RODOLFO PUIGGROS Y LA
CONSTRUCCIÓN DEL PERONISMO REVOLUCIONARIO
Guillermo M. Caviasca UBA/UNLP
El objeto de este artículo
es presentar algunas hipótesis en torno a la
trayectoria de Rodolfo Puiggros desde su aproximación al movimiento
peronista hasta su identificación como intelectual y figura pública del
Movimiento Peronista Montonero en tiempos de exilio. Nos centraremos
fundamentalmente en los temas sobre los cuales el trabajó e insistió
polémicamente en tanto intelectual comprometido en construir un nuevo “bloque
histórico”.
Planteaba
Gramsci en sus notas que “si la relación entre intelectuales y pueblo-nación,
entre dirigentes y dirigidos, entre gobernantes y gobernados, es dada por una
adhesión orgánica en la que el sentimiento pasión se vuelve comprensión y por
lo tanto saber, solo entonces la relación es de representantes representados y
se produce el intercambio de elementos individuales entre gobernantes y
gobernados (…) o sea se realiza la vida de conjunto que es la única fuerza
social, se crea el bloque histórico”[1].
Mostraremos como Puiggros “buscó” soldar a través de una ideología coherente un
nuevo bloque mediante un doble movimiento teórico. Este doble movimiento
consistía, por un lado, en presentar conclusiones históricas mediante las que
el peronismo aparecía como una etapa en el desarrollo de la revolución
democrático-burguesa y que después de 1955 debía evolucionar hacia concepciones
marxistas y hacia hegemonía obrera. Mientras que el segundo movimiento teórico
complementario del anterior consistía en presentar una serie de categorías que
permitían una interpretación de la historia Argentina y del peronismo en
particular desde una matriz marxista que incorporaba la realidad peronista en
forma positiva.
Plantearemos
la posible influencia de las ideas de Puiggros en la izquierda peronista,
especialmente en guerrilla. Tomaremos para ello la idea de “afinidades
electivas” de Raymond. Williams a través de la cual identificaremos algunos de
los fragmentos del pensamiento del intelectual que fueron tomados por el peronismo
revolucionario para construir su método de análisis y su visión del pasado.
También buscaremos presentar las posibles influencias que operaron sobre
Rodolfo Puiggros para construir algunas de sus ideas fuerza.
En este sentido pensamos
como Christopher Hill que para “estar dispuestos a matar o a dejarse
matar, la mayoría de los hombres necesitan creer intensamente en
un ideal”[2] y que ese ideal debe
buscarse en corrientes de pensamiento que más explícitas o menos visibles
fecundan las raíces de las ideas y esperanzas que mueven a los hombres.
Siguiendo a Hill no creemos necesario buscar un árbol genealógico de ideas y
construir un entramado que explique, por ejemplo, al pensamiento maduro de
Montoneros y ubicar allí en un casillero a algunas idas de Puiggros. Por el
contrario la idea de “influencia” nos parece complementaria de a de “afinidad
electiva” para avanzar en nuestro objetivo. Es por esto que tomaremos a
Puiggros en su conjunto y de ese conjunto veremos algunas de sus propuestas más
exitosas en ser asumidas como base intelectual de la izquierda peronista.
De esta forma
consideramos a Puiggros como un intelectual que proviniendo de la ortodoxia
comunista aparece en los sesentas como parte la nueva izquierda. Y que busca
transformarse en intelectual orgánico de un movimiento peronista del que cree
que necesariamente deberá devenir en revolucionario. En esa lucha ideológica
contra su pasado y contra el peronismo formal va transitando el camino que lo
conduce hacia el espacio político hegemonizado por Montoneros.
Dice Hill que
“los sistemas intelectuales que cumplen un papel importante en la historia (…)
deben su éxito a que responden a necesidades de grupos significativos de la
sociedad en la que arraigan”. ¿Cuál era la necesidad de nuevas ideas que tenía
una parte significativa de nuestra sociedad? ¿A qué se debía esa necesidad? Presentaremos
en nuestro trabajo (a modo de introducción) una interpretación de la situación
argentina en torno a 1955 y su contradictoria influencia en el campo
intelectual.
Consideraremos
que a partir de algún momento entre 1955 y 1960 se consolida una situación de
“crisis orgánica” que permaneció vigente hasta 1976. Como integrante de esa
crisis se dio lo que, también siguiendo categorías de Gramsci, se llama ruptura
de un “bloque histórico” o sea de la pérdida de capacidad de los sectores
intelectuales dirigentes de la sociedad de ser soldadores de la estructura y
superestructura, de la construcción de legitimidad de masas a un sistema político
y de efectivización de la hegemonía de una clase. Es en este periodo que las
nuevas corrientes intelectuales de la nueva izquierda fueron parte de un
proceso (fracasado) de articulación de un nuevo bloque histórico, expresión de
una nueva hegemonía. Allí Puiggros aparece como un actor dentro de la
intelectualidad que busca construir una explicación del pasado novedosa y una
interpretación de presente histórico capaz de ser la ideología que soldara una
vanguardia con las masas obreras del movimiento peronista.
Como complemento
consideramos que el pensamiento de la nueva izquierda germina y madura en un periodo de una década
y media que va desde 1955 a 1969. Un periodo que (en términos leninistas)
estaría enmarcado por dos situaciones de crisis revolucionaria o
prerrevolucionaria. Los bombardeos a Plaza de Mayo cuando Perón tuvo en sus
manos la posibilidad de resolver revolucionariamente la crisis política y
económica (y que conscientemente evitó)[3]. Y
1969 cuando la intervención de las masas obreras en diferentes lugares del país
hizo imposible la gobernabilidad de la dictadura; articulado esto con una
radicalización de las masas estudiantiles y de la juventud en general. Es en
ese momento cuando diferentes estructuras políticas avanzarían en tareas
concretas (militares, políticas, sindicales, culturales, etc.) que
materializaron las hipótesis renovadoras.
Varias son las
ideas centrales del pensamiento de Puiggros que consideramos influyentes.
Nosotros tomaremos las que dieron lugar a mayor debate. Estas fueron la tesis
de que los españoles y portugueses
trajeron a América el modo de producción
dominante en la península: el feudalismo, enfrentando con este planteo a los
que sostenían que América había sido incorporada al mundo del “capitalismo
comercial” naciente. La tesis de las “causas internas”, con la que Puiggros
enfrentaba al resto de la izquierda tradicional poniendo el centro del
desarrollo histórico en el país. La interpretación del peronismo como etapa
democrático burguesa en la lucha por el socialismo, tesis que le permitía permanecer
fiel a las concepciones marxistas etapistas. Su reivindicación de los
movimientos nacionales antiimperialistas como sujetos propios o “causas
internas” desconocidos por la izquierda. Y el énfasis en el movimiento teórico
de los particular a los general con el que sustentaba filosóficamente las tesis
anteriores.
Todas estas
concepciones estaban en el origen del pensamiento de Puiggros, la matriz
interpretativa central no variará sustancialmente desde su periodo inicial en
el Partido Comunista hasta su acercamiento a Montoneros y esto se ve claramente
en su intransigencia frente al rol de Juan Manuel de Rosas. No podemos dejar de
moderar esta afirmación ya que en ciertos periodos se acentuará su nacionalismo
y en algunos trabajos aparecerán nuevos y determinantes elementos como la
presentación de la tesis de las causas internas en 1956. Pero consideramos que
estos cambios fueron parte de su evolución teórica o consecuencias del
asentamiento sobre el piso en el que se edificaba su opción como intelectual
orgánico: el peronismo.
Nos remitiremos
al analizar el pensamiento de Puiggros a través de la Historia crítica de los partidos políticos argentinos, editada por
primera vez en 1957 (pero estudiamos su edición final). Y a El proletariado en la Revolución nacional.
También complementamos con dos polémicas que nos parecen centrales: la primera
con Arturo Jauretche en 1957 sobre la naturaleza del frente de liberación y la
segunda con André Gunder Frank en 1965 sobre los modos de producción en América
latina. Estas obras encierran para nosotros el pensamiento acabado de Puiggros.
Igualmente el resto de su bibliografía, artículos y documentos complementan
nuestro estudio.
Para pensar la
influencia del pensamiento de Puiggros sobre la izquierda peronista nos remitiremos
a los documentos fundamentales de la guerrilla en tanto materiales teóricos o
internos. La serie de dos artículos conocidos como “entrevista a las FAR” de Cristianismo y revolución de 1970 y
“nuestra respuesta a los compañeros del ERP” de 1971 aparecido en Militancia en 1973. La “Charla que la
conducción nacional baja a los frentes” de Montoneros en 1973. Y el Manual de instrucción para oficiales y
soldados del ejército montonero de 1976.
Utilizaremos en
este trabajo la categoría “nueva izquierda” para referirnos indistintamente a
todas las formaciones políticas y culturales que surgen a partir de la ruptura
de la hegemonía del Partido Comunista y el Partido Socialista en la segunda
mitad de los cincuentas y que reciben la influencia ideológica de la revolución
cubana, la revolución china y las luchas de liberación nacional, se definan
estas peronistas o desarrollen sus actividades políticas y culturales
enfrentadas al peronismo. Cuando hablemos de Nueva izquierda en términos
genéricos nos referiremos al conjunto de intelectuales, partidos políticos y
organizaciones guerrilleras. Cuando hablemos de los específicamente peronistas
lo aclararemos. En nuestro trabajo asumimos que todas las formaciones de la
nueva izquierda provinieran del peronismo, adscribieran a éste desde el
marxismo, permanecieran fuera o enfrentadas a este movimiento, compartían un
ideario común y objetivos que las emparentaban. Todo este espacio se definía
por el socialismo, creían en la posibilidad de construir la nueva sociedad en
un tiempo histórico mesurable, criticaban la idea de la izquierda tradicional
de la necesidad de una larga etapa de revolución democrático-burguesa y
concebían a la violencia revolucionaria como una necesaria forma de expresión
política o la aceptaban como normal.
Antecedentes y contexto previo
Vemos que para 1955 madura una profunda crisis del campo político
tradicional. En 1955 el campo político e intelectual expresaba a una sociedad y
a una visión del mundo superada tanto en el contexto mundial como por las
transformaciones de la sociedad argentina. Era expresión de formas políticas,
sociales y económicas superadas. Entonces la elite política e intelectual
argentina demuestra incapacidad de ser expresión coherente de la nueva sociedad
que fue madurando los 20 años anteriores. UCR, PS, PC eran partidos con
concepciones de intervención política y comprensión de la sociedad cuyo marco
de referencia era la Argentina pre-peronista. En realidad para muchos de los
que lo condujeron y se sumaron a él, el golpe cívico-militar de 1955 expresaba
claramente su deseo de convertir el periodo 45-55 en un paréntesis olvidable en
la “normalidad” previa a la que se buscaban volver. Solo algunos grupos de
jóvenes aún bajo la influencia de los partidos tradicionales antiperonistas
mostraban algunas inquietudes nuevas[4] y una
minoría de intelectuales de izquierda (dentro de los cuales se encontraba
Puiggros) cuyo predicamento a favor de una mirada comprensiva del peronismo
tenía aún poco éxito.
El mismo peronismo, que fue una reacción frente a esa argentina
oligárquica y excluyente, expresaba concepciones que podemos encuadrar dentro
del ideario del populismo de masas latinoamericano. Se proponía dar respuesta a
arcaísmos sociales aberrantes y encrucijadas económicas de un país capitalista
dependiente, con un sistema político cerrado. Pero las concepciones del mundo
en las que el peronismo se basaba, la armonía social dentro de un sistema de
clases capitalista, tuvieron condiciones de éxito muy precisas. La situación de posguerra con condiciones de
relajamiento de la presencia de los Estados más poderosos en los asuntos de la
periferia generaron condiciones económicas favorables para un país como
Argentina en el cual estaba pendiente y había espacio para la transformación de
talleres en industrias nacionales. En ese periodo de tiempo durante el cual las
contradicciones del ciclo económico agrario industrial no estallaron y el
mercado interno en expansión pudo ser sustentado desde políticas de Estado, el
modelo funcionó con beneficios para todos los miembros de la alianza. Pero las
contradicciones no fueron fácilmente armonizables avanzados los cincuentas ya
que dependía de importantes concesiones a los trabajadores. La ideología
peronista del frente de clases y La
comunidad organizada[5],
más su fuerte dependencia del apoyo obrero,
le impidieron responder sin violar sus propias premisas[6].
El golpe y luego la proscripción le evitó al movimiento de Perón el
desafío de tener que afrontar los cambios que la nueva situación imponía[7]. En
la oposición y clandestinidad las respuestas radicales ensayadas por los
militantes e intelectuales no debían superar el desafío de mostrarse coherentes
con el peronismo en la administración estatal y podían especular con que Perón
resolvería la encrucijada del sistema peronista a favor de los trabajadores o
sea hacia el socialismo (o alguna forma de avance hacia ese objetivo). La
crisis del peronismo como proyecto nacional tenía algunos elementos visibles ya
en los primeros cincuentas, no solo en lo económico, sino también en lo
político. Esto es fundamental ya que si ponderamos la crisis económica cuyo
epicentro fue el año 1952 con las posteriores hasta la actualidad, veríamos que
todas tuvieron elementos comunes (déficit de la balanza de pagos internacional
por desequilibrio entre precios agrícolas e industriales) pero el grado de
penuria sufrido por la población trabajadora fue sin dudas menor, lo que
muestra una capacidad mayor de amortiguamiento del sistema peronista.
El movimiento liderado por Perón obtuvo desde que accedió al gobierno más
del sesenta por ciento de los votos en todas las elecciones. Esto era una
expresión estadística de un cambio más profundo que afectó principalmente a los
partidos de izquierda: habían visto deteriorada fuertemente su vinculación
orgánica con la clase trabajadora. Y también al partido radical que dejo de ser
el movimiento de masas imbatible electoralmente para quedar arrinconado en un
porcentaje del electorado representativo de la clase media. A pesar de todo
vemos que los partidos políticos se mantuvieron hasta 1955 cubriendo el
conjunto del espectro político nacional. Lo paradójico para las fuerzas
políticas y sociales opositoras y el grueso de la intelectualidad fue que una
vez eliminado el peronismo del Estado, su presencia de masas debía desaparecer
(como en cualquier movimiento fascista) y las cosas volverían a la normalidad,
y eso no sucedió.
La izquierda
frente al golpe
Para la relevancia de nuestro estudio vemos que hasta 1955 la mayoría de
la opinión se canalizaba por los partidos existentes. Para la izquierda (de la
cual saldrían en el futuro inmediato muchos militantes de la Nueva izquierda)
sus expresiones mayoritarias el PC y el PS habían disminuido notoriamente su
influencia en el movimiento obrero. El PC que desarrolló una política menos
centrada en el antiperonismo (al menos en su práctica de base) y más
relacionada con los intereses inmediatos de la clase obrera, aun continuaba teniendo alguna presencia.
Esto lo colocó en mejores condiciones de afrontar un política cercana a los
trabajadores en el periodo que se abría en el 55 (además fue también víctima de
la represión). Esto sería imposible de pensar para el PS cuyo antiperonismo lo
llevó a asociarse a cuanta dictadura apareciese en la historia hasta la década
del ochenta, asaltando sindicatos y proveyendo funcionarios a los gobiernos que
buscaban recortar el poder y las conquistas obreras, transformándose así en un
partido marginal y totalmente ausente en el movimiento obrero. Esta situación
lo transformó en una de las fuentes de jóvenes militantes que engrosarían las
filas de la nueva izquierda.
Elias Semán, Alexis Latendorff, Ricardo Moner Sans entre otros fueron
parte de esa corriente juvenil del partido que cambió los parámetros de lectura
política e histórica y se enfrentó a la vieja dirigencia socialdemócrata y
conservadora. En 1958 división del PS entre PS democrático (con la dirigencia
mas conservadora y antiperonista a la cabeza Repetto, Ghioldi) y PS argentino
(con la juventud y algunos dirigentes tradicionales como Alicia Moreau de Justo
y Alfredo Palacios) en 1960 la fracción pro cubana del PS argentino lanza la
revista Che y en 1962 se crea el PS de vanguardia escindido del PS argentino
que llama a votar a los candidatos del peronismo (Framini) en Provincia de
Buenos Aires y Capital Federal que le valdrá disidencias (como la de José Luis
Romero). Finalmente en 1965 Elias Semán y Rubén Kritscausky fundarán Vanguardia
Comunista adscribiendo a posiciones pro chinas. Otro grupo juvenil que tuvo sus
raíces en el fraccionamiento del PS fue el encabezado por Arturo Lewinger
(futuro dirigentes de FAR) que hará sus primeros pasos en la militancia en el
PS argentino antes de sumarse al grupo de Silvio Frondizi.
Para el caso del PC podemos notar que más allá del antiperonismo de la
vieja guardia comunista, la política del PC en argentina fue también expresada
por el empresario José Ber Gelbard. Fue el referente de la CGE durante los 50 (Confederación General Económica, entidad
empresaria creada por el peronismo para constituir una burguesía orgánica a su
proyecto) y ministro de economía de Perón en el 73/74. Desde estos lugares el
empresario y hombre del partido comunista impulsó políticas que tendía a lograr
la acumulación de capital para la burguesía nacional (congreso de la
productividad en el 55 y pacto social en el 73). El PC manejaba fondos de
inversión, instituciones de crédito, cámaras empresariales y rurales. Llegó a
ser el quinto grupo económico nacional. Gelbard pretendía expresar una nueva
hegemonía dentro de la burguesía con un empresariado nacional apoyado o ligado
al Estado y fijar los términos de las relaciones con el gran capital.
Sorprendentemente la política del PC era la que en los cincuentas defendía
Arturo Jauretche y criticaba Puiggros, el movimiento nacional como una pirámide
con la burguesía nacional en su cúspide y los trabajadores en su base.
En el periodo pos 55 el PC es víctima de una permanente sangría de
militantes principalmente de los sectores juveniles. Permanecía atado a las
concepciones y practicas de una burocracia de tipo estalinista atada a dogmas
indiscutibles que lo llevaron a enfrentar al peronismo junto a la UD. La
resistencia obrera y la ofensiva antipopular,
las revolución cubana, la revolución China no impactaron en la conducción
comunista más que para refutar el mensaje renovador de las mismas. Esto solo
abrió la puerta para la radicalización de muchos jóvenes antes estructurados
dentro del PC. El Partido se mantuvo
inconmovible afirmándose en sus principios tradicionales, denunciando todo
intento renovador como desviación (populista, guerrillerista, etc.) y
reafirmando su lealtad a la URSS y su concepción de revolución por etapas. Es
fácil de comprender como en un clima de agitación política e ideológica un
partido proclamado comunista sufrió enormes sangrías solo mitigadas por la
fuerza de su poderoso aparato y sus enormes recursos económicos basados en su
predicamento (paradójicamente) en sectores de la burguesía. De esta forma solo
ofrecía a sus militantes una visión gorila
y reformista de la sociedad que lo alejaba de la clase obrera y por otro
lado construía fuertes lazos con fracciones de la burguesía e impulsaba
políticas que la fortalecieran.
Varios hitos son fundamentales para comprender el desbarranque de la
izquierda clásica: En el plano nacional el 55, año de fuerte agudización de las
contradicciones políticas que condujeron al golpe reaccionario antiperonista
que ubicó a la izquierda clásica enfrentado a la clase trabajadora (problema
que venía arrastrando desde 1945, pero que en el pos 55 estalla al quedar todo
el campo político vinculado con un gobierno claramente “a la derecha” del
peronismo). Esto genera un terreno fértil para la renovación ideológica de la
izquierda, para la radicalización de grupos peronistas y para el procesamiento
positivo y vehiculización en actores locales de nuevas experiencias externas.
En el plano internacional es la época de la Revolución China, la
Revolución Cubana, el crecimiento y triunfo de muchos Movimientos de Liberación
Nacional, el desarrollo de guerrillas en América Latina, un intenso debate
intelectual en el seno del campo de la izquierda mundial[8] y el
comienzo de la invasión yanqui a Vietnam. Así
se sumaron nuevos elementos de tensión a las tensiones nacionales ya
suficientemente importantes. La revolución cubana fue el más importante
elemento externo que rompió con todos los esquemas previos de estrategia
política izquierdista. La ruptura chino-soviética profundizo el debate acerca
de la justeza de la línea emanada de la URSS, las políticas nacionales de los
PC, el evolucionismo y la idea de convivencia pacífica
El más influyente de los procesos internacionales fue el cubano. La
revolución cubana marcó un antes y un después en el modelo de revolución
latinoamericana. La crisis desatada en el mundo de la izquierda a causa del
apoyo al golpe y profundizada con el fracaso del frondizismo como experiencia
“izquierdista” de desarrollo, encontró en Cuba un programa o al menos un
ejemplo con el cual ver un horizonte. En Cuba primero como camino
antiimperialista, y marxista después de la segunda declaración de La Habana,
los militantes e intelectuales encontraron un lugar desde donde justificar en
una experiencia concreta, una perspectiva de construir una nueva teoría
política revolucionaria local y renovar desde un lugar de autoridad las
concepciones de la izquierda que se asumían caducas. El nuevo escenario
planteado por Cuba produjo una eclosión de la izquierda, y aún tuvo gran
influencia en la filas del peronismo, ya que la experiencia del Movimiento 26
de julio era “comunicable” a marxistas, nacionalistas y peronistas.
Situación
revolucionaria y crisis orgánica
La incapacidad del sistema peronista de dar respuesta en sus términos a
la nueva situación económica y política en los 50, provocó su caída. Pero los
términos de la alianza golpista, como vimos, no podían llevar adelante una
solución distinta, por el contrario una parte importante de esa alianza pretendía
retrotraer la situación al pre-peronismo (esta es la base de ideario del núcleo
duro del gorilismo que aún persiste
en sectores de la sociedad civil).
Esto dio lugar, a su vez, a lo que se manifestaría en los años siguientes
como “crisis orgánica”. El fracaso del proyecto desarrollista de Frondizi en el
58 agudizó esta situación ampliando la ruptura de los partidos con sus
representados, especialmente con amplias franjas de la intelectualidad. ¿Qué
implicaba esta crisis orgánica? la ruptura entre las clases y sus
representantes políticos, entre la sociedad civil y el Estado, entre la
estructura y la superestructura. Dice Gramsci que "Si la clase dominante
ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es «dirigente», sino sólo
«dominante», detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las
grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya
en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que
muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los
más diversos fenómenos morbosos". Es la ruptura de un “bloque histórico”
que permitía el funcionamiento del sistema.
O sea cuando las clases dominantes no logran hacer avanzar a la sociedad,
desarrollar las fuerzas productivas, se produce la crisis orgánica que es la
traducción estructural de una crisis de hegemonía: es el resultado de
contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de las
estructuras y la ausencia de una evolución simultánea de las superestructuras[9].
Pero para que esta situación de crisis orgánica madure en revolución debe
existir (según el italiano) una fuerza políticamente organizada consciente
de sus objetivos: "El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente
organizada y predispuesta desde largo tiempo, que se puede hacer avanzar
cuando se juzga que una situación es favorable (y es favorable sólo en la
medida en que una fuerza tal existe y está impregnada de ardor combativo). Es
por ello una tarea esencial la de velar sistemática y pacientemente por
formar, desarrollar y tornar cada vez más homogénea, compacta y consciente de
sí misma esa fuerza"[10]. En
este sentido Gramsci considera la necesidad de una vanguardia política, el
partido que le dé a la clase obrera la posibilidad de materializar su hegemonía
superando en forma revolucionaria la crisis orgánica. Allí en los intersticios
donde se deberían articular las clases populares y las estructuras de
conducción del Estado-nación es donde se juega el rol de la intelectualidad de
la nueva izquierda. Es el lugar de generación de una ideología que “suelde” a
una nueva clase hegemónica con estructuras de dirección política revolucionaria
creando un nuevo “bloque histórico”. La maduración de la nueva izquierda fue parte
de ese proceso. Un proceso que no lograría parir un nuevo “bloque histórico”
pero que produjo una nueva situación revolucionaria a partir de 1970 en la que
floreció la lucha de la clase trabajadora y crecieron las dos más importantes
organizaciones revolucionarías argentinas Montoneros y el Partido
Revolucionario de las Trabajadores. Y es en ese lugar donde ubicamos a Rodolfo
Puiggros.
Después de 1955 comenzó un proceso
de revisión por parte de círculos intelectuales y militantes encuadrados hasta
entonces en la izquierda tradicional (y también en el nacionalismo como el caso
de, entre otros, Rodolfo Walsh). Varias causas pueden ser identificadas. Una de
ellas es que a pesar de la obtusa y caprichosa visión del antiperonismo, el
peronismo no era un fenómeno pasajero, una desviación del curso normal de la
historia producto de la abundancia de recursos del Estado y la demagogia del
tirano. Segundo que la marginalidad a que la izquierda había sido reducida en
su propia base social debía buscar explicaciones exteriores a la “represión
peronista” y la cooptación de dirigentes sindicales. Explicaciones que debían
ser estructurales, de transformaciones en la sociedad, y requerían una
interpretación y un accionar acorde a la nueva realidad[11]. Los
pequeños núcleos de intelectuales izquierdistas que había visto con buenos ojos
al peronismo pudieron encontrar a partir de allí una audiencia que durante el
propio periodo de Perón no tuvieron. Es sin dudas la época en la que saltan a
la fama y multiplican su audiencia intelectuales identificados como marxistas
como Hernández Arregui, Carlos Astrada[12],
Eduardo Astesano[13] y Puiggros.
La crisis de hegemonía pos
cincuentaicinco puede ser leída como una agudo proceso de lucha de clases
(burguesía-proletariado), pero que en lo político y cultural se expresaba como
enfrentamiento peronismo-antiperonismo. Es claro para nosotros que la lucha
peronista de esos años fue
principalmente lucha obrera contra la ofensiva patronal y que esta lucha
fue la que permitió mantener vigente el liderazgo de Perón. Justamente esta
afirmación encierra dos contradicciones. Una, que muchos miembros de corrientes
de izquierda antiperonista tomaban nota de que había apoyado o depositado
cierta expectativa en un movimiento como el que derribó a Perón cuya naturaleza
demostró ser profundamente anti obrero y en sus vertientes más reaccionarias un
intento de vuelta imposible al pasado. El segundo punto que asomaba era que, a
pesar de ser esencialmente obrera la resistencia peronista al régimen, esta se
expresaba políticamente en la lucha por el retorno de Perón y el proyecto del
general proyecto no había sido obrero ni socialista.
Entonces los que buscaban ser parte de una lucha por la transformación
social y habían apoyado el golpe se encontraban en la vereda de enfrente de la
clase obrera, junto a lo mas reaccionario de la sociedad; mientras que la clase
obrera resistía desde un bloque homogéneo y combativo pero desde el peronismo.
Para responder a esta contradicción que enfrentaba la izquierda y el mismo
movimiento obrero radicalizado s(in que implicara aceptar como límite a la
ideología expresada por Perón en la Comunidad
organizada de conciliación de clases para el desarrollo de un capitalismo
nacional “justo”) cobraron fuerza las
propuestas interpretativas de los marxistas que contemplaban al peronismo como
una fase progresista del desarrollo capitalista argentino y planteaban la
posibilidad de su autosuperación.
La abrupta caída del poder sin
resistencia apreciable por parte de los estamentos dirigenciales del
movimiento, sindicales o políticos, fue un signo de la incapacidad del
movimiento de actuar frente a los nuevos tiempos. Incapacidad de la que
Puiggros tomaba nota al concebir el agotamiento de una etapa necesaria pero ya
superada de desarrollo burgués progresista. Si se hacia un análisis estructural
de la economía argentina, analizaba Puiggros, saltaba a la vista los límites
del desarrollo capitalista emprendido por Perón[14].
El cincuentaicinco se planteaba al interior del peronismo como una
encrucijada. La necesidad planteada por el capital de mantenimiento de la
producción (renovación de maquinaria) y fomento de la industrialización pesada
(industrias básicas y de bienes de capital); y paralelamente, el mantenimiento
de la alianza con la clase obrera y el sostenimiento de las relaciones de
producción en la industria y el campo. La respuesta a ese problema era la base
en la que se sustentaba la relectura que se elaboraría del peronismo por parte
de militantes y dirigentes que cobrarían dimensión en las luchas contra las
políticas de las décadas siguientes. Las enseñanzas y conclusiones se sacaran
del análisis de esa encrucijada daría cuenta de en que corriente peronista (o
externa al peronismo) se ubicarían hasta
1973 los militantes de la nueva izquierda. Y es dentro de estas
respuestas que la lectura puigroseana de la historia argentina, del peronismo
dentro de ella y la tesis de las causas internas funcionó como uno de los
elementos que dieron forma y sustento teórico a la concepción del “verdadero
peronismo”.
El verdadero
peronismo
Sin dudas el “peronismo revolucionario” o “tendencia revolucionaria del
peronismo” como se lo llamaría hacia el 73, se consideraba a sí mismo el
“verdadero peronismo”. Esta idea tenia origen en el proceso post 55 durante el
cual las luchas obreras fueron dadas en soledad contra las clases propietarias
en bloque. La idea de existencia de un peronismo obrero convergería con las
nuevas interpretaciones del peronismo y de la sociedad argentina provenientes
de la izquierda. En muchos casos terminaría en una asimilación de ambas
visiones en una nueva ideología peronista que abarcaría a numerosas
organizaciones políticas, sindicales, estudiantiles, religiosas, armadas,
inclusive produciría desgajamientos del nacionalismo de derecha. Se denominó
tendencia revolucionaria del peronismo. Allí operararon con fuerza las ideas de
de la nueva izquierda (de la cual la izquierda peronista fue una vertiente).
Puiggros y Hernández Arregui junto a Abelardo Ramos, e inclusive las tesis de
Frondizi o de Milciades Peña por nombrar los más conocidos.
El peronismo verdadero fue un
concepto que surgió en el periodo de la resistencia, que se relacionó con una
serie de valores y reivindicaciones en torno a los que la clase trabajadora se
unificó para enfrentar la ofensiva patronal y gubernamental. Valores que le
dieron al movimiento de Perón un “sabor” específicamente proletario. Con el
devenir de los años esos valores fueron cobrando sentido ideológico y
programático para toda una corriente del peronismo que abarcó a sectores
obreros (programas de La falda, Huerta Grande,
CGT A) pero que hizo carne también en nuevas generaciones no obreras que
releían la realidad nacional a la luz de los planteos de la intelectualidad
crítica.
El verdadero peronismo era proletario y como tal debía avanzar hacia el
socialismo. Pero también para los que se consideraban peronistas desde esa idea
de verdadero peronismo, este no era una corriente del movimiento sino que era
el único peronismo posible, el resto (los burócratas sindicales y políticos)
eran traidores, corruptos, etc. El verdadero Peronismo tenía su par en el
verdadero Perón en el cual los verdaderos peronistas depositaban sus esperanzas
de que en última instancia su retorno demostrara cual era la naturaleza
verdadera del movimiento depurando o pasando a un segundo plano a burócratas y
peronistas conciliadores.
La idea de verdadero peronismo solo tenía que confortar en un tiempo de
proscripciones y persecución contra “los malos peronistas”. Pero en el marco de
una aguda lucha de clases en un periodo de proscripción, dictadura y finalmente
puebladas y lucha armada, no implicaba un cuestionamiento a la legitimidad de
la idea ya que Perón no aparecía en escena ni definía claramente su posición
(más bien alentaba el conflicto). Los “malos peronistas” parecían ser una
minoría de negociadores y oportunistas ajenos al proletariado o traidores al
mismo. Pero el retorno de Perón, colocó a esta idea en un entredicho y dejó en
manos de la principal organización que se reivindicaba heredera del verdadero
peronismo, Montoneros, el problema de lidiar con Perón actuando en el terreno
nacional y sin posibilidad de ambigüedades. También colocó a los intelectuales
de la tendencia revolucionaria ante una encrucijada difícil que Puiggros
resolvió, como veremos, en sintonía con el discurso montonero.
La ideología de la nueva izquierda,
articulada con la de “verdadero peronismo”, sentó las bases de la
interpretación de la historia, la utilización del marxismo y la identidad peronista
de los importantes sectores de clase media y trabajadora que adscribieron a las
corrientes revolucionarias en la década del 70. Para la izquierda
revolucionaria no había verdadero peronismo, sino un peronismo hegemónico
caracterizado por una dirección burguesa que conducía a la clase trabajadora y
a los “verdaderos peronistas” a un callejón sin salida: el de un proyecto
burgués y a la subordinación de la clase obrera.
Pero el “verdadero peronismo” si
bien demostró no ser el único peronismo posible ni el dominante en las
diferentes etapas de ese movimiento, era una idea legítimamente surgida de la
situación política pos 1955. Era una idea de peronismo hija de la encrucijada
histórica en que el país de debatió durante dos décadas: en que clases apoyarse
y qué modelo social construir en la segunda mitad del siglo XX. Puiggros,
Arregui, Ramos y muchos otros se encargarán da dotar de una teoría y una
historia a la necesidad de ese verdadero peronismo.
El peronismo frente a los
intelectuales tradicionales
Si bien el
peronismo trajo consigo una modernización social e institucional con la
incorporación de los trabajadores a la vida política de pleno derecho, el
sistema de partidos políticos y el aparato intelectual en su conjunto quedó
anclado en las concepciones sociales y políticas de la argentina tradicional.
Creemos que esta apreciación cabe tanto para las fuerzas conservadoras como las
de izquierda. El rechazo al peronismo como herejía, sea burguesa o plebeya por
todo el campo político tradicional y el ordenamiento de las antinomias en torno
a ese eje, anquilosó al campo intelectual que entró en una dinámica de
“desnacionalización”. La concepción planteada por Gramsci de “nacional” concibe
la nacionalización como la situación en la que una clase logra desarrollar
concepciones, práctica y organización que excedan lo corporativo y le permitan
luchar por la hegemonía dentro del ámbito nacional. O sea, en nuestro caso,
hablaríamos de la perdida por parte de la clase política tradicional y de
importantes núcleos de la clase media y la intelectualidad de su capacidad de
identificarse con el nuevo país surgido de las transformaciones de décadas
recientes del cual el peronismo era expresión y consecuencia.
A partir de
una lectura similar a esta, Jhon William Cooke definió al peronismo en los
sesentas como “el hecho maldito del país burgués”, calificativo que
discutiremos en otro trabajo. Pero podemos adelantar una duda: hasta qué punto
el peronismo histórico fue el hecho maldito del país burgués o fue maldito, en
realidad, para el país tradicional, sin duda burgués, pero una versión de “modo
de acumulación” particular. También es cierto que el patrón de
distribución definido por el peronismo
establecía límites a la discrecionalidad patronal tanto en las políticas de
estado como en las posibilidades de acumulación, lo que en este caso si lo
hacía sentir como un “hecho maldito”.
Frente a la mayoría de intelectuales antiperonistas, solo aparecieron con
intenciones de buscar una interpretación diferente algunos núcleos destacados
del campo, pero minoritarios. Por un lado podemos identificar como
nacionalistas populares cuya mirada positiva hacia el pueblo llano y sus
virtudes innatas les permitieron ver en el peronismo y la movilización de masas
que acompañó su ascenso posibilidades positivas como los forjistas. Por otro,
desde un origen diferente los trosquistas que, desde un arsenal marxista más
rico y tomando algunas reflexiones de Trosky durante su estadía en México ye
impulsados por la tendencia obrerista de la corriente encontraron aspectos
positivos o, al menos, comprensibles en el movimiento de Perón. También debemos
incluir una serie de intelectuales y militantes radicales como los que
relanzaron en 1947 la revista Hechos e
ideas[15] o socialistas
como Juan Unamuno o Joaquín Coca.
La presencia del peronismo, como fuerza “desacomodadora” del escenario
conocido hasta el momento y como expresión emergente de la necesidad de los
cambios estructurales, produjo fisuras entre los partidos de izquierda y sus
bases populares. El Partido Socialista y el comunista no salieron indemnes de
las transformaciones que habían comenzado. De sus viejas estructuras fueron
desprendiéndose grupos de militantes en la búsqueda de una incidencia
progresista en la lucha de clases. Los primeros aparecieron durante el mismo
periodo peronista.
Tal es el caso de la escisión comunista encabezada por Rodolfo Puiggros
separado del partido en 1947 y la de Juan José Real expulsado en 1952 por
promover el acercamiento al peronismo. Puiggros seguiría luchando dentro del PC
por la convocatoria a un nuevo congreso que le permitiera discutir sus
posiciones acerca de la “Revolución nacional” que consideraba expresaba el
peronismo, Puiggros funda en 1950 el Movimiento Obrero Comunista (MOC)
organización independiente que subsistiría hasta 1955 en busca de aportar
teoría marxista a la clase obrera y a la vez acompañar el proceso peronista.
Posteriormente al golpe Puiggros paralelamente con otros intelectuales como
Astrada, Abelardo Ramos, Nahuel Moreno, Cooke, Peña, Frondizi, etc. fueron la
prehistoria de la nueva izquierda en el plano intelectual, que encontró un
escenario propicio para su florecimiento en los sesentas. En general fueron de
gran influencia en la conformación de universo ideológico de las organizaciones
armadas de los setentas.
Para entender la ubicación de Puiggros y de la fracción de intelectuales
que se acercó al peronismo desde el marxismo con posterioridad al 1955, hay que
entender las características de la política cultural del peronismo,
especialmente en relación con la intelectualidad tradicional. El peronismo
devaluó el rol de los intelectuales tradicionales, los consideró sus enemigos y
enemigos del pueblo. La intelectualidad y el estudiantado a su vez vieron al
peronismo como un hecho bárbaro, un fascismo periférico[16].
Pero el peronismo frente a
esto tampoco se preocupó por generar su propia corriente de intelectuales. Si
bien hubo intelectuales peronistas o cercanos al movimiento, estos nunca
contaron con espacios importantes de decisión dentro del mismo ni en el Estado.
Entregó la educación y la cultura a grupos católicos tradicionales o
filofacistas como Ivanisevich o Apold cuya influencia solo fue contrapesada por
la política de apertura democrática realizada desde la cabeza del Estado y por
políticas de difusión cultural específicas. La corriente nacionalista popular
que rápidamente se identificó con el proceso y que contaba en sus filas con
hombres de la talla de Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz o Arturo
Jauretche y algunos emprendimientos culturales de importancia como la revista Hechos e ideas desde el radicalismo
nacional progresista fue siempre marginal al movimiento[17] y su
participación en las decisiones culturales del mismo puede deducirse de la
siguiente apreciación de Marechal: “En los movimientos revolucionarios que,
como el nuestro, sacuden todas las fibras del país, es frecuente y hasta
inevitable que algunos estratos inferiores de la cultura salgan a la superficie
y se abroguen derechos que, en esa materia, sólo confieren la capacidad y el
talento creador. Si el nuevo Estado trabaja con esos elementos, los mejores, al
quedar desplazados de la vía estatal, realizan por la vía privada hechos de
cultura muy superiores en calidad a los que cumple el Estado”.[18]
O sea, la mayoría de los
intelectuales fueron externos al peronismo, y los que acompañaron el proceso
debieron hacerlo desde lugares marginales. Una vez desplazado el peronismo del
poder y desaparecido el peronismo Estado, desaparecieron con el los
funcionarios culturales del peronismo (algunos reaparecerían en el 74 a
reprimir las manifestaciones culturales de la izquierda peronista). Pasaron a
primer plano nuevamente los viejos forjistas y los intelectuales que desde la,
izquierda habían acompañado al movimiento, pero que durante la administración peronista
no habían ocupado espacios destacados.
Durante el
tiempo del peronismo en el Estado Puiggros apoyó el gobierno desde una
formación marxista independiente el MOC cuyo objetivo declarado era formar una
vanguardia capaz de dotar al peronismo de una conducción proletaria más allá de
Perón. Podemos debatir cuales eran las posibilidades reales de ser “parte del
movimiento” para un marxista que pretendiera construir políticamente
influencia. Vemos que para el caso individualidades integrantes del político y sindical se dieron situaciones
“complicadas”. La relevancia de John W. Cooke durante
la proscripción del peronismo, se contradice con el espacio otorgado al mismo
antes de 1955. Pero, volviendo al plano de la cultura, el mismo Hugo del Carril
(un indudable peronista y destacado cantor de tangos y director de cine) tuvo
problemas con el aparato estatal de cultura peronista. Su excelente película
“Las aguas bajan turbias” fue sistemáticamente obstaculizada por Apold
(secretario de prensa y difusión de clara ideología neonazi); que llegó a
intentar prohibir a Del Carril acusándolo de comunista, solo la intervención
personal de Perón a favor del popular artista destrabó la situación. Es de
suponer lo que podía esperar un intelectual marxista que quisiera colaborar con
el movimiento.
La existencia de una
intelectualidad orgánica al movimiento peronista, incapaz de llevar adelante
las nuevas tareas que imponía la proscripción y la hegemonía obrera, (a su vez
la existencia de una revolución en el plano de las ideas a nivel internacional)
dejó un terreno vacío. Este vació favoreció el surgimiento de nuevas corrientes
de intelectuales que adscribieran al peronismo sin tener que confrontar con el
aparato cultural del peronismo estado. Puiggros sería uno de ellos. Al calor de
la radicalización de la lucha obrera y el pertinaz antiperonismo de la
izquierda clásica, fue licuando su independencia y terminó como intelectual del
“peronismo revolucionario”. Proceso lógico para un intelectual que provenía de
un partido estalinista: el “peronismo revolucionario” etapa superior del
peronismo (más clasista y socialista), encuadraba perfectamente en las ideas
comunistas de Puiggros de cómo se desarrollaba el proceso histórico.
Vemos entonces que las
nuevas corrientes que revalorizaran o reinterpretaran la situación política
argentina de pos guerra, eran ajenas a
la experiencia del peronismo en el poder. En el mismo sentido, de aquella
experiencia poco quedaba con el peronismo proscrito. El machacón recuerdo de la
izquierda clásica y el campo de la intelectualidad liberal, sobre la mediocre
gestión cultural y educativa del peronismo de la que habían sido marginados por
una fuerte presencia de católicos y “neofascistas”, quedo eclipsada por los
logros de maximización del acceso y por la hipotética potencialidad socialista
del movimiento de Perón. De esta forma la importante corriente de intelectuales
adscribieron al peronismo durante los sesentas y primeros setentas no
encontrarían interlocutores provenientes del peronismo Estado con los cuales
confrontar su análisis y propuestas. Al menos no los encontraron en el campo
del peronismo que ellos se ubicaron: el de la resistencia obrera y popular, ya
que Perón nunca rompió lazos con las que concebía como otras alas de su
movimiento[19]. Pero para la nueva
intelectualidad solo existía el líder exiliado de discurso “talmúdico”, el
peronismo combativo, obrero y popular, considerado el “verdadero peronismo” y
algunos intelectuales nacionalistas populares o marxistas que no representaban
el tronco principal de la experiencia estatal peronista. Y frente a ellos solo
parecía haber peronistas traidores o burócratas que usufructuaban el prestigio
del general.
Jauretche, Scalabrini o
Cooke habían acompañado o sido parte de la experiencia del peronismo en el
Estado, pero en roles secundarios como Jauretche (presidente del banco
Provincia), Cooke diputado que no fue reelecto o Scalabrini que directamente
paso a un segundo plano sin ninguna función en el Estado ni en el movimiento
salvo el apoyo externo. Leopoldo Marechal podría refutar esta afirmación ya que
fue un figura destacada de la cultura en esos años, pero como vimos el también
reconocía el problema del peronismo para con los intelectuales y en los
sesentas acompañó el proceso de radicalización. Por otra parte las corrientes
que adscribieron al peronismo desde la izquierda, lo hicieron aceptando que
este era un “movimiento nacional” y como tal convivían corrientes que
propugnaban la liberación pero no eran socialistas.
Este pensamiento surge con
claridad en el grupo de Hechos e ideas (también
apoyado desde el Estado). Allí se
propagandizaba la política del gobierno peronista pero desde una publicación
que se pretende peronista independiente y con artículos de análisis y
referencias al pensamiento moderno. Era motorizada por un núcleo de
radicales que ya en los treintas
impulsaban políticas modernizadoras (reforma agraria, distribución de la
riqueza, industrialización, antiimperialismo) desde el interior del Parido
radical de Alvear. Fueron llamados a escribir en ella toda la intelectualidad
nacionalista, socialista o progresista que adscribe al peronismo. Se buscaba en
la revista dotar de una ideología y un programa a la “revolución peronista”. El
núcleo dirigente no era ni pretendía ser marxista o socialista sino democrático
popular y nacional, pero igualmente el emprendimiento permanecerá periférico al
tronco de la política del peronismo Estado[20]. Es
en este sentido que vemos como el grueso de la intelectualidad se enajena al
peronismo y se “desnacionaliza”, no solo porque el peronismo no haya intentado
captar a sus miembros o hubiera preferido a católicos ultramontanos. Sino
porque, justamente, a pesar de intentar conciliar el grueso de la
intelectualidad permaneció férreamente antiperonista, produciendo en las
políticas culturales del peronismo el efecto contrario: una suerte de abandono
de la cultura a funcionarios de ideologías reaccionarias, los que si vieron en
el movimiento de Perón una oportunidad.
Puiggros y el peronismo
Rodolfo Puiggros sin dudas fue un precursor de este proceso de
revalorización de la experiencia peronista por parte de la intelectualidad de
izquierda, y merece una mención especial por la importancia que la dirigencia
montonera le dio desde su imposición como rector de la Universidad de Buenos
Aires y, hasta su muerte en 1980, como figura pública del Movimiento Montonero.
Aunque también Hernández Arregui (de origen radical) que trabajó junto a
Jauretche en la provincia de Buenos Aires en los 50 y Carlos Astrada un marxista
“puro” que fue el filósofo peronista más destacado en condiciones de debate
académico, pueden considerarse precursores de esta interpretación positiva del
peronismo desde el marxismo[21].
A Puiggros se lo
puede encuadrar dentro de la línea de investigadores, ensayistas y polemistas
que ven en el peronismo un momento de ruptura en lo que hace a la formación de
la clase obrera nacional. Pero para él es un momento fundacional y
cualitativamente superior, en un sentido inverso a la visión de Gino Germani o
José Luis Romero[22],
para quienes la llegada del peronismo era producto de una articulación
histórica negativa entre un líder demagogo y masas rurales procedentes de
regiones de tradición patriarcal, recientemente urbanizadas y sin experiencia
sindical por lo tanto fáciles de manipular. Para Puiggros, lo mismo que para
Hernández Arregui o Abelardo Ramos, la presencia de las masas del interior
aportaba la nacionalización de la clase y, en este camino, su entroncamiento
con las luchas históricas de las masas populares de épocas anteriores[23].
También, en su
distanciamiento político con el PC buscó diferenciarse del fatalismo
determinista de la izquierda clásica. Para ello insistió con la vinculación
entre las políticas de la izquierda y la derecha que, según su interpretación,
ocurría frente a la aparición de movimientos populares. Para él compartían la
admiración por lo extranjero y cosmopolita y no miraban hacia el interior de su
sociedad para encontrar respuestas. En este sentido enfrentaba la visión de que
los movimientos populares eran solamente rémoras del pasado o expresaban
fuerzas conservadoras. Posición sostenida en general por la izquierda y los
liberales respecto a los caudillos y el irigoyenismo. Esta posición era también
a la que adscribía Milciades Peña (al que catalogamos como miembro de la nueva
izquierda y de gran influencia en los sectores de esta que permanecieron ajenos
al peronismo), Puiggros polemizó con el en su revista Fichas. Además para Puiggros los nacionalistas e izquierdistas
erraban en su caracterización de la Argentina como una mera colonia británica,
como si la penetración capitalista hubiera operado sin resistencias. Justamente
estas resistencias eran las expresadas por los movimientos nacionales del cual
el peronismo era el último y, potencialmente, mas importante por incluir en su
interior a la clase obrera.
Desde el inicio de su carrera como
historiador del Partido Comunista y miembro del comité central Puiggros
desarrolló tesis historiográficas que irían evolucionando desde sus comienzos,
en De la colonia a la revolución,
hasta la reescritura final de Historia
crítica de los partidos políticos argentinos. En sus primeras obras
mantiene una idea positivista de progreso “América hispana se gesto con el
estigma de la explotación servil del trabajo humano. Si la leyenda negra-cubre
bajo un manto de ignominia lo que la conquista española significo como
progreso, la leyenda opuesta le responde con igual parcialidad al pintar de
color de rosa la sociedad que se levanto tras la hazaña genial del descubrimiento”
afirma en De la colonia… América
poblada de cazadores recolectores e
imperios de tipo “asiático” salto etapas en su evolución al ser conquistada por
una sociedad superior y la América del norte (conquistada por Inglaterra un
siglo después) saltaría mayores distancias al recibir a colonizadores que
llevaban consigo el germen del capitalismo.
También las elites ilustradas de nuestra independencia (Moreno,
Rivadavia, Sarmiento, Alberdi; en consonancia con la historiografía liberal en
donde encontraba sus fuentes) encuadraban en su idea de evolución y en tal
sentido eran reivindicadas. En Historia
crítica… sin embargo, rompe lanzas con esta visión y busca un ajuste de
cuentas con la izquierda comunista y socialista. Plantea lo sustantivo de la articulación
entre masas e intelectuales como clave para identificar ideas progresistas y
eso le permite diferenciar a Moreno de Rivadavia[24].
Durante los dos
gobiernos peronistas (1946-1955) Puiggros, y el grupo de militantes expulsados
del PC junto a él, mantuvieron una independencia organizativa, con la esperanza
de desplazar a la dirección partidaria. Un grupo de ferroviarios del barrio
porteño de Constitución ofreció lucha en el seno del PC para modificar la
política hacia Perón, pero no fueron escuchados. Luego de la victoria electoral
de Perón en 1946, las contradicciones internas al PC se agudizaron y en el XI
Congreso ocurrido en agosto de ese año, la expulsión de los ferroviarios estaba
decidida. Puiggrós también fue exonerado, pues compartía las posiciones
disidentes. Entre 1947 y 1949 este sector de comunistas intentó forzar la
realización de un Congreso Extraordinario para discutir la línea política de la
cúpula del Partido. Al mismo tiempo, a través de su periódico Clase Obrera,
comenzaron a desarrollar sus posiciones respecto a la “revolución nacional”
peronista. Pero fracasaron en desplazar a la dirección del PC y nunca fueron
realmente aceptados como izquierdistas críticos pero no hostiles al gobierno
“popular”.
Una de las
experiencias más significativas de la década peronista para Puiggrós fue la
participación en el Instituto de Estudios Económicos y Sociales que dirigía el
socialista simpatizante del peronismo Juan Unamuno. El IEES fue el antecedente
del Partido Socialista de la Revolución Nacional, en el que el Movimiento
Obrero Comunista no creyó oportuno participar. La ideología del MOC, hasta su
desgranamiento en 1955, fue el marxismo-leninismo bajo el canon estalinista. El
golpe de Estado de 1955 terminó con la disidencia comunista encabezada por
Puiggrós, quien a pesar de algunos intentos de reorganización, se resignó
gradual y lentamente a ser un intelectual adscrito al amplio campo del
movimiento peronista especialmente a los intelectuales que abonarían la
ideología de su izquierda o que, más bien, apostaban al surgimiento de un ala
izquierda orgánica. En este sentido vemos excesiva y deshistorizada la
hipótesis de Omar Acha sobre el desbarranque nacionalista de Puiggros[25]
Igualmente, y fiel a
su matriz ideológica marxista clásica (que nunca abandonó por completo) se
mantuvo intransigente en incorporar a Rosas al panteón popular
"Este prólogo quedaría incompleto si no puntualizáramos dos críticas a los
rosistas militantes. Son: 1ro. - Su creencia de que los gérmenes de un
capitalismo nacional en la esfera rural —la expansión y organización de las
estancias junto con el desarrollo de la economía mercantil en la época de
Rosas— pudieran ser los orígenes de un desarrollo autónomo del capitalismo
argentino, prescindiendo del mercado mundial, de la existencia del imperialismo
y del progreso alcanzado por las naciones más adelantadas de la época”. Esto
es, para Puiggros, pura utopía, “es no tener en cuenta que nuestro país no está
hoy a la altura que está sí se hubiese encerrado escasamente dentro de sus
fronteras, esperando de sus acumulaciones internas de capital, de su educación
técnica, de su capacidad creadora, lo que le vino del exterior en pocos años”. Sin embargo, a pesar de
mantener su determinismo dialéctico, aceptará la discusión de estos sensibles
puntos identitarios de la izquierda peronista. Por ejemplo, relata Roberto
Perdía[26] que
cuando ya Puiggros estaba incorporado al Movimiento Peronista Montonero
discutían sobre las características del rosismo y la viabilidad histórica de
las montoneras federales. Transigiendo, entre sonrisas, que podría tratarse de
un “modo de producción gauchesco” para ejemplificar su resistencia a apartarse
de los cánones tradicionales del marxismo pero reconociendo el planteo de
especificidades nacionales en el que insistían sus interlocutores
revisionistas.
“2do - Su desconocimiento del
doble papel que el imperialismo cumple a pesar de sí mismo: si por una parte
oprime, deforma y exprime a los países poco desarrollados, como era el nuestro
a mediados del siglo pasado; por la otra, se ve en la necesidad de trasplantar
su técnica, incorporar sus capitales, crear clase obrera, estimular el
capitalismo nacional, gestar los elementos opositores que conducen a la
liberación económica de los pueblos explotados por los monopolios. Estas
fuerzas o elementos se desenvolvieron progresivamente desde la caída de Rosas
hasta nuestra época de revolución nacional emancipadora y son los pilares de
esta revolución"[27].
Toda una definición de ortodoxia que no necesita explicación. Si bien esta
definición es de 1953 cuando aún mantenía su intento de independencia frente al
peronismo y que con el paso de los años puso mucho mas esfuerzo en el
desarrollo de sus críticas a la izquierda clásica, nunca se desdijo de estas
posturas. Tal es así que José María Rosa (autor al que podemos pensar que
estaba dirigida la crítica de los párrafos anteriores ya que el Rosas de J. M.
Rosa era el mas moderno que encontramos en la historiografía revisionistas,
frente a los Rosas autoritarios y feudales del revisionismo de derechas) le
sugirió, como respuesta, que el pueblo argentino necesitaba grandes héroes que
hubieran enfrentado al imperialismo con éxito y que ahí estaba Rosas, para que
quitárselo por pruritos ideológicos.
A pesar de su sostenimiento en el rechazo a Rosas como ícono popular,
Puiggros no dudará en el mismo libro de afirmar que “estas diferencias (…) no
impiden que afirmemos nuestra solidaridad con los admiradores –así como con los
detractores- de Juan Manuel de Rosas que asumen hoy una actitud clara y
consecuentemente antiimperialista. Somos sus amigos y sus aliados en la
revolución nacional emancipadora. De la misma forma que nos sentimos totalmente
en contra de aquellos anti-rosistas que (…) forman en las filas de la
contrarrevolución….”[28]. De
esta forma el frente que aspira a construir Puiggros se manifiesta en el
aspecto historiográfico. La solidaridad en la interpretación del pasado que
sostuvieron tanto liberales como marxistas y que se tradujo el 19 de setiembre
de 1945 en los iconos que encabezaban las marchas por la libertad y al
constitución (Rivadavia, Sarmiento, Mitre, San Martín) y que unificaban desde
comunistas hasta conservadores en oposición a Perón rompen su homogeneidad. Lo
interesante es que el peronismo Estado no dio la misma importancia al
significado simbólico y a la relectura del pasado en términos revisionistas,
sino que (salvo por el realce de San Martín sobre el resto) mantuvo el panteón
mitrista.
En esta evolución Puiggros avanzará en la reivindicación de las
montoneras federales y en la ubicación de la contradicción principal a resolver
la antinomia liberación o dependencia, que delimita los campos políticos
enfrentados a lo largo de la historia. Construirá una interpretación de la historia
en la que una corriente nacional de movimientos de masas que representan el
autodesarrollo y la independencia se enfrenta a fuerzas cuyo anclaje principal
es externo y someten al país a la dependencia política, económica e ideológica.
En ese trayecto rompió con el comunismo y se fue acercando al peronismo (en su
relato histórico el último y más importante de los movimientos nacionales) al
que calificaba de revolución nacional. Esta idea para Puiggros implicaba
reconocer que el peronismo había culminado a partir de su triunfo las tareas
democrático-burguesas de independencia nacional y de desarrollo económico y que
había ido más allá otorgando a los trabajadores una presencia en la vida
nacional muy grande y al Estado una participación significativa en el manejo de
la economía. Es entonces que consideraba la necesidad de que el peronismo
avanzara en una siguiente etapa de profundización de su potencial obrero.
Igualmente es importante matizar su ruptura con el PC. Fue mucho más
política e identitaria que ideológica. La idea de liberación nacional ya venía
teniendo una fuerte difusión en el Partido Comunista. Por ejemplo, si vemos el
trabajo de Ernesto Giudici Imperialismo inglés y liberación nacional de
1940[29] allí
el autor plantea una serie de tesis en torno a la guerra mundial y el
desarrollo de las contradicciones en Argentina muy cercanas a los planteos de
Puiggros: hipótesis del surgimiento de un movimiento populista de masas que
impulse la independencia nacional y la industrialización, la contradicción
principal liberación o dependencia, el apoyo a la URSS en la guerra pero sin
conciliar con el imperialismo inglés, etc. Si bien estas tesis no fueron
adoptada por el partido, eran parte del clima de ideas del mismo y solo fueron
subordinadas por firme y lineal alineamiento del mismo con Moscú. Vemos
entonces que las posiciones de Puiggros no fueron una novedad ni una ruptura
absoluta con lo que el PC discutía las décadas anteriores. Tampoco el PC
sostuvo, en los cuarentas, más allá de los cambios de la línea “clase contra
clase” por la línea del “frente popular”[30], un
programa que impulsara la revolución socialista sino que sostenía la idea de
que la revolución en Argentina debía pasar por una etapa de revolución
democrático burguesa[31] y
que por lo tanto la burguesía tendría un rol importante que cumplir en el
desarrollo nacional.
Para el PC el problema estaba en que la Argentina era un país agrario y
con fuertes resabios feudales. Par los futuros rupturistas y críticos,
justamente, la tesis recién mencionada era lo que ataba al PC a inclinarse a
posiciones cada vez más reformistas. Eso planteaba Giudici en sus trabajos y lo
hizo también Puiggros en los suyos. El tema era que la Argentina en los
cuarentas y especialmente con el peronismo había (para estos críticos) superado
esa etapa y estaba en condiciones de ir por más. Para Giudici en 1940 “estamos
en una situación intermedia, de franca transición entre una economía
agropecuaria con evidentes restos feudales (…) a una economía industrial”. Pero
en el setenta el mismo autor señala que Argentina es un país capitalista y la
tarea que corresponde es estudiar los métodos para la nueva etapa “el frente
unitario que se corresponde con ella con vistas a la toma del poder y los
medios para llegar a él”: es su ruptura con el PC. La que Puiggros concretó dos
décadas antes cuando teorizó al peronismo con “revolución nacional” y
culminación de las tareas democrático burguesas planteadas por el partido.
En 1957 Puiggros publicó un artículo en la revista Estrategia en el que delimitó su interpretación del peronismo
diferenciada de sus antiguas posiciones en la MOC dando un nuevo paso. Allí
calificaba al movimiento de Perón como de liberación nacional sustentado en la
clase obrera y consideraba que las limitaciones del mismo podían ser superadas
si la clase obrera se constituyera como actor independiente (es importante el
contexto en el que fue enunciada esta posición: la clase obrera reafirmaba su
identidad peronista y enfrentaba a un gobierno
claramente patronal). En 1958 publicó El
proletariado en la revolución nacional en donde reafirmaba el rol
progresivo del peronismo y su proyecto burgués nacional, y la necesidad de constituir a la clase obrera como dirección.
En este sentido vemos como Puiggros asume una interpretación de la historia en
la cual los hombres son condicionados fuertemente por las condiciones
estructurales en las que se mueven: Perón será revolucionario porque la nueva
etapa de la lucha de clases en Argentina así lo impone, de la misma forma que
tuvo que hacer una enorme cantidad de concesiones a los trabajadores en el
46-55 porque las condiciones se lo impusieron. Planteaba Puiggros: “Si bien (el
peronismo) dio a estas luchas en medida extraordinaria, un contenido de
liberación nacional, no estableció una separación política neta entre los
intereses de la burguesía y los del proletariado. La conciliación absoluta
entre la burguesía y el proletariado es antihistórica y utópica. No existe ni
puede existir un Estado equidistantes de las clases (…) Ese equilibrio que
buscaba Perón (…) era sumamente
inestable y aleatorio Tarde o temprano tenía que romperse. Entre tanto sometía
al Estado a un apolítica oscilante y lo conducía a un callejón sin salida (…)
La única garantía que la pirámide de Jauretche no de desplome reside en el
papel dirigente de esa conjunción de clases sociales que asuma el proletariado”. [32]
Este será una tesis común a toda la izquierda peronista en los setentas.
Decía Carlos Olmedo líder de la Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en 1971
que “Nosotros pensamos que la doctrina justicialista es la expresión elaborada
de una etapa de la experiencia de nuestro pueblo en la que, junto con la
afirmación de las tres banderas fundamentales -la justicia social, la
independencia económica y la soberanía política (…) se expresa y se concibe la posibilidad de una
integración de los intereses de diversas clases y diversos sectores. Si
lo que se pretende al hablar de doctrina justicialista, es fijar la historia,
detener su curso y hacerle creer hoy a nuestro pueblo que es posible el
capitalismo sin explotación, o que los intereses de los dominados y los
dominantes pueden conciliarse nosotros
decimos que eso no es justicialismo, que la doctrina justicialista ya no
interpreta las necesidades del pueblo peronista. Nos parece más correcto
decir que eso no es justicialismo, porque nuestro pueblo sabe perfectamente que
la doctrina tiene que ser tan viva como la propia realidad y debe adecuarse a
las etapas, a los ciclos, a los peldaños de la lucha por la liberación” [33] este
es un elemento clave en el pensamiento montonero maduro. Las afinidades que
emergen entre el método de interpretación de la realidad argentina de los
guerrilleros peronistas y algunos planteos centrales de Puiggros no es
sorprendente.
Podemos ver que, si bien en los escritos de Puiggros no aparece una
defensa abierta del método guerrillero, ni de sus planteos teóricos se deduce
centralmente en el tema de la lucha armada como vía hacia el poder para la
clase obrera, si vemos que el intelectual recorrió un trayecto político que lo
acerco a los guerrilleros; y que a su vez los guerrilleros que adscribieron al
peronismo desde ideas de izquierda encontraron en él un arsenal de herramientas
y justificaciones teóricas importante.
En una fecha tan temprana como 1967, con el Che recién caído en Bolivia,
Puiggros escribe un artículo para la revista chilena Punto Final[34] en donde emprende
una crítica al Partido Comunista por sus definiciones (en un escrito firmado
por Rodolfo Ghioldi entre otros) contra el libro de Regis Debray Revolución en la revolución. No
encontramos aquí una defensa directa de Debray, sino un ataque sistemático a
todas las ideas centrales de la posición comunista. Y a través de este ataque
una defensa de los movimientos de masas como el peronista “si las izquierdas
latinoamericanas reflexionaran auto-críticamente sobre las causas que las
mantienen (…) al margen del proceso histórico descubrirán que una (…) es que se
opusieron y se oponen a toda manifestación espontánea del movimiento de masas”
agregando que debería ser “encauzarlo y dale conciencia revolucionaria”. Con la
misma lógica indirecta defiende a los que se aventuran en estrategias de nuevo
tipo como la guerrilla y a los que se alejan de la dirección del PCA en pos de
la nueva estrategia: ”Por razones obvias (los dirigentes del PCA) carecen de
aptitudes para altar alambrados, escalar montañas o dormir a la intemperie, (…)
pero lo menos que podría pedírseles es respeto y comprensión hacia los
revolucionarios (…) tropiezan con insalvables dificultades para convencer a los
jóvenes que los sigan en caminos sin esperanzas”. El epígrafe de la foto que
ilustra su artículo recoge una frase de Fidel Castro en la conferencia de la
OLAS de 1967 “Los maduros, los súper maduros se han madurado tanto que se han
podrido…”.
Los escritos de Debray en pocos años perdieron consenso entre los
partidarios de la lucha armada. A su vez Puiggros enfrenta en este artículo la
crítica del PC a cualquier desviación de la estrategia tradicional del partido
y no se detiene en analizar a Debray ni a proponer la lucha armada
directamente, vemos como en una fecha tan temprana para la Argentina como 1967
nuestro intelectual continúa posicionado dentro de las líneas generales de la
“nueva izquierda” y dentro del matiz de la misma que acepta al peronismo y a la
guerrilla, no es sorprendente sus afinidades con Montoneros en el futuro.
Las
mismas FAR y Montoneros posteriormente se consideraran como el intento de
construir era fuerza política que garantice los intereses socialistas
estratégicos de los trabajadores peronistas dentro del movimiento peronista. ¿Cómo
era el Frente nacional para Puiggros? En polémica con Frondizi y Milciades Peña
reafirma la existencia de una burguesía nacional con contradicciones con el
imperialismo y la necesidad de constituir un frente “abarcando todas las clases
y sectores que constituyen la nación” frente a las ideas “trozquizantes” de una
unidad del proletariado mundial contra la burguesía. Pero se delimita
nuevamente del los nacionalistas populares con la definición de la necesidad de
la “lucha por la hegemonía del proletariado en el terreno práctico de la
conquista de la hegemonía dentro del gran movimiento nacional emancipador”[35]. En
el mismo sentido Montoneros planteará su rol dentro del peronismo. Montoneros explicaba
el carácter del peronismo en la lucha por la liberación nacional de la misma
manera. Planteaban existe el movimiento peronista con un conductor que es
Perón, que además es el líder de los trabajadores; pero también está
Montoneros, que es la vanguardia y garantía de la hegemonía de los intereses
obreros, y el Frente de liberación nacional que no es el peronismo sino un
espacio que se cruza con él pero no coincide totalmente y debe incluir a otros
sectores de izquierda y fracciones de la pequeña y mediana burguesía no peronista.
Y más adelante escribían “la contradicción entre FATE y Good Year es clara,
pero entre FATE y Fiat no, porque FATE le puede hacer los neumáticos a Fiat, en
cambio uno compra neumáticos a FATE o a Good Year”[36]
(debemos aclarar que FATE era nacional, propiedad de José Ber Gelbar, y Good
Year extranjera). De esta forma Montoneros definía la contradicción principal y
como constituía su alianza de clases, la cual “es definida como (la alianza) de
fuerzas del imperialismo con sectores de la oligarquía y la gran burguesía
nacional que están asociados al imperialismo en contra del resto de la nación,
es decir, los trabajadores, pequeña y mediana burguesía” una aplicación
práctica de las ideas de Puiggros.
Algunas tesis
fundamentales
Un aporte decisivo a la cosmovisión de la izquierda peronista fue la
distinción conceptual entre las causas internas y las causas externas del
devenir histórico de una formación social. Esta distinción y el eje puesto por
Puiggros en las causas internas fueron decisivos para la articulación del
marxismo con el sentido común del peronismo en la resistencia. Justamente
Puiggros atribuía las dificultades que tuvo la izquierda clásica para
comprender al peronismo, en el hecho de ver todos los acontecimientos internos
como reflejos de lo ocurrido en otros lugares. El peronismo había sido
nazifacismo para el PC y el PS al interpretar las contradicciones internas a la
luz de las contradicciones europeas. Por eso para Puiggros “a los políticos que
se valen de la historia y la economía como muletillas para justificar
militancias ajenas o contrarias al devenir nacional, les viene de perilla las
tesis de los economistas e historiadores que ocultan o subestiman la función
determinante de las causas internas en el desarrollo de la sociedad”.
Señalaba que: “las causas
externas intervienen en los cambios sociales por intermedio de las causas
internas y en la medida que estas últimas se lo permiten”. Amparándose en la
autoridad de Lenin, esta operación era intrínseca a la “ley general de la
dialéctica” de estudiar “la contradicción en la esencia misma de las cosas”.
Así desde esta posición criticaba a la
izquierda tradicional en su práctica política “nunca fueron capaces de asociar
las causas externas con las causas internas, ni hacer que las causas externas
fueran absorbidas por las causas internas, ni que el socialismo se realizara
partiendo de las condiciones materiales del desarrollo social argentino”[37].
Tarea a la que él intentaba abocarse en los años subsiguientes y que definimos
como la configuración de un nuevo bloque histórico.
Pero es Mao Tse Tung en
su tesis Sobre la contradicción,
donde se encuentra mas desarrollada la concepción que Puiggros elaborada para
explicar la relación de la izquierda con las masas populares en la historia
argentina. El líder Chino planteaba que “según la dialéctica
materialista, los cambios en la naturaleza son ocasionados principalmente por
el desarrollo de las contradicciones internas de ésta, y los cambios en la
sociedad se deben principalmente al desarrollo de las contradicciones internas
de la sociedad, o sea, las contradicciones entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, entre las clases y entre lo viejo y lo nuevo. Es el
desarrollo de estas contradicciones lo que hace avanzar la sociedad e impulsa
la sustitución de la vieja sociedad por la nueva. ¿Excluye la dialéctica
materialista las causas externas? No. La dialéctica materialista considera que
las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas,
su base, y que aquéllas actúan a través de éstas”[38]. La diferenciación entre tipos de
causas que planteaba en Historia crítica…
está claramente emparentada con la concepción maoísta aunque en el
desarrollo puigroseano de la misma el foco es puesto más fuertemente en el aspecto
nacional. No existen referencias directas de Puiggros a Mao que nosotros
hayamos detectado. Pero consideramos que la tesis de Mao data del 1937, del 49
el triunfo de la revolución China y una mente atenta podía ver la distancia
existente entre la estrategia del PC chino y la recomendada por la URSS.
Puiggros al igual que Mao nunca abandonó el ideal de ortodoxia marxista; por lo
tanto la afinidad de las tesis de las causas internas puigroseana y maoísta es
evidente. Teniendo en cuenta la erudición de Puiggros es probable una
influencia no declarada del líder chino sobre intelectual el argentino[39].
En el capítulo “El imperialismo como categoría histórica” del Proletariado en la revolución nacional[40] diez años después de la publicación de Historia crítica… Puiggros delimita
nuevamente las implicancias de las causas internas frente a nuevos impugnadores
de izquierda como Silvio Frondizi (y también Milciades Peña). Frondizi había
presentado recientemente su tesis de la “integración mundial capitalista” en su
libro La realidad Argentina. Un ensayo de
interpretación sociológica. Para Frondizi el capitalismo tendía a la
mundialización bajo la potencia rectora de los EEUU y de la misma forma la
lucha por el socialismo debía tender a la internacionalización. Puiggros carga
duramente contra esa teoría acusándola de ser un “espejismo infantil de una
lucha imaginaria entre un capitalismo que se integra y un socialismo que se
internacionaliza”, insistiendo en el carácter nacional de la lucha. El carácter
progresivo que Puiggros ve en el nacionalismo de los países coloniales o
dependientes es desarrollado en el capítulo tres “El nacionalismo y los cambios
sociales” de El proletariado… donde
nuevamente polemiza con la izquierda no nacionalista tanto tradicional como
nueva. La defensa puiggroseana de los movimientos nacionales y del nacionalismo
de los países oprimidos parte de la misma base teórica la tesis de las causas
internas. La adscripción universalista
era atribuida por los marxistas nacionalistas a los marxistas no peronistas y
por Montoneros al PRT y fue un caballito de batalla que se repite en las
discuciones de la guerrilla peronista con los perretistas[41].
Su crítica al
mecanicismo comunista no lo distanció de su convicción de la necesidad
histórica del socialismo. “La interpretación idealista de lo universal
ha constituido desde su nacimiento la modalidad esencial de los intelectuales y
dirigentes de los partidos socialista y comunista en la argentina. Salvo
excepciones aisladas que todavía no se proyectan en un gran movimiento de
masas. Esto dirigentes e intelectuales conciben al socialismo y al comunismo,
como universales, que tarde o temprano obligarán al país a entrar por su camino
y no como FRUTOS INEVITABLES del desarrollo de lo singular en nuestra sociedad.
Repudian lo singular por contradictorio impuro y adoran o universal por exento
de contradicciones e inmaculadamente abstracto” [42].
Entonces sus críticas iban orientadas mas bien, no al núcleo
duro del marxismo, sino a la utilización de él dada por la izquierda argentina.
Según Puiggros este planteo “mecánico” disolvería la contradicción permanente
que existió entre la “causa interna” del desarrollo nacional y la “causa
externa” de la intervención imperialista. Para él la ley de la dialéctica
gobernaba a relación entre ambas pero el origen de proceso debía iniciarse
desde adentro de la materia, desde lo
nacional.
Por eso “La
revolución industrial presenta dos caras (…) la del nacimiento del capitalismo
y la de su decadencia y muerte del capitalismo y la génesis de la revolución
socialista. La primera corresponde a los orígenes capitalistas de los países calificados actualmente como
“desarrollados” y la segunda impele a
los países clasificados actualmente como “subdesarrollados” a alcanzar y superar
a aquellos más allá del capitalismo”[43].
Esta definición marca la concepción de Puiggros respecto a la NECESARIA
tendencia al socialismo y en ese sentido continúa con la tradición filosófica más
dura del marxismo. Lo que Puiggros acentúa y modifica es la tendencia (también
necesaria) socialista de los procesos de liberación nacional y descolonización
de los países oprimidos durante el periodo de posguerra. Es claro que sus ideas
se originan a partir de las tesis de la Tercera internacional comunista
respecto de los países oprimidos. También la podemos relacionar con los
planteos Montoneros y de las FAR (y de la izquierda peronista en general)
respecto a la necesaria tendencia socialista que el movimiento de Perón tomaría
al ser nacionalista e industrialista[44].
Puiggrós sostenía
que las causas externas de la era del imperialismo obtenían su eficacia a
través de las internas. Y, en contradicción con ello también se presentaban
tendencias interiores que propendían al “autodesarrollo” y, por ende, a la
liberación nacional. Como vimos el privilegio otorgado a las causas internas,
encontraba buena recepción en un ambiente en el que el nacionalismo peronista
se transformaba en sentido común de muchos sectores y en el que la
intelectualidad rompía con las visiones clásicas y buscaba una relectura de la
propia sociedad. De la misma forma que los procesos que rompían con la
ortodoxia pro soviética eran releídos en clave de liberación nacional en los
círculos intelectuales y militantes de la nueva izquierda.
En su avance a la plena identificación como miembro del amplio arco del
movimiento peronista Puiggros ajusta su explicación histórica encontrando una
línea de evolución que preanuncia las tareas políticas y organizativas del
momento para el peronismo revolucionario. Si en Historia crítica… ajusta cuentas con su pasado y presenta una
matriz teórica explicativa de los procesos históricos con la que replantea la
cuestión nacional. En El proletariado en la revolución nacional avanza en dos sentidos fundamentales y
complementarios: en la presentación de movimiento obrero peronista como
expresión de la conciencia de clase revolucionaria propia de las causas
internas de nuestro país y en la presentación del Estado peronista como una
herramienta en disputa entre obreros y burgueses.
Las concepciones puiggroseanas respecto del Estado
peronista se encuadraban en una concepción de Estado como aparato o herramienta
“el Estado en si no puede ser calificado de progresista o reaccionario, de
opresor o emancipador. Todo depende de su contenido de clase y del carácter de
su intervención en la vida económico-social. Puede conducir al socialismo o
impedirlo…”[45]. Como la
industrialización en los países oprimidos implicaba tendencias socializantes en
sí, y la herramienta por antonomasia para romper con la dependencia y el atraso
impulsar esa industrialización era el Estado, este debía ser “inevitablemente
el arma del proletariado (…) para construir la nueva sociedad socialista”[46].
Y más adelante continuaba, “La planificación
peronista fue parcial, dejando amplio margen a la economía y la propiedad
privadas. (…) Pero aún la gestión privada (…) no puede desenvolverse, entre
nosotros, sin la protección y ayuda del Estado” se refiere a la industria no
monopolista ni vinculada al capital extranjero la “creadora”. Aquí aflora la
idea de una economía de transición, mixta con fuerte orientación estatal, una
economía de transición cuya afinidad con la idea de capitalismo de estado
popular también “de transición” pregonaba Montoneros en 1973[47]. “La
efectividad de la lucha antiimperialista descansa en nuestra capacidad para
organizar las condiciones internas (…) no solo desarrollar las bases económicas
propias, sino también tratar con las empresas extranjeras y absorber capitales
del exterior (…) con la meta de acelerar el fortalecimiento económico y
financiero del país”[48].
Esa interpretación fue la hecha por Montoneros en
relación a las posibilidades del pacto social: un espacio de tiempo que
permitiera el nuevo estado acumular los recursos necesarios para realizar la
transición. Hipotetizaban los guerrilleros peronistas en 1973 que “derrotar al
imperialismo significa derrotar a un sector importante de la patronal (...) se
estatiza o se socializa (...) Es decir determina esa realidad de estructura que
el proceso de liberación nacional sea tendiente al socialismo. No existe otra
posibilidad porque no existe la posibilidad de capitalismo nacional, esto es
así porque la burguesía de un país dependiente no tiene la acumulación de
capital suficiente para independizarse del imperialismo, es decir tiene que
competir en términos mundiales (...) En consecuencia hay que desarrollar un
proyecto cuyo sistema socioeconómico, político, sea distinto al anterior”. Al igual
que Puiggros Montoneros entendía que la hipotética revolución no iba a
establecer un régimen socialista de inmediato, de ahí que la definiera
claramente como de “orientación socialista”, considerando que se debía proponer
una teoría de la transición. “Habrá que recorrer una etapa de transición desde
una estructura capitalista liberal y dependiente hacia una estructura
socialista independiente”.
Y más adelante Puiggros, en el capítulo sobre le
peronismo de El proletariado… vuelve
sobre otra de las ideas fuerza que esgrimía en defensa del gobierno de Perón al
interpretarlo como un paso hacia el socialismo. Afirmaba que “nacionalizar no
equivale a socializar en el pleno sentido de la palabra (…) capitalismo de
estado es todavía capitalismo, pero un capitalismo que (…) trae en sus entrañas
elementos del socialismo”[49]. Es
decir las estatizaciones por un lado mostraban el carácter progresivo. Y por
otro Puiggros se pregunta “¿Cuál era (…) la clase económicamente dominante?”
durante el gobierno de Perón y como era la ecuación de fuerzas en esa época. Y
responde que la enorme presencia del movimiento obrero organizado en el origen
del peronismo y la necesidad de apoyarse en él para realizar las tareas de la
“revolución nacional” hacia que el estado justicialista tuviera una condición
ambigua “una tendencia a buscar el equilibrio entre las clases, a colocarse por
encima de las clases” (…) “estableciendo
un equilibrio inestable y provisorio entre la burguesía y el proletariado,
equilibrio sin perspectiva histórica, correspondiente a una etapa de
transición”[50], pero que implicaba
matizar el carácter estrictamente burgués que desde el resto de la izquierda se
le adjudicaba.
Dos polémicas para definir límites
Es una
polémica interesante la que sostuvo Puiggros con Arturo Jauretche en 1957. En
ese momento es el de la transición de Puiggros hacia su identificación como
parte del movimiento peronista y cuando Jauretche jugaba sus fichas en el
desarrollismo frondizista. El ex Forjista acusaba mordazmente como era su
costumbre al historiador de marxista marginal al movimiento y obrerista
abstracto, defendiendo un programa de frente nacional encabezado por la
burguesía nacional. Puiggros recogiendo el guante respondió “Ya que usted no
quiere escrutar las causas de su fracaso, le ahorraremos el trabajo. Dice en su
libro Los profetas del odio (pág. 131): “Ni el proletariado, ni la
clase media, ni la burguesía por sí solos pueden cumplir los objetivos comunes
de la lucha de la liberación nacional”. Su información es incuestionable. (…).
Pero nuestras discrepancias comienzan cuando usted agrega que “el movimiento
debe revestir la forma piramidal” y luego actúa como si la base de la
“pirámide” -la clase obrera- tuviera que estar subordinada a la cúspide, o sea
a la clase media o a la burguesía. Porque el quid de la cuestión consiste en
que ese movimiento no es estático, sino extraordinariamente dinámico. Dentro de
él hay fuerzas sociales que se disputan la dirección, quiéralo o no usted. Por
ejemplo: el voto en blanco fue el 28 de julio una manifestación de la
independencia y del poder de la clase obrera y no un renunciamiento o ruptura
del movimiento nacional liberador. (…) Usted, doctor Jauretche, concibió su
pirámide desde el punto de vista del interés de la burguesía y la clase media.
Por eso su pirámide se derrumbó, como castillo de naipes, ante la decisión de
la clase obrera. Y su fracaso será mayor si insiste en organizar el movimiento
en forma piramidal sobre las espaldas de los trabajadores.[51]
La
concepción de frente de liberación nacional de Puiggros es clara en esta
polémica como años después lo desarrolló en El
proletariado… También se mantiene firme su idea fuerza de cómo debe
evolucionar naturalmente el peronismo hacia un movimiento con hegemonía obrera,
o mas bien con una conducción que garantice la hegemonía obrera. Concepción que
mantendrá hasta el final de sus días y que fue la piedra de toque de toda la
izquierda peronista. Es bueno aclarar que Jauretche virará hacia posiciones más
de izquierda en los años siguientes.
En 1965 desde México Puiggros
establece una nueva polémica destinada a hacer escuela. Entra en debate con
André Gunder Frank en torno a la definición de los modos de producción en
América latina. En esta polémica se enfrentan dos concepciones generales: la idea
del modo de producción capitalista vista a través del sistema mundial y la
circulación de mercancías y la concepción del modo de producción definido desde
adentro del mismo a través de la relaciones de producción[52].
Dice Puiggros “No podía haber definido
con mayor exactitud el abismo que nos separa: el doctor Frank parte del
"sistema mundial" y nosotros partimos de los modos de producción que
se crearon en Ibero América con la colonización hispano-portuguesa. Su punto de
vista es el de la mentalidad colonial —mentalidad metafísica— que ve en las
sociedades latinoamericanas meros reflejos de Europa, de los Estados Unidos o
de los países socialistas, cuyo destino está unido desde el origen a causas
externas decisivas.”
Más adelante en el mismo
artículo plantea el posible funcionamiento de las abstracciones y su relación
con el proceso concreto “Los esquemas históricos no carecen de valor como
instrumentos de investigación y bases para reunir los caracteres comunes de
determinada formación social. Son, por el contrario, imprescindibles en el
proceso de generalización y abstracción, pero siempre que se vea en ellos nada
más que la clasificación abstracta de una realidad riquísima en matices y se
tenga presente el mundo de contradicciones que hierve debajo de ellos.”[53]
Aplicando aquí su interpretación de la vieja discusión en torno a los
universales entre realismo y nominalismo, que también será retomada por Olmedo
en las discusión con el ERP “La ilusión de una política marxista universal
lleva a estos errores metodológicos, (…)
Resulta que para estudiar la sociedad argentina en su composición y movimiento
hay que empezar... por la situación de la economía capitalista mundial y la
lucha revolucionaria internacional. (…).”
Plantea más adelante
Olmedo en el mismo artículo que “Consecuentemente con esto, el punto de partida
de cualquiera de nuestros análisis está situado en la sociedad argentina real y
concreta y nuestra estrategia se basa ante todo en el estudio y conocimiento de
las peculiares condiciones en que nuestra patria se desenvuelve.”. Vemos que
tanto para Puiggros como para Olmedo podríamos seguir pensando en la influencia
del pensamiento maoísta ya que Mao planteaba que todo parte de los concreto y
la abstracción debe volver a los concreto para verificarse y seguir
desarrollándose. Pero creemos que a esa conclusión se puede llegar desde varios
puntos de partida diferentes, en cambio el aspecto del pensamiento puigroseano
relacionado con las causas internas es similar al de Mao no solo en el concepto
sino en la forma en que es enunciado.
La polémica con Gunder
Frank es parte del esfuerzo de Puiggros de poner el eje de la reflexión
histórico política en las causas internas. Este esfuerzo es acompañado por
otro, más moderado esfuerzo, de matizar el determinismo comunista. Recupera, entonces, dos elementos muy poco
trabajados en la época: la transición al socialismo desde las economías
capitalistas atrasadas contemporáneas (muy útil a las organizaciones
guerrilleras que luchaban por la revolución socialista) y la categoría de modo
de producción asiático[54]. En ambos casos Puiggros planteaba una
renovación dentro de la ortodoxia, rechaza la existencia de un modo universal
de concebir la evolución de las sociedades (como el comunismo soviético y sus
seguidores argentinos) pero no incorpora las posturas más heterodoxas. Adapta
las tesis más generales (como la de los cinco estadios) a la realidad política
Latinoamericana de movimiento revolucionarios prosocialistas. Y adscribe a la
idea de particularidades específicas que escapan a la categorización universal
de los cinco estadios y por ello se vale de un redescubrimiento de la época que
le permite un punto de partida local para estudiar el periodo precolonial: el modo de producción asiático.
O sea, si bien mantiene la concepción de
evolución necesaria se aleja de doctrina comunista formal de evolución
necesaria y universal rescatando categoría que le permitan explicar evoluciones
nacionales particulares, sobre todo para los países oprimidos. Entonces, de la
misma forma y con estas concepciones puede ver al peronismo como una transición
necesaria y pensar dos etapas del mismo Una democrático burguesa agotada en
1955 y otra necesariamente más avanzada que debería surgir con el nuevo
peronismo de la resistencia con hegemonía y dirección de orientación obrera.
En Historia crítica… escribía que los “derechos sociales y las
conquistas gremiales que otorgó (Perón) a los obreros de la industria y el agro
fomentaron en ellos la ilusión de que podían esperar de Perón (…) el gran cambio revolucionario al que
aspiraban…”[55] y en el mismo apartado
insistía sobre las limitaciones de la pareja gobernante como la ausencia de una
concepción que permitiera un avance a una etapa superior que garantizara los
intereses obreros. Es en estas ideas donde el marxismo de Puiggros se hace más
consecuente con las ideas de la tradición comunista que el propio comunismo
vernáculo: Para Puiggros el rechazo integral del Partido comunista argentino y
del Partido socialista, en el esquema evolucionista sostenido por la izquierda
hasta entonces, iba en contra de la evolución natural del capitalismo argentino
y alejaba al país del socialismo.
En este plano sus tesis
redondean su confluencia con las de la izquierda peronista y de Montoneros “El
partido tiene una determinada relación con la clase obrera que se caracteriza
por: Su objetivo (el socialismo) y su plan de conjunto para lograr ese objetivo.
El plan debe incluir. A) la experiencia de las masas y su forma de organización
(en nuestro caso el peronismo y hoy el movimiento montonero) b) El programa que
permite aglutinar en torno a la clase obrera y al pueblo al máximo de fuerzas
sociales posible en función del enemigo principal (programa antioligarquico y
antiimperialista de transición al socialismo)”[56] Los
dos ítems que transcribimos del manual de formación montonero complementan una
serie de afinidades y confluencias entre las ideas aportadas por Puiggros y las
doctrinas montoneras maduras. En este caso, la creación de una organización
inscripta dentro del movimiento peronista que garantice los objetivos
socialistas a través de una teoría clara y la necesidad de un frente nacional
con otras clases.
Podemos ver la coherencia
de los planteos básicos de Puiggros en sus trabajos fundamentales. En el primer
artículo de polémica con Gunder Frank escribe “Le escribía Marx al ciudadano
Maurice Lachâtre, editor de El Capital en francés: "En la ciencia
no hay calzadas reales, y quien aspire a remontar sus luminosas cumbres, tiene
que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos".
Pensaba, sin duda, en los hombres de su tiempo que, seducidos por los esquemas
del positivismo comtiano (…) una vez establecido lo general, sólo restaba
introducir dentro de su contexto las nuevas particularidades que fueran
apareciendo (…) No imaginaba Marx que su crítica tendría en el futuro que
aplicarse a quienes invocaran su nombre para realizar la operación inversa a
que él sometió al idealismo dialéctico de Hegel…”[57]
Estos “senderos
escabrosos” propuestos por Puiggros para la investigación académica marxista,
van de la mano sin dudas, con el sendero escabroso de articular socialismo y
peronismo. Es en este sentido que el Peronismo pensado como estructura de
transición, “de una estructura capitalista liberal a una socialista
independiente” o sea una estructura de
capitalismo de Estado con planificación, (como planteaban los montoneros hacia
mediados de 1973) exigía una serie de concesiones discursivas e identitarias,
que Puiggros (y los Montoneros) realizaron hasta el 74. Indudablemente un
sedero escabroso, que hoy desde el fracaso que implicó su elección, podemos
criticar. Pero que sin dudas en el momento histórico atrajo a una cantidad nada
despreciable de militantes e intelectuales que, a semejanza de Puiggros, de
ninguna manera renegaban de su marxismo. Por el contrario, como explicaba
Olmedo en la discusión con el ERP del 71, lo que intentaban realizar era la
adaptación de las tesis del marxismo a las condiciones del proletariado
argentino tal como era condición si se adscribía a las tesis de las causas
internas y se partía de las condiciones particulares: “Como le digo,
constituíamos parte de un conjunto de pequeños grupos articulados, coordinados,
dentro de los cuales la discusión acerca del problema nacional se venía dando
con un signo bastante positivo. Y el Cordobazo termina por nacionalizarnos,
constituye un peldaño de nacionalización de enorme valor para nosotros. Nuestra
organización se considera expresando lo que podríamos llamar una estrategia de
nacionalismo revolucionario. En la Argentina, el nacionalismo revolucionario
implica la valoración positiva de una experiencia fundamental de nuestro
pueblo, que es la experiencia peronista.”[58]
Entonces, las
conclusiones que Puiggros transmite en Historia crítica… y que tanto influenciaron en las décadas
siguientes a la izquierda peronista, iban en el sentido de redefinir lo que
debía ser la práctica militante de los revolucionarios en Argentina. Su crítica
al cosmopolitismo y exterioridad a la clase trabajadora de los partidos de
izquierda (a cuyo estudio dedica gran parte de su trabajo) tenía una propuesta
explícita. Primero que la militancia revolucionaria no se podía hacer desde la
negación política de los movimientos populares. El dedicó gran parte de su obra
a definirlos. Estos eran pensados como un frente de fuerzas nacionales que
operan positivamente en la resolución de la contradicción principal (liberación
o dependencia). En segundo lugar, que la identificación absoluta con el
movimiento y su líder poseía límites infranqueables sin una alteración de los
rasgos ideológicos burgueses y burocratizantes. El fracaso del régimen
peronista en perpetuarse en el poder se debió a las deficiencias de su programa
político, es decir, a la falta de una teoría revolucionaria como guía de la
voluntad de transformación[59].
Fueron estas conclusiones parte del acervo político de la izquierda
revolucionaria peronista y especialmente la convicción que llevó a Montoneros
al enfrentamiento con la burocracia, el sindicalismo y Perón. No es casual que
Puiggros haya terminado su militancia como parte de las estructuras amplias de
la organización.
Volviendo al Olmedo
y la polémica con el ERP el dirigente guerrillero escribía que existen “Dos concepciones sobre el papel que juegan
los factores nacionales en la elaboración de la estrategia y la táctica del
movimiento revolucionario argentino. Desde que el movimiento obrero argentino
toma parte activa en la política nacional, el papel que juegan los factores
específicamente nacionales en la determinación de una estrategia y la táctica
del movimiento revolucionario, ha sido permanentemente la piedra de escándalo.
Parejo con este problema corre otro; de la valoración de la experiencia
histórica de la clase trabajadora argentina y del movimiento peronista.” No podemos dudar de la perfecta afinidad de
estas definiciones políticas de las FAR con las interpretaciones de Puiggros
diez años antes en El proletariado….
También podemos pensar que la década del sesenta y los primeros setentas
es un periodo donde la relectura del pasado reciente hizo que muchos jóvenes
marxistas sintieran una fuerte atracción por el peronismo de composición
eminentemente obrera en sus bases y perseguido. Para los que daban el paso
final al peronismo y más aún proviniendo del PC como muchos de los dirigentes
de las FAR Puiggros debió ser un vehículo de transición con un lenguaje y
categorías conocidas.
Conclusión
A lo largo de este
artículo hemos trabajado la hipótesis de Rodolfo Puiggros como un intelectual
que luchó por constituirse en articulador de una nueva hegemonía. Es en ese
sentido que trabajamos el tema de la constitución de un nuevo bloque histórico
en el marco de una crisis orgánica que afectó nuestro país en esas décadas.
La influencia de Puiggros
tampoco debe ser sobredimensionada. Junto a él pueden aparecer varios
intelectuales más del marxismo nacionalista y otros del nacionalismo popular. Algunas
de sus ideas no lograron hacer escuela como su no aceptación de Juan Manuel de
Rosas dentro de los líderes populares a reivindicar.
Esto nos remite a su apego
a las categorías marxistas más allá del romanticismo nacionalista que teñía los
relatos históricos de la época. Rosas no podía dejar de ser analizado como un
terrateniente y difícilmente entraba en la necesaria etapa de progreso
capitalista liberal independiente que Puiggros consideraba posible frente al
liberalismo pro británico y cosmopolita triunfante en el siglo XIX. Por eso la
historia de Puiggros empieza con la argentina moderna hacia fines del siglo XIX
o se remite al pasado colonial y las décadas de la independencia.
Puiggros nunca dejo de
reivindicarse como la verdadera ortodoxia marxista. En realidad la hipótesis
comunista de desarrollo por etapas y revolución democrático burguesa tuvo un
mejor defensor en él que en el PC oficial. El peronismo ser aproximaba a ese
intento. Puiggros así lo vio y apoyó el proceso, el PC contradictoriamente con
su teoría permaneció ajeno.
Dos ideas claves, la de
los universales y la de las causas internas, fueron sin dudas las de más
influencia política y las que hemos leído en los documentos más importantes de
las organizaciones guerrilleras peronistas como el debate de las FAR y el ERP
de 1971, la “Charla a los frentes” de la conducción nacional de Montoneros del
73 y el Manual de instrucción para
oficiales y soldados de 1976
La categoría modo de
producción asiático también es recuperada por Puiggros en clave de renovación y
reafirmación de la ortodoxia. A través de ella logra interpretar una realidad
americana que no entra en la teoría de los cinco estadios soviética y consigue pensarla en clave de
causas internas.
En ese sentido creemos que
la trayectoria de Puiggros esta marcada por la coherencia. Su evolución hacia
el peronismo no le implica un abandono del marxismo en términos de método de
análisis más allá de sus apuestas políticas o de la no verificación final de
sus ideas sobre el peronismo. Debemos recordar que este fracaso se enmarcó en
el fracaso final de toda la nueva izquierda política e intelectual.
Si un intelectual se
define según Gramsci como formando parte de un bloque histórico determinado y
todas las categorías de intelectuales tienen en común un vínculo más o menos
estrecho con una clase social fundamental, Puiggros buscó ser intelectual de la
clase obrera peronista. El fracaso del proyecto de la nueva izquierda y
específicamente el de la izquierda peronista lo vemos como la no constitución
de un nuevo bloque y la no consumación de su rol como vínculo entre la
estructura y la superestructura. Esto es parte del fracaso de los proyectos
revolucionarios de la época.
Según Gramsci los
intelectuales forman una capa social diferenciada ligada a la estructura –las
clases fundamentales en el campo económico- encargada de elaborar y administrar
la superestructura que dará a esta clase homogeneidad y la dirección del bloque
histórico. Puiggros desplegó sus ideas y su rol de militante en ese sentido.
Sus tesis hicieron en parte la política de organizaciones concretas que
buscaron ser el “intelectual colectivo” que lograra que la política socialista
hegemonizara un movimiento como el peronista (leído en clave de MLN).
Propone Raymond Williams
refiriéndose a la relación de la evolución de las ideas revolucionarias y los
intelectuales con la clase revolucionaria o ideas simples potencialmente
revolucionarias, que “Las propias y complicadas relaciones de Marx y Engels con
el carácter revolucionario del proletariado europeo (…) constituyen un ejemplo
sumamente práctico de la precisa dificultad (de la relación intelectuales clase
obrera y de la formación de sus ideas).” Los intelectuales argentinos de los 60
tuvieron esa misma dificultad, que es del surgimiento y consolidación de lo
nuevo y contrahegemónico. Igualmente el grado de represión que sufrió nuestra
sociedad habla del riesgo que vieron nuestras clases dominantes y que iba mucho
más allá del accionar guerrillero.
Consideramos
que las posiciones políticas de Puiggros lo llevaron a converger con las
políticas de Montoneros. En este sentido no estamos de acuerdo con algunas
interpretaciones que ven la influencia de la opción montonera de los hijos de
los intelectuales maduros (Puiggros, Walsh, Oesterheld, etc.) justificatoria de
lo que habría sido una opción inmadura. Puiggros como veremos en este artículo
fue convergiendo con los revolucionarios peronistas desde una aproximación
política hasta terminar como referente del movimiento montonero en el exilio. En
1975 apoya públicamente al Partido peronista auténtico. Su hijo Sergio muere
combatiendo como oficial de montoneros en 1976. En 1977 dirige la rama de
profesionales, intelectuales y artistas del Movimiento Peronista Montonero,
agrupando a Juan Gelman, Pedro Orgambide, Norman Brisky y Silvia Berman. Luego
se suman Pino Solanas, Rodolfo Walsh. Miguel Bonasso, Héctor Hoesterheld, Paco
Urondo y muchos más. Pasa a formar parte de la mesa de conducción del
Movimiento Peronista Montonero con Yager, Perdía, Obregón Cano, Vaca Narvaja,
Bidegain, Pereyra Rossi y Firmenich.
Finalmente
transcribimos extractos del discurso de Puiggros de homenaje a Santucho en 1977
“…de las entrañas fecundas de nuestro pueblo nacen y nacen los arquetipos de la
sociedad del mañana, los héroes de la Patria Socialista. El martes próximo se
cumple el primer aniversario de la muerte en combate de uno de los más grandes
de ellos (…) Mario Roberto Santucho y en él, a los héroes que dieron su vida y
a los millares que luchan en todos los rincones de nuestra República, día a día
más numerosos, convencidos y combativos por una sociedad soberana y justa.
Santucho nos dejó un ejemplo que perdurará a través de los siglos. El ejemplo
de los revolucionarios auténticos, de los que se entregan a su causa con pasión
integral, de los que no miden los riesgos, ni esperan que otros se jueguen por
ellos en nombre de una falsa superioridad intelectual. Santucho creyó en la
unidad de la teoría y la práctica, y si entre nosotros pudo haber diferencias tácticas
o hasta ideológicas, no existen fronteras que nos separen en la guerra (…)
vemos en él un adelanto del argentino que hoy resiste y pronto barrerá de
nuestra tierra a los agentes del coloniaje y de la opresión para que reine la
paz y pueda la inteligencia desterrada volver para que la Patria querida sea el
hogar de la humanidad integrada y superior. Homenajeamos en Mario Roberto
Santucho a nuestros muertos que vivirán eternamente en la memoria de los
argentinos. A latinoamericanos de la gloria mundial de los Che Guevara y los
Camilo Torres (…). Y a nuestros muchachos y muchachas que preparan la victoria
final sin medir los sacrificios.”[60]
Este discurso expresa claramente la visión política de un marxista
nacionalista hacia el final de sus días, en el confluyen elementos de épica
revolucionaria, de nacionalismo, de convicción en el progreso, de lucha de
clases y de reafirmación de viejas convicciones en la estrategia socialista en
el marco de la liberación nacional. Y preanuncia el sacrificio hecho por los
militantes montoneros en la contraofensiva. El homenaje a Santucho, un Marxista
duro, que sin dudas hubiera polemizado con Puiggros tanto en su visión de la
historia como la del peronismo y del frente nacional, nos remite además a una
visión de compartir un lugar común, que en Puiggros era mucho menos la lucha
armada, que la convicción de la revolución socialista.
[2] Christopher Hill, Los orígenes intelectuales de la revolución inglesa, Barcelona,.
Grijalbo, 1980.
[3] Para una explicación de las contradicciones del primer
peronismo ver el artículo de Luis Brunetto “Crecimiento y control salarial en
la economía peronista” UNTF. 2008
[4] Como los agrupados en la revista Contorno del Centro de estudiantes de Filosofía y Letras.
[5] La Comunidad organizada se puede sintetizar en la idea
de una sociedad capitalista con una fuerte presencia del Estado que regula las
pautas de acumulación de la burguesía y redistribuya el ingreso nacional entre
sus diferentes fracciones y entre la burguesía y los trabajadores.
[6] Premisas peronistas que el general nunca abandonó: la
“tercera posición” ni socialismo ni capitalismo de libre mercado, las “veinte
verdades” y la concepción de la lucha de clases como un mal evitable. Se puede
consultar Perón, Juan, La tercera
posición, la constitución del 49, Brevario justicialista. Bs. As. Ed. Nuevo
Patrimonio. 1964. Perón, Juan, La
comunidad organizada, Bs. As. Secretaría
Política de la Presidencia de la Nación, 1974. Perón, Juan, Conducción política, Bs. As., Ed. Freeland, 1971.
[7] Se debía lograr una tasa de inversión mayor (en cada
industria y hacia nuevas ramas) y esto solo podía ser a través de recortar
beneficios obreros o avanzar en una mayor apropiación del Estado sobre la clase
capitalista.
[8] Varios debates cruzaron el campo de la izquierda en
ese entonces, los más generales giraban en torno al etapismo en la revolución,
el socialismo en un solo país, el debate y ruptura chino-soviético, la política
rusa de coexistencia pacífica y las invasiones a Hungría en 1956 o
Checoeslovaquia en 1968.
[9] Thwaites Rey,
Mabel; “La noción gramsciana de
hegemonía en el convulsionado fin de siglo” en Gramsci mirando al Sur. Sobre la hegemonía en los 90. K&ai Editor, Colección Teoría crítica,
Bs. As., 1994.
[10] Gramsci, Antonio, Cuadernos
de la cárcel. Ed. Era. 1999
[11] Ver Sigal Silvia,
Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur,
1991. Altamirano, Carlos Peronismo y
cultura de izquierda ed Temas Buenos Aires 2001
[12] Carlos Astrada murió en 1970 por lo tanto su
participación en las formaciones de la nueva izquierda no pudo verificarse,
pero fue sin dudas uno de los pocos relevantes intelectuales marxistas que en
el periodo 45-55 se enrolaron en el movimiento de Perón. En 1947 es profesor de
Gnoseología y Metafísica y director del Instituto de Filosofía en la
Universidad de Buenos Aires. Interviene decisivamente en la organización del I
Congreso Nacional de Filosofía, que tiene lugar en Mendoza en 1949. En 1956 es
expulsado de sus cargos por la Revolución que había tenido lugar el año
anterior. Viaja a Moscú, poco después a Shangai y Pekín, donde se entrevista
con Mao Tse-Tung. Adoptará las tesis marxistas maoístas y rechazará a las
corrientes denominadas “marxismo occidental” sean gramscianas, sarteanas o
altusserianas. En los sesentas revió parte de su anterior adscripción peronista
acrítica.
[13] Eduardo Artesano rompió con el PCA en el mismo proceso
que Puiggros y fue parte del MOC. También seguiría el derrotero que llevó a
muchos de los disidentes hacia el peronismo, pero en su caso buscaría un
anclaje político y teórico en el maoísmo en forma explícita. Su trabajo Manual de la militancia política Ed.
Relevo Bs. As. 1973 fue la más audaz intención de ver el peronismo a la luz del
maoísmo. Aparece como un compendio de
citas de Mao y Perón encuadradas en la lógica de la dialéctica del líder chino
para dar respuesta a la formación de un militante peronista en temas
inmediatos. Su acercamiento a peronismo y la identificación de este movimiento
como movimiento de liberación nacional es mas fuerte que en Puiggros y aún que
en la mayoría de los lideres guerrilleros peronistas del setenta. Ver, además
del manual ya mencionado, Ensayo sobre el justicialismo a la luz del
materialismo histórico, Historia
de la independencia económica, Juan Bautista de América. entre otros. Muestran un nacionalismo
escencialista al que es ajeno Puiggros.
[14] Puiggros, Rodolfo Historia crítica de los partidos
políticos argentinos, Buenos Aires, Argumentos, 1956.
[15] Para más información sobre la etapa peronista de Hechos e Ideas ver a Cattaruza Alejandro
“Una empresa cultural del primer peronismo: la revista Hechos e ideas 194-1955” Revista complutense de historia de América
N 19
[16] Se puede consultar a Carlos Altamirano Peronismo y cultura de izquierda.
Adriana Puiggros y Jorge Bernetti Peronismo cultura política y educación
Bs. As. Galerna 1994. “¿Aliados o
enemigos? Los intelectuales frente a los gobiernos de Vargas y Perón” Publicado en Estudios Interdisciplinarios
de América Latina y el Caribe, Julio - Diciembre 2004. de Flavia
Fiorucci
[17] Arturo Jauretche profetizaba algo que Montoneros
seguramente no comprendió en formna suficiente “Perón no quería que hubiera
capitanes ni tenientes, ni sargentos, ni nada.”Citado por Norberto Galasso, Dos
Argentinas, Arturo Jauretche-Victoria Ocampo, (Homo Sapiens, 1996) p. 90.
[18] Leopoldo Marechal, “Proyecciones culturales del
momento argentino”, Argentina en Marcha,
Comisión Nacional de Cooperación Intelectual, sin fecha), p.133. En
Flavia Fiorucci “¿Aliados o enemigos?
Los intelectuales en los gobiernos de Vargas y Perón” Publicado en Estudios
Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Julio - Diciembre 2004. En
una lectura de las posiciones de la intelectualidad nacional popular de los
cuarentas puede rastrearse varios de los argumentos del marxismo nacionalistas
y de la “nueva izquierda” en general: la existencia de una elite intelectual de
espaldas al país (o a la clase trabajadora en sus versiones marxistas no
peronistas).
[19] Tal es así que cuando retornó al país en 1974 volvió a
llamar a varios de sus antiguas gestores educativos como Alberto Ottalagano
para “ordenar” a la UBA y Oscar Ivanisevich como ministro de educación
[20] Siguiendo a Manuel Cattaruzza (op. cit.) podemos
matizar la idea dominante de que la política cultural del peronismo fue solo el
desplazamiento de la intelectualidad por el oscurantismo ya que Hechos… no fue mediocre ni medievalista
y contó con apoyo oficial. Lo que si podemos afirmar es que esta intención
(como otras emanadas desde el mismo Estado) no tuvieron aceptación ni
consiguieron en ese entonces conseguir las adhesiones necesarias para permitir
que el peronismo ganara adeptos en la intelectualidad fuera de los ya
convencidos.
[21] No debemos dejar de mencionar a los corrientes tronquistas
que, desde diferentes posiciones políticas, también valorizaron al fenómeno
peronista en forma diferente a la izquierda tradicional. Específicamente nos
referimos a Jorge Abelardo Ramos y Nahuel Moreno.
[22] La tesis de sociólogo Germani esta desarrollada en el
libro Estructura social de la Argentina que vio luz
en 1955. También se puede encontrar una interpretación mas densa por el aporte
de varios autores desde diferentes disciplinas en Argentina sociedad de masas EUDEBA 1965. Germani representa la
llegada a la argentina de la metodología del estructural funcionalismo.
[23] Tesis que permanece constante a lo largo de toda su
obra a partir de los cincuentas pero especialmente en El proletariado en la
revolución nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 (1958).
[24] Se puede consultar en artículo “Visiones del pasado y
tradiciones nacionales en el Partido Comunista Argentino (1925-1950)” de Manuel
Cattaruzza en A contracorriente www.ncsu.edu/project/acontracorriente. Además de las primeras obras del mismo Puiggros, Hector Agosti,
Rodolfo Ghioldi, Anibal Ponce, etc. La reivindicación del PC y los
intelectuales de esa corriente respecto de los próceres tradicionales no es
lineal. Existe una crítica sustancial en dos aspectos. Uno, el rechazo a las
masas. Dos, la sumisión al capital británico. Pero ambas críticas estaban
subsumidas por una aceptación global de la evolución argentina, un rechazo de
los caudillos y un reconocimiento de una línea más democrática y liberal.
[25] Ver Acha, Omar,
La Nación futura - Rodolfo Puiggrós
en las encrucijadas argentinas del siglo XX. De Omar Acha. Editorial: Eudeba, y “Rodolfo José
Puiggros ante la condición humana” en http://www.elortiba.org/puiggros.html. En sus
trabajos Acha plantea el corrimiento de Puiggros desde el marxismo hacia el
nacionalismo: “La condición para la formación de una nación implicaba al mismo
tiempo su independencia de todo lazo colonial o imperialista. Las fronteras
nacionales que definían cada Estado-nación eran consideradas -sin crítica
alguna- como el espacio obvio del desarrollo de las relaciones sociales. La
noción de imperialismo no enunciaba un sistema mundial gobernado por la
búsqueda de beneficios económicos, sino una competencia por la dominación entre
naciones desigualmente desarrolladas. A partir de entonces, el deslizamiento de
la “liberación nacional” a la “contradicción principal” con el imperialismo, y
de allí al nacionalismo, se realizaba como una consecuencia implacable.”
[26] Perdía, Roberto Cirilo. Entrevista con el autor 2006.
[27] Puiggros, Rodolfo Rosas
el pequeño, Buenos Aires. Ediciones Perennis (2ª. edición), 1953.
[28] Tomado de Cattaruzza op cit.
[29] Giudici Ernesto Imperialismo
y liberación nacional Ed Garnica 1973 Bs. As. El trabajo de Giudici fue
escrito por primera vez en 1940 en relación con los debates del Partido
Comunista en torno a la nueva situación Mundial y argentina de la época y
reeditado con un prólogo y un epílogo nuevos en 1973. Año en el cual Giudici
había roto con el partido y reafirmaba la certeza de su posición de treinta
años antes.
[30] Entre 1929 siguiendo a las resoluciones del Comitern,
el PC argentino impulsó la línea “clase contra clase” que imponía el
enfrentamiento y denuncia de todas las corrientes reformistas y el desarrollo
de una política de enfrentamiento entre la clase obrera y su organización
política contra la burguesía y sus organizaciones. En 1935 la línea cambia por
la de “frente popular” que implicaba la colaboración con sectores progresistas.
Esto no impidió que el PC siguiera creciendo en la clase obrera e impulsara
medidas de lucha importantes como la huelga de 1936.
[31] Recién en 1928 el PCA definió su programa en
consonancia con la línea general de la internacional para América latina,
postulando la necesidad de una revolución democrático-burguesa de
características agrarias y antiimperialistas.
[32]. El proletariado
en la revolución nacional Ed Trafac. Bs As. 1958 pag. 77.
[33] “Reportaje a las FAR”, op. cit.
[34] Revista Punto
final nª 49 octubre de 1967.
[35] Puiggros, El proletariado… Op cit. Pag 40-41
[36] “Charla de la Conducción Nacional ante las
agrupaciones de los frentes, 1973”, en: Baschetti, R., Documentos de la guerrilla peronista, de Cámpora a la
ruptura, Bs. As., Ed. De la Campana, 1996.
[38] Mao Tse Tung, “Sobre la contradicción” en Cinco tesis filosóficas. Ed nueva era
[39] Eduardo Astesano, también separado del PC en la época
de Puiggros, asumió posiciones maoístas y desde allí explicó el peronismo. Ver
a Samuel Amaral, “Una interpretación marxista del peronismo. Eduardo Astesano y
la revolución de la nueva democracia” Universidad del CEMA, Doc. de trabajo
279. 2004. Aunque Artesana va más lejos que Puiggros en sus apreciaciones sobre
la progresividad del pensamiento y prácticas peronistas.
[40] Puiggrós, R.: El proletariado en la revolución
nacional, Buenos Aires, Sudestada, 1968 (1958).
[41] Ver Polémica FAR ERP, “Charla a los frentes…” y Manual…. op. cit.
[42] Historia crítica op. cit. Pag. 35
[43] Puiggros, Rodolfo El
proletariado en la revolución nacional pag 8
[44] Esta idea esta desplegara claramente en varias
ocasiones a lo largo de los escritos conocidos como “Polémica FAR ERP” y se
pueden encontrar en www.elortiba.org/pdf/polemica_far_erp.pdf
[45] Puiggros, El
proletariado… op. cit. Pag 12
[46] Idem pag. 14. Sigue más adelante “El estado cumple la
función inversa de la que cumplió en la época de la acumulación primitiva y del
nacimiento del capitalismo”
[47] “Charla que la conducción nacional baja a los
frentes”. La afinidad entre el planteo de Puiggros y las ideas montoneras se
extiende. Decía el intelectual: “ Por un tiempo mas o menos largo la buena
conducción de la política económica girará en torno de una ajustada
coordinación del sector estatal con el sector privado de la economía, a la vez
que con el desarrollo de formas cooperativas y comunitarias de economía y
propiedad sociales” El proletariado…
pag.22.
[48] idem pag 43.
[49] Idem pag 79.
[50] Idem pag 85, 86, 87.
[51] Revista Qué, 12 de agosto de 1957, por Rodolfo
Puiggros. Los comicios del 28 de julio
fueron los de reforma constitucional llamados por el gobierno de
Aramburu. En ellos Jauretche apoyó al desarrollismo frondizista pero la
cantidad de votos en blanco fue masiva. Los directores de la revista
encabezaron la nota con un llamado a terminar el debate en aras de la unidad
del campo nacional y popular.
[52] Cuyo origen dentro del marxismo se puede encontrar
también en el debate Dobb Sweezy en la década de 1950 En Hilton R. La transición del feudalismo
al capitalismo. Barcelona, Crítica, 1977. Se despliega la polémica con
nuevos aportes Sweezy se ponía énfasis en el peso de las causas externas para
la disolución del feudalismo en la línea de G. Frank, mientras que Dobb
insistía ñeque los determinante en última instancia eran los factores internos.
[53] Polémica con André Gunder Frank en 1965. El gallo ilustrado suplemento cultural
del diario El día de México
[54] En 1964 parta la misma época de Puiggros, Maurice
Godelier presentó el trabajo: "La noción de modo de producción asiático y
los esquemas marxistas de evolución de las sociedades" se encuentra en Sobre
el modo de producción asiático: 13-64; Ediciones Martínez Roca, 1977. En la
década de 1920 se desarrolló en la Rusia revolucionaria un importante debate en
torno a la los problemas de la revolución en los países atrasados, teniendo
como articulador material la situación China. La polémica tenia tres caras un grupo
defendía la idea de que China tenia rasgos capitalistas y por eso debía marchar
al socialismo, otro que era feudal y por lo tanto le cabía una revolución
democrático burguesa y un tercer grupo insistía en que se encuadraba dentro de
la amplia y poco definida categoría de Modo de producción asiático. La derrota
de los trosquistas frente a los estalinistas avanzada la década arrastro a los
asiáticos a la proscripción. Ver
http://www.rodolfowalsh.org/IMG/_article_PDF/article_1514.pdf
[56] Manual. de
instrucción para oficiales y soldados del ejército montonero S/L ed.
Secretaria de prensa y adoctrinamiento reed.1979 pag 32 33
[57] El gallo
Ilustrado 1965 suplemento de cultura del diario El Día de México.
[58] “Entrevista a las FAR” revista Cristianismo y revolución.
[59] Ver Omar Acha. La
nación futura. Rodolfo Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX,
Eudeba, Bs. As. 2006.
[60] Discurso de Puiggros en su exilio mexicano al
cumplirse el primer aniversario de la muerte (19 de julio) de Mario Santucho en
el Comité argentino de solidaridad 16 de
julio de 1977.
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