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jueves, 8 de noviembre de 2012

RODOLFO PUIGGROS Y LA CONSTRUCCIÓN DEL PERONISMO REVOLUCIONARIO



RODOLFO PUIGGROS Y LA CONSTRUCCIÓN DEL PERONISMO REVOLUCIONARIO

Guillermo M. Caviasca UBA/UNLP

El objeto de este artículo es presentar algunas hipótesis en torno a la  trayectoria de Rodolfo Puiggros desde su aproximación al movimiento peronista hasta su identificación como intelectual y figura pública del Movimiento Peronista Montonero en tiempos de exilio. Nos centraremos fundamentalmente en los temas sobre los cuales el trabajó e insistió polémicamente en tanto intelectual comprometido en construir un nuevo “bloque histórico”.
            Planteaba Gramsci en sus notas que “si la relación entre intelectuales y pueblo-nación, entre dirigentes y dirigidos, entre gobernantes y gobernados, es dada por una adhesión orgánica en la que el sentimiento pasión se vuelve comprensión y por lo tanto saber, solo entonces la relación es de representantes representados y se produce el intercambio de elementos individuales entre gobernantes y gobernados (…) o sea se realiza la vida de conjunto que es la única fuerza social, se crea el bloque histórico”[1]. Mostraremos como Puiggros “buscó” soldar a través de una ideología coherente un nuevo bloque mediante un doble movimiento teórico. Este doble movimiento consistía, por un lado, en presentar conclusiones históricas mediante las que el peronismo aparecía como una etapa en el desarrollo de la revolución democrático-burguesa y que después de 1955 debía evolucionar hacia concepciones marxistas y hacia hegemonía obrera. Mientras que el segundo movimiento teórico complementario del anterior consistía en presentar una serie de categorías que permitían una interpretación de la historia Argentina y del peronismo en particular desde una matriz marxista que incorporaba la realidad peronista en forma positiva.
            Plantearemos la posible influencia de las ideas de Puiggros en la izquierda peronista, especialmente en guerrilla. Tomaremos para ello la idea de “afinidades electivas” de Raymond. Williams a través de la cual identificaremos algunos de los fragmentos del pensamiento del intelectual que fueron tomados por el peronismo revolucionario para construir su método de análisis y su visión del pasado. También buscaremos presentar las posibles influencias que operaron sobre Rodolfo Puiggros para construir algunas de sus ideas fuerza.
En este sentido pensamos como Christopher Hill que para “estar dispuestos a matar o a dejarse matar, la mayoría de los hombres necesitan creer intensamente en un ideal[2] y que ese ideal debe buscarse en corrientes de pensamiento que más explícitas o menos visibles fecundan las raíces de las ideas y esperanzas que mueven a los hombres. Siguiendo a Hill no creemos necesario buscar un árbol genealógico de ideas y construir un entramado que explique, por ejemplo, al pensamiento maduro de Montoneros y ubicar allí en un casillero a algunas idas de Puiggros. Por el contrario la idea de “influencia” nos parece complementaria de a de “afinidad electiva” para avanzar en nuestro objetivo. Es por esto que tomaremos a Puiggros en su conjunto y de ese conjunto veremos algunas de sus propuestas más exitosas en ser asumidas como base intelectual de la izquierda peronista.
De esta forma consideramos a Puiggros como un intelectual que proviniendo de la ortodoxia comunista aparece en los sesentas como parte la nueva izquierda. Y que busca transformarse en intelectual orgánico de un movimiento peronista del que cree que necesariamente deberá devenir en revolucionario. En esa lucha ideológica contra su pasado y contra el peronismo formal va transitando el camino que lo conduce hacia el espacio político hegemonizado por Montoneros.
Dice Hill que “los sistemas intelectuales que cumplen un papel importante en la historia (…) deben su éxito a que responden a necesidades de grupos significativos de la sociedad en la que arraigan”. ¿Cuál era la necesidad de nuevas ideas que tenía una parte significativa de nuestra sociedad? ¿A qué se debía esa necesidad? Presentaremos en nuestro trabajo (a modo de introducción) una interpretación de la situación argentina en torno a 1955 y su contradictoria influencia en el campo intelectual.
Consideraremos que a partir de algún momento entre 1955 y 1960 se consolida una situación de “crisis orgánica” que permaneció vigente hasta 1976. Como integrante de esa crisis se dio lo que, también siguiendo categorías de Gramsci, se llama ruptura de un “bloque histórico” o sea de la pérdida de capacidad de los sectores intelectuales dirigentes de la sociedad de ser soldadores de la estructura y superestructura, de la construcción de legitimidad de masas a un sistema político y de efectivización de la hegemonía de una clase. Es en este periodo que las nuevas corrientes intelectuales de la nueva izquierda fueron parte de un proceso (fracasado) de articulación de un nuevo bloque histórico, expresión de una nueva hegemonía. Allí Puiggros aparece como un actor dentro de la intelectualidad que busca construir una explicación del pasado novedosa y una interpretación de presente histórico capaz de ser la ideología que soldara una vanguardia con las masas obreras del movimiento peronista.
Como complemento consideramos que el pensamiento de la nueva izquierda  germina y madura en un periodo de una década y media que va desde 1955 a 1969. Un periodo que (en términos leninistas) estaría enmarcado por dos situaciones de crisis revolucionaria o prerrevolucionaria. Los bombardeos a Plaza de Mayo cuando Perón tuvo en sus manos la posibilidad de resolver revolucionariamente la crisis política y económica (y que conscientemente evitó)[3]. Y 1969 cuando la intervención de las masas obreras en diferentes lugares del país hizo imposible la gobernabilidad de la dictadura; articulado esto con una radicalización de las masas estudiantiles y de la juventud en general. Es en ese momento cuando diferentes estructuras políticas avanzarían en tareas concretas (militares, políticas, sindicales, culturales, etc.) que materializaron las hipótesis renovadoras.
Varias son las ideas centrales del pensamiento de Puiggros que consideramos influyentes. Nosotros tomaremos las que dieron lugar a mayor debate. Estas fueron la tesis de que los españoles  y portugueses trajeron a América  el modo de producción dominante en la península: el feudalismo, enfrentando con este planteo a los que sostenían que América había sido incorporada al mundo del “capitalismo comercial” naciente. La tesis de las “causas internas”, con la que Puiggros enfrentaba al resto de la izquierda tradicional poniendo el centro del desarrollo histórico en el país. La interpretación del peronismo como etapa democrático burguesa en la lucha por el socialismo, tesis que le permitía permanecer fiel a las concepciones marxistas etapistas. Su reivindicación de los movimientos nacionales antiimperialistas como sujetos propios o “causas internas” desconocidos por la izquierda. Y el énfasis en el movimiento teórico de los particular a los general con el que sustentaba filosóficamente las tesis anteriores. 
Todas estas concepciones estaban en el origen del pensamiento de Puiggros, la matriz interpretativa central no variará sustancialmente desde su periodo inicial en el Partido Comunista hasta su acercamiento a Montoneros y esto se ve claramente en su intransigencia frente al rol de Juan Manuel de Rosas. No podemos dejar de moderar esta afirmación ya que en ciertos periodos se acentuará su nacionalismo y en algunos trabajos aparecerán nuevos y determinantes elementos como la presentación de la tesis de las causas internas en 1956. Pero consideramos que estos cambios fueron parte de su evolución teórica o consecuencias del asentamiento sobre el piso en el que se edificaba su opción como intelectual orgánico: el peronismo.
Nos remitiremos al analizar el pensamiento de Puiggros a través de la Historia crítica de los partidos políticos argentinos, editada por primera vez en 1957 (pero estudiamos su edición final). Y a El proletariado en la Revolución nacional. También complementamos con dos polémicas que nos parecen centrales: la primera con Arturo Jauretche en 1957 sobre la naturaleza del frente de liberación y la segunda con André Gunder Frank en 1965 sobre los modos de producción en América latina. Estas obras encierran para nosotros el pensamiento acabado de Puiggros. Igualmente el resto de su bibliografía, artículos y documentos complementan nuestro estudio.
Para pensar la influencia del pensamiento de Puiggros sobre la izquierda peronista nos remitiremos a los documentos fundamentales de la guerrilla en tanto materiales teóricos o internos. La serie de dos artículos conocidos como “entrevista a las FAR” de Cristianismo y revolución de 1970 y “nuestra respuesta a los compañeros del ERP” de 1971 aparecido en Militancia en 1973. La “Charla que la conducción nacional baja a los frentes” de Montoneros en 1973. Y el Manual de instrucción para oficiales y soldados del ejército montonero de 1976.
Utilizaremos en este trabajo la categoría “nueva izquierda” para referirnos indistintamente a todas las formaciones políticas y culturales que surgen a partir de la ruptura de la hegemonía del Partido Comunista y el Partido Socialista en la segunda mitad de los cincuentas y que reciben la influencia ideológica de la revolución cubana, la revolución china y las luchas de liberación nacional, se definan estas peronistas o desarrollen sus actividades políticas y culturales enfrentadas al peronismo. Cuando hablemos de Nueva izquierda en términos genéricos nos referiremos al conjunto de intelectuales, partidos políticos y organizaciones guerrilleras. Cuando hablemos de los específicamente peronistas lo aclararemos. En nuestro trabajo asumimos que todas las formaciones de la nueva izquierda provinieran del peronismo, adscribieran a éste desde el marxismo, permanecieran fuera o enfrentadas a este movimiento, compartían un ideario común y objetivos que las emparentaban. Todo este espacio se definía por el socialismo, creían en la posibilidad de construir la nueva sociedad en un tiempo histórico mesurable, criticaban la idea de la izquierda tradicional de la necesidad de una larga etapa de revolución democrático-burguesa y concebían a la violencia revolucionaria como una necesaria forma de expresión política o la aceptaban como normal.

Antecedentes y contexto previo

Vemos que para 1955 madura una profunda crisis del campo político tradicional. En 1955 el campo político e intelectual expresaba a una sociedad y a una visión del mundo superada tanto en el contexto mundial como por las transformaciones de la sociedad argentina. Era expresión de formas políticas, sociales y económicas superadas. Entonces la elite política e intelectual argentina demuestra incapacidad de ser expresión coherente de la nueva sociedad que fue madurando los 20 años anteriores. UCR, PS, PC eran partidos con concepciones de intervención política y comprensión de la sociedad cuyo marco de referencia era la Argentina pre-peronista. En realidad para muchos de los que lo condujeron y se sumaron a él, el golpe cívico-militar de 1955 expresaba claramente su deseo de convertir el periodo 45-55 en un paréntesis olvidable en la “normalidad” previa a la que se buscaban volver. Solo algunos grupos de jóvenes aún bajo la influencia de los partidos tradicionales antiperonistas mostraban algunas inquietudes nuevas[4] y una minoría de intelectuales de izquierda (dentro de los cuales se encontraba Puiggros) cuyo predicamento a favor de una mirada comprensiva del peronismo tenía aún poco éxito.
El mismo peronismo, que fue una reacción frente a esa argentina oligárquica y excluyente, expresaba concepciones que podemos encuadrar dentro del ideario del populismo de masas latinoamericano. Se proponía dar respuesta a arcaísmos sociales aberrantes y encrucijadas económicas de un país capitalista dependiente, con un sistema político cerrado. Pero las concepciones del mundo en las que el peronismo se basaba, la armonía social dentro de un sistema de clases capitalista, tuvieron condiciones de éxito muy precisas.  La situación de posguerra con condiciones de relajamiento de la presencia de los Estados más poderosos en los asuntos de la periferia generaron condiciones económicas favorables para un país como Argentina en el cual estaba pendiente y había espacio para la transformación de talleres en industrias nacionales. En ese periodo de tiempo durante el cual las contradicciones del ciclo económico agrario industrial no estallaron y el mercado interno en expansión pudo ser sustentado desde políticas de Estado, el modelo funcionó con beneficios para todos los miembros de la alianza. Pero las contradicciones no fueron fácilmente armonizables avanzados los cincuentas ya que dependía de importantes concesiones a los trabajadores. La ideología peronista del frente de clases y La comunidad organizada[5], más su fuerte dependencia del apoyo obrero, le impidieron responder sin violar sus propias premisas[6].
El golpe y luego la proscripción le evitó al movimiento de Perón el desafío de tener que afrontar los cambios que la nueva situación imponía[7]. En la oposición y clandestinidad las respuestas radicales ensayadas por los militantes e intelectuales no debían superar el desafío de mostrarse coherentes con el peronismo en la administración estatal y podían especular con que Perón resolvería la encrucijada del sistema peronista a favor de los trabajadores o sea hacia el socialismo (o alguna forma de avance hacia ese objetivo). La crisis del peronismo como proyecto nacional tenía algunos elementos visibles ya en los primeros cincuentas, no solo en lo económico, sino también en lo político. Esto es fundamental ya que si ponderamos la crisis económica cuyo epicentro fue el año 1952 con las posteriores hasta la actualidad, veríamos que todas tuvieron elementos comunes (déficit de la balanza de pagos internacional por desequilibrio entre precios agrícolas e industriales) pero el grado de penuria sufrido por la población trabajadora fue sin dudas menor, lo que muestra una capacidad mayor de amortiguamiento del sistema peronista.
El movimiento liderado por Perón obtuvo desde que accedió al gobierno más del sesenta por ciento de los votos en todas las elecciones. Esto era una expresión estadística de un cambio más profundo que afectó principalmente a los partidos de izquierda: habían visto deteriorada fuertemente su vinculación orgánica con la clase trabajadora. Y también al partido radical que dejo de ser el movimiento de masas imbatible electoralmente para quedar arrinconado en un porcentaje del electorado representativo de la clase media. A pesar de todo vemos que los partidos políticos se mantuvieron hasta 1955 cubriendo el conjunto del espectro político nacional. Lo paradójico para las fuerzas políticas y sociales opositoras y el grueso de la intelectualidad fue que una vez eliminado el peronismo del Estado, su presencia de masas debía desaparecer (como en cualquier movimiento fascista) y las cosas volverían a la normalidad, y eso no sucedió.

La izquierda frente al golpe

Para la relevancia de nuestro estudio vemos que hasta 1955 la mayoría de la opinión se canalizaba por los partidos existentes. Para la izquierda (de la cual saldrían en el futuro inmediato muchos militantes de la Nueva izquierda) sus expresiones mayoritarias el PC y el PS habían disminuido notoriamente su influencia en el movimiento obrero. El PC que desarrolló una política menos centrada en el antiperonismo (al menos en su práctica de base) y más relacionada con los intereses inmediatos de la clase obrera,  aun continuaba teniendo alguna presencia. Esto lo colocó en mejores condiciones de afrontar un política cercana a los trabajadores en el periodo que se abría en el 55 (además fue también víctima de la represión). Esto sería imposible de pensar para el PS cuyo antiperonismo lo llevó a asociarse a cuanta dictadura apareciese en la historia hasta la década del ochenta, asaltando sindicatos y proveyendo funcionarios a los gobiernos que buscaban recortar el poder y las conquistas obreras, transformándose así en un partido marginal y totalmente ausente en el movimiento obrero. Esta situación lo transformó en una de las fuentes de jóvenes militantes que engrosarían las filas de la nueva izquierda.
Elias Semán, Alexis Latendorff, Ricardo Moner Sans entre otros fueron parte de esa corriente juvenil del partido que cambió los parámetros de lectura política e histórica y se enfrentó a la vieja dirigencia socialdemócrata y conservadora. En 1958 división del PS entre PS democrático (con la dirigencia mas conservadora y antiperonista a la cabeza Repetto, Ghioldi) y PS argentino (con la juventud y algunos dirigentes tradicionales como Alicia Moreau de Justo y Alfredo Palacios) en 1960 la fracción pro cubana del PS argentino lanza la revista Che y en 1962 se crea el PS de vanguardia escindido del PS argentino que llama a votar a los candidatos del peronismo (Framini) en Provincia de Buenos Aires y Capital Federal que le valdrá disidencias (como la de José Luis Romero). Finalmente en 1965 Elias Semán y Rubén Kritscausky fundarán Vanguardia Comunista adscribiendo a posiciones pro chinas. Otro grupo juvenil que tuvo sus raíces en el fraccionamiento del PS fue el encabezado por Arturo Lewinger (futuro dirigentes de FAR) que hará sus primeros pasos en la militancia en el PS argentino antes de sumarse al grupo de Silvio Frondizi.
Para el caso del PC podemos notar que más allá del antiperonismo de la vieja guardia comunista, la política del PC en argentina fue también expresada por el empresario José Ber Gelbard. Fue el referente de la CGE durante los 50  (Confederación General Económica, entidad empresaria creada por el peronismo para constituir una burguesía orgánica a su proyecto) y ministro de economía de Perón en el 73/74. Desde estos lugares el empresario y hombre del partido comunista impulsó políticas que tendía a lograr la acumulación de capital para la burguesía nacional (congreso de la productividad en el 55 y pacto social en el 73). El PC manejaba fondos de inversión, instituciones de crédito, cámaras empresariales y rurales. Llegó a ser el quinto grupo económico nacional. Gelbard pretendía expresar una nueva hegemonía dentro de la burguesía con un empresariado nacional apoyado o ligado al Estado y fijar los términos de las relaciones con el gran capital. Sorprendentemente la política del PC era la que en los cincuentas defendía Arturo Jauretche y criticaba Puiggros, el movimiento nacional como una pirámide con la burguesía nacional en su cúspide y los trabajadores en su base.
En el periodo pos 55 el PC es víctima de una permanente sangría de militantes principalmente de los sectores juveniles. Permanecía atado a las concepciones y practicas de una burocracia de tipo estalinista atada a dogmas indiscutibles que lo llevaron a enfrentar al peronismo junto a la UD. La resistencia  obrera y la ofensiva antipopular, las revolución cubana, la revolución China no impactaron en la conducción comunista más que para refutar el mensaje renovador de las mismas. Esto solo abrió la puerta para la radicalización de muchos jóvenes antes estructurados dentro del PC.  El Partido se mantuvo inconmovible afirmándose en sus principios tradicionales, denunciando todo intento renovador como desviación (populista, guerrillerista, etc.) y reafirmando su lealtad a la URSS y su concepción de revolución por etapas. Es fácil de comprender como en un clima de agitación política e ideológica un partido proclamado comunista sufrió enormes sangrías solo mitigadas por la fuerza de su poderoso aparato y sus enormes recursos económicos basados en su predicamento (paradójicamente) en sectores de la burguesía. De esta forma solo ofrecía a sus militantes una visión gorila y reformista de la sociedad que lo alejaba de la clase obrera y por otro lado construía fuertes lazos con fracciones de la burguesía e impulsaba políticas que la fortalecieran.
Varios hitos son fundamentales para comprender el desbarranque de la izquierda clásica: En el plano nacional el 55, año de fuerte agudización de las contradicciones políticas que condujeron al golpe reaccionario antiperonista que ubicó a la izquierda clásica enfrentado a la clase trabajadora (problema que venía arrastrando desde 1945, pero que en el pos 55 estalla al quedar todo el campo político vinculado con un gobierno claramente “a la derecha” del peronismo). Esto genera un terreno fértil para la renovación ideológica de la izquierda, para la radicalización de grupos peronistas y para el procesamiento positivo y vehiculización en actores locales de nuevas experiencias externas.
En el plano internacional es la época de la Revolución China, la Revolución Cubana, el crecimiento y triunfo de muchos Movimientos de Liberación Nacional, el desarrollo de guerrillas en América Latina, un intenso debate intelectual en el seno del campo de la izquierda mundial[8] y el comienzo de la invasión yanqui a Vietnam. Así  se sumaron nuevos elementos de tensión a las tensiones nacionales ya suficientemente importantes. La revolución cubana fue el más importante elemento externo que rompió con todos los esquemas previos de estrategia política izquierdista. La ruptura chino-soviética profundizo el debate acerca de la justeza de la línea emanada de la URSS, las políticas nacionales de los PC, el evolucionismo y la idea de convivencia pacífica
El más influyente de los procesos internacionales fue el cubano. La revolución cubana marcó un antes y un después en el modelo de revolución latinoamericana. La crisis desatada en el mundo de la izquierda a causa del apoyo al golpe y profundizada con el fracaso del frondizismo como experiencia “izquierdista” de desarrollo, encontró en Cuba un programa o al menos un ejemplo con el cual ver un horizonte. En Cuba primero como camino antiimperialista, y marxista después de la segunda declaración de La Habana, los militantes e intelectuales encontraron un lugar desde donde justificar en una experiencia concreta, una perspectiva de construir una nueva teoría política revolucionaria local y renovar desde un lugar de autoridad las concepciones de la izquierda que se asumían caducas. El nuevo escenario planteado por Cuba produjo una eclosión de la izquierda, y aún tuvo gran influencia en la filas del peronismo, ya que la experiencia del Movimiento 26 de julio era “comunicable” a marxistas, nacionalistas y peronistas.

Situación revolucionaria y crisis orgánica

La incapacidad del sistema peronista de dar respuesta en sus términos a la nueva situación económica y política en los 50, provocó su caída. Pero los términos de la alianza golpista, como vimos, no podían llevar adelante una solución distinta, por el contrario una parte importante de esa alianza pretendía retrotraer la situación al pre-peronismo (esta es la base de ideario del núcleo duro del gorilismo que aún persiste en sectores de la sociedad civil).
Esto dio lugar, a su vez, a lo que se manifestaría en los años siguientes como “crisis orgánica”. El fracaso del proyecto desarrollista de Frondizi en el 58 agudizó esta situación ampliando la ruptura de los partidos con sus representados, especialmente con amplias franjas de la intelectualidad. ¿Qué implicaba esta crisis orgánica? la ruptura entre las clases y sus representantes políticos, entre la sociedad civil y el Estado, entre la estructura y la superestructura. Dice Gramsci que "Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo «dominante», deten­tadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diver­sos fenómenos morbosos". Es la ruptura de un “bloque histórico” que permitía el funcionamiento del sistema.
O sea cuando las clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad, desarrollar las fuerzas produc­tivas, se produce la crisis orgánica que es la traducción estructural de una crisis de hegemonía: es el resultado de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las estructuras y la ausencia de una evolución simul­tánea de las superestructuras[9].
Pero para que esta situación de crisis orgánica madure en revolución debe existir (según el italiano)  una fuerza políticamente organizada consciente de sus objetivos: "El elemento decisivo de toda situación es la fuerza per­manen­temente organizada y predispuesta desde largo tiem­po, que se puede hacer avanzar cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la medida en que una fuerza tal existe y está impregnada de ardor com­bativo). Es por ello una tarea esencial la de velar sis­temática y pacientemente por formar, desarrollar y tor­nar cada vez más homogénea, compacta y consciente de sí misma esa fuerza"[10]. En este sentido Gramsci considera la necesidad de una vanguardia política, el partido que le dé a la clase obrera la posibilidad de materializar su hegemonía superando en forma revolucionaria la crisis orgánica. Allí en los intersticios donde se deberían articular las clases populares y las estructuras de conducción del Estado-nación es donde se juega el rol de la intelectualidad de la nueva izquierda. Es el lugar de generación de una ideología que “suelde” a una nueva clase hegemónica con estructuras de dirección política revolucionaria creando un nuevo “bloque histórico”. La maduración de la nueva izquierda fue parte de ese proceso. Un proceso que no lograría parir un nuevo “bloque histórico” pero que produjo una nueva situación revolucionaria a partir de 1970 en la que floreció la lucha de la clase trabajadora y crecieron las dos más importantes organizaciones revolucionarías argentinas Montoneros y el Partido Revolucionario de las Trabajadores. Y es en ese lugar donde ubicamos a Rodolfo Puiggros.
            Después de 1955 comenzó un proceso de revisión por parte de círculos intelectuales y militantes encuadrados hasta entonces en la izquierda tradicional (y también en el nacionalismo como el caso de, entre otros, Rodolfo Walsh). Varias causas pueden ser identificadas. Una de ellas es que a pesar de la obtusa y caprichosa visión del antiperonismo, el peronismo no era un fenómeno pasajero, una desviación del curso normal de la historia producto de la abundancia de recursos del Estado y la demagogia del tirano. Segundo que la marginalidad a que la izquierda había sido reducida en su propia base social debía buscar explicaciones exteriores a la “represión peronista” y la cooptación de dirigentes sindicales. Explicaciones que debían ser estructurales, de transformaciones en la sociedad, y requerían una interpretación y un accionar acorde a la nueva realidad[11]. Los pequeños núcleos de intelectuales izquierdistas que había visto con buenos ojos al peronismo pudieron encontrar a partir de allí una audiencia que durante el propio periodo de Perón no tuvieron. Es sin dudas la época en la que saltan a la fama y multiplican su audiencia intelectuales identificados como marxistas como Hernández Arregui, Carlos Astrada[12], Eduardo Astesano[13] y Puiggros. 
            La crisis de hegemonía pos cincuentaicinco puede ser leída como una agudo proceso de lucha de clases (burguesía-proletariado), pero que en lo político y cultural se expresaba como enfrentamiento peronismo-antiperonismo. Es claro para nosotros que la lucha peronista de esos años fue  principalmente lucha obrera contra la ofensiva patronal y que esta lucha fue la que permitió mantener vigente el liderazgo de Perón. Justamente esta afirmación encierra dos contradicciones. Una, que muchos miembros de corrientes de izquierda antiperonista tomaban nota de que había apoyado o depositado cierta expectativa en un movimiento como el que derribó a Perón cuya naturaleza demostró ser profundamente anti obrero y en sus vertientes más reaccionarias un intento de vuelta imposible al pasado. El segundo punto que asomaba era que, a pesar de ser esencialmente obrera la resistencia peronista al régimen, esta se expresaba políticamente en la lucha por el retorno de Perón y el proyecto del general proyecto no había sido obrero ni socialista.
Entonces los que buscaban ser parte de una lucha por la transformación social y habían apoyado el golpe se encontraban en la vereda de enfrente de la clase obrera, junto a lo mas reaccionario de la sociedad; mientras que la clase obrera resistía desde un bloque homogéneo y combativo pero desde el peronismo. Para responder a esta contradicción que enfrentaba la izquierda y el mismo movimiento obrero radicalizado s(in que implicara aceptar como límite a la ideología expresada por Perón en la Comunidad organizada de conciliación de clases para el desarrollo de un capitalismo nacional “justo”) cobraron fuerza las propuestas interpretativas de los marxistas que contemplaban al peronismo como una fase progresista del desarrollo capitalista argentino y planteaban la posibilidad de su autosuperación.
            La abrupta caída del poder sin resistencia apreciable por parte de los estamentos dirigenciales del movimiento, sindicales o políticos, fue un signo de la incapacidad del movimiento de actuar frente a los nuevos tiempos. Incapacidad de la que Puiggros tomaba nota al concebir el agotamiento de una etapa necesaria pero ya superada de desarrollo burgués progresista. Si se hacia un análisis estructural de la economía argentina, analizaba Puiggros, saltaba a la vista los límites del desarrollo capitalista emprendido por Perón[14].
El cincuentaicinco se planteaba al interior del peronismo como una encrucijada. La necesidad planteada por el capital de mantenimiento de la producción (renovación de maquinaria) y fomento de la industrialización pesada (industrias básicas y de bienes de capital); y paralelamente, el mantenimiento de la alianza con la clase obrera y el sostenimiento de las relaciones de producción en la industria y el campo. La respuesta a ese problema era la base en la que se sustentaba la relectura que se elaboraría del peronismo por parte de militantes y dirigentes que cobrarían dimensión en las luchas contra las políticas de las décadas siguientes. Las enseñanzas y conclusiones se sacaran del análisis de esa encrucijada daría cuenta de en que corriente peronista (o externa al peronismo) se ubicarían hasta  1973 los militantes de la nueva izquierda. Y es dentro de estas respuestas que la lectura puigroseana de la historia argentina, del peronismo dentro de ella y la tesis de las causas internas funcionó como uno de los elementos que dieron forma y sustento teórico a la concepción del “verdadero peronismo”.

El verdadero peronismo

Sin dudas el “peronismo revolucionario” o “tendencia revolucionaria del peronismo” como se lo llamaría hacia el 73, se consideraba a sí mismo el “verdadero peronismo”. Esta idea tenia origen en el proceso post 55 durante el cual las luchas obreras fueron dadas en soledad contra las clases propietarias en bloque. La idea de existencia de un peronismo obrero convergería con las nuevas interpretaciones del peronismo y de la sociedad argentina provenientes de la izquierda. En muchos casos terminaría en una asimilación de ambas visiones en una nueva ideología peronista que abarcaría a numerosas organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles, religiosas, armadas, inclusive produciría desgajamientos del nacionalismo de derecha. Se denominó tendencia revolucionaria del peronismo. Allí operararon con fuerza las ideas de de la nueva izquierda (de la cual la izquierda peronista fue una vertiente). Puiggros y Hernández Arregui junto a Abelardo Ramos, e inclusive las tesis de Frondizi o de Milciades Peña por nombrar los más conocidos.
            El peronismo verdadero fue un concepto que surgió en el periodo de la resistencia, que se relacionó con una serie de valores y reivindicaciones en torno a los que la clase trabajadora se unificó para enfrentar la ofensiva patronal y gubernamental. Valores que le dieron al movimiento de Perón un “sabor” específicamente proletario. Con el devenir de los años esos valores fueron cobrando sentido ideológico y programático para toda una corriente del peronismo que abarcó a sectores obreros (programas de La falda,  Huerta Grande, CGT A) pero que hizo carne también en nuevas generaciones no obreras que releían la realidad nacional a la luz de los planteos de la intelectualidad crítica.
El verdadero peronismo era proletario y como tal debía avanzar hacia el socialismo. Pero también para los que se consideraban peronistas desde esa idea de verdadero peronismo, este no era una corriente del movimiento sino que era el único peronismo posible, el resto (los burócratas sindicales y políticos) eran traidores, corruptos, etc. El verdadero Peronismo tenía su par en el verdadero Perón en el cual los verdaderos peronistas depositaban sus esperanzas de que en última instancia su retorno demostrara cual era la naturaleza verdadera del movimiento depurando o pasando a un segundo plano a burócratas y peronistas conciliadores.
La idea de verdadero peronismo solo tenía que confortar en un tiempo de proscripciones y persecución contra “los malos peronistas”. Pero en el marco de una aguda lucha de clases en un periodo de proscripción, dictadura y finalmente puebladas y lucha armada, no implicaba un cuestionamiento a la legitimidad de la idea ya que Perón no aparecía en escena ni definía claramente su posición (más bien alentaba el conflicto). Los “malos peronistas” parecían ser una minoría de negociadores y oportunistas ajenos al proletariado o traidores al mismo. Pero el retorno de Perón, colocó a esta idea en un entredicho y dejó en manos de la principal organización que se reivindicaba heredera del verdadero peronismo, Montoneros, el problema de lidiar con Perón actuando en el terreno nacional y sin posibilidad de ambigüedades. También colocó a los intelectuales de la tendencia revolucionaria ante una encrucijada difícil que Puiggros resolvió, como veremos, en sintonía con el discurso montonero.
            La ideología de la nueva izquierda, articulada con la de “verdadero peronismo”, sentó las bases de la interpretación de la historia, la utilización del marxismo y la identidad peronista de los importantes sectores de clase media y trabajadora que adscribieron a las corrientes revolucionarias en la década del 70. Para la izquierda revolucionaria no había verdadero peronismo, sino un peronismo hegemónico caracterizado por una dirección burguesa que conducía a la clase trabajadora y a los “verdaderos peronistas” a un callejón sin salida: el de un proyecto burgués y a la subordinación de la clase obrera.
            Pero el “verdadero peronismo” si bien demostró no ser el único peronismo posible ni el dominante en las diferentes etapas de ese movimiento, era una idea legítimamente surgida de la situación política pos 1955. Era una idea de peronismo hija de la encrucijada histórica en que el país de debatió durante dos décadas: en que clases apoyarse y qué modelo social construir en la segunda mitad del siglo XX. Puiggros, Arregui, Ramos y muchos otros se encargarán da dotar de una teoría y una historia a la necesidad de ese verdadero peronismo.

El peronismo frente a los intelectuales tradicionales

Si bien el peronismo trajo consigo una modernización social e institucional con la incorporación de los trabajadores a la vida política de pleno derecho, el sistema de partidos políticos y el aparato intelectual en su conjunto quedó anclado en las concepciones sociales y políticas de la argentina tradicional. Creemos que esta apreciación cabe tanto para las fuerzas conservadoras como las de izquierda. El rechazo al peronismo como herejía, sea burguesa o plebeya por todo el campo político tradicional y el ordenamiento de las antinomias en torno a ese eje, anquilosó al campo intelectual que entró en una dinámica de “desnacionalización”. La concepción planteada por Gramsci de “nacional” concibe la nacionalización como la situación en la que una clase logra desarrollar concepciones, práctica y organización que excedan lo corporativo y le permitan luchar por la hegemonía dentro del ámbito nacional. O sea, en nuestro caso, hablaríamos de la perdida por parte de la clase política tradicional y de importantes núcleos de la clase media y la intelectualidad de su capacidad de identificarse con el nuevo país surgido de las transformaciones de décadas recientes del cual el peronismo era expresión y consecuencia.
A partir de una lectura similar a esta, Jhon William Cooke definió al peronismo en los sesentas como “el hecho maldito del país burgués”, calificativo que discutiremos en otro trabajo. Pero podemos adelantar una duda: hasta qué punto el peronismo histórico fue el hecho maldito del país burgués o fue maldito, en realidad, para el país tradicional, sin duda burgués, pero una versión de “modo de acumulación” particular. También es cierto que el patrón de distribución  definido por el peronismo establecía límites a la discrecionalidad patronal tanto en las políticas de estado como en las posibilidades de acumulación, lo que en este caso si lo hacía sentir como un “hecho maldito”.
Frente a la mayoría de intelectuales antiperonistas, solo aparecieron con intenciones de buscar una interpretación diferente algunos núcleos destacados del campo, pero minoritarios. Por un lado podemos identificar como nacionalistas populares cuya mirada positiva hacia el pueblo llano y sus virtudes innatas les permitieron ver en el peronismo y la movilización de masas que acompañó su ascenso posibilidades positivas como los forjistas. Por otro, desde un origen diferente los trosquistas que, desde un arsenal marxista más rico y tomando algunas reflexiones de Trosky durante su estadía en México ye impulsados por la tendencia obrerista de la corriente encontraron aspectos positivos o, al menos, comprensibles en el movimiento de Perón. También debemos incluir una serie de intelectuales y militantes radicales como los que relanzaron en 1947 la revista Hechos e ideas[15] o socialistas como Juan Unamuno o Joaquín Coca.
La presencia del peronismo, como fuerza “desacomodadora” del escenario conocido hasta el momento y como expresión emergente de la necesidad de los cambios estructurales, produjo fisuras entre los partidos de izquierda y sus bases populares. El Partido Socialista y el comunista no salieron indemnes de las transformaciones que habían comenzado. De sus viejas estructuras fueron desprendiéndose grupos de militantes en la búsqueda de una incidencia progresista en la lucha de clases. Los primeros aparecieron durante el mismo periodo peronista.
Tal es el caso de la escisión comunista encabezada por Rodolfo Puiggros separado del partido en 1947 y la de Juan José Real expulsado en 1952 por promover el acercamiento al peronismo. Puiggros seguiría luchando dentro del PC por la convocatoria a un nuevo congreso que le permitiera discutir sus posiciones acerca de la “Revolución nacional” que consideraba expresaba el peronismo, Puiggros funda en 1950 el Movimiento Obrero Comunista (MOC) organización independiente que subsistiría hasta 1955 en busca de aportar teoría marxista a la clase obrera y a la vez acompañar el proceso peronista. Posteriormente al golpe Puiggros paralelamente con otros intelectuales como Astrada, Abelardo Ramos, Nahuel Moreno, Cooke, Peña, Frondizi, etc. fueron la prehistoria de la nueva izquierda en el plano intelectual, que encontró un escenario propicio para su florecimiento en los sesentas. En general fueron de gran influencia en la conformación de universo ideológico de las organizaciones armadas de los setentas.
Para entender la ubicación de Puiggros y de la fracción de intelectuales que se acercó al peronismo desde el marxismo con posterioridad al 1955, hay que entender las características de la política cultural del peronismo, especialmente en relación con la intelectualidad tradicional. El peronismo devaluó el rol de los intelectuales tradicionales, los consideró sus enemigos y enemigos del pueblo. La intelectualidad y el estudiantado a su vez vieron al peronismo como un hecho bárbaro, un fascismo periférico[16].
Pero el peronismo frente a esto tampoco se preocupó por generar su propia corriente de intelectuales. Si bien hubo intelectuales peronistas o cercanos al movimiento, estos nunca contaron con espacios importantes de decisión dentro del mismo ni en el Estado. Entregó la educación y la cultura a grupos católicos tradicionales o filofacistas como Ivanisevich o Apold cuya influencia solo fue contrapesada por la política de apertura democrática realizada desde la cabeza del Estado y por políticas de difusión cultural específicas. La corriente nacionalista popular que rápidamente se identificó con el proceso y que contaba en sus filas con hombres de la talla de Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz o Arturo Jauretche y algunos emprendimientos culturales de importancia como la revista Hechos e ideas desde el radicalismo nacional progresista  fue siempre marginal al movimiento[17] y su participación en las decisiones culturales del mismo puede deducirse de la siguiente apreciación de Marechal: “En los movimientos revolucionarios que, como el nuestro, sacuden todas las fibras del país, es frecuente y hasta inevitable que algunos estratos inferiores de la cultura salgan a la superficie y se abroguen derechos que, en esa materia, sólo confieren la capacidad y el talento creador. Si el nuevo Estado trabaja con esos elementos, los mejores, al quedar desplazados de la vía estatal, realizan por la vía privada hechos de cultura muy superiores en calidad a los que cumple el Estado”.[18]
O sea, la mayoría de los intelectuales fueron externos al peronismo, y los que acompañaron el proceso debieron hacerlo desde lugares marginales. Una vez desplazado el peronismo del poder y desaparecido el peronismo Estado, desaparecieron con el los funcionarios culturales del peronismo (algunos reaparecerían en el 74 a reprimir las manifestaciones culturales de la izquierda peronista). Pasaron a primer plano nuevamente los viejos forjistas y los intelectuales que desde la, izquierda habían acompañado al movimiento, pero que durante la administración peronista no habían ocupado espacios destacados.
Durante el tiempo del peronismo en el Estado Puiggros apoyó el gobierno desde una formación marxista independiente el MOC cuyo objetivo declarado era formar una vanguardia capaz de dotar al peronismo de una conducción proletaria más allá de Perón. Podemos debatir cuales eran las posibilidades reales de ser “parte del movimiento” para un marxista que pretendiera construir políticamente influencia. Vemos que para el caso individualidades integrantes del  político y sindical se dieron situaciones “complicadas”. La relevancia de John W. Cooke durante la proscripción del peronismo, se contradice con el espacio otorgado al mismo antes de 1955. Pero, volviendo al plano de la cultura, el mismo Hugo del Carril (un indudable peronista y destacado cantor de tangos y director de cine) tuvo problemas con el aparato estatal de cultura peronista. Su excelente película “Las aguas bajan turbias” fue sistemáticamente obstaculizada por Apold (secretario de prensa y difusión de clara ideología neonazi); que llegó a intentar prohibir a Del Carril acusándolo de comunista, solo la intervención personal de Perón a favor del popular artista destrabó la situación. Es de suponer lo que podía esperar un intelectual marxista que quisiera colaborar con el movimiento.
La existencia de una intelectualidad orgánica al movimiento peronista, incapaz de llevar adelante las nuevas tareas que imponía la proscripción y la hegemonía obrera, (a su vez la existencia de una revolución en el plano de las ideas a nivel internacional) dejó un terreno vacío. Este vació favoreció el surgimiento de nuevas corrientes de intelectuales que adscribieran al peronismo sin tener que confrontar con el aparato cultural del peronismo estado. Puiggros sería uno de ellos. Al calor de la radicalización de la lucha obrera y el pertinaz antiperonismo de la izquierda clásica, fue licuando su independencia y terminó como intelectual del “peronismo revolucionario”. Proceso lógico para un intelectual que provenía de un partido estalinista: el “peronismo revolucionario” etapa superior del peronismo (más clasista y socialista), encuadraba perfectamente en las ideas comunistas de Puiggros de cómo se desarrollaba el proceso histórico.
Vemos entonces que las nuevas corrientes que revalorizaran o reinterpretaran la situación política argentina de pos guerra,  eran ajenas a la experiencia del peronismo en el poder. En el mismo sentido, de aquella experiencia poco quedaba con el peronismo proscrito. El machacón recuerdo de la izquierda clásica y el campo de la intelectualidad liberal, sobre la mediocre gestión cultural y educativa del peronismo de la que habían sido marginados por una fuerte presencia de católicos y “neofascistas”, quedo eclipsada por los logros de maximización del acceso y por la hipotética potencialidad socialista del movimiento de Perón. De esta forma la importante corriente de intelectuales adscribieron al peronismo durante los sesentas y primeros setentas no encontrarían interlocutores provenientes del peronismo Estado con los cuales confrontar su análisis y propuestas. Al menos no los encontraron en el campo del peronismo que ellos se ubicaron: el de la resistencia obrera y popular, ya que Perón nunca rompió lazos con las que concebía como otras alas de su movimiento[19]. Pero para la nueva intelectualidad solo existía el líder exiliado de discurso “talmúdico”, el peronismo combativo, obrero y popular, considerado el “verdadero peronismo” y algunos intelectuales nacionalistas populares o marxistas que no representaban el tronco principal de la experiencia estatal peronista. Y frente a ellos solo parecía haber peronistas traidores o burócratas que usufructuaban el prestigio del general.
Jauretche, Scalabrini o Cooke habían acompañado o sido parte de la experiencia del peronismo en el Estado, pero en roles secundarios como Jauretche (presidente del banco Provincia), Cooke diputado que no fue reelecto o Scalabrini que directamente paso a un segundo plano sin ninguna función en el Estado ni en el movimiento salvo el apoyo externo. Leopoldo Marechal podría refutar esta afirmación ya que fue un figura destacada de la cultura en esos años, pero como vimos el también reconocía el problema del peronismo para con los intelectuales y en los sesentas acompañó el proceso de radicalización. Por otra parte las corrientes que adscribieron al peronismo desde la izquierda, lo hicieron aceptando que este era un “movimiento nacional” y como tal convivían corrientes que propugnaban la liberación pero no eran socialistas.
Este pensamiento surge con claridad en el grupo de Hechos e ideas (también apoyado desde el Estado). Allí se propagandizaba la política del gobierno peronista pero desde una publicación que se pretende peronista independiente y con artículos de análisis y referencias al pensamiento moderno. Era motorizada por un núcleo de radicales  que ya en los treintas impulsaban políticas modernizadoras (reforma agraria, distribución de la riqueza, industrialización, antiimperialismo) desde el interior del Parido radical de Alvear. Fueron llamados a escribir en ella toda la intelectualidad nacionalista, socialista o progresista que adscribe al peronismo. Se buscaba en la revista dotar de una ideología y un programa a la “revolución peronista”. El núcleo dirigente no era ni pretendía ser marxista o socialista sino democrático popular y nacional, pero igualmente el emprendimiento permanecerá periférico al tronco de la política del peronismo Estado[20]. Es en este sentido que vemos como el grueso de la intelectualidad se enajena al peronismo y se “desnacionaliza”, no solo porque el peronismo no haya intentado captar a sus miembros o hubiera preferido a católicos ultramontanos. Sino porque, justamente, a pesar de intentar conciliar el grueso de la intelectualidad permaneció férreamente antiperonista, produciendo en las políticas culturales del peronismo el efecto contrario: una suerte de abandono de la cultura a funcionarios de ideologías reaccionarias, los que si vieron en el movimiento de Perón una oportunidad.

Puiggros y el peronismo

Rodolfo Puiggros sin dudas fue un precursor de este proceso de revalorización de la experiencia peronista por parte de la intelectualidad de izquierda, y merece una mención especial por la importancia que la dirigencia montonera le dio desde su imposición como rector de la Universidad de Buenos Aires y, hasta su muerte en 1980, como figura pública del Movimiento Montonero. Aunque también Hernández Arregui (de origen radical) que trabajó junto a Jauretche en la provincia de Buenos Aires en los 50 y Carlos Astrada un marxista “puro” que fue el filósofo peronista más destacado en condiciones de debate académico, pueden considerarse precursores de esta interpretación positiva del peronismo desde el marxismo[21].
A Puiggros se lo puede encuadrar dentro de la línea de investigadores, ensayistas y polemistas que ven en el peronismo un momento de ruptura en lo que hace a la formación de la clase obrera nacional. Pero para él es un momento fundacional y cualitativamente superior, en un sentido inverso a la visión de Gino Germani o José Luis Romero[22], para quienes la llegada del peronismo era producto de una articulación histórica negativa entre un líder demagogo y masas rurales procedentes de regiones de tradición patriarcal, recientemente urbanizadas y sin experiencia sindical por lo tanto fáciles de manipular. Para Puiggros, lo mismo que para Hernández Arregui o Abelardo Ramos, la presencia de las masas del interior aportaba la nacionalización de la clase y, en este camino, su entroncamiento con las luchas históricas de las masas populares de épocas anteriores[23].
También, en su distanciamiento político con el PC buscó diferenciarse del fatalismo determinista de la izquierda clásica. Para ello insistió con la vinculación entre las políticas de la izquierda y la derecha que, según su interpretación, ocurría frente a la aparición de movimientos populares. Para él compartían la admiración por lo extranjero y cosmopolita y no miraban hacia el interior de su sociedad para encontrar respuestas. En este sentido enfrentaba la visión de que los movimientos populares eran solamente rémoras del pasado o expresaban fuerzas conservadoras. Posición sostenida en general por la izquierda y los liberales respecto a los caudillos y el irigoyenismo. Esta posición era también a la que adscribía Milciades Peña (al que catalogamos como miembro de la nueva izquierda y de gran influencia en los sectores de esta que permanecieron ajenos al peronismo), Puiggros polemizó con el en su revista Fichas. Además para Puiggros los nacionalistas e izquierdistas erraban en su caracterización de la Argentina como una mera colonia británica, como si la penetración capitalista hubiera operado sin resistencias. Justamente estas resistencias eran las expresadas por los movimientos nacionales del cual el peronismo era el último y, potencialmente, mas importante por incluir en su interior a la clase obrera.
Desde el inicio de su carrera como historiador del Partido Comunista y miembro del comité central Puiggros desarrolló tesis historiográficas que irían evolucionando desde sus comienzos, en De la colonia a la revolución, hasta la reescritura final de Historia crítica de los partidos políticos argentinos. En sus primeras obras mantiene una idea positivista de progreso “América hispana se gesto con el estigma de la explotación servil del trabajo humano. Si la leyenda negra-cubre bajo un manto de ignominia lo que la conquista española significo como progreso, la leyenda opuesta le responde con igual parcialidad al pintar de color de rosa la sociedad que se levanto tras la hazaña genial del descubrimiento” afirma en De la colonia… América poblada de cazadores recolectores  e imperios de tipo “asiático” salto etapas en su evolución al ser conquistada por una sociedad superior y la América del norte (conquistada por Inglaterra un siglo después) saltaría mayores distancias al recibir a colonizadores que llevaban consigo el germen del capitalismo.
También las elites ilustradas de nuestra independencia (Moreno, Rivadavia, Sarmiento, Alberdi; en consonancia con la historiografía liberal en donde encontraba sus fuentes) encuadraban en su idea de evolución y en tal sentido eran reivindicadas. En Historia crítica… sin embargo, rompe lanzas con esta visión y busca un ajuste de cuentas con la izquierda comunista y socialista. Plantea lo sustantivo de la articulación entre masas e intelectuales como clave para identificar ideas progresistas y eso le permite diferenciar a Moreno de Rivadavia[24].
Durante los dos gobiernos peronistas (1946-1955) Puiggros, y el grupo de militantes expulsados del PC junto a él, mantuvieron una independencia organizativa, con la esperanza de desplazar a la dirección partidaria. Un grupo de ferroviarios del barrio porteño de Constitución ofreció lucha en el seno del PC para modificar la política hacia Perón, pero no fueron escuchados. Luego de la victoria electoral de Perón en 1946, las contradicciones internas al PC se agudizaron y en el XI Congreso ocurrido en agosto de ese año, la expulsión de los ferroviarios estaba decidida. Puiggrós también fue exonerado, pues compartía las posiciones disidentes. Entre 1947 y 1949 este sector de comunistas intentó forzar la realización de un Congreso Extraordinario para discutir la línea política de la cúpula del Partido. Al mismo tiempo, a través de su periódico Clase Obrera, comenzaron a desarrollar sus posiciones respecto a la “revolución nacional” peronista. Pero fracasaron en desplazar a la dirección del PC y nunca fueron realmente aceptados como izquierdistas críticos pero no hostiles al gobierno “popular”.
Una de las experiencias más significativas de la década peronista para Puiggrós fue la participación en el Instituto de Estudios Económicos y Sociales que dirigía el socialista simpatizante del peronismo Juan Unamuno. El IEES fue el antecedente del Partido Socialista de la Revolución Nacional, en el que el Movimiento Obrero Comunista no creyó oportuno participar. La ideología del MOC, hasta su desgranamiento en 1955, fue el marxismo-leninismo bajo el canon estalinista. El golpe de Estado de 1955 terminó con la disidencia comunista encabezada por Puiggrós, quien a pesar de algunos intentos de reorganización, se resignó gradual y lentamente a ser un intelectual adscrito al amplio campo del movimiento peronista especialmente a los intelectuales que abonarían la ideología de su izquierda o que, más bien, apostaban al surgimiento de un ala izquierda orgánica. En este sentido vemos excesiva y deshistorizada la hipótesis de Omar Acha sobre el desbarranque nacionalista de Puiggros[25]
Igualmente, y fiel a su matriz ideológica marxista clásica (que nunca abandonó por completo) se mantuvo intransigente en incorporar a Rosas al panteón popular "Este prólogo quedaría incompleto si no puntualizáramos dos críticas a los rosistas militantes. Son: 1ro. - Su creencia de que los gérmenes de un capitalismo nacional en la esfera rural —la expansión y organización de las estancias junto con el desarrollo de la economía mercantil en la época de Rosas— pudieran ser los orígenes de un desarrollo autónomo del capitalismo argentino, prescindiendo del mercado mundial, de la existencia del imperialismo y del progreso alcanzado por las naciones más adelantadas de la época”. Esto es, para Puiggros, pura utopía, “es no tener en cuenta que nuestro país no está hoy a la altura que está sí se hubiese encerrado escasamente dentro de sus fronteras, esperando de sus acumulaciones internas de capital, de su educación técnica, de su capacidad creadora, lo que le vino del exterior en pocos años”. Sin embargo, a pesar de mantener su determinismo dialéctico, aceptará la discusión de estos sensibles puntos identitarios de la izquierda peronista. Por ejemplo, relata Roberto Perdía[26] que cuando ya Puiggros estaba incorporado al Movimiento Peronista Montonero discutían sobre las características del rosismo y la viabilidad histórica de las montoneras federales. Transigiendo, entre sonrisas, que podría tratarse de un “modo de producción gauchesco” para ejemplificar su resistencia a apartarse de los cánones tradicionales del marxismo pero reconociendo el planteo de especificidades nacionales en el que insistían sus interlocutores revisionistas.
 “2do - Su desconocimiento del doble papel que el imperialismo cumple a pesar de sí mismo: si por una parte oprime, deforma y exprime a los países poco desarrollados, como era el nuestro a mediados del siglo pasado; por la otra, se ve en la necesidad de trasplantar su técnica, incorporar sus capitales, crear clase obrera, estimular el capitalismo nacional, gestar los elementos opositores que conducen a la liberación económica de los pueblos explotados por los monopolios. Estas fuerzas o elementos se desenvolvieron progresivamente desde la caída de Rosas hasta nuestra época de revolución nacional emancipadora y son los pilares de esta revolución"[27]. Toda una definición de ortodoxia que no necesita explicación. Si bien esta definición es de 1953 cuando aún mantenía su intento de independencia frente al peronismo y que con el paso de los años puso mucho mas esfuerzo en el desarrollo de sus críticas a la izquierda clásica, nunca se desdijo de estas posturas. Tal es así que José María Rosa (autor al que podemos pensar que estaba dirigida la crítica de los párrafos anteriores ya que el Rosas de J. M. Rosa era el mas moderno que encontramos en la historiografía revisionistas, frente a los Rosas autoritarios y feudales del revisionismo de derechas) le sugirió, como respuesta, que el pueblo argentino necesitaba grandes héroes que hubieran enfrentado al imperialismo con éxito y que ahí estaba Rosas, para que quitárselo por pruritos ideológicos.
A pesar de su sostenimiento en el rechazo a Rosas como ícono popular, Puiggros no dudará en el mismo libro de afirmar que “estas diferencias (…) no impiden que afirmemos nuestra solidaridad con los admiradores –así como con los detractores- de Juan Manuel de Rosas que asumen hoy una actitud clara y consecuentemente antiimperialista. Somos sus amigos y sus aliados en la revolución nacional emancipadora. De la misma forma que nos sentimos totalmente en contra de aquellos anti-rosistas que (…) forman en las filas de la contrarrevolución….”[28]. De esta forma el frente que aspira a construir Puiggros se manifiesta en el aspecto historiográfico. La solidaridad en la interpretación del pasado que sostuvieron tanto liberales como marxistas y que se tradujo el 19 de setiembre de 1945 en los iconos que encabezaban las marchas por la libertad y al constitución (Rivadavia, Sarmiento, Mitre, San Martín) y que unificaban desde comunistas hasta conservadores en oposición a Perón rompen su homogeneidad. Lo interesante es que el peronismo Estado no dio la misma importancia al significado simbólico y a la relectura del pasado en términos revisionistas, sino que (salvo por el realce de San Martín sobre el resto) mantuvo el panteón mitrista.
En esta evolución Puiggros avanzará en la reivindicación de las montoneras federales y en la ubicación de la contradicción principal a resolver la antinomia liberación o dependencia, que delimita los campos políticos enfrentados a lo largo de la historia. Construirá una interpretación de la historia en la que una corriente nacional de movimientos de masas que representan el autodesarrollo y la independencia se enfrenta a fuerzas cuyo anclaje principal es externo y someten al país a la dependencia política, económica e ideológica. En ese trayecto rompió con el comunismo y se fue acercando al peronismo (en su relato histórico el último y más importante de los movimientos nacionales) al que calificaba de revolución nacional. Esta idea para Puiggros implicaba reconocer que el peronismo había culminado a partir de su triunfo las tareas democrático-burguesas de independencia nacional y de desarrollo económico y que había ido más allá otorgando a los trabajadores una presencia en la vida nacional muy grande y al Estado una participación significativa en el manejo de la economía. Es entonces que consideraba la necesidad de que el peronismo avanzara en una siguiente etapa de profundización de su potencial obrero.
Igualmente es importante matizar su ruptura con el PC. Fue mucho más política e identitaria que ideológica. La idea de liberación nacional ya venía teniendo una fuerte difusión en el Partido Comunista. Por ejemplo, si vemos el trabajo de Ernesto Giudici Imperialismo inglés y liberación nacional de 1940[29] allí el autor plantea una serie de tesis en torno a la guerra mundial y el desarrollo de las contradicciones en Argentina muy cercanas a los planteos de Puiggros: hipótesis del surgimiento de un movimiento populista de masas que impulse la independencia nacional y la industrialización, la contradicción principal liberación o dependencia, el apoyo a la URSS en la guerra pero sin conciliar con el imperialismo inglés, etc. Si bien estas tesis no fueron adoptada por el partido, eran parte del clima de ideas del mismo y solo fueron subordinadas por firme y lineal alineamiento del mismo con Moscú. Vemos entonces que las posiciones de Puiggros no fueron una novedad ni una ruptura absoluta con lo que el PC discutía las décadas anteriores. Tampoco el PC sostuvo, en los cuarentas, más allá de los cambios de la línea “clase contra clase” por la línea del “frente popular”[30], un programa que impulsara la revolución socialista sino que sostenía la idea de que la revolución en Argentina debía pasar por una etapa de revolución democrático burguesa[31] y que por lo tanto la burguesía tendría un rol importante que cumplir en el desarrollo nacional.
Para el PC el problema estaba en que la Argentina era un país agrario y con fuertes resabios feudales. Par los futuros rupturistas y críticos, justamente, la tesis recién mencionada era lo que ataba al PC a inclinarse a posiciones cada vez más reformistas. Eso planteaba Giudici en sus trabajos y lo hizo también Puiggros en los suyos. El tema era que la Argentina en los cuarentas y especialmente con el peronismo había (para estos críticos) superado esa etapa y estaba en condiciones de ir por más. Para Giudici en 1940 “estamos en una situación intermedia, de franca transición entre una economía agropecuaria con evidentes restos feudales (…) a una economía industrial”. Pero en el setenta el mismo autor señala que Argentina es un país capitalista y la tarea que corresponde es estudiar los métodos para la nueva etapa “el frente unitario que se corresponde con ella con vistas a la toma del poder y los medios para llegar a él”: es su ruptura con el PC. La que Puiggros concretó dos décadas antes cuando teorizó al peronismo con “revolución nacional” y culminación de las tareas democrático burguesas planteadas por el partido.
En 1957 Puiggros publicó un artículo en la revista Estrategia en el que delimitó su interpretación del peronismo diferenciada de sus antiguas posiciones en la MOC dando un nuevo paso. Allí calificaba al movimiento de Perón como de liberación nacional sustentado en la clase obrera y consideraba que las limitaciones del mismo podían ser superadas si la clase obrera se constituyera como actor independiente (es importante el contexto en el que fue enunciada esta posición: la clase obrera reafirmaba su identidad peronista y enfrentaba a un  gobierno claramente patronal). En 1958 publicó El proletariado en la revolución nacional en donde reafirmaba el rol progresivo del peronismo y su proyecto burgués nacional, y la necesidad de  constituir a la clase obrera como dirección. En este sentido vemos como Puiggros asume una interpretación de la historia en la cual los hombres son condicionados fuertemente por las condiciones estructurales en las que se mueven: Perón será revolucionario porque la nueva etapa de la lucha de clases en Argentina así lo impone, de la misma forma que tuvo que hacer una enorme cantidad de concesiones a los trabajadores en el 46-55 porque las condiciones se lo impusieron. Planteaba Puiggros: “Si bien (el peronismo) dio a estas luchas en medida extraordinaria, un contenido de liberación nacional, no estableció una separación política neta entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. La conciliación absoluta entre la burguesía y el proletariado es antihistórica y utópica. No existe ni puede existir un Estado equidistantes de las clases (…) Ese equilibrio que buscaba Perón (…)  era sumamente inestable y aleatorio Tarde o temprano tenía que romperse. Entre tanto sometía al Estado a un apolítica oscilante y lo conducía a un callejón sin salida (…) La única garantía que la pirámide de Jauretche no de desplome reside en el papel dirigente de esa conjunción de clases sociales que asuma el proletariado”. [32]
Este será una tesis común a toda la izquierda peronista en los setentas. Decía Carlos Olmedo líder de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en 1971 que “Nosotros pensamos que la doctrina justicialista es la expresión elaborada de una etapa de la experiencia de nuestro pueblo en la que, junto con la afirmación de las tres banderas fundamentales -la justicia social, la independencia económica y la soberanía política (…) se expresa y se concibe la posibilidad de una integración de los intereses de diversas clases y diversos sectores. Si lo que se pretende al hablar de doctrina justicialista, es fijar la historia, detener su curso y hacerle creer hoy a nuestro pueblo que es posible el capitalismo sin explotación, o que los intereses de los dominados y los dominantes pueden conciliarse nosotros decimos que eso no es justicialismo, que la doctrina justicialista ya no interpreta las necesidades del pueblo peronista. Nos parece más correcto decir que eso no es justicialismo, porque nuestro pueblo sabe perfectamente que la doctrina tiene que ser tan viva como la propia realidad y debe adecuarse a las etapas, a los ciclos, a los peldaños de la lucha por la liberación” [33] este es un elemento clave en el pensamiento montonero maduro. Las afinidades que emergen entre el método de interpretación de la realidad argentina de los guerrilleros peronistas y algunos planteos centrales de Puiggros no es sorprendente.
Podemos ver que, si bien en los escritos de Puiggros no aparece una defensa abierta del método guerrillero, ni de sus planteos teóricos se deduce centralmente en el tema de la lucha armada como vía hacia el poder para la clase obrera, si vemos que el intelectual recorrió un trayecto político que lo acerco a los guerrilleros; y que a su vez los guerrilleros que adscribieron al peronismo desde ideas de izquierda encontraron en él un arsenal de herramientas y justificaciones teóricas importante.
En una fecha tan temprana como 1967, con el Che recién caído en Bolivia, Puiggros escribe un artículo para la revista chilena Punto Final[34] en donde emprende una crítica al Partido Comunista por sus definiciones (en un escrito firmado por Rodolfo Ghioldi entre otros) contra el libro de Regis Debray Revolución en la revolución. No encontramos aquí una defensa directa de Debray, sino un ataque sistemático a todas las ideas centrales de la posición comunista. Y a través de este ataque una defensa de los movimientos de masas como el peronista “si las izquierdas latinoamericanas reflexionaran auto-críticamente sobre las causas que las mantienen (…) al margen del proceso histórico descubrirán que una (…) es que se opusieron y se oponen a toda manifestación espontánea del movimiento de masas” agregando que debería ser “encauzarlo y dale conciencia revolucionaria”. Con la misma lógica indirecta defiende a los que se aventuran en estrategias de nuevo tipo como la guerrilla y a los que se alejan de la dirección del PCA en pos de la nueva estrategia: ”Por razones obvias (los dirigentes del PCA) carecen de aptitudes para altar alambrados, escalar montañas o dormir a la intemperie, (…) pero lo menos que podría pedírseles es respeto y comprensión hacia los revolucionarios (…) tropiezan con insalvables dificultades para convencer a los jóvenes que los sigan en caminos sin esperanzas”. El epígrafe de la foto que ilustra su artículo recoge una frase de Fidel Castro en la conferencia de la OLAS de 1967 “Los maduros, los súper maduros se han madurado tanto que se han podrido…”.
Los escritos de Debray en pocos años perdieron consenso entre los partidarios de la lucha armada. A su vez Puiggros enfrenta en este artículo la crítica del PC a cualquier desviación de la estrategia tradicional del partido y no se detiene en analizar a Debray ni a proponer la lucha armada directamente, vemos como en una fecha tan temprana para la Argentina como 1967 nuestro intelectual continúa posicionado dentro de las líneas generales de la “nueva izquierda” y dentro del matiz de la misma que acepta al peronismo y a la guerrilla, no es sorprendente sus afinidades con Montoneros en el futuro.
            Las mismas FAR y Montoneros posteriormente se consideraran como el intento de construir era fuerza política que garantice los intereses socialistas estratégicos de los trabajadores peronistas dentro del movimiento peronista. ¿Cómo era el Frente nacional para Puiggros? En polémica con Frondizi y Milciades Peña reafirma la existencia de una burguesía nacional con contradicciones con el imperialismo y la necesidad de constituir un frente “abarcando todas las clases y sectores que constituyen la nación” frente a las ideas “trozquizantes” de una unidad del proletariado mundial contra la burguesía. Pero se delimita nuevamente del los nacionalistas populares con la definición de la necesidad de la “lucha por la hegemonía del proletariado en el terreno práctico de la conquista de la hegemonía dentro del gran movimiento nacional emancipador”[35]. En el mismo sentido Montoneros planteará su rol dentro del peronismo. Montoneros explicaba el carácter del peronismo en la lucha por la liberación nacional de la misma manera. Planteaban existe el movimiento peronista con un conductor que es Perón, que además es el líder de los trabajadores; pero también está Montoneros, que es la vanguardia y garantía de la hegemonía de los intereses obreros, y el Frente de liberación nacional que no es el peronismo sino un espacio que se cruza con él pero no coincide totalmente y debe incluir a otros sectores de izquierda y fracciones de la pequeña y mediana burguesía no peronista. Y más adelante escribían “la contradicción entre FATE y Good Year es clara, pero entre FATE y Fiat no, porque FATE le puede hacer los neumáticos a Fiat, en cambio uno compra neumáticos a FATE o a Good Year”[36] (debemos aclarar que FATE era nacional, propiedad de José Ber Gelbar, y Good Year extranjera). De esta forma Montoneros definía la contradicción principal y como constituía su alianza de clases, la cual “es definida como (la alianza) de fuerzas del imperialismo con sectores de la oligarquía y la gran burguesía nacional que están asociados al imperialismo en contra del resto de la nación, es decir, los trabajadores, pequeña y mediana burguesía” una aplicación práctica de las ideas de Puiggros.

Algunas tesis fundamentales

Un aporte decisivo a la cosmovisión de la izquierda peronista fue la distinción conceptual entre las causas internas y las causas externas del devenir histórico de una formación social. Esta distinción y el eje puesto por Puiggros en las causas internas fueron decisivos para la articulación del marxismo con el sentido común del peronismo en la resistencia. Justamente Puiggros atribuía las dificultades que tuvo la izquierda clásica para comprender al peronismo, en el hecho de ver todos los acontecimientos internos como reflejos de lo ocurrido en otros lugares. El peronismo había sido nazifacismo para el PC y el PS al interpretar las contradicciones internas a la luz de las contradicciones europeas. Por eso para Puiggros “a los políticos que se valen de la historia y la economía como muletillas para justificar militancias ajenas o contrarias al devenir nacional, les viene de perilla las tesis de los economistas e historiadores que ocultan o subestiman la función determinante de las causas internas en el desarrollo de la sociedad”.
Señalaba que: “las causas externas intervienen en los cambios sociales por intermedio de las causas internas y en la medida que estas últimas se lo permiten”. Amparándose en la autoridad de Lenin, esta operación era intrínseca a la “ley general de la dialéctica” de estudiar “la contradicción en la esencia misma de las cosas”. Así desde esta posición criticaba  a la izquierda tradicional en su práctica política “nunca fueron capaces de asociar las causas externas con las causas internas, ni hacer que las causas externas fueran absorbidas por las causas internas, ni que el socialismo se realizara partiendo de las condiciones materiales del desarrollo social argentino”[37]. Tarea a la que él intentaba abocarse en los años subsiguientes y que definimos como la configuración de un nuevo bloque histórico.
Pero es Mao Tse Tung en su tesis Sobre la contradicción, donde se encuentra mas desarrollada la concepción que Puiggros elaborada para explicar la relación de la izquierda con las masas populares en la historia argentina. El líder Chino planteaba que “según la dialéctica materialista, los cambios en la naturaleza son ocasionados principalmente por el desarrollo de las contradicciones internas de ésta, y los cambios en la sociedad se deben principalmente al desarrollo de las contradicciones internas de la sociedad, o sea, las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre las clases y entre lo viejo y lo nuevo. Es el desarrollo de estas contradicciones lo que hace avanzar la sociedad e impulsa la sustitución de la vieja sociedad por la nueva. ¿Excluye la dialéctica materialista las causas externas? No. La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquéllas actúan a través de éstas”[38]. La diferenciación entre tipos de causas que planteaba en Historia crítica… está claramente emparentada con la concepción maoísta aunque en el desarrollo puigroseano de la misma el foco es puesto más fuertemente en el aspecto nacional. No existen referencias directas de Puiggros a Mao que nosotros hayamos detectado. Pero consideramos que la tesis de Mao data del 1937, del 49 el triunfo de la revolución China y una mente atenta podía ver la distancia existente entre la estrategia del PC chino y la recomendada por la URSS. Puiggros al igual que Mao nunca abandonó el ideal de ortodoxia marxista; por lo tanto la afinidad de las tesis de las causas internas puigroseana y maoísta es evidente. Teniendo en cuenta la erudición de Puiggros es probable una influencia no declarada del líder chino sobre intelectual el argentino[39]
En el capítulo “El imperialismo como categoría histórica” del Proletariado en la revolución nacional[40]  diez años después de la publicación de Historia crítica… Puiggros delimita nuevamente las implicancias de las causas internas frente a nuevos impugnadores de izquierda como Silvio Frondizi (y también Milciades Peña). Frondizi había presentado recientemente su tesis de la “integración mundial capitalista” en su libro La realidad Argentina. Un ensayo de interpretación sociológica. Para Frondizi el capitalismo tendía a la mundialización bajo la potencia rectora de los EEUU y de la misma forma la lucha por el socialismo debía tender a la internacionalización. Puiggros carga duramente contra esa teoría acusándola de ser un “espejismo infantil de una lucha imaginaria entre un capitalismo que se integra y un socialismo que se internacionaliza”, insistiendo en el carácter nacional de la lucha. El carácter progresivo que Puiggros ve en el nacionalismo de los países coloniales o dependientes es desarrollado en el capítulo tres “El nacionalismo y los cambios sociales” de El proletariado… donde nuevamente polemiza con la izquierda no nacionalista tanto tradicional como nueva. La defensa puiggroseana de los movimientos nacionales y del nacionalismo de los países oprimidos parte de la misma base teórica la tesis de las causas internas. La adscripción universalista era atribuida por los marxistas nacionalistas a los marxistas no peronistas y por Montoneros al PRT y fue un caballito de batalla que se repite en las discuciones de la guerrilla peronista con los perretistas[41].

Su crítica al mecanicismo comunista no lo distanció de su convicción de la necesidad histórica del socialismo. “La interpretación idealista de lo universal ha constituido desde su nacimiento la modalidad esencial de los intelectuales y dirigentes de los partidos socialista y comunista en la argentina. Salvo excepciones aisladas que todavía no se proyectan en un gran movimiento de masas. Esto dirigentes e intelectuales conciben al socialismo y al comunismo, como universales, que tarde o temprano obligarán al país a entrar por su camino y no como FRUTOS INEVITABLES del desarrollo de lo singular en nuestra sociedad. Repudian lo singular por contradictorio impuro y adoran o universal por exento de contradicciones e inmaculadamente abstracto” [42].  Entonces sus críticas iban orientadas mas bien, no al núcleo duro del marxismo, sino a la utilización de él dada por la izquierda argentina. Según Puiggros este planteo “mecánico” disolvería la contradicción permanente que existió entre la “causa interna” del desarrollo nacional y la “causa externa” de la intervención imperialista. Para él la ley de la dialéctica gobernaba a relación entre ambas pero el origen de proceso debía iniciarse desde adentro de la materia, desde  lo nacional.
 Por eso “La revolución industrial presenta dos caras (…) la del nacimiento del capitalismo y la de su decadencia y muerte del capitalismo y la génesis de la revolución socialista. La primera corresponde a los orígenes capitalistas  de los países calificados actualmente como “desarrollados”  y la segunda impele a los países clasificados actualmente como “subdesarrollados” a alcanzar y superar a aquellos más allá del capitalismo”[43]. Esta definición marca la concepción de Puiggros respecto a la NECESARIA tendencia al socialismo y en ese sentido continúa con la tradición filosófica más dura del marxismo. Lo que Puiggros acentúa y modifica es la tendencia (también necesaria) socialista de los procesos de liberación nacional y descolonización de los países oprimidos durante el periodo de posguerra. Es claro que sus ideas se originan a partir de las tesis de la Tercera internacional comunista respecto de los países oprimidos. También la podemos relacionar con los planteos Montoneros y de las FAR (y de la izquierda peronista en general) respecto a la necesaria tendencia socialista que el movimiento de Perón tomaría al ser nacionalista e industrialista[44].


Puiggrós sostenía que las causas externas de la era del imperialismo obtenían su eficacia a través de las internas. Y, en contradicción con ello también se presentaban tendencias interiores que propendían al “autodesarrollo” y, por ende, a la liberación nacional. Como vimos el privilegio otorgado a las causas internas, encontraba buena recepción en un ambiente en el que el nacionalismo peronista se transformaba en sentido común de muchos sectores y en el que la intelectualidad rompía con las visiones clásicas y buscaba una relectura de la propia sociedad. De la misma forma que los procesos que rompían con la ortodoxia pro soviética eran releídos en clave de liberación nacional en los círculos intelectuales y militantes de la nueva izquierda.
En su avance a la plena identificación como miembro del amplio arco del movimiento peronista Puiggros ajusta su explicación histórica encontrando una línea de evolución que preanuncia las tareas políticas y organizativas del momento para el peronismo revolucionario. Si en Historia crítica… ajusta cuentas con su pasado y presenta una matriz teórica explicativa de los procesos históricos con la que replantea la cuestión nacional. En El proletariado en la revolución nacional avanza en dos sentidos fundamentales y complementarios: en la presentación de movimiento obrero peronista como expresión de la conciencia de clase revolucionaria propia de las causas internas de nuestro país y en la presentación del Estado peronista como una herramienta en disputa entre obreros y burgueses.
Las concepciones puiggroseanas respecto del Estado peronista se encuadraban en una concepción de Estado como aparato o herramienta “el Estado en si no puede ser calificado de progresista o reaccionario, de opresor o emancipador. Todo depende de su contenido de clase y del carácter de su intervención en la vida económico-social. Puede conducir al socialismo o impedirlo…”[45]. Como la industrialización en los países oprimidos implicaba tendencias socializantes en sí, y la herramienta por antonomasia para romper con la dependencia y el atraso impulsar esa industrialización era el Estado, este debía ser “inevitablemente el arma del proletariado (…) para construir la nueva sociedad socialista”[46].
             Y más adelante continuaba, “La planificación peronista fue parcial, dejando amplio margen a la economía y la propiedad privadas. (…) Pero aún la gestión privada (…) no puede desenvolverse, entre nosotros, sin la protección y ayuda del Estado” se refiere a la industria no monopolista ni vinculada al capital extranjero la “creadora”. Aquí aflora la idea de una economía de transición, mixta con fuerte orientación estatal, una economía de transición cuya afinidad con la idea de capitalismo de estado popular también “de transición” pregonaba Montoneros en 1973[47]. “La efectividad de la lucha antiimperialista descansa en nuestra capacidad para organizar las condiciones internas (…) no solo desarrollar las bases económicas propias, sino también tratar con las empresas extranjeras y absorber capitales del exterior (…) con la meta de acelerar el fortalecimiento económico y financiero del país”[48].
Esa interpretación fue la hecha por Montoneros en relación a las posibilidades del pacto social: un espacio de tiempo que permitiera el nuevo estado acumular los recursos necesarios para realizar la transición. Hipotetizaban los guerrilleros peronistas en 1973 que “derrotar al imperialismo significa derrotar a un sector importante de la patronal (...) se estatiza o se socializa (...) Es decir determina esa realidad de estructura que el proceso de liberación nacional sea tendiente al socialismo. No existe otra posibilidad porque no existe la posibilidad de capitalismo nacional, esto es así porque la burguesía de un país dependiente no tiene la acumulación de capital suficiente para independizarse del imperialismo, es decir tiene que competir en términos mundiales (...) En consecuencia hay que desarrollar un proyecto cuyo sistema socioeconómico, político, sea distinto al anterior”. Al igual que Puiggros Montoneros entendía que la hipotética revolución no iba a establecer un régimen socialista de inmediato, de ahí que la definiera claramente como de “orientación socialista”, considerando que se debía proponer una teoría de la transición. “Habrá que recorrer una etapa de transición desde una estructura capitalista liberal y dependiente hacia una estructura socialista independiente”.
Y más adelante Puiggros, en el capítulo sobre le peronismo de El proletariado… vuelve sobre otra de las ideas fuerza que esgrimía en defensa del gobierno de Perón al interpretarlo como un paso hacia el socialismo. Afirmaba que “nacionalizar no equivale a socializar en el pleno sentido de la palabra (…) capitalismo de estado es todavía capitalismo, pero un capitalismo que (…) trae en sus entrañas elementos del socialismo”[49]. Es decir las estatizaciones por un lado mostraban el carácter progresivo. Y por otro Puiggros se pregunta “¿Cuál era (…) la clase económicamente dominante?” durante el gobierno de Perón y como era la ecuación de fuerzas en esa época. Y responde que la enorme presencia del movimiento obrero organizado en el origen del peronismo y la necesidad de apoyarse en él para realizar las tareas de la “revolución nacional” hacia que el estado justicialista tuviera una condición ambigua “una tendencia a buscar el equilibrio entre las clases, a colocarse por encima de las clases”  (…) “estableciendo un equilibrio inestable y provisorio entre la burguesía y el proletariado, equilibrio sin perspectiva histórica, correspondiente a una etapa de transición”[50], pero que implicaba matizar el carácter estrictamente burgués que desde el resto de la izquierda se le adjudicaba.

Dos polémicas para definir límites
Es una polémica interesante la que sostuvo Puiggros con Arturo Jauretche en 1957. En ese momento es el de la transición de Puiggros hacia su identificación como parte del movimiento peronista y cuando Jauretche jugaba sus fichas en el desarrollismo frondizista. El ex Forjista acusaba mordazmente como era su costumbre al historiador de marxista marginal al movimiento y obrerista abstracto, defendiendo un programa de frente nacional encabezado por la burguesía nacional. Puiggros recogiendo el guante respondió “Ya que usted no quiere escrutar las causas de su fracaso, le ahorraremos el trabajo. Dice en su libro Los profetas del odio (pág. 131): “Ni el proletariado, ni la clase media, ni la burguesía por sí solos pueden cumplir los objetivos comunes de la lucha de la liberación nacional”. Su información es incuestionable. (…). Pero nuestras discrepancias comienzan cuando usted agrega que “el movimiento debe revestir la forma piramidal” y luego actúa como si la base de la “pirámide” -la clase obrera- tuviera que estar subordinada a la cúspide, o sea a la clase media o a la burguesía. Porque el quid de la cuestión consiste en que ese movimiento no es estático, sino extraordinariamente dinámico. Dentro de él hay fuerzas sociales que se disputan la dirección, quiéralo o no usted. Por ejemplo: el voto en blanco fue el 28 de julio una manifestación de la independencia y del poder de la clase obrera y no un renunciamiento o ruptura del movimiento nacional liberador. (…) Usted, doctor Jauretche, concibió su pirámide desde el punto de vista del interés de la burguesía y la clase media. Por eso su pirámide se derrumbó, como castillo de naipes, ante la decisión de la clase obrera. Y su fracaso será mayor si insiste en organizar el movimiento en forma piramidal sobre las espaldas de los trabajadores.[51]
La concepción de frente de liberación nacional de Puiggros es clara en esta polémica como años después lo desarrolló en El proletariado… También se mantiene firme su idea fuerza de cómo debe evolucionar naturalmente el peronismo hacia un movimiento con hegemonía obrera, o mas bien con una conducción que garantice la hegemonía obrera. Concepción que mantendrá hasta el final de sus días y que fue la piedra de toque de toda la izquierda peronista. Es bueno aclarar que Jauretche virará hacia posiciones más de izquierda en los años siguientes.
En 1965 desde México Puiggros establece una nueva polémica destinada a hacer escuela. Entra en debate con André Gunder Frank en torno a la definición de los modos de producción en América latina. En esta polémica se enfrentan dos concepciones generales: la idea del modo de producción capitalista vista a través del sistema mundial y la circulación de mercancías y la concepción del modo de producción definido desde adentro del mismo a través de la relaciones de producción[52].
Dice Puiggros “No podía haber definido con mayor exactitud el abismo que nos separa: el doctor Frank parte del "sistema mundial" y nosotros partimos de los modos de producción que se crearon en Ibero América con la colonización hispano-portuguesa. Su punto de vista es el de la mentalidad colonial —mentalidad metafísica— que ve en las sociedades latinoamericanas meros reflejos de Europa, de los Estados Unidos o de los países socialistas, cuyo destino está unido desde el origen a causas externas decisivas.”
Más adelante en el mismo artículo plantea el posible funcionamiento de las abstracciones y su relación con el proceso concreto “Los esquemas históricos no carecen de valor como instrumentos de investigación y bases para reunir los caracteres comunes de determinada formación social. Son, por el contrario, imprescindibles en el proceso de generalización y abstracción, pero siempre que se vea en ellos nada más que la clasificación abstracta de una realidad riquísima en matices y se tenga presente el mundo de contradicciones que hierve debajo de ellos.”[53] Aplicando aquí su interpretación de la vieja discusión en torno a los universales entre realismo y nominalismo, que también será retomada por Olmedo en las discusión con el ERP “La ilusión de una política marxista universal lleva a estos errores  metodológicos, (…) Resulta que para estudiar la sociedad argentina en su composición y movimiento hay que empezar... por la situación de la economía capitalista mundial y la lucha revolucionaria internacional. (…).”
Plantea más adelante Olmedo en el mismo artículo que “Consecuentemente con esto, el punto de partida de cualquiera de nuestros análisis está situado en la sociedad argentina real y concreta y nuestra estrategia se basa ante todo en el estudio y conocimiento de las peculiares condiciones en que nuestra patria se desenvuelve.”. Vemos que tanto para Puiggros como para Olmedo podríamos seguir pensando en la influencia del pensamiento maoísta ya que Mao planteaba que todo parte de los concreto y la abstracción debe volver a los concreto para verificarse y seguir desarrollándose. Pero creemos que a esa conclusión se puede llegar desde varios puntos de partida diferentes, en cambio el aspecto del pensamiento puigroseano relacionado con las causas internas es similar al de Mao no solo en el concepto sino en la forma en que es enunciado.
La polémica con Gunder Frank es parte del esfuerzo de Puiggros de poner el eje de la reflexión histórico política en las causas internas. Este esfuerzo es acompañado por otro, más moderado esfuerzo, de matizar el determinismo comunista.  Recupera, entonces, dos elementos muy poco trabajados en la época: la transición al socialismo desde las economías capitalistas atrasadas contemporáneas (muy útil a las organizaciones guerrilleras que luchaban por la revolución socialista) y la categoría de modo de producción asiático[54].  En ambos casos Puiggros planteaba una renovación dentro de la ortodoxia, rechaza la existencia de un modo universal de concebir la evolución de las sociedades (como el comunismo soviético y sus seguidores argentinos) pero no incorpora las posturas más heterodoxas. Adapta las tesis más generales (como la de los cinco estadios) a la realidad política Latinoamericana de movimiento revolucionarios prosocialistas. Y adscribe a la idea de particularidades específicas que escapan a la categorización universal de los cinco estadios y por ello se vale de un redescubrimiento de la época que le permite un punto de partida local para estudiar el periodo  precolonial: el modo de producción asiático. O sea, si bien mantiene la  concepción de evolución necesaria se aleja de doctrina comunista formal de evolución necesaria y universal rescatando categoría que le permitan explicar evoluciones nacionales particulares, sobre todo para los países oprimidos. Entonces, de la misma forma y con estas concepciones puede ver al peronismo como una transición necesaria y pensar dos etapas del mismo Una democrático burguesa agotada en 1955 y otra necesariamente más avanzada que debería surgir con el nuevo peronismo de la resistencia con hegemonía y dirección de orientación obrera.
En Historia crítica… escribía que los “derechos sociales y las conquistas gremiales que otorgó (Perón) a los obreros de la industria y el agro fomentaron en ellos la ilusión de que podían esperar de Perón  (…) el gran cambio revolucionario al que aspiraban…”[55] y en el mismo apartado insistía sobre las limitaciones de la pareja gobernante como la ausencia de una concepción que permitiera un avance a una etapa superior que garantizara los intereses obreros. Es en estas ideas donde el marxismo de Puiggros se hace más consecuente con las ideas de la tradición comunista que el propio comunismo vernáculo: Para Puiggros el rechazo integral del Partido comunista argentino y del Partido socialista, en el esquema evolucionista sostenido por la izquierda hasta entonces, iba en contra de la evolución natural del capitalismo argentino y alejaba al país del socialismo.
En este plano sus tesis redondean su confluencia con las de la izquierda peronista y de Montoneros “El partido tiene una determinada relación con la clase obrera que se caracteriza por: Su objetivo (el socialismo) y su plan de conjunto para lograr ese objetivo. El plan debe incluir. A) la experiencia de las masas y su forma de organización (en nuestro caso el peronismo y hoy el movimiento montonero) b) El programa que permite aglutinar en torno a la clase obrera y al pueblo al máximo de fuerzas sociales posible en función del enemigo principal (programa antioligarquico y antiimperialista de transición al socialismo)”[56] Los dos ítems que transcribimos del manual de formación montonero complementan una serie de afinidades y confluencias entre las ideas aportadas por Puiggros y las doctrinas montoneras maduras. En este caso, la creación de una organización inscripta dentro del movimiento peronista que garantice los objetivos socialistas a través de una teoría clara y la necesidad de un frente nacional con otras clases. 
Podemos ver la coherencia de los planteos básicos de Puiggros en sus trabajos fundamentales. En el primer artículo de polémica con Gunder Frank escribe “Le escribía Marx al ciudadano Maurice Lachâtre, editor de El Capital en francés: "En la ciencia no hay calzadas reales, y quien aspire a remontar sus luminosas cumbres, tiene que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos". Pensaba, sin duda, en los hombres de su tiempo que, seducidos por los esquemas del positivismo comtiano (…) una vez establecido lo general, sólo restaba introducir dentro de su contexto las nuevas particularidades que fueran apareciendo (…) No imaginaba Marx que su crítica tendría en el futuro que aplicarse a quienes invocaran su nombre para realizar la operación inversa a que él sometió al idealismo dialéctico de Hegel…”[57]
Estos “senderos escabrosos” propuestos por Puiggros para la investigación académica marxista, van de la mano sin dudas, con el sendero escabroso de articular socialismo y peronismo. Es en este sentido que el Peronismo pensado como estructura de transición, “de una estructura capitalista liberal a una socialista independiente”  o sea una estructura de capitalismo de Estado con planificación, (como planteaban los montoneros hacia mediados de 1973) exigía una serie de concesiones discursivas e identitarias, que Puiggros (y los Montoneros) realizaron hasta el 74. Indudablemente un sedero escabroso, que hoy desde el fracaso que implicó su elección, podemos criticar. Pero que sin dudas en el momento histórico atrajo a una cantidad nada despreciable de militantes e intelectuales que, a semejanza de Puiggros, de ninguna manera renegaban de su marxismo. Por el contrario, como explicaba Olmedo en la discusión con el ERP del 71, lo que intentaban realizar era la adaptación de las tesis del marxismo a las condiciones del proletariado argentino tal como era condición si se adscribía a las tesis de las causas internas y se partía de las condiciones particulares: “Como le digo, constituíamos parte de un conjunto de pequeños grupos articulados, coordinados, dentro de los cuales la discusión acerca del problema nacional se venía dando con un signo bastante positivo. Y el Cordobazo termina por nacionalizarnos, constituye un peldaño de nacionalización de enorme valor para nosotros. Nuestra organización se considera expresando lo que podríamos llamar una estrategia de nacionalismo revolucionario. En la Argentina, el nacionalismo revolucionario implica la valoración positiva de una experiencia fundamental de nuestro pueblo, que es la experiencia peronista.”[58]

Entonces, las conclusiones que Puiggros transmite en Historia crítica…  y que tanto influenciaron en las décadas siguientes a la izquierda peronista, iban en el sentido de redefinir lo que debía ser la práctica militante de los revolucionarios en Argentina. Su crítica al cosmopolitismo y exterioridad a la clase trabajadora de los partidos de izquierda (a cuyo estudio dedica gran parte de su trabajo) tenía una propuesta explícita. Primero que la militancia revolucionaria no se podía hacer desde la negación política de los movimientos populares. El dedicó gran parte de su obra a definirlos. Estos eran pensados como un frente de fuerzas nacionales que operan positivamente en la resolución de la contradicción principal (liberación o dependencia). En segundo lugar, que la identificación absoluta con el movimiento y su líder poseía límites infranqueables sin una alteración de los rasgos ideológicos burgueses y burocratizantes. El fracaso del régimen peronista en perpetuarse en el poder se debió a las deficiencias de su programa político, es decir, a la falta de una teoría revolucionaria como guía de la voluntad de transformación[59]. Fueron estas conclusiones parte del acervo político de la izquierda revolucionaria peronista y especialmente la convicción que llevó a Montoneros al enfrentamiento con la burocracia, el sindicalismo y Perón. No es casual que Puiggros haya terminado su militancia como parte de las estructuras amplias de la organización.
Volviendo al Olmedo y la polémica con el ERP el dirigente guerrillero escribía que existen “Dos concepciones sobre el papel que juegan los factores nacionales en la elaboración de la estrategia y la táctica del movimiento revolucionario argentino. Desde que el movimiento obrero argentino toma parte activa en la política nacional, el papel que juegan los factores específicamente nacionales en la determinación de una estrategia y la táctica del movimiento revolucionario, ha sido permanentemente la piedra de escándalo. Parejo con este problema corre otro; de la valoración de la experiencia histórica de la clase trabajadora argentina y del movimiento peronista.” No podemos dudar de la perfecta afinidad de estas definiciones políticas de las FAR con las interpretaciones de Puiggros diez años antes en El proletariado….
También podemos pensar que la década del sesenta y los primeros setentas es un periodo donde la relectura del pasado reciente hizo que muchos jóvenes marxistas sintieran una fuerte atracción por el peronismo de composición eminentemente obrera en sus bases y perseguido. Para los que daban el paso final al peronismo y más aún proviniendo del PC como muchos de los dirigentes de las FAR Puiggros debió ser un vehículo de transición con un lenguaje y categorías conocidas.


Conclusión

A lo largo de este artículo hemos trabajado la hipótesis de Rodolfo Puiggros como un intelectual que luchó por constituirse en articulador de una nueva hegemonía. Es en ese sentido que trabajamos el tema de la constitución de un nuevo bloque histórico en el marco de una crisis orgánica que afectó nuestro país en esas décadas.
La influencia de Puiggros tampoco debe ser sobredimensionada. Junto a él pueden aparecer varios intelectuales más del marxismo nacionalista y otros del nacionalismo popular. Algunas de sus ideas no lograron hacer escuela como su no aceptación de Juan Manuel de Rosas dentro de los líderes populares a reivindicar.
Esto nos remite a su apego a las categorías marxistas más allá del romanticismo nacionalista que teñía los relatos históricos de la época. Rosas no podía dejar de ser analizado como un terrateniente y difícilmente entraba en la necesaria etapa de progreso capitalista liberal independiente que Puiggros consideraba posible frente al liberalismo pro británico y cosmopolita triunfante en el siglo XIX. Por eso la historia de Puiggros empieza con la argentina moderna hacia fines del siglo XIX o se remite al pasado colonial y las décadas de la independencia.
Puiggros nunca dejo de reivindicarse como la verdadera ortodoxia marxista. En realidad la hipótesis comunista de desarrollo por etapas y revolución democrático burguesa tuvo un mejor defensor en él que en el PC oficial. El peronismo ser aproximaba a ese intento. Puiggros así lo vio y apoyó el proceso, el PC contradictoriamente con su teoría permaneció ajeno.
Dos ideas claves, la de los universales y la de las causas internas, fueron sin dudas las de más influencia política y las que hemos leído en los documentos más importantes de las organizaciones guerrilleras peronistas como el debate de las FAR y el ERP de 1971, la “Charla a los frentes” de la conducción nacional de Montoneros del 73 y el Manual de instrucción para oficiales y soldados de 1976
La categoría modo de producción asiático también es recuperada por Puiggros en clave de renovación y reafirmación de la ortodoxia. A través de ella logra interpretar una realidad americana que no entra en la teoría de los cinco estadios  soviética y consigue pensarla en clave de causas internas.
En ese sentido creemos que la trayectoria de Puiggros esta marcada por la coherencia. Su evolución hacia el peronismo no le implica un abandono del marxismo en términos de método de análisis más allá de sus apuestas políticas o de la no verificación final de sus ideas sobre el peronismo. Debemos recordar que este fracaso se enmarcó en el fracaso final de toda la nueva izquierda política e intelectual.
Si un intelectual se define según Gramsci como formando parte de un bloque histórico determinado y todas las categorías de intelectuales tienen en común un vínculo más o menos estrecho con una clase social fundamental, Puiggros buscó ser intelectual de la clase obrera peronista. El fracaso del proyecto de la nueva izquierda y específicamente el de la izquierda peronista lo vemos como la no constitución de un nuevo bloque y la no consumación de su rol como vínculo entre la estructura y la superestructura. Esto es parte del fracaso de los proyectos revolucionarios de la época.
Según Gramsci los intelectuales forman una capa social diferenciada ligada a la estructura –las clases fundamentales en el campo económico- encargada de elaborar y administrar la superestructura que dará a esta clase homogeneidad y la dirección del bloque histórico. Puiggros desplegó sus ideas y su rol de militante en ese sentido. Sus tesis hicieron en parte la política de organizaciones concretas que buscaron ser el “intelectual colectivo” que lograra que la política socialista hegemonizara un movimiento como el peronista (leído en clave de MLN).
Propone Raymond Williams refiriéndose a la relación de la evolución de las ideas revolucionarias y los intelectuales con la clase revolucionaria o ideas simples potencialmente revolucionarias, que “Las propias y complicadas relaciones de Marx y Engels con el carácter revolucionario del proletariado europeo (…) constituyen un ejemplo sumamente práctico de la precisa dificultad (de la relación intelectuales clase obrera y de la formación de sus ideas).” Los intelectuales argentinos de los 60 tuvieron esa misma dificultad, que es del surgimiento y consolidación de lo nuevo y contrahegemónico. Igualmente el grado de represión que sufrió nuestra sociedad habla del riesgo que vieron nuestras clases dominantes y que iba mucho más allá del accionar guerrillero.
Consideramos que las posiciones políticas de Puiggros lo llevaron a converger con las políticas de Montoneros. En este sentido no estamos de acuerdo con algunas interpretaciones que ven la influencia de la opción montonera de los hijos de los intelectuales maduros (Puiggros, Walsh, Oesterheld, etc.) justificatoria de lo que habría sido una opción inmadura. Puiggros como veremos en este artículo fue convergiendo con los revolucionarios peronistas desde una aproximación política hasta terminar como referente del movimiento montonero en el exilio. En 1975 apoya públicamente al Partido peronista auténtico. Su hijo Sergio muere combatiendo como oficial de montoneros en 1976. En 1977 dirige la rama de profesionales, intelectuales y artistas del Movimiento Peronista Montonero, agrupando a Juan Gelman, Pedro Orgambide, Norman Brisky y Silvia Berman. Luego se suman Pino Solanas, Rodolfo Walsh. Miguel Bonasso, Héctor Hoesterheld, Paco Urondo y muchos más. Pasa a formar parte de la mesa de conducción del Movimiento Peronista Montonero con Yager, Perdía, Obregón Cano, Vaca Narvaja, Bidegain, Pereyra Rossi y Firmenich.
Finalmente transcribimos extractos del discurso de Puiggros de homenaje a Santucho en 1977 “…de las entrañas fecundas de nuestro pueblo nacen y nacen los arquetipos de la sociedad del mañana, los héroes de la Patria Socialista. El martes próximo se cumple el primer aniversario de la muerte en combate de uno de los más grandes de ellos (…) Mario Roberto Santucho y en él, a los héroes que dieron su vida y a los millares que luchan en todos los rincones de nuestra República, día a día más numerosos, convencidos y combativos por una sociedad soberana y justa. Santucho nos dejó un ejemplo que perdurará a través de los siglos. El ejemplo de los revolucionarios auténticos, de los que se entregan a su causa con pasión integral, de los que no miden los riesgos, ni esperan que otros se jueguen por ellos en nombre de una falsa superioridad intelectual. Santucho creyó en la unidad de la teoría y la práctica, y si entre nosotros pudo haber diferencias tácticas o hasta ideológicas, no existen fronteras que nos separen en la guerra (…) vemos en él un adelanto del argentino que hoy resiste y pronto barrerá de nuestra tierra a los agentes del coloniaje y de la opresión para que reine la paz y pueda la inteligencia desterrada volver para que la Patria querida sea el hogar de la humanidad integrada y superior. Homenajeamos en Mario Roberto Santucho a nuestros muertos que vivirán eternamente en la memoria de los argentinos. A latinoamericanos de la gloria mundial de los Che Guevara y los Camilo Torres (…). Y a nuestros muchachos y muchachas que preparan la victoria final sin medir los sacrificios.”[60]
Este discurso expresa claramente la visión política de un marxista nacionalista hacia el final de sus días, en el confluyen elementos de épica revolucionaria, de nacionalismo, de convicción en el progreso, de lucha de clases y de reafirmación de viejas convicciones en la estrategia socialista en el marco de la liberación nacional. Y preanuncia el sacrificio hecho por los militantes montoneros en la contraofensiva. El homenaje a Santucho, un Marxista duro, que sin dudas hubiera polemizado con Puiggros tanto en su visión de la historia como la del peronismo y del frente nacional, nos remite además a una visión de compartir un lugar común, que en Puiggros era mucho menos la lucha armada, que la convicción de la revolución socialista.




[1] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel, Puebla, Ed Era, 1999. pag. 164.
[2] Christopher Hill, Los orígenes intelectuales de la revolución inglesa, Barcelona,. Grijalbo, 1980.
[3] Para una explicación de las contradicciones del primer peronismo ver el artículo de Luis Brunetto “Crecimiento y control salarial en la economía peronista” UNTF. 2008
[4] Como los agrupados en la revista Contorno del Centro de estudiantes de Filosofía y Letras.
[5] La Comunidad organizada se puede sintetizar en la idea de una sociedad capitalista con una fuerte presencia del Estado que regula las pautas de acumulación de la burguesía y redistribuya el ingreso nacional entre sus diferentes fracciones y entre la burguesía y los trabajadores.
[6] Premisas peronistas que el general nunca abandonó: la “tercera posición” ni socialismo ni capitalismo de libre mercado, las “veinte verdades” y la concepción de la lucha de clases como un mal evitable. Se puede consultar Perón, Juan, La tercera posición, la constitución del 49, Brevario justicialista. Bs. As. Ed. Nuevo Patrimonio. 1964. Perón, Juan, La comunidad organizada, Bs. As. Secretaría Política de la Presidencia de la Nación, 1974. Perón, Juan, Conducción política, Bs. As., Ed. Freeland, 1971.
[7] Se debía lograr una tasa de inversión mayor (en cada industria y hacia nuevas ramas) y esto solo podía ser a través de recortar beneficios obreros o avanzar en una mayor apropiación del Estado sobre la clase capitalista.
[8] Varios debates cruzaron el campo de la izquierda en ese entonces, los más generales giraban en torno al etapismo en la revolución, el socialismo en un solo país, el debate y ruptura chino-soviético, la política rusa de coexistencia pacífica y las invasiones a Hungría en 1956 o Checoeslovaquia en 1968.
[9] Thwaites Rey, Mabel; “La noción gramsciana de hegemonía en el convulsionado fin de siglo” en Gramsci mirando al Sur. Sobre la hegemonía en los 90. K&ai Editor, Colección Teoría crítica, Bs. As., 1994.
[10] Gramsci, Antonio, Cuadernos de la cárcel. Ed. Era. 1999
[11] Ver Sigal Silvia, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991. Altamirano, Carlos Peronismo y cultura de izquierda ed Temas Buenos Aires 2001
[12] Carlos Astrada murió en 1970 por lo tanto su participación en las formaciones de la nueva izquierda no pudo verificarse, pero fue sin dudas uno de los pocos relevantes intelectuales marxistas que en el periodo 45-55 se enrolaron en el movimiento de Perón. En 1947 es profesor de Gnoseología y Metafísica y director del Instituto de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Interviene decisivamente en la organización del I Congreso Nacional de Filosofía, que tiene lugar en Mendoza en 1949. En 1956 es expulsado de sus cargos por la Revolución que había tenido lugar el año anterior. Viaja a Moscú, poco después a Shangai y Pekín, donde se entrevista con Mao Tse-Tung. Adoptará las tesis marxistas maoístas y rechazará a las corrientes denominadas “marxismo occidental” sean gramscianas, sarteanas o altusserianas. En los sesentas revió parte de su anterior adscripción peronista acrítica.
[13] Eduardo Artesano rompió con el PCA en el mismo proceso que Puiggros y fue parte del MOC. También seguiría el derrotero que llevó a muchos de los disidentes hacia el peronismo, pero en su caso buscaría un anclaje político y teórico en el maoísmo en forma explícita. Su trabajo Manual de la militancia política Ed. Relevo Bs. As. 1973 fue la más audaz intención de ver el peronismo a la luz del maoísmo.  Aparece como un compendio de citas de Mao y Perón encuadradas en la lógica de la dialéctica del líder chino para dar respuesta a la formación de un militante peronista en temas inmediatos. Su acercamiento a peronismo y la identificación de este movimiento como movimiento de liberación nacional es mas fuerte que en Puiggros y aún que en la mayoría de los lideres guerrilleros peronistas del setenta. Ver, además del manual ya mencionado, Ensayo sobre el justicialismo a la luz del materialismo histórico,  Historia de la independencia económica, Juan Bautista de América. entre otros. Muestran un nacionalismo escencialista al que es ajeno Puiggros.
[14] Puiggros, Rodolfo Historia crítica de los partidos políticos argentinos, Buenos Aires, Argumentos, 1956.
[15] Para más información sobre la etapa peronista de Hechos e Ideas ver a Cattaruza Alejandro “Una empresa cultural del primer peronismo: la revista Hechos e ideas 194-1955” Revista complutense de historia de América N 19
[16] Se puede consultar a Carlos Altamirano Peronismo y cultura de izquierda. Adriana Puiggros y  Jorge Bernetti Peronismo cultura política y educación Bs. As. Galerna 1994.  “¿Aliados o enemigos? Los intelectuales frente a los gobiernos de Vargas y Perón” Publicado en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Julio - Diciembre 2004. de Flavia Fiorucci
[17] Arturo Jauretche profetizaba algo que Montoneros seguramente no comprendió en formna suficiente “Perón no quería que hubiera capitanes ni tenientes, ni sargentos, ni nada.”Citado por Norberto Galasso, Dos Argentinas, Arturo Jauretche-Victoria Ocampo, (Homo Sapiens, 1996) p. 90.
[18] Leopoldo Marechal, “Proyecciones culturales del momento argentino”, Argentina en Marcha,  Comisión Nacional de Cooperación Intelectual, sin fecha), p.133. En Flavia Fiorucci “¿Aliados o enemigos? Los intelectuales en los gobiernos de Vargas y Perón”  Publicado en Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Julio - Diciembre 2004.  En una lectura de las posiciones de la intelectualidad nacional popular de los cuarentas puede rastrearse varios de los argumentos del marxismo nacionalistas y de la “nueva izquierda” en general: la existencia de una elite intelectual de espaldas al país (o a la clase trabajadora en sus versiones marxistas no peronistas).
[19] Tal es así que cuando retornó al país en 1974 volvió a llamar a varios de sus antiguas gestores educativos como Alberto Ottalagano para “ordenar” a la UBA y Oscar Ivanisevich como ministro de educación
[20] Siguiendo a Manuel Cattaruzza (op. cit.) podemos matizar la idea dominante de que la política cultural del peronismo fue solo el desplazamiento de la intelectualidad por el oscurantismo ya que Hechos… no fue mediocre ni medievalista y contó con apoyo oficial. Lo que si podemos afirmar es que esta intención (como otras emanadas desde el mismo Estado) no tuvieron aceptación ni consiguieron en ese entonces conseguir las adhesiones necesarias para permitir que el peronismo ganara adeptos en la intelectualidad fuera de los ya convencidos.
[21] No debemos dejar de mencionar a los corrientes tronquistas que, desde diferentes posiciones políticas, también valorizaron al fenómeno peronista en forma diferente a la izquierda tradicional. Específicamente nos referimos a Jorge Abelardo Ramos y Nahuel Moreno.
[22] La tesis de sociólogo Germani esta desarrollada en el libro Estructura social de la Argentina que vio luz en 1955. También se puede encontrar una interpretación mas densa por el aporte de varios autores desde diferentes disciplinas en Argentina sociedad de masas EUDEBA 1965. Germani representa la llegada a la argentina de la metodología del estructural funcionalismo.
[23] Tesis que permanece constante a lo largo de toda su obra a partir de los cincuentas pero especialmente en El proletariado en la revolución nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 (1958).
[24] Se puede consultar en artículo “Visiones del pasado y tradiciones nacionales en el Partido Comunista Argentino (1925-1950)” de Manuel Cattaruzza en A contracorriente www.ncsu.edu/project/acontracorriente. Además de las primeras obras del mismo Puiggros, Hector Agosti, Rodolfo Ghioldi, Anibal Ponce, etc. La reivindicación del PC y los intelectuales de esa corriente respecto de los próceres tradicionales no es lineal. Existe una crítica sustancial en dos aspectos. Uno, el rechazo a las masas. Dos, la sumisión al capital británico. Pero ambas críticas estaban subsumidas por una aceptación global de la evolución argentina, un rechazo de los caudillos y un reconocimiento de una línea más democrática y liberal.
[25]  Ver Acha, Omar, La Nación futura - Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX. De Omar Acha. Editorial: Eudeba, y “Rodolfo José Puiggros ante la condición humana” en  http://www.elortiba.org/puiggros.html. En sus trabajos Acha plantea el corrimiento de Puiggros desde el marxismo hacia el nacionalismo: “La condición para la formación de una nación implicaba al mismo tiempo su independencia de todo lazo colonial o imperialista. Las fronteras nacionales que definían cada Estado-nación eran consideradas -sin crítica alguna- como el espacio obvio del desarrollo de las relaciones sociales. La noción de imperialismo no enunciaba un sistema mundial gobernado por la búsqueda de beneficios económicos, sino una competencia por la dominación entre naciones desigualmente desarrolladas. A partir de entonces, el deslizamiento de la “liberación nacional” a la “contradicción principal” con el imperialismo, y de allí al nacionalismo, se realizaba como una consecuencia implacable.”
[26] Perdía, Roberto Cirilo. Entrevista con el autor 2006.
[27] Puiggros, Rodolfo Rosas el pequeño, Buenos Aires. Ediciones Perennis (2ª. edición), 1953.
[28] Tomado de Cattaruzza op cit.
[29] Giudici Ernesto Imperialismo y liberación nacional Ed Garnica 1973 Bs. As. El trabajo de Giudici fue escrito por primera vez en 1940 en relación con los debates del Partido Comunista en torno a la nueva situación Mundial y argentina de la época y reeditado con un prólogo y un epílogo nuevos en 1973. Año en el cual Giudici había roto con el partido y reafirmaba la certeza de su posición de treinta años antes.
[30] Entre 1929 siguiendo a las resoluciones del Comitern, el PC argentino impulsó la línea “clase contra clase” que imponía el enfrentamiento y denuncia de todas las corrientes reformistas y el desarrollo de una política de enfrentamiento entre la clase obrera y su organización política contra la burguesía y sus organizaciones. En 1935 la línea cambia por la de “frente popular” que implicaba la colaboración con sectores progresistas. Esto no impidió que el PC siguiera creciendo en la clase obrera e impulsara medidas de lucha importantes como la huelga de 1936.
[31] Recién en 1928 el PCA definió su programa en consonancia con la línea general de la internacional para América latina, postulando la necesidad de una revolución democrático-burguesa de características agrarias y antiimperialistas.
[32]. El proletariado en la revolución nacional Ed Trafac. Bs As. 1958 pag. 77.
[33] “Reportaje a las FAR”, op. cit.
[34] Revista Punto final nª 49 octubre de 1967.
[35] Puiggros, El proletariado… Op cit. Pag 40-41
[36] “Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los frentes, 1973”, en: Baschetti, R., Documentos de la guerrilla peronista, de Cámpora a la ruptura, Bs. As., Ed. De la Campana, 1996.
[37] Historia crítica… op. cit  Pag 35
[38] Mao Tse Tung, “Sobre la contradicción” en Cinco tesis filosóficas. Ed nueva era
[39] Eduardo Astesano, también separado del PC en la época de Puiggros, asumió posiciones maoístas y desde allí explicó el peronismo. Ver a Samuel Amaral, “Una interpretación marxista del peronismo. Eduardo Astesano y la revolución de la nueva democracia” Universidad del CEMA, Doc. de trabajo 279. 2004. Aunque Artesana va más lejos que Puiggros en sus apreciaciones sobre la progresividad del pensamiento y prácticas peronistas.
[40] Puiggrós, R.: El proletariado en la revolución nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 (1958).
[41] Ver Polémica FAR ERP, “Charla a los frentes…” y Manual…. op. cit.
[42] Historia crítica  op. cit. Pag. 35
[43] Puiggros, Rodolfo El proletariado en la revolución nacional pag 8
[44] Esta idea esta desplegara claramente en varias ocasiones a lo largo de los escritos conocidos como “Polémica FAR ERP” y se pueden encontrar en www.elortiba.org/pdf/polemica_far_erp.pdf
[45] Puiggros, El proletariado… op. cit. Pag 12
[46] Idem pag. 14. Sigue más adelante “El estado cumple la función inversa de la que cumplió en la época de la acumulación primitiva y del nacimiento del capitalismo”
[47] “Charla que la conducción nacional baja a los frentes”. La afinidad entre el planteo de Puiggros y las ideas montoneras se extiende. Decía el intelectual: “ Por un tiempo mas o menos largo la buena conducción de la política económica girará en torno de una ajustada coordinación del sector estatal con el sector privado de la economía, a la vez que con el desarrollo de formas cooperativas y comunitarias de economía y propiedad sociales” El proletariado… pag.22.
[48] idem pag 43.
[49] Idem pag 79.
[50] Idem pag 85, 86, 87.
[51] Revista Qué, 12 de agosto de 1957, por Rodolfo Puiggros. Los comicios del 28 de julio  fueron los de reforma constitucional llamados por el gobierno de Aramburu. En ellos Jauretche apoyó al desarrollismo frondizista pero la cantidad de votos en blanco fue masiva. Los directores de la revista encabezaron la nota con un llamado a terminar el debate en aras de la unidad del campo nacional y popular.
[52] Cuyo origen dentro del marxismo se puede encontrar también en el debate Dobb Sweezy en la década de 1950  En Hilton R.  La transición del feudalismo al capitalismo. Barcelona, Crítica, 1977. Se despliega la polémica con nuevos aportes Sweezy se ponía énfasis en el peso de las causas externas para la disolución del feudalismo en la línea de G. Frank, mientras que Dobb insistía ñeque los determinante en última instancia eran los factores internos.
[53] Polémica con André Gunder Frank en 1965. El gallo ilustrado suplemento cultural del diario El día de México
[54] En 1964 parta la misma época de Puiggros, Maurice Godelier presentó el trabajo: "La noción de modo de producción asiático y los esquemas marxistas de evolución de las sociedades" se encuentra en Sobre el modo de producción asiático: 13-64; Ediciones Martínez Roca, 1977. En la década de 1920 se desarrolló en la Rusia revolucionaria un importante debate en torno a la los problemas de la revolución en los países atrasados, teniendo como articulador material la situación China. La polémica tenia tres caras un grupo defendía la idea de que China tenia rasgos capitalistas y por eso debía marchar al socialismo, otro que era feudal y por lo tanto le cabía una revolución democrático burguesa y un tercer grupo insistía en que se encuadraba dentro de la amplia y poco definida categoría de Modo de producción asiático. La derrota de los trosquistas frente a los estalinistas avanzada la década arrastro a los asiáticos a la proscripción. Ver http://www.rodolfowalsh.org/IMG/_article_PDF/article_1514.pdf
[55] Historia crítica … pag 44
[56] Manual. de instrucción para oficiales y soldados del ejército montonero S/L ed. Secretaria de prensa y adoctrinamiento reed.1979 pag 32 33
[57] El gallo Ilustrado 1965 suplemento de cultura del diario El Día de México.
[58] “Entrevista a las FAR” revista Cristianismo y revolución.
[59] Ver Omar Acha. La nación futura. Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX, Eudeba, Bs. As. 2006.
[60] Discurso de Puiggros en su exilio mexicano al cumplirse el primer aniversario de la muerte (19 de julio) de Mario Santucho en el Comité argentino de solidaridad  16 de julio de 1977.

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