menor costo posible.