HIPÓTESIS PARA EL DEBATE
Guillermo Caviasca
INDICE
1-Introducción, pag.
3
2-Democracia y nueva sociedad, pag.
9
3-Clase obrera, sujeto y poder, pag. 19
4-Doble poder, poder local y poder popular, pag. 30
5-El poder popular frente al autonomismo, pag. 37
6-Notas sobre el MST de Brasil y el Zapatismo de México, p. 44
7-Problemas de la autonomía de la clase obrera en el Estado revolucionario, pag.
50
8-Contra hegemonía y doble poder, pag.
71
9-El PRT y el doble poder, pag.
84
10-Algunos ejemplos para salir de lo admitido, pag. 104
11-Balance en torno a la construcción de estrategias populares, pag. 128
1-Introducción
En este trabajo
nos proponemos analizar la noción de Poder Popular, en relación con los
conceptos de doble poder, hegemonía, Estado y autonomía. Nos valdremos para
nuestro análisis del bagaje teórico y experiencia histórica de las clases
oprimidas, las organizaciones que se identifican con ellas y los pensamientos
de sus intelectuales orgánicos. Utilizamos la categoría “clases
oprimidas” y no pueblo, clase trabajadora o simplemente oprimidos porque nos
permite delimitar mejor al sujeto protagonista. Las situaciones que en este
texto serán definidas como de “poder popular” no son exclusivamente obreras, en
muchos casos tampoco son predominantemente obreras ni abarcan solo el campo de
lo económico. Pero, por otro lado la categoría clase nos permitirá precisar
mejor la naturaleza del poder que
aparece como antagonista al dominante y ver si expresa algún tipo de contra
hegemonía y de que tipo es. Podríamos utilizar el concepto de clases subalternas que también implica
una ruptura con la noción romántica de pueblo como conjunto de los nacionales,
pero esta definición gramciana pone acento en aspectos culturales y lo marginal
de los oprimidos, mientras que nosotros nos interesan los momentos de acción y
la resistencia[1].
La búsqueda de
herramientas que permitan la construcción de un poder de nuevo tipo ha sido, e
indudablemente es, uno de los objetivos movilizadores de las luchas populares
revolucionarias. Desde nuestra perspectiva, la construcción de un proyecto
contra hegemónico ha sido condición inicial para que las luchas populares
tuvieran perspectivas revolucionarias y pudieran plantearse la cuestión del
poder.
Orientan nuestro
trabajo una serie de preguntas ¿Cuando una estrategia de poder alternativa es
efectiva? ¿Cuándo una estrategia es realmente popular y contribuye a la
emancipación? ¿Cómo se construyen alternativas en momentos de consenso para las
clases dominantes? ¿Cómo articular una estrategia revolucionaria con el sentido
común del pueblo? Partimos de la concepción de que es solo la praxis[2]
la que permite un avance en la resolución de nuestras preguntas. Las respuestas
las buscaremos interviniendo activamente en la lucha de clases, de la misma
forma que es la historia de la lucha de clases la que ha parido los desarrollos
anteriores de la teoría revolucionaria. Y debemos agregar que nuestras
respuestas serán solo provisorias, aproximaciones a la verdad, ya que como la
historia es devenir y cambio permanentes las respuestas deben ser
permanentemente renovadas. Lo absoluto solo existe en tanto opción
conservadora.
Discutiremos, en
base a la experiencia nacional, a los aportes del PRT (Partido Revolucionarios
de los Trabajadores) a la teoría local del doble poder, a la experiencia
latinoamericana y de los pueblos oprimidos que aparecen como posibles
generadoras de enseñanzas, y a los debates y teorizaciones de los fundadores de
la teoría revolucionaria moderna. Como lo particular y lo general son dos
partes integrales del conocimiento, nuestro estudio remitirá en forma
permanente a los debates y experiencias de otras latitudes. El problema del
poder abarca al conjunto de las prácticas transformadoras y debe ser analizado
desde una perspectiva histórica. Poder popular, doble poder, Estado y hegemonía
son ideas fuertemente vinculadas con las relaciones de dominación propias de la
modernidad capitalista y, justamente, surgen como conceptualizaciones teóricas
de las experiencias de lucha popular contra el bloque dominante y sus
instituciones en la época de consolidación de los Estados nación.
El pensamiento
relacionado con el poder, la sociedad, las instituciones y su estabilidad tiene
una larga historia. Al menos desde Platón la filosofía ha estudiado como lograr
un orden social estable y reproductible. Es interesante como Aristóteles, el
más grande de los filósofos de la antigüedad clásica, no pudo encontrar una
respuesta satisfactoria a los problemas de la sociedad de su época, proponiendo
un equilibrio entre ricos y pobres eliminando excesos y creando una numerosa
clase media de ciudadanos. El problema de los filósofos antiguos estaba en la
contradicción entre libertad y trabajo que sustentaba la idea de ciudadanía y
que llevaba a que la amplia mayoría de los productores directos fueran
excluidos de esta.
Fue recién en la
sociedad moderna cuando el poder comienza a ser debatido en términos de
ruptura, cuando surgen filósofos que ya no piensan en la estabilidad de lo
existente sino que reconocen que el
problema está justamente en la naturaleza del poder existente y se proponen
pesar su transformación y alternativas. Por distintos caminos Hobbes, Locke,
Maquiavelo o Hegel reconocen la naturaleza de la nueva sociedad y sus problemas
y buscan equilibrios que garanticen el nuevo poder del Estado, príncipe,
leviatán, etc. En general también, la modernidad dio nacimiento a movimientos
igualitarios en el seno de las revoluciones burguesas, pero estos influenciarán
más en la filosofía como acicates de la búsqueda del orden, siendo vistos como
excesos, como los casos de los niveladores en Inglaterra o los Iguales en
Francia. Será Rousseau el primer pensador laico que intentará dar cuenta del
problema de búsqueda de igualdad en su sistema político. Pero solo con Marx el
problema del conflicto social fue pensado desde el punto de vista de los
trabajadores, asumiendo que el nuevo orden llevaba consigo nuevas
contradicciones. Su tiempo fue el de la consolidación capitalista en Europa y
del surgimiento de la clase obrera moderna; la revolución cambió
definitivamente de lenguaje.
Es dudosa la
mejora de la situación social y cultural de las clases oprimidas en la
modernidad, lo que es indudable es que por primera vez se plantearon proyectos
políticos no mesiánicos que las tuvieran como sujeto y objeto. Obreros,
campesinos y pobres en general pasaron de la rebelión y el motín a la
revolución y surgieron organizaciones que proclamaron representar sus intereses
específicos. Esto colocó a los trabajadores frente a un nuevo desafío: el tema
del poder. El poder de la burguesía, el de la aristocracia y el clero en las
diferentes formaciones sociales que han existido tuvo reglas de ejercicio
específicas mediante las cuales la estructura del sistema funcionaba logrando
un consenso estratégico entre los miembros de la clase dominante y la hegemonía
o dominio más o menos violento sobre las clases productoras.
En este sentido
es un problema teórico y práctico que no se resolvió aún satisfactoriamente
(para que sea un poder estable, reproductible en el tiempo y para que sea
verdaderamente popular) la forma en que las clases populares puedan ejercer el
poder. La burguesía realiza su forma más estable de hegemonía política a través
de la democracia representativa y de la existencia de organizaciones no
estatales funcionales al desarrollo y regulación del sistema social, político y
económico. Es lo que llaman “sociedad democrática”, una sociedad donde estado y
sociedad civil funcionan como un todo en la reproducción, donde existe una hegemonía
burguesa en la visión del mundo.
Poner en
discusión el tema de la democracia cobra gran importancia sobre todo cuando
desde las usinas ideológicas del poder, la democracia es considerada un valor
sustantivo exento de contradicciones, por lo tanto inmune a la crítica. Y a
partir de ese presupuesto, usado para agredir países soberanos, producir
masacres e imponer formas democráticas institucionales represivas
proimperialistas, la burguesía de los países centrales buscó homogeneizar una
superestructura estatal “democrática” en la que se proscribiera cualquier
movimiento contestatario, nacional, de clase, que propusiera alternativas a la
sociedad de mercado. Una superestructura en la cual salvajes dictaduras
genocidas o regímenes de terror como el Perú de Fujimori, la Colombia de Uribe,
Pakistán o Egipto fueran parte del concierto de naciones democráticas; mientras
se perseguía salvajemente a palestinos o iraquies y se condenaba y
desestabilizaba a venezolanos, cubanos o iraníes.
La crisis
sufrida en nuestro país por esta concepción de democracia durante el 2001/2 (y
para la misma época en la mayoría de América Latina), sumada a la exacerbación
de la agresividad imperialista, abrió las puertas para la rediscusión del
concepto ficticio de democracia vigente los últimos 20 años. A esto se suma el
estallido de una nueva crisis mundial en los pasases centrales y el terrible
fracaso de la política militarista norteamericana (inglesa e israelí). Esto
hace que a pesar del esfuerzo puesto por las clases dominantes en recuperar el
consenso democrático, el desafío siga abierto.
2-Democracia y
nueva sociedad
Las
organizaciones revolucionarias argentinas fueron tildadas de antidemocráticas,
sobre todo por haber recurrido a la lucha armada durante un gobierno elegido
electoralmente. Esto sólo es así para los que consideren la democracia
occidental con sus particulares formas de representatividad y su autonomía de
la esfera económica (donde no hay democracia) como un valor en sí mismo que
permite la realización de todos los demás (la democracia sustantiva). Pero para
la concepción política de las organizaciones revolucionarias en general y de un
importante segmento de la sociedad argentina esto no era así en los 60 y 70. Si bien la idea de que la lucha armada no puede desplegarse con éxito
durante periodos democráticos ha sido una concepción muy fuerte, es de dudosa
generalización empírica. Es relativa a la “naturaleza” del régimen democrático
vigente. Cuando más democrático y participativo es y efectivamente consensuadas
son las políticas que aplica, la violencia revolucionaria cuenta con pocas
posibilidades de tener efectos positivos para el crecimiento de la lucha
popular ya que es un método muy “directo”. Ahora bien la forma política
electoral no implica en muchos casos ni bienestar económico, ni disminución de
las desigualdades ni siquiera real participación y consenso político popular al
régimen[3].
En tres casos de
organizaciones armadas que operaron en nuestro país podemos ver que la
concepción de poder y democracia partía de una negación de la democracia
“formal” como sistema que representara algún valor positivo. Si tomamos el caso
del PRT, por ejemplo, vemos que concebía la posibilidad de democracia solo
relacionada profundamente con la transformación económica de la sociedad, o
sea, solo podía existir democracia si también la había en el plano económico y
en el plano económico la democracia era el socialismo. En este sentido, la
lucha por la transformación integral de la sociedad no podía realizarse solo ni
exclusivamente dentro del sistema democrático representativo, ni tampoco con
organizaciones sociales que cumplieran funciones tradicionales. Así
embrionariamente pensaron la idea de poder local como expresión de doble poder.
La Organización Montoneros nunca consideró a la democracia como un valor
destacable en su discurso (al menos no a nivel de la estructura), llamando,
despreciativamente, demoliberal al sistema institucional vigente en nuestro
país. Concebían el poder como poder de la organización orientado hacia la toma
del Estado. Y a la participación popular democrática como movilización de masas
relacionadas con un nuevo Estado fuerte, conductor de transformaciones
económicas y políticas. Mientras que el Peronismo de Base intentó desarrollar
embrionariamente una nueva concepción orientada hacia la construcción de
organismos democráticos alternativos de los trabajadores que funcionaran como
una especie de pirámide invertida respecto de la organización.
Los
revolucionarios argentinos en general reconocían a la democracia burguesa como
dictadura de la burguesía y como mejor y más desarrollada forma de dominación
política, en los términos del marxismo clásico, sin mayores problematizaciones.
Desde esta concepción la mayoría de los revolucionarios de la época no dudaban
de la necesidad de un gobierno revolucionario fuerte que, representando los
intereses del proletariado, desarrollara desde el Estado los cambios
revolucionarios necesarios. Por eso quienes desde la actualidad les reclaman a
las organizaciones guerrilleras no haberse integrado plenamente al sistema
democrático constitucional, en Argentina o cualquier otro país de América
Latina ocultan concientemente que los revolucionarios en la era del capitalismo
y del imperialismo luchan por la revolución social e independencia nacional y
no por la constitución liberal y el libre mercado.
Esta idea de
Estado revolucionario fuerte y de partido dirigente organizador de movimientos
de masas combativos (pensamiento que englobaba tanto al PRT como a Montoneros y
a la mayoría de las organizaciones revolucionarias del tercer mundo hasta el
presente excluyendo a las corrientes denominadas “autónomas”) era una
combinación de la hipótesis de la “dictadura del proletariado” y las
elaboraciones teóricas de los clásicos con las realidades políticas
efectivamente vigentes en los países socialistas o regímenes antiimperialistas
que en la época llegaron a la conducción del Estado. Las ideas del periodo
implicaban claramente transformar la sociedad desde el Estado, después de la toma
del poder.
El concepto
“dictadura del proletariado” fue muy atacado y debe ser rediscutido. ¿Qué
pensaban Marx, Engels creadores de esta categoría cuando la propusieron como
forma política que tomaría un hipotético gobierno de los trabajadores? esta era
concebida como el dominio de una clase sobre otra. O sea, si la democracia
burguesa expresaba el dominio de una minoría sobre una mayoría y la explotación
de esta: la dictadura de la burguesía. La dictadura del proletariado como su
contracara expresaría el dominio de la mayoría sobre la minoría y el fin de
toda explotación. Pero la dictadura de la burguesía se manifestaba
políticamente en variados regímenes: dictadura fascista, dictadura liberal,
democracia restringida, monarquía constitucional y democracia parlamentaria,
siendo esta última la mejor y más óptima forma de dictadura del capital.
Entonces, no tendríamos por que inferir que la dictadura del proletariado para
Marx debía manifestarse necesaria y únicamente a través de la dictadura del
partido único.
En esta
orientación debemos rescatar el concepto de hegemonía entendida como la
capacidad de una clase social de unificar y mantener unido en el tiempo un
bloque social de intereses diversos a través de la ideología. Como la capacidad
de construir un “bloque histórico” que expresara la fusión de la clase obrera
con las ideas revolucionarias, del saber y del sentir. En este sentido es que
el italiano Antonio Gramsci planteaba que la clase trabajadora debía darse la
política y la organización necesaria para transformarse en hegemónica a escala
nacional. La dirección “intelectual y moral” en el “plano universal” de la
sociedad nacional era, para el italiano, una clave de la hegemonía. Igualmente
esta tarea se relacionaba directamente con la construcción de la capacidad
política y coercitiva de la futura clase hegemónica[4].
El tipo de régimen político
no es parte de una receta previa, por el contrario la historia muestra que una
misma clase se desarrolla bajo formas de gobierno diferente. Lo que si podemos
decir es que más duro y represivo es un régimen político en relación con la
debilidad o amenaza que sufra el dominio de la clase que lo encabeza. El caso
de la Revolución
rusa es paradigmático. Si uno compara las tesis casi anarquistas del Estado y la revolución con el régimen
efectivamente instaurado en la Unión Soviética en vida de Lenin, verá pocos
puntos de contacto. Pero una lectura atenta podrá mostrar al lector informado
que el escrito leninista habla de una sociedad en la que hayan sido eliminados
los antagonismos internos y externos, una sociedad que estaría al final de todo
un periodo histórico ya que “solo el comunismo suprime en absoluto la necesidad
del Estado, pues no hay nadie a quien reprimir, “nadie” en el sentido de clase,
en el sentido de una lucha sistemática contra una cierta parte de la población
(...) es posible e inevitable que algunos individuos produzcan excesos. Pero en
primer lugar, para ello no hace falta una máquina especial; eso lo hará el
propio pueblo armado con la misma sencillez y facilidad con que un grupo
cualquiera de personas civilizadas (...) separa a quienes se están peleando o
impide que se maltrate a un mujer”[5]
O sea, una
sociedad ubicada al final del camino de la transición mundial hacia el
comunismo. Pero los revolucionarios rusos (como cualquier fuerza política o
social) tuvieron que enfrentarse a la reacción interna y externa teniendo que
superar momentos de suma debilidad, desarrollar un país atrasado en todos los
aspectos y acosado desde todos los frentes y para ello aplicaron una dura
dictadura. Una dictadura que no supieron, no pudieron o no quisieron
transformar en otro régimen político en sus momentos de mayor fortaleza. Es
probable que los revolucionarios de entonces concibieran que el fin del
capitalismo y la transición al comunismo era una cuestión más próxima de lo que
parece ser en realidad. No tenemos dudas que ese era el optimismo de Marx y
Engels y que de allí lo heredaron los rusos y muchos revolucionarios
posteriores. La historia desee entonces ha contribuido a refutar cualquier idea
de cortoplacismo o modelo único predeterminado. Entonces cualquier nuevo
régimen político surgido de una revolución no es solo un momento institucional
provisorio que tiende hacia la extinción y el surgimiento de una sociedad
comunista, sino una etapa de la historia de duración prolongada y como tal debe
ser pensado.
Pero más
allá de que los regímenes revolucionarios no tiene que ser necesariamente
autoritarios, lo cierto es que el mismo Gramsci sugería que todo sistema que quisiera
ser fundante de una nueva sociedad tendría que pasar necesariamente por una
fase totalitaria. Y en ese sentido planteaba que “una política totalitaria
tiende (...) 1) a obtener que los miembros de un determinado partido encuentren
en este solo partido todas las satisfacciones que antes hallaban en una
multiplicidad de organizaciones (...) 2) destruir a todas las otras
organizaciones o incorporarlas a un sistema del que el partido sea el único
regulador. Esto sucede 1) cuando el partido en cuestión es portador de una
nueva cultura y estamos ante una fase progresista; 2) cuando el partido en
cuestión quiere impedir que otra fuerza, portadora de una nueva cultura se
vuelva “totalitaria”; y estamos ante una fase regresiva y reaccionaria”[6]. Este
planteo nos lleva a considerar que la transformación en hegemónicos de los
intereses de los trabajadores requeriría de una fase totalitaria. Pero
solamente en este sentido. Ya que para Gramsci el partido debe ser algo muy
diferente a un órgano burocrático. Debe ser el organizador de una clase “El
moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real (…) solo
puede ser un organismo, un elemento de la sociedad complejo en el cual comience
a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la
acción. (…) es el partido político: la primera célula en la que se resumen los
gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir en universales totales”.[7]
Igualmente creemos que la idea de “totalitario” planteada por el italiano no va
en la dirección que el término nos sugiere en su acepción cotidiana, sino en la
necesidad de cambiar todos los aspectos de la vida social y no únicamente los
institucionales y/o los económicos, e imponer a los refractarios esa nueva
visión del mundo.
Entonces, la transición de
un sistema a otro es un cambio que excede con mucho al cambio de manos del
aparato del Estado o de la propiedad de los medios de producción. Es una
transformación de valores, de concepción del mundo, en este sentido toda
revolución es totalitaria ya que penetra todos los campos de la vida, de las
relaciones entre los hombres y de los hombres con la naturaleza. El partido,
para Gramsci, es el tipo de organización que se da la nueva clase social para
conducir esta transición: una fuerza política que en si misma represente una
concepción total alternativa al sistema, que sea la organización de la clase
cuando ya es portadora de nuevos valores y busca transformarlos en universales.
Los modelos de totalitarismo
que estamos acostumbrados a estudiar son los que Gramsci calificaba de
reaccionarios porque implicaron duras represiones sobre las mayorías y la
penetración sobre todos los planos de la vida social de valores reaccionarios
coartadores de la libertad. Pero es indudable que la fundación de un nuevo
sistema es total (o integral) y que implica la penetración en toda la vida
social de nuevos valores de progreso, solidaridad e igualdad y la represión de
los valores contrarios. El concepto de pachacuti[8] en la visión
andina puede dar cuenta muy bien de esta idea de integralidad: el fin de una
era.
Pero, desde una
concepción de creación de poder popular ¿qué es lo que se puede considerar
totalitario para una construcción hegemónica? ¿Es totalitario el poder popular?
En general actualmente se confunde totalitarismo, con dictadura o absolutismo.
Puede haber un totalitarismo democrático: la polis ateniense era plenamente
totalitaria, la democracia de los monopolios yanqui es sangrientamente
totalitaria. Pero, desde la perspectiva de Gramsci, estaríamos hablando de
totalitarismo en momentos fundantes, hasta la universalización de los nuevos
valores, de la nueva economía y de la nueva visión del mundo. O viceversa, en
el freno integral del avance de los nuevos valores por parte de las clases
reaccionarias
En este punto podemos introducir el tema del rol del Estado
en la construcción de hegemonía y su relación con la cuestión del poder
popular. Se discute en las últimas décadas en el seno de muchos movimientos
populares la relación entre revolución, Estado y poder popular. Se mira el
Estado con resquemor y se tiende a dejar de lado la necesidad de herramientas
que puedan desarrollar políticas hegemónicas nacionales, recostándose
esperanzadamente en la espontaneidad creadora de las masas. Pero, es claro que
la burguesía universalizó su visión del mundo en forma paralela al desarrollo
de su hegemonía económica y de su asunción del poder político. Sería erróneo
plantearse la pregunta sobre si la asunción del poder político por la burguesía
fue antes o después de su consolidación hegemónica. Cada proceso nacional tuvo
sus tiempos diferentes, podríamos decir que la construcción del Estado burgués
es consecuencia y causa de la consolidación de la hegemonía burguesa.
Precisando un poco más: podemos ver que el Estado fue un escalón muy importante
en el trayecto de la burguesía a transformarse en clase hegemónica, pero
previamente ya había desarrollado una amplia contra-hegemonía en lo económico y
cultural (frente a la aristocracia); el Estado permitió su afirmación, consolidación
y eliminación del poder de las clases incompatibles con el nuevo modo de
producción. También el Estado pasó a ser una herramienta fundamental en el
disciplinamiento social de de las clases subalternas y de despliegue de la
hegemonía sobre el conjunto del las clases.
Además de haber tenido que
luchar por construir instituciones políticas nuevas en los países centrales; la
burguesía usó al Estado para imponer sus intereses al resto de los países del
mundo, para defenderse de otros agresores externos y para imponer su dominio en
momentos de crisis de hegemonía. Sin el Estado burgués el capitalismo no sería
lo que es hoy. La burguesía de los países centrales creó estados burgueses
sobre formaciones sociales diversas, creando sistemas semi-capitalistas en
manos de antiguas clases terratenientes o mercantiles metamorfoseadas en
oligarquías mediadores entre el capital moderno y una estructura arcaica. Es lo
que para América latina Mariátegui llamó “mediocre metamorfosis de la clase
dominante”. En definitiva, a través del Estado moderno la burguesía de los
países centrales condujo la transición hacia su capitalismo desarrollado y
exportó un capitalismo acorde a sus intereses al mundo colonial y
dependiente.
3-Clase
obrera, sujeto y poder
En torno a la década de
1990, catalizaron una serie de procesos políticos que tuvieron su máximo
símbolo en “la caída del muro de Berlín”. Pero ese hecho, que produjo que en
pocos meses la República Democrática Alemana (experimento socialista)
desapareciera y fuera absorbida por la Alemania Federal (poderosa potencia
capitalista), fue solo el epílogo de un proceso más largo de agotamiento de una
etapa de la experiencia popular de lucha contra el capitalismo. Ya en los
ochentas occidente inició una nueva fase la llamada neoliberal. Modelo que para
superar la crisis en que las economías capitalistas se encontraban, proponía
abandonar los principios keynesianos y retraer los beneficios sociales del
“estado de bienestar” (pioneros fueron EEUU e Inglaterra, el más poderoso y el
mas antiguo país capitalista respectivamente). O sea darle libertad y respaldo
a los grandes capitalistas, al capital bancario o especulativo, abrir negocios
a estos en áreas antes reservadas o protegidas por el Estado y disminuir el
poder de los sindicatos, las coberturas sociales y demás. El nuevo modelo no
solo era Estatal y macroeconómico sino que iba acompañado por un cambio en las
formas tradicionales de organización del trabajo y de estructuración de
las empresas. Flexibilidad y
globalización son las palabras del periodo[9]. Más allá de la rápidamente desechada idea del
“fin de la historia” o del martillazo de realidad sufrido por las tesis de un
“Imperio” superador de los Estados-nación, la idea de perdida de centralidad de
la clase trabajadora se instala en muchos espacios de la intelectualidad. Esta
idea fue de la mano con otras: la ideseabilidad de luchar lo el poder (de
gobernar un Estado), la crítica radical a la modernidad (racionalidad,
progreso, dialéctica) y la valoración de lo pequeño (el individuo, lo local, lo
sectorial, “la perdida de los grandes relatos”).
En la Argentina, sin dudas
las transformaciones económicas y sus paralelos políticos sociales y culturales, fueron más radicales y
negativas que en lo países centrales o las demás repúblicas latinoamericanas.
Esto se debió al mayor desarrollo industrial relativo de Argentina respecto a
nuestros pares y a lo más débil y fragmentario del mismo respecto de los países
centrales. Hacia la década del setenta la clase obrera aparecía como un bloque
social bastante homogéneo y era la clase más numerosa. El desarrollo y
concentración en ciertas ramas podía hacer pensar al líder guerrillero Mario
Santucho que los mas de trescientos mil obreros de las doscientos cincuenta
plantas más importares eran el núcleo de la revolución. Hoy esas plantas no
existen (o son muchas menos) y ya no es la UOM (la Unión Obrera
Metalúrgica) sino el sindicato
camionero, la estructura mas poderosa del sindicalismo[10]. En
el mismo sentido la clase obrera ya no es un bloque homogéneo, sino que se
encuentra segmentada con una fracción de trabajadores formales, otra fracción
precaria y una última marginal[11].
Pero esto no nos debe hacer perder de vista que estamos hablando de millones de
trabajadores ocupados en la producción o servicios, que ese porcentaje sigue
siendo muy importante para una economía del tercer mundo y que la riqueza del
país la generan estos trabajadores. Todos lo que consumimos, todo lo que hace a
nuestra vida cotidiana, todas las herramientas de trabajo, los lugares donde
vivimos y los que nos transportan, todo es producido por trabajadores
asalariados. Es por ello que para pensar la idea de poder popular e identificar
al sujeto de ese poder (como al sujeto
central de la en la construcción de una nueva sociedad) no debemos perder de
vista que estamos en una sociedad capitalista cuyo fundamento es la explotación
del trabajo asalariado como mercancía. Tampoco debemos ignorar que en los
países del tercer mundo las luchas de liberación nacional y/o por el socialismo
tuvieron como sujeto a un conjunto popular en el que la clase obrera era solo
una parte (entre otras razones por su situación minoritaria en la formación
social poco desarrollada). Por último debemos reconocer (cosa que muchos
olvidan) que la idea de poder popular no es un invento de la posmodernidad y
fue levantada como consigna en procesos revolucionarios anteriores (como por
ejemplo Chile de los setentas, la revolución sandinista, etc.)
La idea de poder popular al
remitir a la amplia y variable categoría de pueblo engloba a clases y
fracciones de clase relativamente amplias. La ambigüedad de “lo popular”
requiere indudablemente precisiones para cada caso particular, ya que lo
popular trae consigo al sentido común (y con él a las ideas dominantes) y muchas
veces incluye a clases capitalistas o cuyos intereses en el sistema capitalista
pueden llevar a un proyecto popular hacia un camino que reproduzca condiciones
de explotación (o sea conduzca hacia una
salida burguesa). Es por eso que Fidel Castro en La historia me absolverá[12] realizó una
descripción clara de la composición de clase de la sociedad cubana de su época
y definió que clases constituían el pueblo cubano y que el M26 (Movimiento
Veintiséis de Julio) consideraba parte del frente revolucionario (en realidad
un frente nacional, democrático y antiimperialista). “Entendemos como pueblo
(...) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y
traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa (...) los 700
mil que están sin trabajo, (...) los 500 mil obreros del campo, (...) los 400
mil obreros industriales y braceros, (...) los 100 mil agricultores pequeños,
(...) los 30 mil maestros y profesionales, (...) los 20 mil pequeños
comerciantes, (...) los 10 mil profesionales jóvenes”. Es claro que todos los
excluidos de esta definición no son pueblo para Fidel: los banqueros, los
propietarios medianos y grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los
grandes comerciantes y todos los asociados al capital extranjero; es decir,
todas las clases que constituyen el polo dominante en la estructura de una
sociedad capitalista. Si nos orientamos con la descripción de Fidel vemos que
en el conjunto de lo popular entran clases y fracciones del proletariado no
obreras y clases no proletarias. Pero, queda claro que la noción de pueblo de
Fidel rompe también con la noción romántico nacionalista de Pueblo igual a
habitantes de la nación que comparten una misma cultura. Podemos pensar que el
conjunto de las clases oprimidas en el marco nacional son el pueblo, pero esta
opresión a su vez debe incluir la posibilidad de alternatividad. Clases que en
el ejercicio del poder puedan (potencialmente) ser un nuevo sistema.
Existen fracciones de la
burguesía con contradicciones con el imperialismo que en muchos casos han
constituido lo que Mao Tse Tung denominaba Frente Único. Pero ese frente único
antiimperialista, nacionalista, explicaba Mao, no debía nunca imponer la
subordinación de las clases oprimidas a la fracción burguesa antiimperialista.
El líder Chino no se equivocaba, los procesos de liberación nacional que
tuvieron como clase dirigente a la burguesía oprimida del país colonial
rápidamente evolucionaron hacia nuevas y atrasadas formas de explotación y
dependencia nacional. En este mismo sentido, para el caso argentino, Rodolfo
Puiggros desarrollaba su hipótesis de la transformación del peronismo pos 1955
en un frente nacional con hegemonía de los trabajadores[13].
Si consideramos que el
poder popular se relaciona con la
posibilidad de las clases oprimidas de desarrollar, por sus propios medios,
formas políticas, sociales, culturales, económicas y militares; vemos que el
poder popular lo que cuestiona centralmente es la capacidad de las clases
dominantes de desarrollar su hegemonía[14]
sobre el conjunto de la sociedad no solo el poder del Estado. De esta forma, en
esta acepción integral, poder popular sería tendencialmente un poder
alternativo, por lo tanto doble poder. También
podemos ver que Gramsci define “el pueblo" como "…el conjunto de las
clases subalternas e instrumentales de todos los tipos de sociedad que han
existido hasta ahora".
Esta noción de “clases subalternas” nos remite a un campo que trasciende la
determinación económica (el lugar que ocupa la clase en la estructura productiva)
aludiendo también a la dominación de carácter cultural (que se define por el
lugar que ocupa la clase en el ámbito de la hegemonía). Pero ¿es mejor la
noción de clase subalterna a la de clase oprimida? Consideramos que no, ya que
la opresión nos remite a la acción concreta de las clases dominantes y la
construcción de contra-hegemonía se relaciona con el enfrentamiento integral.
La noción clase subalterna parece más descriptiva (sin dejar de ser correcta)
mientras la de clase oprimida esta más relacionada con la acción en la lucha de
clases
Entonces, como pensar el
problema de la hegemonía en el marco de lo popular. En el marco de una análisis
del modo de producción capitalista en abstracto, o como “tipo ideal” la
contradicción fundamental es burguesía-proletariado, y entendemos que esta
contradicción es la estratégica y fundamental del sistema en su conjunto. Pero
en las formaciones sociales efectivamente existentes, en países donde se
combinan modos de producción variados (aunque el capitalista sea el dominante)
o en nuestro tercer mundo, existe una variedad de clases oprimidas pobres,
proletarias o semi-proletarias pero no “obreros” tal como los pensaba Marx[15]. Ya
el mismo Lenin tuvo que allanarse a las consignas del campesinado y Mariátegui
nos alertó sobre las particularidades de la realidad latinoamericana. Problemas
similares se dieron de forma concreta en China, Vietnam, Cuba, etc.: el sujeto
revolucionario en sociedades con mayoría de población rural se encontraba en el
campo. También (y no con menor grado de importancia concreta), la opresión
extranjera en forma de políticas imperialistas o semicoloniales evidentes o
como penetración de capital, sobredetermina el campo de los enfrentamientos de
clase. Esta situación no puede ser ignorada o secundarizada como tampoco
absolutizada. Ya Mao con la experiencia China frente al Koumitang, los debates
de Mariátegui con Haya de la Torre, la experiencia de Trosky en México, o los
debates planteados por Cooke en los sesentas nos dan buenos elementos al respecto.
Si, como planteaba Gramsci,
el avance de la modernidad complejiza la estructura social, dando forma a una
sociedad civil “densa”, el despliegue de la política concreta requiere atender
ésta densidad que hace más compleja no solo la estructura de clases sino las
mediaciones entre estas, el poder y el Estado. Teniendo en cuenta que el
italiano planteaba esto para los países occidentales desarrollados, deberíamos
pensar que en nuestros países oprimidos la cuestión es aún más compleja ya que
se combinan las taras del atraso precapitalista, las deformidades de un
capitalismo dependiente y la modernidad del sistema burgués
En las formaciones sociales
concretamente existentes, y mas aún en las sociedades complejas, el despliegue
de la hegemonía se realiza a través de una cantidad de instituciones que
ofician de amortiguadores del conflicto y reproductoras del sistema. Si
concebimos al Estado como algo más amplio que el aparato burocrático militar
propiamente dicho y extendemos la noción de Estado hacia todas las
organizaciones encargadas de reproducir la hegemonía de la clase dominantes[16] podemos
ver la densidad de las estructuras de dominación. Esta estructura social mas
densa hace que los choques de las organizaciones populares contra el Estado
institución impliquen la confrontación solo contra una estructura de
dominación. En este sentido, si bien la confrontación de la clase trabajadora
unida contra la clase dominante y el Estado tras consignas generales de toda la
clase (que serán sin dudas políticas) conmocionará al sistema en su conjunto,
no lo derribará hasta tanto la clase no golpee el resto de las estructuras
dominación de la sociedad civil.[17] De la
misma forma que, al la inversa, golpear las estructuras de la sociedad civil no
destruirá al sistema hasta tanto el Estado no cambie de naturaleza.
Es por ello que Gramsci adoptó la
concepción de Estado que antes mencionamos[18], y que
consideramos muy útil, ya que nos permite ver la integralidad del problema del
poder y la hegemonía. En general los revolucionarios identificaron poder con
Estado y Estado como aparato burocrático militar, esto es así en las sociedades
donde la hegemonía es débil y el despliegue del poder de la clase dominante
requiere de una estructura dirigente centralizada. En una sociedad donde la
hegemonía de la clase dominante se ha afianzado las herramientas de dominación
no se encuentran exclusivamente en el Estado aparato[19].
Para entender el problema de la hegemonía
debemos profundizar en las mediaciones que existen entre la clase como categoría
económica y sus expresiones políticas. Hablamos de clase obrera, pero asumimos
que para las clases oprimidas en general nuestras hipótesis se hacen más
válidas aún. Nuestra perspectiva implica que las determinaciones económicas no
configuran automáticamente una clase obrera universal con una conciencia única,
sino que entre la determinación económica y la conciencia particular que cada
clase obrera adquiere hay una serie de mediaciones que se basan en la
“experiencia” de lucha que esa clase tiene (o tuvo) en el marco de la sociedad
nacional de la que es parte. Si comprendemos a las clases no aisladas sino como
relación social entonces nos quedará más clara la historicidad de su existencia
y de su experiencia. Estructuralmente como categoría existen clases por su
ubicación en la estructura productiva de la sociedad, pero como actor
históricamente significativo, la clase existe a partir de que se manifiesta
como tal. En este sentido podemos
rescatar la idea de “formación” de las clases a través de su experiencia. Estas
herramientas nos permiten comprender mejor la existencia de diversos tipos
posibles de conciencia de los sectores populares maduradas en torno a la
experiencia de lucha particular. Y esto nos permite explicar estrategias
políticas exitosas, las particularidades del “poder popular” o la viabilidad y
permanecía de situaciones de doble poder
En este punto es que nosotros
encontramos la explicación de tema de la identidad peronista de la clase obrera
argentina en los años 50, 60 y 70. La identidad peronista implicaba algunos
presupuestos ideológicos generales pero excedían las definiciones ideológicas
de Perón. La identidad era paralela a la ideología y no se refutaba simplemente
con una ideología más clara y superadora. Como explica Daniel James en su
estudio sobre el movimiento obrero, “el peronismo significó una presencia
social y política mucho mayor de la clase trabajadora en la sociedad argentina
(...) estos son factores fáciles de demostrar empíricamente y en mas de un caso
estadísticamente mensurables. Sin embargo existieron otros factores que es
preciso tener en cuenta al evaluar el significado del peronismo para la clase
trabajadora, factores menos tangibles y más difíciles de cuantificar. Nos
referimos a factores como el orgullo, el respeto propio y la dignidad”. Así la
clase trabajadora accedió a la política burguesa argentina con pleno grado de
ciudadanía, aceptando las reglas de juego (quizás mejor que la misma burguesía)
e hizo sentir su fuerza durante años impidiendo la instauración de un régimen
económico más perjudicial a sus intereses; aunque esto mismo le haya
significado resignar el apoyo a proyectos mas vastos de transformación social.
Es innegable a la luz de la
historia que los límites que esa identidad significaba (reconocimiento de la
sociedad burguesa, adscripción disciplinada al peronismo, etc.) resultaron
insuperables y terminaron desarmando a los trabajadores cuando el tiempo
histórico de la “alianza de clases” propuesta por el peronismo se hizo inviable
y con ella el peronismo mismo como expresión política de los trabajadores
(aunque no solo de ellos). Pero la clase obrera era peronista desde una
sensación política de paridad y lucha y concebía a la burguesía como un
antagonista. Esto fue así a pesar de la ideología oficial del peronismo y quizás tuvo que ver con que
el movimiento obrero argentino tenía un larga experiencia previa a Perón, no
fue (como en otros casos) creado por el líder desde cero o sobre las ruinas o
derrota de la clase: en 1945 la clase obrera existía, estaba organizada y tenia
experiencia, el 17 de octubre fue su victoria y fue (y es) interpretado por la
clase obrera como una victoria de clase. Fue la clase obrera la que le dio una
tónica particular al movimiento de Perón, la que hizo fracasar uno tras otro
los diferentes proyectos burgueses desde el Congreso de la Productividad
(respaldado explícitamente por Perón) hasta el plan de Celestino Rodrigo (bajo
el gobierno de Isabel), pasando por todos los planes y gobiernos del 55 al 73.
¿En que se vincula la construcción
de poder popular con el análisis anterior respecto al peronismo? Justamente, en
las potencialidades y límites que en el seno de las clases oprimidas tuvo la
identidad peronista como producto de la experiencia nacional. Creemos que la
explicación de la historia de nuestro movimiento obrero nos dará elementos para
pensar una alternativa de poder popular que saque enseñanzas del fracaso. Los
elementos simbólicos, discursivos y prácticos que el peronismo popular alcanzó
en la proscripción expresaron elementos de contra-hegemonía significativos y
fueron determinantes en la crisis orgánica que vivió en sistema capitalista
argentino en aquellas décadas. El
sentimiento de ser ajenos al sistema político vigente, la pertenencia a un colectivo
social sentido como homogéneo, la identificación de un enemigo: los “gorilas”,
antipatriotas y antiobreros, portadores de otros valores, la ubicación en
espacios geográficos diferentes con necesidades y organización diferentes, etc.
configuraron una base para la construcción de un poder popular. Los límites que
ya explicamos: la conciliación de clases y la moderación de las aristas más
conflictivas de la organización obrera, la integración subordinada al Estado
con su consecuente pérdida de autonomía, el macartismo antiizquierdista, etc.
también deben ser parte del balance de aquella experiencia.
Para las clases oprimidas sentirse
parte de un todo “nacional-popular” que aspira ser el país (el nuevo país) en
si mismo, que considera posible y necesario el cambio y la universalización de
los nuevos valores, esexpresión de una contra-hegemonía posible. La
construcción de una voluntad colectiva en ese sentido es el desarrollo y la
construcción de las herramientas organizativas que la sedimenten en el tiempo y
espacio (que fue la imposibilidad del peronismo popular y el fracaso del
conjunto de los revolucionarios) y es lo que da al poder popular perspectivas
de transformarse en poder nacional.
Pero como serían estas herramientas
(que marcamos en plural): estructuras sociales y políticas de fuerte y genuino
arraigo entre las clases oprimidas, cuya presencia sea tan arraigada como para
que las masas las regeneren aunque exista represión. Organizaciones que por ser
parte constitutiva de la identidad y vida cotidiana del pueblo no puedan ser
extirpadas. Es cierto que una represión prolongada puede dar resultados y
desmembrar el tejido social pero, una presencia política de resistencia que se
articule con las necesidades de las clases oprimidas y potencie,
dialécticamente, las organizaciones populares, puede salir exitosa de ese
proceso. Es esta organización política de vanguardia que está presente tanto en
la resistencia como en la ofensiva, la herramienta que permite unificar y
complementar a las organizaciones sociales en el plano de la política, si puede
llegar a actuar como articuladora y conducir el conjunto de la luchas y
reivindicaciones populares “orientando” e “influenciando” más que mandando y a
su vez aprendiendo y siendo “influenciada”. Varias experiencias históricas que
mencionaremos más adelante sustentan nuestra afirmación.
4-Doble poder,
poder local y poder popular
Las concepciones
de poder popular, doble poder y poder local, suelen confundirse. Pero así como
tienen puntos de contacto, se diferencian en otros. Mientras que poder popular
se relaciona con la capacidad propia, de las clases populares, más allá del
Estado y de las instituciones de la clase dominante. Doble poder se refiere
centralmente a la existencia de dos estructuras de poder en disputa, en el
mismo territorio, alternativas e incompatibles; pero puede ser que ninguna sea
poder popular y que expresen a diferentes fracciones de la burguesía. Por otro
lado, poder local implica la existencia de ámbitos geográficos específicos
donde se despliega un poder alternativo al Estado, por ejemplo zonas liberadas
por revolucionarios o movimientos de liberación nacional, pero puede se también
algo menos visualizable que estas como las instituciones “enmascaradas” a las
que se refería Santucho en Poder burgués,
poder revolucionario. Aunque también el poder local puede ser ejercido por
mafias, paramilitares o diversos grupos reaccionarios. Las concepciones de
poder local y doble poder denotan la existencia de instituciones alternativas
pero no hablan de la naturaleza de estas. Mientras que el “poder popular” es un
concepto más genérico pero no explica en si mismo como se materializa.
En Argentina el
PRT desarrolló una original (aunque embrionaria) teorización sobre el
desarrollo de una estrategia de poder revolucionaria que implicaba el poder
local. Analizando las luchas populares de los 60 y 70, Santucho dedujo que el
saldo organizativo y político de éstas iría sedimentando en la posibilidad de
controlar territorios. Así fue como el partido elaboró la idea del “doble
poder”. Simplificadamente, significaba construir organismos populares paralelos
a las instituciones del Estado, que ejercieran su propia democracia y
gobernaran efectivamente en determinadas zonas, respaldados por el poder
militar del ERP: “…el surgimiento del poder local (zonas gobernadas por los revolucionarios, n
de r) debe ser el resultado de un proceso general, nacional, donde aquí y allá,
en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, comiencen a constituirse
organismos de poder popular, comiencen las masas a tomar la responsabilidad de
gobernar su zona. Esta multiplicidad y extensión del poder local dificultará
grandemente las posibilidades represivas y hará viable que unidades
guerrilleras locales de pequeña y mediana envergadura defiendan exitosamente el
nuevo poder”[20]
La estrategia de
doble poder del PRT relegaba a un segundo plano la construcción de espacios
dentro de las instituciones democráticas del Estado (la idea era ir corroyendo
su autoridad en diferentes zonas), al que se debía destruir reemplazándolo por
el nuevo Estado construido paralelamente, con la guerra revolucionaria. Esta
estrategia propuesta implicaba un alejamiento de la concepción dominante del
poder como algo objetivado en el Estado institución, al cual se accedía sea por
vía armada o por vía electoral. Entonces, la concepción de doble poder se
distanciaba de la de “toma del poder” predominante en las organizaciones
armadas. Ya que ésta subordinaba la construcción de nuevas relaciones sociales
a la necesidad de acceder al Estado como herramienta estratégica de todas las
transformaciones relevantes.
El doble poder
del PRT implicaba, plenamente desarrollado, la construcción de otro Estado
durante la lucha, y la construcción de instancias de poder popular que fueran
generando nuevas relaciones sociales conviviendo en el mismo espacio con las
formas tradicionales todavía en funcionamiento y con un Estado burgués
ejerciendo aún su control. Pero, la práctica de ir resolviendo los problemas de
la administración estatal durante el período de guerra revolucionaria no fue
una concepción única de Santucho, por el contrario consideramos que es la forma
natural en que se desarrollan los procesos revolucionarios: el asalto al poder
por medio de una mágica huelga revolucionaria o por una guerrilla salida de la
clandestinidad no existieron en la historia.
Las situaciones
revolucionarias son procesos de masas que implican el desarrollo de doble
poder. Existen experiencias de ese tipo en muchos otros procesos
revolucionarios y luchas de liberación, algunos paralelos al estudiado en este
trabajo y otros posteriores. En las zonas liberadas por el Frente Farabundo
Martí en El Salvador durante los 80 se puso en funcionamiento la administración
revolucionaria, lo mismo en los barrios o zonas bajo control enemigo pero con
influencia guerrillera, las organizaciones vecinales y sociales fueron
constituyéndose en ámbitos de resolución de los problemas de los pobres
cubriendo un espacio donde el Estado estaba ausente. La revolución China fue un
largo proceso donde se construyeron un número elevado de poderes locales bajo
instancias del partido comunista chino (muchas veces destruidos y
reconstruidos) siendo la provincia de Yenán un
estado paralelo. En Guinea portuguesa, siendo una colonia que luchaba por
su independencia, el líder revolucionario Amilcar Cabral desarrolló la
administración económica y política en las zonas bajo control o influencia de
los independentistas. Las comunidades sumamente atrasadas, proveedoras de mano
de obra súper-explotada para los portugueses, fueron organizándose para
resolver sus problemas cotidianos y embrionariamente fundarán los cimientos del nuevo Estado. En Colombia las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) ejercen el gobierno en una parte importante
del país, en otras zonas, las organizaciones populares tanto urbanas como
rurales, tienen tanto o más poder que los funcionarios del Estado, que en
muchos casos aceptan las sugerencias de la guerrilla; de acuerdo a los vaivenes
de la guerra civil, existe un poder paralelo a escala nacional. En México, el
zapatismo ejerce en el estado de Chiapas un gobierno paralelo efectivo en
muchas zonas y en otras es el gobierno de hecho y de derecho[21]. Estos
disímiles ejemplos, entre muchos son muestras de desarrollo poder paralelo
efectivo.
La idea de
Santucho de adentrarse en la forma de construir poder local en los barrios de
las grandes ciudades, aún en una situación donde la hegemonía del enemigo se
sostiene en la sociedad, fue un desafío interesante para el desarrollo del
proceso revolucionario argentino en los 70[22].
La difusión de estas tesis en el seno del PRT recién comenzó hacia setiembre
del 74 (fecha en que el folleto vio la luz) y, teniendo en cuenta que para
mediados del 76 el PRT estaba virtualmente derrotado y las clases populares
entraron en un profundo reflujo, no se dio la oportunidad para que estas ideas
pudieran ser desplegadas y reelaboradas con la práctica. Sin embargo, podemos
considerar algunas hipótesis. En primer lugar, como dijimos, se trata de una concepción
alternativa a la de toma del poder, aunque en Santucho ambas cosas se plantean
en forma paralela. También aparece la idea del doble poder como “poder local”,
(entendido esto como desarrollo de zonas donde los revolucionarios tengan el
control y no el estado burgués).
La práctica del
PRT y del ERP estuvo permanentemente orientada hacia los núcleos del poder
central: grandes fábricas, cuarteles militares, instituciones centrales del
poder y respuestas político militares a coyunturas nacionales. ¿Como se explica
esto? No es tema de este trabajo abordar las causas de la derrota de las
organizaciones revolucionarias argentinas pero podemos pensar que hubo una
sobrestimación de la fuerza propia y una visión cortoplacista de la lucha
revolucionaria (decía Santucho que en nuestro país la lucha popular tenía
característica de ofensiva permanente)[23].
Siendo así, y representando cada nueva coyuntura una etapa más profunda y
calificada de la lucha de clases, las batallas debía jugarse en las formas más
elevadas. Entonces el desarrollo del poder local no se priorizó desde un a
perspectiva de más largo plazo y quedó muy atado al desarrollo de una fuerza
militar capaz de frenar la represión en las zonas de hipotético doble poder. Es
así la perspectiva cortoplacista (de asalto al Estado institución) que se tenía
en los 70 atentó contra una estrategia de largo plazo en la cual el doble poder
entendido como poder local en diferentes lugares de la república, pudiera
desarrollarse[24].
Estrategia que a su vez hubiera facilitado el repliegue organizado, la
resistencia y la supervivencia de fuerzas revolucionarias en el futuro.
5-El poder popular frente al autonomismo
Por otro lado,
aunque no es audaz de nuestra parte pensar que Santucho no adheriría a las
concepciones autónomas en sus diferentes variantes, la idea de poder local se
acerca a ellas si lo pensamos desde una situación aislada y abandonamos la
pelea por un nuevo Estado. Las versiones autonomistas posmodernas plantean la
construcción de poder “en los márgenes”, por afuera del Estado, de la cultura
dominante y en sectores sociales excluidos, generando relaciones autónomas y
sin cuestionarse el tema del poder o del Estado, entendido como acceso al
gobierno de las fuerzas revolucionarias. En este sentido y al decir del
autonomista radical Luis Mattini[25]
(Autonomista radical en la década de 1990 y principios de la siguiente), máximo
dirigente del PRT luego de la muerte de Santucho: “cuando uno estudia la
historia de la humanidad, la caída del Imperio Romano es un punto crítico,
porque fue minado desde abajo durante 300 años por el cristianismo con su
prédica. Pero no era prédica de discursos, sino 300 años al estilo MTD de
Solano[26],
gente que vivía de una manera diferente”[27].
Entonces: no se trata de realizar una revolución tradicional, política, sino en
un sentido de más largo plazo una transformación muy lenta de estructuras que
vaya minando las antiguas, más cercana a la transición del feudalismo al
capitalismo entendida como revolución burguesa que duró cientos de años que a
la revolución francesa u bolchevique que se condensan en una década.
Debemos destacar
que la contradicción entre revolución de largo plazo y revolución de corto
plazo es artificial. Toda revolución de corto plazo implica la idea de una
transformación estructural de largo plazo, entendida como la transición de un
modo de producción a otro con todas sus implicancias de la creación de una
sociedad diferente a escala mundial y de cambio de las relaciones del hombre
con la naturaleza. Pero este proceso de largo plazo encuentra sus orígenes en
el seno mismo del sistema aún cuando este está en óptimo funcionamiento. La
construcción del Estado institución, o mejor dicho, la formación de las
estructuras necesarias para dar cohesión al nuevo sistema es solo un hito en el
proceso de cambio de una formación social a otra. Justamente, desdibujar este
hito (la revolución política), o restarle importancia es una operación
ideológica sumamente peligrosa para las clases oprimidas y las condena al
ostracismo histórico.
Pero ¿de donde y
por que surgen estas ideas sobre el poder popular y la autonomía? Tienen origen
en el fracaso de muchas de las experiencias transformadoras, que por derrumbe o
cooptación, no lograron alumbrar un mundo mejor. Esto se combina con el impacto
del derrumbe del “socialismo real” y el rechazo que causó en Europa el sistema
de burocracia estalinista dio paso a una crítica radical al “poder” que, empezando
por Foucault y con su escuela pos estructuralista hizo estragos en el viejo
continente. A esto se suma la vertiente ideológica norteamericana, que a través
de un trabajo ideológico originado en derivas de la escuela de Franckfourt en
el exilio e intelectuales el riñón del sistema académico yanqui, aportaron
convergentemente con los anteriores.
Entonces se plantea: Estado es poder, poder es
dominación y dominación es explotación, por lo tanto el que se plantee el tema
del Estado y del poder a la larga recreará nuevas formas de explotación. Pero
el confusionismo esta en que lo que aquí llamamos Estado, y que extendemos a
todas la épocas históricas, es producto de la modernidad capitalista. Entonces, debemos aclarar que
aún la destrucción del Estado conocido no implica la desaparición de toda
estructura de organización social, económica y política. Todas las formaciones
sociales no capitalistas han desarrollado estructuras que son propias de su
constitución de clase, desarrollo y extensión. Si afirmamos que el Estado es
una estructura autónoma de la clase dominante, en una sociedad feudal no hay
Estado, pero sin duda hay dominación de clase (y como), tampoco en Egipto o
Persia, ya que la clase (o casta) dominante es el Estado en si misma.
Entonces ¿a
donde queremos llegar, en relación al poder popular? La construcción de una
nueva sociedad requerirá de nuevas estructuras, y mientras existan clases y
países capitalistas en disputa en la mayor parte del mundo, estas deberán
garantizar la hegemonía de las antiguas clases oprimidas con firmeza tal como
lo hizo la burguesía antes de la república parlamentaria, o como lo hace hoy
frente a los desafíos de los oprimidos o frente a las crisis periódicas del
propio sistema. Una nueva organización social que requeriría de un Estado de
nuevo tipo que no anule el poder popular sino que lo garantice
estratégicamente. Esto es así aunque contradiga a los autonomistas
europeos-norteamericanos y sus tributarios tercermundistas, justificadores del
“progreso” occidental y cristiano. Más aún, como una nueva sociedad no surge en
pocos años, sino que es producto de un
largo proceso de luchas, de transformaciones culturales y de creación de nuevas
subjetividades (la creación de un nuevo hombre como decía el Che),
indudablemente el tema del Estado cobra mayor significación aún, ya que
estaríamos hablando de un periodo de
transición.
Pero debemos
tener en cuenta que el autonomismo representado por la versión situacionista,
fue una variante extrema del modelo. De todas formas, aún las variantes menos
extremas, aquellas que sí aspiran en un tiempo histórico mesurable (de pocas
generaciones) a transformar la sociedad en su conjunto, también tienen como eje
lo local, lo sectorial y la construcción en los márgenes, condicionando la
estrategia a la necesidad táctica de lo local o sectorial. Para entender como
se manifiesta la contradicción entre lo social y lo político, las necesidades
inmediatas y las estructurales debemos pensar los conceptos de
multisectorialidad y de asamblea de base. Los nuevos movimientos sociales, como
los movimientos reivindicativos en general, surgen a partir de abordar
problemas específicos de un “sector”, mas que movimientos de clase (como un
sindicato) son movimientos en torno necesidades o problemas (vivienda, tierra,
minería, contaminación, derechos de minorías, etc.), las organizaciones
piqueteras argentinas por ejemplo fueron un gran movimiento contra el hambre,
la desocupación y la degradación barrial. Ahora bien, la existencia de una
densa red de organizaciones populares es una muestra saludable de vida social,
el problema esta cuando se pretende hacer de esto “toda” la política, o la
única política correcta. Es así que el autonomismo considera que la política es
en si misma la que emana de estos movimientos y que lo demás es una impostura.
Para explicarnos esto debemos recurrir a sus fuentes teóricas y los conceptos
de imperio, multitud, situación, clase y dialéctica[28].
Por otro lado la
asamblea de base, tarea política tan cara a muchas organizaciones de izquierda,
revolucionarias o clasistas, también es presentada como contradicción entre la
“nueva política” y la “vieja política”. Quizás esto sea así porque lo que se
entiende como vieja política fue la práctica de una parte de la izquierda, en
general la más integrada al sistema que con sus ritmos de coyunturas
superestructurales integran de hecho a la izquierda en la reproducción del
Estado. Pero la mayoría de los movimientos revolucionarios fueron muy
participativos[29]. El
problema esta en contraponer asamblea de base (que en general es local por
cuestiones operativas) a la existencia de organismos centralizados y
delegaciones resolutivas.
Este es un
problema discutido desde antaño, la democracia directa solo puede atender
cuestiones de pequeña escala y, como planteamos al principio, se relacionaba
con la contradicción entre libertad e igualdad planteada los filósofos que
mencionábamos. En ese sentido Rousseau en El
contrato social advertía que su modelo asambleario funcionaba solo en una
sociedad con riqueza homogénea y relativamente pequeña. Ahora bien el
socialismo ha planteado diferentes mecanismos de democracia de alcance
nacional, en general basados en la teoría del “centralismo democrático” de
Lenin. La tendencia hacia cada vez mayor centralización (acompañada de una
creciente burocratización) en detrimento de la participación democrática, es el
punto fuerte principal de los
antileninistas y autonomos. Desde nuestro punto de vista el atar políticas
nacionales a decisiones de asambleas locales o sectoriales frena el desarrollo
político popular. La cuestión esta en resolver el proceso del avance de lo
reivindicativo a lo político y en la articulación entre la construcción de
poder popular y organización política como parte del mismo. Entonces vemos que
las razones del rechazo a la herramienta “partido” tienen la misma raíz que el
rechazo al Estado: la convicción de que ambas implican una escisión o (en el
mejor de los casos) una impostura de la voluntad popular.
6-Notas sobre el MST de Brasil y el Zapatismo de México
Pero no todo en
el universo de las construcciones autónomas es local o pequeño. Al considerar
variantes menos radicales en su aislamiento de la política (y más importantes
en términos de desarrollo) como el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST)
o el Zapatismo de México vemos algunas características distintivas. Para ir al
caso del Zapatismo, éste no se plantea la “toma” del poder, (en realidad no
puede hacerlo desde la relación de fuerzas que le implica limitarse a ser la
organización de los indígenas de Chiapas), pero si busca una transformación de
la sociedad mexicana en su conjunto. Aunque Marcos consideró en reiteradas
oportunidades que es un error de los revolucionarios la idea de toma del poder
y que no es una aspiración del zapatismo[30].
Este movimiento reestructuró las relaciones entre la sociedad y la política en
la zona donde ejerce el control; las nuevas instituciones generadas por el
zapatismo se construyen como una recuperación de las instituciones
tradicionales de las comunidades (con el agiornamiento
que implican 500 años de influencia occidental) y extirpan la presencia del Estado
mexicano en su zona (ya de por sí débil y corrupto, lo que no es un dato menor
para las posibilidades de desarrollo de doble poder) extendiendo su influencia
alternativa por toda la región. El zapatismo es claramente poder local en su
zona de inserción y doble poder en el Estado de Chiapas pero su perspectiva
indigenista (sectorial) y local conspira en contra de romper el cerco político
con que lo han aislado. El capitalismo monopólico tributario de los yanquis que
mantiene el control del Estado central, las grandes unidades productivas y
extractivas, continúa su desarrollo preocupándose secundariamente por la
presencia zapatista.
Pero en su
desarrollo como poder local el zapatismo ha creado instituciones de nuevo tipo.
Cuando uno recorre el territorio encuentra los Consejos del Buen Gobierno y el
Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI). Los primeros son una especie
de consejo comunal electivo rotativo que se encarga de todos los asuntos de la
comunidad, son la expresión del poder popular en la zona, son elegidos por los
pobladores y rinden cuentas antes estos. Los CCRI por el contrario son
clandestinos, electos desde la comandancia y rinden cuentas ante esta,
vigilando y supervisando la zona y pudiendo cesar ante posibles amenazas a los
Consejos de Buen Gobierno hasta que la amenaza pase. Evidentemente el Ejercito
Zapatista es la fuerza que asegura la zona y es una organización militar. Por
lo tanto, mas allá del discurso horizontal, acá vemos la existencia de
instituciones de nuevo tipo que ejercen el poder en una zona, que ese poder es
poder popular y que está en relación
dialéctica con un partido armado.
El MST también es una
construcción autónoma de la población rural brasileña, no sujeta a directivas
que excedan a las de su clase, pero formó parte de la construcción del Partido
de los Trabajadores (que más que un partido es un frente) apoyando con
reivindicaciones propias para impulsar una propuesta de transformación de corto
plazo para todo Brasil. Además el MST aspira a ser parte de una construcción
que se plantee reivindicaciones políticas de fondo y no reniega ni pública ni
privadamente de la idea de partido y de revolución. En sus debates internos el
MST se cuestiona la posibilidad de lograr reivindicaciones de fondo sin la
existencia de una política que exceda las necesidades del MST como organización
campesina (sectorial). Por eso los Sin Tierra debaten, a la luz de su práctica
y experiencia, la cuestión relacionada con la lucha económica y la conciencia
revolucionaria que ya cien años atrás discutieron Lenin y Rosa de Luxemburgo.
Entonces ellos ven que “las luchas de masas tienen un carácter espontáneo,
porque su límite reside en la lucha inmediata por conquistas económicas. Pero,
por otro lado, debe ser entendido como el primer paso en la formación de la
conciencia política”. O sea los oprimidos ingresan a la política a través de
espacios para luchar por resolver reivindicaciones inmediatas.
En este sentido discuten la
necesidad de formar cuadros políticos que puedan impulsar una lucha de tipo
nacional, cosa que la permanente atención a la lucha propia del movimiento
impide “entonces podremos cometer errores históricos graves en la medida en que
nos propusiéramos formar cuadros revolucionarios delegándoles tareas solo
relacionadas con la lucha económica que nunca llegarán a desencadenar un
proceso revolucionario”. La compresión del MST de que un cambio social
verdadero esta más allá de la lucha inmediata es clara, como también es clara
la contradicción inherente a todo movimiento social por eso polemizan consigo
mismo a través de Lenin “…por eso (siguiendo a Lenin) si esta lucha espontánea
es importante para engrosar las filas de los que luchan, debe, y es necesario
tener, una organización que tenga estos objetivos (revolucionarios nacionales)
formulados para llevar la lucha hasta el fin”. Más adelante explicitan: “es
transparente entonces que muchas de las críticas hechas por Lenin se chocan con
nuestra práctica, o sea: conocimiento parcial del marxismo, proponerse
contribuir a la transformación social a partir del movimiento de masas sin una
organización política, absolutizar un movimiento de masas como fuerza
invencible, sin una política consecuente, sin programa, ni estrategia, etc. (…)
Concluimos entonces, los dos proceso deben andar juntos, pues si un embrión de
conciencia está en la lucha de masas, la mayor conciencia debe ser gestada en
una organización política con una definición de tareas de mayor alcance”[31].
En este sentido los Sin
Tierra en sus debates de fines de la
década del 90 avanzaban en la definición del militante necesario para realizar
tareas revolucionarias. Un militante que pueda pensar la política más allá de
las reivindicaciones inmediatas de su clase o sector, alguien que ve el
problema de otras categorías o clases. Y son coincidentes con Gramsci cuado
plantea que una política transformadora de la clase obrera solo es posible
cuando esa supera la conciencia corporativa asumiendo la representación de los
intereses de la nación en su conjunto.
Además las comunidades generadas
en las tierras recuperadas por el MST tienen su propio sistema educativo,
seguridad y leyes, y las relaciones de propiedad se rigen por principios
socialistas siendo, de este modo, una escuela para todos los miembros del
movimiento. Pero aquí también este avance que puede ser visto como un gran
logro desde una perspectiva autonomista, es problematizado por el MST como un
riesgo que puede llevar a la integración autónoma al sistema a través de la
reforma de la legalidad existente sin producir cambios de fondo.
Existen “20 millones de
hectáreas de tierra conquistadas por la lucha. Por eso podemos decir hay un
poder territorial instituido a través de la conquista de la tierra, que
presenta características revolucionarias”
(...) esta estructura en formación en un asentamiento no debería ser
confundida con un nacimiento del socialismo, si debería ser embrión de nuevas
relaciones y por lo tanto, de un nuevo modo de vivir la existencia individual y
social”. Mencionan el riesgo de convertirse en parte del paisaje, ya que
“reformando nuestros asentamientos, llegamos a una institucionalización a
través de cooperativas y estamos desarrollando una cultura del legalismo a
través del cooperativismo” y continúan planteando los problemas de reformas
(política, éticas. artísticas, organizativas) que adapten la organización al
sistema a una “organización natural, controlable, y soportable por el orden”.[32] De
esta forma el movimiento desarrolla una forma de poder local en diferentes
zonas, un poder que se ejerce en la perspectiva de fortalecer el poder del
pueblo. Pero ¿tiende al doble poder, a la construcción de contra-hegemonía?
Esta duda es la que motiva el debate planteado en nuestra fuente y que continúa
en nuestros días en el seno del movimiento.
Entonces vemos como en el
Movimiento Sin Tierra se debate la necesidad de construir una fuerza nacional,
formar militantes que excedan la reivindicación sectorial, y que la
construcción de nuevas relaciones sociales en los territorios que controlan se
lleve adelante en forma antagónica con el sistema. Solo así la construcción
social expresa, según ellos, embriones de poder popular y es contra-hegemónica.
7-Problemas de
la autonomía de la clase obrera en el Estado revolucionario
Pero,
entonces ¿qué es el autonomismo? El autonomismo radical se plantea una “huida
del Estado” y del poder. Que consideremos a estas propuestas como extraviantes,
no debe hacernos perder de vista que el problema de la autonomía de las clases
oprimidas es una cuestión crucial en una estrategia de poder popular. Esta
cuestión fue muy poco considerada en los procesos revolucionarios anteriores,
los cuales pusieron el acento en las herramientas organizativas de los
militantes y posteriormente en la construcción o administración del Estado. Las
clases oprimidas desarrollan embriones de organización propia que el Estado
busca subordinar y la sociedad burguesa subsume en sus valores. Apostar a su
desarrollo en una dirección diferente no implica, necesariamente, una huida del
Estado ni una sumisión a la organización revolucionaria.
En realidad, las
concepciones autonomistas se basaban en la aceptación de la globalización como
un hecho consumado y positivo (visiones diferentes de los movimientos autónomos
latinoamericanos que rechazan el carácter positivo de esta nueva fase
imperialista) “la construcción del imperio es buena en si misma pero no buena
para si misma (…) insistimos en afirmar que la construcción del imperio implica
un avance (…) el imperio acaba con crueles regímenes de poder moderno y también
aumenta su potencial de liberación”[33]. Es
por ello que, si bien puede un nacionalismo subalterno tener características
progresistas, esto es coyuntural ya que la constitución de una soberanía
estatal reproducirá la maquinaria del estado nación y esto va (para Negri) en
contra del progreso humano que significa el imperio global, entonces “las
luchas por subvertir el imperio deberán darse dentro del terreno imperial
mismo”[34].
Es por ello que veía a las
nuevas relaciones sociales del mundo globalizado como un avance que permitía
enfrentar al imperio desde una perspectiva no nacional sino global; entonces
desde esta perspectiva ir delineando una nueva sociedad global alternativa. Así
Toni Negri rechazaba al Estado-nación y al nacionalismo como herramientas
opresivas y responsables de las más importantes masacres de nuestro tiempo. Es
así como la resistencia Iraquí (de base nacionalista o religiosa) sería
reaccionaria y la invasión yanqui, que incorpora a Irak al mundo macdonalizado
del “imperio”, un triste pero necesario hecho del progreso. Quizás también los
permanentes intentos de genocidio y limpieza étnica realizados por el moderno
Israel sobre el pueblo palestino sean para la teoría del Imperio otra forma de
manifestación de la inevitable globalización. Aunque quizás aquí ante la cruda
y sanguinaria demostración de la vigencia del poder de los centros nacionales
capitalistas dominantes y sus intereses de clase, muchos partidarios de esta
teoría vacilaron en sostenerla. Por eso las ideas más políticas del imperio no
consiguieron conectarse con la realidad (de la misma forma que la teoría del
fin de la historia de otro intelectual de moda de los noventas Francis
Fukuyama). Es más, los bofetazos de realidad que sufrieron estas ideas desde su
formulación las desacreditaron en pocos años. Sin embargo la raíz de las mismas
sigue en pie (pensamiento antidialéctico, rechazo a la nación, desplazamiento
de la clase, etc.) y es sustento de nuevas formulaciones ideológicas que
sustentan los mismos sinsentidos políticos.
Pero, aclaremos un poco que
era “el imperio”: “lo que hoy entendemos por imperio es algo por completo
diferente del imperialismo (…) el imperio no establece ningún centro de poder
(…) es un aparato descentrado y des-territorializado (…) EEUU no constituye –y
en realidad ningún Estado nación puede constituir- el centro de un proyecto
imperialista”[35]. En la teoría del
imperialismo, estaba claro quienes eran los agredidos y por quienes eran
agredidos. Ahora bien cual es el objeto
de dominio del imperio: “El objeto de su dominio es la vida social en su
totalidad; por consiguiente el imperio presenta la forma paradigmática del
biopoder”[36]. Cuando Negri remite a la
noción de biopoder de Foucault y la aplica para mostrar la dominación en todos
los órdenes de la vida social, nos
podría remitir también a la noción de hegemonía gramsciana. Esto es
parcialmente así, un problema de esta analogía con la noción de hegemonía es
que la última implica una aceptación de la categoría clase, en cambio la noción
de biopoder (remite a la vida) aparece mucho menos clasista. O sea, hegemonía
se relaciona con actores colectivos, clases con intereses permanentes. Mientras
que biopoder nos indica el sometimiento como individuos por una voluntad de
poder no claramente clasista. De esta forma se desdibuja el principal objeto de
explotación del capital, la clase trabajadora; y el principal objeto del
imperialismo destruir la independencia nacional para saquear recursos y someter
a los trabajadores.
Finalmente la universalidad abstracta e indiferenciada del
autonomismo es planteada por Negri y Hardt “el concepto de lo local no tiene
que definirse necesariamente desde el punto de vista del aislamiento y la
pureza. En realidad si uno derriba las paredes que rodean lo local (y por lo
tanto separa el concepto de raza, religión, etnia, nación y pueblo), puede
vincularlo directamente a lo universal. Lo universal concreto es lo que permite
a las multitudes[37] trasladarse de un lugar a
otro y considerar propio el lugar donde están.” O sea si superamos la religión,
la cultura, las tradiciones y todo lo que hace que existan pueblos diversos,
podríamos hacer una multitud universal de súbditos del imperio, indiferenciados
y al la vez súper-diferenciados por sus individualidades específicas que
constituya el contra-imperio ansiado por los posmodernos. La perspectiva
de Toni Negri y Michel Hardt se complementa con otro elemento fundamental que
es la idea de que la clase obrera ya no existe como sujeto central de la
relaciones de producción. Esta clase obrera fue el sujeto de la lucha en la
etapa de los Estados nación, cuando fue construido y universalizado el
capitalismo. Pero hoy el capitalismo para los autores de Imperio, (al menos como lo estudiaron Marx y Engels) ya no
existiría y el obrero no sería central en las relaciones de producción. El
nuevo sujeto de la lucha (no lucha de clases sino antagonismos diversos) es la
multitud. Que es la multitud: “la multitud es una
multiplicidad, un plano de singularidades un conjunto abierto de relaciones que
no es homogéneo ni idéntico a si mismo y que mantiene una relación indistinta e
inclusiva con lo exterior a él…” o sea la multitud no es pueblo, no es clase,
ni mucho menos nación, sino una “confusa relación constitutiva” que nunca puede
ser soberana ya que no puede tener un proyecto común que no sea resistir al
imperio desde la diversidad. Una masa diversa de gente con
reivindicaciones distintas que en el marco del imperio global, es el actor
central del enfrentamiento.
Para Marx, lo que ayudaría a
unificar a los oprimidos del mundo era su reducción a una homogénea categoría
de obreros. Aún así los bolcheviques apelaron a la yihad para movilizar a los
obreros de Baku contra la reacción occidental y aristocrática. ¿Cuáles serían
los elementos que daría coherencia a la multitud y cuales serían los objetivos
de su lucha contra el hipotético imperio? Aunque aceptáramos las categorías de
Imperio (cosa que rechazamos) las luchas de los oprimidos desde una perspectiva
de clase (socialista) y las luchas nacionales desde una perspectiva
antiimperialista siguen apareciendo como mas claras y eficientes.
Es por
ello que para nosotros el doble poder y el poder local tienen un claro marco
nacional. Es lo que les da materialidad y perspectivas definidas. La historia
nos presenta formas concretas de resistencia, todas ellas se manifiestan efectivas a través de formas que
siguen expresándose a través de reivindicaciones de clase y nacionales. Miremos
donde miremos, Venezuela o Bolivia, la selva colombiana o los campos
brasileños, las ciudades palestinas o iraquíes, etc. etc. cada uno con sus
formas culturales y composición social, la indiferenciada multitud no ha
aparecido por ningún lado en forma efectiva.
El denominado situacionismo, en tanto, a diferencia de las ideas de Imperio, escapa aún más de los
conflictos generales. Se asienta en la construcción de espacios locales,
independientes, horizontales, al margen del sistema dominante, en los cuales
construir la nueva vida del grupo. El poder local, es en este sentido una
expresión de autonomía, en un sentido absoluto. No es una expresión dialéctica
de la lucha de clases destinada a una superación, puede ser una expresión
antagónica de un enfrentamiento cuyo destino no es la resolución de la
contradicción sino su prolongación: los polos de este enfrentamiento son
irreductibles a algo nuevo. Este elemento filosófico de la concepción
autonomista es central para comprender el resto de sus propuestas y su
concepción (ahistórica) de la historia: para el autonomismo no hay superación
dialéctica, no hay progreso sino enfrentamiento perpetuo. Negri ve en Hegel un
desarrollo perjudicial de la filosofía occidental (ya que la dialéctica
hegeliana implica una teleología) y recomienda retroceder hasta Spinoza para
reconstruir las bases teóricas del pensamiento revolucionario.
“No queremos entender al mundo sino negarlo”
dice Holloway por eso plantea el resistir como paradigma de la lucha, un
resistir que nunca debe transformarse en avanzar sobre, porque eso implicaría
reproducir relaciones de poder. De esta forma la idea situacionista
radicalizaba las posturas de Imperio, proponiendo
una teoría del anti-poder “hay un asimetría total entre el poder y nuestra
lucha”, o sea una tendencia a la evasión cercana a la comunidad hippie. El
problema es que estas ideas hicieron escuela en muchos activistas populares que
las reprodujeron y reformularon de variada forma hacia las clases oprimidas. El
autonomismo posmoderno[38]
adolece de una falla de origen causada por la falta de historicidad de su
método de análisis.
Ahora bien, si
consideramos el período de difusión más fuerte de las ideas autonomistas en el
marco de la evolución histórica, veremos que éstas se desarrollaron en un
periodo de repliegue y derrota de los pueblos (Europa en los 80, América Latina
en los 90). Entonces el autonomismo se presentó como una posibilidad de
resistencia sin una perspectiva visible de poder real, una forma aceptar que no
se puede cambiar las cosas de fondo ni en forma totalizadora y entonces
resistir desde lo pequeño. El problema no estaría en la asunción política de
esto como táctica, pero si se vuelve el objetivo y justificación de la
impotencia, de una forma de retroceso se construye entonces una ideología (en
el sentido fuerte que le dio Marx como pantalla de la realidad). De esta forma,
con la aceptación de la ideología de la posmodernidad, el autonomismo se
transforma en una estrategia de no poder
popular.
Pero, recordamos
nuevamente que el concepto de autonomía de las organizaciones populares no debe
confundirse con el autonomismo posmoderno. En general los posmodernos se paran
sobre una crítica justa de los “olvidos” de los revolucionarios del siglo
anterior (especialmente sobre la enajenación del Estado socialista o
independentista respecto de las masas a las que había apelado y que habían
posibilitado que las nuevas elites dirigentes llegaran al poder). Es bueno
plantearnos que el poder popular solo es tal si se expresa a través de
construcciones propias de las clases oprimidas que trasciendan la existencia de
una organización revolucionaria (aunque esta haya ayudado a generarlo) y que
estén más allá del Estado revolucionario. O sea la organización popular no solo
como retaguardia de la organización
política, sino como sujeto y estructura contra-hegemónica de la cual la organización
es una parte más. Lo mismo para el caso de un nuevo Estado, las organizaciones
populares deberían tener una existencia propia y legitimante del nuevo orden de
cosas. O sea ser las defensas profundas de la nueva sociedad mas allá del
Estado propiamente dicho.
Como hemos dicho la mejor y más desarrollada forma de
régimen político de la burguesía no es la dictadura ni el fascismo, sino el
Estado parlamentario donde la dominación existe con un mínimo de coerción
abierta. Este régimen es expresión de hegemonía plena. En él las organizaciones
populares tienden a ser estatalizada o subordinadas al Estado como aparato
burocrático (aunque son “estado” en sentido amplio). Llamamos “estatalizada” a una organización de la
sociedad civil cuya lógica de funcionamiento se inscribe plenamente en las
necesidades de reproducción de la sociedad tal cual es. O sea organizaciones
que formarían parte del Estado en sentido amplio planteado por Gramsci. Las
diferenciamos de subordinadas al Estado, que para nosotros significaría una
organización popular sin iniciativa propia a causa de su vinculación orgánica,
una dependencia burocrática sin vida. Pongamos en el primer caso a los
sindicatos argentinos, cuya ideología y estructura ha evolucionado siendo hoy
una corporación más de la sociedad civil burguesa. Como reproductores y
canalizadores de los reclamos obreros son Estado en sentido gramsciano. En el
segundo caso, las agrupaciones clientelares territoriales de los partidos de gobierno, o las agrupaciones
de “funcionarios”.
No sucedería
esto para las organizaciones de la burguesía que se tornan plenamente autónomas
del Estado. Al menos para los casos de la república burguésa tradicional, ya
que modelos como el peronista de 1946 buscó “estatalizar” las organizaciones de
la burguesía. En una situación burguesa “normal” las instituciones corporativas
y culturales de los terratenientes, los grandes industriales y comerciantes,
financistas, son poder burgués autónomo, impugnan y deliberan las decisiones
institucionales y la burocracia negocia permanentemente con ellas. Podemos ver
simplemente leyendo los diarios como la SRA (Sociedad Rural Argentina), UIA
(Unión Industrial Argentina), AEA (Asociación Empresaria Argentina), Y todas
las asociaciones, cámaras y foros de medios, bancos, bolsa, etc. funcionan como
un poder más del Estado. Son recibidos en forma privilegiada y consensuadas no
solo las políticas del sector específico sino las generales de la nación.
Cuando los lineamientos generales del Estado institución contraría los intereses
de alguno de estos grupos siempre se presenta como una crisis (como si dos
poderes constitucionales chocaran) y si
contradicen al conjunto de las instituciones burguesas o la
administración se muestra incapaz de garantizar sus intereses colectivos nos
encontramos en las vísperas de un proceso de desestabilización o crisis
institucional.
La lógica del Estado burgués con hegemonía plena implica
que las organizaciones populares compartan la ideología dominante. Entonces el
Estado institución funciona como un articulador de la hegemonía por “arriba” y
hacia “abajo”. Es por ello que la autonomía respecto del Estado burgués es una
conquista de las clases oprimidas en una estrategia de construcción de poder
popular. Es lo que se llama “espíritu de escisión” que debe operar necesariamente
en el plano de la conciencia. “¿Que se puede contraponer de parte de una
clase renovadora a este formidable complejo de trincheras y fortificaciones de
la clase dominante? El espíritu de escisión o sea la progresiva conquista de la
conciencia de la propia personalidad histórica, espíritu de escisión que debe
tender a prolongarse de la clase protagonista a las clases aliadas potenciales;
todo esto requiere un complejo trabajo ideológico…” sería la conciencia por
parte de las clases oprimidas de necesidad de un mundo organizado de forma
diferente y la asunción de valores y modelos culturales propios y contrapuestos
a los emanados de los centros de hegemonía. Pero en la construcción de una nueva sociedad, esta
autonomía deberá mantenerse y desarrollarse
en tanto es expresión de la hegemonía de la nueva clase más allá del
aparato del nuevo Estado. Y a su vez garantía de que las nuevas instituciones
sean verdaderamente populares y no solo una enorme cáscara hueca.
Si volvemos a las
experiencias históricas de revolución vemos que para los Bolcheviques no
existía el concepto poder local, ni poder popular, pero sí el de doble poder,
con el cual caracterizaron el período durante el cual el soviet de obreros,
soldados y campesinos de Petrogrado (y otras ciudades) convivieron como forma
efectiva de gobierno alternativizando a la Duma burguesa, y funcionando ambas
como dos fuentes de autoridad dentro del mismo país (alternativas y en
competencia). El primer desarrollo de estas ideas lo presentó Lenin en abril de
1917 (nº 28 del Pravda) “La cuestión radical de cualquier revolución es la
cuestión de la autoridad del Estado. Sin una exposición de esta cuestión no se
puede hablar de ninguna participación consciente en la revolución, ni menos aún
de su gestión. El rasgo original extremadamente interesante de nuestra
revolución es que ha creado un poder dual. Habría primero que todo
entender este hecho, ya que sin tenerlo entendido, es imposible de avanzar. Hay
que ser capaces de completar y corregir las antiguas fórmulas, por ejemplo, las
bolcheviques, ya que aunque se han demostrado correctas en general, su
realización concreta se demuestra diferente. Antes no pensaba nadie
en un poder dual, ni lo podía hacer.” Vemos como el revolucionario ruso da
cuenta de la novedad y en función de ella corrige las tesis bolcheviques.
“¿En qué consiste el poder
dual? En el hecho de que junto al gobierno provisional, del gobierno de la
burguesía, se ha desarrollado, aunque débilmente y de forma rudimentaria, pero
con una existencia práctica indudable, otro gobierno: los consejos de
representantes de obreros y de soldados. (…) ¿Cuál es el carácter político de
este gobierno? Es una dictadura revolucionaria, es decir que la autoridad se
basa directamente en la toma revolucionaria, en la iniciativa directa de las
masas desde abajo, y no en el derecho promulgado por el gobierno centralizado.
Su autoridad es del todo diferente a la autoridad general de las repúblicas
democráticas-burguesas parlamentarias que han existido hasta ahora, y que
prevalecen en los países avanzados de Europa y de América. Esta circunstancia
es a menudo olvidada y no se considera a menudo en toda su esencia.” La fuente
de legitimidad del poder alternativo no se basaba en su reconocimiento legal como
en la república burguesa sino en su naturaleza de ser las clases oprimidas (o
un numero destacable de sus miembros) que lo ejercen y por lo tanto lo
consideran propio, y a través de ese nuevo poder deliberaban sobre cuestiones
de gobierno.
Y sigue Lenin: “Esta
autoridad es del mismo tipo que la que hubo en la Comuna de París en 1871. Los
atributos básicos de este tipo son: 1) una fuente de autoridad que no es la ley
previamente discutida y aprobada por un parlamento, sino la iniciativa directa
de las masas desde abajo y desde las localidades, una "toma" directa
para utilizar la expresión habitual, 2) la sustitución de la policía y del
ejército, como estamentos separados y opuestos al pueblo, por el armamento
directo de todo el pueblo; el orden público bajo esta autoridad es protegido
por obreros y campesinos armados, por el pueblo armado; 3) los oficiales y la
burocracia o bien son sustituidos por la autoridad directa del pueblo, o,
cuando menos, son sometidos a un control especial, y se convierten no sólo
elegibles, sino también destituibles de acuerdo con el parecer del pueblo, y
son reducidos a una situación de simples representantes …”[39] Si
bien Lenin no aclara en este texto cual es el rol del partido en este nuevo
poder, podemos ver que no plantea un sustitucionismo absoluto sino adecuar las
tesis clásicas al desarrollo concreto de la lucha de clases en Rusia. Y se
refiere a un momento de alta movilización popular, de una crisis revolucionaria,
a la que interpreta para poder trabajar en ella.
El doble poder, el control
de instituciones existentes, su resignificación y la creación de nuevas sería
la asunción de funciones del viejo Estado por nuevas instituciones, se puede
desarrollar sobre una situación de crisis hegemónica del bloque dominante.
Desde la perspectiva de la construcción de poder popular se requeriría de un
elemento más: el desarrollo por parte de los oprimidos, al margen de la
existencia de crisis, de una construcción previa, alternativa, contra
hegemónica, donde se puedan asentar las formas y contenidos de la nueva
sociedad.
Claro que una situación de
este tipo solo puede existir en una perspectiva de asunción global de las
funciones del Estado, su crecimiento y desarrollo no está planteado “en los
márgenes”, como plantea la teoría autonomista, sino en paralelo y hacia el
corazón de las estructuras sociales que hacen al funcionamiento mismo de una
sociedad moderna. Decimos en paralelo porque el doble poder se materializa en
la existencia de una nueva institución que disputa las funciones de la vieja
institución burguesa; y decimos hacia, porque estas nuevas instituciones
tienden a eliminar o tomar a las viejas y abarcar la integralidad de la
sociedad. En comparación vemos que para la teoria del doble poder, el avance de
un poder de este tipo implica el debilitamiento del viejo Estado y la vieja
sociedad. Mientras que para el autonomismo posmoderno, la construcción
alternativa no disputa los espacios del Estado sino que construye otros
autónomos y los defiende pero por afuera del sistema político-social y no
necesariamente tiene como consecuencia el debilitamiento del sistema burgués.
Por otra parte Trotski en su
Historia de la Revolución Rusa
profundizó en sus escritos el tema del doble poder, ya que ante sus ojos había
pasado el desarrollo completo de la revolución que lo había tenido como
protagonista. De la historia dedujo que
esta situación era provisoria y que una institución quedaría desplazada por la
otra ya que no pueden existir dos fuentes de autoridad contradictorias en un
mismo territorio. “La mecánica de la revolución consiste en el paso del poder
de una clase a otra clase. La transición
violenta se efectúa generalmente en un lapso de tiempo muy corto. Pero no hay
ninguna clase histórica que pase de la situación de subordinada a la de
dominadora súbitamente (...) Es necesario que ya en la víspera ocupe una
situación de extraordinaria independencia con respecto de la clases
oficialmente dominantes (es preciso que en ella se concentren las esperanzas de
otras clases o capas intermedias descontentas con lo existente. La preparación
histórica de la revolución conduce, en el período revolucionario, a una
situación en la cual la clase llamada a instalar el nuevo sistema social, si
bien no es dueña del país, reúne de hecho en sus manos parte considerable del
poder del Estado, mientras que el aparato oficial de este último sigue aún en
manos de sus antiguos detentadores. De aquí arranca la dualidad de poderes de
toda revolución”[40]
Lenin “tomó el
poder” revolucionariamente en la primera coyuntura favorable, pero con una
situación de doble poder vigente. En el mismo artículo de Abril que mencionamos
había cuestionado a los que querían atacar ya el poder burgués expresado en la
Duma, como a los que querían subordinar a los soviets como complementarios de
la misma. Según él había que impulsar la maduración el poder de los soviets
para que estos no se vieran a si mismos como un complemento (recordemos la
preocupación del MST brasileño) o contralor sino que sintieran la capacidad de
asumir todo el poder (madurar el espíritu de escisión). Es evidente que la teoría presentada por
Santucho en Poder… poder se orientaba
en la dirección leninista y en la aspiración de una resolución de corto plazo
(por ello el énfasis en lo militar como garantía para el asalto final al
poder). Ahora bien Trosky interpreta la situación de poder dual como toda una
etapa preparatoria, o sea según él el proceso revolucionario es la construcción
de doble poder.
Pero, en el caso
de no darse la posibilidad de toma del poder o fracasar en el intento y
producirse una derrota (en general sangrienta para las masas, Rusia 1905,
Bolivia 1956-64, Guatemala en los 80, etc.), el poder dual retrocedería y las
instituciones de nuevo tipo podrían ser aniquiladas. Una posibilidad de
subsistencia es la el poder local o sea la preservación del poder popular en
espacios geográficos o políticos bien defendidos (por razones militares,
políticas o de equilibrio de fuerzas) como Yenan en China, la selva colombiana,
los barrios de la resistencia islámica, irlandesa o vasca y aún las comunidades
campesinas brasileñas. Si embargo una evolución alternativa del concepto
perretista de poder local que no implicara la subordinación inmediata y
conciente de las organizaciones populares al sistema dominante podría ser la
concepción y la práctica autonomista[41]:
ya que no podemos construir el socialismo en un solo país, nos replegamos y lo
construimos en un solo barrio, o en un reducto cultural alternativo,
renunciando al conflicto político mas allá de los reclamos inmediatos.
Recordemos que en todos estos ejemplos mencionados el poder local es plataforma
y retaguardia de una lucha que tiene como horizonte alternativizar y reemplazar
al Estado, es reconocido como etapa de repliegue, reorganización o nacimiento.
¿Cómo sería
una hipotética situación de doble poder plenamente desarrollada en Argentina
desde una perspectiva leninista?: “cuando unidades industriales, comerciales o
aún financieras –en lo atinente al sector urbano- dejan de ser administradas
(internamente y en sus relaciones con otras unidades) por sus propietarios y
las administraciones bajo su dominio y pasan a serlo por consejos de
trabajadores o usuarios o mixtos, generando también órganos de coordinación más
generales. Asimismo, cuando hospitales, escuelas, comisarías y otras entidades
habitualmente a cargo de poderes municipales, provinciales o nacionales, son
ocupados por consejos profesionales o territoriales democráticos, vinculados
entre sí y con las unidades originariamente mercantiles antes descriptas. Va de
suyo, entonces, que un pleno nuevo poder que coexista con el viejo poder
estatal, llegará a cobrar impuestos y administrará y gastará los fondos
consiguientes, así como establecerá una nueva propiedad estatal o social sobre
el flujo de compras, ventas, servicios y créditos, restándolo de la órbita de
la propiedad privada. También hay un fenómeno de doble poder en el campo,
cuando junto con un proceso de reforma agraria que altera la propiedad
tradicional de la tierra (generalmente latifundista)”[42],
escribe José Vazeilles en su artículo de debate sobre la existencia de doble
poder en la Argentina después del 20 de diciembre del 2001. Y agregamos que esa
situación solo podría existir (en Argentina o cualquier otro lugar o tiempo) si
existen fuerzas milicianas, guerrilleras o militares que lo respalden, en el
marco de una crisis de hegemnonía que impida que el Estado unifique sus fuerzas
y aborte el proceso cuando aún esta en génesis.
Si
volvemos al folleto Poder Burgués. Poder
Revolucionario, Santucho (luego de una caracterización simplificada de la
situación hasta el 74) desarrolla su teoría del doble poder, el cual se
despliega entre el momento del inicio de la guerra revolucionaria y el de la
toma del poder. Entre ambos hay un período en el cual se debe ir desarrollando
el “poder dual”, donde las masas van resolviendo sus propios asuntos al margen
y en enfrentamiento con el Estado. O sea que el poder dual existe para el PRT
después del inicio de la guerra revolucionaria y, en ese sentido, pareciera ser
coincidente con la idea de zona liberada, ya que éstas existen solo a partir de
un equilibrio político militar y el desarrollo de poder territorial efectivo.
Aquí se
manifiesta una diferencia con la idea desarrollada por Trosky respecto de la
revolución rusa: “este sistema no es estable (...) antes de que las clases
rivales se decidan a enfrentarla (la guerra civil) pueden verse obligadas a
soportar durante bastante tiempo, y aun a sancionarlo, el sistema de la
dualidad de poderes...” entonces el Soviet como organismo privilegiado de doble
poder convivía en el espacio y peleaba la hegemonía dentro del ejército,
preexistiendo a la guerra civil. La guerra civil revolucionaria era posterior a
la existencia del poder dual a diferencia de las guerrillas argentinas para las
cuales la acción armada era previa a la construcción de poder popular (y
generadora del mismo). Aunque, más allá de que los revolucionarios argentinos
lo comprendieran entonces, lo cierto es que desde 1955 y aún más profundamente
desde 1969, existía en el país una situación de “escisión” de una parte
importante de las masas, combinada con una crisis de hegemonía que volvía
sumamente inestable el sistema político.
Puede
plantearse que entre la las diferentes forma de lucha existe una interrelación,
que no se puede construir poder popular significativo sin un poder de coacción
que garantice efectivamente su despliegue significativo, ni mucho menos que
este se exprese en formas de poder local. Lo que si es claro para nosotros es
que estos organismos deben priorizar actuar en función del fortalecimiento del
poder popular (nacional, zonal o sectorial) que es la plataforma de una lucha
de mayor alcance.
Entonces
para Santucho el poder dual se expresaría en formas de poder local y zonas
liberadas: “el surgimiento del poder local debe ser resultado de un proceso
general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en
el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular”. La idea de
Santucho del poder local, esta claro, se enmarca en una estrategia nacional. De
esta forma un poder local en conflicto con el Estado no puede autoaislarse ya
que sería victima fácil de la represión o se volvería inofensivo Debemos recordar que la propuesta fue escrita
en un contexto de varios años de luchas populares ascendentes (Santucho
concebía la lucha desatada en Argentina como una ofensiva permanente).
Estos
planteos respecto del doble poder construido a partir del inicio de la guerra
civil y la consecuente lucha militar, son fundamentales para entender la
estrategia militar del ERP. No habría poder local sin el desarrollo de un
ejército del pueblo en condiciones de contener al de la burguesía y respaldar
la toma del poder en el momento oportuno. Entonces el doble poder para Santucho
se construía en conflicto permanente con el Estado, generaba instituciones
propias que iban arrebatando la autoridad al gobierno y la burguesía en
diferentes zonas y era transitorio porque aspiraba a transformarse en poder
estatal él mismo, destruyendo la resistencia del Estado burgués mediante la
guerra revolucionaria.
Las
concepciones de los revolucionarios argentinos se formaron en relación con las
décadas inmediatas anteriores de lucha popular nacional[43]
y con las experiencias de luchas en otros países oprimidos: Cuba, Argelia y
Vietnam. Pero se descuidaba un detalle no menor: que en Vietnam y en Argelia la
guerra de liberación era contra la opresión colonialista extranjera y
(principalmente) contra un ejército invasor y en América Latina los campos
enfrentados son dos partes de la nación, y por lo tanto no son tan claros. El
caso cubano era más aproximado pero aún así la isla estaba mucho mas cerca de
una situación semicolonial (con tareas de independencia nacional incompletas
desde el orden jurídico y simbólico) que la Argentina (o Perú, Brasil, etc.)
Entonces
para el PRT una situación de parálisis de la lucha sólo podía llevar al
retroceso de las posiciones conquistadas y una recuperación de la autoridad por
parte de la burguesía y su Estado, por eso el sostenimiento de la guerra era
fundamental para mantener la tensión entre las clases y con ello la posibilidad
de doble poder.
El
problema de una concepción de doble poder atada a lo militar es que no puede
dar cuenta de que hacer en la construcción local en momentos de calma y
repliegue de las masas o relajamiento de la lucha de clases y menor aceptación
de la violencia. Justamente este desafío de una construcción en frío es lo que
se debe resolver en sociedades donde las mediaciones del poder burgués son complejas.
Y es aquí, en los problemas de la construcción en frío donde podemos recurrir
nuevamente a Gramsci y sus planteos en torno a la guerra de posiciones: la
capacidad de pelear los innumerables espacios de la sociedad moderna en
periodos en los que el choque frontal contra el Estado no es posible ni
deseable.
8-Contra
hegemonía y doble poder
Creemos que la teoría del poder
dual nos abre un campo muy amplio para la discusión en torno a la
materialización poder popular. Pasar de lo genérico, lo exclusivamente cultural
o lo partidario a una mirada que incluya a todos los oprimidos como sujetos.
Trosky fue el primero que desarrollo una teoría sobre el doble poder en su
análisis de la revolución rusa. Ya mencionamos algunas de sus apreciaciones y
las de Lenin en trono al específico desarrollo de las acciones de los oprimidos
en una situación de dualidad. Se preguntaba Trosky “¿Dónde radica la verdadera
esencia de la dualidad de poderes? (…) El poder único, condición necesaria para
la estabilidad de todo el régimen subsiste mientras la clase dominante consigue
imponer a toda la sociedad, como únicas posibles, sus formas políticas y
económicas.” O sea mientras mantiene su hegemonía material e ideológica.
También el revolucionario
ruso considera que “este estado de cosas no puede ser estable. La escisión del
poder solo puede conducir a la guerra civil (pero las clases) pueden verse
obligadas a soportar durante bastante tiempo y aún a sancionar, por decirlo
así, el sistema de dualidad de poderes. Con todo, esta situación no puede
durar. La guerra civil da a la dualidad de poderes la expresión más visible, la
geográfica. Cada poder se atrinchera y hace fuerte en un territorio y lucha por
conquistar el de su adversario (…) hasta que uno de ellos se consolida definitivamente.”
Esto es así porque el enfrentamiento de clases que esta en el origen de la
dualidad, se tiene su origen en lo que denominamos “espíritu de escisión”. O
sea, la conciencia de las clases oprimidas de la incompatibilidad de sus
intereses estratégicos con los de las clases dominantes.
Entonces “La dualidad de poderes (...) excluye
la división de poder en dos segmentos y todo equilibrio formal de poderes. No
es un hecho constitucional (...) las clases adversas se apoyan en
organizaciones estables sustancialmente incompatibles entre si y que cada paso
se eliminan mutuamente...”. Y con esto podemos diferenciar a un doble poder que
exprese poder popular de una división equilibrada de poder entre clases
opresoras. Como relataba Trosky para el caso alemán “La coexistencia del poder
de los Junkers (aristócratas
terratenientes) y de la burguesía bajo el régimen de los Hohenzollern[44] no
implican dualidad de poderes, por fuertes que sean, a veces, los conflictos
entre dos clases que comparten el poder; su base social es común y sus
desavenencias no amenazan con dar al traste con el poder del Estado. El régimen
de dualidad de poderes surge solo allí donde chocan de modo irreconciliable las
dos clases; solo puede darse, por tanto en épocas revolucionarias...”[45]
Como vemos el
revolucionario ruso visualizaba el poder dual como una etapa previa a la toma
del poder y cuya duración era acotada y dejaba dudas sobre en su planteo sobre
que sucedería con esas instituciones nuevas después de la verdadera toma del
poder, o sea después de conquistar las viejas instituciones. Pero también vemos
como campesinos, obreros y soldados rusos construyen una institución de
gobierno propia y se organizan paralelamente a las instituciones tradicionales.
Lo que no se deduce necesariamente de los planteos de Troski es la construcción
de poder popular como integral, como abarcativo de toda la vida social. Y esto
es así justamente porque desde la perspectiva del revolucionario ruso la
conquista de LAS instituciones burguesas de los restos del viejo Estado es lo
que permitiría cambiar la sociedad (y culminar la edificación de un nuevo
Estado). Pero lo que si se ve es que el poder dual, aunque coyuntural, es un
nuevo tipo de estatalidad: estatalidad soviética en disputa contra la precaria
estatalidad burguesa rusa. La tensión entre la toma de las viejas instituciones
y la construcción de lo nuevo esta presente en la mayoría de los discursos de
los revolucionarios acerca de la transformación social.
Desde nuestra perspectiva
podemos observar dos cosas: que Trosky ve la necesidad de acumulación de poder
previa, que nosotros llamaremos acumulación originaria de poder popular antes
de que este se transforme en poder político efectivo. Segundo, y muy
relacionado con lo anterior, que la “clase llamada a instaurar el nuevo sistema
social” debe expresar una posibilidad contra-hegemónica.
O sea: la clase portadora
del cambio solo lo puede ser si, tomando las ideas gramscianas, construye en
relación con la lucha por su emancipación, una cultura, reglas, valores y poder
propio; logra además que sus valores, objetivos e instituciones influyan
positivamente sobre otras capas sociales, se transforma en clase en si y, como
parte de esto, dispone de una organización política. Esto es la acumulación
originaria en la lucha de clases: el surgimiento de espacios, territorios,
donde se comienza a ver el desarrollo de actividad popular alternativa,
“espirito de escisión”, es donde se abre la posibilidad para la construcción de
un nuevo “bloque histórico”. Es entonces cuando el poder popular estaría en
condiciones de materializarse y permitir a las clases oprimidas “reunir en sus
manos de hecho parte considerable del poder del Estado” (Estado en sentido
amplio) para constituir el poder dual y avanzar hacia una nueva hegemonía.
Por lo tanto
vemos como el poder dual propondría una estatalidad alternativa (no solo
coyuntural) donde el poder popular se expresa como la capacidad de ejercer
funciones del gobierno en disputa con el estado burgués y en camino hacia la
asunción completa de las funciones del Estado por parte de los revolucionarios.
En el sentido desarrollado por Trosky la transitoriedad del poder dual induce a
pensar también en que la transformación de las relaciones sociales quedarían
para después de la toma del poder. La revolución con mayúsculas es una etapa
posterior a la eliminación de la dualidad.
De esta forma el
modelo de la revolución rusa nos marca los límites para el desarrollo del poder
popular en un periodo donde subsiste la estatalidad anterior. Pero, estos
límites ¿son insuperables en todas las experiencias? ¿La única perspectiva es
la conquista de las viejas instituciones? En el caso ruso la nueva sociedad se
construiría después de la toma del poder, por lo tanto la hegemonía proletaria
solo se desarrollaría parcialmente en el plano político (y ese fue el concepto
de hegemonía desarrollado por los bolcheviques). Esto fue así según Gramsci
porque la sociedad civil rusa era débil y el Estado lo era todo.
Pero el planteo que pensó
Lenin en El Estado y la revolución en base a los desarrollos de Marx y
Engels nos hablaban de otra cosa: para Lenin “en realidad, Engels habla de la
destrucción del Estado de la burguesía por la revolución proletaria, mientras
que las palabras relativas a la extinción del Estado se refieren a los restos
del Estado proletario después de la revolución socialista. El Estado burgués no
se extingue sino que es destruido por el proletariado en la revolución”[46].
Como vemos una interpretación leninistas de los escritos de los fundadores del
marxismo se orienta hacia la desaparición de las viejas instituciones y no su
toma por parte del proletariado. Pero más adelante estas afirmaciones son
relativizadas ya que “...de allí un fenómeno tan interesante como la
conservación de “estrecho horizonte de derecho burgués” en la primera fase del
comunismo (...) en su primera fase el comunismo no puede todavía madurar por
completo en el aspecto económico, no puede ser completamente libre de las
tradiciones de las huellas del capitalismo (...) resulta que en el comunismo no
solo subsiste durante cierto tiempo el derecho burgués sino que subsiste el
Estado burgués ¡sin burguesía!” y a esto habría que añadirle que Lenin
considera que esta primera fase del comunismo (o socialismo) representa toda
una época en la historia de la humanidad.
Es importante
aclarar que el folleto de Lenin El Estado
y la revolución fue escrito entre agosto y
septiembre de 1917, mientras se encontraba en la clandestinidad en Finlandia,
poco antes de la toma del poder por los bolcheviques. Debe ser leído en
contexto y junto con el artículo de Pravda
de abril del 17 expresan para nosotros las elaboraciones teorica sobre un
proceso nuevo, vivido por el como protagonista. A partir de octubre del 17
Lenin se tendría que enfrentar con la organización completa de la nueva
sociedad en una situación histórica específica de guerra civil y agresión
externa y con la necesidad de garantizar el funcionamiento organizado del
conjunto de Rusia con las condiciones materiales y subjetivas existentes, lo que
implicó en los hechos la creación de un nuevo tipo de Estado.
En el mismo libro Lenin
problematiza el pensamiento de Marx, recorriendo su evolución en cuanto a la
concepción del poder y del Estado. Primero en La miseria de la filosofía
(en donde Marx polemizaba con el anarquista Prudhon) se planteaba que “En el
transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá la antigua sociedad
civil por una asociación que excluya las clases y sus antagonismos; y no
existirá poder político propiamente dicho, el poder político es precisamente la
expresión oficial del antagonismo de clases dentro de la sociedad civil” cosa
que Lenin considera un pensamiento brillante pero aún abstracto. Esta
abstracción se va diluyendo en El
Manifiesto comunista donde Marx y Engels, ya en contacto con experiencias
concretas van definiendo sus ideas “Como ya hemos visto más arriba, el primer
paso de la revolución obrera es la transformación del proletariado en clase
dominante, la conquista de la democracia (...) el Proletariado se valdrá de su
dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el
capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del
Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para
aumentar con la mayor rapidez posible la suma de fuerzas productivas” Si bien
en este párrafo utilizan el concepto de Estado, si nos atenemos a las
definiciones que desarrolló Marx en Guerra civil en Francia poco
después, podemos asumir que no eran instituciones de la misma naturaleza que
las burguesas con las que el proletariado debía ejercer su dictadura.
Como sería
el poder del proletariado para Marx: “La comuna estaba formada por consejos
municipales, elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la
ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento (...) la policía fue
convertida en instrumento de la comuna, responsable ante ella y revocable en
todo momento (...) la comuna tomó medidas inmediatas para destruir el poder
espiritual de la reopresión, el poder de los curas. Los funcionarios judiciales
perdieron su fingida independencia (...) debían ser funcionarios electivos
responsables y revocables”
“En el breve esbozo de
organización nacional que la comuna no tuvo tiempo de desarrollar se dice
claramente que la comuna debía ser... la forma política que reviste hasta la
aldea más pequeña. Las comunas también elegirían la delegación nacional de
París.
No se trataba de destruir la
unidad de la nación, sino, por el contrario, reorganizarla mediante un régimen
comunal, convirtiéndola en una realidad al destruir el poder del Estado, que
pretendía ser la encarnación de esa unidad, independiente y ubicado por encima
de la nación misma, en cuyo cuerpo no era más que una excrescencia parasitaria”[47].
Esta es la más acabada
descripción realizada por Marx respecto de lo que sería el régimen político de
la revolución proletaria. En realidad el marxismo posterior y el mismo Lenin en
la práctica estuvieron más cerca de la conservación del Estado burgués sin
burguesía que de la creación de un nuevo régimen basado en comunas. La pregunta
es: cuanto de los fracasos sufridos se han debido a esta idea de que se puede
instaurar un nuevo régimen desde las viejas instituciones, o si la forma no es
también parte del contenido.
Quizás la generalización de
los ejemplos históricos que estamos tomando sea abusiva. No es la misma
formación social la francesa de 1848 que la rusa de 1917, mucho menos la
argentina de 1973, ni la del siglo XXI. Justamente planteando la diferencia
sustancial entre la sociedad rusa y las sociedades más modernas es que Gramsci
desarrolló nuevas herramientas analíticas. Estas nos permiten dar una vuelta de
tuerca más para analizar la teoría del doble poder.
Gramsci ajustó las
herramientas de análisis marxista para el caso de Italia y en general para las
sociedades capitalistas complejas, donde las instituciones liberales han
evolucionado (y penetrado capilarmente la sociedad civil) y las formas de
dominación se vuelven más sofisticadas. En esta situación la lucha del
proletariado ya no se asemeja a una gran ofensiva y un asalto al poder (como en
Rusia y en las sociedades simples en general) donde tomado el Estado se ocupa
el lugar único de ejercicio de la hegemonía. Sino a una guerra de posiciones,
donde el terreno se va conquistando en diferentes ofensivas, ya que el
ejercicio de le hegemonía no tiene al Estado (burocracia) como único
lugar. Debe ser defendido, donde existen
avances y retrocesos pero la lucha es prolongada y existen muchos frentes que
son parte de una guerra integral.
Las ideas gramscianas sobre
consenso y hegemonía se relacionan con el análisis de las nuevas condiciones
del capitalismo industrial y de la complejización de la sociedad donde, en la
concepción del italiano, la lucha de los trabajadores debe pasar a ser pensada
como una guerra de posiciones. Mediante este tipo de lucha los trabajadores,
organizados en un partido de la clase, conquistan y defienden espacios
políticos y sociales (estatales propiamente dichas o sociales, pero que van minando
y asediando las posiciones de la clase dominante en todos los terrenos). En ese
camino se debe ir construyendo una contrahegemonía (que se relaciona, para
nosotros la construcción de poder popular) capaz de permitir al partido
proletario disputar las instituciones estatales y el poder, entendido como algo
mucho mas amplio que las instituciones demoliberales.
Esta concepción es en realidad una vuelta de tuerca a la
concepción bolchevique, la cual sintéticamente planteaba que la hegemonía era
la política que se debían dar los obreros para conducir otras clases tras su
proyecto socialista. Gramsci, básicamente, extiende esta idea a todas las
sociedades capitalistas en las que el consenso (o la coerción consensuada)
prima sobre la coerción descarada, en las cuales la hegemonía es ejercida sobre la clase obrera y en las que el
Estado como herramienta de despliegue de la hegemonía burguesa abarca a las
organizaciones de la sociedad civil: “La misma reducción debe producirse
en el arte y en la ciencia de la política, al menos por lo que respecta a los
Estados mas avanzados, donde la sociedad civil se ha convertido en una
estructura muy compleja y resistente a las irrupciones catastróficas del
elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc.): las superestructuras
de la sociedad civil son como el sistema de trincheras en la guerra moderna
(...) se trata de estudiar cuales son las estructuras de la sociedad civil que
corresponden a los sistemas de defensa de la guerra de posiciones”. Es importante señalar que para Gramsci la
hegemonía lleva implícita la coerción, ya que coerción para el italiano no es
solamente la fuerza armada, sino que se ejerce en todos los planos de
diferentes formas (aparte de que la violencia descarada es parte integral de la
hegemonía)[48].
El
Estado que sin hegemonía es visto como el Estado de la clase dominante (en
sociedades simples, o momentos de crisis orgánica), se universaliza y logra
superar los equilibrios inestables articulando clase y territorio (intereses de
clase y territorio nacional). ¿Cómo se da este proceso? “Un momento ulterior es la
correlación de las fuerzas políticas, esto es: la estimación del grado de
homogeneidad, de autoconciencia y de organización alcanzado por los varios
grupos sociales. Este momento puede analizarse a su vez distinguiendo en él
varios grados que corresponden a los diversos momentos de la conciencia
política colectiva tal como se han manifestado hasta ahora en la historia. El
primero y más elemental es el económico-corporativo: un comerciante siente que
debe ser solidario con otro comerciante, un fabricante con otro fabricante,
etc., pero el comerciante no se siente aún solidario con el fabricante; o sea:
se siente la unidad homogénea y el deber de organizarla, la unidad del grupo
profesional, pero todavía no la del grupo social más amplio. Un segundo momento
es aquel en el cual se conquista la conciencia de la solidaridad de intereses
de todos los miembros del grupo social, pero todavía en el terreno meramente
económico. Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en
el sentido de aspirar a conseguir una igualdad jurídico-política con los grupos
dominantes, pues lo que se reivindica es el derecho a participar en la
legislación y en la administración, y acaso el de modificarlas y reformarlas,
pero en los marcos fundamentales existentes. Un tercer momento es aquel en el
cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses corporativos propios,
en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente corporativo, de grupo
meramente económico, y pueden y deben convertirse en los intereses de otros
grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, la cual indica
el paso claro de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas;
es la fase en la cual las ideologías antes germinadas se hacen
"partido", chocan y entran en lucha, hasta que una sola de ellas, o,
por lo menos, una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse,
a difundirse por toda el área social, determinando, además de la unidad de los
fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral, planteando
todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no ya en un plano
corporativo, sino en un plano «universal», y creando así la hegemonía de un
grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados”[49]. Es
el momento del tránsito del dominio a la hegemonía, es cuando el Estado se escinde
de la sociedad civil convirtiéndose en un aparato externo a la clase dominante,
es el momento inicial de la modernidad, de la configuración de diferentes
esferas autónomas de la vida social, del surgimiento del Estado burgués
separado de la religión, el poder económico de clase, etc. En este grado de
desarrollo las instituciones de dominación exceden con mucho la coerción organizada
(aunque el Estado propiamente dicho sigue siendo el centro) y se extienden
(mediante la universalización de la visión del mundo de un grupo social), por
toda la sociedad civil, a diferentes ámbitos como son la cultura, la
comunicación de masas, y las instituciones de la sociedad (sindicatos,
asociaciones empresariales, medios de comunicación, partidos políticos, etc.)
penetradas por los valores de la clase
dominante o, para ser más precisos, son parte de la estructura social
capitalista. En definitiva, para el italiano en las sociedades complejas,
Estado es el complejo burocrático militar más las instituciones sociales
(privadas) y desde esta totalidad se ejerce la hegemonía. Allí esta
desarrollada la dominación y Gramsci se propone estudiar como romperla.
Aquí entra en juego la
construcción de la clase trabajadora como clase nacional. Gramsci plantea que
cuando un grupo social logra construir y alcanzar la hegemonía, la clase en
cuestión se vuelve nacional (o sea que encabeza al resto de las clases en el
marco del Estado-nación), es decir que universaliza sus intereses
(transformándose en hegemónica) superando sus estrechos planteos corporativos.
Es importante entender la idea de
coerción que plantea Gramsci para poder comprender como se propone la construcción
de una “contrahegemonía”. Para el Italiano la coerción no es la que se ejerce
solamente en el ámbito de lo militar o policial sino que se extiende la los
demás planos: hay una coerción ideológica (que es la que permite el consenso),
a través del cual se materializa la hegemonía y se logra la internalización de
los valores dominantes por parte de los dominados. La coerción es económica,
cultural, política, religiosa, etc. Justamente las metáforas militares del
italiano complementan su idea de lucha integral donde existen trincheras no
sólo en el plano militar concreto. Todos los espacios de vida social son de una
importancia fundamental, ya que ganar una batalla sindical o militar no es
suficiente si no se gana paralelamente la batalla ideológica y demás. Es por la
existencia de múltiples instituciones (aún obreras) donde se realiza la
hegemonía que las trincheras defensivas del sistema son múltiples y profundas.
9-El PRT y el doble poder
Ahora bien,
intentaremos relacionar la concepción de poder dual planteada por Santucho con
los conceptos de hegemonía y su par
dialéctico el consenso. La hegemonía implica toda una serie de mecanismos
(cultura, prensa, policía, formas de lucha “legítimas”, “reglamentadas”)
relacionados con la identificación de ideología de la clase dominante como la
ideología de todos, en todo el territorio. Estos mecanismos son los que se da
la clase dominante para hacer estable su dominación más allá de la pura
coerción (y para legitimar la violencia estatal). Entonces el poder dual
evidentemente implica una ruptura. Se sustraen al control de las instituciones
espacios territoriales y simbólicos, cuestionando la universalidad de los
intereses de la clase dominante y sus valores, asaltando trincheras en una zona
determinada.
La construcción
de consenso es la clave de la dominación burguesa plenamente desarrollada. Para
Gramsci los mecanismos e instituciones que lo garantizan no están solamente en
el Estado propiamente dicho sino que abarcan la sociedad civil. Recordemos que
el par hegemonía-consenso es inseparable y que a su vez se articula con el par
coerción-dominación. Entonces podemos deducir que la toma del poder se
relaciona con la toma del Estado en sentido amplio. O, dando una vuelta de
tuerca más e introduciendo la idea de poder dual, con la sustitución de la
hegemonía burguesa por la hegemonía de los trabajadores madurada previamente en
la lucha de clases. O sea que el concepto de “toma” sería más bien el de
“destrucción” y sustitución por una herramienta nueva, volviendo a la
concepción que presentamos más arriba discutida por Lenin: la sustitución de
unas instituciones por otras de naturaleza diferente.
Pero, a su vez,
la construcción del consenso burgués es producto de la lucha, de la represión
permanente que la burguesía ejerce en todos los planos. Esta represión se
manifiesta como fuerza legítima, no siempre es visible ni meramente militar y
muchas veces es ejercida desde adentro de las mismas clases oprimidas. Entonces
el poder popular se materializaría solo logrando arrebatar determinados
espacios a la burguesía, corriendo las trincheras en el plano de la seguridad,
la cultura, la información, la resolución de problemas cotidianos, etc. Ya que
solo puede haber doble poder en momentos de ruptura del consenso por parte de
los dominados y de la construcción de herramientas contra-hegemónicas que
permitan a las clases oprimidas ser sujeto independiente.
A nivel local,
Santucho proponía ir ocupando espacios en las instituciones barriales naturales
“en lo inmediato no es conveniente dar un paso que atraerá rápidamente la
represión contrarrevolucionaria. En estos casos puede avanzarse enmascarando
hábilmente tras distintas fachadas el ejercicio del poder popular. En una
villa, por ejemplo bajo el enmascaramiento de una asociación vecinal”, escribe
el líder del PRT en Poder... Poder.
Con este planteo
parece intuir la posibilidad de construir poder popular mas allá de la guerra
revolucionaria (a diferencia de otros párrafos en donde también define el doble
poder y lo relaciona directamente con la guerra civil). La idea de
“enmascaramiento” es un aporte interesante en este sentido ya que permite
“proteger” el desarrollo de la organización popular sin apelar a la necesidad
de un desarrollo militar guerrillero que lo garantice, en una situación donde
la presencia del Estado y su ideología en el barrio (o lugar de trabajo) es
hegemónica[50]. En esta situación se debía, según Santucho,
ir resolviendo los problemas inmediatos pero sin perder el objetivo central,
entonces “en el momento oportuno (se impulsará) la organización de una asamblea
o consejo local que se constituya oficialmente como poder soberano de la
población en la zona”[51].
El problema,
para el PRT, era cómo construir ese momento oportuno que permitiera la asunción
del poder en la zona (construir una zona liberada). Justamente era concebido
como el corolario de una situación insurreccional y dependía del crecimiento
del ERP (aunque la idea de lograr una zona liberada en el monte tucumano se
basaba en la capacidad militar de la Compañía de Monte). El pensamiento de los
revolucionarios de la época era tributario de las ideas del Che, y
principalmente de una “no es necesario que todas las condiciones estén dadas
sino que hay que contribuir a generarlas”. Es una tesis que puede considerarse
correcta en general, pero cuya interpretación des-historizada puede dar lugar a
errores. Como por ejemplo a absolutización del poder de la lucha guerrillera y
de la vanguardia para alterar las “condiciones”.
Un problema de
los revolucionarios argentinos fue que la perspectiva con la que encaraban la
lucha tenía un horizonte de toma del poder en un plazo relativamente breve. A su vez vemos que la acumulación de
fuerza propia, para el PRT se expresaba en la fuerza del ERP y en el desarrollo
del PRT en las fábricas. Mientras que el nacimiento de instituciones,
embrionarias, de gobierno local, territorial, sería algo nuevo en la práctica
perretista. Requería un cambio de discurso que reflejara la constatación de que
era el pueblo (con centro en los barrios obreros) más que la clase obrera sola
(con centro en la fábrica) el que podía saldar en organismos de doble poder los
levantamientos insurreccionales con la perspectiva de transformarlos en zonas
liberadas. Aunque la experiencia de la clase obrera argentina desde 1955
permitía pensar en el desarrollo de “poder obrero” o poder local o doble poder
a nivel plantas, a través del desarrollo de comisiones internas con larga
experiencia histórica y un grado importante de autonomía (cuya dinámica entre
el 69 y el 75 podía despertar una visión optimista).
Igualmente, el
caso argentino debía diferenciarse de de los modelos existentes. El chino o
vietnamita por ejemplo, donde se liberaban zonas rurales que se transformaban
en embriones del nuevo Estado y desde allí se rodeaba las ciudades. Con el
modelo Ruso, donde la clase obrera de las grandes fábricas conducía al resto de
las clases populares a través del soviet pero sin la existencia de zonas
liberadas hasta la toma del poder del Estado, podía haber algunas coincidencias
por el peso adjudicado a un núcleo obrero dinámico y concentrado.
Pero es evidente
que no existen zonas liberadas sin la existencia de una fuerza militar del
pueblo. Aunque es solo una parte. Esa herramienta militar (desarrollada y en
operaciones) debería ser considerada como necesaria por las masas (o por una
parte de ellas) y también ser parte del desarrollo del poder popular integral
que nivele el seguro desbalance militar del pueblo frente a las fuerzas
represivas. No es que una fuerza militar revolucionaria no pueda hacer política
más allá del consenso inmediato. Pero esa fuerza si no es parte de un entramado
social contrahegemónico permanecerá siempre en el estado de comandos
clandestinos tanto para el enemigo como para el pueblo. En nuestro estudio este
caso es secundario y no expresa la existencia de doble poder o poder local sino
más bien propaganda armada. Además una etapa de clandestinidad total no puede
ser prolongada y debe evolucionar hacia la existencia de un entramado de poder
popular que la sostenga a riesgo de desaparición del grupo clandestino
operativo[52].
Cuando hablamos de clandestinidad lo hacemos en referencia a la imposibilidad
total de vinculación con las masas y no a una mera proscripción legal.
El impulso de la
guerra revolucionaria era central para las organizaciones armadas ya que la
crisis de hegemonía abierta en 1955 no podía ser permanente: o se reconstituía
un nuevo modelo de dominación o se iniciaba un proceso revolucionario y éste
necesariamente requería de la lucha armada. La construcción contra-hegemónica
sería la consecuencia necesaria de la existencia el poder revolucionario
alternativo planteado por el folleto Poder…
poder. O, para decirlo mejor, sería la evidencia de la existencia real de un poder
revolucionario arraigado socialmente y opuesto al burgués.
Como vimos en
algunos pasajes el trabajo de Santucho se aproxima en forma interesante al tema
del poder popular como cuando presenta algunas líneas de trabajo a nivel
territorial. Pero no hay un desarrollo posterior que permita explicar la
articulación con el trabajo fabril, ni con el trabajo militar, ni tampoco con
las estructuras políticas amplias impulsadas desde el PRT (FAS, MSB). En la
práctica todas las estructuras tendieron a ser apéndices sin vida propia,
sujetas a la evolución y necesidades del trabajo militar.
La Organización
Montoneros nunca desarrolló una teoría del poder local ni se explayo en torno a
la dualidad, pero en la misma época impulsó el desarrollo de organizaciones de
masas con una inserción muy profunda. Su eje era el territorio y su principal
fuerza de masas, la JP, era territorial; el Movimiento Villero Peronista (que
alcanzó gran desarrollo) ejercía funciones de gobierno en muchas villas miseria
y fue quizás esta mayor inserción territorial (no solo su mayor número) lo que
les permitió subsistir más tiempo a la ofensiva militar. Movimientos sociales
de inquilinos, villeros, campesinos, artistas etc. crecieron masivamente, eran
expresiones de poder popular y pudieron ser el sustento de una política
revolucionaria de largo aliento. La misma JTP (Juventud Trabajadora Peronista)
pudo haberse transformado en una alternativa para los miles de activistas
peronistas desencantados y dispuestos a resistir, y de hecho tuvo una
poresencia determinante en las luchas obreras de 1975. Pero la unilateralidad,
en medio de un proceso de centralización y profundización de la lucha militar
clandestina terminó debilitándolos y transformándolos en cáscaras vacías. Relata
Roberto Perdía “No había una jefatura de una organización por fuera de
Montoneros: o la devorábamos --o sea, se integraba-- o dejaba de existir. Todo
esto en base a la concepción de la integralidad político militar (...) Cuando
digo integral quiero decir que todo tenía que pasar por el ‘esófago’ de la OPM , un sistema de conducción
única, ésa es la característica principal”. De esta forma podemos ver cual era
la concepción de las organizaciones armadas respecto de la autonomía de los
movimientos sociales. La descripción que hace Perdía expresa toda una
concepción hegemónica en la época. Aunque esta concepción no frenó el
crecimiento de las organizaciones revolucionarias mientras la lucha de clases
implicó un alto nivel de politización y movilización de los trabajadores. Podemos pensar
que esta concepción organizativa que subordina todo a la estructura del partido
fue una de las causas del aislamiento y derrota del 76. Ya que si el partido
era todo, su derrota no permitió regeneración y, justamente, en el caso de
Montoneros, la subordinación orgánica atentaba contra la construcción de poder
popular en el largo plazo aunque reforzara la presencia de la organización en
lo inmediato. Conducir es más difícil que mandar.
La concepción
que sobreestima al partido y exagera el rol dirigente de la vanguardia, absolutiza
su rol como dirección del pueblo. Presenta una relación sujeto (partido,
vanguardia) – objeto (masas, pueblo, clase). Pero una construcción contra-hegemónica
debería transformar a las clases oprimidas en sujetos a través de la formación
de organizaciones populares con dinámica propia que oficien de vanguardia
social, y refractarias a la ideología dominante. Este es al caldo social para
el crecimiento de una fuerza política y militar revolucionaria. Debe ser
concebido como un proceso dialéctico.
La concepción partidocentrica tiene
su origen en un posible balance de la revolución rusa. Los soviets fueron
perdiendo autonomía y se transformaron en un apéndice decorativo hasta
extinguirse. Si bien esto sucedió a lo largo de la guerra civil, lo cierto es
que estos eran la fuente de poder popular mientras que el partido era la
dirección, no el poder popular mismo sino parte de él. En aras de la
efectividad de conducción se fueron extinguiendo los nacientes organismos
populares y se concentró todo el poder en el nuevo estado. Finalmente la
centralización burocrática fue absoluta y los ciudadanos soviéticos se
enajenaron de su Estado repitiéndose la escisión entre Estado y sociedad civil
propia del sistema burgués. Más allá de las necesidades de la guerra, los
bolcheviques habían teorizado sobre la hegemonía como la capacidad de dirección
(no de dictadura) sobre las clases aliadas. Pero ser la vanguardia de las
clases oprimidas es un proceso dialéctico: “enseñar a las masas, aprender de
las masas” decía Mao; encontrar los núcleos de buen sentido en el sentido común
del pueblo dijo Gramsci.
Para el italiano en las
sociedades occidentales (sociedades complejas) el cambio revolucionario sólo
puede darse si se lucha por la hegemonía social y cultural. Y a través de sus
reflexiones sobre la guerra transmitía una nueva concepción de lucha política
integral: “La misma reducción debe producirse en el arte y en la ciencia de la
política, al menos por lo que respecta a los Estados mas avanzados, donde la
sociedad civil se ha convertido en una estructura muy compleja y resistente a
las irrupciones catastróficas del elemento económico inmediato (crisis,
depresiones, etc.): las superestructuras de la sociedad civil son como el
sistema de trincheras en la guerra moderna (...) se trata de estudiar cuales
son las estructuras de la sociedad civil que corresponderá los sistemas de
defensa de la guerra de posiciones.” O sea, no basta con acceder a funciones de
la administración estatal o esperar que la crisis económica y las luchas
gremiales evolucionen a una huelga revolucionaria.
Una nueva hegemonía se
desarrolla cuando las clases oprimidas despliegan su propia concepción del
mundo (rompen con las ideas dominantes, materializan su “espíritu de escisión”)
y obtienen para ellas el “consenso activo” de otras clases y capas sociales (se
transforman en el eje aglutinador de las luchas políticas, sociales y prácticas
culturales, constituyen un nuevo “bloque
histórico”). En ese camino el Estado es solo una etapa en la consolidación de la
nueva sociedad. Según Gramsci la revolución sobrevendría como cambio
estructural violento cuando los trabajadores organizados trascienden el
conflicto sindical (luchas económicas) y se transforman en clase nacional.
Conquistando la dirección de la nación en su conjunto, colocando bajo su
hegemonía y dirección política al resto de la nación.
Es en ese sentido de preparación de
la hegemonía de la clase trabajadora que el poder local aparece ante nosotros
como una posible estrategia anticipatoria, si es en realidad un número cada vez
más importante y creciente de poderes locales en el marco de una guerra de
posiciones integral de carácter nacional. Y resaltamos el término guerra
integral en el sentido de construcción de espacios de poder popular en todos los
campos, no solo en el institucional o militar, sino en la cultura,
comunicación, educación, trabajo, deporte, etc.
Por otra parte,
para la Argentina de la década del setenta (desde la perspectiva del PRT y de
la toma del poder en el corto plazo) la instauración de la paz social, con
relaciones capitalistas dominantes, lleva a la reinstalación de la hegemonía
burguesa en todos los órdenes (aceptación del sistema político, valores
culturales, etc.) y a la destrucción de la contra-hegemonía construida, por lo
tanto “desestabilizar” se vuelve una tarea central y el desarrollo de la guerra
como método principal pasa la primer plano[53].
Era claro (no para todos los revolucionarios, aunque si para el PRT) que el
general Perón venía en 1973 a reconstruir el Estado y a superar la crisis
orgánica, con sus proyectos de “pacto social” y “modelo argentino para el
proyecto nacional” reencauzando el desarrollo del capitalismo argentino en el
modelo de armonía de clases y reestableciendo el consenso de los trabajadores
en el mismo. Difícil tarea en la que el viejo general también fracasó, no antes
de haber minado parte del consenso que tenían las organizaciones guerrilleras y
dejando un legado que, creemos, no estaba en sus deseos.
Pero, en ese
momento la estrategia de Perón era previsible, su modelo si no estaba claro
previamente lo estuvo de inmediato regresó al país. También debió estar claro
que el modelo de Perón no era el mismo que el de los grandes monopolios, ni el
que después se dio en llamar neoliberalismo. También el posible consenso que el
proyecto de Perón podía obtener en amplios sectores populares debería haber
advertido sobre la necesidad de pensar en más largo plazo. Esto no es
particular de este caso. Los avances retrocesos y caminos no previstos que toma
el desarrollo de la lucha de clases, exige ductilidad a las organizaciones que
la protagonizan, bajo el riesgo de ser devorados por la historia. En el caso
argentino esto indudablemente fue fatal.
Entonces en una estrategia de largo
plazo puede haber equilibrios (precarios) y establecerse un doble poder
prolongado, pasando al primer plano diversas formas de lucha. Entendemos en este trabajo “lucha armada” como una
estrategia que tiene a la violencia organizada de carácter militar como una
forma más de lucha entre otras; y “guerra” (popular y prolongada, de
guerrillas, etc.) como una estrategia que tiene a lo militar como articulador
del resto.
Existen ejemplos
de construcción contra-hegemónica en situaciones de tregua. Una tregua que fije
fronteras (obviamente temporarias) es una conquista de los oprimidos. Allí se
puede solidificar las construcciones sectoriales y locales para fortalecer en
perspectivas en una nueva situación de guerra abierta. Así sucedió en Colombia
y sucede en el Líbano. En general las clases dominantes y su estado buscan la
guerra permanente y total para destruir el núcleo de poder popular (sus
organizaciones revolucionarias) y desbastar, integrar o subordinar las
organizaciones populares y espacios de contra-hegemonía. Para el caso del PRT
que venimos tomando como ejemplo, vemos que la concepción de Santucho pasaba en
última instancia por la construcción del ejército del pueblo, por eso los
esfuerzos primordiales del partido estuvieron puestos en las herramientas de
“organización de la coerción” en el plano militar (el ERP), más que en las
herramientas del consenso.
¿De que hablamos
Cuando decimos de “herramientas del consenso”? nos referimos claramente a la
generación de un nuevo sentido común, una nueva cultura y la generalización de
una nueva concepción del mundo que vuelva legítimo la existencia de una
organización antisistema. O sea, el consenso pensado a la inversa del
reformismo: si este lo piensa en términos de negociación, como aceptación de la
política tal como se desarrolla actualmente y captación de adeptos dentro de la
lógica vigente, lo opuesto sería trabajar para la ruptura de la hegemonía
político-cultural en determinadas zonas y frentes acorde a la estrategia de
poder local basada en crear un “espíritu de escisión” entre los oprimidos,
irradiando sobre toda la sociedad el ejemplo real de una política alternativa.
En la concepción
guevarista, tal como se la aplicó en los 60/70, la superioridad moral de la
causa que se defiende y el ejemplo de conducta y valor de los guerrilleros se
reditúa en una aceptación por parte de las masas de su propuesta política: hay
que marcar el camino correcto. La idea de hegemonía-consenso no está planteada,
en primera instancia, en los términos de una articulación con la acción
político-militar; por el contrario, es un presupuesto, la política desplegada
si es correcta será exitosa y por lo tanto será aceptada por las masas. El
accionar militar construiría poder popular, solo es necesario audacia.
El problema a
resolver, sin embargo, está en que las masas populares se movilizan por la
resolución de sus problemas inmediatos: salud, vivienda, alimentación,
educación, condiciones de trabajo, etc. (lo cual correctamente percibió el PRT
cuando elaboró una línea de acción para después del resultado electoral del
73), a los cuales el nuevo poder debe dar solución o aportar a ella. Si el
poder naciente se muestra ineficaz o se desgasta con el tiempo, y mas allá de
la mayor o menor conciencia de la necesidad de un cambio estratégico, el pueblo
orientará sus expectativas de solución hacia el viejo Estado. Solo un doble
poder fuerte y efectivamente ejercido por las masas en cuestión sobreviviría a
una etapa de repliegue (y con él la organización revolucionaria). Con esto
queremos decir que, no existe poder local, doble poder, ni poder popular, si
los organismos que lo expresan no son capaces de cumplir funciones sociales
significativas por sí mismos.
“No hay
posibilidades de avanzar sólidamente en el desarrollo del poder local sin
constantes avances en la unidad y movilización de las más amplias masas
populares”[54],
planteaba Santucho acertadamente en su propuesta. Ahora bien, las instancias
impulsadas desde el PRT (el FAS y el MSB)[55]
con el objetivo de conseguir la articulación de las luchas a nivel nacional
quedaron en formas superestructurales y de escaso eco local y de base para
conformarse en articuladoras reales de poder dual según existe consenso y
nosotros confirmamos en nuestros propios estudios[56].
De manera que la estrategia no se podía llenar de contenido, quedando reducida
en la práctica a la construcción del ERP y a un acuerdo superestructural de
direcciones políticas, listas sindicales o encuentros y actos más bien
propagandísticos. Pero el
poder dual en los términos que Santucho lo planteaba en su folleto, era poder
local. O sea tanto el FAS como el MSB debían ser organismos de articulación de
poderes locales desarrollados en determinadas zonas y fábricas, que permitieran
nacionalizar sus perspectivas y articular las diferentes vertientes políticas
que convivían en el seno de las masas. Esto no se dio de esa manera aunque, según el mismo
Santucho pronosticaba, el poder revolucionario sólo se podía sostener con una
“amplia y combativa movilización de las masas” vinculadas a la construcción del
doble poder.
Es importante
aclarar que la hipótesis de Santucho del poder local se basaba en un fuerte
trabajo de inserción territorial, pero en la práctica el PRT seguía teniendo
como eje el trabajo fabril y en general su inserción barrial era
comparativamente débil. Aunque el doble poder efectivo difícilmente pudiera ser
eficiente sin su existencia en las fábricas, al menos en una sociedad con
desarrollo industrial. La fábrica es más vulnerable y más difícil de defender
que el barrio en momentos de repliegue[57],
y aún en situaciones de lucha más avanzada la articulación de la fábrica con el
territorio que la rodea es fundamental. En este sentido los principales
conflictos obreros (los paradigmáticos) contaron con una fuerte articulación
entre la fábrica y su entorno[58]
y, tuvieron como epicentro ciudades o barrios obreros (por ejemplo, el
Frigorífico Lisandro de la Torre, la ribera del Paraná, o Córdoba).
En cuanto a los
bolcheviques, la teoría del doble poder, se articulaba con una estrategia que
se orientaba a la insurrección obrera y no a una estrategia de defensa de
territorios liberados. Su doble poder convivía en el espacio y en el tiempo con
el poder del gobierno burgués. El lugar de inserción de los revolucionarios
rusos era la clase obrera de los principales centros industriales (que a pesar
de ser minoritaria se transformó en vanguardia política de todo el resto del
pueblo). En cambio, por más que se proclamen proletarias, las guerrillas
latinoamericanas de los 60 y 70 que desarrollaban una guerra prolongada (y donde
la guerra era el centro de la estrategia) se nutrían y asentaban en el
territorio, fuera este el campo o los barrios de la ciudad. Y esto es así
porque en una lucha prolongada en situaciones de crisis del capitalismo en
países del tercer mundo, donde la estabilidad del trabajador no esta
mínimamente asegurada, el control represivo dentro del lugar de trabajo es
mucho más estricto que en el territorio. Más aún en regiones de capitalismo
dependiente de industrialización precaria con altos grados de inestabilidad y
marginalidad.
En este sentido los ejemplos prácticos que inspiraron al
PRT fueron Vietnam y Cuba, experiencias que en el camino hacia la toma del
poder tuvieron como eje al territorio (centralmente el campo) y en las que la clase obrera tuvo un rol
secundario. El doble poder cobraba la forma de zonas liberadas o semiliberadas.
El foco guevarista debía salir de la etapa de precariedad inicial en un tiempo
relativamente corto y transformarse en una columna guerrillera con apoyo de la
población y en condiciones de ejercer autoridad de un protoestado en el
territorio de operaciones, para ser realmente un foco. En este sentido
es importante aclarar algunas cuestiones relacionadas con al articulación entre
base social e ideología. Una revolución puede ser campesina por su base social
pero obrera por el proyecto político que encarna su dirección. Con esto
planteamos que no por ser sus miembros obreros, un partido u organización de
cualquier tipo es revolucionaria, el clasismo entendido como una política que
desarrollan los miembros de la clase obrera puede ser (y en muchos casos lo es)
perfectamente reformista.
En nuestro país,
inmediatamente después del golpe, Santucho planteaba, el 31 de marzo en el
editorial de El Combatiente titulado
“Argentinos a las armas”, una estrategia de acumulación de poder donde el eje
sigue estando en la fábrica y sólo al pasar hace referencia a los barrios
populares. Las tareas de la resistencia antigolpista tendrían “eje en el
proletariado fabril, intensificando la concentración del trabajo en las grandes
fábricas”, y aunque más adelante agrega que se debe movilizar a las más amplias
masas por problemas específicos, no parece delinearse una estrategia destinada
al desarrollo de poder local como eje, ya que los editoriales mencionados no
eran para el frente sindical sino para toda la organización y en condiciones de
clandestinidad y escasez de cuadros, trabajar sobre una fracción del
proletariado mas concentrado requeriría sin duda toda la fuerza.
Pocos días
después agregaba: “Alrededor de 300.000 obreros fabriles concentrados en unas
250 fábricas grandes de más de 500 obreros cada una, en todo el país, son la
columna vertebral de las fuerzas populares y por lo tanto constituyen la
columna vertebral de la justa y victoriosa resistencia antidictatorial del
pueblo argentino”. Y mas adelante delineaba el rol de los demás sectores del
proletariado y otras clases populares: nuclear “alrededor suyo (de la clase
obrera industrial) amplias masas trabajadoras, de obreros menos concentrados,
obreros rurales, campesinos medios y chicos, empleados, estudiantes,
trabajadores independientes, etc.”.[59]
Es decir, una estrategia que seguía sin ser centralmente territorial, o lo era
solamente si entendemos como territorial una estrategia de construcción de
bases de apoyo en torno a las grandes fábricas y sujetas al ritmo de lucha de
los obreros ocupados en éstas. En otras palabras, lo que presentaba era una
estrategia de un partido proletario marxista-leninista que, lejos de toda
intención valorativa, no era muy cercana a la del Che ni a la de Vietnam.
Era entendible
que en términos estratégicos esos trescientos mil obreros y esas doscientos
cincuenta grandes fábricas constituían en corazón del la estructura capitalista
argentina, lo más avanzado, con mayor nivel de plusvalía y valor agregado.
También es atendible que la clase obrera había sido la vanguardia social,
cabeza de las más importantes luchas desde 1955. En ese sentido no era
necesariamente previsible un repliegue prolongado. Como tampoco era previsible
que la naturaleza del capitalismo argentino cambiara en su hegemonía interna
colocando a sectores financieros en el centro e iniciando un proceso de
des-industrialización.
Entonces, más
allá de que el nivel de desarrollo del capitalismo argentino desde los treinta
y el nivel de protagonismo de la clase obrera pudiera avalar esta estrategia,
el nuevo proyecto de las clases dominantes, que comenzó a implementarse
entonces y alcanzó su pleno desarrollo con Menem. Tenía como eje en el cambio
de modelo de acumulación, la imposición por la fuerza de la variante
oligárquica que proponía el sometimiento a los dictados del mercado mundial sin
atenuantes. Y, cuando la desocupación es más que un fantasma las luchas obreras
son defensivas, por lo tanto la ofensiva obrera planteada por el PRT-ERP
difícilmente se podía estructurar sobre la base de un sector de la clase que se
replegaba, al menos desde el interior mismo de la fábrica. Y remarcamos, la salida
de la crisis del capitalismo argentino que impuso la dictadura tuvo el objetivo no
solo de disciplinar a la clase obrera en tiempos de crisis, sino cambiar el
patrón de acumulación del capitalismo mismo, con una disminución radical del
número de obreros industriales.
Pensamos que una
estrategia socialista no necesariamente debe desplegarse desde el interior de
la fábrica (solamente). Lo revolucionario y socialista esta en el proyecto, en
las líneas de construcción de la sociedad futura (y presente a los largo de la
lucha, las conquistas, las formas de organización, participación popular,
etc.). Tampoco, necesariamente, la política obrera debe expresarse en la
fábrica de modo clásico, ni solamente en la fábrica, sino pensemos la
experiencia de la resistencia peronista.
De todos modos,
la derrota fulminante de 1976 impidió madurar una estrategia de doble poder.
Quizás el breve periodo de democracia podría haber servido para preparar el
terreno de una resistencia que implicara las “combinación de las más diversas
formas de lucha”. Pero la vorágine de esos años y el accionar del
paramilitarismo lo impidieron. La derrota fue ideológica y social e implico
un fraccionamiento de la lucha popular y
el aislamiento de los militantes respecto del resto de los oprimidos, debemos
relacionar esto con la incapacidad de las organizaciones revolucionarias de
manifestarse efectivas para la defensa de los intereses colectivos del pueblo. La dictadura produjo un corte en la
experiencia revolucionaria argentina del cual no nos hemos recuperado aún.
10-Algunos ejemplos para salir de lo admitido
Vale pensar
casos en los que una organización revolucionaria logra establecerse como factor
de poder sobrellevando los periodos flujo y reflujo de la lucha de masas y sin
posibilidades ciertas de tomar el poder en el corto plazo. Abordaremos, solo a
modo de ejemplo, los casos de Colombia y Líbano. En ambos países y bajo las
situaciones más difíciles han desarrollado su lucha y se han consolidado
organizaciones que alternativizan al Estado. Merece la aclaración que lo
prolongado y duro de la lucha de los ejemplos que encaramos no invitan “desear”
que el proceso histórico lleve a nuestro pueblo a tener que soportar
situaciones similares. Sin embargo la violencia, terrorismo de estado y la
intervención extranjera no fueron patrimonio de los que decidieron resistir y
buscar independencia y un orden social más justo, sino fueron las herramientas
de sus enemigos para resistir en el poder. Además, justamente, las
dificilísimas situaciones que en estos países se deben sobrellevar y lo
prolongado de la lucha se nos presentan como las “peores condiciones” y aún así
una fuente de poder alternativa subsiste.
En Colombia, por ejemplo, existe una situación
de doble poder claramente definida desde hace muchos años. Las FARC y el ELN
pelean contra el Estado de su propio país una guerra civil sumamente
sangrienta, con momentos de relajación pero con picos de terrorismo de Estado.
Una guerra que el bloque dominante colombiano ha extendido al conjunto de la
sociedad civil, transformando en terreno de operaciones militares o
paramilitares (o sea terrenos donde se elimina al adversario) a sindicatos, universidades, comunidades
indígenas o campesinas: a las organizaciones civiles.
Que estrategia
plantea la guerrilla. Vemos que, para el caso de las FARC, buscan aparecer como
la cabeza de un Estado paralelo, por eso el esfuerzo por ser reconocidas como
fuerza combatiente en el escenario internacional, de demostrar la capacidad de
dictar leyes, de detener personas que las violen y de negociar de igual a igual
con el gobierno burgués. Un objetivo inmediato de su lucha es establecer un
equilibrio demostrando la imposibilidad de derrotar a la guerrilla y discutir
con el Estado el futuro de Colombia[60].
¿Cómo han logrado subsistir por décadas? Las
FARC fueron el emergente de la clase campesina sometida[61]
a un tardío proceso de expropiación de la tierra en un país donde el Estado (en
el sentido gramsciano de Estado más sociedad civil) nunca construyó una
hegemonía estable sobre todo el territorio de la república. Estos son dos factores
clave, los pobladores rurales se encuentran sometidos a toda la violencia que
implica la expropiación rural por los terratenientes y las empresas, y el
Estado colombiano es incompleto en su capacidad de ejercer el monopolio de la
fuerza en todo el territorio, e incapaz en ser reconocido como legitimo por una
importante fracción de la población. En Colombia han existido varias y
numerosas guerrillas. Actualmente no solo las FARC son una poderosa fuerza
combatiente, sino el ELN (Ejercito de Liberación Nacional) resiste el terror
estatal y para-estatal.
Debemos marcar
algunas diferencias elementales de Argentina con Colombia. En Argentina el
Estado cubre todo el territorio y es reconocido por todas las clases desde hace
más de cien años. La población rural, indígena o criolla fue desplazada o
eliminada el siglo XIX a lo largo de las guerras civiles que la tuvieron como
derrotada. El alto nivel de urbanización y concentración demográfica, política
y económica hace que la estrategia política de cualquier organización deba tener
como eje las ciudades. En Argentina una fuerza revolucionaria que pretenda imponer
una autoridad alternativa choca con las instituciones de base del Estado que
llegan a cada barrio y a cada rincón del campo. Por el contrario la situación
de Colombia es como la Argentina de la
“década infame”[62] o en
la república oligárquica de 1880[63].
O, más claramente, antes aún, como si las montoneras no hubieran sido
aplastadas por la oligarquía liberal y siguieran disputando las bases mismas de
la organización nacional pero con ideología moderna.
El surgimiento
de la guerrilla de las FARC es parte de la evolución de grupos de campesinos
organizados para resistir la violencia terrateniente y defender sus derechos
inmediatos y locales hacia formas de organización político-militares
centralizadas. Esta evolución se logra al calor de la oleada de lucha armada
que se dio en América Latina en la década del sesenta luego de la revolución
cubana. Es así como, con la incorporación de cuadros comunistas, los grupos
campesinos pasan a ser guerrilla revolucionaria con un proyecto político y
pasan de la autodefensa de su clase hacia la búsqueda del poder político. Su
teoría revolucionaria continúa muy apegada a las causas y formas de su origen,
que las diferencia de otras organizaciones en la que el método cubano tuvo
mucha más influencia al menos en la formación de su núcleo impulsor y pasos
iniciales.
La debilidad del
Estado colombiano en muchas regiones del país permite que las FARC pueden
cobrar impuestos, deponer alcaldes u obligarlos a respetar el código de leyes
revolucionarias de la guerrilla, son una fuente de autoridad alternativa. Cuando
la guerrilla se despliega en una región por lo general aislada (aunque poblada)
se transforma una fuente de autoridad y orden para los pobres que deben sufrir
la violencia de terratenientes, la prepotencia de autoridades dependientes de
estos y el flagelo de la delincuencia. Esto a pesar de que la burguesía
mantiene la hegemonía plena en las ciudades (muchas veces recurriendo a la
fuerza o al terror, más que al consenso). Es por ello que el la última década
la clase dominante ha recurrido a dos brazos para golpear a la guerrilla: el
paramilitarismo (terror descontrolado) y las actividades de las ONGs con
micro-emprendimientos de contención social. La guerrilla ha sido doble poder en
el campo y un proto-estado paralelo en toda Colombia. Para las FARC (y también
para el ELN) la imposibilidad de concretar la “toma del poder” en el corto
plazo y la decisión de no aceptar las condiciones de “reinserción” ofrecidas
por la oligarquía colombiana redundó en la necesidad de consolidar formas de
despliegue que les permitiera asentarse territorialmente, de consolidar una
estrategia de doble poder territorial y gobierno local.
Otra diferencia
con la Argentina se origina en una resolución diferente de encrucijadas
históricas similares. En la decisión de la clase dominante colombiana de cerrar
sangrientamente cualquier intento modernizador. Desde el asesinato de líder liberal
populista Jorge Eliécer Gaitán en el 48, hasta la masacre[64]
del frente electoral de la izquierda progresista, la Unión Patriótica[65],
en el 80, la “democracia colombiana” no admitió abrirse a concesiones a las
clases oprimidas. En nuestro país la resolución fue diferente, al menos en la primera de estas décadas, con el
peronismo, ya que este implicó la inclusión de los trabajadores en la política
burguesa y un barajar y dar de nuevo en el balance de poder de las clases
sociales.
El periodo
durante el cual el Estado colombiano se retiró de la región de San Vicente del
Caguán (un territorio rural de cuarenta y dos mil kilómetros cuadrados) entre
noviembre de 1998 y febrero del 2002, las FARC aparecieron ante el mundo como
una fuerza en condiciones de luchar por el poder. El territorio no fue tomado
por conquista militar sino en el marco de negociaciones con el Estado. Fue la
mayor experiencia de ejercicio de la administración estatal de la guerrilla y
de expresión de una situación de doble poder a nivel nacional, tal es así que
la intervención norteamericana (y de sus aliados Israelíes) se multiplicó desde
ese entonces. Sería interesante conocer estudios sobre esa administración.
Según se admite desarrollaron una administración eficiente, eliminaron la
delincuencia, disminuyeron la desocupación, mejoraron la infraestructura. Los
pobladores podían recurrir a las oficinas de la guerrilla a realizar sus
reclamos, que eran atendidos, se castigaba la especulación y se controlaba el
comercio.
Pero el cambio
de relaciones de fuerza a nivel regional y la apuesta guerrerista de las clases
dominantes colombianas apoyadas por el narcotráfico y los EEUU, obligó a lo
guerrilleros a abandonar el territorio. Esto marcaría el momento en que la
situación de cuasi equilibrio se rompió y comenzó el avance, en apariencia
arrollador, de las políticas más radicales de la derecha. La consecuencia fue
la profundización de la represión por parte de las clases dominantes sobre le
conjunto de la sociedad. Generalizando, para los objetos de este estudio, creemos
interesante estudiar más atentamente la administración de las guerrillas en los
territorios cuya influencia es prolongada ya que en ellos podemos ver décadas
de presencia política y particularmente la experiencia del Caguán ya que allí
las FARC gobernaron sin contraparte durante un año. ¿Existe el poder de la
guerrilla más allá de su fuerza militar? ¿Existe una “sociedad civil”
alternativa a la burguesa? Una respuesta positiva indicaría la existencia de
poder popular y explicaría una de las causas de subsistencia de la guerrilla.
También es interesante tomar nota de que las guerrillas subsisten gracias a su
asentamiento territorial, a haberse transformado o consolidado su situación de
actores ineludibles en la economía, política y justicia en muchas regiones del
pais.
Esto nos pone a
reflexionar sobre varias cosas. Una sobre por que las FARC no lograron romper
el cerco político con que se las mantiene aisladas en el campo. Dos, que una
situación de doble poder depende de factores que exceden con mucho los
militares. La guerrilla colombiana es muy fuerte militarmente, pero en términos
estrictamente bélicos no puede combatir en una batalla campal contra el
ejército colombiano (situación que es normal en las luchas militares de las
organizaciones que se reivindican de las clases oprimidas). De aquí podemos
reflexionar en torno a la naturaleza del doble poder y del tipo de represión a
la que puede ser sometido. Expresa
necesariamente una situación de masas, un equilibrio inestable y temporario
basado en la ruptura de la hegemonía burguesa sobre la sociedad. En esto juegan
los factores militares, pero no son únicos y en muchos momentos tampoco los
principales. Liberar un territorio amplio, es más que poder local, requiere de
una relación de fuerzas a nivel nacional que incluya diversas formas de lucha y
organización popular, de grandes masas, en la construcción de ese doble poder.
Es la situación de crisis hegemónica del bloque dominante que impida al Estado
volcar todos sus recursos represivos (legítimos) sobre el poder revolucionario
local.
¿Cual es la
estrategia represiva del bloque de poder contra la situación de poder dual que
los desafiaba? La guerra integral que desde el 2003 profundizó el Estado
Colombiano contra la guerrilla y contra las organizaciones populares, tengan
estas vinculación con proyectos revolucionarios o no. La ofensiva contra las FARC, el ELN y las
organizaciones populares colombianas que resisten es integral e internacional.
Ejercito, policía, paramilitares, medios de comunicación, ONGs, corrientes de
artistas e intelectuales destinadas a crear consenso han logrado que una gran
parte de la sociedad colombiana vea como normal el exterminio de otra parte de
sus conciudadanos. Sin embargo existe una barrera de clase entre la opinión
movilizada por la extrema derecha en el gobierno y los sectores populares
reprimidos y masacrados, esto sigue mostrando la incapacidad de hegemonía.
La pública participación norteamericana
e israelí en el adiestramiento y equipamiento, de escuadrones de la muerte y
fuerzas estatales, mas la preparación y participación de estos mismos poderes
extranjeros en operaciones de inteligencia complejos y en la generación del necesario paraguas
internacional, complementan la delicada situación que los revolucionarios y el
pueblo colombianos resisten con estoicismo.
Pero el genocidio es la última carta de la las clases
opresoras. La
clase dominante colombiana apostó a colocar en el Estado a su personal político
más duro y cerró filas tras las políticas más reaccionarias del imperialismo
yanqui. A partir de allí se dio una estrategia en dos frentes, por un lado
trabajó el consenso de una fracción de la población mejorando la “seguridad” en
los barrios medios y altos; y por otro, pero basándose en el éxito de lo
anterior, unificó en el aparato estatal toda
la represión legal e ilegal sin temor a críticas.
En esta segunda
cara dirigió el ataque principalmente contra los dirigentes y organizaciones
populares buscando “quitar el agua al pez” y colocó a la defensiva a las FARC y
el ELN. Estos ataques combinaron asesinatos selectivos, masacres, bloqueo
informativo absoluto, infiltración, etc. Pusieron en tensión a la estructura
político-militar de las FARC en el momento en que ellas definían ser un Estado
paralelo y no simplemente una fuerza guerrillera. Fueron royendo los
territorios sobre los que la guerrilla había logrado avanzar, buscando su
aislamiento, para finalmente golpear a su estructura de cuadros. Mostrar a la
guerrilla débil e incapaz de proteger a sus adherentes, deslegitimándola como
opción de poder alternativo, es una clave para debilitar a fuerzas que se
proponen ejercer funciones de gobierno en determinados territorios.
El repliegue
hacia lo profundo de la selva y la preservación de cuadros y estructura por un
lado, mientras que por otro se elaboran estrategias para la ruptura del cerco
político y social que le tienden las clases dominantes implica la apertura de
una nueva etapa en la lucha colombiana. Lo que podemos afirmar es que ningún
gobierno puede por tiempo indeterminado mantener una situación represiva
extrema, ni crear consenso sin una base económica y social fuerte, y sin una
situación internacional favorable. Es por ello que la resistencia, nuevamente,
es alternativa para las organizaciones políticas, transformándose en el mejor
camino de supervivencia, vía para conservar la “organicidad” con las clases oprimidas, mientras
mantengan una estrategia de poder.
Podemos
identificar en Colombia una estrategia de construcción de poder dual con una
orientación institucional: leyes de la guerrilla, control geográfico e
influencia sobre instituciones burguesas para que cambien la naturaleza de su
gestión, cobro de impuestos a la burguesía, mostrar que en el país hay dos
fuentes de autoridad. Es en general la política de las FARC afirmada en
definiciones estratégicas del marxismo leninismo clásico, aunque en la última
década han incorporado nuevas vertientes como el bolivarianismo
latinoamericano. En la guerrilla colombiana el “tema nacional” nunca fue un
problema, su identidad es claramente nacional no solo de “forma”. El contenido
de la ideología guerrillera podría definirse como la traducción del marxismo a la condiciones de la lucha campesina de
la que surgieron; y actualmente la acentuación de las referencias nacionales,
bolivarianas y latinoamericanas.
El ELN sin
embargo se plantea una política alternativa. Desde sus orígenes vinculados con
la teología de la liberación y con la experiencia guevarista, promueven la
asunción de una política más “comunitaria”, y definiciones ideológicas más
“flexibles”. También su identificación con el Che los vincula con la idea
guevarista de hombre nuevo. En este sentido sectores vinculados a los elenos
han planteado recientemente una propuesta política que pone el acento en el poder
popular.
Presentamos aquí sus concepciones por representar un matiz ideológico
respecto de las FARC en lo que hace a la construcción de poder dual y que se
relaciona con los debates que se introducen en nuestro trabajo. En un documento de formación
llamado “El PODER POPULAR Como
estrategia de construcción
política” los elenos platean la necesidad del desarrollo “de una
estrategia de construcción política erigida sobre el PODER POPULAR. Esta
necesidad tiene implícita una concepción de lucha por el poder que rebasa la
concepción estrategista de la "toma del poder" como resultado del
asalto al gobierno y de aquella otra que considera que las transformaciones
estructurales se pueden dar mediante la acumulación de pequeñas reformas. Por
el contrario, la concepción del poder popular coloca la mirada en la
construcción de nuevas relaciones de poder que se van configurando a diario en
la materialización de una nueva sociedad, una nueva gobernabilidad y un nuevo
Estado, que se fortalece como acumulado político en el marco de un nuevo
ordenamiento institucional, social y político revestido de la legitimidad que
le conceden los distintos sectores sociales”
Mas adelante, asumiendo la
concepción guevarista de hombre nuevo, plantean
que “el primer escenario de construcción de poder popular lo constituimos
nosotros mismos como personas (…) Un segundo escenario lo constituye nuestra
familia (…) Un tercer escenario lo constituye nuestro barrio, la vereda, el
caserío, el municipio en que vivimos, la localidad, la comuna… allí lo que
hemos construido o queremos construir para nosotros es necesario construirlo
para los demás (…) autogestión, de gestión social y política, en su
empoderamiento permanente, en su auto-representación, debemos potencializar los
liderazgos comunitarios y colocarlos en los puestos de conducción de la
comunidad, en las juntas de acción comunal (…) En este escenario debemos
construir en torno a los requerimientos básicos de trabajo, alimentación,
vivienda, salud, educación, descanso y recreación, entre otros aspectos que
surjan de la necesidad de la gente.(…) Un cuarto escenario los constituye
nuestros lugares de estudio y trabajo. (…) Un quinto escenario lo constituye la
lucha popular, social y política que mueve la voluntad colectiva hacia
intereses comunes. Es la lucha por la soberanía y la independencia del país”
En el mismo
documento continúan: “4. Construimos un programa político general y una
plataforma de lucha que desarrollamos a través de planes y proyectos
específicos que miden nuestros avances en logros y resultados concretos. 5. Se
construye poder popular cuando nos constituirnos en una autentica Fuerza
Política en proceso de crecimiento y acumulación de ejercicio de poder. 4.
Debemos propiciar en cada espacio una normatividad alternativa. 5. Debemos
crear la institucionalidad que sea necesaria para acceder a los recursos
gubernamentales y diseccionarlos hacia el fortalecimiento de nuestra estrategia
de poder. 6. Debemos propiciar, asumir y defender los gobiernos alternativos” Y
mas adelante “Construir poder popular significa en términos prácticos construir
nueva institucionalidad, nueva gobernabilidad, nueva economía, nueva
juridicidad, nueva cultura, nueva educación, nueva sociedad, nuevo Estado,
desde nuestras propias posibilidades y esfuerzos en un proceso de
empoderamiento emancipador. Es importante dejar claro que la construcción de un
Estado y sociedad socialista por la vía de la construcción del poder popular,
no renuncia a la lucha por la conquista y la socialización de los medios de producción,
la nacionalización n de los recursos estratégicos de la nación, la distribución
equitativa de los beneficios de la producción social y a la administración
total del poder del Estado”. Así en las zonas de asiento del ELN los
guerrilleros obligan a las empresas a destinar parte de sus ganancias en la
realización de obras decididas por las comunidades y mediante este método, a su
vez, buscan lograr que la población se organice en instituciones propias de
decisión no clientelares.
De esta forma el poder
popular para el ELN no es simplemente, como para el autonomismo, poder local ni
autonomía comunal o del sector, es doble poder nacional y se expresa a través
de la lucha política “El poder popular se expresa en la democracia de la calle
capaz de revertir a través de la movilización y la confrontación al régimen la
política de explotación del modelo de desarrollo capitalista”. En este sentido
es claro que para el ELN “El poder popular se expresa en procesos y
realizaciones concretas en el marco de una estrategia política de construcción
de una nueva sociedad y un nuevo Estado” o sea es poder dual y solo es popular
si es contrahegemónico. Por ello critican la política de FARC de poner eje en
la fuerza militar para plantearse como estado alternativo.
Para las FARC en cambio, el
proceso se realiza de forma mas tradicional “Nosotros somos los representantes
de las aspiraciones” de los oprimidos. Esas aspiraciones son conocidas porque
son objetivas y se desprenden la situación
de miseria y dependencia de Colombia cuyos responsables políticos son
centralmente la oligarquía colombiana y su eje estructural la propiedad de la
tierra. De allí el programa innegociable de la guerrilla: Terminar con el
latifundio y tierra para el que la trabaja. Un programa que es de transición
(como la primera ley agraria cubana). La reforma agraria poblará al campo de
propietarios individuales y cooperativas con una capacidad de acumulación
lógica, regulada por el Estado, se respetará la propiedad privada conseguida
“honestamente” y que produzca de acuerdo a los intereses nacionales.
El esfuerzo de las FARC en
construir una alternativa nacional se manifiesta en su estrategia militar: Las
guerrillas móviles, desplegarse y concentrarse con rapidez, atacar al enemigo
simultáneamente en muchos lados para confundir y dispersar su fuerza. También
sus tres leyes básicas son estructurales en el asentamiento de la guerrilla en
los territorios: 1º reforma agraria, 2º ley tributaria[66] y 3º
ley anticorrupción. Con estas los revolucionarios se proponen como superadores
de las realidades inmediatas del pueblo y a su vez consiguen financiamiento y
reclutas. Paralelamente los guerrilleros conciben su llegada al poder mediante la alianza obrero campesina en un gran
frente patriótico democrático. En este sentido vemos que las FARC están mas
cerca de una estrategia de construcción de doble poder para asaltar el poder
del estado y desde allí construir una transición, mientras que el ELN piensa en
la construcción de poder popular para iniciar la transición en el proceso de
lucha y reemplazar al viejo Estado. Ambas estrategias tienen muchos puntos de
vinculación ya que implican el ejercicio del poder de hecho en zonas liberadas
y por lo tanto poder dual, Pero las FARC ponen mas énfasis en aparecer como
institución estatal alternativa y desde allí impulsar el resto del proceso,
mientras que el ELN plantea el esfuerzo de implicarse en las formas concretas y
medulares del poder local en tanto contrahegemonía no solamente Estado. Por
eso, si bien para ambas guerrillas las armas son innegociables, las FARC
confían más de su ejército y de la eficiencia del mismo para proyectarse
políticamente, mientras que el ELN intenta que su fuerza armada no aparezca
como “toda” su construcción política. Pero con diferentes formas o matices,
ambas organizaciones aparecen como una retaguardia (reserva estratégica) de las
luchas populares.
Saltando miles de kilómetros
y a otra realidad diferente, un caso ilustrativo de construcción de poder
paralelo es el del Hizballah libanés. En los últimos años ha llegado a tener
una relevancia notable al transformarse en una organización de masas con
influencia en todo Medio Oriente. Es la fuerza de gobierno directo en el sur
del Libano, en algunas regiones campesinas y gran parte de Beirut y ejerce influencia
determinante sobre el conjunto de la vida nacional llegando a alcanzar en la
actualidad gran consenso en franjas de la población no musulmanas. Gran parte
de la izquierda marxista los reconoce como la cabeza de la lucha
antiimperialista y reconoce también que sus propuestas sociales son
progresistas al promover el acceso gratuito de todos a la salud y educación,
como planes de vivienda e inserción laboral. En este sentido la división en la
izquierda se dá sobre la valoración de los aspectos conservadores del
Hizballah: entre los que priorizan la liberación nacional y la justicia social
y los que priorizan el laicismo y la occidentalización.
Debemos recordar que Hizballah
en 1982, durante la invasión israelí al Líbano y una parte importante del trabajo
que realizó estuvo destinado a reconstruir y desarrollar las zonas afectadas
por la primera guerra del Líbano. Fue el primero en asistir, gracias a fuentes
de sustento económico comunitario (realizan una interpretación del islam donde
el aporte del que mas tiene es determinante en su fe) y del mundo musulmán, a
las clases pobres de la sociedad libanesa (principalmente chiitas). Con el
correr de los años Hizballah fortaleció sus redes sociales, creando escuelas,
centros de salud y dando posibilidades de trabajo y asistencia social a las
clases pobres (un modelo luego aplicado por Hamás en Gaza en los años '90).
Desde fines de los años '80 Hizballah ha sido quien implementa la política
social y de seguridad en gran parte del país. Incluso quienes critican a esta
organización concluyen que Hizballah ha ejercido un rol destacado en el ámbito
social mucho más efectivo que los propios gobiernos libaneses (corruptos y
prooccidentales), siendo esta una de las claves de su popularidad.
En el ámbito político esta organización posee una
agenda nacionalista a nivel local, e islámica a nivel regional. Por un lado se
ha convertido en una parte integral de la vida política libanesa, logrando
altos niveles de popularidad fundamentalmente debido a su actividad social y gracias
a una imagen de transparencia que no tiene comparación en el sistema político
libanés. Como dijimos la invasión israelí cambió el mapa político libanés al
expulsar a la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y otras
fuerzas progresistas aliadas. El Líbano quedó en manos de minorías de
cristianos prooccidentales, con bases militares extranjeras y grupos
mercenarios financiados desde Israel. Este vacío fue ocupado por Hizballah pero
desde una nueva óptica. Tomó al Islam como bandera acentuando su parte social y
enfocó su discurso público y accionar armado en la lucha contra las bases
occidentales a las que logró expulsar y contra el ocupante israelí al cual
también venció. Apoyándose en la fracción chiíta de la población carente de
representación real y trabajando desde las escuelas islámicas (fuertemente
legitimadas por la cultura musulmana) construyó escuelas, guarderías,
viviendas, sistema de pensiones, y una milicia que además de combatir contra
Israel garantizó la seguridad el sus zonas.
Otra organización que se construyó políticamente
desde una situación similar (derrota de las antiguas fuerzas progresistas y
ocupación extranjera) es Hamas. Su carta
fundacional de Hamas dice en su Artículo 20 que: “La sociedad musulmana es una
sociedad mutuamente responsable. El Profeta, plegarias y alabanzas a él, dijo:
“Benditos son los generosos, estén en poblado o en camino, que han reunido
cuanto tenían y se lo han repartido a partes iguales.” (…) En su tratamiento
nazi, los judíos no han hecho excepción para mujeres ni niños. Su política de
amedrentamiento es para todos. Atacan a las personas en lo que concierne a su
sustento, (…) Para contrarrestar esas acciones, es necesario que en el pueblo
prevalezca la responsabilidad social mutua. El pueblo debe hacer frente al
enemigo como un solo cuerpo, en el que basta que un miembro se queje para que
el resto del cuerpo responda sintiendo el mismo dolor” (…). Y mas adelante
(artículo 21 detallan: “Responsabilidad social mutua significa dar asistencia,
económica o moral, a cuantos se encuentran en necesidad, y participar en la
ejecución del trabajo. Los miembros del Movimiento de Resistencia Islámica
deben considerar los intereses de las masas como sus propios intereses
personales. No deben escatimar esfuerzo para conseguirlos y preservarlos. Deben
evitar todo juego sucio con el futuro de las generaciones venideras y todo
aquello que pudiera ocasionar pérdida a la sociedad. Las masas son parte de
ellos y ellos son parte de las masas. Suya es su fuerza y suyo es su futuro.
Los miembros del Movimiento de Resistencia Islámica deben compartir la alegría
y el dolor del pueblo, adoptar las demandas del público y todos aquellos medios
que permitan satisfacerlas. El día en que ese espíritu prevalezca, la
fraternidad se robustecerá, la cooperación, la solidaridad y la unidad se
acrecentarán, y se compactarán las filas para hacer frente a los enemigos”.
Como vemos identifican su enemigo principal y construyen una ideología de
unidad nacional y solidaridad social, esto nos permite catalogarlos como
movimientos de liberación nacional, a su vez se fortalecen como Estado paralelo
con aspiraciones de ser todo el estado y fortalecen una cultura de resistencia
alternativa basada en el islam.
El trabajo realizado es
contrahegemónico y es claro que en el Líbano Hizballah es un Estado paralelo
que convive con el Estado y aún dentro del Estado ya que dispone de diputados,
ministros, etc. En este caso se verifica la hipótesis de Troski “Este
sistema no es estable (...) antes de que las clases rivales se decidan a
enfrentarla (la guerra civil) pueden verse obligadas a soportar durante
bastante tiempo, y aun a sancionarlo, el sistema de la dualidad de poderes...”.
Aunque en el caso libanés el doble poder Estado formal-Hizballah se consolidó y
sancionó con posterioridad a la guerra civil y la intervención extranjera. Pero
¿es poder popular? ¿Representa nuevos valores de las clases oprimidas? ¿Las
organizaciones sociales impulsadas por Hizballah existen más allá del partido?
O es solo un armado estructurado en torno a clérigos conservadores que resisten
al imperialismo desde el anacronismo porque pretende transculturizar al mundo
musulmán. Podemos decir que Hizballah es la expresión genuina de la resistencia
popular (y esto es indudable aunque se los considere conservadores), pero
también consideramos que expresa muchos valores progresivos en lo económico, en
lo político y lo social para los sectores más postergados. Ya que desde nuestra
perspectiva el camino del progreso debe ser seguido por los pueblos de acuerdo
a sus formas y en relación de amistad y tolerancia con otras culturas y no a
las impuestas desde afuera. También que la reacción ante occidente por parte de
los musulmanes incluye valores conservadores relacionados con la tradición.
¿Hasta que punto los valores
tradicionales de las masas son base para una construcción contra-hegemónica? ¿Hasta
que punto los prgresistas que vienen en naves militares y empresas extranjeras
son “el progreso”? Gramsci decía que los revolucionarios debían buscar los
“núcleos de buen sentido” en el sentido común de las clases subalternas. Sin
dudas el enfrentamiento al imperialismo occidental debe basarse en una lucha
que también abarque lo cultural esto seguramente será así en América Latina
para lograr la emancipación y cada pueblo tendrá un vía propia hacia un
objetivo común. Reflexionaba Carlos Olmedo líder de las FAR (Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Argentina, respecto a críticas que intelectuales
progresistas hacían a la revolución argelina y ciertos valores conservadores de
la misma) que los revolucionarios socialistas debían ser transigentes con
algunos aspectos conservadores de las masas movilizadas en su lucha por la
liberación nacional. Esto era así porque occidente presentaba su invasión con un
barniz superficial de progreso y el discernimiento entre lo progresista (que
las mujeres usen minifalda si lo desean) y lo reaccionario (el saqueo económico
y el vasallaje político y sus consecuencias sobre toda la sociedad) debía
quedar para el futuro Estado revolucionario. Aunque podemos reflexionar desde
nuestra perspectiva que para que el poder popular sea de verdad popular y
exprese nuevos valores positivos, hay ciertos aspecto de “lo popular” o
tradicional que no pueden ser aceptados en función de captar masas (por
ejemplo, la violencia contra la mujer en sus diferentes formas).
Decíamos
más arriba que Hizballah surgió a partir de la invasión israelí al Líbano, en
general los movimientos de resistencia de carácter islámico se han multiplicado
en los últimos años y todos ellos surgen a partir de una ofensiva sin
precedentes del imperialismo occidental y sionista sobre el mundo islámico.
Frente a esa ofensiva los anteriores movimientos de liberación nacional,
patrióticos y socialistas cayeron uno tras otros con mayor o menor heroísmo o
simplemente mutaron adaptándose a la situación impuesta, las esperanzas de
progreso que las masas depositaron en ellos no se cumplieron y hoy una nueva
corriente aparece en su reemplazo desde lo más íntimo del sentir musulmán. Es
en ese sentido, como plantea Samir Amín en su tesis sobre las mutaciones del
Islam, que corrientes que en la primera mitad del siglo XX operaban en forma
reaccionaria apoyadas por el imperialismo para alternativizar a los movimientos
de carácter nacionalista o izquierdista. Pero hoy algunas corrientes que pueden
encontrar esas mismas raíces ocupan el lugar de la resistencia. Dice Hasan Nasralla líder del Partido de Dios “La
principal fuente del mal en este mundo, la principal fuente del terrorismo, la
principal amenaza a la paz mundial y al desarrollo económico de este mundo, la
principal amenaza al medio ambiente de este mundo, la principal fuente de...
muerte y agitación, guerras civiles y regionales en este mundo son los Estados
Unidos de América.”
Hace más de 20 años que el Partido de Dios
comenzó su trabajo, el cual no debe ser opacado por la audacia de sus acciones
armadas que, aunque fundamentales, son solo la punta del iceberg de su
política. La intransigencia en un periodo de retroceso de las demás
organizaciones populares árabes combinado con un ejercicio práctico y ejemplar
del poder ha hecho de esta organización de un pequeño país una fuerza de enorme
poder que irradia su influencia sobre la región.
El caso del
Hisballah, que mencionamos arriba, parte del Islam sentido común popular y de
una agresión integral de occidente contra los árabes y musulmanes. A pesar de
que la agresión es la misma, América Latina no existe una base cultural
integral que hoy oficie de plataforma común de resistencia. En América latina
la iglesia católica es hegemónicamente legitimadora del sistema occidental y
cristiano, y los valores de conservación (como todas las religiones) que
promueve son intrínsecamente funcionales al debilitamiento de la voluntad
colectiva e individual de lucha de los oprimidos, mientras que la misma iglesia
opera en forma activa como movilizadora y legitimadora del accionar de las
clases opresoras y sus instituciones. En los momentos históricos de mayor
movilización revolucionaria de masas corrientes católicas “de base” o “del
tercer mundo” se multiplicaron promoviendo una religiosidad que expresara los
intereses de los oprimidos, pero nunca pasaron de ser expresiones minoritarias
y perseguidas por La Iglesia. Quizás esta in variancia reaccionaria se deba al
carácter absolutamente antidemocrático del catolicismo institución, frente a
las demás religiones menos centralizadas.
El tema de la
religión interesante por dos motivos. Primero por que la religión es parte del
“sentido común” del pueblo y la capacidad de tomar elementos de este sentido
común debe ser parte de las políticas de los revolucionarios. Segundo por que
como pensaba Gramsci existen dos caras de la religión católica (para ricos y
para pobres). Esto se relaciona con la necesidad de un catecismo marxista
popular, capaz de hacer carne en las masas. El italiano
reflexionaba sobre la vulgarización del marxismo mediante manuales como el de
Bujarin (agregamos nosotros los posteriores manuales soviéticos) lo que
consideraba una necesidad para presentar a las masas ideas sencillas fáciles de
apropiar por todos los oprimidos. Pero alertaba de sus peligrosas consecuencias
sin la existencia de una contrapartida que permita el mantenimiento del nivel
de reflexión marxista en lo más alto de las ciencias sociales. Lo que advertía
Gramsci era que la iglesia buscaba mantener escindidos estos dos catecismos,
mientras que los revolucionarios debían trabajar para elevar a las masas desde sus las ideas simples a la
comprensión de los complejo. Justamente es allí donde planteaba los temas del
intelectual orgánico y el bloque histórico. Creemos que estos planteos del
italiano deben relacionarse con sus reflexiones sobre el sentido común, la
cultura popular y la creación de una voluntad colectiva nacional popular[67].
Otro ejemplo
entre la experiencias de guerrilla urbana es la desarrollada en el país vasco
por la ETA guarda relación con la desplegada en la Argentina por sus
condiciones y formas. La guerrilla vasca se mantiene en forma de comandos
clandestinos urbanos como la guerrilla argentina. En Argentina las
denominaciones “ejercito” nunca pasaron de un formalismo en montoneros, ni sus
milicias lograron fuerte arraigo social, mientras que el ERP fue derrotado
cuando desplegó unidades numerosas, fracasó en el monte, y solo supero la
acción de comandos en acciones puntuales: concentrando grupos para la acción
sobre un cuartel y dispersándolos después. Por ello consideramos que la
guerrilla argentina siempre e mantuvo en situación de comandos urbanos clandestinos.
¿Cómo sobrevivió
ETA tanto tiempo? Representó ante una corriente importante de la población
vasca una serie de valores contra-hegemónicos, los valores de una nación vasca
socialista frente a un Estado español extranjero y capitalista. La difusión del
idioma vasco, de valores vascos recuperados o inventados pero siempre
distintivos, bares, asociaciones juveniles, música típica y rock, diarios,
alcaldes y diputados, todo hacia a la existencia de una contra-hegemonía que se
extendía en torno a ETA en un espacio social amplio y aún a sectores
nacionalistas burgueses. Los vascos crean o recrean elementos distintivos de la
nacionalidad. Estos elementos expresan una contra-hegemonía de carácter
nacionalista, y se relacionan con la construcción de la idea nacional en
pueblos que se resisten a la integración en entidades nacionales más amplias[68],
más que a una situación de carácter colonial o dependiente. El revivir de la
nación vasca permitió a los “etarras” contar con nuevos reclutas a pesar de las
caídas permanentes, y con una “selva social” urbana en donde estar a buen
recaudo a pesar de no disponer de zonas liberadas en sentido estricto (a
diferencia de Colombia o Medio Oriente).
Sin dudas las
acciones vascas no parecen destinadas a lograr el consenso. Pero al ser
identificada como una guerra nacional no importan los métodos mientras sean
aplicados al “otro” enemigo, ocupante, colonizador, (como los palestinos e
Israel, aunque la situación vasca es mucho menos clara), que no es parte de la
nación. Los guerrilleros, que dada la situación de guerrilla urbana y convivir
con el Estado enemigo no cuentan con milicias ni columnas guerrilleras, si han
desarrollado expresiones electorales de peso, poderes locales e institucionales
de hecho y de derecho. Por lo tanto mas allá del poder militar, cobran
impuestos a los empresarios locales para financiar la lucha. Mientras el
consenso de una parte importante de la población se sostuviera y la mayoría de
la sociedad vasca considerara la contradicción con el Estado español como
central, su supervivencia estaba asegurada. Por eso el Estado español fue
contra estas instituciones contra-hegemónicas nacionalistas radicales de la
sociedad civil tanto como contra ETA (periódicos, partidos políticos,
agrupaciones juveniles, etc.). Pero a diferencia de Argentina donde la frontera
política de los bandos es mucho más difusa, los vascos construyen la
identificación de su lucha con una causa nacional y el reclamo es la
independencia. En ese sentido trabaja ETA y las organizaciones sociales afines
recreando permanentemente la identidad nacional vasca que los legitime como
herramienta de independencia.
Un caso que
merece ser mencionado es el de Venezuela (también podría ser Bolivia) por ser
un proceso donde las transformaciones parecen realizarse a partir de un camino
diferente a los ejemplificados en este trabajo. No es nuestra intención
abordarlo en profundidad, pero si tomarlo en cuenta para que no aparezca como
conclusión de este escrito que adherimos a algún tipo de fetichzación de una
“vía hacia la toma del poder”. A simple vista salta que en Venezuela el proceso
de cambio se esta dando a través de mecanismos primordialmente institucionales
y que lo electoral juega un rol determinante.
Debemos destacar
que en el origen del proceso venezolano hay una tentativa de golpe de estado
nacionalista hecha por un grupo de militares que coloco a su líder, Hugo
Chávez, en una vitrina ante las masas descontentas. Relacionado con esto hubo
un profundo proceso de distanciamiento entre el personal político de los
partidos democráticos y el pueblo venezolano cuyo hecho paradigmático fue la
masacre cometida por el gobierno socialdemócrata durante el Caracazo. El
triunfo electoral de Chávez con un discurso populista radicalizado contra todos
los partidos tradicionales habría la puerta a algo nuevo. Pero lo novedoso es
que eso nuevo debía nacer a partir de este triunfo. No había programa claro, ni
organización con un proyecto, ni cuadros formados en una ideología. Así las
clases oprimidas sintieron la posibilidad de una revancha histórica y la
sociedad se dividió en dos bandos irreconciliables. La profundización de la
lucha de clases, motorizada más por el rechazo de la burguesía y las clases
medias al “aluvión zoológico”, que por un nivel de organización y conciencia
popular, produjo etapas de radicalización del gobierno chavista.
El líder de
masas Chavez parece ser, a la cabeza del viejo Estado, el impulsor y garante de
los avances que se fueron dando en medio de una marea popular de débil
autoorganización, sin una clase obrera fuerte ni sindicatos que la organizaran,
con un partido creado desde el Estado de dudosa capacidad dirigente propia y en
un país de muy débil desarrollo productivo con una economía rentística e
informal. Lo interesante no es tanto el proceso nacionalista estatizador, ni
siquiera el proyecto de participación obrera en los intentos de avanzar en
modos de gestión socialista de algunos medios de producción. Sino el impulso a
organización de gestión y administración paralelas al viejo Estado: las
comunas, las milicias bolivarianas o las misiones. El intento de crear una
administración integral en el territorio donde se elimine la escisión radical
entre representantes y representados y todo el poder resida en la comuna. La voluntad de extender la capacidad de
ejercicio de la violencia institucional a capas amplias de las masas. Esa
especie de ministerios paralelos que fueron las misiones creadas para resolver
problemáticas específicas que la insoportablemente inútil administración
estatal no podía resolver, sumados a los intentos de elaborar formas de gestión
obrera, parecen ir en el camino de la creación de poder popular desde la cabeza
del viejo estado. De materializar ese poder en un estado paralelo que al final
del camino sea que lo reemplace e impida el retorno de lo viejo. Sabemos que
una de las condiciones de éxito de este proceso es la viabilidad económica de
corto plazo y otra el compromiso organizativo de las masas. Por eso Venezuela
debe ser seguida atentamente por los ojos de los que queremos transformar la
sociedad
Hemos mencionado
tres casos provocativos (Hizballah, FARC y ETA) y tomado en capítulos
anteriores otros dos (EZLN y MST). Pero se deberían mencionar más casos muy
interesantes (y algunos clásicos) como el Frente Martí para la Liberación
Nacional, el Movimiento 26 de Julio, el caso Chino desde Yenan hasta el fin de
la guerra contra el Japón, el caso de Sendero Luminoso y el MRTA en Perú, El
Frente de Liberación Nacional de Argelia, el caso palestino, el partido Baas, el
IRA en Irlanda del Norte, Vietnam, Hamas, la resistencia palestina, y el
islamismo en general, Venezuela y Bolivia la última década, etc. Todos casos
que expresan a través de movimientos diversos, revolucionarios, marxistas,
nacionalistas, antiimperialistas o simplemente movimientos de reacción ante la
opresión, formas de lucha y ejercicio del poder por fuerzas que buscan la
transformación de la situación política y social de países oprimidos. Los
mismos casos que presentamos como ejemplo deberían ser vistos con más
profundidad por quien se sienta provocado por ellos para avanzar en el estudio
de luchas que aspiran a la construcción de poder de cara a un nuevo Estado.
Quizás el grado de desarrollo de la lucha popular en nuestro país debería
remitir al estadio más embrionario de estas mismas experiencias o a
experiencias que en la actualidad se encuentre en un grado de formación más
cercano (Venezuela, Bolivia). Pero, insistimos, comprender experiencias donde
las contradicciones hayan llegado a un punto explosivo y donde la organización
contra-hegemónica exprese claramente otro poder de referencia ineludible nos
permite pensar más allá de la coyuntura.
11-Balance en torno a la construcción de
estrategias populares
Como
planteábamos al principio autonomía es un concepto que en la última década
adquirió notoriedad en nuestro país pero que tiene múltiples significados.
Nosotros pretendemos aquí rescatar uno de ellos: la construcción de poder
popular dentro de una estrategia revolucionaria, solo es tal si se articula con
la autonomía de las organizaciones populares “sociales”. O sea deberíamos
concebir al poder popular como la materialización del “espíritu de escisión” a
nivel organizaciones de la sociedad civil. En ese sentido las fuerzas políticas
antisistema deberían fortalecerse en ese camino y no subordinando orgánicamente
a las organizaciones sociales. Dice el
filósofo Rubén Dri en polémica con Negri, Holloway, Foucault “…Los
micro-poderes se encuentran englobados en mega-poderes, y así como hay que
construir los primeros, también hay que construir los segundos. De la
microfísica es necesario pasar a la macrofísica, no en forma lineal sino
dialéctica. Los pequeños poderes se encuentran englobados en mega-poderes. No
hay paso lineal de unos a otros. Esto significa que la lucha ya sea barrial,
villera, campesina, en las cárceles, en la escuela, en la familia, debe
conectarse dialécticamente con un lucha más amplia, que tenga como horizonte la
totalidad.” Para nosotros esta totalidad se relaciona con la organización
revolucionaria y la construcción de un Estado de nuevo tipo (o de transición). Se debe mantener una perspectiva de
construcción contra-hegemónica de largo plazo. La organización existe como vanguardia del conjunto de forma
dialéctica no por disciplinamiento estructural al partido dirigente. La
autonomía de las organizaciones populares de la nueva hegemonía es a la
organización dirigente, algo así como la autonomía de las organizaciones de la
burguesía es al Estado burgués. Para que un nuevo poder esté consolidado y sea
verdaderamente popular debe estar rodeado por una red de organizaciones
populares que garanticen la existencia de la nueva sociedad más allá del poder
del nuevo Estado o del partido dirigente.
Por el contrario
¿que sucedería en el caso del aislamiento de una construcción asentada en lo
local y ante la falta de perspectivas nacionales y totalizadoras? Se alimentará
de las contradicciones y necesidades planteadas desde lo micro, entonces la
estrategia del poder local deriva naturalmente en reformismo, en el intento de
construir comunidades autónomas de poca incidencia en el núcleo capitalista del
poder, o a los sumo, organizaciones que luego de muchos años de
trabajo de hormiga minen las bases del sistema capitalista y en ese trayecto
aún ese horizonte se perderá y seria difícil no caer en el oportunismo, en la
integración o la disolución.
Debemos poner
énfasis en que en la propia Italia donde el autonomismo tuvo su cuna, existe
una génesis histórica que debe buscarse en la historia de la lucha de los
trabajadores italianos, tanto en las luchas de los 60 y 70 como en las luchas
de los consejos de fábrica que, entorno al 20, protagonizó el propio Gramsci.
Las ideas de autonomía obrera de los períodos anteriores devienen en la pos-modernidad
en autonomismo no obrero. Pero si la lucha que tenía su eje en la fábrica
mantenía a los militantes vinculados permanentemente al conflicto de clases de
la sociedad nacional, el “repliegue” a los márgenes permite alimentar la
ilusión de “vivir con nuestros propios códigos por fuera de la sociedad
capitalista”. O sea perder el horizonte del conflicto estructural del sistema
ya no visto como la disputa por la propiedad de las riquezas materiales.
Creemos que los planteos posmodernos son consecuencia de la derrota política
militar e ideológica de la década del los ochenta y noventa y son la otra cara
de la moneda del avance de la globalización y el neoliberalismo. Y esta
hipótesis es sustentada por las mismas fuentes inmediatas de donde surgen las
ideas posmodernas (y sus continuadoras mas o menos maquilladas) el pos
estructuralismo, el giro lingüístico, la teoría de los movimientos sociales y
todos los nuevos paradigmas que corren el foco de atención de la dominación a
la diferencia, de los conflictos nacionales y de clase hacia las
reivindicaciones de múltiples actores, de la totalidad a los fragmentos, etc.
En nuestra concepción de autonomía,
que rescatamos en este trabajo como reflexión crítica de experiencias políticas
revolucionarias anteriores, el concepto lo pensamos desde la perspectiva de la
autonomía de clase. De esta base comprendemos que las críticas al socialismo
que sustentan al autonomismo no deben ser desoídas. Es concreto para nosotros
que la lectura del Que hacer hecha
bajo la momia de Lenin deshistorizó su pensamiento y produjo un catecismo
organizativo que llevo al debilitamiento de los procesos revolucionarios a
través del absolutismo del partido o del Estado. Pero esto no implica que
dudemos de la necesidad de políticas nacionales y organizaciones que expresen
la construcción de vanguardia.
Decía Gramsci que “Esta
unidad de la espontaneidad y la dirección conciente, o sea, de la disciplina,
es precisamente la acción política real de las clases subalternas en cuanto a
política de masas y no simple aventura de grupos que se limitan a apelar a las
masas”. Es lo que nosotros llamamos el salto de lo meramente económico a lo
político, que solo sucede y se consolida como tal con la existencia de
organizaciones políticas cuya esencia sea el despliegue de la política nacional
de las clases oprimidas. O sea de una “voluntad colectiva nacional popular” con
hegemonía revolucionaria.
En realidad existen y
existieron un sinnúmero de fuerzas que se plantearon transformarse en esta
herramienta. La mayoría no pasaron de ser “grupos que se limitan a apelar a las
masas”. Existen muchas razones que podrían explicar estos fracasos; pero,
creemos, que existe un punto que podríamos llamar de acumulación política originaria que permite pasar de la
marginalidad a ser una organización con capital político propio. Esta
acumulación originaria está directamente vinculada a la construcción de poder
popular y a la capacidad de ser la referencia política de esa resistencia de
masas que intuye la necesidad de lo nuevo. No son solo recursos económicos o
poder de fuego, ni siquiera conocimiento y prestigio entre las masas
(Montoneros tenía un prestigio enorme y no sobrevivió). Es la red de
organizaciones de la sociedad civil que sirven tanto de base como de
retaguardia, pero que también son ellas mismas contra-hegemónicas, más allá de
la organización misma.
O sea, esta acumulación
originaria se relaciona directamente, con la necesidad de que una organización
revolucionaria que pueda subsistir en el tiempo exprese a una parte de la sociedad
que posea valores políticos y culturales y perspectivas de vida distintas a las
hegemónicas o en combate con ellas. Siguiendo al MST de Brasil, podemos decir que una
organización revolucionaria se desarrolla como parte de una Revolución
cultural. Que es esto para el MST: “Una revolución cultural deberá ser (un)
nacimiento o renacimiento doloroso, para al mismo tiempo en que resistimos al
capitalismo, instalamos un nuevo orden territorial con elementos que no muden solo las apariencias, sino también
la esencia del modo de producir una existencia personal y social de las
comunidades campesinas” una construcción contra-hegemónica que debe evitar los
riesgos de integrase y resignificarse funcionalmente al sistema, por lo tanto
se deberá trabajar en “radicalizar las contradicciones para garantizar el
avance del MST”.
De esta forma la lucha local
va de la mano tanto de la generación de nuevas relaciones humanas internas como
de la construcción de una organización para hacer la revolución política en
Brasil. Aunque “Teóricamente una revolución cultural solamente sería
posible o tendría viabilidad con posterioridad a la toma del poder por la clase
trabajadora, para así rectificar determinadas deformaciones adquiridas antes o
durante el proceso revolucionario, en vistas a la implantación del socialismo.
(…) podríamos decir que la revolución cultural sería una revolución dentro de
la revolución (...) estando ya con el poder hegemónico en nuestras manos”
[69].
O sea polemizando con la idea de que el poder local puede realizarse como
revolución integral el MST considera que el desarrollo completo de la
revolución cultural es un proceso que solo terminará después de la toma del
poder. En definitiva, entendemos como una cultura popular (lo mas
ampliamente definida en el sentido de la revolución cultural) que se exprese en
una red de organizaciones propias, diferentes y antagónicas con las
tradicionales. Es aquí donde se ha pasado el umbral de acumulación política
originaria.
Es aquí donde
tallan los “núcleos de buen sentido” de los que hablaba Gramsci. El encontrar
puentes entre las organizaciones
políticas que pretenden alcanzar el estatus de revolucionarias y el sentido
común de las masas es lo que permite disputar la hegemonía y abrir caminos para
la generación de contrahegemonía. Sobre este punto escribía Gramsci
que “Existe, pues, una multiplicidad de elementos de dirección conciente en
estos movimientos (económicos, espontáneos, de base, etc. aclaramos nosotros)
pero ninguno de ellos es predominante ni sobrepasa el nivel de la conciencia
popular de un determinado estrato social, del sentido común, o sea de la
concepción del mundo tradicional de determinado estrato”. Recordemos que la
visión del mundo de las clases subalternas forma para el italiano una
concepción fragmentaria, disgregada, con mezclas de tradiciones antiguas,
prácticas propias de clase e ideas dominantes, pero no constituyen una
concepción orgánica que permita que las respuestas espontáneas se transformes
en crítica total. Reconocer en tradiciones, valores, identidades populares,
elementos que sirvan de base para unir el “sentir y el saber” y para darle a
ese saber sentido y a ese sentir proyección.
Esta es una tarea de acumulación política originaria que permite pasar
de la marginalidad radicalizada o de la integración periférica a la creación de
poder popular y la política revolucionaria.
Es necesario
para colaborar con la creación de poder popular por parte de una organización
política operar con audacia en las crisis y resistir consolidando en los momentos
de tranquilidad. En los momentos de distensión fue cuando las guerrillas
colombianas más crecieron. Pero debemos aclarar, hay crisis parciales, que solo
afectan un aspecto de la hegemonía pero que permiten acumular en diversos
terrenos y frentes en momentos diferentes. Una crisis en el ámbito gremial no
debe ser vista como una crisis revolucionaria que nos acerca linealmente al
asalto al poder, sin dudas es una trinchera de combate, más importante que
otras, pero depende de la relación de fuerzas y de la solidez de la hegemonía
del bloque dominante la posibilidad de un salto a partir de conflictos
sectoriales. Como dijimos antes, las trincheras son mucha amplias y su
dispositivo es profundo. Habiendo
superado el límite de la acumulación de fuerzas originaria, la existencia de
poder popular debería manifestarse en doble poder, en situaciones políticas,
sociales, económicas, culturales o militares concretas y capaces de existencia
institucional.
Lo dicho nos permite pensar en la idea de poder popular y
de doble poder como la base para la generación de condiciones contra-hegemónicas
en el marco de una guerra popular de largo plazo donde la conquista de
espacios, en éste caso territoriales y sociales no institucionales (o parte de
una nueva institucionalidad), permitiera darle a los revolucionarios
perspectivas más acá del asalto al poder y contemplando los flujos y reflujos
con que se desarrolla la lucha de clases. Sería dar la “guerra de posiciones”
propuesta por Gramsci barrio por barrio, fábrica por fábrica, frente por frente, articulada en una
estrategia nacional y galvanizada por un partido u organización en el rol de
“intelectual colectivo” propio[70]. En
esta lucha los espacios institucionales en el viejo Estado sirven pero solo en
tanto sean producto de una política clara que no confunda a los oprimidos
generándole falsas expectativas en gobiernos reaccionarios y sean puestos en
función del fortalecimiento y la construcción del poder dual. El caso de
Venezuela es hoy (2009) el eje del debate en torno a esta contradicción.
Si leemos y vemos las prácticas y escritos de los
revolucionarios argentinos de las décadas pasadas, la asunción de esta integralidad en los diferentes planos,
donde todos son definitorios en la pelea por el poder, no estaba presente o
solo lo estaba en él discurso. La complementación entre las necesidades
simultaneas de obtener legitimidad, construir contra-hegemonía, construir poder
y sostener los objetivos estratégicos, es algo que los revolucionarios del
siglo XX no alcanzaron a resolver con claridad. Y esto fue definitorio en su
derrota cuando la complejidad de la ofensiva enemiga alcanzó todos los ámbitos
de la vida social. Esto se relacionó, entre otras cosas; con los déficits con
que abordaron su herramentación conceptual para la interpretación de la
realidad y la historia: los déficit y oscuridades del marxismo de la tercera
internacional y el nacionalismo de los movimientos de liberación. Si en la
articulación entre coerción y consenso está la clave de la dominación política
de la burguesía (y ésta siempre lo tuvo claro), para las organizaciones
revolucionarias la construcción de herramientas que articularan la coerción
desde la vereda de los trabajadores solucionaba el problema del consenso y del
poder, atajo que dejaba de lado o pasaba a un plano secundario el impulso de
políticas destinadas a generar una contra-hegemonía capaz de darle base en el
largo plazo al propio proyecto.
Muchos temas relacionados
directamente con lo tratado en este trabajo quedaron en el tintero, otros
apenas fueron presentados. Es nuestra intención introducir estos problemas como
los centrales a la hora de la lucha política para que la lucha popular pueda
sedimentar en mejores y superiores experiencias, superando la mera
contestación, resistencia y testimonio. Sin dudas cuestiones como el rol de la
vanguardia y el balance de experiencias en torno a ese tema; la cuestión
nacional, la violencia revolucionaria y reaccionaria entre otros son parte de
este debate y no nos hemos detenido en ellos a lo largo de este trabajo.
Quedarán para los debates, contestaciones o enriquecimientos que vengan. Las
experiencias que hemos tomado como ejemplo están sometidas a las vicisitudes,
idas y vueltas de la historia y de los hombres que las encaran. Por eso
consideramos que la transitoriedad es parte de cualquier experiencia política
humana. No hay balances permanentes sino balances históricos de acuerdo a las
preguntas que nos hacemos respecto a los problemas que nos interesan. Por
último creemos que los actuales procesos de Venezuela y Bolivia, merecen una
atención especial que en este trabajo no hemos podido darle, ya que su devenir
se relaciona directamente con el tema del poder, el socialismo, la hegemonía y
la capacidad de los oprimidos de darle su impronta al proceso político.
El debate central en el que
buscamos intervenir y que orienta estos apuntes busca poner en el centro de
nuestra reflexión el tema del poder. Poder para que y para quién. El poder como
algo que se genera en el seno de las relaciones sociales y que no puede ser
ignorado por las organizaciones de las clases oprimidas. El poder como algo más
complejo que “una cosa que esta en un lugar”, pero necesario de comprender e
identificar para que podamos llevar adelante la transformación social. Por ello
hablamos de poder popular que será un poder sobre las clases opuestas al
cambio, el poder capaz de dirigir herramientas que permitan el progreso
económico, social y cultural de nuestro país y Latinoamérica. Un poder que será
vía hacia la libertad e igualdad para las clases oprimidas y garantía de hacer
real la soberanía nacional.
Guillermo Martín Caviasca
(2009)
Salas
Ernesto, La resistencia peronista La toma
del frigorífico Lisandro de la
Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.
[1]. La subalternad no es simple degradación o explotación
sino que consiste en otra cosa. En la definición gramsciana, los grupos
subalternos son enunciados como disgregados y discontinuos, “siempre sujetos a
la iniciativa de los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan y
sublevan”, como el sector marginado de la historia o de la sociedad, en
oposición al grupo dirigencial formado por las élites que detentan el poder
político, económico, ideológico y cultural. Sin desechar la noción de
subalternidad nosotros consideraremos que con hegemonía plena de la burguesía
lo que existe es una opresión integral (que excede la explotación meramente
económica) pero que lo económico es fundamental y eso es lo que define las
clases.
[2] Hablamos de Praxis en el sentido de unidad dialéctica
entre experiencia práctica y desarrollo teórico. En el mismo sentido que
Antonio Gramsci le dio al marxismo al llamarlo filosofía de la praxis. La implicancia de este planteo es clara, la
práctica humana en todos sus planos se hace en la historia y es en el
desarrollo histórico en el que se articula pasado presente y futuro.
[3]. Existen muchas organizaciones que despliegan (o
desplegaron) la lucha armada en diferente grado bajo regímenes “democráticos” y
consignen bastante éxito como en Colombia, Perú o Líbano. Es más la derrota de
las organizaciones peruanas de debió a la supresión de las libertades
democráticas ya que mientas estas existían el nivel de aceptación de las mismas
parecía ir en crecimiento. Es, para nosotros, la naturaleza excluyente, las
desigualdades evidentes y la ausencia de derechos sociales y económicos lo que
hace a que el ejercicio de la “lucha armada” cuente con mayor o menor
posibilidad de éxito como vía para la conquista de derechos y surgimiento del
poder popular. Indudablemente la legitimidad de la violencia revolucionaria
parece mucho más sencilla bajo gobiernos que desarrollen políticas
antipopulares y que a su vez tengan cerrados los mecanismos electorales.
[4] De esta forma la concepción gramsciana de hegemonía se
separaba de la Bolchevique
ya que coloca en un lugar determinante la dirección ideológica y cultural
mientras que para Lenin lo político militar determinaba al resto.
[5] Lenin, Vladimir El
Estado y la revolución, Pag. 362
[6] Gramsci, Antonio, Cuadernos
de la cárcel Pág. 104.
[7] Gramsci, Notas
sobre Maquiavelo…, Pag. 28
[8] El concepto de pachacuti se refiere a un cambio
revolucionario de era. La llegada de los Incas fue considerado el los Andes un
pachacuti .Su nuevo sistema político que ordenaba (o pretendía hacerlo) toda la vida de las
comunidades: producción, vida social, ubicación geográfica, reorganizaba la
religión (ideología), determinaba que producir y como distribuirlo. La llegada
de los españoles, con las consecuencias conocidas, fue el inicio de otra era.
[9] Ver David Harvey La
condición de la posmodernidad: Investigación sobre los orígenes del cambio
cultural 1998, Buenos Aires: Amorrortu editores
[10] Existen en Argentina hacia el 2009 unos seis millones
de trabajadores empleados en el conjunto de las empresas unos tres millones de
desocupados y el resto unos cinco millones es empleo precario, cuentapropismo,
en negro
[11] En realidad la situación es aún más compleja, al
agregarse sectores tercerizados, trabajadores por cuenta propia, talleres
familiares y clandestinos, ventas de servicios especiales por fuera de la
estructura de la empresa. Indudablemente es un enorme retroceso para la case
trabajadora la existencia de un (aproximadamente) 50% de empleo en “negro” (no
cubierto por los convenios colectivos, ni por las leyes del estado) que además
debilita el poder de negociación de los sindicatos. Como también es un dato a
tener en cuenta la existencia de varios millones de personas en edad laboral
cuyo acceso al mercado de trabajo solo se da en forma intermitente, en trabajos
muy precarios (cartoneros), o súper-explotados (semi-esclavizados),
dependientes de la asistencia social. Este sector además se realimenta con
nuevas generaciones de jóvenes semianalfabetos, mal alimentados, con
deficiencias de salud y embrutecidos culturalmente Pero el núcleo de la clase trabajadora que mueve
la administración el transporte y la industria mantiene una serie de beneficios
(de acuerdo a la rama de la producción, por ejemplo la educación esta retrasada
respecto a los mecánicos), y se mantienen aislados del resto, casi como una
especie de clase media.
[12] Nombre con que se conoce el alegato de Fidel
Castro frente al tribunal que lo enjuiciaba por el asalto al cuartel Moncada.
En este alegato Fidel define los objetivos de su movimiento y la composición de
clase del frente revolucionario.
[13] Polémica Puiggros- Jauretche en la revista Revista Qué,
12 de
agosto de 1957 o en El
proletariado en la revolución nacional segunda edición 1968 ed. Sudestada
Bs As.
[14] Entendemos hegemonía como la capacidad de una clase de
imponer sus intereses en los diferentes planos de la vida social sin necesidad
de recurrir centralmente a la fuerza, y de que otras clases acepten como
propios estos intereses.
[15] Marx consideraba que la sociedad moderna tendía hacia
una homogenización cada vez mayor en dos polos: los dueños de los medios de
producción cada vez más concentrados y el proletariado industrial cada vez más
numeroso. Pensaba que todas las demás clases (pequeños propietarios, artesanos,
campesinos, etc.) se transformarían en miembros de ese cada vez mayor ejército
de obreros. La tendencia general a la concentración y desposeción se dio y
continúa, pero esta no ha producido un proletariado homogéneo ni ha eliminado
definitivamente a clases burguesas no concentradas.
[16] La concepción que estamos planteando es la de Estado
como dictadura más hegemonía y proviene de Gramsci “por Estado debe entenderse
además del aparato gubernamental también el aparato “privado” de la hegemonía o
sociedad civil.” Gramsci, Antonio Cuadernos
de la cárcel Pág. 105. Y sigue mas tarde discutiendo las ideas de Benedeto Crocce “en algún lugar Crocce afirmó
que no siempre hay que buscar el Estado allí donde lo indican las instituciones
oficiales, porque a veces aquél podría encontrarse por el contrario en los
partidos revolucionarios: la afirmación no es paradójica según la concepción de
Estado hegemonía conciencia moral, porque en efecto, puede suceder que la
dirección política y moral del país en una determinada situación difícil no sea
ejercida por el gobierno legal sino por una institución privada e incluso por
un partido revolucionario” Pág. 126. Es muy interesante esta hipótesis
gramsciana para pensar en nuestro intento de definir que es el poder popular y
el doble poder.
[17] Esto se relaciona también con el grado de presencia
del Estado capitalista en la sociedad. Cuanto más están desarrolladas las
instituciones privadas de la sociedad civil capitalista, más fuerte será el
sistema. Cuanto más presencia tenga el estado y menos la actividad privada más
afectarán al conjunto del sistema las luchas contra el Estado. Por eso en las
sociedades donde el capitalismo liberal esta plenamente desarrollado (donde no
solo es estructura económica sino también cultural) el Estado es el articulador
general y reaseguro del conjunto pero no el sistema en si.
[18] A lo largo de los Cuadernos
de la cárcel Gramsci presenta varias acepciones de Estado: Dictadura mas
hegemonía, Estado mas sociedad civil, etc. desde nuestra óptica todas se
relacionan con el pensamiento de que la sociedad capitalista se reproduce a
través de instituciones que exceden a las estatales propiamente dichas y que
penetran profundamente a la sociedad. Este tema es discutido por Perry Anderson
en Las antinomias de Antonio Gramsci.
[19] En este trabajo usaremos ambos conceptos de Estado y
aclararemos cuando nos referimos a cada variante.
[20] Santucho, Mario Roberto, Poder burgués, poder revolucionario, ed. 19 de julio Bs. As. 1995.
Pag. 37.
[21] No son los únicos casos de existencia de un poder
paralelo al del Estado burgués con control territorial. Existió en Irlanda del
Norte notoriamente. En el País Vasco se llegó a cobrar impuestos y ejercer el
poder efectivo en ciertas zonas, logrando el reconocimiento como autoridad
legítima por importantes porciones de la población. También en Medio Oriente;
en el Líbano, el Hizballhá ejerció funciones estatales llegando hasta el
equilibrio actual. En Irak, desde la ocupación yanqui, el partido Baas y otras
organizaciones políticas, religiosas o comunales mantienen la autoridad sobre
diferentes zonas del país, mientras que las fuerzas de ocupación y el gobierno
formal solo es autoridad en porciones restringidas de territorio. Podríamos
seguir dando ejemplos, pero en general los movimientos guerrilleros con un
nivel de desarrollo e inserción lograron un grado de estabilidad cuando fueron
expresiones de una situación de doble poder y poder popular. También debemos
aclarar que el doble poder no es necesariamente un poder socialista aunque si
debe ser alternativo y popular. Aclaramos esto ya que en muchos casos frente al
poder del Estado aparecen otras organizaciones disputando o ejerciendo
autoridad, como las autodefensas paramilitares, narcotraficantes o milicias
mercenarias de fracciones de las clases dominantes. En estos casos si bien hay
en lo táctico disputa a la autoridad de Estado, son expresiones del mismo
núcleo del sistema o de su degeneración y no de resistencia popular. Tampoco
debemos confundir doble poder con fragmentación, la existencia de gobiernos
locales cuasi independientes no es necesariamente doble poder, por el contrario
puede expresar una etapa de disolución de un Estado-nación.
[22] Aunque, como el mismo Santucho explicaba en su folleto
a forma de fundamentación histórica, toda la experiencia de lucha de los
trabajadores desde 1955 presentaba un escenario social donde las clases
oprimidas habían manifestado lo que Gramsci llamaba “espíritu de escisión”. Es
entonces que las propuestas del líder del PRT partían de un pasado reciente en
el que durante dos décadas los trabajadores eran ajenos al sistema político y
le negaban su consenso.
[23] Aunque en forma contradictoria tanto el IV como el V
congreso del PRT habían definido la estrategia revolucionaria en Argentina como
de guerra civil prolongada,
definición que debía haber implicado una concepción diferente a la de ofensiva permanente y asalto al poder y
mucho más cercana a la que se esboza en Poder..poder…
[24] Esto, probablemente, se relaciona con las lecturas de
la revolución rusa en la cual el doble poder fue un período de meses, o la
supuesta rapidez de los revolucionarios cubanos en derrotar a la dictadura de
Batista. Quizás en sus últimos escritos
Santucho mismo esbozó una autocrítica al plantear la falta de asimilación del
marxismo. No podemos saber que quiso decir con esto pero intuimos que se
refería a la mayor capacidad teórico-práctica para comprender la realidad
social.
[25] Extraído de La Vaca. Org : 08/01/2004.
[26] El Movimiento de Trabajadores Desocupados del barrio
de San Francisco Solano, una zona muy pobre del ex tercer cordón industrial de
Buenos Aires, fue durante mucho tiempo presentado como el paradigma de la
construcción autonomista en Argentina desde fines de los 90. Las ideas que sus
dirigentes plantean se pueden encontrar en una entrevista publicada por el
“Colectivo Situaciones”. Para más datos se puede acceder a las publicaciones de
este grupo. Es importante aclarar que el grupo en la actualidad (2009) tiene
muy escasa presencia entre los grupos y organizaciones populares, aunque sigue
desarrollando trabajo a nivel barrial. Hoy (2009) los referentes para los
intelectuales vinculados al espacio “autónomo” son otros
[27] Podríamos discutir hasta que punto fue poder popular el de
los cristianos de la época de las catacumbas, lo que sin dudas no fue poder
popular es le de los grandes señores romanos convertidos en obispos hacia el
final del imperio. También podríamos discutir cuales fueron las razones de
derrumbe del imperio, pero no es tema de este trabajo. Para lo que hace al
tiempo actual el pensamiento de Mattini vale por la concepción y no por su
veracidad histórica.
[28] Discutiremos estas ideas en capítulos subsiguientes.
[29] Para poner un ejemplo que podría ser considerado
negativo. Antes de reprimir el levantamiento de los marineros de Kronstat, los
bolcheviques mantuvieron amplias discusiones que excedieron con mucho al comité
central. Los debates entre los rebeldes anarquistas y la dirección bolchevique
circulaba los la prensa pública y los mismos dirigentes fueron a la base naval
a discutir con la asamblea. El Partido Bolchevique hasta el encumbramiento
unipersonal de Stalin fue sin dudas muy participativo, con grandes y
enriquecedores debates que aún hoy valen la pena leer.
[30] Decía Marcos "no, no queremos acciones de apoyo
porque estamos por caminos diferentes, porque ustedes plantean la toma del
poder y nosotros no. Y aunque ustedes ganen y tomen el poder, vamos a estar
contra ustedes, si no se cumplen las demandas de los pueblos indios"
planteaba marcos en relación intentos del EPR de establecer contactos. Y
respecto de otras organizaciones, también delimitaba precisamente los campos
entre el autonomismo zapatista y la izquierda revolucionaria “Esa es la
diferencia fundamental. Ellos dicen que sí se puede estar en el
"arriba" y "abajo", que hay gente honesta arriba, y
nosotros decimos que no es cierto, que allá arriba no se puede hacer nada. Sin
embargo, ninguno de ellos interfiere en La Otra Campaña , no se
meten, ni sabotean ni prestan apoyo”. La entrevista completa en http://www.solidaridadesrebeldes.kolgados.com.ar/spip.php?breve616. Como vemos Marcos subraya su rechazo a
términos como “toma del poder” y “arriba” y claramente lo hace desde una concepción
autonomista, antiestatal y antipoder.
[31] Ademar Bogo, “Política de cuadros”
Bahia, marzo 1994. Todas las citas del MST son extraídas de dos
documentos de debate en los años durante los cuales el movimiento se encontró
frente a los límites políticos de su práctica y del Partido de los
Trabajadores.
[32] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo,
Bahia, Abril 2000.
[33] Negri Toni., Hardt Michel. Imperio, Pag 56
[34] Idem pag 17.
[35] Idem pag. 14.
[36] Idem pag. 15
[37] El autonomismo radical (expresado por J. Holoway)
descarta la necesidad de luchas que excedan la situación concreta, revirtiendo
el universalismo de Imperio en
localismo extremo.
[38] Lo llamamos posmoderno, para diferenciarlo del
autonomismo obrero original o de otras concepciones anarquistas que eran
centralmente clasistas.
[39] http://www.marxists.org-catala-lenin-1917-04-poder-dual.htm
[40] Troski, Leon Historia
de la Revolución Rusa
Librodot.com, http://www.libodot.com pag.
65-66.
[41] Para interiorizarse más en el tema del pensamiento
autonomista se debe recurrir a sus fuentes y Toni Negri es una de ellas. Pero
es interesante un dato más del marco teórico autonomista: es esencialmente
“adialéctico” o sea que niega la idea de que de dos concepciones antagónicas se
superan mediante la lucha. No niega la lucha sino que la vuelve interminable
por la imposibilidad de resolución de ésta de forma superadora, por eso se
plantean procesos hormiga de cientos de años y niegan la necesidad y la
deseabilidad del acceso al poder.
[42] Vazeilles José, “El nuevo poder popular ¿es doble
poder?” 2002. “Apuntes del futuro”
[43] El
PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecuciones y
proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y el parlamento tenían muy
poco significado real en la definición de políticas. Además Santucho y el
Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) provenían de las provincias
del noroeste, donde las situaciones provinciales dominadas por caudillos
conservadores (más allá de que se definieran radicales o peronistas) disminuía
más aún los espacios de la democracia burguesa. Las coyunturas electorales
implicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una ruptura (el
ERP 22 de agosto), a un debate con la regional Córdoba (donde el FREJULI
llevaba de candidatos al peronista de izquierda Obregón Cano y al sindicalista
combativo Atilio López), y a marchas y contramarchas desde el 71, aunque sin
afectar la visión general que modeló finalmente la estrategia del “doble poder”.
En el mismo sentido los Montoneros, a pesar de sentirse parte del gobierno de
Cámpora, marcaban claramente en sus filas la diferencia entre gobierno y poder,
desde una concepción del poder real situado en las estructuras económicas y
militares y no solamente en las políticas. Ver Pablo Pozzi y Pozzi –Schneider op. cit.
[44] Se refiere al Imperio alemán surgido en 1871 a partir de la unidad
impulsada por Prusia con el Kaiser Guillermo y Bismark como canciller. Los
historiadores han dado a llamar este equilibrio “pacto de acero y el centeno”.
[45] Trosky, León, op. cit. Pag 65-66.
[46] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución Pág.
303 en Lenin Vladimr Obras escogidas
[47] Op. cit pag 329-330.
[48] Según Gramsci cada clase social fundamental genera su
propia corriente de intelectuales capaz de ejercer las funciones complejas que
hacen al ejercicio de su dominio, la generación de consenso y la reproducción a
nivel nacional de la ideología que la legitima. Los trabajadores en este
sentido deben generar su propia corriente de intelectuales que expresen sus
intereses a nivel nacional, más allá de lo sectorial o lo local.
[49] Antonio Gramsci: Cuadernos
de la cárcel. Obra citada. Tomo 5, pp.36-37.
[50] Como veremos, esta es la forma de inserción de las
FARC y el ELN en Colombia, y fue la forma en que empezaron el Hizbollah y Hamas
en Líbano y Palestina.
[51] Santucho, Roberto Mario, Poder burgués. Poder revolucionario, op. cit.,
pag 36.
[52] Los casos europeos donde la lucha no era de liberación
nacional y no existía poder popular como los casos de la Fracción de Ejército Rojo
alemán (RAF), las Células Comunistas Combatientes de Holanda (CCC), las
Brigadas Rojas en Italia son caso notorios de grupos clandestinos cuya
estrategia no se relacionaba con la construcción de poder popular y
asentamiento en espacios político-sociales concretos.
[53] El proceso de crisis de la hegemonía burguesa en
nuestro país era de larga maduración relacionado con el origen y caída del
peronismo y la siguiente fase de inestabilidad política del 55 en adelante, y
que culmina con la instalación plena del denominado neoliberalismo desde el 76
hasta la actualidad, como modelo hegemónico. Es para evitar la estabilidad que
permite la restauración de la hegemonía burguesa que Santucho apeló a la lucha
armada, la cual elevada a la forma de guerra terminó absorbiendo todos los
esfuerzos del PRT-ERP
[54] Santucho, op. cit. pag 38.
[55] El Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS),
era el frente político de masas que el PRT impulsó como frente de liberación
nacional; el Movimiento Sindical de Base (MSB) era una corriente
antiburocrática y clasista también impulsada por el PRT. Para más datos ver
Pablo Pozzi, op. Cit.. y De Santis,
op. cit.
[56] Ver: Pablo Pozzi, Juan Calos Torre,
[57] En un momento donde la oferta de mano de obra comienza
a ser abundante y la represión se generaliza, el obrero en la fábrica es más
vulnerable, más visible. En el territorio, si bien todo es más laxo, las
posibilidades de acción política en los peores momentos son diversas, públicas
o clandestinas y aún violentas. El tema es pensar en un repliegue desde la
guerra de aparatos a la guerra diluida.
[58] Para el tema del desarrollo de la articulación de las
lucha entre el barrio, los comandos clandestinos y el lugar de trabajo para el
frigorífico, ver Salas Ernesto, La
resistencia peronista La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.
[59] El Combatiente
del 14 de abril de 1976 n° 213. En De Santis,
Documentos... Op. Cit. Pag. 552.
[60] Sobre las FARC-EP, el ELN y la historia de la guerra
civil colombiana en general, hemos consultado una serie de materiales
generales. Entre ellos: “FARC _ ELN Evolución y expansión territorial” Revista Desarrollo y sociedad Universidad de los Andes Colombia 2001. Una
amplia cantidad de artículos se pueden encontrar en http://www.elortiba.org/farc.html
una página web recomendable. Tambien disponemos de una cantidad de entrevistas
y documentales de autores no verificables o no conocidos por nosotros que se
pueden encontrar en la web: http://www.youtube.com/watch?v=ZV0RErhE5Qk,
http://www.youtube.com/watch?v=rYZJTauUGXk, http://www.youtube.com/watch?v=HPwubkNAoTk,
http://www.youtube.com/watch?v=Fnm7trO2Liw,
http://www.youtube.com/watch?v=xx0yyqs7X0o,
http://www.youtube.com/watch?v=hRx_W54AlPo.
[61] El carácter de campesino que le damos a la base social
de las FARC se puede rastrear no solo por la composición humana de la
guerrilla, sino por el peso de las reivindicaciones agrarias dentro de su
programa político inmediato. Las FARC no son hoy una guerrilla campesina en lo
que se refiere a proyecto político estratégico, sino que son una organización
revolucionaria marxista que pelea por la toma del poder y aspira a gobernar
Colombia. Pero su origen y la principal fuente de combatientes y legitimidad
sigue estando en el campo.
[62] Periodo entre 1930 y 1943 cuando la oligarquía
terrateniente liberal restringió las libertades democráticas e intentó
reconstruir un régimen económico altamente excluyente y asociado a Inglaterra.
[63] Tiempo a partir del cual la oligarquía liberal alcanzó
a controlar todo el territorio y eliminó a todas las oposiciones internas y de
facción, estableciendo un sistema político mediante el cual solo la elite
intervenía en las cuestiones de administración estatal.
[64] Unos 5000 candidatos y militantes de la UP fueron
asesinados desde 1984.
[65] La Unión Patriótica surgió como una convergencia de
fuerzas políticas a raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la
década de 1980 entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el estado
mayor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. En 1984, y como
fruto de esos diálogos, las partes pactaron varios compromisos sellados con la
firma de los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En ellos se estipuló el
surgimiento de un movimiento de oposición como mecanismo para permitir que la
guerrilla se incorporara paulatinamente a la vida legal del país. Las
condiciones que permitirían ese tránsito a la legalidad consistían en un
compromiso oficial para garantizar plenamente los derechos políticos a los
integrantes de la nueva formación, y la realización de una serie de reformas
democráticas para el pleno ejercicio de las libertades civiles.
[66]
Destacamos los artículos de la ley tributaria ya que su aplicación se manifestó
en la ola se detenciones por evasión impositiva para aplicar sanciones.
“ARTICULO PRIMERO: Cobrar el impuesto PARA LA PAZ a aquellas personas naturales o jurídicas,
cuyo patrimonio sea superior al millón de dólares USA. ARTICULO SEGUNDO: a
partir de la fecha, los cobijados por esta LEY, deben presentarse para cumplir
esta obligación. Un segundo llamado aumentará el monto del tributo. ARTICULO
TERCERO: quienes no atiendan este requerimiento, serán retenidos. Su liberación
dependerá del pago que se determine” O sea una ley de Estado respaldada como
todo Estado por la fuerza. Igualmente, el ELN también cobra impuestos en las
zonas que controla.
[67] De la
misma forma deberíamos pensar la tesis de E. P. Thompson sobre la formación de
la clase obrera a través de la experiencia.
[68] Ver E.J HOBSBAWN. Naciones y nacionalismos desde 1780. Editorial Crítica. Barcelona
1990. Ernest Gellner - Naciones y
nacionalismo Alianza Universidad, 2001, Madrid
[69] “Fundamentos de la
revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[70] “Esta unidad de la espontaneidad y la dirección
conciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de
las clases subalternas en cuanto a política de masas y no simple aventura de
grupos que se limitan a apelar a las masas”
[1]. La subalternad no es simple degradación o explotación sino que
consiste en otra cosa. En la definición gramsciana, los grupos subalternos son
enunciados como disgregados y discontinuos, “siempre sujetos a la iniciativa de
los grupos que gobiernan, incluso cuando se rebelan y sublevan”, como el sector
marginado de la historia o de la sociedad, en oposición al grupo dirigencial
formado por las élites que detentan el poder político, económico, ideológico y
cultural. Sin desechar la noción de subalternidad nosotros consideraremos que
con hegemonía plena de la burguesía lo que existe es una opresión integral (que
excede la explotación meramente económica) pero que lo económico es fundamental
y eso es lo que define las clases.
[1] Hablamos de Praxis en el sentido de unidad dialéctica entre experiencia
práctica y desarrollo teórico. En el mismo sentido que Antonio Gramsci le dio
al marxismo al llamarlo filosofía de la
praxis. La implicancia de este planteo es clara, la práctica humana en
todos sus planos se hace en la historia y es en el desarrollo histórico en el
que se articula pasado presente y futuro.
[1]. Existen muchas organizaciones que despliegan (o desplegaron) la lucha
armada en diferente grado bajo regímenes “democráticos” y consignen bastante
éxito como en Colombia, Perú o Líbano. Es más la derrota de las organizaciones
peruanas de debió a la supresión de las libertades democráticas ya que mientas
estas existían el nivel de aceptación de las mismas parecía ir en crecimiento.
Es, para nosotros, la naturaleza excluyente, las desigualdades evidentes y la
ausencia de derechos sociales y económicos lo que hace a que el ejercicio de la
“lucha armada” cuente con mayor o menor posibilidad de éxito como vía para la
conquista de derechos y surgimiento del poder popular. Indudablemente la
legitimidad de la violencia revolucionaria parece mucho más sencilla bajo
gobiernos que desarrollen políticas antipopulares y que a su vez tengan
cerrados los mecanismos electorales.
[1] De esta forma la concepción gramsciana de hegemonía se separaba de la Bolchevique ya que
coloca en un lugar determinante la dirección ideológica y cultural mientras que
para Lenin lo político militar determinaba al resto.
[1] Lenin, Vladimir El
Estado y la revolución, Pag. 362
[1] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la
cárcel Pág. 104.
[1] Gramsci, Notas
sobre Maquiavelo…, Pag. 28
[1] El concepto de pachacuti se refiere a un cambio revolucionario de era.
La llegada de los Incas fue considerado el los Andes un pachacuti .Su nuevo
sistema político que ordenaba (o
pretendía hacerlo) toda la vida de las comunidades: producción, vida social,
ubicación geográfica, reorganizaba la religión (ideología), determinaba que
producir y como distribuirlo. La llegada de los españoles, con las
consecuencias conocidas, fue el inicio de otra era.
[1] Ver David Harvey La condición de
la posmodernidad: Investigación sobre los orígenes del cambio cultural
1998, Buenos Aires: Amorrortu editores
[1] Existen en Argentina hacia el 2009 unos seis millones de trabajadores
empleados en el conjunto de las empresas unos tres millones de desocupados y el
resto unos cinco millones es empleo precario, cuentapropismo, en negro
[1] En realidad la situación es aún más compleja, al agregarse sectores tercerizados,
trabajadores por cuenta propia, talleres familiares y clandestinos, ventas de
servicios especiales por fuera de la estructura de la empresa. Indudablemente
es un enorme retroceso para la case trabajadora la existencia de un
(aproximadamente) 50% de empleo en “negro” (no cubierto por los convenios
colectivos, ni por las leyes del estado) que además debilita el poder de
negociación de los sindicatos. Como también es un dato a tener en cuenta la
existencia de varios millones de personas en edad laboral cuyo acceso al
mercado de trabajo solo se da en forma intermitente, en trabajos muy precarios
(cartoneros), o súper-explotados (semi-esclavizados), dependientes de la
asistencia social. Este sector además se realimenta con nuevas generaciones de
jóvenes semianalfabetos, mal alimentados, con deficiencias de salud y
embrutecidos culturalmente Pero el
núcleo de la clase trabajadora que mueve la administración el transporte y la
industria mantiene una serie de beneficios (de acuerdo a la rama de la producción,
por ejemplo la educación esta retrasada respecto a los mecánicos), y se
mantienen aislados del resto, casi como una especie de clase media.
[1] Nombre con que se conoce el alegato de Fidel
Castro frente al tribunal que lo enjuiciaba por el asalto al cuartel Moncada.
En este alegato Fidel define los objetivos de su movimiento y la composición de
clase del frente revolucionario.
[1] Polémica Puiggros- Jauretche en la revista Revista Qué, 12 de agosto de 1957
o en El proletariado en la revolución
nacional segunda edición 1968 ed. Sudestada Bs As.
[1] Entendemos hegemonía como la capacidad de una clase de imponer sus
intereses en los diferentes planos de la vida social sin necesidad de recurrir
centralmente a la fuerza, y de que otras clases acepten como propios estos
intereses.
[1] Marx consideraba que la sociedad moderna tendía hacia una
homogenización cada vez mayor en dos polos: los dueños de los medios de
producción cada vez más concentrados y el proletariado industrial cada vez más
numeroso. Pensaba que todas las demás clases (pequeños propietarios, artesanos,
campesinos, etc.) se transformarían en miembros de ese cada vez mayor ejército
de obreros. La tendencia general a la concentración y desposeción se dio y
continúa, pero esta no ha producido un proletariado homogéneo ni ha eliminado
definitivamente a clases burguesas no concentradas.
[1] La concepción que estamos planteando es la de Estado
como dictadura más hegemonía y proviene de Gramsci “por Estado debe entenderse
además del aparato gubernamental también el aparato “privado” de la hegemonía o
sociedad civil.” Gramsci, Antonio Cuadernos
de la cárcel Pág. 105. Y sigue mas tarde discutiendo las ideas de Benedeto Crocce “en algún lugar Crocce afirmó
que no siempre hay que buscar el Estado allí donde lo indican las instituciones
oficiales, porque a veces aquél podría encontrarse por el contrario en los
partidos revolucionarios: la afirmación no es paradójica según la concepción de
Estado hegemonía conciencia moral, porque en efecto, puede suceder que la
dirección política y moral del país en una determinada situación difícil no sea
ejercida por el gobierno legal sino por una institución privada e incluso por
un partido revolucionario” Pág. 126. Es muy interesante esta hipótesis
gramsciana para pensar en nuestro intento de definir que es el poder popular y
el doble poder.
[1] Esto se relaciona también con el grado de presencia del Estado
capitalista en la sociedad. Cuanto más están desarrolladas las instituciones
privadas de la sociedad civil capitalista, más fuerte será el sistema. Cuanto
más presencia tenga el estado y menos la actividad privada más afectarán al
conjunto del sistema las luchas contra el Estado. Por eso en las sociedades
donde el capitalismo liberal esta plenamente desarrollado (donde no solo es
estructura económica sino también cultural) el Estado es el articulador general
y reaseguro del conjunto pero no el sistema en si.
[1] A lo largo de los Cuadernos de la
cárcel Gramsci presenta varias acepciones de Estado: Dictadura mas
hegemonía, Estado mas sociedad civil, etc. desde nuestra óptica todas se
relacionan con el pensamiento de que la sociedad capitalista se reproduce a
través de instituciones que exceden a las estatales propiamente dichas y que
penetran profundamente a la sociedad. Este tema es discutido por Perry Anderson
en Las antinomias de Antonio Gramsci.
[1] En este trabajo usaremos ambos conceptos de Estado y aclararemos cuando
nos referimos a cada variante.
[1] Santucho, Mario Roberto, Poder
burgués, poder revolucionario, ed. 19 de julio Bs. As. 1995. Pag. 37.
[1] No son los únicos casos de existencia de un poder
paralelo al del Estado burgués con control territorial. Existió en Irlanda del
Norte notoriamente. En el País Vasco se llegó a cobrar impuestos y ejercer el
poder efectivo en ciertas zonas, logrando el reconocimiento como autoridad
legítima por importantes porciones de la población. También en Medio Oriente;
en el Líbano, el Hizballhá ejerció funciones estatales llegando hasta el
equilibrio actual. En Irak, desde la ocupación yanqui, el partido Baas y otras
organizaciones políticas, religiosas o comunales mantienen la autoridad sobre
diferentes zonas del país, mientras que las fuerzas de ocupación y el gobierno
formal solo es autoridad en porciones restringidas de territorio. Podríamos
seguir dando ejemplos, pero en general los movimientos guerrilleros con un
nivel de desarrollo e inserción lograron un grado de estabilidad cuando fueron
expresiones de una situación de doble poder y poder popular. También debemos
aclarar que el doble poder no es necesariamente un poder socialista aunque si
debe ser alternativo y popular. Aclaramos esto ya que en muchos casos frente al
poder del Estado aparecen otras organizaciones disputando o ejerciendo
autoridad, como las autodefensas paramilitares, narcotraficantes o milicias
mercenarias de fracciones de las clases dominantes. En estos casos si bien hay
en lo táctico disputa a la autoridad de Estado, son expresiones del mismo
núcleo del sistema o de su degeneración y no de resistencia popular. Tampoco
debemos confundir doble poder con fragmentación, la existencia de gobiernos
locales cuasi independientes no es necesariamente doble poder, por el contrario
puede expresar una etapa de disolución de un Estado-nación.
[1] Aunque, como el mismo Santucho explicaba en su folleto a forma de
fundamentación histórica, toda la experiencia de lucha de los trabajadores
desde 1955 presentaba un escenario social donde las clases oprimidas habían
manifestado lo que Gramsci llamaba “espíritu de escisión”. Es entonces que las
propuestas del líder del PRT partían de un pasado reciente en el que durante
dos décadas los trabajadores eran ajenos al sistema político y le negaban su
consenso.
[1] Aunque en forma contradictoria tanto el IV como el V congreso del PRT
habían definido la estrategia revolucionaria en Argentina como de guerra civil prolongada, definición que
debía haber implicado una concepción diferente a la de ofensiva permanente y asalto al poder y mucho más cercana a la que
se esboza en Poder..poder…
[1] Esto, probablemente, se relaciona con las lecturas de la revolución
rusa en la cual el doble poder fue un período de meses, o la supuesta rapidez
de los revolucionarios cubanos en derrotar a la dictadura de Batista. Quizás en sus últimos escritos Santucho mismo
esbozó una autocrítica al plantear la falta de asimilación del marxismo. No
podemos saber que quiso decir con esto pero intuimos que se refería a la mayor
capacidad teórico-práctica para comprender la realidad social.
[1] Extraído de La Vaca.
Org : 08/01/2004.
[1] El Movimiento de Trabajadores Desocupados del barrio
de San Francisco Solano, una zona muy pobre del ex tercer cordón industrial de
Buenos Aires, fue durante mucho tiempo presentado como el paradigma de la
construcción autonomista en Argentina desde fines de los 90. Las ideas que sus
dirigentes plantean se pueden encontrar en una entrevista publicada por el
“Colectivo Situaciones”. Para más datos se puede acceder a las publicaciones de
este grupo. Es importante aclarar que el grupo en la actualidad (2009) tiene
muy escasa presencia entre los grupos y organizaciones populares, aunque sigue
desarrollando trabajo a nivel barrial. Hoy (2009) los referentes para los
intelectuales vinculados al espacio “autónomo” son otros
[1] Podríamos discutir hasta que punto fue poder popular el de
los cristianos de la época de las catacumbas, lo que sin dudas no fue poder
popular es le de los grandes señores romanos convertidos en obispos hacia el
final del imperio. También podríamos discutir cuales fueron las razones de
derrumbe del imperio, pero no es tema de este trabajo. Para lo que hace al
tiempo actual el pensamiento de Mattini vale por la concepción y no por su
veracidad histórica.
[1] Discutiremos estas ideas en capítulos subsiguientes.
[1] Para poner un ejemplo que podría ser considerado negativo. Antes de
reprimir el levantamiento de los marineros de Kronstat, los bolcheviques
mantuvieron amplias discusiones que excedieron con mucho al comité central. Los
debates entre los rebeldes anarquistas y la dirección bolchevique circulaba los
la prensa pública y los mismos dirigentes fueron a la base naval a discutir con
la asamblea. El Partido Bolchevique hasta el encumbramiento unipersonal de
Stalin fue sin dudas muy participativo, con grandes y enriquecedores debates
que aún hoy valen la pena leer.
[1] Decía Marcos "no, no queremos acciones de apoyo porque estamos por
caminos diferentes, porque ustedes plantean la toma del poder y nosotros no. Y
aunque ustedes ganen y tomen el poder, vamos a estar contra ustedes, si no se
cumplen las demandas de los pueblos indios" planteaba marcos en relación
intentos del EPR de establecer contactos. Y respecto de otras organizaciones,
también delimitaba precisamente los campos entre el autonomismo zapatista y la
izquierda revolucionaria “Esa es la diferencia fundamental. Ellos dicen que sí
se puede estar en el "arriba" y "abajo", que hay gente
honesta arriba, y nosotros decimos que no es cierto, que allá arriba no se
puede hacer nada. Sin embargo, ninguno de ellos interfiere en La Otra Campaña , no se
meten, ni sabotean ni prestan apoyo”. La entrevista completa en http://www.solidaridadesrebeldes.kolgados.com.ar/spip.php?breve616. Como vemos Marcos subraya su rechazo a
términos como “toma del poder” y “arriba” y claramente lo hace desde una concepción
autonomista, antiestatal y antipoder.
[1] Ademar Bogo, “Política de cuadros”
Bahia, marzo 1994. Todas las citas del MST son extraídas de dos
documentos de debate en los años durante los cuales el movimiento se encontró
frente a los límites políticos de su práctica y del Partido de los
Trabajadores.
[1] “Fundamentos de la revolución cultural” Además Bogo,
Bahia, Abril 2000.
[1] Negri Toni., Hardt Michel. Imperio,
Pag 56
[1] Idem pag 17.
[1] Idem pag. 14.
[1] Idem pag. 15
[1] El autonomismo radical (expresado por J. Holoway)
descarta la necesidad de luchas que excedan la situación concreta, revirtiendo
el universalismo de Imperio en
localismo extremo.
[1] Lo llamamos posmoderno, para diferenciarlo del autonomismo obrero
original o de otras concepciones anarquistas que eran centralmente clasistas.
[1] http://www.marxists.org-catala-lenin-1917-04-poder-dual.htm
[1] Troski, Leon Historia
de la Revolución Rusa
Librodot.com, http://www.libodot.com pag.
65-66.
[1] Para interiorizarse más en el tema del pensamiento autonomista se debe
recurrir a sus fuentes y Toni Negri es una de ellas. Pero es interesante un
dato más del marco teórico autonomista: es esencialmente “adialéctico” o sea
que niega la idea de que de dos concepciones antagónicas se superan mediante la
lucha. No niega la lucha sino que la vuelve interminable por la imposibilidad
de resolución de ésta de forma superadora, por eso se plantean procesos hormiga
de cientos de años y niegan la necesidad y la deseabilidad del acceso al
poder.
[1] Vazeilles José, “El nuevo poder popular ¿es doble
poder?” 2002. “Apuntes del futuro”
[1] El
PRT forjó su percepción de la democracia en el período de persecuciones y
proscripciones posterior al 55, donde el acto comicial y el parlamento tenían muy
poco significado real en la definición de políticas. Además Santucho y el
Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) provenían de las provincias
del noroeste, donde las situaciones provinciales dominadas por caudillos
conservadores (más allá de que se definieran radicales o peronistas) disminuía
más aún los espacios de la democracia burguesa. Las coyunturas electorales
implicaron un intenso debate en el seno del PRT-ERP que llevó a una ruptura (el
ERP 22 de agosto), a un debate con la regional Córdoba (donde el FREJULI
llevaba de candidatos al peronista de izquierda Obregón Cano y al sindicalista
combativo Atilio López), y a marchas y contramarchas desde el 71, aunque sin
afectar la visión general que modeló finalmente la estrategia del “doble poder”.
En el mismo sentido los Montoneros, a pesar de sentirse parte del gobierno de
Cámpora, marcaban claramente en sus filas la diferencia entre gobierno y poder,
desde una concepción del poder real situado en las estructuras económicas y
militares y no solamente en las políticas. Ver Pablo Pozzi y Pozzi –Schneider op. cit.
[1] Se refiere al Imperio alemán surgido en 1871 a partir de la unidad
impulsada por Prusia con el Kaiser Guillermo y Bismark como canciller. Los
historiadores han dado a llamar este equilibrio “pacto de acero y el centeno”.
[1] Trosky, León, op. cit. Pag 65-66.
[1] Lenin, Vladimir El Estado y la revolución Pág.
303 en Lenin Vladimr Obras escogidas
[1] Op. cit pag 329-330.
[1] Según Gramsci cada clase social fundamental genera su propia corriente
de intelectuales capaz de ejercer las funciones complejas que hacen al
ejercicio de su dominio, la generación de consenso y la reproducción a nivel
nacional de la ideología que la legitima. Los trabajadores en este sentido
deben generar su propia corriente de intelectuales que expresen sus intereses a
nivel nacional, más allá de lo sectorial o lo local.
[1] Antonio Gramsci: Cuadernos
de la cárcel. Obra citada. Tomo 5, pp.36-37.
[1] Como veremos, esta es la forma de inserción de las FARC y el ELN en
Colombia, y fue la forma en que empezaron el Hizbollah y Hamas en Líbano y
Palestina.
[1] Santucho, Roberto Mario, Poder
burgués. Poder revolucionario, op.
cit., pag 36.
[1] Los casos europeos donde la lucha no era de liberación nacional y no
existía poder popular como los casos de la Fracción de Ejército Rojo alemán (RAF), las
Células Comunistas Combatientes de Holanda (CCC), las Brigadas Rojas en Italia
son caso notorios de grupos clandestinos cuya estrategia no se relacionaba con
la construcción de poder popular y asentamiento en espacios político-sociales
concretos.
[1] El proceso de crisis de la hegemonía burguesa en nuestro país era de
larga maduración relacionado con el origen y caída del peronismo y la siguiente
fase de inestabilidad política del 55 en adelante, y que culmina con la
instalación plena del denominado neoliberalismo desde el 76 hasta la
actualidad, como modelo hegemónico. Es para evitar la estabilidad que permite
la restauración de la hegemonía burguesa que Santucho apeló a la lucha armada,
la cual elevada a la forma de guerra terminó absorbiendo todos los esfuerzos
del PRT-ERP
[1] Santucho, op. cit. pag 38.
[1] El Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), era el frente
político de masas que el PRT impulsó como frente de liberación nacional; el Movimiento
Sindical de Base (MSB) era una corriente antiburocrática y clasista también
impulsada por el PRT. Para más datos ver Pablo Pozzi, op. Cit.. y De Santis, op. cit.
[1] Ver: Pablo Pozzi, Juan Calos Torre,
[1] En un momento donde la oferta de mano de obra comienza a ser abundante
y la represión se generaliza, el obrero en la fábrica es más vulnerable, más
visible. En el territorio, si bien todo es más laxo, las posibilidades de
acción política en los peores momentos son diversas, públicas o clandestinas y
aún violentas. El tema es pensar en un repliegue desde la guerra de aparatos a
la guerra diluida.
[1] Para el tema del desarrollo de la articulación de las lucha entre el
barrio, los comandos clandestinos y el lugar de trabajo para el frigorífico,
ver Salas Ernesto, La resistencia
peronista La toma del frigorífico Lisandro de la Torre. Retórica – Altamira Bs. As. 2006.
[1] El Combatiente del 14 de
abril de 1976 n° 213. En De Santis, Documentos... Op. Cit. Pag. 552.
[1] Sobre las FARC-EP, el ELN y la historia de la guerra civil colombiana
en general, hemos consultado una serie de materiales generales. Entre ellos:
“FARC _ ELN Evolución y expansión territorial” Revista Desarrollo y sociedad
Universidad de los Andes Colombia 2001. Una amplia cantidad de artículos
se pueden encontrar en http://www.elortiba.org/farc.html
una página web recomendable. Tambien disponemos de una cantidad de entrevistas
y documentales de autores no verificables o no conocidos por nosotros que se
pueden encontrar en la web: http://www.youtube.com/watch?v=ZV0RErhE5Qk,
http://www.youtube.com/watch?v=rYZJTauUGXk, http://www.youtube.com/watch?v=HPwubkNAoTk,
http://www.youtube.com/watch?v=Fnm7trO2Liw,
http://www.youtube.com/watch?v=xx0yyqs7X0o,
http://www.youtube.com/watch?v=hRx_W54AlPo.
[1] El carácter de campesino que le damos a la base social de las FARC se
puede rastrear no solo por la composición humana de la guerrilla, sino por el
peso de las reivindicaciones agrarias dentro de su programa político inmediato.
Las FARC no son hoy una guerrilla campesina en lo que se refiere a proyecto
político estratégico, sino que son una organización revolucionaria marxista que
pelea por la toma del poder y aspira a gobernar Colombia. Pero su origen y la
principal fuente de combatientes y legitimidad sigue estando en el campo.
[1] Periodo entre 1930 y 1943 cuando la oligarquía terrateniente liberal
restringió las libertades democráticas e intentó reconstruir un régimen
económico altamente excluyente y asociado a Inglaterra.
[1] Tiempo a partir del cual la oligarquía liberal alcanzó a controlar todo
el territorio y eliminó a todas las oposiciones internas y de facción,
estableciendo un sistema político mediante el cual solo la elite intervenía en
las cuestiones de administración estatal.
[1] Unos 5000 candidatos y militantes de la UP fueron
asesinados desde 1984.
[1] La Unión Patriótica surgió como una convergencia de fuerzas políticas a
raíz del proceso de negociación adelantado a mediados de la década de 1980
entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y el estado mayor de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. En 1984, y como fruto de
esos diálogos, las partes pactaron varios compromisos sellados con la firma de
los llamados “Acuerdos de La Uribe”. En ellos se estipuló el surgimiento de un
movimiento de oposición como mecanismo para permitir que la guerrilla se
incorporara paulatinamente a la vida legal del país. Las condiciones que
permitirían ese tránsito a la legalidad consistían en un compromiso oficial
para garantizar plenamente los derechos políticos a los integrantes de la nueva
formación, y la realización de una serie de reformas democráticas para el pleno
ejercicio de las libertades civiles.
[1] Destacamos los artículos de la ley
tributaria ya que su aplicación se manifestó en la ola se detenciones por
evasión impositiva para aplicar sanciones. “ARTICULO PRIMERO: Cobrar el impuesto
PARA LA PAZ a
aquellas personas naturales o jurídicas, cuyo patrimonio sea superior al millón
de dólares USA. ARTICULO SEGUNDO: a partir de la fecha, los cobijados por esta
LEY, deben presentarse para cumplir esta obligación. Un segundo llamado aumentará
el monto del tributo. ARTICULO TERCERO: quienes no atiendan este requerimiento,
serán retenidos. Su liberación dependerá del pago que se determine” O sea una
ley de Estado respaldada como todo Estado por la fuerza. Igualmente, el ELN
también cobra impuestos en las zonas que controla.
[1] De la
misma forma deberíamos pensar la tesis de E. P. Thompson sobre la formación de
la clase obrera a través de la experiencia.
[1] Ver E.J HOBSBAWN.
Naciones y nacionalismos desde
1780. Editorial Crítica. Barcelona 1990. Ernest Gellner - Naciones y nacionalismo Alianza
Universidad, 2001, Madrid
[1] “Fundamentos de la
revolución cultural” Además Bogo, Bahia, Abril 2000.
[1] “Esta unidad de la espontaneidad y la dirección
conciente, o sea, de la disciplina, es precisamente la acción política real de
las clases subalternas en cuanto a política de masas y no simple aventura de
grupos que se limitan a apelar a las masas”
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