Guillermo
Martin Caviasca
La cuestión de la “defensa nacional” tema
fuera de agenda desde hace décadas. Su ausencia en todas las agendas vacía de
contenido cualquier discurso sobre la “soberanía”. Saliendo de planteos
ingenuos analizamos brevemente la situación internacional y el estado de
situación respecto de los desafíos que nuestro país enfrenta actualmente. En
ese sentido presentamos y discutimos algunos elementos de la política actual
respecto de las FFAA.
Soberanía nacional, geopolítica y cuestión
militar
Cuando hablamos de “defensa nacional”, “Fuerzas
armadas” “geopolítica” o “relaciones internacionales”; o cuando proyectamos
nuestras ideas o debates que consideramos estratégicos respecto de temas como
Malvinas, Atlántico Sur, Sudamérica, recursos naturales etc. podemos hacerlo de
dos formas. Una, más teórica, intelectual, que se expone respecto de los fines
deseables. Y otra, práctica, política, que se desarrolla en función de los
medios existentes, Entendiendo como medios no sólo la potencialidad material de
la nación, sino el medio político propio y sus limitaciones
O sea, la articulación entre el cómo debería
ser una política de defensa en relación al despliegue concreto de acuerdo a las
condiciones en las que nos encontramos, objetivas y subjetivas. Y allí en el
medio aparecen una serie de condicionantes reales, históricos, de conciencia,
simbólicos, estructurales, etc. que hacen a lo que es, frente, no sólo a lo que
deseamos sino a lo que debe ser, o mejor aún, lo que podría ser. En este
artículo intentaremos plantear cuestiones relacionadas con las prioridades de
la defensa nacional actual y la realidad de la misma.
Como no necesita demasiada explicación, podemos
partir de la premisa de que la cuestión de la defensa nacional está fuera de
agenda de todas las tendencias políticas. A lo sumo se toman aspectos parciales
y coyunturales de la misma. En algunos momentos sale a la luz a causa de
conflictos temas implícitos de la defensa, como la cuestión de la Cuenca del
Plata con el mantenimiento en manos ajenas de la “hidrovía”, la cuestión de
Malvinas y el Atlántico Sur, la Antártida, la pérdida del submarino ARA San
Juan, etc. Muchas cuestiones que aparecen esporádicamente en escena son claves
geopolíticas de nuestro país para ser viable en tanto país soberano. Por lo
tanto, nos interpelan respecto de cual será en el largo plazo nuestro horizonte
como comunidad nacional. Lo hacen hasta en su aspecto más transparente como el
del control territorial. Podemos ver a veces que la palabra “soberanía” aparece
en algunos enunciados o discursos, pero nunca en prioridades fuera del
enunciado.
Los aspectos inmediatos, económicos en el
sentido crematístico, no de economía política (esta nos la presentan como dada,
fuera de nuestras posibilidades de alterarla o construir una propia visión),
como una “necesidad insoslayable” que no puede dejar de ser atendida en forma
inmediata, sea esta el hambre de los marginados del sistema, las ganancias de
los dueños del país, o la renta que transferimos al exterior. Necesidades
imperiosas de diferentes clases. Algunas comprensibles, otras no. Nuestro país
es un “mercado” donde solo se disputa la renta, con la consabida derrota
estratégica de los que disponen de una ratio de poder menor.
***
Argentina enfrenta una serie de desafíos en
este momento, y varios más en el futuro, que se harán cada vez más presentes.
Mencionemos algunos. Uno de ellos es el control de los recursos exportables que
inciden en el mercado mundial, los del complejo aceitero como los más
destacados. Decidir cómo, qué y para que se produce. Que es lo más beneficioso
para el pueblo argentino, y como la producción nacional del principal recurso
del campo se inserta en el mercado. Quien decide, como se orientan los ingresos
nacionales, como se construye y bajo que manos todo el sistema productivo
alrededor de estos bienes, logística, finanzas, insumos, etc. Otra cuestión que
hace a la soberanía y a la existencia misma y funcionalidad del estado, es la
posible explotación de la que se propagandiza como una de las reservas más
grandes del mundo de petróleo y gas no convencional en la cuenca de Vaca Muerta
en Neuquén. Por unas décadas más seguro estos combustibles seguirán siendo el
motor de la sociedad industrial y su explotación sin dudas se hará cada vez más
accesible a medida que avanza la técnica. Nuevamente, quien como y para que se
explotara, quien ejercerá la soberanía efectiva en la provincia, ya afectada
desde la constitución de 1994 y las privatizaciones, es un tema que está en
discusión. En el mismo sentido el ángulo noroeste de nuestro país con la
explotación de litio, cuestión que se articula con nuestros vecinos, Chile y
Bolivia, nos coloca en un desafío de soberanía y modelo de desarrollo
industrial que deseamos, o más bien quien impondrá el modelo de desarrollo.
Como también, si existe una geopolítica regional que nos permita encarar
colectivamente un “cartel del litio” entre productores que nos plante frente al
mundo con un poder diferencial de negociación. Todo el modelo minero (y todas
las propuestas de “inversiones extranjeras” para extraer y exportar recursos),
se asemejan a una “economía de enclave” del siglo XXI. Conociendo solo un poco
de historia nacional y mundial vemos el desafío de soberanía y defensa que implica
en caso que se decida recuperar capacidad de decisión.
La región sur del país es un desafío especial,
evidente, que pareciera no ser comprendido por “la clase política” y la “elite”
intelectual. La presencia británica en Malvinas implica además de un desafío
militar directo, una proyección económica, militar, geopolítica en general y
sobre la Antártida en particular; sobre el océano, y nuestro propio territorio
continental. Siendo así es evidente que los inmensos territorios que
reivindicamos como propios se encuentran en una disputa de caracteres agresivos
con implicancias militares directas. Una disputa cuya resolución se ha ido
deteriorando para nuestro país a lo largo de las décadas desde 1982. Lo ha
hecho a partir de estrategias erráticas por parte de las autoridades del estado
nacional. El enemigo (categoría correcta y transparente en este caso) ha ido
avanzando con una línea permanente mantenida por todas las administraciones,
cuyo objetivo es vincularse con Chile y Uruguay principalmente, afianzar su
control sobre al mar, y negar la presencia argentina en el plano militar en
forma completa, y asegurarse nuestra exclusión el plano económico, o más bien
lo que es peor pero nuestra colaboración.
Es una estrategia cuya “hoja de ruta” son las
“Declaraciones de Madrid”, y que con el “paraguas de soberanía” les permiten a
los británicos hacer rentable su ocupación y negarnos presencia económica, y
militar en la región. Las enormes flotas de diversos países del mundo que
operan en la zona ajenas a nuestro mínimo control son consecuencia de esta
situación y el éxito británico en sus políticas hacia Argentina, Chile y
Uruguay.
Así Inglaterra puede proyectar la definición de
la cuestión de la soberanía sobre la Antártida a su favor las próximas décadas.
Como se ve con claridad con el retraso argentino y el avance de Chile y Gran
Bretaña. Especialmente con los últimos éxitos británicos en avanzar en
transformar a Malvinas en una base para todos quienes pretendan proyectarse al
continente blanco, desplazando a Ushuaia. Cuyas públicas expresiones son las
decisiones de Alemania y Turquía de operar en las islas.
Podríamos seguir con otras cuestiones que hacen
a la soberanía en amplios territorios de frontera, o desarrollar los problemas
específicos de provincias como Misiones, Tierra del Fuego, etc. Como también
pensar la propiedad real de nuestro aparato productivo, nuestras empresas de
comunicaciones, o quien controla el aparato financiero y como está estructurado
desde la “ley de entidades financieras”. La propiedad de la tierra en algunas
regiones no centrales y las minas, etc. Inclusive sería necesario abordar la
cuestión de la construcción de nuestra identidad nacional, y una “cultura para
la defensa nacional”. Pero señalamos los desafíos iniciales mencionados porque
de ellos se deviene la necesidad de una defensa nacional, una concepción de
soberanía, una geopolítica nacional, y en ese sentido de unas FFAA
desarrolladas para hacer real tal fin. Porque una atribución que hace a
cualquier estado soberano es su capacidad de ejercer la fuerza en el territorio
que define como propio y de hacer efectivas sus decisiones de acuerdo a las
necesidades de su población sin injerencia externa (directa o indirecta,
evidente o capilar). Una fuerza armada que le dé a la política nacional la
seguridad de poder decir que no a las imposiciones de los diversos actores que
buscan modelarnos con sus políticas, y la confianza de desarrollar las propias.
Mas aún cuando presenciamos nuevas formas de guerras “hibridas” de “cuarta” o
“quinta generación”, etc. Eso no es lo que sucede en Argentina hoy.
***
Partimos de una serie de definiciones básicas.
No existe soberanía sin un estado que garantice el monopolio en el uso de la
fuerza, no existe bienestar de la población sin la capacidad de ejercer el
control sobre el territorio, sus recursos y organización de la explotación de
los mismos, y nada de eso existe sin la capacidad de “decir que no” a poderes
ajenos a la nación, como de imponer el ejercicio de la soberanía por la fuerza
si es necesario. La definición básica de que no existe el bienestar individual
fuera de la comunidad (o de alguna comunidad, ya que la comunidad que propone
el capital transnacional también es una comunidad de intereses colectivos de
una clase, y una forma de organización de los territorios del planeta) es otra
concepción de base sobre la cuestión de la soberanía, el estado y la defensa.
Asumimos también que el mundo es altamente
competitivo, agresivo, y los poderes estatales, no estatales y corporativos
utilizan el conjunto de los medios a su disposición para imponer sus intereses.
El mundo actual está en guerra. Una guerra en la que lo militar clásico es una
forma (visible y existente), pero que utiliza nuevas forma de guerra. O más
bien la guerra es solo un aparte, una forma de expresión de las disputas
políticas. Por lo tanto “olvidar” la defensa y la cuestión de las FFAA es un
error grave, que condiciona cualquier intento de resolución de largo plazo de
los problemas nacionales, es como sentarse en una partida de póker con una
carta menos.
El escenario internacional
En escenario internacional se encuentra signado
por dos cuestiones clave. Una, el ascenso de China y la tendencia a la
consolidación de un mundo de múltiples potencias de diferente nivel pero con autonomía.
Y dos, la transformación del sistema económico a partir de una crisis económica
y reformulación del modo de acumulación capitalista en desarrollo de la crisis;
a lo que se suma la situación generada por el Covid 19. Ambas cuestiones,
frente a la visión resignada y negativa que se sostiene en la clase política,
representan para nuestro país una oportunidad de retomar interna y externamente
el timón del barco nacional.
El mundo se perfila con la consolidación de un
escenario donde China y los EEUU aparezcan como grandes potencias (aunque no
superpotencias unívocas). A diferencia de la época en que la URSS y los EEUU
articulaban en torno a si, u obligaban a ello, hoy son primeras entre otras que
conservaran amplia autonomía. China a diferencia de la URSS no aparece como
alternativa de un sistema, pero es mucho más poderosa económicamente que lo que
fue la URSS, aunque no en lo militar. Su estrategia es de consolidación de su
poder en sus fronteras y su proyección de seguridad en los mares y territorios
circundantes. Hacia el resto del mundo ofrece una sociedad económica sin
necesidad de subordinación política ni necesidad de competencia con otras
potencias. En realidad, China sí disputa mercados y esto implica conflicto
(como se ve hoy claramente en nuestro país), de la misma forma que como
cualquier sociedad capitalista desigual implica dependencia. Como también
“muestra” un modelo de planificación estatal y partido único exitoso.
En el nuevo escenario aparece Rusia con grandes
recursos, enorme territorio, tecnología, un desarrollo industrial medio y un
peso militar destacado que le garantiza amplia autonomía (nuevamente lo militar
como una de las bazas del poder). Europa continental avanza en su proceso de
autonomización respecto de EEUU, que se consolida luego del Brexit británico.
Las líneas rectoras allí pasan por las decisiones geopolíticas de Francia y
Alemania, siendo esta última el motor económico y financiero de la Unión.
Alemania tiene una “orientación hacia el este” que impone un trato distinto al
de las potencias anglosajones respecto de Rusia y China.
Inglaterra más atrás, pareciera aislarse de
Europa, sin embargo, lo que hace es posicionarse como actor mundial sin
condicionamientos. Busca consolidar un espacio geopolítico propio con sus antiguas
dependencias y los restos de su imperio, dispone de proyección mundial y un
peso destacado, que cobra relevancia al aparecer como actor autónomo. Su plaza
financiera sigue siendo una de las más grandes; su bloque con Australia,
Canadá, etc. (actores centrales de las “inversiones” mineras, el Commonwealth),
siempre cercano a los EEUU debe tenernos en espacial atención a los argentinos;
la por si muy capilar presencia en nuestra estructura nacional más allá de la
ocupación de Malvinas. El equipamiento de una poderosa flota de submarinos
nucleares a Australia por un acuerdo entre esta Inglaterra y los EEUU nos da
cuenta de las importantes movidas militares que estamos presenciando (luego de
que Australia desairara a Francia, con la que tenía el acuerdo de reequipamiento
de su flota ya acordado). De hecho, Inglaterra está desarrollando un plan de
equipamiento militar para en el 2030 disponer de una FFAA de proyección
mundial.
Nuevas potencias de tamaño medio aparecen en
este escenario “caótico”, allí vemos con juego propio a la India, Irán,
Turquía, Paquistán, entre varias más. Proyectan sus iniciativas y proyectos de
largo plazo con una amplia autonomía, hasta en lo militar (como una de sus
patas) que no imaginábamos pocos años atrás. En esta pelea algunos países de
hecho han desaparecido Iraq, los surgidos de la ex Yugoeslavia, Libia, la misma
África subsahariana se muestra como hace siglos territorios de apetencias y
saqueo de diversas potencias.
No debemos olvidar en este escenario que
brevemente plantamos, que a un nivel de actores de proyección internacional se
encuentran las transnacionales, o como se puede denominar: “la oligarquía
financiera transnacional”; que, si bien se encuentra asentada e imbricada en
sus intereses, con los países centrales, lo cierto es que su lógica es distinta
a la de los Estados y mucho más lejana a cualquier interacción con los
pueblos/nación. Esta es impulsora del desarrollo, y a su vez consecuencia, de
esta etapa del capitalismo imperialista que se suele llamar “globalización” y
sus pautas culturales. Mantiene una agenda propia que tiene a la disolución de
la lógica del Estado moderno, como también de la ides de “pueblo”. Los
organismos financieros de posguerra (otros más modernos, pero de lógica
supranacional similar), cobran en esta nueva etapa el sentido de mediadores
supranacionales al interior de la hegemonía global y sobre los países. Como se
vio en el accionar la “troika” europea (la Comisión europea, el Banco Central
europeo, y el FMI: o sea, la representación política de los principales países
de la Unión, el poder alemán y el poder financiero mundial) y como sentimos en
nuestra propia carne en forma permanente.
Sería cuestión de otro artículo analizar en
profundidad el nuevo escenario que se está configurando, su posible estabilidad
en el tiempo, su dinamismo y cuáles son los proyectos nacionales y mundiales en
competencia. El Vaticano como un poder en este escenario, etc. Sin embargo, acá
nos basta con enunciarlo. Para acercarnos desde allí hacia nuestro escenario regional
La región y argentina
En este escenario mundial América latina parece
estar sufriéndolo, más que emergiendo como región, ninguno de sus principales
países aparece como potencia media con proyecto propio, por el contrario
nuestro continente parece en caída libre, resignado. Esto va de la mano de tres
cuestiones relacionadas. Una la debilidad de los proyectos progresistas de la
etapa reciente pasada que no alcanzaron a ser bases de poder firmes en cada uno
de los países ni a nivel colectivo; quizás por su acento político-cultural más
que estructural-económico. La falta de poder real a nivel regional se expresa
en la incapacidad de crear proyectos nacionales o regionales que se transformen
en la lógica geopolítica colectiva o hegemónica. El progresismo fue desarmado
en un abrir y cerrar de ojos. Esta carencia proyectos nacionales implica la
carencia de identidad frente a un mundo que abre oportunidades a los que lo
encaren con definiciones claras y audacia.
Nuestra región hoy no tiene proyecto, ni cada
una de sus partes tampoco. Atomización, carencia de organismos regionales que
expresen políticas autónomas, etc. Esto quizás se deba a que nuestra región
cuenta con una clase dominante ampliamente transnacionalizada, una elite
política ideológicamente carente de identidad y una muy débil implicación con
sus sociedades fuera de lo que hace a la integración de la economía y la
cultura en los marcos globales. Esto a su vez se relaciona con una
revalorización por parte de los EEUU hacia la región. En un mundo en
competencia la potencia hemisférica quiere mantener afuera a los competidores
más peligrosos y necesita renovar, recrear o proponer un nuevo “pacto
colonial”, acorde a su rol en el nuevo capitalismo y la nueva geopolítica
mundial. No es fácil porque justamente las competencias o complementariedades
con otros actores tienen menos barreras que las que oficiaban de estructurales
en el viejo mundo bipolar: el “cuco comunista” no opera con fuerza en este
nuevo escenario, tampoco el “terrorismo”, ni “la delincuencia transnacional”.
Por eso hemos visto desfilar por nuestro país a altos funcionarios militares y
políticos, con una línea clara: encuadrar a la argentina como un alfil en su
estrategia regional. Pero la disputa (especialmente con China) es evidente, nuestra
patria es también terreno de combate, y pareciera que solo somos objetos del
mismo, no sujetos con decisiones propias.
Insistimos en no olvidar que en esta debacle
latinoamericana consideramos causas fundamentales las internas. No puede haber
políticas de soberanía, ni de defensa, que no sean de largo plazo y estables, y
eso no es posible sin un bloque social que sea hegemónico y esté interesado en
ellas. De la misma forma que las políticas de injerencia solo se vehiculizan a
través de actores internos. Un “proyecto nacional” excede cualquier periodo
electoral. Las elecciones aparecen como la forma de gestionar las líneas finas
de un proyecto que debe ser compartido en sus rasgos generales. O sea, es
imposible hablar de soberanía y defensa con políticas erráticas.
***
En Malvinas la cuestión es muy clara. Siendo un
tema sensible aparece más en público y los cambios de orientación son muy
evidentes. Aunque debemos señalar que hablamos de políticas de sociedad con la
potencia ocupante, frente a políticas de suave distanciamiento. En general la
hoja de ruta fijada en “Las Declaraciones de Madrid” en 1989/90, no se altera
nunca lo suficiente para preocupar a la potencia ocupante. Por ello los
británicos no han dejado de avanzar. Aunque en ciertos momentos (especialmente
durante el periodo de gestión en RREE de Jorge Taiana), algunas medidas que
perjudicaban la libertad económica de las empresas que funcionaran en las islas
causaron cierto escozor (en pesca, petróleo, turismo, etc.), ya que esa línea
si se profundizara en toda su potencialidad es una clave para volver a la
colonia inviable.
Clarifiquemos el escenario actual en el
Atlántico sur, principal conflicto argentino con ribetes militares y riesgo de
soberanía territorial. La gestión macrista hizo mucho daño. La “declaración
Foradori-Duncan”, profundizó la línea de las “Declaraciones de Madrid”. Abrió
de par en par las puertas para la explotación petrolera con sede en las islas y
la proyectó a aguas propias, mejoró las condiciones (muy libres ya) de pesca;
amplio las vías de comunicación que se hicieron sumamente fluidas entre
Uruguay, Chile y las islas (e inclusive Brasil), etc. Además, se acordó
trabajar con los británicos en la Antártida, etc. Debemos recordar que
“Declaraciones” no son tratados vinculantes, se pueden revertir a través de
políticas internas.
La política macrista ayudó a una profundización
de la decisión inglesa de fortalecerse en nuestro territorio. Cuyas máximas
expresiones públicas fueron la construcción de un gran puerto para transformar
a las Islas en la puerta de la Antártida, el fortalecimiento militar, etc. En
consecuencia, Alemania realiza vuelos directos a las islas y de allí a
Antártida, lo mismo hará Turquía, las grandes flotas pesqueras operan desde las
islas, y las petroleras planifican la explotación de toda la zona (argentina y
británica) como si fuera un territorio económico único sin conflicto. Ese daño
no ha sido retrovertido por la actual administración, más allá de una medida
pesquera. Paralelo a eso, si miramos un mapa de la región vemos el amplio
desarrollo de Punta Arenas por sobre Ushuaia, vinculada directo a Antártida y
Malvinas, con un reclamo (extemporáneo y de origen dudoso) sobre una porción de
mar que interfiere nuestra línea de comunicación al continente blanco. La
construcción de un mega puerto en Montevideo, donde las flotas del mundo (que
ya operan) tendrán otra base para operar en el Atlántico y la Cuenca del Plata;
además de ser otra de las bases con que opera la logística británica en
Malvinas. Todo esto, mirando un mapa a simple observación es un cerco
estratégico sobre nuestro país. A lo que hay que agregar la fractura que existe
entre el norte y el sur del mismo a nivel comunicaciones, al no poder navegar
por aguas argentinas desde Buenos Aires hacia el sur del país. Si a eso le
sumamos la carencia de una armada con algo de poder y la inexistencia de una
fuerza aérea de combate. Todo está dicho.
Otro elemento errático ha sido la política
latinoamericana, quizás el más importante elemento distintivo del “ciclo
progresista”. En ese plano sí se buscó articular la región y se conformaron
esquemas para organismos regionales propios, a partir de los cuales se podía
pensar una relación con el mundo y los demás bloques y potencias grandes y
pequeñas disponiendo de una base de poder sustancial. O sea, tenían
potencialidad. Pero han naufragado, quizás, como ya dijimos, por su poca
“densidad” producto del escaso tiempo de maduración que impidió el desarrollo
de un entramado de instituciones redes e intereses vinculados a esa alternativa
geopolítica regional. Y también, agregamos, porque existen en la región fuertes
intereses contrapuestos en lo que hace a la relación con el mundo, los
intereses globalizados y proimperialista pesan a nivel estado y al interior de
cada sociedad. Por mencionar al pasar. Chile, Colombia, Brasil, Argentina y
Venezuela, no solo han tenido geopolíticas distintas, sino mantienen una
relación de su formación social con las potencias y transnacionales muy
distintas, y tienen ideologías en sus clases dominantes distintas.
Principalmente Brasil, con ambiciones de subimperialismo, es a su vez muy débil
nacionalmente para ejercer ese rol. Nuestro país por el contrario avanza sin
prisa, pero sin pausa en una caída en todas las estadísticas mundiales. Solo
una muestra un incremento exponencial desde las reformas neoliberales de los
90: la expansión del complejo agroexportador de avanzada y ultra
transnacionalizado. Allí es de destacar que, si incorporamos el concepto de
“Frontera geopolítica”, es claro que todo lo que hace al complejo no es
argentino, salvo en sus propietarios de la tierra en la base, pero como en todo
sistema son dependientes, lo que claramente se ve en sus expresiones político
ideológicas. Quizás en la configuración del estado futuro de los países
dependientes, este Estado tenga un rol sobre el mercado, que “cuida”, un rol
“facilitador” de la explotación. O sea que el Estado sea el articulador de un
país como espacio de negocios, sin soberanía.
Creemos que debemos pensar la cuestión en una
forma más integral. Mas allá de los vaivenes y momentos de discusión, o de
freno parcial de la transnacionalización, lo cierto es que Argentina sí tiene
un proyecto hegemónico que se sostiene a través de las décadas, desde el golpe
de estado de 1976 y que con contradicciones se ha ido consolidando. Hoy somos
más pobres, más dependientes, menos soberanos, con menos capacidad de decisión,
con una clase dirigente más vulgar, y una clase dominante más ajena a la
nación.
Insistimos es muy difícil habar de un proyecto
de defensa nacional, de FFAA o de soberanía escindido de la orientación
concreta general que se manifiesta políticamente. Por ello es muy claro que en
general tanto en sentido amplio (desarrollo nacional, social económico, marcos
legales etc.) como en sentido estrecho (militar) la defensa nacional se
encuentra en una situación de debilidad e incapacidad de ser un respaldo, una
carta para jugar en intentos de recuperar capacidad de decisión. Sin embargo,
nos abstraeremos de esta limitación política y abordaremos el campo específico,
donde podemos ver intentos positivos.
Políticas nacionales de defensa
Dos son las políticas nacionales de defensa a
tomar en cuenta implementadas por las actuales gestiones del ministerio. Se
expresan en el Fondo Nacional de Defensa (FONDEF) y en la Directiva Política de
Defensa Nacional (DPDN). En ambos casos se expresa la voluntad de tener una
política de defensa, lo que implica un cambio con la ideología que primó hasta
el presente. Los militares dejan de ser vistos como un problema que los civiles
deben controlar y limitar, y pasan a ser una herramienta del Estado a la que
hay que fortalecer para fortalecer las políticas que ese Estado decida
desplegar.
La DPDN fue promulgada en 6 de julio del 2021.
Es el marco político específico de la defensa nacional y orienta la definición
las cuestiones militares específicas. Una directiva presenta un escenario
internacional en el cual se debe desplegar el poder militar argentino. Lo hace
en tres planos, que llama “Tableros” (por el tema de los juegos de guerra): el
estratégico militar, el económico comercial y el transnacional. La Directiva
realiza un análisis interesante que permite pensar que quienes la escribieron
tienen una visión del mundo realista, ajena a la “ingenuidad” progresista, al
relativismo posmoderno, y antagónica al “realismo periférico”. La Directiva
desarrolla una interpretación que se encuentra alejada de ambas tendencias del
imperialismo occidental, sean la demócrata progresista o la más clásica
conservadora. Identifica al mundo con desafíos nacionales desde una perspectiva
propia, se puede discutir algunas cosas, pero es correcta la idea general. Eso
ya es mucho para lo conocido en defensa desde la apertura democrática, que se
basó en el desarme y la neutralización del peligro militar, en coincidencia
clara con los intereses extranjeros de la época. O a su articulación orgánica
en las preocupaciones ajenas al país y la región, o (si son realidades como los
diversos delitos) como mínimo “policiales” y complementarias a su
conceptualización por las FFAA dominantes.
La DPDN coloca en el imaginario estratégico
militar a las grandes potencias de un mundo con diversos intereses,
alternativas y riesgos (pero también oportunidades). Sin definirse por ninguna,
salvo por lo que el interés nacional pueda sugerir. Sostiene los desafíos que
implican los importantes recursos argentinos desde una perspectiva de que
generan apetencias, sin definir las específicas en tanto que países y que
transnacionales son las que nos agreden. En ese sentido sostiene la línea
histórica que Perón señaló en 1944. Y enumera los objetos de codicia, al
petróleo, litio, vías navegables, regiones de poca población e inclusive el
núcleo pampeano como claves que las FFAA debe tener en cuenta. Al mencionar el
escenario transnacional, reconoce como amenaza la cuestión de la Deuda externa
o las corporaciones con poder supraestatal, como la existencia de diversos
nuevos planos de la guerra como la ciber guerra y ataques no convencionales,
deja picando contradictoriamente la necesidad de concebir la guerra de cuarta y
quinta generación etc. más allá de la “agresión militar de un ejército
convencional”, e inclusive se atreve a plantear la necesidad de inteligencia
estratégica. Debemos recordar que la Ley de Defensa sostiene que la agresión
militar es solo un ejército de un país extranjero (algo como columnas blindadas
entrando al país, o un ataque militar británico convencional) y la guerra de
hoy es mucho mas que eso, como todos los países la conceptualizan más
“hibrida”. Pero la DPDN, menciona enemigos mas complejos y escenarios diversos,
con la necesidad de implementar “defensa” de la soberanía en forma “integral”.
Pero algo muy destacado en la práctica es que
la DPDN menciona a lo largo de sus numerosas páginas diez veces la cuestión de
Malvinas Atlántico sur y Antártida. Lo hace en cada uno de los ítems, lo que
permite abordar el problema desde diferentes aspectos. Indica además con
claridad (lo que consideramos destacado) que las FFAA deben prepararse teniendo
en cuenta la amenaza militar que la presencia británica representa. O sea, por
primera vez se sale de cierta ingenuidad pacifista (en este ámbito de la DPDN).
Sin estridencia, pero con realismo, acorde a los planteos de los “tableros”
iniciales de la Directiva donde se analiza la conflictividad y el plano militar
complejo de la misma, con sus nuevas formas de despliegue. Básicamente la DPDN
es un buen documento, o más bien el mejor documento oficial a nivel estado
nacional que se ha elaborado sobre el tema.
De la mano y complementariamente con la DPDN
debe ser analizado el FONDEF. El “Fondo nacional del defensa” fue una
iniciativa del ex ministro Agustín Rossi, aprobado por el parlamento hacia el
final de la gestión macrista y el inicio de la del FdT. Como sabemos el
presupuesto oficial que se aprueba anualmente es, hace ya varias décadas, menor
de lo requerido en estándares internacionales para que el sostenimiento de unas
FFAA mínimas sea posible. Eso ha producido un deterioro de las capacidades
militares argentinas, que se nota en el deterioro y obsolescencia de los
sistemas de armas; ya que el presupuesto de menos de 1% solo cubría los
salarios, en muchos casos muy bajos. Como sabemos también cualquier promesa,
programa o ideas si no va acompañada de una asignación de recursos es, o un
autoengaño o una mentira consciente. El FONDEF creado por la ley 27565 es un
avance relevante. No reemplaza al presupuesto, pero es un fondo
extrapresupuestario que está al margen de los vaivenes políticos y de las
necesidades económicas inmediatas. Claramente varía con los resultados
económicos de nuestro país, es el 0,35% del “Presupuesto Anual Consolidado para
el Sector Público Nacional” en el 2020; el 0.5 en el 2021 (unos 400 millones de
U$S este año) porcentaje que se ira incrementado hasta el 0,8 en el 2023. Debe
ser ejecutado integralmente y está bajo control parlamentario. Este fondo ha
sido sancionado con asignación explícita a equipamiento militar y desarrollo
tecnológico e industrial de las FFAA. Eso es una novedad que ya este ejercicio
ha permitido impulsar algunos trabajos, como los drones, por ejemplo. Pero
sobre todo da previsibilidad a la inversión. No debemos pensar que el FONDEF
permitiría montar una flota de submarinos, o comprar una cantidad de aviones de
combate de última generación, eso necesita asignaciones presupuestarias
clásicas. Pero sí realizar programas de mediano plazo, y sentar bases de
algunas políticas de defensa estable en lo que hace a equipamiento y desarrollo
nacional. Siempre teniendo en cuenta que no hay defensa nacional ni FFAA
nacionales sin una política nacional en general, la asignación presupuestaria
en general debería redefinir prioridades. Como la dirección de avance de la
política en general también debería hacerlo. En esa redefinición la defensa
debería recuperar mayor atención frente a otras cuestiones más posmodernas.
Debemos reafirmar que un 0,7 del PBI es demasiado bajo, cuando el mismo
gobierno kirchnerista había plateado en el bicentenario que para en 2020 el
presupuesto de defensa debía llegar al básico 1,5 del PBI (aun levemente por
debajo de la media regional). Y que con una caída general de la economía
argentina el presupuesto en términos reales también cae. Pero eso es una cusa
que excede esta nota, aunque revertir nuestro achicamiento si se relación con
una idea de nación distinta, que requiere políticas de soberanía y con ellas de
defensa. Por último, debemos destacar que el gasto de defensa, no es
simplemente contar armas (aunque también lo sea); es desarrollar un aparato
productivo y científico, ocupar territorios para la explotación por argentinos,
etc. O sea es un gasto productivo si se hace con una concepción nacional al
servicio del pueblo trabajador argentino.
Señalamos hasta aquí dos elementos
estructurales de la política de defensa porque parecen indicar o posibilitar
cambios de orientación de la misma. Un paso hacia adelante pensando en el
futuro y los desafíos del país. Algunos elementos más aparecen en discusión y
asoman como posibilidad de materialización, pero aún están sujetos a decisiones
políticas de inversión, como desarrollar el polo antártico en Ushuaia, o
mejorar la dotación de las tres armas, con equipos que impliquen capacidad
militar seria del país, potenciar y desarrollar las bases antárticas, etc. Pero
sin dudas desde nuestra concepción la defensa no es solo (aunque sin capacidad
militar no existe) las FFAA. Es más, una política de RRII, una diplomacia
“cipaya”, o muy timorata y acomodaticia, una economía muy débil, sin capacidad,
un pueblo pobre y desintegrado, una cultura e identidad nacional en disolución
o débil, vuelven inútil a cualquier ejército, hasta puede hacerlo una carga
nociva.
Pero agregamos un elemento más, que es
preocupante en lo que hace a las FFAA y la defensa. Los institutos militares,
desde los liceos, hasta las escuelas conjuntas. En Marina, Fuerza aérea,
Inteligencia, Ejercito, EMC, etc. su plantel docente es en gran parte, o muy
malo, intelectualmente de bajo nivel; o ideológicamente sesgado hacia un liberalismo
globalista o neoliberal, adscriben a una identidad excesivamente noratlántica,
e inculcan la ideología del libre mercado en los militares. Hablamos de materia
no técnicas principalmente (aunque en estas últimas también se puede inculcar
“ideología”). Un plantel docente (mayoritario) de retirados y civiles que
provienen de nichos “blindados” al control de las administraciones sucesivas,
manteniéndose agazapados y dando una continuidad a pensamientos liberales y
proimperialistas, confundiendo el enemigo etc. De hecho, hasta existen
profesores que han dado clases con un banderín de los EEUU en su mesa de
trabajo. No creemos que sea necesario que se haga un adoctrinamiento intensivo
de ningún tipo, ni antimperialista, ni peronista, ni nada en particular. Debe
accederse a todas las más amplias corrientes del pensamiento que hacen a la
formación militar, no en forma sesgada. Los militares deben en primera
instancia amar a su patria y a los argentinos más allá de cualquier
identificación ideológica o de clase (aunque sin dudas esto ya es una
identificación, una ideología: la ideología nacional básica). El estado debe en
esta circunstancia, más allá de los problemas de la política nacional avanzar
sobre los centros de estudios, para que las FFAA existentes tengan una
formación completa, desplazando paso a paso a los grupos que se mantienen
enquistados en los centros de estudios militares.
Lo mismo debemos decir de los viajes de
formación al exterior. Los militares argentinos deben viajar a los países
avanzados del mundo. Y deben viajar e intercambiar con los vecinos y otros que
la política del estado considere beneficioso, tener observadores en zonas
conflictivas, etc. Pero no puede ser que aun hoy la amplia mayoría de los
viajes de formación de los militares es a EEUU. No hay que dejar de
intercambiar con el país del norte, es una potencia militar de la que se puede
y debe aprender. Pero hay que ir con la “cabeza amueblada” no vacía para que la
llenen allí, ni en ningún otro lado. Además, es de destacar que las FFAA deben
tener una cantidad ponderada equivalente en EEUU, Rusia, China, los países
europeos; los vecinos latinoamericanos, otros países destacados, y también en
las zonas de guerra y conflicto para ver estos de primera mano, y no desde un
solo lado del conflicto, o contado por un solo bando. Esos son temas centrales
que deben ser transformados, en el cual la política aún es deficitaria y se
reduce a “Cursos de género”, o una materia de “derechos humanos”.
***
A lo largo de este trabajo hemos presentado un
pantallazo general de la situación de la defensa nacional desde una perspectiva
amplia. No se agota aquí, cada uno de los temas puede ser desarrollado
ampliamente. Y todos están en pleno desarrollo. Esperamos saber aportado al
conocimiento y la identificación de estos temas de importancia que suelen ser
dejados de lado en la militancia y la intelectualidad, e ignorados por la
opinión pública. Pero que son sustanciales a la liberación de las clases
populares de nuestro país. La construcción de soberanía es la tarea principal.
Guillermo Martín Caviasca
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