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lunes, 12 de noviembre de 2012

PODER, PODER POPULAR Y HEGEMONÍA HIPÓTESIS PARA EL DEBATE Guillermo Caviasca

PODER, PODER POPULAR Y HEGEMONÍA
HIPÓTESIS PARA EL DEBATE

Guillermo Caviasca

INDICE


1-Introducción, pag. 3
2-Democracia y nueva sociedad, pag. 9
3-Clase obrera, sujeto y poder, pag. 19
4-Doble poder, poder local y poder popular, pag. 30
5-El poder popular frente al autonomismo, pag. 37
6-Notas sobre el MST de Brasil y  el Zapatismo de México, p. 44
7-Problemas de la autonomía de la  clase obrera en el Estado revolucionario, pag. 50
8-Contra hegemonía y doble poder, pag. 71
9-El PRT y el doble poder, pag. 84
10-Algunos ejemplos para salir de lo admitido, pag. 104
11-Balance en torno a la construcción de estrategias populares, pag. 128

1-Introducción

En este trabajo nos proponemos analizar la noción de Poder Popular, en relación con los conceptos de doble poder, hegemonía, Estado y autonomía. Nos valdremos para nuestro análisis del bagaje teórico y experiencia histórica de las clases oprimidas, las organizaciones que se identifican con ellas y los pensamientos de sus intelectuales orgánicos. Utilizamos la categoría “clases oprimidas” y no pueblo, clase trabajadora o simplemente oprimidos porque nos permite delimitar mejor al sujeto protagonista. Las situaciones que en este texto serán definidas como de “poder popular” no son exclusivamente obreras, en muchos casos tampoco son predominantemente obreras ni abarcan solo el campo de lo económico. Pero, por otro lado la categoría clase nos permitirá precisar mejor  la naturaleza del poder que aparece como antagonista al dominante y ver si expresa algún tipo de contra hegemonía y de que tipo es. Podríamos utilizar el concepto de clases subalternas que también implica una ruptura con la noción romántica de pueblo como conjunto de los nacionales, pero esta definición gramciana pone acento en aspectos culturales y lo marginal de los oprimidos, mientras que nosotros nos interesan los momentos de acción y la resistencia[1].
La búsqueda de herramientas que permitan la construcción de un poder de nuevo tipo ha sido, e indudablemente es, uno de los objetivos movilizadores de las luchas populares revolucionarias. Desde nuestra perspectiva, la construcción de un proyecto contra hegemónico ha sido condición inicial para que las luchas populares tuvieran perspectivas revolucionarias y pudieran plantearse la cuestión del poder.
Orientan nuestro trabajo una serie de preguntas ¿Cuando una estrategia de poder alternativa es efectiva? ¿Cuándo una estrategia es realmente popular y contribuye a la emancipación? ¿Cómo se construyen alternativas en momentos de consenso para las clases dominantes? ¿Cómo articular una estrategia revolucionaria con el sentido común del pueblo? Partimos de la concepción de que es solo la praxis[2] la que permite un avance en la resolución de nuestras preguntas. Las respuestas las buscaremos interviniendo activamente en la lucha de clases, de la misma forma que es la historia de la lucha de clases la que ha parido los desarrollos anteriores de la teoría revolucionaria. Y debemos agregar que nuestras respuestas serán solo provisorias, aproximaciones a la verdad, ya que como la historia es devenir y cambio permanentes las respuestas deben ser permanentemente renovadas. Lo absoluto solo existe en tanto opción conservadora.
Discutiremos, en base a la experiencia nacional, a los aportes del PRT (Partido Revolucionarios de los Trabajadores) a la teoría local del doble poder, a la experiencia latinoamericana y de los pueblos oprimidos que aparecen como posibles generadoras de enseñanzas, y a los debates y teorizaciones de los fundadores de la teoría revolucionaria moderna. Como lo particular y lo general son dos partes integrales del conocimiento, nuestro estudio remitirá en forma permanente a los debates y experiencias de otras latitudes. El problema del poder abarca al conjunto de las prácticas transformadoras y debe ser analizado desde una perspectiva histórica. Poder popular, doble poder, Estado y hegemonía son ideas fuertemente vinculadas con las relaciones de dominación propias de la modernidad capitalista y, justamente, surgen como conceptualizaciones teóricas de las experiencias de lucha popular contra el bloque dominante y sus instituciones en la época de consolidación de los Estados nación.
El pensamiento relacionado con el poder, la sociedad, las instituciones y su estabilidad tiene una larga historia. Al menos desde Platón la filosofía ha estudiado como lograr un orden social estable y reproductible. Es interesante como Aristóteles, el más grande de los filósofos de la antigüedad clásica, no pudo encontrar una respuesta satisfactoria a los problemas de la sociedad de su época, proponiendo un equilibrio entre ricos y pobres eliminando excesos y creando una numerosa clase media de ciudadanos. El problema de los filósofos antiguos estaba en la contradicción entre libertad y trabajo que sustentaba la idea de ciudadanía y que llevaba a que la amplia mayoría de los productores directos fueran excluidos de esta.
Fue recién en la sociedad moderna cuando el poder comienza a ser debatido en términos de ruptura, cuando surgen filósofos que ya no piensan en la estabilidad de lo existente sino que  reconocen que el problema está justamente en la naturaleza del poder existente y se proponen pesar su transformación y alternativas. Por distintos caminos Hobbes, Locke, Maquiavelo o Hegel reconocen la naturaleza de la nueva sociedad y sus problemas y buscan equilibrios que garanticen el nuevo poder del Estado, príncipe, leviatán, etc. En general también, la modernidad dio nacimiento a movimientos igualitarios en el seno de las revoluciones burguesas, pero estos influenciarán más en la filosofía como acicates de la búsqueda del orden, siendo vistos como excesos, como los casos de los niveladores en Inglaterra o los Iguales en Francia. Será Rousseau el primer pensador laico que intentará dar cuenta del problema de búsqueda de igualdad en su sistema político. Pero solo con Marx el problema del conflicto social fue pensado desde el punto de vista de los trabajadores, asumiendo que el nuevo orden llevaba consigo nuevas contradicciones. Su tiempo fue el de la consolidación capitalista en Europa y del surgimiento de la clase obrera moderna; la revolución cambió definitivamente de lenguaje.
Es dudosa la mejora de la situación social y cultural de las clases oprimidas en la modernidad, lo que es indudable es que por primera vez se plantearon proyectos políticos no mesiánicos que las tuvieran como sujeto y objeto. Obreros, campesinos y pobres en general pasaron de la rebelión y el motín a la revolución y surgieron organizaciones que proclamaron representar sus intereses específicos. Esto colocó a los trabajadores frente a un nuevo desafío: el tema del poder. El poder de la burguesía, el de la aristocracia y el clero en las diferentes formaciones sociales que han existido tuvo reglas de ejercicio específicas mediante las cuales la estructura del sistema funcionaba logrando un consenso estratégico entre los miembros de la clase dominante y la hegemonía o dominio más o menos violento sobre las clases productoras.
En este sentido es un problema teórico y práctico que no se resolvió aún satisfactoriamente (para que sea un poder estable, reproductible en el tiempo y para que sea verdaderamente popular) la forma en que las clases populares puedan ejercer el poder. La burguesía realiza su forma más estable de hegemonía política a través de la democracia representativa y de la existencia de organizaciones no estatales funcionales al desarrollo y regulación del sistema social, político y económico. Es lo que llaman “sociedad democrática”, una sociedad donde estado y sociedad civil funcionan como un todo en la reproducción, donde existe una hegemonía burguesa en la visión del mundo.
Poner en discusión el tema de la democracia cobra gran importancia sobre todo cuando desde las usinas ideológicas del poder, la democracia es considerada un valor sustantivo exento de contradicciones, por lo tanto inmune a la crítica. Y a partir de ese presupuesto, usado para agredir países soberanos, producir masacres e imponer formas democráticas institucionales represivas proimperialistas, la burguesía de los países centrales buscó homogeneizar una superestructura estatal “democrática” en la que se proscribiera cualquier movimiento contestatario, nacional, de clase, que propusiera alternativas a la sociedad de mercado. Una superestructura en la cual salvajes dictaduras genocidas o regímenes de terror como el Perú de Fujimori, la Colombia de Uribe, Pakistán o Egipto fueran parte del concierto de naciones democráticas; mientras se perseguía salvajemente a palestinos o iraquies y se condenaba y desestabilizaba a venezolanos, cubanos o iraníes. 
La crisis sufrida en nuestro país por esta concepción de democracia durante el 2001/2 (y para la misma época en la mayoría de América Latina), sumada a la exacerbación de la agresividad imperialista, abrió las puertas para la rediscusión del concepto ficticio de democracia vigente los últimos 20 años. A esto se suma el estallido de una nueva crisis mundial en los pasases centrales y el terrible fracaso de la política militarista norteamericana (inglesa e israelí). Esto hace que a pesar del esfuerzo puesto por las clases dominantes en recuperar el consenso democrático, el desafío siga abierto.

2-Democracia y nueva sociedad

Las organizaciones revolucionarias argentinas fueron tildadas de antidemocráticas, sobre todo por haber recurrido a la lucha armada durante un gobierno elegido electoralmente. Esto sólo es así para los que consideren la democracia occidental con sus particulares formas de representatividad y su autonomía de la esfera económica (donde no hay democracia) como un valor en sí mismo que permite la realización de todos los demás (la democracia sustantiva). Pero para la concepción política de las organizaciones revolucionarias en general y de un importante segmento de la sociedad argentina esto no era así en los 60 y 70. Si bien la idea de que la lucha armada no puede desplegarse con éxito durante periodos democráticos ha sido una concepción muy fuerte, es de dudosa generalización empírica. Es relativa a la “naturaleza” del régimen democrático vigente. Cuando más democrático y participativo es y efectivamente consensuadas son las políticas que aplica, la violencia revolucionaria cuenta con pocas posibilidades de tener efectos positivos para el crecimiento de la lucha popular ya que es un método muy “directo”. Ahora bien la forma política electoral no implica en muchos casos ni bienestar económico, ni disminución de las desigualdades ni siquiera real participación y consenso político popular al régimen[3].
En tres casos de organizaciones armadas que operaron en nuestro país podemos ver que la concepción de poder y democracia partía de una negación de la democracia “formal” como sistema que representara algún valor positivo. Si tomamos el caso del PRT, por ejemplo, vemos que concebía la posibilidad de democracia solo relacionada profundamente con la transformación económica de la sociedad, o sea, solo podía existir democracia si también la había en el plano económico y en el plano económico la democracia era el socialismo. En este sentido, la lucha por la transformación integral de la sociedad no podía realizarse solo ni exclusivamente dentro del sistema democrático representativo, ni tampoco con organizaciones sociales que cumplieran funciones tradicionales. Así embrionariamente pensaron la idea de poder local como expresión de doble poder. La Organización Montoneros nunca consideró a la democracia como un valor destacable en su discurso (al menos no a nivel de la estructura), llamando, despreciativamente, demoliberal al sistema institucional vigente en nuestro país. Concebían el poder como poder de la organización orientado hacia la toma del Estado. Y a la participación popular democrática como movilización de masas relacionadas con un nuevo Estado fuerte, conductor de transformaciones económicas y políticas. Mientras que el Peronismo de Base intentó desarrollar embrionariamente una nueva concepción orientada hacia la construcción de organismos democráticos alternativos de los trabajadores que funcionaran como una especie de pirámide invertida respecto de la organización.
Los revolucionarios argentinos en general reconocían a la democracia burguesa como dictadura de la burguesía y como mejor y más desarrollada forma de dominación política, en los términos del marxismo clásico, sin mayores problematizaciones. Desde esta concepción la mayoría de los revolucionarios de la época no dudaban de la necesidad de un gobierno revolucionario fuerte que, representando los intereses del proletariado, desarrollara desde el Estado los cambios revolucionarios necesarios. Por eso quienes desde la actualidad les reclaman a las organizaciones guerrilleras no haberse integrado plenamente al sistema democrático constitucional, en Argentina o cualquier otro país de América Latina ocultan concientemente que los revolucionarios en la era del capitalismo y del imperialismo luchan por la revolución social e independencia nacional y no por la constitución liberal y el libre mercado.
Esta idea de Estado revolucionario fuerte y de partido dirigente organizador de movimientos de masas combativos (pensamiento que englobaba tanto al PRT como a Montoneros y a la mayoría de las organizaciones revolucionarias del tercer mundo hasta el presente excluyendo a las corrientes denominadas “autónomas”) era una combinación de la hipótesis de la “dictadura del proletariado” y las elaboraciones teóricas de los clásicos con las realidades políticas efectivamente vigentes en los países socialistas o regímenes antiimperialistas que en la época llegaron a la conducción del Estado. Las ideas del periodo implicaban claramente transformar la sociedad desde el Estado, después de la toma del poder.
El concepto “dictadura del proletariado” fue muy atacado y debe ser rediscutido. ¿Qué pensaban Marx, Engels creadores de esta categoría cuando la propusieron como forma política que tomaría un hipotético gobierno de los trabajadores? esta era concebida como el dominio de una clase sobre otra. O sea, si la democracia burguesa expresaba el dominio de una minoría sobre una mayoría y la explotación de esta: la dictadura de la burguesía. La dictadura del proletariado como su contracara expresaría el dominio de la mayoría sobre la minoría y el fin de toda explotación. Pero la dictadura de la burguesía se manifestaba políticamente en variados regímenes: dictadura fascista, dictadura liberal, democracia restringida, monarquía constitucional y democracia parlamentaria, siendo esta última la mejor y más óptima forma de dictadura del capital. Entonces, no tendríamos por que inferir que la dictadura del proletariado para Marx debía manifestarse necesaria y únicamente a través de la dictadura del partido único.
En esta orientación debemos rescatar el concepto de hegemonía entendida como la capacidad de una clase social de unificar y mantener unido en el tiempo un bloque social de intereses diversos a través de la ideología. Como la capacidad de construir un “bloque histórico” que expresara la fusión de la clase obrera con las ideas revolucionarias, del saber y del sentir. En este sentido es que el italiano Antonio Gramsci planteaba que la clase trabajadora debía darse la política y la organización necesaria para transformarse en hegemónica a escala nacional. La dirección “intelectual y moral” en el “plano universal” de la sociedad nacional era, para el italiano, una clave de la hegemonía. Igualmente esta tarea se relacionaba directamente con la construcción de la capacidad política y coercitiva de la futura clase hegemónica[4].
El tipo de régimen político no es parte de una receta previa, por el contrario la historia muestra que una misma clase se desarrolla bajo formas de gobierno diferente. Lo que si podemos decir es que más duro y represivo es un régimen político en relación con la debilidad o amenaza que sufra el dominio de la clase que lo encabeza. El caso de la Revolución rusa es paradigmático. Si uno compara las tesis casi anarquistas del Estado y la revolución con el régimen efectivamente instaurado en la Unión Soviética en vida de Lenin, verá pocos puntos de contacto. Pero una lectura atenta podrá mostrar al lector informado que el escrito leninista habla de una sociedad en la que hayan sido eliminados los antagonismos internos y externos, una sociedad que estaría al final de todo un periodo histórico ya que “solo el comunismo suprime en absoluto la necesidad del Estado, pues no hay nadie a quien reprimir, “nadie” en el sentido de clase, en el sentido de una lucha sistemática contra una cierta parte de la población (...) es posible e inevitable que algunos individuos produzcan excesos. Pero en primer lugar, para ello no hace falta una máquina especial; eso lo hará el propio pueblo armado con la misma sencillez y facilidad con que un grupo cualquiera de personas civilizadas (...) separa a quienes se están peleando o impide que se maltrate a un mujer”[5]
O sea, una sociedad ubicada al final del camino de la transición mundial hacia el comunismo. Pero los revolucionarios rusos (como cualquier fuerza política o social) tuvieron que enfrentarse a la reacción interna y externa teniendo que superar momentos de suma debilidad, desarrollar un país atrasado en todos los aspectos y acosado desde todos los frentes y para ello aplicaron una dura dictadura. Una dictadura que no supieron, no pudieron o no quisieron transformar en otro régimen político en sus momentos de mayor fortaleza. Es probable que los revolucionarios de entonces concibieran que el fin del capitalismo y la transición al comunismo era una cuestión más próxima de lo que parece ser en realidad. No tenemos dudas que ese era el optimismo de Marx y Engels y que de allí lo heredaron los rusos y muchos revolucionarios posteriores. La historia desee entonces ha contribuido a refutar cualquier idea de cortoplacismo o modelo único predeterminado. Entonces cualquier nuevo régimen político surgido de una revolución no es solo un momento institucional provisorio que tiende hacia la extinción y el surgimiento de una sociedad comunista, sino una etapa de la historia de duración prolongada y como tal debe ser pensado.
            Pero más allá de que los regímenes revolucionarios no tiene que ser necesariamente autoritarios, lo cierto es que el mismo Gramsci sugería que todo sistema que quisiera ser fundante de una nueva sociedad tendría que pasar necesariamente por una fase totalitaria. Y en ese sentido planteaba que “una política totalitaria tiende (...) 1) a obtener que los miembros de un determinado partido encuentren en este solo partido todas las satisfacciones que antes hallaban en una multiplicidad de organizaciones (...) 2) destruir a todas las otras organizaciones o incorporarlas a un sistema del que el partido sea el único regulador. Esto sucede 1) cuando el partido en cuestión es portador de una nueva cultura y estamos ante una fase progresista; 2) cuando el partido en cuestión quiere impedir que otra fuerza, portadora de una nueva cultura se vuelva “totalitaria”; y estamos ante una fase regresiva y reaccionaria”[6]. Este planteo nos lleva a considerar que la transformación en hegemónicos de los intereses de los trabajadores requeriría de una fase totalitaria. Pero solamente en este sentido. Ya que para Gramsci el partido debe ser algo muy diferente a un órgano burocrático. Debe ser el organizador de una clase “El moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real (…) solo puede ser un organismo, un elemento de la sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. (…) es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir en universales totales”.[7] Igualmente creemos que la idea de “totalitario” planteada por el italiano no va en la dirección que el término nos sugiere en su acepción cotidiana, sino en la necesidad de cambiar todos los aspectos de la vida social y no únicamente los institucionales y/o los económicos, e imponer a los refractarios esa nueva visión del mundo.
Entonces, la transición de un sistema a otro es un cambio que excede con mucho al cambio de manos del aparato del Estado o de la propiedad de los medios de producción. Es una transformación de valores, de concepción del mundo, en este sentido toda revolución es totalitaria ya que penetra todos los campos de la vida, de las relaciones entre los hombres y de los hombres con la naturaleza. El partido, para Gramsci, es el tipo de organización que se da la nueva clase social para conducir esta transición: una fuerza política que en si misma represente una concepción total alternativa al sistema, que sea la organización de la clase cuando ya es portadora de nuevos valores y busca transformarlos en universales.
Los modelos de totalitarismo que estamos acostumbrados a estudiar son los que Gramsci calificaba de reaccionarios porque implicaron duras represiones sobre las mayorías y la penetración sobre todos los planos de la vida social de valores reaccionarios coartadores de la libertad. Pero es indudable que la fundación de un nuevo sistema es total (o integral) y que implica la penetración en toda la vida social de nuevos valores de progreso, solidaridad e igualdad y la represión de los valores contrarios. El concepto de pachacuti[8] en la visión andina puede dar cuenta muy bien de esta idea de integralidad: el fin de una era.
Pero, desde una concepción de creación de poder popular ¿qué es lo que se puede considerar totalitario para una construcción hegemónica? ¿Es totalitario el poder popular? En general actualmente se confunde totalitarismo, con dictadura o absolutismo. Puede haber un totalitarismo democrático: la polis ateniense era plenamente totalitaria, la democracia de los monopolios yanqui es sangrientamente totalitaria. Pero, desde la perspectiva de Gramsci, estaríamos hablando de totalitarismo en momentos fundantes, hasta la universalización de los nuevos valores, de la nueva economía y de la nueva visión del mundo. O viceversa, en el freno integral del avance de los nuevos valores por parte de las clases reaccionarias
En este punto podemos introducir el tema del rol del Estado en la construcción de hegemonía y su relación con la cuestión del poder popular. Se discute en las últimas décadas en el seno de muchos movimientos populares la relación entre revolución, Estado y poder popular. Se mira el Estado con resquemor y se tiende a dejar de lado la necesidad de herramientas que puedan desarrollar políticas hegemónicas nacionales, recostándose esperanzadamente en la espontaneidad creadora de las masas. Pero, es claro que la burguesía universalizó su visión del mundo en forma paralela al desarrollo de su hegemonía económica y de su asunción del poder político. Sería erróneo plantearse la pregunta sobre si la asunción del poder político por la burguesía fue antes o después de su consolidación hegemónica. Cada proceso nacional tuvo sus tiempos diferentes, podríamos decir que la construcción del Estado burgués es consecuencia y causa de la consolidación de la hegemonía burguesa. Precisando un poco más: podemos ver que el Estado fue un escalón muy importante en el trayecto de la burguesía a transformarse en clase hegemónica, pero previamente ya había desarrollado una amplia contra-hegemonía en lo económico y cultural (frente a la aristocracia); el Estado permitió su afirmación, consolidación y eliminación del poder de las clases incompatibles con el nuevo modo de producción. También el Estado pasó a ser una herramienta fundamental en el disciplinamiento social de de las clases subalternas y de despliegue de la hegemonía sobre el conjunto del las clases.
Además de haber tenido que luchar por construir instituciones políticas nuevas en los países centrales; la burguesía usó al Estado para imponer sus intereses al resto de los países del mundo, para defenderse de otros agresores externos y para imponer su dominio en momentos de crisis de hegemonía. Sin el Estado burgués el capitalismo no sería lo que es hoy. La burguesía de los países centrales creó estados burgueses sobre formaciones sociales diversas, creando sistemas semi-capitalistas en manos de antiguas clases terratenientes o mercantiles metamorfoseadas en oligarquías mediadores entre el capital moderno y una estructura arcaica. Es lo que para América latina Mariátegui llamó “mediocre metamorfosis de la clase dominante”. En definitiva, a través del Estado moderno la burguesía de los países centrales condujo la transición hacia su capitalismo desarrollado y exportó un capitalismo acorde a sus intereses al mundo colonial y dependiente.  

3-Clase obrera, sujeto y poder

En torno a la década de 1990, catalizaron una serie de procesos políticos que tuvieron su máximo símbolo en “la caída del muro de Berlín”. Pero ese hecho, que produjo que en pocos meses la República Democrática Alemana (experimento socialista) desapareciera y fuera absorbida por la Alemania Federal (poderosa potencia capitalista), fue solo el epílogo de un proceso más largo de agotamiento de una etapa de la experiencia popular de lucha contra el capitalismo. Ya en los ochentas occidente inició una nueva fase la llamada neoliberal. Modelo que para superar la crisis en que las economías capitalistas se encontraban, proponía abandonar los principios keynesianos y retraer los beneficios sociales del “estado de bienestar” (pioneros fueron EEUU e Inglaterra, el más poderoso y el mas antiguo país capitalista respectivamente). O sea darle libertad y respaldo a los grandes capitalistas, al capital bancario o especulativo, abrir negocios a estos en áreas antes reservadas o protegidas por el Estado y disminuir el poder de los sindicatos, las coberturas sociales y demás. El nuevo modelo no solo era Estatal y macroeconómico sino que iba acompañado por un cambio en las formas tradicionales de organización del trabajo y de estructuración de las  empresas. Flexibilidad y globalización son las palabras del periodo[9].  Más allá de la rápidamente desechada idea del “fin de la historia” o del martillazo de realidad sufrido por las tesis de un “Imperio” superador de los Estados-nación, la idea de perdida de centralidad de la clase trabajadora se instala en muchos espacios de la intelectualidad. Esta idea fue de la mano con otras: la ideseabilidad de luchar lo el poder (de gobernar un Estado), la crítica radical a la modernidad (racionalidad, progreso, dialéctica) y la valoración de lo pequeño (el individuo, lo local, lo sectorial, “la perdida de los grandes relatos”).
En la Argentina, sin dudas las transformaciones económicas y sus paralelos políticos sociales  y culturales, fueron más radicales y negativas que en lo países centrales o las demás repúblicas latinoamericanas. Esto se debió al mayor desarrollo industrial relativo de Argentina respecto a nuestros pares y a lo más débil y fragmentario del mismo respecto de los países centrales. Hacia la década del setenta la clase obrera aparecía como un bloque social bastante homogéneo y era la clase más numerosa. El desarrollo y concentración en ciertas ramas podía hacer pensar al líder guerrillero Mario Santucho que los mas de trescientos mil obreros de las doscientos cincuenta plantas más importares eran el núcleo de la revolución. Hoy esas plantas no existen (o son muchas menos) y ya no es la UOM (la Unión Obrera Metalúrgica)  sino el sindicato camionero, la estructura mas poderosa del sindicalismo[10]. En el mismo sentido la clase obrera ya no es un bloque homogéneo, sino que se encuentra segmentada con una fracción de trabajadores formales, otra fracción precaria y una última marginal[11]. Pero esto no nos debe hacer perder de vista que estamos hablando de millones de trabajadores ocupados en la producción o servicios, que ese porcentaje sigue siendo muy importante para una economía del tercer mundo y que la riqueza del país la generan estos trabajadores. Todos lo que consumimos, todo lo que hace a nuestra vida cotidiana, todas las herramientas de trabajo, los lugares donde vivimos y los que nos transportan, todo es producido por trabajadores asalariados. Es por ello que para pensar la idea de poder popular e identificar al sujeto de ese poder  (como al sujeto central de la en la construcción de una nueva sociedad) no debemos perder de vista que estamos en una sociedad capitalista cuyo fundamento es la explotación del trabajo asalariado como mercancía. Tampoco debemos ignorar que en los países del tercer mundo las luchas de liberación nacional y/o por el socialismo tuvieron como sujeto a un conjunto popular en el que la clase obrera era solo una parte (entre otras razones por su situación minoritaria en la formación social poco desarrollada). Por último debemos reconocer (cosa que muchos olvidan) que la idea de poder popular no es un invento de la posmodernidad y fue levantada como consigna en procesos revolucionarios anteriores (como por ejemplo Chile de los setentas, la revolución sandinista, etc.)
La idea de poder popular al remitir a la amplia y variable categoría de pueblo engloba a clases y fracciones de clase relativamente amplias. La ambigüedad de “lo popular” requiere indudablemente precisiones para cada caso particular, ya que lo popular trae consigo al sentido común (y con él a las ideas dominantes) y muchas veces incluye a clases capitalistas o cuyos intereses en el sistema capitalista pueden llevar a un proyecto popular hacia un camino que reproduzca condiciones de explotación  (o sea conduzca hacia una salida burguesa). Es por eso que Fidel Castro en La historia me absolverá[12] realizó una descripción clara de la composición de clase de la sociedad cubana de su época y definió que clases constituían el pueblo cubano y que el M26 (Movimiento Veintiséis de Julio) consideraba parte del frente revolucionario (en realidad un frente nacional, democrático y antiimperialista). “Entendemos como pueblo (...) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa (...) los 700 mil que están sin trabajo, (...) los 500 mil obreros del campo, (...) los 400 mil obreros industriales y braceros, (...) los 100 mil agricultores pequeños, (...) los 30 mil maestros y profesionales, (...) los 20 mil pequeños comerciantes, (...) los 10 mil profesionales jóvenes”. Es claro que todos los excluidos de esta definición no son pueblo para Fidel: los banqueros, los propietarios medianos y grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los grandes comerciantes y todos los asociados al capital extranjero; es decir, todas las clases que constituyen el polo dominante en la estructura de una sociedad capitalista. Si nos orientamos con la descripción de Fidel vemos que en el conjunto de lo popular entran clases y fracciones del proletariado no obreras y clases no proletarias. Pero, queda claro que la noción de pueblo de Fidel rompe también con la noción romántico nacionalista de Pueblo igual a habitantes de la nación que comparten una misma cultura. Podemos pensar que el conjunto de las clases oprimidas en el marco nacional son el pueblo, pero esta opresión a su vez debe incluir la posibilidad de alternatividad. Clases que en el ejercicio del poder puedan (potencialmente) ser un nuevo sistema.
Existen fracciones de la burguesía con contradicciones con el imperialismo que en muchos casos han constituido lo que Mao Tse Tung denominaba Frente Único. Pero ese frente único antiimperialista, nacionalista, explicaba Mao, no debía nunca imponer la subordinación de las clases oprimidas a la fracción burguesa antiimperialista. El líder Chino no se equivocaba, los procesos de liberación nacional que tuvieron como clase dirigente a la burguesía oprimida del país colonial rápidamente evolucionaron hacia nuevas y atrasadas formas de explotación y dependencia nacional. En este mismo sentido, para el caso argentino, Rodolfo Puiggros desarrollaba su hipótesis de la transformación del peronismo pos 1955 en un frente nacional con hegemonía de los trabajadores[13].
Si consideramos que el poder  popular se relaciona con la posibilidad de las clases oprimidas de desarrollar, por sus propios medios, formas políticas, sociales, culturales, económicas y militares; vemos que el poder popular lo que cuestiona centralmente es la capacidad de las clases dominantes de desarrollar su hegemonía[14] sobre el conjunto de la sociedad no solo el poder del Estado. De esta forma, en esta acepción integral, poder popular sería tendencialmente un poder alternativo, por lo tanto doble poder.  También podemos ver que Gramsci define “el pueblo" como "…el conjunto de las clases subalternas e instrumentales de todos los tipos de sociedad que han existido hasta ahora".
Esta noción  de “clases subalternas”  nos remite a un campo que trasciende la determinación económica (el lugar que ocupa la clase en la estructura productiva) aludiendo también a la dominación de carácter cultural (que se define por el lugar que ocupa la clase en el ámbito de la hegemonía). Pero ¿es mejor la noción de clase subalterna a la de clase oprimida? Consideramos que no, ya que la opresión nos remite a la acción concreta de las clases dominantes y la construcción de contra-hegemonía se relaciona con el enfrentamiento integral. La noción clase subalterna parece más descriptiva (sin dejar de ser correcta) mientras la de clase oprimida esta más relacionada con la acción en la lucha de clases
Entonces, como pensar el problema de la hegemonía en el marco de lo popular. En el marco de una análisis del modo de producción capitalista en abstracto, o como “tipo ideal” la contradicción fundamental es burguesía-proletariado, y entendemos que esta contradicción es la estratégica y fundamental del sistema en su conjunto. Pero en las formaciones sociales efectivamente existentes, en países donde se combinan modos de producción variados (aunque el capitalista sea el dominante) o en nuestro tercer mundo, existe una variedad de clases oprimidas pobres, proletarias o semi-proletarias pero no “obreros” tal como los pensaba Marx[15]. Ya el mismo Lenin tuvo que allanarse a las consignas del campesinado y Mariátegui nos alertó sobre las particularidades de la realidad latinoamericana. Problemas similares se dieron de forma concreta en China, Vietnam, Cuba, etc.: el sujeto revolucionario en sociedades con mayoría de población rural se encontraba en el campo. También (y no con menor grado de importancia concreta), la opresión extranjera en forma de políticas imperialistas o semicoloniales evidentes o como penetración de capital, sobredetermina el campo de los enfrentamientos de clase. Esta situación no puede ser ignorada o secundarizada como tampoco absolutizada. Ya Mao con la experiencia China frente al Koumitang, los debates de Mariátegui con Haya de la Torre, la experiencia de Trosky en México, o los debates planteados por Cooke en los sesentas nos dan buenos elementos al respecto.
Si, como planteaba Gramsci, el avance de la modernidad complejiza la estructura social, dando forma a una sociedad civil “densa”, el despliegue de la política concreta requiere atender ésta densidad que hace más compleja no solo la estructura de clases sino las mediaciones entre estas, el poder y el Estado. Teniendo en cuenta que el italiano planteaba esto para los países occidentales desarrollados, deberíamos pensar que en nuestros países oprimidos la cuestión es aún más compleja ya que se combinan las taras del atraso precapitalista, las deformidades de un capitalismo dependiente y la modernidad del sistema burgués
En las formaciones sociales concretamente existentes, y mas aún en las sociedades complejas, el despliegue de la hegemonía se realiza a través de una cantidad de instituciones que ofician de amortiguadores del conflicto y reproductoras del sistema. Si concebimos al Estado como algo más amplio que el aparato burocrático militar propiamente dicho y extendemos la noción de Estado hacia todas las organizaciones encargadas de reproducir la hegemonía de la clase dominantes[16] podemos ver la densidad de las estructuras de dominación. Esta estructura social mas densa hace que los choques de las organizaciones populares contra el Estado institución impliquen la confrontación solo contra una estructura de dominación. En este sentido, si bien la confrontación de la clase trabajadora unida contra la clase dominante y el Estado tras consignas generales de toda la clase (que serán sin dudas políticas) conmocionará al sistema en su conjunto, no lo derribará hasta tanto la clase no golpee el resto de las estructuras dominación de la sociedad civil.[17] De la misma forma que, al la inversa, golpear las estructuras de la sociedad civil no destruirá al sistema hasta tanto el Estado no cambie de naturaleza.
Es por ello que Gramsci adoptó la concepción de Estado que antes mencionamos[18], y que consideramos muy útil, ya que nos permite ver la integralidad del problema del poder y la hegemonía. En general los revolucionarios identificaron poder con Estado y Estado como aparato burocrático militar, esto es así en las sociedades donde la hegemonía es débil y el despliegue del poder de la clase dominante requiere de una estructura dirigente centralizada. En una sociedad donde la hegemonía de la clase dominante se ha afianzado las herramientas de dominación no se encuentran exclusivamente en el Estado aparato[19]
 Para entender el problema de la hegemonía debemos profundizar en las mediaciones que existen entre la clase como categoría económica y sus expresiones políticas. Hablamos de clase obrera, pero asumimos que para las clases oprimidas en general nuestras hipótesis se hacen más válidas aún. Nuestra perspectiva implica que las determinaciones económicas no configuran automáticamente una clase obrera universal con una conciencia única, sino que entre la determinación económica y la conciencia particular que cada clase obrera adquiere hay una serie de mediaciones que se basan en la “experiencia” de lucha que esa clase tiene (o tuvo) en el marco de la sociedad nacional de la que es parte. Si comprendemos a las clases no aisladas sino como relación social entonces nos quedará más clara la historicidad de su existencia y de su experiencia. Estructuralmente como categoría existen clases por su ubicación en la estructura productiva de la sociedad, pero como actor históricamente significativo, la clase existe a partir de que se manifiesta como tal.  En este sentido podemos rescatar la idea de “formación” de las clases a través de su experiencia. Estas herramientas nos permiten comprender mejor la existencia de diversos tipos posibles de conciencia de los sectores populares maduradas en torno a la experiencia de lucha particular. Y esto nos permite explicar estrategias políticas exitosas, las particularidades del “poder popular” o la viabilidad y permanecía de situaciones de doble poder
En este punto es que nosotros encontramos la explicación de tema de la identidad peronista de la clase obrera argentina en los años 50, 60 y 70. La identidad peronista implicaba algunos presupuestos ideológicos generales pero excedían las definiciones ideológicas de Perón. La identidad era paralela a la ideología y no se refutaba simplemente con una ideología más clara y superadora. Como explica Daniel James en su estudio sobre el movimiento obrero, “el peronismo significó una presencia social y política mucho mayor de la clase trabajadora en la sociedad argentina (...) estos son factores fáciles de demostrar empíricamente y en mas de un caso estadísticamente mensurables. Sin embargo existieron otros factores que es preciso tener en cuenta al evaluar el significado del peronismo para la clase trabajadora, factores menos tangibles y más difíciles de cuantificar. Nos referimos a factores como el orgullo, el respeto propio y la dignidad”. Así la clase trabajadora accedió a la política burguesa argentina con pleno grado de ciudadanía, aceptando las reglas de juego (quizás mejor que la misma burguesía) e hizo sentir su fuerza durante años impidiendo la instauración de un régimen económico más perjudicial a sus intereses; aunque esto mismo le haya significado resignar el apoyo a proyectos mas vastos de transformación social.
Es innegable a la luz de la historia que los límites que esa identidad significaba (reconocimiento de la sociedad burguesa, adscripción disciplinada al peronismo, etc.) resultaron insuperables y terminaron desarmando a los trabajadores cuando el tiempo histórico de la “alianza de clases” propuesta por el peronismo se hizo inviable y con ella el peronismo mismo como expresión política de los trabajadores (aunque no solo de ellos). Pero la clase obrera era peronista desde una sensación política de paridad y lucha y concebía a la burguesía como un antagonista. Esto fue así a pesar de la ideología oficial  del peronismo y quizás tuvo que ver con que el movimiento obrero argentino tenía un larga experiencia previa a Perón, no fue (como en otros casos) creado por el líder desde cero o sobre las ruinas o derrota de la clase: en 1945 la clase obrera existía, estaba organizada y tenia experiencia, el 17 de octubre fue su victoria y fue (y es) interpretado por la clase obrera como una victoria de clase. Fue la clase obrera la que le dio una tónica particular al movimiento de Perón, la que hizo fracasar uno tras otro los diferentes proyectos burgueses desde el Congreso de la Productividad (respaldado explícitamente por Perón) hasta el plan de Celestino Rodrigo (bajo el gobierno de Isabel), pasando por todos los planes y gobiernos del 55 al 73.
¿En que se vincula la construcción de poder popular con el análisis anterior respecto al peronismo? Justamente, en las potencialidades y límites que en el seno de las clases oprimidas tuvo la identidad peronista como producto de la experiencia nacional. Creemos que la explicación de la historia de nuestro movimiento obrero nos dará elementos para pensar una alternativa de poder popular que saque enseñanzas del fracaso. Los elementos simbólicos, discursivos y prácticos que el peronismo popular alcanzó en la proscripción expresaron elementos de contra-hegemonía significativos y fueron determinantes en la crisis orgánica que vivió en sistema capitalista argentino en aquellas décadas.  El sentimiento de ser ajenos al sistema político vigente, la pertenencia a un colectivo social sentido como homogéneo, la identificación de un enemigo: los “gorilas”, antipatriotas y antiobreros, portadores de otros valores, la ubicación en espacios geográficos diferentes con necesidades y organización diferentes, etc. configuraron una base para la construcción de un poder popular. Los límites que ya explicamos: la conciliación de clases y la moderación de las aristas más conflictivas de la organización obrera, la integración subordinada al Estado con su consecuente pérdida de autonomía, el macartismo antiizquierdista, etc. también deben ser parte del balance de aquella experiencia.
Para las clases oprimidas sentirse parte de un todo “nacional-popular” que aspira ser el país (el nuevo país) en si mismo, que considera posible y necesario el cambio y la universalización de los nuevos valores, esexpresión de una contra-hegemonía posible. La construcción de una voluntad colectiva en ese sentido es el desarrollo y la construcción de las herramientas organizativas que la sedimenten en el tiempo y espacio (que fue la imposibilidad del peronismo popular y el fracaso del conjunto de los revolucionarios) y es lo que da al poder popular perspectivas de transformarse en poder nacional.
Pero como serían estas herramientas (que marcamos en plural): estructuras sociales y políticas de fuerte y genuino arraigo entre las clases oprimidas, cuya presencia sea tan arraigada como para que las masas las regeneren aunque exista represión. Organizaciones que por ser parte constitutiva de la identidad y vida cotidiana del pueblo no puedan ser extirpadas. Es cierto que una represión prolongada puede dar resultados y desmembrar el tejido social pero, una presencia política de resistencia que se articule con las necesidades de las clases oprimidas y potencie, dialécticamente, las organizaciones populares, puede salir exitosa de ese proceso. Es esta organización política de vanguardia que está presente tanto en la resistencia como en la ofensiva, la herramienta que permite unificar y complementar a las organizaciones sociales en el plano de la política, si puede llegar a actuar como articuladora y conducir el conjunto de la luchas y reivindicaciones populares “orientando” e “influenciando” más que mandando y a su vez aprendiendo y siendo “influenciada”. Varias experiencias históricas que mencionaremos más adelante sustentan nuestra afirmación.    



4-Doble poder, poder local y poder popular

Las concepciones de poder popular, doble poder y poder local, suelen confundirse. Pero así como tienen puntos de contacto, se diferencian en otros. Mientras que poder popular se relaciona con la capacidad propia, de las clases populares, más allá del Estado y de las instituciones de la clase dominante. Doble poder se refiere centralmente a la existencia de dos estructuras de poder en disputa, en el mismo territorio, alternativas e incompatibles; pero puede ser que ninguna sea poder popular y que expresen a diferentes fracciones de la burguesía. Por otro lado, poder local implica la existencia de ámbitos geográficos específicos donde se despliega un poder alternativo al Estado, por ejemplo zonas liberadas por revolucionarios o movimientos de liberación nacional, pero puede se también algo menos visualizable que estas como las instituciones “enmascaradas” a las que se refería Santucho en Poder burgués, poder revolucionario. Aunque también el poder local puede ser ejercido por mafias, paramilitares o diversos grupos reaccionarios. Las concepciones de poder local y doble poder denotan la existencia de instituciones alternativas pero no hablan de la naturaleza de estas. Mientras que el “poder popular” es un concepto más genérico pero no explica en si mismo como se materializa.
En Argentina el PRT desarrolló una original (aunque embrionaria) teorización sobre el desarrollo de una estrategia de poder revolucionaria que implicaba el poder local. Analizando las luchas populares de los 60 y 70, Santucho dedujo que el saldo organizativo y político de éstas iría sedimentando en la posibilidad de controlar territorios. Así fue como el partido elaboró la idea del “doble poder”. Simplificadamente, significaba construir organismos populares paralelos a las instituciones del Estado, que ejercieran su propia democracia y gobernaran efectivamente en determinadas zonas, respaldados por el poder militar del ERP: “…el surgimiento del poder local  (zonas gobernadas por los revolucionarios, n de r) debe ser el resultado de un proceso general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular, comiencen las masas a tomar la responsabilidad de gobernar su zona. Esta multiplicidad y extensión del poder local dificultará grandemente las posibilidades represivas y hará viable que unidades guerrilleras locales de pequeña y mediana envergadura defiendan exitosamente el nuevo poder”[20]
La estrategia de doble poder del PRT relegaba a un segundo plano la construcción de espacios dentro de las instituciones democráticas del Estado (la idea era ir corroyendo su autoridad en diferentes zonas), al que se debía destruir reemplazándolo por el nuevo Estado construido paralelamente, con la guerra revolucionaria. Esta estrategia propuesta implicaba un alejamiento de la concepción dominante del poder como algo objetivado en el Estado institución, al cual se accedía sea por vía armada o por vía electoral. Entonces, la concepción de doble poder se distanciaba de la de “toma del poder” predominante en las organizaciones armadas. Ya que ésta subordinaba la construcción de nuevas relaciones sociales a la necesidad de acceder al Estado como herramienta estratégica de todas las transformaciones relevantes.
El doble poder del PRT implicaba, plenamente desarrollado, la construcción de otro Estado durante la lucha, y la construcción de instancias de poder popular que fueran generando nuevas relaciones sociales conviviendo en el mismo espacio con las formas tradicionales todavía en funcionamiento y con un Estado burgués ejerciendo aún su control. Pero, la práctica de ir resolviendo los problemas de la administración estatal durante el período de guerra revolucionaria no fue una concepción única de Santucho, por el contrario consideramos que es la forma natural en que se desarrollan los procesos revolucionarios: el asalto al poder por medio de una mágica huelga revolucionaria o por una guerrilla salida de la clandestinidad no existieron en la historia.
Las situaciones revolucionarias son procesos de masas que implican el desarrollo de doble poder. Existen experiencias de ese tipo en muchos otros procesos revolucionarios y luchas de liberación, algunos paralelos al estudiado en este trabajo y otros posteriores. En las zonas liberadas por el Frente Farabundo Martí en El Salvador durante los 80 se puso en funcionamiento la administración revolucionaria, lo mismo en los barrios o zonas bajo control enemigo pero con influencia guerrillera, las organizaciones vecinales y sociales fueron constituyéndose en ámbitos de resolución de los problemas de los pobres cubriendo un espacio donde el Estado estaba ausente. La revolución China fue un largo proceso donde se construyeron un número elevado de poderes locales bajo instancias del partido comunista chino (muchas veces destruidos y reconstruidos) siendo la provincia de Yenán un  estado paralelo. En Guinea portuguesa, siendo una colonia que luchaba por su independencia, el líder revolucionario Amilcar Cabral desarrolló la administración económica y política en las zonas bajo control o influencia de los independentistas. Las comunidades sumamente atrasadas, proveedoras de mano de obra súper-explotada para los portugueses, fueron organizándose para resolver sus problemas cotidianos y embrionariamente  fundarán los cimientos del nuevo Estado. En Colombia las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) ejercen el gobierno en una parte importante del país, en otras zonas, las organizaciones populares tanto urbanas como rurales, tienen tanto o más poder que los funcionarios del Estado, que en muchos casos aceptan las sugerencias de la guerrilla; de acuerdo a los vaivenes de la guerra civil, existe un poder paralelo a escala nacional. En México, el zapatismo ejerce en el estado de Chiapas un gobierno paralelo efectivo en muchas zonas y en otras es el gobierno de hecho y de derecho[21]. Estos disímiles ejemplos, entre muchos son muestras de desarrollo poder paralelo efectivo.
La idea de Santucho de adentrarse en la forma de construir poder local en los barrios de las grandes ciudades, aún en una situación donde la hegemonía del enemigo se sostiene en la sociedad, fue un desafío interesante para el desarrollo del proceso revolucionario argentino en los 70[22]. La difusión de estas tesis en el seno del PRT recién comenzó hacia setiembre del 74 (fecha en que el folleto vio la luz) y, teniendo en cuenta que para mediados del 76 el PRT estaba virtualmente derrotado y las clases populares entraron en un profundo reflujo, no se dio la oportunidad para que estas ideas pudieran ser desplegadas y reelaboradas con la práctica. Sin embargo, podemos considerar algunas hipótesis. En primer lugar, como dijimos, se trata de una concepción alternativa a la de toma del poder, aunque en Santucho ambas cosas se plantean en forma paralela. También aparece la idea del doble poder como “poder local”, (entendido esto como desarrollo de zonas donde los revolucionarios tengan el control y no el estado burgués).
La práctica del PRT y del ERP estuvo permanentemente orientada hacia los núcleos del poder central: grandes fábricas, cuarteles militares, instituciones centrales del poder y respuestas político militares a coyunturas nacionales. ¿Como se explica esto? No es tema de este trabajo abordar las causas de la derrota de las organizaciones revolucionarias argentinas pero podemos pensar que hubo una sobrestimación de la fuerza propia y una visión cortoplacista de la lucha revolucionaria (decía Santucho que en nuestro país la lucha popular tenía característica de ofensiva permanente)[23]. Siendo así, y representando cada nueva coyuntura una etapa más profunda y calificada de la lucha de clases, las batallas debía jugarse en las formas más elevadas. Entonces el desarrollo del poder local no se priorizó desde un a perspectiva de más largo plazo y quedó muy atado al desarrollo de una fuerza militar capaz de frenar la represión en las zonas de hipotético doble poder. Es así la perspectiva cortoplacista (de asalto al Estado institución) que se tenía en los 70 atentó contra una estrategia de largo plazo en la cual el doble poder entendido como poder local en diferentes lugares de la república, pudiera desarrollarse[24]. Estrategia que a su vez hubiera facilitado el repliegue organizado, la resistencia y la supervivencia de fuerzas revolucionarias en el futuro.

5-El poder popular frente al autonomismo

Por otro lado, aunque no es audaz de nuestra parte pensar que Santucho no adheriría a las concepciones autónomas en sus diferentes variantes, la idea de poder local se acerca a ellas si lo pensamos desde una situación aislada y abandonamos la pelea por un nuevo Estado. Las versiones autonomistas posmodernas plantean la construcción de poder “en los márgenes”, por afuera del Estado, de la cultura dominante y en sectores sociales excluidos, generando relaciones autónomas y sin cuestionarse el tema del poder o del Estado, entendido como acceso al gobierno de las fuerzas revolucionarias. En este sentido y al decir del autonomista radical Luis Mattini[25] (Autonomista radical en la década de 1990 y principios de la siguiente), máximo dirigente del PRT luego de la muerte de Santucho: “cuando uno estudia la historia de la humanidad, la caída del Imperio Romano es un punto crítico, porque fue minado desde abajo durante 300 años por el cristianismo con su prédica. Pero no era prédica de discursos, sino 300 años al estilo MTD de Solano[26], gente que vivía de una manera diferente”[27]. Entonces: no se trata de realizar una revolución tradicional, política, sino en un sentido de más largo plazo una transformación muy lenta de estructuras que vaya minando las antiguas, más cercana a la transición del feudalismo al capitalismo entendida como revolución burguesa que duró cientos de años que a la revolución francesa u bolchevique que se condensan en una década.
Debemos destacar que la contradicción entre revolución de largo plazo y revolución de corto plazo es artificial. Toda revolución de corto plazo implica la idea de una transformación estructural de largo plazo, entendida como la transición de un modo de producción a otro con todas sus implicancias de la creación de una sociedad diferente a escala mundial y de cambio de las relaciones del hombre con la naturaleza. Pero este proceso de largo plazo encuentra sus orígenes en el seno mismo del sistema aún cuando este está en óptimo funcionamiento. La construcción del Estado institución, o mejor dicho, la formación de las estructuras necesarias para dar cohesión al nuevo sistema es solo un hito en el proceso de cambio de una formación social a otra. Justamente, desdibujar este hito (la revolución política), o restarle importancia es una operación ideológica sumamente peligrosa para las clases oprimidas y las condena al ostracismo histórico.
Pero ¿de donde y por que surgen estas ideas sobre el poder popular y la autonomía? Tienen origen en el fracaso de muchas de las experiencias transformadoras, que por derrumbe o cooptación, no lograron alumbrar un mundo mejor. Esto se combina con el impacto del derrumbe del “socialismo real” y el rechazo que causó en Europa el sistema de burocracia estalinista dio paso a una crítica radical al “poder” que, empezando por Foucault y con su escuela pos estructuralista hizo estragos en el viejo continente. A esto se suma la vertiente ideológica norteamericana, que a través de un trabajo ideológico originado en derivas de la escuela de Franckfourt en el exilio e intelectuales el riñón del sistema académico yanqui, aportaron convergentemente con los anteriores.
 Entonces se plantea: Estado es poder, poder es dominación y dominación es explotación, por lo tanto el que se plantee el tema del Estado y del poder a la larga recreará nuevas formas de explotación. Pero el confusionismo esta en que lo que aquí llamamos Estado, y que extendemos a todas la épocas históricas, es producto de la modernidad  capitalista. Entonces, debemos aclarar que aún la destrucción del Estado conocido no implica la desaparición de toda estructura de organización social, económica y política. Todas las formaciones sociales no capitalistas han desarrollado estructuras que son propias de su constitución de clase, desarrollo y extensión. Si afirmamos que el Estado es una estructura autónoma de la clase dominante, en una sociedad feudal no hay Estado, pero sin duda hay dominación de clase (y como), tampoco en Egipto o Persia, ya que la clase (o casta) dominante es el Estado en si misma.
Entonces ¿a donde queremos llegar, en relación al poder popular? La construcción de una nueva sociedad requerirá de nuevas estructuras, y mientras existan clases y países capitalistas en disputa en la mayor parte del mundo, estas deberán garantizar la hegemonía de las antiguas clases oprimidas con firmeza tal como lo hizo la burguesía antes de la república parlamentaria, o como lo hace hoy frente a los desafíos de los oprimidos o frente a las crisis periódicas del propio sistema. Una nueva organización social que requeriría de un Estado de nuevo tipo que no anule el poder popular sino que lo garantice estratégicamente. Esto es así aunque contradiga a los autonomistas europeos-norteamericanos y sus tributarios tercermundistas, justificadores del “progreso” occidental y cristiano. Más aún, como una nueva sociedad no surge en pocos años, sino que  es producto de un largo proceso de luchas, de transformaciones culturales y de creación de nuevas subjetividades (la creación de un nuevo hombre como decía el Che), indudablemente el tema del Estado cobra mayor significación aún, ya que estaríamos hablando de un  periodo de transición.
Pero debemos tener en cuenta que el autonomismo representado por la versión situacionista, fue una variante extrema del modelo. De todas formas, aún las variantes menos extremas, aquellas que sí aspiran en un tiempo histórico mesurable (de pocas generaciones) a transformar la sociedad en su conjunto, también tienen como eje lo local, lo sectorial y la construcción en los márgenes, condicionando la estrategia a la necesidad táctica de lo local o sectorial. Para entender como se manifiesta la contradicción entre lo social y lo político, las necesidades inmediatas y las estructurales debemos pensar los conceptos de multisectorialidad y de asamblea de base. Los nuevos movimientos sociales, como los movimientos reivindicativos en general, surgen a partir de abordar problemas específicos de un “sector”, mas que movimientos de clase (como un sindicato) son movimientos en torno necesidades o problemas (vivienda, tierra, minería, contaminación, derechos de minorías, etc.), las organizaciones piqueteras argentinas por ejemplo fueron un gran movimiento contra el hambre, la desocupación y la degradación barrial. Ahora bien, la existencia de una densa red de organizaciones populares es una muestra saludable de vida social, el problema esta cuando se pretende hacer de esto “toda” la política, o la única política correcta. Es así que el autonomismo considera que la política es en si misma la que emana de estos movimientos y que lo demás es una impostura. Para explicarnos esto debemos recurrir a sus fuentes teóricas y los conceptos de imperio, multitud, situación, clase y dialéctica[28].
Por otro lado la asamblea de base, tarea política tan cara a muchas organizaciones de izquierda, revolucionarias o clasistas, también es presentada como contradicción entre la “nueva política” y la “vieja política”. Quizás esto sea así porque lo que se entiende como vieja política fue la práctica de una parte de la izquierda, en general la más integrada al sistema que con sus ritmos de coyunturas superestructurales integran de hecho a la izquierda en la reproducción del Estado. Pero la mayoría de los movimientos revolucionarios fueron muy participativos[29]. El problema esta en contraponer asamblea de base (que en general es local por cuestiones operativas) a la existencia de organismos centralizados y delegaciones resolutivas.
Este es un problema discutido desde antaño, la democracia directa solo puede atender cuestiones de pequeña escala y, como planteamos al principio, se relacionaba con la contradicción entre libertad e igualdad planteada los filósofos que mencionábamos. En ese sentido Rousseau en El contrato social advertía que su modelo asambleario funcionaba solo en una sociedad con riqueza homogénea y relativamente pequeña. Ahora bien el socialismo ha planteado diferentes mecanismos de democracia de alcance nacional, en general basados en la teoría del “centralismo democrático” de Lenin. La tendencia hacia cada vez mayor centralización (acompañada de una creciente burocratización) en detrimento de la participación democrática, es el punto  fuerte principal de los antileninistas y autonomos. Desde nuestro punto de vista el atar políticas nacionales a decisiones de asambleas locales o sectoriales frena el desarrollo político popular. La cuestión esta en resolver el proceso del avance de lo reivindicativo a lo político y en la articulación entre la construcción de poder popular y organización política como parte del mismo. Entonces vemos que las razones del rechazo a la herramienta “partido” tienen la misma raíz que el rechazo al Estado: la convicción de que ambas implican una escisión o (en el mejor de los casos) una impostura de la voluntad popular.




6-Notas sobre el MST de Brasil y el Zapatismo de México

Pero no todo en el universo de las construcciones autónomas es local o pequeño. Al considerar variantes menos radicales en su aislamiento de la política (y más importantes en términos de desarrollo) como el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST) o el Zapatismo de México vemos algunas características distintivas. Para ir al caso del Zapatismo, éste no se plantea la “toma” del poder, (en realidad no puede hacerlo desde la relación de fuerzas que le implica limitarse a ser la organización de los indígenas de Chiapas), pero si busca una transformación de la sociedad mexicana en su conjunto. Aunque Marcos consideró en reiteradas oportunidades que es un error de los revolucionarios la idea de toma del poder y que no es una aspiración del zapatismo[30]. Este movimiento reestructuró las relaciones entre la sociedad y la política en la zona donde ejerce el control; las nuevas instituciones generadas por el zapatismo se construyen como una recuperación de las instituciones tradicionales de las comunidades (con el agiornamiento que implican 500 años de influencia occidental) y extirpan la presencia del Estado mexicano en su zona (ya de por sí débil y corrupto, lo que no es un dato menor para las posibilidades de desarrollo de doble poder) extendiendo su influencia alternativa por toda la región. El zapatismo es claramente poder local en su zona de inserción y doble poder en el Estado de Chiapas pero su perspectiva indigenista (sectorial) y local conspira en contra de romper el cerco político con que lo han aislado. El capitalismo monopólico tributario de los yanquis que mantiene el control del Estado central, las grandes unidades productivas y extractivas, continúa su desarrollo preocupándose secundariamente por la presencia zapatista.
Pero en su desarrollo como poder local el zapatismo ha creado instituciones de nuevo tipo. Cuando uno recorre el territorio encuentra los Consejos del Buen Gobierno y el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI). Los primeros son una especie de consejo comunal electivo rotativo que se encarga de todos los asuntos de la comunidad, son la expresión del poder popular en la zona, son elegidos por los pobladores y rinden cuentas antes estos. Los CCRI por el contrario son clandestinos, electos desde la comandancia y rinden cuentas ante esta, vigilando y supervisando la zona y pudiendo cesar ante posibles amenazas a los Consejos de Buen Gobierno hasta que la amenaza pase. Evidentemente el Ejercito Zapatista es la fuerza que asegura la zona y es una organización militar. Por lo tanto, mas allá del discurso horizontal, acá vemos la existencia de instituciones de nuevo tipo que ejercen el poder en una zona, que ese poder es poder popular  y que está en relación dialéctica con un partido armado. 
El MST también es una construcción autónoma de la población rural brasileña, no sujeta a directivas que excedan a las de su clase, pero formó parte de la construcción del Partido de los Trabajadores (que más que un partido es un frente) apoyando con reivindicaciones propias para impulsar una propuesta de transformación de corto plazo para todo Brasil. Además el MST aspira a ser parte de una construcción que se plantee reivindicaciones políticas de fondo y no reniega ni pública ni privadamente de la idea de partido y de revolución. En sus debates internos el MST se cuestiona la posibilidad de lograr reivindicaciones de fondo sin la existencia de una política que exceda las necesidades del MST como organización campesina (sectorial). Por eso los Sin Tierra debaten, a la luz de su práctica y experiencia, la cuestión relacionada con la lucha económica y la conciencia revolucionaria que ya cien años atrás discutieron Lenin y Rosa de Luxemburgo. Entonces ellos ven que “las luchas de masas tienen un carácter espontáneo, porque su límite reside en la lucha inmediata por conquistas económicas. Pero, por otro lado, debe ser entendido como el primer paso en la formación de la conciencia política”. O sea los oprimidos ingresan a la política a través de espacios para luchar por resolver reivindicaciones inmediatas.
En este sentido discuten la necesidad de formar cuadros políticos que puedan impulsar una lucha de tipo nacional, cosa que la permanente atención a la lucha propia del movimiento impide “entonces podremos cometer errores históricos graves en la medida en que nos propusiéramos formar cuadros revolucionarios delegándoles tareas solo relacionadas con la lucha económica que nunca llegarán a desencadenar un proceso revolucionario”. La compresión del MST de que un cambio social verdadero esta más allá de la lucha inmediata es clara, como también es clara la contradicción inherente a todo movimiento social por eso polemizan consigo mismo a través de Lenin “…por eso (siguiendo a Lenin) si esta lucha espontánea es importante para engrosar las filas de los que luchan, debe, y es necesario tener, una organización que tenga estos objetivos (revolucionarios nacionales) formulados para llevar la lucha hasta el fin”. Más adelante explicitan: “es transparente entonces que muchas de las críticas hechas por Lenin se chocan con nuestra práctica, o sea: conocimiento parcial del marxismo, proponerse contribuir a la transformación social a partir del movimiento de masas sin una organización política, absolutizar un movimiento de masas como fuerza invencible, sin una política consecuente, sin programa, ni estrategia, etc. (…) Concluimos entonces, los dos proceso deben andar juntos, pues si un embrión de conciencia está en la lucha de masas, la mayor conciencia debe ser gestada en una organización política con una definición de tareas de mayor alcance”[31].
En este sentido los Sin Tierra  en sus debates de fines de la década del 90 avanzaban en la definición del militante necesario para realizar tareas revolucionarias. Un militante que pueda pensar la política más allá de las reivindicaciones inmediatas de su clase o sector, alguien que ve el problema de otras categorías o clases. Y son coincidentes con Gramsci cuado plantea que una política transformadora de la clase obrera solo es posible cuando esa supera la conciencia corporativa asumiendo la representación de los intereses de la nación en su conjunto.
Además las comunidades generadas en las tierras recuperadas por el MST tienen su propio sistema educativo, seguridad y leyes, y las relaciones de propiedad se rigen por principios socialistas siendo, de este modo, una escuela para todos los miembros del movimiento. Pero aquí también este avance que puede ser visto como un gran logro desde una perspectiva autonomista, es problematizado por el MST como un riesgo que puede llevar a la integración autónoma al sistema a través de la reforma de la legalidad existente sin producir cambios de fondo.
Existen “20 millones de hectáreas de tierra conquistadas por la lucha. Por eso podemos decir hay un poder territorial instituido a través de la conquista de la tierra, que presenta características revolucionarias”  (...) esta estructura en formación en un asentamiento no debería ser confundida con un nacimiento del socialismo, si debería ser embrión de nuevas relaciones y por lo tanto, de un nuevo modo de vivir la existencia individual y social”. Mencionan el riesgo de convertirse en parte del paisaje, ya que “reformando nuestros asentamientos, llegamos a una institucionalización a través de cooperativas y estamos desarrollando una cultura del legalismo a través del cooperativismo” y continúan planteando los problemas de reformas (política, éticas. artísticas, organizativas) que adapten la organización al sistema a una “organización natural, controlable, y soportable por el orden”.[32] De esta forma el movimiento desarrolla una forma de poder local en diferentes zonas, un poder que se ejerce en la perspectiva de fortalecer el poder del pueblo. Pero ¿tiende al doble poder, a la construcción de contra-hegemonía? Esta duda es la que motiva el debate planteado en nuestra fuente y que continúa en nuestros días en el seno del movimiento. 
Entonces vemos como en el Movimiento Sin Tierra se debate la necesidad de construir una fuerza nacional, formar militantes que excedan la reivindicación sectorial, y que la construcción de nuevas relaciones sociales en los territorios que controlan se lleve adelante en forma antagónica con el sistema. Solo así la construcción social expresa, según ellos, embriones de poder popular  y es contra-hegemónica.

7-Problemas de la autonomía de la clase obrera en el Estado revolucionario

Pero, entonces ¿qué es el autonomismo? El autonomismo radical se plantea una “huida del Estado” y del poder. Que consideremos a estas propuestas como extraviantes, no debe hacernos perder de vista que el problema de la autonomía de las clases oprimidas es una cuestión crucial en una estrategia de poder popular. Esta cuestión fue muy poco considerada en los procesos revolucionarios anteriores, los cuales pusieron el acento en las herramientas organizativas de los militantes y posteriormente en la construcción o administración del Estado. Las clases oprimidas desarrollan embriones de organización propia que el Estado busca subordinar y la sociedad burguesa subsume en sus valores. Apostar a su desarrollo en una dirección diferente no implica, necesariamente, una huida del Estado ni una sumisión a la organización revolucionaria.
En realidad, las concepciones autonomistas se basaban en la aceptación de la globalización como un hecho consumado y positivo (visiones diferentes de los movimientos autónomos latinoamericanos que rechazan el carácter positivo de esta nueva fase imperialista) “la construcción del imperio es buena en si misma pero no buena para si misma (…) insistimos en afirmar que la construcción del imperio implica un avance (…) el imperio acaba con crueles regímenes de poder moderno y también aumenta su potencial de liberación”[33]. Es por ello que, si bien puede un nacionalismo subalterno tener características progresistas, esto es coyuntural ya que la constitución de una soberanía estatal reproducirá la maquinaria del estado nación y esto va (para Negri) en contra del progreso humano que significa el imperio global, entonces “las luchas por subvertir el imperio deberán darse dentro del terreno imperial mismo”[34].
Es por ello que veía a las nuevas relaciones sociales del mundo globalizado como un avance que permitía enfrentar al imperio desde una perspectiva no nacional sino global; entonces desde esta perspectiva ir delineando una nueva sociedad global alternativa. Así Toni Negri rechazaba al Estado-nación y al nacionalismo como herramientas opresivas y responsables de las más importantes masacres de nuestro tiempo. Es así como la resistencia Iraquí (de base nacionalista o religiosa) sería reaccionaria y la invasión yanqui, que incorpora a Irak al mundo macdonalizado del “imperio”, un triste pero necesario hecho del progreso. Quizás también los permanentes intentos de genocidio y limpieza étnica realizados por el moderno Israel sobre el pueblo palestino sean para la teoría del Imperio otra forma de manifestación de la inevitable globalización. Aunque quizás aquí ante la cruda y sanguinaria demostración de la vigencia del poder de los centros nacionales capitalistas dominantes y sus intereses de clase, muchos partidarios de esta teoría vacilaron en sostenerla. Por eso las ideas más políticas del imperio no consiguieron conectarse con la realidad (de la misma forma que la teoría del fin de la historia de otro intelectual de moda de los noventas Francis Fukuyama). Es más, los bofetazos de realidad que sufrieron estas ideas desde su formulación las desacreditaron en pocos años. Sin embargo la raíz de las mismas sigue en pie (pensamiento antidialéctico, rechazo a la nación, desplazamiento de la clase, etc.) y es sustento de nuevas formulaciones ideológicas que sustentan los mismos sinsentidos políticos.   
Pero, aclaremos un poco que era “el imperio”: “lo que hoy entendemos por imperio es algo por completo diferente del imperialismo (…) el imperio no establece ningún centro de poder (…) es un aparato descentrado y des-territorializado (…) EEUU no constituye –y en realidad ningún Estado nación puede constituir- el centro de un proyecto imperialista”[35]. En la teoría del imperialismo, estaba claro quienes eran los agredidos y por quienes eran agredidos. Ahora bien  cual es el objeto de dominio del imperio: “El objeto de su dominio es la vida social en su totalidad; por consiguiente el imperio presenta la forma paradigmática del biopoder”[36]. Cuando Negri remite a la noción de biopoder de Foucault y la aplica para mostrar la dominación en todos los órdenes de la vida social,  nos podría remitir también a la noción de hegemonía gramsciana. Esto es parcialmente así, un problema de esta analogía con la noción de hegemonía es que la última implica una aceptación de la categoría clase, en cambio la noción de biopoder (remite a la vida) aparece mucho menos clasista. O sea, hegemonía se relaciona con actores colectivos, clases con intereses permanentes. Mientras que biopoder nos indica el sometimiento como individuos por una voluntad de poder no claramente clasista. De esta forma se desdibuja el principal objeto de explotación del capital, la clase trabajadora; y el principal objeto del imperialismo destruir la independencia nacional para saquear recursos y someter a los trabajadores.
Finalmente la universalidad abstracta e indiferenciada del autonomismo es planteada por Negri y Hardt “el concepto de lo local no tiene que definirse necesariamente desde el punto de vista del aislamiento y la pureza. En realidad si uno derriba las paredes que rodean lo local (y por lo tanto separa el concepto de raza, religión, etnia, nación y pueblo), puede vincularlo directamente a lo universal. Lo universal concreto es lo que permite a las multitudes[37] trasladarse de un lugar a otro y considerar propio el lugar donde están.” O sea si superamos la religión, la cultura, las tradiciones y todo lo que hace que existan pueblos diversos, podríamos hacer una multitud universal de súbditos del imperio, indiferenciados y al la vez súper-diferenciados por sus individualidades específicas que constituya el contra-imperio ansiado por los posmodernos. La perspectiva de Toni Negri y Michel Hardt se complementa con otro elemento fundamental que es la idea de que la clase obrera ya no existe como sujeto central de la relaciones de producción. Esta clase obrera fue el sujeto de la lucha en la etapa de los Estados nación, cuando fue construido y universalizado el capitalismo. Pero hoy el capitalismo para los autores de Imperio, (al menos como lo estudiaron Marx y Engels) ya no existiría y el obrero no sería central en las relaciones de producción. El nuevo sujeto de la lucha (no lucha de clases sino antagonismos diversos) es la multitud. Que es la multitud: “la multitud es una multiplicidad, un plano de singularidades un conjunto abierto de relaciones que no es homogéneo ni idéntico a si mismo y que mantiene una relación indistinta e inclusiva con lo exterior a él…” o sea la multitud no es pueblo, no es clase, ni mucho menos nación, sino una “confusa relación constitutiva” que nunca puede ser soberana ya que no puede tener un proyecto común que no sea resistir al imperio desde la diversidad. Una masa diversa de gente con reivindicaciones distintas que en el marco del imperio global, es el actor central del enfrentamiento.
Para Marx, lo que ayudaría a unificar a los oprimidos del mundo era su reducción a una homogénea categoría de obreros. Aún así los bolcheviques apelaron a la yihad para movilizar a los obreros de Baku contra la reacción occidental y aristocrática. ¿Cuáles serían los elementos que daría coherencia a la multitud y cuales serían los objetivos de su lucha contra el hipotético imperio? Aunque aceptáramos las categorías de Imperio (cosa que rechazamos) las luchas de los oprimidos desde una perspectiva de clase (socialista) y las luchas nacionales desde una perspectiva antiimperialista siguen apareciendo como mas claras y eficientes.
            Es por ello que para nosotros el doble poder y el poder local tienen un claro marco nacional. Es lo que les da materialidad y perspectivas definidas. La historia nos presenta formas concretas de resistencia, todas ellas se  manifiestan efectivas a través de formas que siguen expresándose a través de reivindicaciones de clase y nacionales. Miremos donde miremos, Venezuela o Bolivia, la selva colombiana o los campos brasileños, las ciudades palestinas o iraquíes, etc. etc. cada uno con sus formas culturales y composición social, la indiferenciada multitud no ha aparecido por ningún lado en forma efectiva.  El denominado situacionismo, en tanto, a diferencia de las ideas de Imperio, escapa aún más de los conflictos generales. Se asienta en la construcción de espacios locales, independientes, horizontales, al margen del sistema dominante, en los cuales construir la nueva vida del grupo. El poder local, es en este sentido una expresión de autonomía, en un sentido absoluto. No es una expresión dialéctica de la lucha de clases destinada a una superación, puede ser una expresión antagónica de un enfrentamiento cuyo destino no es la resolución de la contradicción sino su prolongación: los polos de este enfrentamiento son irreductibles a algo nuevo. Este elemento filosófico de la concepción autonomista es central para comprender el resto de sus propuestas y su concepción (ahistórica) de la historia: para el autonomismo no hay superación dialéctica, no hay progreso sino enfrentamiento perpetuo. Negri ve en Hegel un desarrollo perjudicial de la filosofía occidental (ya que la dialéctica hegeliana implica una teleología) y recomienda retroceder hasta Spinoza para reconstruir las bases teóricas del pensamiento revolucionario.
 “No queremos entender al mundo sino negarlo” dice Holloway por eso plantea el resistir como paradigma de la lucha, un resistir que nunca debe transformarse en avanzar sobre, porque eso implicaría reproducir relaciones de poder. De esta forma la idea situacionista radicalizaba las posturas de Imperio, proponiendo una teoría del anti-poder “hay un asimetría total entre el poder y nuestra lucha”, o sea una tendencia a la evasión cercana a la comunidad hippie. El problema es que estas ideas hicieron escuela en muchos activistas populares que las reprodujeron y reformularon de variada forma hacia las clases oprimidas. El autonomismo posmoderno[38] adolece de una falla de origen causada por la falta de historicidad de su método de análisis.
Ahora bien, si consideramos el período de difusión más fuerte de las ideas autonomistas en el marco de la evolución histórica, veremos que éstas se desarrollaron en un periodo de repliegue y derrota de los pueblos (Europa en los 80, América Latina en los 90). Entonces el autonomismo se presentó como una posibilidad de resistencia sin una perspectiva visible de poder real, una forma aceptar que no se puede cambiar las cosas de fondo ni en forma totalizadora y entonces resistir desde lo pequeño. El problema no estaría en la asunción política de esto como táctica, pero si se vuelve el objetivo y justificación de la impotencia, de una forma de retroceso se construye entonces una ideología (en el sentido fuerte que le dio Marx como pantalla de la realidad). De esta forma, con la aceptación de la ideología de la posmodernidad, el autonomismo se transforma en una estrategia de no poder popular.
Pero, recordamos nuevamente que el concepto de autonomía de las organizaciones populares no debe confundirse con el autonomismo posmoderno. En general los posmodernos se paran sobre una crítica justa de los “olvidos” de los revolucionarios del siglo anterior (especialmente sobre la enajenación del Estado socialista o independentista respecto de las masas a las que había apelado y que habían posibilitado que las nuevas elites dirigentes llegaran al poder). Es bueno plantearnos que el poder popular solo es tal si se expresa a través de construcciones propias de las clases oprimidas que trasciendan la existencia de una organización revolucionaria (aunque esta haya ayudado a generarlo) y que estén más allá del Estado revolucionario. O sea la organización popular no solo como retaguardia de la organización política, sino como sujeto y estructura contra-hegemónica de la cual la organización es una parte más. Lo mismo para el caso de un nuevo Estado, las organizaciones populares deberían tener una existencia propia y legitimante del nuevo orden de cosas. O sea ser las defensas profundas de la nueva sociedad mas allá del Estado propiamente dicho.
Como hemos dicho la mejor y más desarrollada forma de régimen político de la burguesía no es la dictadura ni el fascismo, sino el Estado parlamentario donde la dominación existe con un mínimo de coerción abierta. Este régimen es expresión de hegemonía plena. En él las organizaciones populares tienden a ser estatalizada o subordinadas al Estado como aparato burocrático (aunque son “estado” en sentido amplio). Llamamos “estatalizada” a una organización de la sociedad civil cuya lógica de funcionamiento se inscribe plenamente en las necesidades de reproducción de la sociedad tal cual es. O sea organizaciones que formarían parte del Estado en sentido amplio planteado por Gramsci. Las diferenciamos de subordinadas al Estado, que para nosotros significaría una organización popular sin iniciativa propia a causa de su vinculación orgánica, una dependencia burocrática sin vida. Pongamos en el primer caso a los sindicatos argentinos, cuya ideología y estructura ha evolucionado siendo hoy una corporación más de la sociedad civil burguesa. Como reproductores y canalizadores de los reclamos obreros son Estado en sentido gramsciano. En el segundo caso, las agrupaciones clientelares territoriales de  los partidos de gobierno, o las agrupaciones de “funcionarios”.

No sucedería esto para las organizaciones de la burguesía que se tornan plenamente autónomas del Estado. Al menos para los casos de la república burguésa tradicional, ya que modelos como el peronista de 1946 buscó “estatalizar” las organizaciones de la burguesía. En una situación burguesa “normal” las instituciones corporativas y culturales de los terratenientes, los grandes industriales y comerciantes, financistas, son poder burgués autónomo, impugnan y deliberan las decisiones institucionales y la burocracia negocia permanentemente con ellas. Podemos ver simplemente leyendo los diarios como la SRA (Sociedad Rural Argentina), UIA (Unión Industrial Argentina), AEA (Asociación Empresaria Argentina), Y todas las asociaciones, cámaras y foros de medios, bancos, bolsa, etc. funcionan como un poder más del Estado. Son recibidos en forma privilegiada y consensuadas no solo las políticas del sector específico sino las generales de la nación. Cuando los lineamientos generales del Estado institución contraría los intereses de alguno de estos grupos siempre se presenta como una crisis (como si dos poderes constitucionales chocaran) y si  contradicen al conjunto de las instituciones burguesas o la administración se muestra incapaz de garantizar sus intereses colectivos nos encontramos en las vísperas de un proceso de desestabilización o crisis institucional.
La lógica del Estado burgués con hegemonía plena implica que las organizaciones populares compartan la ideología dominante. Entonces el Estado institución funciona como un articulador de la hegemonía por “arriba” y hacia “abajo”. Es por ello que la autonomía respecto del Estado burgués es una conquista de las clases oprimidas en una estrategia de construcción de poder popular. Es lo que se llama “espíritu de escisión” que debe operar necesariamente en el plano de la conciencia. “¿Que se puede contraponer de parte de una clase renovadora a este formidable complejo de trincheras y fortificaciones de la clase dominante? El espíritu de escisión o sea la progresiva conquista de la conciencia de la propia personalidad histórica, espíritu de escisión que debe tender a prolongarse de la clase protagonista a las clases aliadas potenciales; todo esto requiere un complejo trabajo ideológico…” sería la conciencia por parte de las clases oprimidas de necesidad de un mundo organizado de forma diferente y la asunción de valores y modelos culturales propios y contrapuestos a los emanados de los centros de hegemonía. Pero en la construcción de una nueva sociedad, esta autonomía deberá mantenerse y desarrollarse  en tanto es expresión de la hegemonía de la nueva clase más allá del aparato del nuevo Estado. Y a su vez garantía de que las nuevas instituciones sean verdaderamente populares y no solo una enorme cáscara hueca.
Si volvemos a las experiencias históricas de revolución vemos que para los Bolcheviques no existía el concepto poder local, ni poder popular, pero sí el de doble poder, con el cual caracterizaron el período durante el cual el soviet de obreros, soldados y campesinos de Petrogrado (y otras ciudades) convivieron como forma efectiva de gobierno alternativizando a la Duma burguesa, y funcionando ambas como dos fuentes de autoridad dentro del mismo país (alternativas y en competencia). El primer desarrollo de estas ideas lo presentó Lenin en abril de 1917 (nº 28 del Pravda) “La cuestión radical de cualquier revolución es la cuestión de la autoridad del Estado. Sin una exposición de esta cuestión no se puede hablar de ninguna participación consciente en la revolución, ni menos aún de su gestión. El rasgo original extremadamente interesante de nuestra revolución es que ha creado un poder dual. Habría primero que todo entender este hecho, ya que sin tenerlo entendido, es imposible de avanzar. Hay que ser capaces de completar y corregir las antiguas fórmulas, por ejemplo, las bolcheviques, ya que aunque se han demostrado correctas en general, su realización concreta se demuestra diferente. Antes no pensaba nadie en un poder dual, ni lo podía hacer.” Vemos como el revolucionario ruso da cuenta de la novedad y en función de ella corrige las tesis bolcheviques.
“¿En qué consiste el poder dual? En el hecho de que junto al gobierno provisional, del gobierno de la burguesía, se ha desarrollado, aunque débilmente y de forma rudimentaria, pero con una existencia práctica indudable, otro gobierno: los consejos de representantes de obreros y de soldados. (…) ¿Cuál es el carácter político de este gobierno? Es una dictadura revolucionaria, es decir que la autoridad se basa directamente en la toma revolucionaria, en la iniciativa directa de las masas desde abajo, y no en el derecho promulgado por el gobierno centralizado. Su autoridad es del todo diferente a la autoridad general de las repúblicas democráticas-burguesas parlamentarias que han existido hasta ahora, y que prevalecen en los países avanzados de Europa y de América. Esta circunstancia es a menudo olvidada y no se considera a menudo en toda su esencia.” La fuente de legitimidad del poder alternativo no se basaba en su reconocimiento legal como en la república burguesa sino en su naturaleza de ser las clases oprimidas (o un numero destacable de sus miembros) que lo ejercen y por lo tanto lo consideran propio, y a través de ese nuevo poder deliberaban sobre cuestiones de gobierno.
Y sigue Lenin: “Esta autoridad es del mismo tipo que la que hubo en la Comuna de París en 1871. Los atributos básicos de este tipo son: 1) una fuente de autoridad que no es la ley previamente discutida y aprobada por un parlamento, sino la iniciativa directa de las masas desde abajo y desde las localidades, una "toma" directa para utilizar la expresión habitual, 2) la sustitución de la policía y del ejército, como estamentos separados y opuestos al pueblo, por el armamento directo de todo el pueblo; el orden público bajo esta autoridad es protegido por obreros y campesinos armados, por el pueblo armado; 3) los oficiales y la burocracia o bien son sustituidos por la autoridad directa del pueblo, o, cuando menos, son sometidos a un control especial, y se convierten no sólo elegibles, sino también destituibles de acuerdo con el parecer del pueblo, y son reducidos a una situación de simples representantes …”[39] Si bien Lenin no aclara en este texto cual es el rol del partido en este nuevo poder, podemos ver que no plantea un sustitucionismo absoluto sino adecuar las tesis clásicas al desarrollo concreto de la lucha de clases en Rusia. Y se refiere a un momento de alta movilización popular, de una crisis revolucionaria, a la que interpreta para poder trabajar en ella.
El doble poder, el control de instituciones existentes, su resignificación y la creación de nuevas sería la asunción de funciones del viejo Estado por nuevas instituciones, se puede desarrollar sobre una situación de crisis hegemónica del bloque dominante. Desde la perspectiva de la construcción de poder popular se requeriría de un elemento más: el desarrollo por parte de los oprimidos, al margen de la existencia de crisis, de una construcción previa, alternativa, contra hegemónica, donde se puedan asentar las formas y contenidos de la nueva sociedad. 
Claro que una situación de este tipo solo puede existir en una perspectiva de asunción global de las funciones del Estado, su crecimiento y desarrollo no está planteado “en los márgenes”, como plantea la teoría autonomista, sino en paralelo y hacia el corazón de las estructuras sociales que hacen al funcionamiento mismo de una sociedad moderna. Decimos en paralelo porque el doble poder se materializa en la existencia de una nueva institución que disputa las funciones de la vieja institución burguesa; y decimos hacia, porque estas nuevas instituciones tienden a eliminar o tomar a las viejas y abarcar la integralidad de la sociedad. En comparación vemos que para la teoria del doble poder, el avance de un poder de este tipo implica el debilitamiento del viejo Estado y la vieja sociedad. Mientras que para el autonomismo posmoderno, la construcción alternativa no disputa los espacios del Estado sino que construye otros autónomos y los defiende pero por afuera del sistema político-social y no necesariamente tiene como consecuencia el debilitamiento del sistema burgués.
Por otra parte Trotski en su Historia de la Revolución Rusa profundizó en sus escritos el tema del doble poder, ya que ante sus ojos había pasado el desarrollo completo de la revolución que lo había tenido como protagonista.  De la historia dedujo que esta situación era provisoria y que una institución quedaría desplazada por la otra ya que no pueden existir dos fuentes de autoridad contradictorias en un mismo territorio. “La mecánica de la revolución consiste en el paso del poder de una clase  a otra clase. La transición violenta se efectúa generalmente en un lapso de tiempo muy corto. Pero no hay ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de dominadora súbitamente (...) Es necesario que ya en la víspera ocupe una situación de extraordinaria independencia con respecto de la clases oficialmente dominantes (es preciso que en ella se concentren las esperanzas de otras clases o capas intermedias descontentas con lo existente. La preparación histórica de la revolución conduce, en el período revolucionario, a una situación en la cual la clase llamada a instalar el nuevo sistema social, si bien no es dueña del país, reúne de hecho en sus manos parte considerable del poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en manos de sus antiguos detentadores. De aquí arranca la dualidad de poderes de toda revolución”[40]
Lenin “tomó el poder” revolucionariamente en la primera coyuntura favorable, pero con una situación de doble poder vigente. En el mismo artículo de Abril que mencionamos había cuestionado a los que querían atacar ya el poder burgués expresado en la Duma, como a los que querían subordinar a los soviets como complementarios de la misma. Según él había que impulsar la maduración el poder de los soviets para que estos no se vieran a si mismos como un complemento (recordemos la preocupación del MST brasileño) o contralor sino que sintieran la capacidad de asumir todo el poder (madurar el espíritu de escisión).  Es evidente que la teoría presentada por Santucho en Poder… poder se orientaba en la dirección leninista y en la aspiración de una resolución de corto plazo (por ello el énfasis en lo militar como garantía para el asalto final al poder). Ahora bien Trosky interpreta la situación de poder dual como toda una etapa preparatoria, o sea según él el proceso revolucionario es la construcción de doble poder. 
Pero, en el caso de no darse la posibilidad de toma del poder o fracasar en el intento y producirse una derrota (en general sangrienta para las masas, Rusia 1905, Bolivia 1956-64, Guatemala en los 80, etc.), el poder dual retrocedería y las instituciones de nuevo tipo podrían ser aniquiladas. Una posibilidad de subsistencia es la el poder local o sea la preservación del poder popular en espacios geográficos o políticos bien defendidos (por razones militares, políticas o de equilibrio de fuerzas) como Yenan en China, la selva colombiana, los barrios de la resistencia islámica, irlandesa o vasca y aún las comunidades campesinas brasileñas. Si embargo una evolución alternativa del concepto perretista de poder local que no implicara la subordinación inmediata y conciente de las organizaciones populares al sistema dominante podría ser la concepción y la práctica autonomista[41]: ya que no podemos construir el socialismo en un solo país, nos replegamos y lo construimos en un solo barrio, o en un reducto cultural alternativo, renunciando al conflicto político mas allá de los reclamos inmediatos. Recordemos que en todos estos ejemplos mencionados el poder local es plataforma y retaguardia de una lucha que tiene como horizonte alternativizar y reemplazar al Estado, es reconocido como etapa de repliegue, reorganización o nacimiento.
¿Cómo sería una hipotética situación de doble poder plenamente desarrollada en Argentina desde una perspectiva leninista?: “cuando unidades industriales, comerciales o aún financieras –en lo atinente al sector urbano- dejan de ser administradas (internamente y en sus relaciones con otras unidades) por sus propietarios y las administraciones bajo su dominio y pasan a serlo por consejos de trabajadores o usuarios o mixtos, generando también órganos de coordinación más generales. Asimismo, cuando hospitales, escuelas, comisarías y otras entidades habitualmente a cargo de poderes municipales, provinciales o nacionales, son ocupados por consejos profesionales o territoriales democráticos, vinculados entre sí y con las unidades originariamente mercantiles antes descriptas. Va de suyo, entonces, que un pleno nuevo poder que coexista con el viejo poder estatal, llegará a cobrar impuestos y administrará y gastará los fondos consiguientes, así como establecerá una nueva propiedad estatal o social sobre el flujo de compras, ventas, servicios y créditos, restándolo de la órbita de la propiedad privada. También hay un fenómeno de doble poder en el campo, cuando junto con un proceso de reforma agraria que altera la propiedad tradicional de la tierra (generalmente latifundista)”[42], escribe José Vazeilles en su artículo de debate sobre la existencia de doble poder en la Argentina después del 20 de diciembre del 2001. Y agregamos que esa situación solo podría existir (en Argentina o cualquier otro lugar o tiempo) si existen fuerzas milicianas, guerrilleras o militares que lo respalden, en el marco de una crisis de hegemnonía que impida que el Estado unifique sus fuerzas y aborte el proceso cuando aún esta en génesis.
Si volvemos al folleto Poder Burgués. Poder Revolucionario, Santucho (luego de una caracterización simplificada de la situación hasta el 74) desarrolla su teoría del doble poder, el cual se despliega entre el momento del inicio de la guerra revolucionaria y el de la toma del poder. Entre ambos hay un período en el cual se debe ir desarrollando el “poder dual”, donde las masas van resolviendo sus propios asuntos al margen y en enfrentamiento con el Estado. O sea que el poder dual existe para el PRT después del inicio de la guerra revolucionaria y, en ese sentido, pareciera ser coincidente con la idea de zona liberada, ya que éstas existen solo a partir de un equilibrio político militar y el desarrollo de poder territorial efectivo.
Aquí se manifiesta una diferencia con la idea desarrollada por Trosky respecto de la revolución rusa: “este sistema no es estable (...) antes de que las clases rivales se decidan a enfrentarla (la guerra civil) pueden verse obligadas a soportar durante bastante tiempo, y aun a sancionarlo, el sistema de la dualidad de poderes...” entonces el Soviet como organismo privilegiado de doble poder convivía en el espacio y peleaba la hegemonía dentro del ejército, preexistiendo a la guerra civil. La guerra civil revolucionaria era posterior a la existencia del poder dual a diferencia de las guerrillas argentinas para las cuales la acción armada era previa a la construcción de poder popular (y generadora del mismo). Aunque, más allá de que los revolucionarios argentinos lo comprendieran entonces, lo cierto es que desde 1955 y aún más profundamente desde 1969, existía en el país una situación de “escisión” de una parte importante de las masas, combinada con una crisis de hegemonía que volvía sumamente inestable el sistema político.
Puede plantearse que entre la las diferentes forma de lucha existe una interrelación, que no se puede construir poder popular significativo sin un poder de coacción que garantice efectivamente su despliegue significativo, ni mucho menos que este se exprese en formas de poder local. Lo que si es claro para nosotros es que estos organismos deben priorizar actuar en función del fortalecimiento del poder popular (nacional, zonal o sectorial) que es la plataforma de una lucha de mayor alcance.
Entonces para Santucho el poder dual se expresaría en formas de poder local y zonas liberadas: “el surgimiento del poder local debe ser resultado de un proceso general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular”. La idea de Santucho del poder local, esta claro, se enmarca en una estrategia nacional. De esta forma un poder local en conflicto con el Estado no puede autoaislarse ya que sería victima fácil de la represión o se volvería inofensivo  Debemos recordar que la propuesta fue escrita en un contexto de varios años de luchas populares ascendentes (Santucho concebía la lucha desatada en Argentina como una ofensiva permanente).
Estos planteos respecto del doble poder construido a partir del inicio de la guerra civil y la consecuente lucha militar, son fundamentales para entender la estrategia militar del ERP. No habría poder local sin el desarrollo de un ejército del pueblo en condiciones de contener al de la burguesía y respaldar la toma del poder en el momento oportuno. Entonces el doble poder para Santucho se construía en conflicto permanente con el Estado, generaba instituciones propias que iban arrebatando la autoridad al gobierno y la burguesía en diferentes zonas y era transitorio porque aspiraba a transformarse en poder estatal él mismo, destruyendo la resistencia del Estado burgués mediante la guerra revolucionaria.
Las concepciones de los revolucionarios argentinos se formaron en relación con las décadas inmediatas anteriores de lucha popular nacional[43] y con las experiencias de luchas en otros países oprimidos: Cuba, Argelia y Vietnam. Pero se descuidaba un detalle no menor: que en Vietnam y en Argelia la guerra de liberación era contra la opresión colonialista extranjera y (principalmente) contra un ejército invasor y en América Latina los campos enfrentados son dos partes de la nación, y por lo tanto no son tan claros. El caso cubano era más aproximado pero aún así la isla estaba mucho mas cerca de una situación semicolonial (con tareas de independencia nacional incompletas desde el orden jurídico y simbólico) que la Argentina (o Perú, Brasil, etc.)
Entonces para el PRT una situación de parálisis de la lucha sólo podía llevar al retroceso de las posiciones conquistadas y una recuperación de la autoridad por parte de la burguesía y su Estado, por eso el sostenimiento de la guerra era fundamental para mantener la tensión entre las clases y con ello la posibilidad de doble poder.
El problema de una concepción de doble poder atada a lo militar es que no puede dar cuenta de que hacer en la construcción local en momentos de calma y repliegue de las masas o relajamiento de la lucha de clases y menor aceptación de la violencia. Justamente este desafío de una construcción en frío es lo que se debe resolver en sociedades donde las mediaciones del poder burgués son complejas. Y es aquí, en los problemas de la construcción en frío donde podemos recurrir nuevamente a Gramsci y sus planteos en torno a la guerra de posiciones: la capacidad de pelear los innumerables espacios de la sociedad moderna en periodos en los que el choque frontal contra el Estado no es posible ni deseable.

8-Contra hegemonía y doble poder

Creemos que la teoría del poder dual nos abre un campo muy amplio para la discusión en torno a la materialización poder popular. Pasar de lo genérico, lo exclusivamente cultural o lo partidario a una mirada que incluya a todos los oprimidos como sujetos. Trosky fue el primero que desarrollo una teoría sobre el doble poder en su análisis de la revolución rusa. Ya mencionamos algunas de sus apreciaciones y las de Lenin en trono al específico desarrollo de las acciones de los oprimidos en una situación de dualidad. Se preguntaba Trosky “¿Dónde radica la verdadera esencia de la dualidad de poderes? (…) El poder único, condición necesaria para la estabilidad de todo el régimen subsiste mientras la clase dominante consigue imponer a toda la sociedad, como únicas posibles, sus formas políticas y económicas.” O sea mientras mantiene su hegemonía material e ideológica.
También el revolucionario ruso considera que “este estado de cosas no puede ser estable. La escisión del poder solo puede conducir a la guerra civil (pero las clases) pueden verse obligadas a soportar durante bastante tiempo y aún a sancionar, por decirlo así, el sistema de dualidad de poderes. Con todo, esta situación no puede durar. La guerra civil da a la dualidad de poderes la expresión más visible, la geográfica. Cada poder se atrinchera y hace fuerte en un territorio y lucha por conquistar el de su adversario (…) hasta que uno de ellos se consolida definitivamente.” Esto es así porque el enfrentamiento de clases que esta en el origen de la dualidad, se tiene su origen en lo que denominamos “espíritu de escisión”. O sea, la conciencia de las clases oprimidas de la incompatibilidad de sus intereses estratégicos con los de las clases dominantes.
 Entonces “La dualidad de poderes (...) excluye la división de poder en dos segmentos y todo equilibrio formal de poderes. No es un hecho constitucional (...) las clases adversas se apoyan en organizaciones estables sustancialmente incompatibles entre si y que cada paso se eliminan mutuamente...”. Y con esto podemos diferenciar a un doble poder que exprese poder popular de una división equilibrada de poder entre clases opresoras. Como relataba Trosky para el caso alemán “La coexistencia del poder de los Junkers  (aristócratas terratenientes) y de la burguesía bajo el régimen de los Hohenzollern[44] no implican dualidad de poderes, por fuertes que sean, a veces, los conflictos entre dos clases que comparten el poder; su base social es común y sus desavenencias no amenazan con dar al traste con el poder del Estado. El régimen de dualidad de poderes surge solo allí donde chocan de modo irreconciliable las dos clases; solo puede darse, por tanto en épocas revolucionarias...”[45]
Como vemos el revolucionario ruso visualizaba el poder dual como una etapa previa a la toma del poder y cuya duración era acotada y dejaba dudas sobre en su planteo sobre que sucedería con esas instituciones nuevas después de la verdadera toma del poder, o sea después de conquistar las viejas instituciones. Pero también vemos como campesinos, obreros y soldados rusos construyen una institución de gobierno propia y se organizan paralelamente a las instituciones tradicionales. Lo que no se deduce necesariamente de los planteos de Troski es la construcción de poder popular como integral, como abarcativo de toda la vida social. Y esto es así justamente porque desde la perspectiva del revolucionario ruso la conquista de LAS instituciones burguesas de los restos del viejo Estado es lo que permitiría cambiar la sociedad (y culminar la edificación de un nuevo Estado). Pero lo que si se ve es que el poder dual, aunque coyuntural, es un nuevo tipo de estatalidad: estatalidad soviética en disputa contra la precaria estatalidad burguesa rusa. La tensión entre la toma de las viejas instituciones y la construcción de lo nuevo esta presente en la mayoría de los discursos de los revolucionarios acerca de la transformación social.
Desde nuestra perspectiva podemos observar dos cosas: que Trosky ve la necesidad de acumulación de poder previa, que nosotros llamaremos acumulación originaria de poder popular antes de que este se transforme en poder político efectivo. Segundo, y muy relacionado con lo anterior, que la “clase llamada a instaurar el nuevo sistema social” debe expresar una posibilidad contra-hegemónica. 
O sea: la clase portadora del cambio solo lo puede ser si, tomando las ideas gramscianas, construye en relación con la lucha por su emancipación, una cultura, reglas, valores y poder propio; logra además que sus valores, objetivos e instituciones influyan positivamente sobre otras capas sociales, se transforma en clase en si y, como parte de esto, dispone de una organización política. Esto es la acumulación originaria en la lucha de clases: el surgimiento de espacios, territorios, donde se comienza a ver el desarrollo de actividad popular alternativa, “espirito de escisión”, es donde se abre la posibilidad para la construcción de un nuevo “bloque histórico”. Es entonces cuando el poder popular estaría en condiciones de materializarse y permitir a las clases oprimidas “reunir en sus manos de hecho parte considerable del poder del Estado” (Estado en sentido amplio) para constituir el poder dual y avanzar hacia una nueva hegemonía.
Por lo tanto vemos como el poder dual propondría una estatalidad alternativa (no solo coyuntural) donde el poder popular se expresa como la capacidad de ejercer funciones del gobierno en disputa con el estado burgués y en camino hacia la asunción completa de las funciones del Estado por parte de los revolucionarios. En el sentido desarrollado por Trosky la transitoriedad del poder dual induce a pensar también en que la transformación de las relaciones sociales quedarían para después de la toma del poder. La revolución con mayúsculas es una etapa posterior a la eliminación de la dualidad.
De esta forma el modelo de la revolución rusa nos marca los límites para el desarrollo del poder popular en un periodo donde subsiste la estatalidad anterior. Pero, estos límites ¿son insuperables en todas las experiencias? ¿La única perspectiva es la conquista de las viejas instituciones? En el caso ruso la nueva sociedad se construiría después de la toma del poder, por lo tanto la hegemonía proletaria solo se desarrollaría parcialmente en el plano político (y ese fue el concepto de hegemonía desarrollado por los bolcheviques). Esto fue así según Gramsci porque la sociedad civil rusa era débil y el Estado lo era todo.
Pero el planteo que pensó Lenin en El Estado y la revolución en base a los desarrollos de Marx y Engels nos hablaban de otra cosa: para Lenin “en realidad, Engels habla de la destrucción del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no se extingue sino que es destruido por el proletariado en la revolución”[46]. Como vemos una interpretación leninistas de los escritos de los fundadores del marxismo se orienta hacia la desaparición de las viejas instituciones y no su toma por parte del proletariado. Pero más adelante estas afirmaciones son relativizadas ya que “...de allí un fenómeno tan interesante como la conservación de “estrecho horizonte de derecho burgués” en la primera fase del comunismo (...) en su primera fase el comunismo no puede todavía madurar por completo en el aspecto económico, no puede ser completamente libre de las tradiciones de las huellas del capitalismo (...) resulta que en el comunismo no solo subsiste durante cierto tiempo el derecho burgués sino que subsiste el Estado burgués ¡sin burguesía!” y a esto habría que añadirle que Lenin considera que esta primera fase del comunismo (o socialismo) representa toda una época en la historia de la humanidad.
Es importante aclarar que el folleto de Lenin El Estado y la revolución fue escrito entre agosto y septiembre de 1917, mientras se encontraba en la clandestinidad en Finlandia, poco antes de la toma del poder por los bolcheviques. Debe ser leído en contexto y junto con el artículo de Pravda de abril del 17 expresan para nosotros las elaboraciones teorica sobre un proceso nuevo, vivido por el como protagonista. A partir de octubre del 17 Lenin se tendría que enfrentar con la organización completa de la nueva sociedad en una situación histórica específica de guerra civil y agresión externa y con la necesidad de garantizar el funcionamiento organizado del conjunto de Rusia con las condiciones materiales y subjetivas existentes, lo que implicó en los hechos la creación de un nuevo tipo de Estado.
En el mismo libro Lenin problematiza el pensamiento de Marx, recorriendo su evolución en cuanto a la concepción del poder y del Estado. Primero en La miseria de la filosofía (en donde Marx polemizaba con el anarquista Prudhon) se planteaba que “En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad civil por una asociación que excluya las clases y sus antagonismos; y no existirá poder político propiamente dicho, el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo de clases dentro de la sociedad civil” cosa que Lenin considera un pensamiento brillante pero aún abstracto. Esta abstracción se va diluyendo en  El Manifiesto comunista donde Marx y Engels, ya en contacto con experiencias concretas van definiendo sus ideas “Como ya hemos visto más arriba, el primer paso de la revolución obrera es la transformación del proletariado en clase dominante, la conquista de la democracia (...) el Proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de fuerzas productivas” Si bien en este párrafo utilizan el concepto de Estado, si nos atenemos a las definiciones que desarrolló Marx en Guerra civil en Francia poco después, podemos asumir que no eran instituciones de la misma naturaleza que las burguesas con las que el proletariado debía ejercer su dictadura.
            Como sería el poder del proletariado para Marx: “La comuna estaba formada por consejos municipales, elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento (...) la policía fue convertida en instrumento de la comuna, responsable ante ella y revocable en todo momento (...) la comuna tomó medidas inmediatas para destruir el poder espiritual de la reopresión, el poder de los curas. Los funcionarios judiciales perdieron su fingida independencia (...) debían ser funcionarios electivos responsables y revocables”
“En el breve esbozo de organización nacional que la comuna no tuvo tiempo de desarrollar se dice claramente que la comuna debía ser... la forma política que reviste hasta la aldea más pequeña. Las comunas también elegirían la delegación nacional de París.
No se trataba de destruir la unidad de la nación, sino, por el contrario, reorganizarla mediante un régimen comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el poder del Estado, que pretendía ser la encarnación de esa unidad, independiente y ubicado por encima de la nación misma, en cuyo cuerpo no era más que una excrescencia parasitaria”[47].
Esta es la más acabada descripción realizada por Marx respecto de lo que sería el régimen político de la revolución proletaria. En realidad el marxismo posterior y el mismo Lenin en la práctica estuvieron más cerca de la conservación del Estado burgués sin burguesía que de la creación de un nuevo régimen basado en comunas. La pregunta es: cuanto de los fracasos sufridos se han debido a esta idea de que se puede instaurar un nuevo régimen desde las viejas instituciones, o si la forma no es también parte del contenido.
Quizás la generalización de los ejemplos históricos que estamos tomando sea abusiva. No es la misma formación social la francesa de 1848 que la rusa de 1917, mucho menos la argentina de 1973, ni la del siglo XXI. Justamente planteando la diferencia sustancial entre la sociedad rusa y las sociedades más modernas es que Gramsci desarrolló nuevas herramientas analíticas. Estas nos permiten dar una vuelta de tuerca más para analizar la teoría del doble poder.
Gramsci ajustó las herramientas de análisis marxista para el caso de Italia y en general para las sociedades capitalistas complejas, donde las instituciones liberales han evolucionado (y penetrado capilarmente la sociedad civil) y las formas de dominación se vuelven más sofisticadas. En esta situación la lucha del proletariado ya no se asemeja a una gran ofensiva y un asalto al poder (como en Rusia y en las sociedades simples en general) donde tomado el Estado se ocupa el lugar único de ejercicio de la hegemonía. Sino a una guerra de posiciones, donde el terreno se va conquistando en diferentes ofensivas, ya que el ejercicio de le hegemonía no tiene al Estado (burocracia) como único lugar.  Debe ser defendido, donde existen avances y retrocesos pero la lucha es prolongada y existen muchos frentes que son parte de una guerra integral.
Las ideas gramscianas sobre consenso y hegemonía se relacionan con el análisis de las nuevas condiciones del capitalismo industrial y de la complejización de la sociedad donde, en la concepción del italiano, la lucha de los trabajadores debe pasar a ser pensada como una guerra de posiciones. Mediante este tipo de lucha los trabajadores, organizados en un partido de la clase, conquistan y defienden espacios políticos y sociales (estatales propiamente dichas o sociales, pero que van minando y asediando las posiciones de la clase dominante en todos los terrenos). En ese camino se debe ir construyendo una contrahegemonía (que se relaciona, para nosotros la construcción de poder popular) capaz de permitir al partido proletario disputar las instituciones estatales y el poder, entendido como algo mucho mas amplio que las instituciones demoliberales.
Esta concepción es en realidad una vuelta de tuerca a la concepción bolchevique, la cual sintéticamente planteaba que la hegemonía era la política que se debían dar los obreros para conducir otras clases tras su proyecto socialista. Gramsci, básicamente, extiende esta idea a todas las sociedades capitalistas en las que el consenso (o la coerción consensuada) prima sobre la coerción descarada, en las cuales la hegemonía es ejercida sobre la clase obrera y en las que el Estado como herramienta de despliegue de la hegemonía burguesa abarca a las organizaciones de la sociedad civil: “La misma reducción debe producirse en el arte y en la ciencia de la política, al menos por lo que respecta a los Estados mas avanzados, donde la sociedad civil se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las irrupciones catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna (...) se trata de estudiar cuales son las estructuras de la sociedad civil que corresponden a los sistemas de defensa de la guerra de posiciones”.  Es importante señalar que para Gramsci la hegemonía lleva implícita la coerción, ya que coerción para el italiano no es solamente la fuerza armada, sino que se ejerce en todos los planos de diferentes formas (aparte de que la violencia descarada es parte integral de la hegemonía)[48].
El Estado que sin hegemonía es visto como el Estado de la clase dominante (en sociedades simples, o momentos de crisis orgánica), se universaliza y logra superar los equilibrios inestables articulando clase y territorio (intereses de clase y territorio nacional). ¿Cómo se da este proceso? “Un momento ulterior es la correlación de las fuerzas políticas, esto es: la estimación del grado de homogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los varios grupos sociales. Este momento puede analizarse a su vez distinguiendo en él varios grados que corresponden a los diversos momentos de la conciencia política colectiva tal como se han manifestado hasta ahora en la historia. El primero y más elemental es el económico-corporativo: un comerciante siente que debe ser solidario con otro comerciante, un fabricante con otro fabricante, etc., pero el comerciante no se siente aún solidario con el fabricante; o sea: se siente la unidad homogénea y el deber de organizarla, la unidad del grupo profesional, pero todavía no la del grupo social más amplio. Un segundo momento es aquel en el cual se conquista la conciencia de la solidaridad de intereses de todos los miembros del grupo social, pero todavía en el terreno meramente económico. Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en el sentido de aspirar a conseguir una igualdad jurídico-política con los grupos dominantes, pues lo que se reivindica es el derecho a participar en la legislación y en la administración, y acaso el de modificarlas y reformarlas, pero en los marcos fundamentales existentes. Un tercer momento es aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente corporativo, de grupo meramente económico, y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, la cual indica el paso claro de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas; es la fase en la cual las ideologías antes germinadas se hacen "partido", chocan y entran en lucha, hasta que una sola de ellas, o, por lo menos, una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando, además de la unidad de los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no ya en un plano corporativo, sino en un plano «universal», y creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados”[49]. Es el momento del tránsito del dominio a la hegemonía, es cuando el Estado se escinde de la sociedad civil convirtiéndose en un aparato externo a la clase dominante, es el momento inicial de la modernidad, de la configuración de diferentes esferas autónomas de la vida social, del surgimiento del Estado burgués separado de la religión, el poder económico de clase, etc. En este grado de desarrollo las instituciones de dominación exceden con mucho la coerción organizada (aunque el Estado propiamente dicho sigue siendo el centro) y se extienden (mediante la universalización de la visión del mundo de un grupo social), por toda la sociedad civil, a diferentes ámbitos como son la cultura, la comunicación de masas, y las instituciones de la sociedad (sindicatos, asociaciones empresariales, medios de comunicación, partidos políticos, etc.) penetradas por los valores de  la clase dominante o, para ser más precisos, son parte de la estructura social capitalista. En definitiva, para el italiano en las sociedades complejas, Estado es el complejo burocrático militar más las instituciones sociales (privadas) y desde esta totalidad se ejerce la hegemonía. Allí esta desarrollada la dominación y Gramsci se propone estudiar como romperla.
Aquí entra en juego la construcción de la clase trabajadora como clase nacional. Gramsci plantea que cuando un grupo social logra construir y alcanzar la hegemonía, la clase en cuestión se vuelve nacional (o sea que encabeza al resto de las clases en el marco del Estado-nación), es decir que universaliza sus intereses (transformándose en hegemónica) superando sus estrechos planteos corporativos.
Es importante entender la idea de coerción que plantea Gramsci para poder comprender como se propone la construcción de una “contrahegemonía”. Para el Italiano la coerción no es la que se ejerce solamente en el ámbito de lo militar o policial sino que se extiende la los demás planos: hay una coerción ideológica (que es la que permite el consenso), a través del cual se materializa la hegemonía y se logra la internalización de los valores dominantes por parte de los dominados. La coerción es económica, cultural, política, religiosa, etc. Justamente las metáforas militares del italiano complementan su idea de lucha integral donde existen trincheras no sólo en el plano militar concreto. Todos los espacios de vida social son de una importancia fundamental, ya que ganar una batalla sindical o militar no es suficiente si no se gana paralelamente la batalla ideológica y demás. Es por la existencia de múltiples instituciones (aún obreras) donde se realiza la hegemonía que las trincheras defensivas del sistema son múltiples y profundas.

9-El PRT y el doble poder

Ahora bien, intentaremos relacionar la concepción de poder dual planteada por Santucho con los conceptos de  hegemonía y su par dialéctico el consenso. La hegemonía implica toda una serie de mecanismos (cultura, prensa, policía, formas de lucha “legítimas”, “reglamentadas”) relacionados con la identificación de ideología de la clase dominante como la ideología de todos, en todo el territorio. Estos mecanismos son los que se da la clase dominante para hacer estable su dominación más allá de la pura coerción (y para legitimar la violencia estatal). Entonces el poder dual evidentemente implica una ruptura. Se sustraen al control de las instituciones espacios territoriales y simbólicos, cuestionando la universalidad de los intereses de la clase dominante y sus valores, asaltando trincheras en una zona determinada.
La construcción de consenso es la clave de la dominación burguesa plenamente desarrollada. Para Gramsci los mecanismos e instituciones que lo garantizan no están solamente en el Estado propiamente dicho sino que abarcan la sociedad civil. Recordemos que el par hegemonía-consenso es inseparable y que a su vez se articula con el par coerción-dominación. Entonces podemos deducir que la toma del poder se relaciona con la toma del Estado en sentido amplio. O, dando una vuelta de tuerca más e introduciendo la idea de poder dual, con la sustitución de la hegemonía burguesa por la hegemonía de los trabajadores madurada previamente en la lucha de clases. O sea que el concepto de “toma” sería más bien el de “destrucción” y sustitución por una herramienta nueva, volviendo a la concepción que presentamos más arriba discutida por Lenin: la sustitución de unas instituciones por otras de naturaleza diferente.
Pero, a su vez, la construcción del consenso burgués es producto de la lucha, de la represión permanente que la burguesía ejerce en todos los planos. Esta represión se manifiesta como fuerza legítima, no siempre es visible ni meramente militar y muchas veces es ejercida desde adentro de las mismas clases oprimidas. Entonces el poder popular se materializaría solo logrando arrebatar determinados espacios a la burguesía, corriendo las trincheras en el plano de la seguridad, la cultura, la información, la resolución de problemas cotidianos, etc. Ya que solo puede haber doble poder en momentos de ruptura del consenso por parte de los dominados y de la construcción de herramientas contra-hegemónicas que permitan a las clases oprimidas ser sujeto independiente.
A nivel local, Santucho proponía ir ocupando espacios en las instituciones barriales naturales “en lo inmediato no es conveniente dar un paso que atraerá rápidamente la represión contrarrevolucionaria. En estos casos puede avanzarse enmascarando hábilmente tras distintas fachadas el ejercicio del poder popular. En una villa, por ejemplo bajo el enmascaramiento de una asociación vecinal”, escribe el líder del PRT en Poder... Poder.
Con este planteo parece intuir la posibilidad de construir poder popular mas allá de la guerra revolucionaria (a diferencia de otros párrafos en donde también define el doble poder y lo relaciona directamente con la guerra civil). La idea de “enmascaramiento” es un aporte interesante en este sentido ya que permite “proteger” el desarrollo de la organización popular sin apelar a la necesidad de un desarrollo militar guerrillero que lo garantice, en una situación donde la presencia del Estado y su ideología en el barrio (o lugar de trabajo) es hegemónica[50].   En esta situación se debía, según Santucho, ir resolviendo los problemas inmediatos pero sin perder el objetivo central, entonces “en el momento oportuno (se impulsará) la organización de una asamblea o consejo local que se constituya oficialmente como poder soberano de la población en la zona”[51].
El problema, para el PRT, era cómo construir ese momento oportuno que permitiera la asunción del poder en la zona (construir una zona liberada). Justamente era concebido como el corolario de una situación insurreccional y dependía del crecimiento del ERP (aunque la idea de lograr una zona liberada en el monte tucumano se basaba en la capacidad militar de la Compañía de Monte). El pensamiento de los revolucionarios de la época era tributario de las ideas del Che, y principalmente de una “no es necesario que todas las condiciones estén dadas sino que hay que contribuir a generarlas”. Es una tesis que puede considerarse correcta en general, pero cuya interpretación des-historizada puede dar lugar a errores. Como por ejemplo a absolutización del poder de la lucha guerrillera y de la vanguardia para alterar las “condiciones”.
Un problema de los revolucionarios argentinos fue que la perspectiva con la que encaraban la lucha tenía un horizonte de toma del poder en un plazo relativamente  breve. A su vez vemos que la acumulación de fuerza propia, para el PRT se expresaba en la fuerza del ERP y en el desarrollo del PRT en las fábricas. Mientras que el nacimiento de instituciones, embrionarias, de gobierno local, territorial, sería algo nuevo en la práctica perretista. Requería un cambio de discurso que reflejara la constatación de que era el pueblo (con centro en los barrios obreros) más que la clase obrera sola (con centro en la fábrica) el que podía saldar en organismos de doble poder los levantamientos insurreccionales con la perspectiva de transformarlos en zonas liberadas. Aunque la experiencia de la clase obrera argentina desde 1955 permitía pensar en el desarrollo de “poder obrero” o poder local o doble poder a nivel plantas, a través del desarrollo de comisiones internas con larga experiencia histórica y un grado importante de autonomía (cuya dinámica entre el 69 y el 75 podía despertar una visión optimista).
Igualmente, el caso argentino debía diferenciarse de de los modelos existentes. El chino o vietnamita por ejemplo, donde se liberaban zonas rurales que se transformaban en embriones del nuevo Estado y desde allí se rodeaba las ciudades. Con el modelo Ruso, donde la clase obrera de las grandes fábricas conducía al resto de las clases populares a través del soviet pero sin la existencia de zonas liberadas hasta la toma del poder del Estado, podía haber algunas coincidencias por el peso adjudicado a un núcleo obrero dinámico y concentrado.
Pero es evidente que no existen zonas liberadas sin la existencia de una fuerza militar del pueblo. Aunque es solo una parte. Esa herramienta militar (desarrollada y en operaciones) debería ser considerada como necesaria por las masas (o por una parte de ellas) y también ser parte del desarrollo del poder popular integral que nivele el seguro desbalance militar del pueblo frente a las fuerzas represivas. No es que una fuerza militar revolucionaria no pueda hacer política más allá del consenso inmediato. Pero esa fuerza si no es parte de un entramado social contrahegemónico permanecerá siempre en el estado de comandos clandestinos tanto para el enemigo como para el pueblo. En nuestro estudio este caso es secundario y no expresa la existencia de doble poder o poder local sino más bien propaganda armada. Además una etapa de clandestinidad total no puede ser prolongada y debe evolucionar hacia la existencia de un entramado de poder popular que la sostenga a riesgo de desaparición del grupo clandestino operativo[52]. Cuando hablamos de clandestinidad lo hacemos en referencia a la imposibilidad total de vinculación con las masas y no a una mera proscripción legal.
El impulso de la guerra revolucionaria era central para las organizaciones armadas ya que la crisis de hegemonía abierta en 1955 no podía ser permanente: o se reconstituía un nuevo modelo de dominación o se iniciaba un proceso revolucionario y éste necesariamente requería de la lucha armada. La construcción contra-hegemónica sería la consecuencia necesaria de la existencia el poder revolucionario alternativo planteado por el folleto Poder… poder. O, para decirlo mejor, sería la evidencia  de la existencia real de un poder revolucionario arraigado socialmente y opuesto al burgués.
Como vimos en algunos pasajes el trabajo de Santucho se aproxima en forma interesante al tema del poder popular como cuando presenta algunas líneas de trabajo a nivel territorial. Pero no hay un desarrollo posterior que permita explicar la articulación con el trabajo fabril, ni con el trabajo militar, ni tampoco con las estructuras políticas amplias impulsadas desde el PRT (FAS, MSB). En la práctica todas las estructuras tendieron a ser apéndices sin vida propia, sujetas a la evolución y necesidades del trabajo militar.
La Organización Montoneros nunca desarrolló una teoría del poder local ni se explayo en torno a la dualidad, pero en la misma época impulsó el desarrollo de organizaciones de masas con una inserción muy profunda. Su eje era el territorio y su principal fuerza de masas, la JP, era territorial; el Movimiento Villero Peronista (que alcanzó gran desarrollo) ejercía funciones de gobierno en muchas villas miseria y fue quizás esta mayor inserción territorial (no solo su mayor número) lo que les permitió subsistir más tiempo a la ofensiva militar. Movimientos sociales de inquilinos, villeros, campesinos, artistas etc. crecieron masivamente, eran expresiones de poder popular y pudieron ser el sustento de una política revolucionaria de largo aliento. La misma JTP (Juventud Trabajadora Peronista) pudo haberse transformado en una alternativa para los miles de activistas peronistas desencantados y dispuestos a resistir, y de hecho tuvo una poresencia determinante en las luchas obreras de 1975. Pero la unilateralidad, en medio de un proceso de centralización y profundización de la lucha militar clandestina terminó debilitándolos y transformándolos en cáscaras vacías. Relata Roberto Perdía “No había una jefatura de una organización por fuera de Montoneros: o la devorábamos --o sea, se integraba-- o dejaba de existir. Todo esto en base a la concepción de la integralidad político militar (...) Cuando digo integral quiero decir que todo tenía que pasar por el ‘esófago’ de la OPM, un sistema de conducción única, ésa es la característica principal”. De esta forma podemos ver cual era la concepción de las organizaciones armadas respecto de la autonomía de los movimientos sociales. La descripción que hace Perdía expresa toda una concepción hegemónica en la época. Aunque esta concepción no frenó el crecimiento de las organizaciones revolucionarias mientras la lucha de clases implicó un alto nivel de politización y movilización de los trabajadores. Podemos pensar que esta concepción organizativa que subordina todo a la estructura del partido fue una de las causas del aislamiento y derrota del 76. Ya que si el partido era todo, su derrota no permitió regeneración y, justamente, en el caso de Montoneros, la subordinación orgánica atentaba contra la construcción de poder popular en el largo plazo aunque reforzara la presencia de la organización en lo inmediato. Conducir es más difícil que mandar.
La concepción que sobreestima al partido y exagera el rol dirigente de la vanguardia, absolutiza su rol como dirección del pueblo. Presenta una relación sujeto (partido, vanguardia) – objeto (masas, pueblo, clase). Pero una construcción contra-hegemónica debería transformar a las clases oprimidas en sujetos a través de la formación de organizaciones populares con dinámica propia que oficien de vanguardia social, y refractarias a la ideología dominante. Este es al caldo social para el crecimiento de una fuerza política y militar revolucionaria. Debe ser concebido como un proceso dialéctico.
La concepción partidocentrica tiene su origen en un posible balance de la revolución rusa. Los soviets fueron perdiendo autonomía y se transformaron en un apéndice decorativo hasta extinguirse. Si bien esto sucedió a lo largo de la guerra civil, lo cierto es que estos eran la fuente de poder popular mientras que el partido era la dirección, no el poder popular mismo sino parte de él. En aras de la efectividad de conducción se fueron extinguiendo los nacientes organismos populares y se concentró todo el poder en el nuevo estado. Finalmente la centralización burocrática fue absoluta y los ciudadanos soviéticos se enajenaron de su Estado repitiéndose la escisión entre Estado y sociedad civil propia del sistema burgués. Más allá de las necesidades de la guerra, los bolcheviques habían teorizado sobre la hegemonía como la capacidad de dirección (no de dictadura) sobre las clases aliadas. Pero ser la vanguardia de las clases oprimidas es un proceso dialéctico: “enseñar a las masas, aprender de las masas” decía Mao; encontrar los núcleos de buen sentido en el sentido común del pueblo dijo Gramsci.
Para el italiano en las sociedades occidentales (sociedades complejas) el cambio revolucionario sólo puede darse si se lucha por la hegemonía social y cultural. Y a través de sus reflexiones sobre la guerra transmitía una nueva concepción de lucha política integral: “La misma reducción debe producirse en el arte y en la ciencia de la política, al menos por lo que respecta a los Estados mas avanzados, donde la sociedad civil se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a las irrupciones catastróficas del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna (...) se trata de estudiar cuales son las estructuras de la sociedad civil que corresponderá los sistemas de defensa de la guerra de posiciones.” O sea, no basta con acceder a funciones de la administración estatal o esperar que la crisis económica y las luchas gremiales evolucionen a una huelga revolucionaria.
Una nueva hegemonía se desarrolla cuando las clases oprimidas despliegan su propia concepción del mundo (rompen con las ideas dominantes, materializan su “espíritu de escisión”) y obtienen para ellas el “consenso activo” de otras clases y capas sociales (se transforman en el eje aglutinador de las luchas políticas, sociales y prácticas culturales, constituyen un  nuevo “bloque histórico”). En ese camino el Estado es solo una etapa en la consolidación de la nueva sociedad. Según Gramsci la revolución sobrevendría como cambio estructural violento cuando los trabajadores organizados trascienden el conflicto sindical (luchas económicas) y se transforman en clase nacional. Conquistando la dirección de la nación en su conjunto, colocando bajo su hegemonía y dirección política al resto de la nación.
Es en ese sentido de preparación de la hegemonía de la clase trabajadora que el poder local aparece ante nosotros como una posible estrategia anticipatoria, si es en realidad un número cada vez más importante y creciente de poderes locales en el marco de una guerra de posiciones integral de carácter nacional. Y resaltamos el término guerra integral en el sentido de construcción de espacios de poder popular en todos los campos, no solo en el institucional o militar, sino en la cultura, comunicación, educación, trabajo, deporte, etc.
Por otra parte, para la Argentina de la década del setenta (desde la perspectiva del PRT y de la toma del poder en el corto plazo) la instauración de la paz social, con relaciones capitalistas dominantes, lleva a la reinstalación de la hegemonía burguesa en todos los órdenes (aceptación del sistema político, valores culturales, etc.) y a la destrucción de la contra-hegemonía construida, por lo tanto “desestabilizar” se vuelve una tarea central y el desarrollo de la guerra como método principal pasa la primer plano[53]. Era claro (no para todos los revolucionarios, aunque si para el PRT) que el general Perón venía en 1973 a reconstruir el Estado y a superar la crisis orgánica, con sus proyectos de “pacto social” y “modelo argentino para el proyecto nacional” reencauzando el desarrollo del capitalismo argentino en el modelo de armonía de clases y reestableciendo el consenso de los trabajadores en el mismo. Difícil tarea en la que el viejo general también fracasó, no antes de haber minado parte del consenso que tenían las organizaciones guerrilleras y dejando un legado que, creemos, no estaba en sus deseos.
Pero, en ese momento la estrategia de Perón era previsible, su modelo si no estaba claro previamente lo estuvo de inmediato regresó al país. También debió estar claro que el modelo de Perón no era el mismo que el de los grandes monopolios, ni el que después se dio en llamar neoliberalismo. También el posible consenso que el proyecto de Perón podía obtener en amplios sectores populares debería haber advertido sobre la necesidad de pensar en más largo plazo. Esto no es particular de este caso. Los avances retrocesos y caminos no previstos que toma el desarrollo de la lucha de clases, exige ductilidad a las organizaciones que la protagonizan, bajo el riesgo de ser devorados por la historia. En el caso argentino esto indudablemente fue fatal.
Entonces en una estrategia de largo plazo puede haber equilibrios (precarios) y establecerse un doble poder prolongado, pasando al primer plano diversas formas de lucha. Entendemos en este trabajo “lucha armada” como una estrategia que tiene a la violencia organizada de carácter militar como una forma más de lucha entre otras; y “guerra” (popular y prolongada, de guerrillas, etc.) como una estrategia que tiene a lo militar como articulador del resto.
Existen ejemplos de construcción contra-hegemónica en situaciones de tregua. Una tregua que fije fronteras (obviamente temporarias) es una conquista de los oprimidos. Allí se puede solidificar las construcciones sectoriales y locales para fortalecer en perspectivas en una nueva situación de guerra abierta. Así sucedió en Colombia y sucede en el Líbano. En general las clases dominantes y su estado buscan la guerra permanente y total para destruir el núcleo de poder popular (sus organizaciones revolucionarias) y desbastar, integrar o subordinar las organizaciones populares y espacios de contra-hegemonía. Para el caso del PRT que venimos tomando como ejemplo, vemos que la concepción de Santucho pasaba en última instancia por la construcción del ejército del pueblo, por eso los esfuerzos primordiales del partido estuvieron puestos en las herramientas de “organización de la coerción” en el plano militar (el ERP), más que en las herramientas del consenso.
¿De que hablamos Cuando decimos de “herramientas del consenso”? nos referimos claramente a la generación de un nuevo sentido común, una nueva cultura y la generalización de una nueva concepción del mundo que vuelva legítimo la existencia de una organización antisistema. O sea, el consenso pensado a la inversa del reformismo: si este lo piensa en términos de negociación, como aceptación de la política tal como se desarrolla actualmente y captación de adeptos dentro de la lógica vigente, lo opuesto sería trabajar para la ruptura de la hegemonía político-cultural en determinadas zonas y frentes acorde a la estrategia de poder local basada en crear un “espíritu de escisión” entre los oprimidos, irradiando sobre toda la sociedad el ejemplo real de una política alternativa.
En la concepción guevarista, tal como se la aplicó en los 60/70, la superioridad moral de la causa que se defiende y el ejemplo de conducta y valor de los guerrilleros se reditúa en una aceptación por parte de las masas de su propuesta política: hay que marcar el camino correcto. La idea de hegemonía-consenso no está planteada, en primera instancia, en los términos de una articulación con la acción político-militar; por el contrario, es un presupuesto, la política desplegada si es correcta será exitosa y por lo tanto será aceptada por las masas. El accionar militar construiría poder popular, solo es necesario audacia.
El problema a resolver, sin embargo, está en que las masas populares se movilizan por la resolución de sus problemas inmediatos: salud, vivienda, alimentación, educación, condiciones de trabajo, etc. (lo cual correctamente percibió el PRT cuando elaboró una línea de acción para después del resultado electoral del 73), a los cuales el nuevo poder debe dar solución o aportar a ella. Si el poder naciente se muestra ineficaz o se desgasta con el tiempo, y mas allá de la mayor o menor conciencia de la necesidad de un cambio estratégico, el pueblo orientará sus expectativas de solución hacia el viejo Estado. Solo un doble poder fuerte y efectivamente ejercido por las masas en cuestión sobreviviría a una etapa de repliegue (y con él la organización revolucionaria). Con esto queremos decir que, no existe poder local, doble poder, ni poder popular, si los organismos que lo expresan no son capaces de cumplir funciones sociales significativas por sí mismos.
“No hay posibilidades de avanzar sólidamente en el desarrollo del poder local sin constantes avances en la unidad y movilización de las más amplias masas populares”[54], planteaba Santucho acertadamente en su propuesta. Ahora bien, las instancias impulsadas desde el PRT (el FAS y el MSB)[55] con el objetivo de conseguir la articulación de las luchas a nivel nacional quedaron en formas superestructurales y de escaso eco local y de base para conformarse en articuladoras reales de poder dual según existe consenso y nosotros confirmamos en nuestros propios estudios[56]. De manera que la estrategia no se podía llenar de contenido, quedando reducida en la práctica a la construcción del ERP y a un acuerdo superestructural de direcciones políticas, listas sindicales o encuentros y actos más bien propagandísticos. Pero el poder dual en los términos que Santucho lo planteaba en su folleto, era poder local. O sea tanto el FAS como el MSB debían ser organismos de articulación de poderes locales desarrollados en determinadas zonas y fábricas, que permitieran nacionalizar sus perspectivas y articular las diferentes vertientes políticas que convivían en el seno de las masas. Esto no se dio de esa manera aunque, según el mismo Santucho pronosticaba, el poder revolucionario sólo se podía sostener con una “amplia y combativa movilización de las masas” vinculadas a la construcción del doble poder.
Es importante aclarar que la hipótesis de Santucho del poder local se basaba en un fuerte trabajo de inserción territorial, pero en la práctica el PRT seguía teniendo como eje el trabajo fabril y en general su inserción barrial era comparativamente débil. Aunque el doble poder efectivo difícilmente pudiera ser eficiente sin su existencia en las fábricas, al menos en una sociedad con desarrollo industrial. La fábrica es más vulnerable y más difícil de defender que el barrio en momentos de repliegue[57], y aún en situaciones de lucha más avanzada la articulación de la fábrica con el territorio que la rodea es fundamental. En este sentido los principales conflictos obreros (los paradigmáticos) contaron con una fuerte articulación entre la fábrica y su entorno[58] y, tuvieron como epicentro ciudades o barrios obreros (por ejemplo, el Frigorífico Lisandro de la Torre, la ribera del Paraná, o Córdoba).
En cuanto a los bolcheviques, la teoría del doble poder, se articulaba con una estrategia que se orientaba a la insurrección obrera y no a una estrategia de defensa de territorios liberados. Su doble poder convivía en el espacio y en el tiempo con el poder del gobierno burgués. El lugar de inserción de los revolucionarios rusos era la clase obrera de los principales centros industriales (que a pesar de ser minoritaria se transformó en vanguardia política de todo el resto del pueblo). En cambio, por más que se proclamen proletarias, las guerrillas latinoamericanas de los 60 y 70 que desarrollaban una guerra prolongada (y donde la guerra era el centro de la estrategia) se nutrían y asentaban en el territorio, fuera este el campo o los barrios de la ciudad. Y esto es así porque en una lucha prolongada en situaciones de crisis del capitalismo en países del tercer mundo, donde la estabilidad del trabajador no esta mínimamente asegurada, el control represivo dentro del lugar de trabajo es mucho más estricto que en el territorio. Más aún en regiones de capitalismo dependiente de industrialización precaria con altos grados de inestabilidad y marginalidad.
En este sentido los ejemplos prácticos que inspiraron al PRT fueron Vietnam y Cuba, experiencias que en el camino hacia la toma del poder tuvieron como eje al territorio (centralmente el campo) y  en las que la clase obrera tuvo un rol secundario. El doble poder cobraba la forma de zonas liberadas o semiliberadas. El foco guevarista debía salir de la etapa de precariedad inicial en un tiempo relativamente corto y transformarse en una columna guerrillera con apoyo de la población y en condiciones de ejercer autoridad de un protoestado en el territorio de operaciones, para ser realmente un foco. En este sentido es importante aclarar algunas cuestiones relacionadas con al articulación entre base social e ideología. Una revolución puede ser campesina por su base social pero obrera por el proyecto político que encarna su dirección. Con esto planteamos que no por ser sus miembros obreros, un partido u organización de cualquier tipo es revolucionaria, el clasismo entendido como una política que desarrollan los miembros de la clase obrera puede ser (y en muchos casos lo es) perfectamente reformista.

En nuestro país, inmediatamente después del golpe, Santucho planteaba, el 31 de marzo en el editorial de El Combatiente titulado “Argentinos a las armas”, una estrategia de acumulación de poder donde el eje sigue estando en la fábrica y sólo al pasar hace referencia a los barrios populares. Las tareas de la resistencia antigolpista tendrían “eje en el proletariado fabril, intensificando la concentración del trabajo en las grandes fábricas”, y aunque más adelante agrega que se debe movilizar a las más amplias masas por problemas específicos, no parece delinearse una estrategia destinada al desarrollo de poder local como eje, ya que los editoriales mencionados no eran para el frente sindical sino para toda la organización y en condiciones de clandestinidad y escasez de cuadros, trabajar sobre una fracción del proletariado mas concentrado requeriría sin duda toda la fuerza.
Pocos días después agregaba: “Alrededor de 300.000 obreros fabriles concentrados en unas 250 fábricas grandes de más de 500 obreros cada una, en todo el país, son la columna vertebral de las fuerzas populares y por lo tanto constituyen la columna vertebral de la justa y victoriosa resistencia antidictatorial del pueblo argentino”. Y mas adelante delineaba el rol de los demás sectores del proletariado y otras clases populares: nuclear “alrededor suyo (de la clase obrera industrial) amplias masas trabajadoras, de obreros menos concentrados, obreros rurales, campesinos medios y chicos, empleados, estudiantes, trabajadores independientes, etc.”.[59] Es decir, una estrategia que seguía sin ser centralmente territorial, o lo era solamente si entendemos como territorial una estrategia de construcción de bases de apoyo en torno a las grandes fábricas y sujetas al ritmo de lucha de los obreros ocupados en éstas. En otras palabras, lo que presentaba era una estrategia de un partido proletario marxista-leninista que, lejos de toda intención valorativa, no era muy cercana a la del Che ni a la de Vietnam.
Era entendible que en términos estratégicos esos trescientos mil obreros y esas doscientos cincuenta grandes fábricas constituían en corazón del la estructura capitalista argentina, lo más avanzado, con mayor nivel de plusvalía y valor agregado. También es atendible que la clase obrera había sido la vanguardia social, cabeza de las más importantes luchas desde 1955. En ese sentido no era necesariamente previsible un repliegue prolongado. Como tampoco era previsible que la naturaleza del capitalismo argentino cambiara en su hegemonía interna colocando a sectores financieros en el centro e iniciando un proceso de des-industrialización.
Entonces, más allá de que el nivel de desarrollo del capitalismo argentino desde los treinta y el nivel de protagonismo de la clase obrera pudiera avalar esta estrategia, el nuevo proyecto de las clases dominantes, que comenzó a implementarse entonces y alcanzó su pleno desarrollo con Menem. Tenía como eje en el cambio de modelo de acumulación, la imposición por la fuerza de la variante oligárquica que proponía el sometimiento a los dictados del mercado mundial sin atenuantes. Y, cuando la desocupación es más que un fantasma las luchas obreras son defensivas, por lo tanto la ofensiva obrera planteada por el PRT-ERP difícilmente se podía estructurar sobre la base de un sector de la clase que se replegaba, al menos desde el interior mismo de la fábrica. Y remarcamos, la salida de la crisis del capitalismo argentino  que impuso la dictadura tuvo el objetivo no solo de disciplinar a la clase obrera en tiempos de crisis, sino cambiar el patrón de acumulación del capitalismo mismo, con una disminución radical del número de obreros industriales.
Pensamos que una estrategia socialista no necesariamente debe desplegarse desde el interior de la fábrica (solamente). Lo revolucionario y socialista esta en el proyecto, en las líneas de construcción de la sociedad futura (y presente a los largo de la lucha, las conquistas, las formas de organización, participación popular, etc.). Tampoco, necesariamente, la política obrera debe expresarse en la fábrica de modo clásico, ni solamente en la fábrica, sino pensemos la experiencia de la resistencia peronista.
De todos modos, la derrota fulminante de 1976 impidió madurar una estrategia de doble poder. Quizás el breve periodo de democracia podría haber servido para preparar el terreno de una resistencia que implicara las “combinación de las más diversas formas de lucha”. Pero la vorágine de esos años y el accionar del paramilitarismo lo impidieron. La derrota fue ideológica y social e implico un  fraccionamiento de la lucha popular y el aislamiento de los militantes respecto del resto de los oprimidos, debemos relacionar esto con la incapacidad de las organizaciones revolucionarias de manifestarse efectivas para la defensa de los intereses colectivos del pueblo.  La dictadura produjo un corte en la experiencia revolucionaria argentina del cual no nos hemos recuperado aún.

10-Algunos ejemplos para salir de lo admitido

Vale pensar casos en los que una organización revolucionaria logra establecerse como factor de poder sobrellevando los periodos flujo y reflujo de la lucha de masas y sin posibilidades ciertas de tomar el poder en el corto plazo. Abordaremos, solo a modo de ejemplo, los casos de Colombia y Líbano. En ambos países y bajo las situaciones más difíciles han desarrollado su lucha y se han consolidado organizaciones que alternativizan al Estado. Merece la aclaración que lo prolongado y duro de la lucha de los ejemplos que encaramos no invitan “desear” que el proceso histórico lleve a nuestro pueblo a tener que soportar situaciones similares. Sin embargo la violencia, terrorismo de estado y la intervención extranjera no fueron patrimonio de los que decidieron resistir y buscar independencia y un orden social más justo, sino fueron las herramientas de sus enemigos para resistir en el poder. Además, justamente, las dificilísimas situaciones que en estos países se deben sobrellevar y lo prolongado de la lucha se nos presentan como las “peores condiciones” y aún así una fuente de poder alternativa subsiste.
 En Colombia, por ejemplo, existe una situación de doble poder claramente definida desde hace muchos años. Las FARC y el ELN pelean contra el Estado de su propio país una guerra civil sumamente sangrienta, con momentos de relajación pero con picos de terrorismo de Estado. Una guerra que el bloque dominante colombiano ha extendido al conjunto de la sociedad civil, transformando en terreno de operaciones militares o paramilitares (o sea terrenos donde se elimina al adversario)  a sindicatos, universidades, comunidades indígenas o campesinas: a las organizaciones civiles.
Que estrategia plantea la guerrilla. Vemos que, para el caso de las FARC, buscan aparecer como la cabeza de un Estado paralelo, por eso el esfuerzo por ser reconocidas como fuerza combatiente en el escenario internacional, de demostrar la capacidad de dictar leyes, de detener personas que las violen y de negociar de igual a igual con el gobierno burgués. Un objetivo inmediato de su lucha es establecer un equilibrio demostrando la imposibilidad de derrotar a la guerrilla y discutir con el Estado el futuro de Colombia[60].
 ¿Cómo han logrado subsistir por décadas? Las FARC fueron el emergente de la clase campesina sometida[61] a un tardío proceso de expropiación de la tierra en un país donde el Estado (en el sentido gramsciano de Estado más sociedad civil) nunca construyó una hegemonía estable sobre todo el territorio de la república. Estos son dos factores clave, los pobladores rurales se encuentran sometidos a toda la violencia que implica la expropiación rural por los terratenientes y las empresas, y el Estado colombiano es incompleto en su capacidad de ejercer el monopolio de la fuerza en todo el territorio, e incapaz en ser reconocido como legitimo por una importante fracción de la población. En Colombia han existido varias y numerosas guerrillas. Actualmente no solo las FARC son una poderosa fuerza combatiente, sino el ELN (Ejercito de Liberación Nacional) resiste el terror estatal y para-estatal.
Debemos marcar algunas diferencias elementales de Argentina con Colombia. En Argentina el Estado cubre todo el territorio y es reconocido por todas las clases desde hace más de cien años. La población rural, indígena o criolla fue desplazada o eliminada el siglo XIX a lo largo de las guerras civiles que la tuvieron como derrotada. El alto nivel de urbanización y concentración demográfica, política y económica hace que la estrategia política de cualquier organización deba tener como eje las ciudades. En Argentina una fuerza revolucionaria que pretenda imponer una autoridad alternativa choca con las instituciones de base del Estado que llegan a cada barrio y a cada rincón del campo. Por el contrario la situación de Colombia es como la  Argentina de la “década infame”[62] o en la república oligárquica de 1880[63]. O, más claramente, antes aún, como si las montoneras no hubieran sido aplastadas por la oligarquía liberal y siguieran disputando las bases mismas de la organización nacional pero con ideología moderna.
El surgimiento de la guerrilla de las FARC es parte de la evolución de grupos de campesinos organizados para resistir la violencia terrateniente y defender sus derechos inmediatos y locales hacia formas de organización político-militares centralizadas. Esta evolución se logra al calor de la oleada de lucha armada que se dio en América Latina en la década del sesenta luego de la revolución cubana. Es así como, con la incorporación de cuadros comunistas, los grupos campesinos pasan a ser guerrilla revolucionaria con un proyecto político y pasan de la autodefensa de su clase hacia la búsqueda del poder político. Su teoría revolucionaria continúa muy apegada a las causas y formas de su origen, que las diferencia de otras organizaciones en la que el método cubano tuvo mucha más influencia al menos en la formación de su núcleo impulsor y pasos iniciales.
La debilidad del Estado colombiano en muchas regiones del país permite que las FARC pueden cobrar impuestos, deponer alcaldes u obligarlos a respetar el código de leyes revolucionarias de la guerrilla, son una fuente de autoridad alternativa. Cuando la guerrilla se despliega en una región por lo general aislada (aunque poblada) se transforma una fuente de autoridad y orden para los pobres que deben sufrir la violencia de terratenientes, la prepotencia de autoridades dependientes de estos y el flagelo de la delincuencia. Esto a pesar de que la burguesía mantiene la hegemonía plena en las ciudades (muchas veces recurriendo a la fuerza o al terror, más que al consenso). Es por ello que el la última década la clase dominante ha recurrido a dos brazos para golpear a la guerrilla: el paramilitarismo (terror descontrolado) y las actividades de las ONGs con micro-emprendimientos de contención social. La guerrilla ha sido doble poder en el campo y un proto-estado paralelo en toda Colombia. Para las FARC (y también para el ELN) la imposibilidad de concretar la “toma del poder” en el corto plazo y la decisión de no aceptar las condiciones de “reinserción” ofrecidas por la oligarquía colombiana redundó en la necesidad de consolidar formas de despliegue que les permitiera asentarse territorialmente, de consolidar una estrategia de doble poder territorial y gobierno local.
Otra diferencia con la Argentina se origina en una resolución diferente de encrucijadas históricas similares. En la decisión de la clase dominante colombiana de cerrar sangrientamente cualquier intento modernizador. Desde el asesinato de líder liberal populista Jorge Eliécer Gaitán en el 48, hasta la masacre[64] del frente electoral de la izquierda progresista, la Unión Patriótica[65], en el 80, la “democracia colombiana” no admitió abrirse a concesiones a las clases oprimidas. En nuestro país la resolución fue diferente, al menos  en la primera de estas décadas, con el peronismo, ya que este implicó la inclusión de los trabajadores en la política burguesa y un barajar y dar de nuevo en el balance de poder de las clases sociales.
El periodo durante el cual el Estado colombiano se retiró de la región de San Vicente del Caguán (un territorio rural de cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados) entre noviembre de 1998 y febrero del 2002, las FARC aparecieron ante el mundo como una fuerza en condiciones de luchar por el poder. El territorio no fue tomado por conquista militar sino en el marco de negociaciones con el Estado. Fue la mayor experiencia de ejercicio de la administración estatal de la guerrilla y de expresión de una situación de doble poder a nivel nacional, tal es así que la intervención norteamericana (y de sus aliados Israelíes) se multiplicó desde ese entonces. Sería interesante conocer estudios sobre esa administración. Según se admite desarrollaron una administración eficiente, eliminaron la delincuencia, disminuyeron la desocupación, mejoraron la infraestructura. Los pobladores podían recurrir a las oficinas de la guerrilla a realizar sus reclamos, que eran atendidos, se castigaba la especulación y se controlaba el comercio.
Pero el cambio de relaciones de fuerza a nivel regional y la apuesta guerrerista de las clases dominantes colombianas apoyadas por el narcotráfico y los EEUU, obligó a lo guerrilleros a abandonar el territorio. Esto marcaría el momento en que la situación de cuasi equilibrio se rompió y comenzó el avance, en apariencia arrollador, de las políticas más radicales de la derecha. La consecuencia fue la profundización de la represión por parte de las clases dominantes sobre le conjunto de la sociedad. Generalizando, para los objetos de este estudio, creemos interesante estudiar más atentamente la administración de las guerrillas en los territorios cuya influencia es prolongada ya que en ellos podemos ver décadas de presencia política y particularmente la experiencia del Caguán ya que allí las FARC gobernaron sin contraparte durante un año. ¿Existe el poder de la guerrilla más allá de su fuerza militar? ¿Existe una “sociedad civil” alternativa a la burguesa? Una respuesta positiva indicaría la existencia de poder popular y explicaría una de las causas de subsistencia de la guerrilla. También es interesante tomar nota de que las guerrillas subsisten gracias a su asentamiento territorial, a haberse transformado o consolidado su situación de actores ineludibles en la economía, política y justicia en muchas regiones del pais.
Esto nos pone a reflexionar sobre varias cosas. Una sobre por que las FARC no lograron romper el cerco político con que se las mantiene aisladas en el campo. Dos, que una situación de doble poder depende de factores que exceden con mucho los militares. La guerrilla colombiana es muy fuerte militarmente, pero en términos estrictamente bélicos no puede combatir en una batalla campal contra el ejército colombiano (situación que es normal en las luchas militares de las organizaciones que se reivindican de las clases oprimidas). De aquí podemos reflexionar en torno a la naturaleza del doble poder y del tipo de represión a la que puede ser sometido.  Expresa necesariamente una situación de masas, un equilibrio inestable y temporario basado en la ruptura de la hegemonía burguesa sobre la sociedad. En esto juegan los factores militares, pero no son únicos y en muchos momentos tampoco los principales. Liberar un territorio amplio, es más que poder local, requiere de una relación de fuerzas a nivel nacional que incluya diversas formas de lucha y organización popular, de grandes masas, en la construcción de ese doble poder. Es la situación de crisis hegemónica del bloque dominante que impida al Estado volcar todos sus recursos represivos (legítimos) sobre el poder revolucionario local.
¿Cual es la estrategia represiva del bloque de poder contra la situación de poder dual que los desafiaba? La guerra integral que desde el 2003 profundizó el Estado Colombiano contra la guerrilla y contra las organizaciones populares, tengan estas vinculación con proyectos revolucionarios o no. La ofensiva contra las FARC, el ELN y las organizaciones populares colombianas que resisten es integral e internacional. Ejercito, policía, paramilitares, medios de comunicación, ONGs, corrientes de artistas e intelectuales destinadas a crear consenso han logrado que una gran parte de la sociedad colombiana vea como normal el exterminio de otra parte de sus conciudadanos. Sin embargo existe una barrera de clase entre la opinión movilizada por la extrema derecha en el gobierno y los sectores populares reprimidos y masacrados, esto sigue mostrando la incapacidad de hegemonía. La  pública participación norteamericana e israelí en el adiestramiento y equipamiento, de escuadrones de la muerte y fuerzas estatales, mas la preparación y participación de estos mismos poderes extranjeros en operaciones de inteligencia complejos y  en la generación del necesario paraguas internacional, complementan la delicada situación que los revolucionarios y el pueblo colombianos resisten con estoicismo. 
Pero el genocidio es la última carta de la las clases opresoras. La clase dominante colombiana apostó a colocar en el Estado a su personal político más duro y cerró filas tras las políticas más reaccionarias del imperialismo yanqui. A partir de allí se dio una estrategia en dos frentes, por un lado trabajó el consenso de una fracción de la población mejorando la “seguridad” en los barrios medios y altos; y por otro, pero basándose en el éxito de lo anterior, unificó en el aparato estatal toda  la represión legal e ilegal sin temor a críticas. 
En esta segunda cara dirigió el ataque principalmente contra los dirigentes y organizaciones populares buscando “quitar el agua al pez” y colocó a la defensiva a las FARC y el ELN. Estos ataques combinaron asesinatos selectivos, masacres, bloqueo informativo absoluto, infiltración, etc. Pusieron en tensión a la estructura político-militar de las FARC en el momento en que ellas definían ser un Estado paralelo y no simplemente una fuerza guerrillera. Fueron royendo los territorios sobre los que la guerrilla había logrado avanzar, buscando su aislamiento, para finalmente golpear a su estructura de cuadros. Mostrar a la guerrilla débil e incapaz de proteger a sus adherentes, deslegitimándola como opción de poder alternativo, es una clave para debilitar a fuerzas que se proponen ejercer funciones de gobierno en determinados territorios.
El repliegue hacia lo profundo de la selva y la preservación de cuadros y estructura por un lado, mientras que por otro se elaboran estrategias para la ruptura del cerco político y social que le tienden las clases dominantes implica la apertura de una nueva etapa en la lucha colombiana. Lo que podemos afirmar es que ningún gobierno puede por tiempo indeterminado mantener una situación represiva extrema, ni crear consenso sin una base económica y social fuerte, y sin una situación internacional favorable. Es por ello que la resistencia, nuevamente, es alternativa para las organizaciones políticas, transformándose en el mejor camino de supervivencia, vía para conservar la “organicidad” con las clases oprimidas, mientras mantengan una estrategia de poder. 
Podemos identificar en Colombia una estrategia de construcción de poder dual con una orientación institucional: leyes de la guerrilla, control geográfico e influencia sobre instituciones burguesas para que cambien la naturaleza de su gestión, cobro de impuestos a la burguesía, mostrar que en el país hay dos fuentes de autoridad. Es en general la política de las FARC afirmada en definiciones estratégicas del marxismo leninismo clásico, aunque en la última década han incorporado nuevas vertientes como el bolivarianismo latinoamericano. En la guerrilla colombiana el “tema nacional” nunca fue un problema, su identidad es claramente nacional no solo de “forma”. El contenido de la ideología guerrillera podría definirse como la traducción del marxismo a la condiciones de la lucha campesina de la que surgieron; y actualmente la acentuación de las referencias nacionales, bolivarianas y latinoamericanas.
El ELN sin embargo se plantea una política alternativa. Desde sus orígenes vinculados con la teología de la liberación y con la experiencia guevarista, promueven la asunción de una política más “comunitaria”, y definiciones ideológicas más “flexibles”. También su identificación con el Che los vincula con la idea guevarista de hombre nuevo. En este sentido sectores vinculados a los elenos han planteado recientemente una propuesta política que pone el acento en el poder popular.
Presentamos aquí sus concepciones por representar un matiz ideológico respecto de las FARC en lo que hace a la construcción de poder dual y que se relaciona con los debates que se introducen en nuestro trabajo. En un documento de formación llamado “El PODER POPULAR Como estrategia de construcción política” los elenos platean la necesidad del desarrollo “de una estrategia de construcción política erigida sobre el PODER POPULAR. Esta necesidad tiene implícita una concepción de lucha por el poder que rebasa la concepción estrategista de la "toma del poder" como resultado del asalto al gobierno y de aquella otra que considera que las transformaciones estructurales se pueden dar mediante la acumulación de pequeñas reformas. Por el contrario, la concepción del poder popular  coloca la mirada en la construcción de nuevas relaciones de poder que se van configurando a diario en la materialización de una nueva sociedad, una nueva gobernabilidad y un nuevo Estado, que se fortalece como acumulado político en el marco de un nuevo ordenamiento institucional, social y político revestido de la legitimidad que le conceden los distintos sectores sociales”
Mas adelante, asumiendo la concepción guevarista de hombre nuevo, plantean que “el primer escenario de construcción de poder popular lo constituimos nosotros mismos como personas (…) Un segundo escenario lo constituye nuestra familia (…) Un tercer escenario lo constituye nuestro barrio, la vereda, el caserío, el municipio en que vivimos, la localidad, la comuna… allí lo que hemos construido o queremos construir para nosotros es necesario construirlo para los demás (…) autogestión, de gestión social y política, en su empoderamiento permanente, en su auto-representación, debemos potencializar los liderazgos comunitarios y colocarlos en los puestos de conducción de la comunidad, en las juntas de acción comunal (…) En este escenario debemos construir en torno a los requerimientos básicos de trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, descanso y recreación, entre otros aspectos que surjan de la necesidad de la gente.(…) Un cuarto escenario los constituye nuestros lugares de estudio y trabajo. (…) Un quinto escenario lo constituye la lucha popular, social y política que mueve la voluntad colectiva hacia intereses comunes. Es la lucha por la soberanía y la independencia del país”
En el mismo documento continúan: “4. Construimos un programa político general y una plataforma de lucha que desarrollamos a través de planes y proyectos específicos que miden nuestros avances en logros y resultados concretos. 5. Se construye poder popular cuando nos constituirnos en una autentica Fuerza Política en proceso de crecimiento y acumulación de ejercicio de poder. 4. Debemos propiciar en cada espacio una normatividad alternativa. 5. Debemos crear la institucionalidad que sea necesaria para acceder a los recursos gubernamentales y diseccionarlos hacia el fortalecimiento de nuestra estrategia de poder. 6. Debemos propiciar, asumir y defender los gobiernos alternativos” Y mas adelante “Construir poder popular significa en términos prácticos construir nueva institucionalidad, nueva gobernabilidad, nueva economía, nueva juridicidad, nueva cultura, nueva educación, nueva sociedad, nuevo Estado, desde nuestras propias posibilidades y esfuerzos en un proceso de empoderamiento emancipador. Es importante dejar claro que la construcción de un Estado y sociedad socialista por la vía de la construcción del poder popular, no renuncia a la lucha por la conquista y la socialización de los medios de producción, la nacionalización n de los recursos estratégicos de la nación, la distribución equitativa de los beneficios de la producción social y a la administración total del poder del Estado”. Así en las zonas de asiento del ELN los guerrilleros obligan a las empresas a destinar parte de sus ganancias en la realización de obras decididas por las comunidades y mediante este método, a su vez, buscan lograr que la población se organice en instituciones propias de decisión no clientelares.
De esta forma el poder popular para el ELN no es simplemente, como para el autonomismo, poder local ni autonomía comunal o del sector, es doble poder nacional y se expresa a través de la lucha política “El poder popular se expresa en la democracia de la calle capaz de revertir a través de la movilización y la confrontación al régimen la política de explotación del modelo de desarrollo capitalista”. En este sentido es claro que para el ELN “El poder popular se expresa en procesos y realizaciones concretas en el marco de una estrategia política de construcción de una nueva sociedad y un nuevo Estado” o sea es poder dual y solo es popular si es contrahegemónico. Por ello critican la política de FARC de poner eje en la fuerza militar para plantearse como estado alternativo.
Para las FARC en cambio, el proceso se realiza de forma mas tradicional “Nosotros somos los representantes de las aspiraciones” de los oprimidos. Esas aspiraciones son conocidas porque son objetivas y se desprenden la  situación de miseria y dependencia de Colombia cuyos responsables políticos son centralmente la oligarquía colombiana y su eje estructural la propiedad de la tierra. De allí el programa innegociable de la guerrilla: Terminar con el latifundio y tierra para el que la trabaja. Un programa que es de transición (como la primera ley agraria cubana). La reforma agraria poblará al campo de propietarios individuales y cooperativas con una capacidad de acumulación lógica, regulada por el Estado, se respetará la propiedad privada conseguida “honestamente” y que produzca de acuerdo a los intereses nacionales.
El esfuerzo de las FARC en construir una alternativa nacional se manifiesta en su estrategia militar: Las guerrillas móviles, desplegarse y concentrarse con rapidez, atacar al enemigo simultáneamente en muchos lados para confundir y dispersar su fuerza. También sus tres leyes básicas son estructurales en el asentamiento de la guerrilla en los territorios: 1º reforma agraria, 2º ley tributaria[66] y 3º ley anticorrupción. Con estas los revolucionarios se proponen como superadores de las realidades inmediatas del pueblo y a su vez consiguen financiamiento y reclutas. Paralelamente los guerrilleros conciben su llegada al poder mediante la alianza obrero campesina en un gran frente patriótico democrático. En este sentido vemos que las FARC están mas cerca de una estrategia de construcción de doble poder para asaltar el poder del estado y desde allí construir una transición, mientras que el ELN piensa en la construcción de poder popular para iniciar la transición en el proceso de lucha y reemplazar al viejo Estado. Ambas estrategias tienen muchos puntos de vinculación ya que implican el ejercicio del poder de hecho en zonas liberadas y por lo tanto poder dual, Pero las FARC ponen mas énfasis en aparecer como institución estatal alternativa y desde allí impulsar el resto del proceso, mientras que el ELN plantea el esfuerzo de implicarse en las formas concretas y medulares del poder local en tanto contrahegemonía no solamente Estado. Por eso, si bien para ambas guerrillas las armas son innegociables, las FARC confían más de su ejército y de la eficiencia del mismo para proyectarse políticamente, mientras que el ELN intenta que su fuerza armada no aparezca como “toda” su construcción política. Pero con diferentes formas o matices, ambas organizaciones aparecen como una retaguardia (reserva estratégica) de las luchas populares.

Saltando miles de kilómetros y a otra realidad diferente, un caso ilustrativo de construcción de poder paralelo es el del Hizballah libanés. En los últimos años ha llegado a tener una relevancia notable al transformarse en una organización de masas con influencia en todo Medio Oriente. Es la fuerza de gobierno directo en el sur del Libano, en algunas regiones campesinas y gran parte de Beirut y ejerce influencia determinante sobre el conjunto de la vida nacional llegando a alcanzar en la actualidad gran consenso en franjas de la población no musulmanas. Gran parte de la izquierda marxista los reconoce como la cabeza de la lucha antiimperialista y reconoce también que sus propuestas sociales son progresistas al promover el acceso gratuito de todos a la salud y educación, como planes de vivienda e inserción laboral. En este sentido la división en la izquierda se dá sobre la valoración de los aspectos conservadores del Hizballah: entre los que priorizan la liberación nacional y la justicia social y los que priorizan el laicismo y la occidentalización.
Debemos recordar que Hizballah en 1982, durante la invasión israelí al Líbano y una parte importante del trabajo que realizó estuvo destinado a reconstruir y desarrollar las zonas afectadas por la primera guerra del Líbano. Fue el primero en asistir, gracias a fuentes de sustento económico comunitario (realizan una interpretación del islam donde el aporte del que mas tiene es determinante en su fe) y del mundo musulmán, a las clases pobres de la sociedad libanesa (principalmente chiitas). Con el correr de los años Hizballah fortaleció sus redes sociales, creando escuelas, centros de salud y dando posibilidades de trabajo y asistencia social a las clases pobres (un modelo luego aplicado por Hamás en Gaza en los años '90). Desde fines de los años '80 Hizballah ha sido quien implementa la política social y de seguridad en gran parte del país. Incluso quienes critican a esta organización concluyen que Hizballah ha ejercido un rol destacado en el ámbito social mucho más efectivo que los propios gobiernos libaneses (corruptos y prooccidentales), siendo esta una de las claves de su popularidad.
En el ámbito político esta organización posee una agenda nacionalista a nivel local, e islámica a nivel regional. Por un lado se ha convertido en una parte integral de la vida política libanesa, logrando altos niveles de popularidad fundamentalmente debido a su actividad social y gracias a una imagen de transparencia que no tiene comparación en el sistema político libanés. Como dijimos la invasión israelí cambió el mapa político libanés al expulsar a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y otras fuerzas progresistas aliadas. El Líbano quedó en manos de minorías de cristianos prooccidentales, con bases militares extranjeras y grupos mercenarios financiados desde Israel. Este vacío fue ocupado por Hizballah pero desde una nueva óptica. Tomó al Islam como bandera acentuando su parte social y enfocó su discurso público y accionar armado en la lucha contra las bases occidentales a las que logró expulsar y contra el ocupante israelí al cual también venció. Apoyándose en la fracción chiíta de la población carente de representación real y trabajando desde las escuelas islámicas (fuertemente legitimadas por la cultura musulmana) construyó escuelas, guarderías, viviendas, sistema de pensiones, y una milicia que además de combatir contra Israel garantizó la seguridad el sus zonas.
Otra organización que se construyó políticamente desde una situación similar (derrota de las antiguas fuerzas progresistas y ocupación extranjera) es Hamas. Su carta fundacional de Hamas dice en su Artículo 20 que: “La sociedad musulmana es una sociedad mutuamente responsable. El Profeta, plegarias y alabanzas a él, dijo: “Benditos son los generosos, estén en poblado o en camino, que han reunido cuanto tenían y se lo han repartido a partes iguales.” (…) En su tratamiento nazi, los judíos no han hecho excepción para mujeres ni niños. Su política de amedrentamiento es para todos. Atacan a las personas en lo que concierne a su sustento, (…) Para contrarrestar esas acciones, es necesario que en el pueblo prevalezca la responsabilidad social mutua. El pueblo debe hacer frente al enemigo como un solo cuerpo, en el que basta que un miembro se queje para que el resto del cuerpo responda sintiendo el mismo dolor” (…). Y mas adelante (artículo 21 detallan: “Responsabilidad social mutua significa dar asistencia, económica o moral, a cuantos se encuentran en necesidad, y participar en la ejecución del trabajo. Los miembros del Movimiento de Resistencia Islámica deben considerar los intereses de las masas como sus propios intereses personales. No deben escatimar esfuerzo para conseguirlos y preservarlos. Deben evitar todo juego sucio con el futuro de las generaciones venideras y todo aquello que pudiera ocasionar pérdida a la sociedad. Las masas son parte de ellos y ellos son parte de las masas. Suya es su fuerza y suyo es su futuro. Los miembros del Movimiento de Resistencia Islámica deben compartir la alegría y el dolor del pueblo, adoptar las demandas del público y todos aquellos medios que permitan satisfacerlas. El día en que ese espíritu prevalezca, la fraternidad se robustecerá, la cooperación, la solidaridad y la unidad se acrecentarán, y se compactarán las filas para hacer frente a los enemigos”. Como vemos identifican su enemigo principal y construyen una ideología de unidad nacional y solidaridad social, esto nos permite catalogarlos como movimientos de liberación nacional, a su vez se fortalecen como Estado paralelo con aspiraciones de ser todo el estado y fortalecen una cultura de resistencia alternativa basada en el islam.
El trabajo realizado es contrahegemónico y es claro que en el Líbano Hizballah es un Estado paralelo que convive con el Estado y aún dentro del Estado ya que dispone de diputados, ministros, etc. En este caso se verifica la hipótesis de Troski “Este sistema no es estable (...) antes de que las clases rivales se decidan a enfrentarla (la guerra civil) pueden verse obligadas a soportar durante bastante tiempo, y aun a sancionarlo, el sistema de la dualidad de poderes...”. Aunque en el caso libanés el doble poder Estado formal-Hizballah se consolidó y sancionó con posterioridad a la guerra civil y la intervención extranjera. Pero ¿es poder popular? ¿Representa nuevos valores de las clases oprimidas? ¿Las organizaciones sociales impulsadas por Hizballah existen más allá del partido? O es solo un armado estructurado en torno a clérigos conservadores que resisten al imperialismo desde el anacronismo porque pretende transculturizar al mundo musulmán. Podemos decir que Hizballah es la expresión genuina de la resistencia popular (y esto es indudable aunque se los considere conservadores), pero también consideramos que expresa muchos valores progresivos en lo económico, en lo político y lo social para los sectores más postergados. Ya que desde nuestra perspectiva el camino del progreso debe ser seguido por los pueblos de acuerdo a sus formas y en relación de amistad y tolerancia con otras culturas y no a las impuestas desde afuera. También que la reacción ante occidente por parte de los musulmanes incluye valores conservadores relacionados con la tradición.
¿Hasta que punto los valores tradicionales de las masas son base para una construcción contra-hegemónica? ¿Hasta que punto los prgresistas que vienen en naves militares y empresas extranjeras son “el progreso”? Gramsci decía que los revolucionarios debían buscar los “núcleos de buen sentido” en el sentido común de las clases subalternas. Sin dudas el enfrentamiento al imperialismo occidental debe basarse en una lucha que también abarque lo cultural esto seguramente será así en América Latina para lograr la emancipación y cada pueblo tendrá un vía propia hacia un objetivo común. Reflexionaba Carlos Olmedo líder de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Argentina, respecto a críticas que intelectuales progresistas hacían a la revolución argelina y ciertos valores conservadores de la misma) que los revolucionarios socialistas debían ser transigentes con algunos aspectos conservadores de las masas movilizadas en su lucha por la liberación nacional. Esto era así porque occidente presentaba su invasión con un barniz superficial de progreso y el discernimiento entre lo progresista (que las mujeres usen minifalda si lo desean) y lo reaccionario (el saqueo económico y el vasallaje político y sus consecuencias sobre toda la sociedad) debía quedar para el futuro Estado revolucionario. Aunque podemos reflexionar desde nuestra perspectiva que para que el poder popular sea de verdad popular y exprese nuevos valores positivos, hay ciertos aspecto de “lo popular” o tradicional que no pueden ser aceptados en función de captar masas (por ejemplo, la violencia contra la mujer en sus diferentes formas).
Decíamos más arriba que Hizballah surgió a partir de la invasión israelí al Líbano, en general los movimientos de resistencia de carácter islámico se han multiplicado en los últimos años y todos ellos surgen a partir de una ofensiva sin precedentes del imperialismo occidental y sionista sobre el mundo islámico. Frente a esa ofensiva los anteriores movimientos de liberación nacional, patrióticos y socialistas cayeron uno tras otros con mayor o menor heroísmo o simplemente mutaron adaptándose a la situación impuesta, las esperanzas de progreso que las masas depositaron en ellos no se cumplieron y hoy una nueva corriente aparece en su reemplazo desde lo más íntimo del sentir musulmán. Es en ese sentido, como plantea Samir Amín en su tesis sobre las mutaciones del Islam, que corrientes que en la primera mitad del siglo XX operaban en forma reaccionaria apoyadas por el imperialismo para alternativizar a los movimientos de carácter nacionalista o izquierdista. Pero hoy algunas corrientes que pueden encontrar esas mismas raíces ocupan el lugar de la resistencia. Dice Hasan Nasralla líder del Partido de Dios “La principal fuente del mal en este mundo, la principal fuente del terrorismo, la principal amenaza a la paz mundial y al desarrollo económico de este mundo, la principal amenaza al medio ambiente de este mundo, la principal fuente de... muerte y agitación, guerras civiles y regionales en este mundo son los Estados Unidos de América.”
 Hace más de 20 años que el Partido de Dios comenzó su trabajo, el cual no debe ser opacado por la audacia de sus acciones armadas que, aunque fundamentales, son solo la punta del iceberg de su política. La intransigencia en un periodo de retroceso de las demás organizaciones populares árabes combinado con un ejercicio práctico y ejemplar del poder ha hecho de esta organización de un pequeño país una fuerza de enorme poder que irradia su influencia sobre la región.
El caso del Hisballah, que mencionamos arriba, parte del Islam sentido común popular y de una agresión integral de occidente contra los árabes y musulmanes. A pesar de que la agresión es la misma, América Latina no existe una base cultural integral que hoy oficie de plataforma común de resistencia. En América latina la iglesia católica es hegemónicamente legitimadora del sistema occidental y cristiano, y los valores de conservación (como todas las religiones) que promueve son intrínsecamente funcionales al debilitamiento de la voluntad colectiva e individual de lucha de los oprimidos, mientras que la misma iglesia opera en forma activa como movilizadora y legitimadora del accionar de las clases opresoras y sus instituciones. En los momentos históricos de mayor movilización revolucionaria de masas corrientes católicas “de base” o “del tercer mundo” se multiplicaron promoviendo una religiosidad que expresara los intereses de los oprimidos, pero nunca pasaron de ser expresiones minoritarias y perseguidas por La Iglesia. Quizás esta in variancia reaccionaria se deba al carácter absolutamente antidemocrático del catolicismo institución, frente a las demás religiones menos centralizadas.
El tema de la religión interesante por dos motivos. Primero por que la religión es parte del “sentido común” del pueblo y la capacidad de tomar elementos de este sentido común debe ser parte de las políticas de los revolucionarios. Segundo por que como pensaba Gramsci existen dos caras de la religión católica (para ricos y para pobres). Esto se relaciona con la necesidad de un catecismo marxista popular, capaz de hacer carne en las masas. El italiano reflexionaba sobre la vulgarización del marxismo mediante manuales como el de Bujarin (agregamos nosotros los posteriores manuales soviéticos) lo que consideraba una necesidad para presentar a las masas ideas sencillas fáciles de apropiar por todos los oprimidos. Pero alertaba de sus peligrosas consecuencias sin la existencia de una contrapartida que permita el mantenimiento del nivel de reflexión marxista en lo más alto de las ciencias sociales. Lo que advertía Gramsci era que la iglesia buscaba mantener escindidos estos dos catecismos, mientras que los revolucionarios debían trabajar para elevar a las masas desde sus las ideas simples a la comprensión de los complejo. Justamente es allí donde planteaba los temas del intelectual orgánico y el bloque histórico. Creemos que estos planteos del italiano deben relacionarse con sus reflexiones sobre el sentido común, la cultura popular y la creación de una voluntad colectiva nacional popular[67].

Otro ejemplo entre la experiencias de guerrilla urbana es la desarrollada en el país vasco por la ETA guarda relación con la desplegada en la Argentina por sus condiciones y formas. La guerrilla vasca se mantiene en forma de comandos clandestinos urbanos como la guerrilla argentina. En Argentina las denominaciones “ejercito” nunca pasaron de un formalismo en montoneros, ni sus milicias lograron fuerte arraigo social, mientras que el ERP fue derrotado cuando desplegó unidades numerosas, fracasó en el monte, y solo supero la acción de comandos en acciones puntuales: concentrando grupos para la acción sobre un cuartel y dispersándolos después. Por ello consideramos que la guerrilla argentina siempre e mantuvo en situación de comandos urbanos clandestinos.
¿Cómo sobrevivió ETA tanto tiempo? Representó ante una corriente importante de la población vasca una serie de valores contra-hegemónicos, los valores de una nación vasca socialista frente a un Estado español extranjero y capitalista. La difusión del idioma vasco, de valores vascos recuperados o inventados pero siempre distintivos, bares, asociaciones juveniles, música típica y rock, diarios, alcaldes y diputados, todo hacia a la existencia de una contra-hegemonía que se extendía en torno a ETA en un espacio social amplio y aún a sectores nacionalistas burgueses. Los vascos crean o recrean elementos distintivos de la nacionalidad. Estos elementos expresan una contra-hegemonía de carácter nacionalista, y se relacionan con la construcción de la idea nacional en pueblos que se resisten a la integración en entidades nacionales más amplias[68], más que a una situación de carácter colonial o dependiente. El revivir de la nación vasca permitió a los “etarras” contar con nuevos reclutas a pesar de las caídas permanentes, y con una “selva social” urbana en donde estar a buen recaudo a pesar de no disponer de zonas liberadas en sentido estricto (a diferencia de Colombia o Medio Oriente).
Sin dudas las acciones vascas no parecen destinadas a lograr el consenso. Pero al ser identificada como una guerra nacional no importan los métodos mientras sean aplicados al “otro” enemigo, ocupante, colonizador, (como los palestinos e Israel, aunque la situación vasca es mucho menos clara), que no es parte de la nación. Los guerrilleros, que dada la situación de guerrilla urbana y convivir con el Estado enemigo no cuentan con milicias ni columnas guerrilleras, si han desarrollado expresiones electorales de peso, poderes locales e institucionales de hecho y de derecho. Por lo tanto mas allá del poder militar, cobran impuestos a los empresarios locales para financiar la lucha. Mientras el consenso de una parte importante de la población se sostuviera y la mayoría de la sociedad vasca considerara la contradicción con el Estado español como central, su supervivencia estaba asegurada. Por eso el Estado español fue contra estas instituciones contra-hegemónicas nacionalistas radicales de la sociedad civil tanto como contra ETA (periódicos, partidos políticos, agrupaciones juveniles, etc.). Pero a diferencia de Argentina donde la frontera política de los bandos es mucho más difusa, los vascos construyen la identificación de su lucha con una causa nacional y el reclamo es la independencia. En ese sentido trabaja ETA y las organizaciones sociales afines recreando permanentemente la identidad nacional vasca que los legitime como herramienta de independencia.
Un caso que merece ser mencionado es el de Venezuela (también podría ser Bolivia) por ser un proceso donde las transformaciones parecen realizarse a partir de un camino diferente a los ejemplificados en este trabajo. No es nuestra intención abordarlo en profundidad, pero si tomarlo en cuenta para que no aparezca como conclusión de este escrito que adherimos a algún tipo de fetichzación de una “vía hacia la toma del poder”. A simple vista salta que en Venezuela el proceso de cambio se esta dando a través de mecanismos primordialmente institucionales y que lo electoral juega un rol determinante.
Debemos destacar que en el origen del proceso venezolano hay una tentativa de golpe de estado nacionalista hecha por un grupo de militares que coloco a su líder, Hugo Chávez, en una vitrina ante las masas descontentas. Relacionado con esto hubo un profundo proceso de distanciamiento entre el personal político de los partidos democráticos y el pueblo venezolano cuyo hecho paradigmático fue la masacre cometida por el gobierno socialdemócrata durante el Caracazo. El triunfo electoral de Chávez con un discurso populista radicalizado contra todos los partidos tradicionales habría la puerta a algo nuevo. Pero lo novedoso es que eso nuevo debía nacer a partir de este triunfo. No había programa claro, ni organización con un proyecto, ni cuadros formados en una ideología. Así las clases oprimidas sintieron la posibilidad de una revancha histórica y la sociedad se dividió en dos bandos irreconciliables. La profundización de la lucha de clases, motorizada más por el rechazo de la burguesía y las clases medias al “aluvión zoológico”, que por un nivel de organización y conciencia popular, produjo etapas de radicalización del gobierno chavista.
El líder de masas Chavez parece ser, a la cabeza del viejo Estado, el impulsor y garante de los avances que se fueron dando en medio de una marea popular de débil autoorganización, sin una clase obrera fuerte ni sindicatos que la organizaran, con un partido creado desde el Estado de dudosa capacidad dirigente propia y en un país de muy débil desarrollo productivo con una economía rentística e informal. Lo interesante no es tanto el proceso nacionalista estatizador, ni siquiera el proyecto de participación obrera en los intentos de avanzar en modos de gestión socialista de algunos medios de producción. Sino el impulso a organización de gestión y administración paralelas al viejo Estado: las comunas, las milicias bolivarianas o las misiones. El intento de crear una administración integral en el territorio donde se elimine la escisión radical entre representantes y representados y todo el poder resida en la comuna.  La voluntad de extender la capacidad de ejercicio de la violencia institucional a capas amplias de las masas. Esa especie de ministerios paralelos que fueron las misiones creadas para resolver problemáticas específicas que la insoportablemente inútil administración estatal no podía resolver, sumados a los intentos de elaborar formas de gestión obrera, parecen ir en el camino de la creación de poder popular desde la cabeza del viejo estado. De materializar ese poder en un estado paralelo que al final del camino sea que lo reemplace e impida el retorno de lo viejo. Sabemos que una de las condiciones de éxito de este proceso es la viabilidad económica de corto plazo y otra el compromiso organizativo de las masas. Por eso Venezuela debe ser seguida atentamente por los ojos de los que queremos transformar la sociedad 
Hemos mencionado tres casos provocativos (Hizballah, FARC y ETA) y tomado en capítulos anteriores otros dos (EZLN y MST). Pero se deberían mencionar más casos muy interesantes (y algunos clásicos) como el Frente Martí para la Liberación Nacional, el Movimiento 26 de Julio, el caso Chino desde Yenan hasta el fin de la guerra contra el Japón, el caso de Sendero Luminoso y el MRTA en Perú, El Frente de Liberación Nacional de Argelia, el caso palestino, el partido Baas, el IRA en Irlanda del Norte, Vietnam, Hamas, la resistencia palestina, y el islamismo en general, Venezuela y Bolivia la última década, etc. Todos casos que expresan a través de movimientos diversos, revolucionarios, marxistas, nacionalistas, antiimperialistas o simplemente movimientos de reacción ante la opresión, formas de lucha y ejercicio del poder por fuerzas que buscan la transformación de la situación política y social de países oprimidos. Los mismos casos que presentamos como ejemplo deberían ser vistos con más profundidad por quien se sienta provocado por ellos para avanzar en el estudio de luchas que aspiran a la construcción de poder de cara a un nuevo Estado. Quizás el grado de desarrollo de la lucha popular en nuestro país debería remitir al estadio más embrionario de estas mismas experiencias o a experiencias que en la actualidad se encuentre en un grado de formación más cercano (Venezuela, Bolivia). Pero, insistimos, comprender experiencias donde las contradicciones hayan llegado a un punto explosivo y donde la organización contra-hegemónica exprese claramente otro poder de referencia ineludible nos permite pensar más allá de la coyuntura.

11-Balance en torno a la construcción de estrategias populares

Como planteábamos al principio autonomía es un concepto que en la última década adquirió notoriedad en nuestro país pero que tiene múltiples significados. Nosotros pretendemos aquí rescatar uno de ellos: la construcción de poder popular dentro de una estrategia revolucionaria, solo es tal si se articula con la autonomía de las organizaciones populares “sociales”. O sea deberíamos concebir al poder popular como la materialización del “espíritu de escisión” a nivel organizaciones de la sociedad civil. En ese sentido las fuerzas políticas antisistema deberían fortalecerse en ese camino y no subordinando orgánicamente a las organizaciones sociales. Dice el filósofo Rubén Dri en polémica con Negri, Holloway, Foucault “…Los micro-poderes se encuentran englobados en mega-poderes, y así como hay que construir los primeros, también hay que construir los segundos. De la microfísica es necesario pasar a la macrofísica, no en forma lineal sino dialéctica. Los pequeños poderes se encuentran englobados en mega-poderes. No hay paso lineal de unos a otros. Esto significa que la lucha ya sea barrial, villera, campesina, en las cárceles, en la escuela, en la familia, debe conectarse dialécticamente con un lucha más amplia, que tenga como horizonte la totalidad.” Para nosotros esta totalidad se relaciona con la organización revolucionaria y la construcción de un Estado de nuevo tipo (o de transición).  Se debe mantener una perspectiva de construcción contra-hegemónica de largo plazo. La organización existe como vanguardia del conjunto de forma dialéctica no por disciplinamiento estructural al partido dirigente. La autonomía de las organizaciones populares de la nueva hegemonía es a la organización dirigente, algo así como la autonomía de las organizaciones de la burguesía es al Estado burgués. Para que un nuevo poder esté consolidado y sea verdaderamente popular debe estar rodeado por una red de organizaciones populares que garanticen la existencia de la nueva sociedad más allá del poder del nuevo Estado o del partido dirigente.
Por el contrario ¿que sucedería en el caso del aislamiento de una construcción asentada en lo local y ante la falta de perspectivas nacionales y totalizadoras? Se alimentará de las contradicciones y necesidades planteadas desde lo micro, entonces la estrategia del poder local deriva naturalmente en reformismo, en el intento de construir comunidades autónomas de poca incidencia en el núcleo capitalista del poder, o a  los sumo,  organizaciones que luego de muchos años de trabajo de hormiga minen las bases del sistema capitalista y en ese trayecto aún ese horizonte se perderá y seria difícil no caer en el oportunismo, en la integración o la disolución.
Debemos poner énfasis en que en la propia Italia donde el autonomismo tuvo su cuna, existe una génesis histórica que debe buscarse en la historia de la lucha de los trabajadores italianos, tanto en las luchas de los 60 y 70 como en las luchas de los consejos de fábrica que, entorno al 20, protagonizó el propio Gramsci. Las ideas de autonomía obrera de los períodos anteriores devienen en la pos-modernidad en autonomismo no obrero. Pero si la lucha que tenía su eje en la fábrica mantenía a los militantes vinculados permanentemente al conflicto de clases de la sociedad nacional, el “repliegue” a los márgenes permite alimentar la ilusión de “vivir con nuestros propios códigos por fuera de la sociedad capitalista”. O sea perder el horizonte del conflicto estructural del sistema ya no visto como la disputa por la propiedad de las riquezas materiales. Creemos que los planteos posmodernos son consecuencia de la derrota política militar e ideológica de la década del los ochenta y noventa y son la otra cara de la moneda del avance de la globalización y el neoliberalismo. Y esta hipótesis es sustentada por las mismas fuentes inmediatas de donde surgen las ideas posmodernas (y sus continuadoras mas o menos maquilladas) el pos estructuralismo, el giro lingüístico, la teoría de los movimientos sociales y todos los nuevos paradigmas que corren el foco de atención de la dominación a la diferencia, de los conflictos nacionales y de clase hacia las reivindicaciones de múltiples actores, de la totalidad a los fragmentos, etc.
En nuestra concepción de autonomía, que rescatamos en este trabajo como reflexión crítica de experiencias políticas revolucionarias anteriores, el concepto lo pensamos desde la perspectiva de la autonomía de clase. De esta base comprendemos que las críticas al socialismo que sustentan al autonomismo no deben ser desoídas. Es concreto para nosotros que la lectura del Que hacer hecha bajo la momia de Lenin deshistorizó su pensamiento y produjo un catecismo organizativo que llevo al debilitamiento de los procesos revolucionarios a través del absolutismo del partido o del Estado. Pero esto no implica que dudemos de la necesidad de políticas nacionales y organizaciones que expresen la construcción de vanguardia.
Decía Gramsci que “Esta unidad de la espontaneidad y la dirección conciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto a política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas”. Es lo que nosotros llamamos el salto de lo meramente económico a lo político, que solo sucede y se consolida como tal con la existencia de organizaciones políticas cuya esencia sea el despliegue de la política nacional de las clases oprimidas. O sea de una “voluntad colectiva nacional popular” con hegemonía revolucionaria.
En realidad existen y existieron un sinnúmero de fuerzas que se plantearon transformarse en esta herramienta. La mayoría no pasaron de ser “grupos que se limitan a apelar a las masas”. Existen muchas razones que podrían explicar estos fracasos; pero, creemos, que existe un punto que podríamos llamar de acumulación política originaria que permite pasar de la marginalidad a ser una organización con capital político propio. Esta acumulación originaria está directamente vinculada a la construcción de poder popular y a la capacidad de ser la referencia política de esa resistencia de masas que intuye la necesidad de lo nuevo. No son solo recursos económicos o poder de fuego, ni siquiera conocimiento y prestigio entre las masas (Montoneros tenía un prestigio enorme y no sobrevivió). Es la red de organizaciones de la sociedad civil que sirven tanto de base como de retaguardia, pero que también son ellas mismas contra-hegemónicas, más allá de la organización misma.
O sea, esta acumulación originaria se relaciona directamente, con la necesidad de que una organización revolucionaria que pueda subsistir en el tiempo exprese a una parte de la sociedad que posea valores políticos y culturales y perspectivas de vida distintas a las hegemónicas o en combate con ellas. Siguiendo al  MST de Brasil, podemos decir que una organización revolucionaria se desarrolla como parte de una Revolución cultural. Que es esto para el MST: “Una revolución cultural deberá ser (un) nacimiento o renacimiento doloroso, para al mismo tiempo en que resistimos al capitalismo, instalamos un nuevo orden territorial con elementos que  no muden solo las apariencias, sino también la esencia del modo de producir una existencia personal y social de las comunidades campesinas” una construcción contra-hegemónica que debe evitar los riesgos de integrase y resignificarse funcionalmente al sistema, por lo tanto se deberá trabajar en “radicalizar las contradicciones para garantizar el avance del MST”.
De esta forma la lucha local va de la mano tanto de la generación de nuevas relaciones humanas internas como de la construcción de una organización para hacer la revolución política en Brasil. Aunque “Teóricamente una revolución cultural solamente sería posible o tendría viabilidad con posterioridad a la toma del poder por la clase trabajadora, para así rectificar determinadas deformaciones adquiridas antes o durante el proceso revolucionario, en vistas a la implantación del socialismo. (…) podríamos decir que la revolución cultural sería una revolución dentro de la revolución (...) estando ya con el poder hegemónico en nuestras manos” [69]. O sea polemizando con la idea de que el poder local puede realizarse como revolución integral el MST considera que el desarrollo completo de la revolución cultural es un proceso que solo terminará después de la toma del poder. En definitiva, entendemos como una cultura popular (lo mas ampliamente definida en el sentido de la revolución cultural) que se exprese en una red de organizaciones propias, diferentes y antagónicas con las tradicionales. Es aquí donde se ha pasado el umbral de acumulación política originaria.
Es aquí donde tallan los “núcleos de buen sentido” de los que hablaba Gramsci. El encontrar puentes  entre las organizaciones políticas que pretenden alcanzar el estatus de revolucionarias y el sentido común de las masas es lo que permite disputar la hegemonía y abrir caminos para la generación de contrahegemonía. Sobre este punto escribía Gramsci que “Existe, pues, una multiplicidad de elementos de dirección conciente en estos movimientos (económicos, espontáneos, de base, etc. aclaramos nosotros) pero ninguno de ellos es predominante ni sobrepasa el nivel de la conciencia popular de un determinado estrato social, del sentido común, o sea de la concepción del mundo tradicional de determinado estrato”. Recordemos que la visión del mundo de las clases subalternas forma para el italiano una concepción fragmentaria, disgregada, con mezclas de tradiciones antiguas, prácticas propias de clase e ideas dominantes, pero no constituyen una concepción orgánica que permita que las respuestas espontáneas se transformes en crítica total. Reconocer en tradiciones, valores, identidades populares, elementos que sirvan de base para unir el “sentir y el saber” y para darle a ese saber sentido y a ese sentir proyección.  Esta es una tarea de acumulación política originaria que permite pasar de la marginalidad radicalizada o de la integración periférica a la creación de poder popular y la política revolucionaria.
Es necesario para colaborar con la creación de poder popular por parte de una organización política operar con audacia en las crisis y resistir consolidando en los momentos de tranquilidad. En los momentos de distensión fue cuando las guerrillas colombianas más crecieron. Pero debemos aclarar, hay crisis parciales, que solo afectan un aspecto de la hegemonía pero que permiten acumular en diversos terrenos y frentes en momentos diferentes. Una crisis en el ámbito gremial no debe ser vista como una crisis revolucionaria que nos acerca linealmente al asalto al poder, sin dudas es una trinchera de combate, más importante que otras, pero depende de la relación de fuerzas y de la solidez de la hegemonía del bloque dominante la posibilidad de un salto a partir de conflictos sectoriales. Como dijimos antes, las trincheras son mucha amplias y su dispositivo es profundo.  Habiendo superado el límite de la acumulación de fuerzas originaria, la existencia de poder popular debería manifestarse en doble poder, en situaciones políticas, sociales, económicas, culturales o militares concretas y capaces de existencia institucional.
Lo dicho nos permite pensar en la idea de poder popular y de doble poder como la base para la generación de condiciones contra-hegemónicas en el marco de una guerra popular de largo plazo donde la conquista de espacios, en éste caso territoriales y sociales no institucionales (o parte de una nueva institucionalidad), permitiera darle a los revolucionarios perspectivas más acá del asalto al poder y contemplando los flujos y reflujos con que se desarrolla la lucha de clases. Sería dar la “guerra de posiciones” propuesta por Gramsci barrio por barrio, fábrica por  fábrica, frente por frente, articulada en una estrategia nacional y galvanizada por un partido u organización en el rol de “intelectual colectivo” propio[70]. En esta lucha los espacios institucionales en el viejo Estado sirven pero solo en tanto sean producto de una política clara que no confunda a los oprimidos generándole falsas expectativas en gobiernos reaccionarios y sean puestos en función del fortalecimiento y la construcción del poder dual. El caso de Venezuela es hoy (2009) el eje del debate en torno a esta contradicción.
Si leemos y vemos las prácticas y escritos de los revolucionarios argentinos de las décadas pasadas, la asunción de esta integralidad en los diferentes planos, donde todos son definitorios en la pelea por el poder, no estaba presente o solo lo estaba en él discurso. La complementación entre las necesidades simultaneas de obtener legitimidad, construir contra-hegemonía, construir poder y sostener los objetivos estratégicos, es algo que los revolucionarios del siglo XX no alcanzaron a resolver con claridad. Y esto fue definitorio en su derrota cuando la complejidad de la ofensiva enemiga alcanzó todos los ámbitos de la vida social. Esto se relacionó, entre otras cosas; con los déficits con que abordaron su herramentación conceptual para la interpretación de la realidad y la historia: los déficit y oscuridades del marxismo de la tercera internacional y el nacionalismo de los movimientos de liberación. Si en la articulación entre coerción y consenso está la clave de la dominación política de la burguesía (y ésta siempre lo tuvo claro), para las organizaciones revolucionarias la construcción de herramientas que articularan la coerción desde la vereda de los trabajadores solucionaba el problema del consenso y del poder, atajo que dejaba de lado o pasaba a un plano secundario el impulso de políticas destinadas a generar una contra-hegemonía capaz de darle base en el largo plazo al propio proyecto.
Muchos temas relacionados directamente con lo tratado en este trabajo quedaron en el tintero, otros apenas fueron presentados. Es nuestra intención introducir estos problemas como los centrales a la hora de la lucha política para que la lucha popular pueda sedimentar en mejores y superiores experiencias, superando la mera contestación, resistencia y testimonio. Sin dudas cuestiones como el rol de la vanguardia y el balance de experiencias en torno a ese tema; la cuestión nacional, la violencia revolucionaria y reaccionaria entre otros son parte de este debate y no nos hemos detenido en ellos a lo largo de este trabajo. Quedarán para los debates, contestaciones o enriquecimientos que vengan. Las experiencias que hemos tomado como ejemplo están sometidas a las vicisitudes, idas y vueltas de la historia y de los hombres que las encaran. Por eso consideramos que la transitoriedad es parte de cualquier experiencia política humana. No hay balances permanentes sino balances históricos de acuerdo a las preguntas que nos hacemos respecto a los problemas que nos interesan. Por último creemos que los actuales procesos de Venezuela y Bolivia, merecen una atención especial que en este trabajo no hemos podido darle, ya que su devenir se relaciona directamente con el tema del poder, el socialismo, la hegemonía y la capacidad de los oprimidos de darle su impronta al proceso político.
El debate central en el que buscamos intervenir y que orienta estos apuntes busca poner en el centro de nuestra reflexión el tema del poder. Poder para que y para quién. El poder como algo que se genera en el seno de las relaciones sociales y que no puede ser ignorado por las organizaciones de las clases oprimidas. El poder como algo más complejo que “una cosa que esta en un lugar”, pero necesario de comprender e identificar para que podamos llevar adelante la transformación social. Por ello hablamos de poder popular que será un poder sobre las clases opuestas al cambio, el poder capaz de dirigir herramientas que permitan el progreso económico, social y cultural de nuestro país y Latinoamérica. Un poder que será vía hacia la libertad e igualdad para las clases oprimidas y garantía de hacer real la soberanía nacional.


Guillermo Martín Caviasca (2009)



Salas Ernesto, La resistencia peronista La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.






[1]. La subalternad no es simple degradación o explotación sino que consiste en otra cosa. En la definición gramsciana, los grupos subalternos son enunciados como disgregados y discontinuos, “siempre sujetos a la iniciativa de los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan y sublevan”, como el sector marginado de la historia o de la sociedad, en oposición al grupo dirigencial formado por las élites que detentan el poder político, económico, ideológico y cultural. Sin desechar la noción de subalternidad nosotros consideraremos que con hegemonía plena de la burguesía lo que existe es una opresión integral (que excede la explotación meramente económica) pero que lo económico es fundamental y eso es lo que define las clases. 
[2] Hablamos de Praxis en el sentido de unidad dialéctica entre experiencia práctica y desarrollo teórico. En el mismo sentido que Antonio Gramsci le dio al marxismo al llamarlo filosofía de la praxis. La implicancia de este planteo es clara, la práctica humana en todos sus planos se hace en la historia y es en el desarrollo histórico en el que se articula pasado presente y futuro.
[3]. Existen muchas organizaciones que despliegan (o desplegaron) la lucha armada en diferente grado bajo regímenes “democráticos” y consignen bastante éxito como en Colombia, Perú o Líbano. Es más la derrota de las organizaciones peruanas de debió a la supresión de las libertades democráticas ya que mientas estas existían el nivel de aceptación de las mismas parecía ir en crecimiento. Es, para nosotros, la naturaleza excluyente, las desigualdades evidentes y la ausencia de derechos sociales y económicos lo que hace a que el ejercicio de la “lucha armada” cuente con mayor o menor posibilidad de éxito como vía para la conquista de derechos y surgimiento del poder popular. Indudablemente la legitimidad de la violencia revolucionaria parece mucho más sencilla bajo gobiernos que desarrollen políticas antipopulares y que a su vez tengan cerrados los mecanismos electorales.
[4] De esta forma la concepción gramsciana de hegemonía se separaba de la Bolchevique ya que coloca en un lugar determinante la dirección ideológica y cultural mientras que para Lenin lo político militar determinaba al resto.
[5] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución, Pag. 362
[6] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel Pág. 104.
[7] Gramsci, Notas sobre Maquiavelo…, Pag. 28
[8] El concepto de pachacuti se refiere a un cambio revolucionario de era. La llegada de los Incas fue considerado el los Andes un pachacuti .Su nuevo sistema político que ordenaba  (o pretendía hacerlo) toda la vida de las comunidades: producción, vida social, ubicación geográfica, reorganizaba la religión (ideología), determinaba que producir y como distribuirlo. La llegada de los españoles, con las consecuencias conocidas, fue el inicio de otra era.
[9] Ver David Harvey La condición de la posmodernidad: Investigación sobre los orígenes del cambio cultural 1998, Buenos Aires: Amorrortu editores
[10] Existen en Argentina hacia el 2009 unos seis millones de trabajadores empleados en el conjunto de las empresas unos tres millones de desocupados y el resto unos cinco millones es empleo precario, cuentapropismo, en negro
[11] En realidad la situación es aún más compleja, al agregarse sectores tercerizados, trabajadores por cuenta propia, talleres familiares y clandestinos, ventas de servicios especiales por fuera de la estructura de la empresa. Indudablemente es un enorme retroceso para la case trabajadora la existencia de un (aproximadamente) 50% de empleo en “negro” (no cubierto por los convenios colectivos, ni por las leyes del estado) que además debilita el poder de negociación de los sindicatos. Como también es un dato a tener en cuenta la existencia de varios millones de personas en edad laboral cuyo acceso al mercado de trabajo solo se da en forma intermitente, en trabajos muy precarios (cartoneros), o súper-explotados (semi-esclavizados), dependientes de la asistencia social. Este sector además se realimenta con nuevas generaciones de jóvenes semianalfabetos, mal alimentados, con deficiencias de salud y embrutecidos culturalmente Pero  el núcleo de la clase trabajadora que mueve la administración el transporte y la industria mantiene una serie de beneficios (de acuerdo a la rama de la producción, por ejemplo la educación esta retrasada respecto a los mecánicos), y se mantienen aislados del resto, casi como una especie de clase media.
[12]  Nombre con que se conoce el alegato de Fidel Castro frente al tribunal que lo enjuiciaba por el asalto al cuartel Moncada. En este alegato Fidel define los objetivos de su movimiento y la composición de clase del frente revolucionario.
[13] Polémica Puiggros- Jauretche en la revista Revista Qué, 12 de agosto de 1957 o en El proletariado en la revolución nacional segunda edición 1968 ed. Sudestada Bs As.
[14] Entendemos hegemonía como la capacidad de una clase de imponer sus intereses en los diferentes planos de la vida social sin necesidad de recurrir centralmente a la fuerza, y de que otras clases acepten como propios estos intereses.
[15] Marx consideraba que la sociedad moderna tendía hacia una homogenización cada vez mayor en dos polos: los dueños de los medios de producción cada vez más concentrados y el proletariado industrial cada vez más numeroso. Pensaba que todas las demás clases (pequeños propietarios, artesanos, campesinos, etc.) se transformarían en miembros de ese cada vez mayor ejército de obreros. La tendencia general a la concentración y desposeción se dio y continúa, pero esta no ha producido un proletariado homogéneo ni ha eliminado definitivamente a clases burguesas no concentradas.
[16] La concepción que estamos planteando es la de Estado como dictadura más hegemonía y proviene de Gramsci “por Estado debe entenderse además del aparato gubernamental también el aparato “privado” de la hegemonía o sociedad civil.” Gramsci, Antonio Cuadernos de la cárcel Pág. 105. Y sigue mas tarde discutiendo las ideas de  Benedeto Crocce “en algún lugar Crocce afirmó que no siempre hay que buscar el Estado allí donde lo indican las instituciones oficiales, porque a veces aquél podría encontrarse por el contrario en los partidos revolucionarios: la afirmación no es paradójica según la concepción de Estado hegemonía conciencia moral, porque en efecto, puede suceder que la dirección política y moral del país en una determinada situación difícil no sea ejercida por el gobierno legal sino por una institución privada e incluso por un partido revolucionario” Pág. 126. Es muy interesante esta hipótesis gramsciana para pensar en nuestro intento de definir que es el poder popular y el doble poder.
[17] Esto se relaciona también con el grado de presencia del Estado capitalista en la sociedad. Cuanto más están desarrolladas las instituciones privadas de la sociedad civil capitalista, más fuerte será el sistema. Cuanto más presencia tenga el estado y menos la actividad privada más afectarán al conjunto del sistema las luchas contra el Estado. Por eso en las sociedades donde el capitalismo liberal esta plenamente desarrollado (donde no solo es estructura económica sino también cultural) el Estado es el articulador general y reaseguro del conjunto pero no el sistema en si.   
[18] A lo largo de los Cuadernos de la cárcel Gramsci presenta varias acepciones de Estado: Dictadura mas hegemonía, Estado mas sociedad civil, etc. desde nuestra óptica todas se relacionan con el pensamiento de que la sociedad capitalista se reproduce a través de instituciones que exceden a las estatales propiamente dichas y que penetran profundamente a la sociedad. Este tema es discutido por Perry Anderson en Las antinomias de Antonio Gramsci.
[19] En este trabajo usaremos ambos conceptos de Estado y aclararemos cuando nos referimos a cada variante.    
[20] Santucho, Mario Roberto, Poder burgués, poder revolucionario, ed. 19 de julio Bs. As. 1995. Pag. 37.
[21] No son los únicos casos de existencia de un poder paralelo al del Estado burgués con control territorial. Existió en Irlanda del Norte notoriamente. En el País Vasco se llegó a cobrar impuestos y ejercer el poder efectivo en ciertas zonas, logrando el reconocimiento como autoridad legítima por importantes porciones de la población. También en Medio Oriente; en el Líbano, el Hizballhá ejerció funciones estatales llegando hasta el equilibrio actual. En Irak, desde la ocupación yanqui, el partido Baas y otras organizaciones políticas, religiosas o comunales mantienen la autoridad sobre diferentes zonas del país, mientras que las fuerzas de ocupación y el gobierno formal solo es autoridad en porciones restringidas de territorio. Podríamos seguir dando ejemplos, pero en general los movimientos guerrilleros con un nivel de desarrollo e inserción lograron un grado de estabilidad cuando fueron expresiones de una situación de doble poder y poder popular. También debemos aclarar que el doble poder no es necesariamente un poder socialista aunque si debe ser alternativo y popular. Aclaramos esto ya que en muchos casos frente al poder del Estado aparecen otras organizaciones disputando o ejerciendo autoridad, como las autodefensas paramilitares, narcotraficantes o milicias mercenarias de fracciones de las clases dominantes. En estos casos si bien hay en lo táctico disputa a la autoridad de Estado, son expresiones del mismo núcleo del sistema o de su degeneración y no de resistencia popular. Tampoco debemos confundir doble poder con fragmentación, la existencia de gobiernos locales cuasi independientes no es necesariamente doble poder, por el contrario puede expresar una etapa de disolución de un Estado-nación.
[22] Aunque, como el mismo Santucho explicaba en su folleto a forma de fundamentación histórica, toda la experiencia de lucha de los trabajadores desde 1955 presentaba un escenario social donde las clases oprimidas habían manifestado lo que Gramsci llamaba “espíritu de escisión”. Es entonces que las propuestas del líder del PRT partían de un pasado reciente en el que durante dos décadas los trabajadores eran ajenos al sistema político y le negaban su consenso.
[23] Aunque en forma contradictoria tanto el IV como el V congreso del PRT habían definido la estrategia revolucionaria en Argentina como de guerra civil prolongada, definición que debía haber implicado una concepción diferente a la de ofensiva permanente y asalto al poder y mucho más cercana a la que se esboza en Poder..poder…
[24] Esto, probablemente, se relaciona con las lecturas de la revolución rusa en la cual el doble poder fue un período de meses, o la supuesta rapidez de los revolucionarios cubanos en derrotar a la dictadura de Batista.  Quizás en sus últimos escritos Santucho mismo esbozó una autocrítica al plantear la falta de asimilación del marxismo. No podemos saber que quiso decir con esto pero intuimos que se refería a la mayor capacidad teórico-práctica para comprender la realidad social.
[25] Extraído de La Vaca. Org: 08/01/2004. 
[26] El Movimiento de Trabajadores Desocupados del barrio de San Francisco Solano, una zona muy pobre del ex tercer cordón industrial de Buenos Aires, fue durante mucho tiempo presentado como el paradigma de la construcción autonomista en Argentina desde fines de los 90. Las ideas que sus dirigentes plantean se pueden encontrar en una entrevista publicada por el “Colectivo Situaciones”. Para más datos se puede acceder a las publicaciones de este grupo. Es importante aclarar que el grupo en la actualidad (2009) tiene muy escasa presencia entre los grupos y organizaciones populares, aunque sigue desarrollando trabajo a nivel barrial. Hoy (2009) los referentes para los intelectuales vinculados al espacio “autónomo” son otros
[27] Podríamos discutir hasta que punto fue poder popular el de los cristianos de la época de las catacumbas, lo que sin dudas no fue poder popular es le de los grandes señores romanos convertidos en obispos hacia el final del imperio. También podríamos discutir cuales fueron las razones de derrumbe del imperio, pero no es tema de este trabajo. Para lo que hace al tiempo actual el pensamiento de Mattini vale por la concepción y no por su veracidad histórica.

[28] Discutiremos estas ideas en capítulos subsiguientes.
[29] Para poner un ejemplo que podría ser considerado negativo. Antes de reprimir el levantamiento de los marineros de Kronstat, los bolcheviques mantuvieron amplias discusiones que excedieron con mucho al comité central. Los debates entre los rebeldes anarquistas y la dirección bolchevique circulaba los la prensa pública y los mismos dirigentes fueron a la base naval a discutir con la asamblea. El Partido Bolchevique hasta el encumbramiento unipersonal de Stalin fue sin dudas muy participativo, con grandes y enriquecedores debates que aún hoy valen la pena leer.
[30] Decía Marcos "no, no queremos acciones de apoyo porque estamos por caminos diferentes, porque ustedes plantean la toma del poder y nosotros no. Y aunque ustedes ganen y tomen el poder, vamos a estar contra ustedes, si no se cumplen las demandas de los pueblos indios" planteaba marcos en relación intentos del EPR de establecer contactos. Y respecto de otras organizaciones, también delimitaba precisamente los campos entre el autonomismo zapatista y la izquierda revolucionaria “Esa es la diferencia fundamental. Ellos dicen que sí se puede estar en el "arriba" y "abajo", que hay gente honesta arriba, y nosotros decimos que no es cierto, que allá arriba no se puede hacer nada. Sin embargo, ninguno de ellos interfiere en La Otra Campaña, no se meten, ni sabotean ni prestan apoyo”. La entrevista completa en http://www.solidaridadesrebeldes.kolgados.com.ar/spip.php?breve616.  Como vemos Marcos subraya su rechazo a términos como “toma del poder” y “arriba” y claramente lo hace desde una concepción autonomista, antiestatal y antipoder.
[31] Ademar Bogo, “Política de cuadros” Bahia, marzo 1994. Todas las citas del MST son extraídas de dos documentos de debate en los años durante los cuales el movimiento se encontró frente a los límites políticos de su práctica y del Partido de los Trabajadores.

[32] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[33] Negri Toni., Hardt Michel. Imperio, Pag 56
[34] Idem pag 17.
[35] Idem pag. 14.
[36] Idem pag. 15
[37] El autonomismo radical (expresado por J. Holoway) descarta la necesidad de luchas que excedan la situación concreta, revirtiendo el universalismo de Imperio en localismo extremo.
[38] Lo llamamos posmoderno, para diferenciarlo del autonomismo obrero original o de otras concepciones anarquistas que eran centralmente clasistas.
[39] http://www.marxists.org-catala-lenin-1917-04-poder-dual.htm

[40] Troski, Leon Historia de la Revolución Rusa Librodot.com, http://www.libodot.com pag. 65-66.
[41] Para interiorizarse más en el tema del pensamiento autonomista se debe recurrir a sus fuentes y Toni Negri es una de ellas. Pero es interesante un dato más del marco teórico autonomista: es esencialmente “adialéctico” o sea que niega la idea de que de dos concepciones antagónicas se superan mediante la lucha. No niega la lucha sino que la vuelve interminable por la imposibilidad de resolución de ésta de forma superadora, por eso se plantean procesos hormiga de cientos de años y niegan la necesidad y la deseabilidad del acceso al poder. 
[42] Vazeilles José, “El nuevo poder popular ¿es doble poder?” 2002.  “Apuntes del futuro”
[43] El PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecuciones y proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y el parlamento tenían muy poco significado real en la definición de políticas. Además Santucho y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) provenían de las provincias del noroeste, donde las situaciones provinciales dominadas por caudillos conservadores (más allá de que se definieran radicales o peronistas) disminuía más aún los espacios de la democracia burguesa. Las coyunturas electorales implicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una ruptura (el ERP 22 de agosto), a un debate con la regional Córdoba (donde el FREJULI llevaba de candidatos al peronista de izquierda Obregón Cano y al sindicalista combativo Atilio López), y a marchas y contramarchas desde el 71, aunque sin afectar la visión general que modeló finalmente la estrategia del “doble poder”. En el mismo sentido los Montoneros, a pesar de sentirse parte del gobierno de Cámpora, marcaban claramente en sus filas la diferencia entre gobierno y poder, desde una concepción del poder real situado en las estructuras económicas y militares y no solamente en las políticas. Ver Pablo Pozzi  y Pozzi –Schneider op. cit.

[44] Se refiere al Imperio alemán surgido en 1871 a partir de la unidad impulsada por Prusia con el Kaiser Guillermo y Bismark como canciller. Los historiadores han dado a llamar este equilibrio “pacto de acero y el centeno”.
[45] Trosky, León, op. cit. Pag 65-66.
[46] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución Pág. 303 en Lenin Vladimr Obras escogidas
[47] Op. cit pag 329-330.
[48] Según Gramsci cada clase social fundamental genera su propia corriente de intelectuales capaz de ejercer las funciones complejas que hacen al ejercicio de su dominio, la generación de consenso y la reproducción a nivel nacional de la ideología que la legitima. Los trabajadores en este sentido deben generar su propia corriente de intelectuales que expresen sus intereses a nivel nacional, más allá de lo sectorial o lo local.
[49] Antonio Gramsci: Cuadernos de la cárcel. Obra citada. Tomo 5, pp.36-37.

[50] Como veremos, esta es la forma de inserción de las FARC y el ELN en Colombia, y fue la forma en que empezaron el Hizbollah y Hamas en Líbano y Palestina.
[51] Santucho, Roberto Mario, Poder burgués. Poder revolucionario,  op. cit.,  pag 36.
[52] Los casos europeos donde la lucha no era de liberación nacional y no existía poder popular como los casos de la Fracción de Ejército Rojo alemán (RAF), las Células Comunistas Combatientes de Holanda (CCC), las Brigadas Rojas en Italia son caso notorios de grupos clandestinos cuya estrategia no se relacionaba con la construcción de poder popular y asentamiento en espacios político-sociales concretos.
[53] El proceso de crisis de la hegemonía burguesa en nuestro país era de larga maduración relacionado con el origen y caída del peronismo y la siguiente fase de inestabilidad política del 55 en adelante, y que culmina con la instalación plena del denominado neoliberalismo desde el 76 hasta la actualidad, como modelo hegemónico. Es para evitar la estabilidad que permite la restauración de la hegemonía burguesa que Santucho apeló a la lucha armada, la cual elevada a la forma de guerra terminó absorbiendo todos los esfuerzos del PRT-ERP
[54] Santucho, op. cit. pag 38.
[55] El Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), era el frente político de masas que el PRT impulsó como frente de liberación nacional; el Movimiento Sindical de Base (MSB) era una corriente antiburocrática y clasista también impulsada por el PRT. Para más datos ver Pablo Pozzi, op. Cit.. y De Santis, op. cit.
[56] Ver: Pablo Pozzi, Juan Calos Torre,
[57] En un momento donde la oferta de mano de obra comienza a ser abundante y la represión se generaliza, el obrero en la fábrica es más vulnerable, más visible. En el territorio, si bien todo es más laxo, las posibilidades de acción política en los peores momentos son diversas, públicas o clandestinas y aún violentas. El tema es pensar en un repliegue desde la guerra de aparatos a la guerra diluida.
[58] Para el tema del desarrollo de la articulación de las lucha entre el barrio, los comandos clandestinos y el lugar de trabajo para el frigorífico, ver Salas Ernesto, La resistencia peronista La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.
[59] El Combatiente del 14 de abril de 1976 n° 213. En De Santis,  Documentos... Op. Cit. Pag. 552.
[60] Sobre las FARC-EP, el ELN y la historia de la guerra civil colombiana en general, hemos consultado una serie de materiales generales. Entre ellos: “FARC _ ELN Evolución y expansión territorial” Revista Desarrollo y sociedad  Universidad de los Andes Colombia 2001. Una amplia cantidad de artículos se pueden encontrar en http://www.elortiba.org/farc.html una página web recomendable. Tambien disponemos de una cantidad de entrevistas y documentales de autores no verificables o no conocidos por nosotros que se pueden encontrar en la web:  http://www.youtube.com/watch?v=ZV0RErhE5Qk, http://www.youtube.com/watch?v=rYZJTauUGXk,            http://www.youtube.com/watch?v=HPwubkNAoTk, http://www.youtube.com/watch?v=Fnm7trO2Liw, http://www.youtube.com/watch?v=xx0yyqs7X0o, http://www.youtube.com/watch?v=hRx_W54AlPo.
[61] El carácter de campesino que le damos a la base social de las FARC se puede rastrear no solo por la composición humana de la guerrilla, sino por el peso de las reivindicaciones agrarias dentro de su programa político inmediato. Las FARC no son hoy una guerrilla campesina en lo que se refiere a proyecto político estratégico, sino que son una organización revolucionaria marxista que pelea por la toma del poder y aspira a gobernar Colombia. Pero su origen y la principal fuente de combatientes y legitimidad sigue estando en el campo.
[62] Periodo entre 1930 y 1943 cuando la oligarquía terrateniente liberal restringió las libertades democráticas e intentó reconstruir un régimen económico altamente excluyente y asociado a Inglaterra.
[63] Tiempo a partir del cual la oligarquía liberal alcanzó a controlar todo el territorio y eliminó a todas las oposiciones internas y de facción, estableciendo un sistema político mediante el cual solo la elite intervenía en las cuestiones de administración estatal.
[64] Unos 5000 candidatos y militantes de la UP fueron asesinados desde 1984.
[65] La Unión Patriótica surgió como una convergencia de fuerzas políticas a raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la década de 1980 entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el estado mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. En 1984, y como fruto de esos diálogos, las partes pactaron varios compromisos sellados con la firma de los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En ellos se estipuló el surgimiento de un movimiento de oposición como mecanismo para permitir que la guerrilla se incorporara paulatinamente a la vida legal del país. Las condiciones que permitirían ese tránsito a la legalidad consistían en un compromiso oficial para garantizar plenamente los derechos políticos a los integrantes de la nueva formación, y la realización de una serie de reformas democráticas para el pleno ejercicio de las libertades civiles.
[66] Destacamos los artículos de la ley tributaria ya que su aplicación se manifestó en la ola se detenciones por evasión impositiva para aplicar sanciones. “ARTICULO PRIMERO: Cobrar el impuesto PARA LA PAZ a aquellas personas naturales o jurídicas, cuyo patrimonio sea superior al millón de dólares USA. ARTICULO SEGUNDO: a partir de la fecha, los cobijados por esta LEY, deben presentarse para cumplir esta obligación. Un segundo llamado aumentará el monto del tributo. ARTICULO TERCERO: quienes no atiendan este requerimiento, serán retenidos. Su liberación dependerá del pago que se determine” O sea una ley de Estado respaldada como todo Estado por la fuerza. Igualmente, el ELN también cobra impuestos en las zonas que controla.

[67] De la misma forma deberíamos pensar la tesis de E. P. Thompson sobre la formación de la clase obrera a través de la experiencia.  

[68] Ver E.J HOBSBAWN. Naciones y nacionalismos desde 1780. Editorial Crítica. Barcelona 1990. Ernest Gellner - Naciones y nacionalismo Alianza Universidad, 2001, Madrid
[69] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[70] “Esta unidad de la espontaneidad y la dirección conciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto a política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas”




[1]. La subalternad no es simple degradación o explotación sino que consiste en otra cosa. En la definición gramsciana, los grupos subalternos son enunciados como disgregados y discontinuos, “siempre sujetos a la iniciativa de los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan y sublevan”, como el sector marginado de la historia o de la sociedad, en oposición al grupo dirigencial formado por las élites que detentan el poder político, económico, ideológico y cultural. Sin desechar la noción de subalternidad nosotros consideraremos que con hegemonía plena de la burguesía lo que existe es una opresión integral (que excede la explotación meramente económica) pero que lo económico es fundamental y eso es lo que define las clases. 
[1] Hablamos de Praxis en el sentido de unidad dialéctica entre experiencia práctica y desarrollo teórico. En el mismo sentido que Antonio Gramsci le dio al marxismo al llamarlo filosofía de la praxis. La implicancia de este planteo es clara, la práctica humana en todos sus planos se hace en la historia y es en el desarrollo histórico en el que se articula pasado presente y futuro.
[1]. Existen muchas organizaciones que despliegan (o desplegaron) la lucha armada en diferente grado bajo regímenes “democráticos” y consignen bastante éxito como en Colombia, Perú o Líbano. Es más la derrota de las organizaciones peruanas de debió a la supresión de las libertades democráticas ya que mientas estas existían el nivel de aceptación de las mismas parecía ir en crecimiento. Es, para nosotros, la naturaleza excluyente, las desigualdades evidentes y la ausencia de derechos sociales y económicos lo que hace a que el ejercicio de la “lucha armada” cuente con mayor o menor posibilidad de éxito como vía para la conquista de derechos y surgimiento del poder popular. Indudablemente la legitimidad de la violencia revolucionaria parece mucho más sencilla bajo gobiernos que desarrollen políticas antipopulares y que a su vez tengan cerrados los mecanismos electorales.
[1] De esta forma la concepción gramsciana de hegemonía se separaba de la Bolchevique ya que coloca en un lugar determinante la dirección ideológica y cultural mientras que para Lenin lo político militar determinaba al resto.
[1] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución, Pag. 362
[1] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel Pág. 104.
[1] Gramsci, Notas sobre Maquiavelo…, Pag. 28
[1] El concepto de pachacuti se refiere a un cambio revolucionario de era. La llegada de los Incas fue considerado el los Andes un pachacuti .Su nuevo sistema político que ordenaba  (o pretendía hacerlo) toda la vida de las comunidades: producción, vida social, ubicación geográfica, reorganizaba la religión (ideología), determinaba que producir y como distribuirlo. La llegada de los españoles, con las consecuencias conocidas, fue el inicio de otra era.
[1] Ver David Harvey La condición de la posmodernidad: Investigación sobre los orígenes del cambio cultural 1998, Buenos Aires: Amorrortu editores
[1] Existen en Argentina hacia el 2009 unos seis millones de trabajadores empleados en el conjunto de las empresas unos tres millones de desocupados y el resto unos cinco millones es empleo precario, cuentapropismo, en negro
[1] En realidad la situación es aún más compleja, al agregarse sectores tercerizados, trabajadores por cuenta propia, talleres familiares y clandestinos, ventas de servicios especiales por fuera de la estructura de la empresa. Indudablemente es un enorme retroceso para la case trabajadora la existencia de un (aproximadamente) 50% de empleo en “negro” (no cubierto por los convenios colectivos, ni por las leyes del estado) que además debilita el poder de negociación de los sindicatos. Como también es un dato a tener en cuenta la existencia de varios millones de personas en edad laboral cuyo acceso al mercado de trabajo solo se da en forma intermitente, en trabajos muy precarios (cartoneros), o súper-explotados (semi-esclavizados), dependientes de la asistencia social. Este sector además se realimenta con nuevas generaciones de jóvenes semianalfabetos, mal alimentados, con deficiencias de salud y embrutecidos culturalmente Pero  el núcleo de la clase trabajadora que mueve la administración el transporte y la industria mantiene una serie de beneficios (de acuerdo a la rama de la producción, por ejemplo la educación esta retrasada respecto a los mecánicos), y se mantienen aislados del resto, casi como una especie de clase media.
[1]  Nombre con que se conoce el alegato de Fidel Castro frente al tribunal que lo enjuiciaba por el asalto al cuartel Moncada. En este alegato Fidel define los objetivos de su movimiento y la composición de clase del frente revolucionario.
[1] Polémica Puiggros- Jauretche en la revista Revista Qué, 12 de agosto de 1957 o en El proletariado en la revolución nacional segunda edición 1968 ed. Sudestada Bs As.
[1] Entendemos hegemonía como la capacidad de una clase de imponer sus intereses en los diferentes planos de la vida social sin necesidad de recurrir centralmente a la fuerza, y de que otras clases acepten como propios estos intereses.
[1] Marx consideraba que la sociedad moderna tendía hacia una homogenización cada vez mayor en dos polos: los dueños de los medios de producción cada vez más concentrados y el proletariado industrial cada vez más numeroso. Pensaba que todas las demás clases (pequeños propietarios, artesanos, campesinos, etc.) se transformarían en miembros de ese cada vez mayor ejército de obreros. La tendencia general a la concentración y desposeción se dio y continúa, pero esta no ha producido un proletariado homogéneo ni ha eliminado definitivamente a clases burguesas no concentradas.
[1] La concepción que estamos planteando es la de Estado como dictadura más hegemonía y proviene de Gramsci “por Estado debe entenderse además del aparato gubernamental también el aparato “privado” de la hegemonía o sociedad civil.” Gramsci, Antonio Cuadernos de la cárcel Pág. 105. Y sigue mas tarde discutiendo las ideas de  Benedeto Crocce “en algún lugar Crocce afirmó que no siempre hay que buscar el Estado allí donde lo indican las instituciones oficiales, porque a veces aquél podría encontrarse por el contrario en los partidos revolucionarios: la afirmación no es paradójica según la concepción de Estado hegemonía conciencia moral, porque en efecto, puede suceder que la dirección política y moral del país en una determinada situación difícil no sea ejercida por el gobierno legal sino por una institución privada e incluso por un partido revolucionario” Pág. 126. Es muy interesante esta hipótesis gramsciana para pensar en nuestro intento de definir que es el poder popular y el doble poder.
[1] Esto se relaciona también con el grado de presencia del Estado capitalista en la sociedad. Cuanto más están desarrolladas las instituciones privadas de la sociedad civil capitalista, más fuerte será el sistema. Cuanto más presencia tenga el estado y menos la actividad privada más afectarán al conjunto del sistema las luchas contra el Estado. Por eso en las sociedades donde el capitalismo liberal esta plenamente desarrollado (donde no solo es estructura económica sino también cultural) el Estado es el articulador general y reaseguro del conjunto pero no el sistema en si.   
[1] A lo largo de los Cuadernos de la cárcel Gramsci presenta varias acepciones de Estado: Dictadura mas hegemonía, Estado mas sociedad civil, etc. desde nuestra óptica todas se relacionan con el pensamiento de que la sociedad capitalista se reproduce a través de instituciones que exceden a las estatales propiamente dichas y que penetran profundamente a la sociedad. Este tema es discutido por Perry Anderson en Las antinomias de Antonio Gramsci.
[1] En este trabajo usaremos ambos conceptos de Estado y aclararemos cuando nos referimos a cada variante.    
[1] Santucho, Mario Roberto, Poder burgués, poder revolucionario, ed. 19 de julio Bs. As. 1995. Pag. 37.
[1] No son los únicos casos de existencia de un poder paralelo al del Estado burgués con control territorial. Existió en Irlanda del Norte notoriamente. En el País Vasco se llegó a cobrar impuestos y ejercer el poder efectivo en ciertas zonas, logrando el reconocimiento como autoridad legítima por importantes porciones de la población. También en Medio Oriente; en el Líbano, el Hizballhá ejerció funciones estatales llegando hasta el equilibrio actual. En Irak, desde la ocupación yanqui, el partido Baas y otras organizaciones políticas, religiosas o comunales mantienen la autoridad sobre diferentes zonas del país, mientras que las fuerzas de ocupación y el gobierno formal solo es autoridad en porciones restringidas de territorio. Podríamos seguir dando ejemplos, pero en general los movimientos guerrilleros con un nivel de desarrollo e inserción lograron un grado de estabilidad cuando fueron expresiones de una situación de doble poder y poder popular. También debemos aclarar que el doble poder no es necesariamente un poder socialista aunque si debe ser alternativo y popular. Aclaramos esto ya que en muchos casos frente al poder del Estado aparecen otras organizaciones disputando o ejerciendo autoridad, como las autodefensas paramilitares, narcotraficantes o milicias mercenarias de fracciones de las clases dominantes. En estos casos si bien hay en lo táctico disputa a la autoridad de Estado, son expresiones del mismo núcleo del sistema o de su degeneración y no de resistencia popular. Tampoco debemos confundir doble poder con fragmentación, la existencia de gobiernos locales cuasi independientes no es necesariamente doble poder, por el contrario puede expresar una etapa de disolución de un Estado-nación.
[1] Aunque, como el mismo Santucho explicaba en su folleto a forma de fundamentación histórica, toda la experiencia de lucha de los trabajadores desde 1955 presentaba un escenario social donde las clases oprimidas habían manifestado lo que Gramsci llamaba “espíritu de escisión”. Es entonces que las propuestas del líder del PRT partían de un pasado reciente en el que durante dos décadas los trabajadores eran ajenos al sistema político y le negaban su consenso.
[1] Aunque en forma contradictoria tanto el IV como el V congreso del PRT habían definido la estrategia revolucionaria en Argentina como de guerra civil prolongada, definición que debía haber implicado una concepción diferente a la de ofensiva permanente y asalto al poder y mucho más cercana a la que se esboza en Poder..poder…
[1] Esto, probablemente, se relaciona con las lecturas de la revolución rusa en la cual el doble poder fue un período de meses, o la supuesta rapidez de los revolucionarios cubanos en derrotar a la dictadura de Batista.  Quizás en sus últimos escritos Santucho mismo esbozó una autocrítica al plantear la falta de asimilación del marxismo. No podemos saber que quiso decir con esto pero intuimos que se refería a la mayor capacidad teórico-práctica para comprender la realidad social.
[1] Extraído de La Vaca. Org: 08/01/2004. 
[1] El Movimiento de Trabajadores Desocupados del barrio de San Francisco Solano, una zona muy pobre del ex tercer cordón industrial de Buenos Aires, fue durante mucho tiempo presentado como el paradigma de la construcción autonomista en Argentina desde fines de los 90. Las ideas que sus dirigentes plantean se pueden encontrar en una entrevista publicada por el “Colectivo Situaciones”. Para más datos se puede acceder a las publicaciones de este grupo. Es importante aclarar que el grupo en la actualidad (2009) tiene muy escasa presencia entre los grupos y organizaciones populares, aunque sigue desarrollando trabajo a nivel barrial. Hoy (2009) los referentes para los intelectuales vinculados al espacio “autónomo” son otros
[1] Podríamos discutir hasta que punto fue poder popular el de los cristianos de la época de las catacumbas, lo que sin dudas no fue poder popular es le de los grandes señores romanos convertidos en obispos hacia el final del imperio. También podríamos discutir cuales fueron las razones de derrumbe del imperio, pero no es tema de este trabajo. Para lo que hace al tiempo actual el pensamiento de Mattini vale por la concepción y no por su veracidad histórica.

[1] Discutiremos estas ideas en capítulos subsiguientes.
[1] Para poner un ejemplo que podría ser considerado negativo. Antes de reprimir el levantamiento de los marineros de Kronstat, los bolcheviques mantuvieron amplias discusiones que excedieron con mucho al comité central. Los debates entre los rebeldes anarquistas y la dirección bolchevique circulaba los la prensa pública y los mismos dirigentes fueron a la base naval a discutir con la asamblea. El Partido Bolchevique hasta el encumbramiento unipersonal de Stalin fue sin dudas muy participativo, con grandes y enriquecedores debates que aún hoy valen la pena leer.
[1] Decía Marcos "no, no queremos acciones de apoyo porque estamos por caminos diferentes, porque ustedes plantean la toma del poder y nosotros no. Y aunque ustedes ganen y tomen el poder, vamos a estar contra ustedes, si no se cumplen las demandas de los pueblos indios" planteaba marcos en relación intentos del EPR de establecer contactos. Y respecto de otras organizaciones, también delimitaba precisamente los campos entre el autonomismo zapatista y la izquierda revolucionaria “Esa es la diferencia fundamental. Ellos dicen que sí se puede estar en el "arriba" y "abajo", que hay gente honesta arriba, y nosotros decimos que no es cierto, que allá arriba no se puede hacer nada. Sin embargo, ninguno de ellos interfiere en La Otra Campaña, no se meten, ni sabotean ni prestan apoyo”. La entrevista completa en http://www.solidaridadesrebeldes.kolgados.com.ar/spip.php?breve616.  Como vemos Marcos subraya su rechazo a términos como “toma del poder” y “arriba” y claramente lo hace desde una concepción autonomista, antiestatal y antipoder.
[1] Ademar Bogo, “Política de cuadros” Bahia, marzo 1994. Todas las citas del MST son extraídas de dos documentos de debate en los años durante los cuales el movimiento se encontró frente a los límites políticos de su práctica y del Partido de los Trabajadores.

[1] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[1] Negri Toni., Hardt Michel. Imperio, Pag 56
[1] Idem pag 17.
[1] Idem pag. 14.
[1] Idem pag. 15
[1] El autonomismo radical (expresado por J. Holoway) descarta la necesidad de luchas que excedan la situación concreta, revirtiendo el universalismo de Imperio en localismo extremo.
[1] Lo llamamos posmoderno, para diferenciarlo del autonomismo obrero original o de otras concepciones anarquistas que eran centralmente clasistas.
[1] http://www.marxists.org-catala-lenin-1917-04-poder-dual.htm

[1] Troski, Leon Historia de la Revolución Rusa Librodot.com, http://www.libodot.com pag. 65-66.
[1] Para interiorizarse más en el tema del pensamiento autonomista se debe recurrir a sus fuentes y Toni Negri es una de ellas. Pero es interesante un dato más del marco teórico autonomista: es esencialmente “adialéctico” o sea que niega la idea de que de dos concepciones antagónicas se superan mediante la lucha. No niega la lucha sino que la vuelve interminable por la imposibilidad de resolución de ésta de forma superadora, por eso se plantean procesos hormiga de cientos de años y niegan la necesidad y la deseabilidad del acceso al poder. 
[1] Vazeilles José, “El nuevo poder popular ¿es doble poder?” 2002.  “Apuntes del futuro”
[1] El PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecuciones y proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y el parlamento tenían muy poco significado real en la definición de políticas. Además Santucho y el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) provenían de las provincias del noroeste, donde las situaciones provinciales dominadas por caudillos conservadores (más allá de que se definieran radicales o peronistas) disminuía más aún los espacios de la democracia burguesa. Las coyunturas electorales implicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una ruptura (el ERP 22 de agosto), a un debate con la regional Córdoba (donde el FREJULI llevaba de candidatos al peronista de izquierda Obregón Cano y al sindicalista combativo Atilio López), y a marchas y contramarchas desde el 71, aunque sin afectar la visión general que modeló finalmente la estrategia del “doble poder”. En el mismo sentido los Montoneros, a pesar de sentirse parte del gobierno de Cámpora, marcaban claramente en sus filas la diferencia entre gobierno y poder, desde una concepción del poder real situado en las estructuras económicas y militares y no solamente en las políticas. Ver Pablo Pozzi  y Pozzi –Schneider op. cit.

[1] Se refiere al Imperio alemán surgido en 1871 a partir de la unidad impulsada por Prusia con el Kaiser Guillermo y Bismark como canciller. Los historiadores han dado a llamar este equilibrio “pacto de acero y el centeno”.
[1] Trosky, León, op. cit. Pag 65-66.
[1] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución Pág. 303 en Lenin Vladimr Obras escogidas
[1] Op. cit pag 329-330.
[1] Según Gramsci cada clase social fundamental genera su propia corriente de intelectuales capaz de ejercer las funciones complejas que hacen al ejercicio de su dominio, la generación de consenso y la reproducción a nivel nacional de la ideología que la legitima. Los trabajadores en este sentido deben generar su propia corriente de intelectuales que expresen sus intereses a nivel nacional, más allá de lo sectorial o lo local.
[1] Antonio Gramsci: Cuadernos de la cárcel. Obra citada. Tomo 5, pp.36-37.

[1] Como veremos, esta es la forma de inserción de las FARC y el ELN en Colombia, y fue la forma en que empezaron el Hizbollah y Hamas en Líbano y Palestina.
[1] Santucho, Roberto Mario, Poder burgués. Poder revolucionario,  op. cit.,  pag 36.
[1] Los casos europeos donde la lucha no era de liberación nacional y no existía poder popular como los casos de la Fracción de Ejército Rojo alemán (RAF), las Células Comunistas Combatientes de Holanda (CCC), las Brigadas Rojas en Italia son caso notorios de grupos clandestinos cuya estrategia no se relacionaba con la construcción de poder popular y asentamiento en espacios político-sociales concretos.
[1] El proceso de crisis de la hegemonía burguesa en nuestro país era de larga maduración relacionado con el origen y caída del peronismo y la siguiente fase de inestabilidad política del 55 en adelante, y que culmina con la instalación plena del denominado neoliberalismo desde el 76 hasta la actualidad, como modelo hegemónico. Es para evitar la estabilidad que permite la restauración de la hegemonía burguesa que Santucho apeló a la lucha armada, la cual elevada a la forma de guerra terminó absorbiendo todos los esfuerzos del PRT-ERP
[1] Santucho, op. cit. pag 38.
[1] El Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), era el frente político de masas que el PRT impulsó como frente de liberación nacional; el Movimiento Sindical de Base (MSB) era una corriente antiburocrática y clasista también impulsada por el PRT. Para más datos ver Pablo Pozzi, op. Cit.. y De Santis, op. cit.
[1] Ver: Pablo Pozzi, Juan Calos Torre,
[1] En un momento donde la oferta de mano de obra comienza a ser abundante y la represión se generaliza, el obrero en la fábrica es más vulnerable, más visible. En el territorio, si bien todo es más laxo, las posibilidades de acción política en los peores momentos son diversas, públicas o clandestinas y aún violentas. El tema es pensar en un repliegue desde la guerra de aparatos a la guerra diluida.
[1] Para el tema del desarrollo de la articulación de las lucha entre el barrio, los comandos clandestinos y el lugar de trabajo para el frigorífico, ver Salas Ernesto, La resistencia peronista La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.
[1] El Combatiente del 14 de abril de 1976 n° 213. En De Santis,  Documentos... Op. Cit. Pag. 552.
[1] Sobre las FARC-EP, el ELN y la historia de la guerra civil colombiana en general, hemos consultado una serie de materiales generales. Entre ellos: “FARC _ ELN Evolución y expansión territorial” Revista Desarrollo y sociedad  Universidad de los Andes Colombia 2001. Una amplia cantidad de artículos se pueden encontrar en http://www.elortiba.org/farc.html una página web recomendable. Tambien disponemos de una cantidad de entrevistas y documentales de autores no verificables o no conocidos por nosotros que se pueden encontrar en la web:  http://www.youtube.com/watch?v=ZV0RErhE5Qk, http://www.youtube.com/watch?v=rYZJTauUGXk,            http://www.youtube.com/watch?v=HPwubkNAoTk, http://www.youtube.com/watch?v=Fnm7trO2Liw, http://www.youtube.com/watch?v=xx0yyqs7X0o, http://www.youtube.com/watch?v=hRx_W54AlPo.
[1] El carácter de campesino que le damos a la base social de las FARC se puede rastrear no solo por la composición humana de la guerrilla, sino por el peso de las reivindicaciones agrarias dentro de su programa político inmediato. Las FARC no son hoy una guerrilla campesina en lo que se refiere a proyecto político estratégico, sino que son una organización revolucionaria marxista que pelea por la toma del poder y aspira a gobernar Colombia. Pero su origen y la principal fuente de combatientes y legitimidad sigue estando en el campo.
[1] Periodo entre 1930 y 1943 cuando la oligarquía terrateniente liberal restringió las libertades democráticas e intentó reconstruir un régimen económico altamente excluyente y asociado a Inglaterra.
[1] Tiempo a partir del cual la oligarquía liberal alcanzó a controlar todo el territorio y eliminó a todas las oposiciones internas y de facción, estableciendo un sistema político mediante el cual solo la elite intervenía en las cuestiones de administración estatal.
[1] Unos 5000 candidatos y militantes de la UP fueron asesinados desde 1984.
[1] La Unión Patriótica surgió como una convergencia de fuerzas políticas a raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la década de 1980 entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el estado mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. En 1984, y como fruto de esos diálogos, las partes pactaron varios compromisos sellados con la firma de los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En ellos se estipuló el surgimiento de un movimiento de oposición como mecanismo para permitir que la guerrilla se incorporara paulatinamente a la vida legal del país. Las condiciones que permitirían ese tránsito a la legalidad consistían en un compromiso oficial para garantizar plenamente los derechos políticos a los integrantes de la nueva formación, y la realización de una serie de reformas democráticas para el pleno ejercicio de las libertades civiles.
[1] Destacamos los artículos de la ley tributaria ya que su aplicación se manifestó en la ola se detenciones por evasión impositiva para aplicar sanciones. “ARTICULO PRIMERO: Cobrar el impuesto PARA LA PAZ a aquellas personas naturales o jurídicas, cuyo patrimonio sea superior al millón de dólares USA. ARTICULO SEGUNDO: a partir de la fecha, los cobijados por esta LEY, deben presentarse para cumplir esta obligación. Un segundo llamado aumentará el monto del tributo. ARTICULO TERCERO: quienes no atiendan este requerimiento, serán retenidos. Su liberación dependerá del pago que se determine” O sea una ley de Estado respaldada como todo Estado por la fuerza. Igualmente, el ELN también cobra impuestos en las zonas que controla.

[1] De la misma forma deberíamos pensar la tesis de E. P. Thompson sobre la formación de la clase obrera a través de la experiencia.  

[1] Ver E.J HOBSBAWN. Naciones y nacionalismos desde 1780. Editorial Crítica. Barcelona 1990. Ernest Gellner - Naciones y nacionalismo Alianza Universidad, 2001, Madrid
[1] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[1] “Esta unidad de la espontaneidad y la dirección conciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto a política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las masas

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