Arturo Lewinger y los orígenes de las FAR
De las armas de la crítica a la crítica de las armas
Por Guillermo Caviasca
En este trabajo presentamos un
avance de nuestra investigación en curso sobre los orígenes de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR). Para ello rastrearemos una de las tres
vertientes que la conformaron: el grupo encabezado por Arturo Lewinger, que dio
vida a varias de las células originales de la organización guerrillera fundada
en 1970. Avanzaremos en el conocimiento del grupo desde sus inicios en el
Movimiento de Izquierda Revolucionario Praxis (MIR-P) junto a Silvio Frondizi;
seguiremos con su primer experiencia política independiente en la construcción
del Tercer Movimiento Histórico (3MH) y las contradicciones de una sorprendente
experiencia de transición; y culminaremos con la conformación final del grupo
protofar entre 1966 y 1968. Con este recorrido buscaremos echar luz sobre las
causas que llevaron a un espacio de militantes de clase media intelectual a
transformarse en guerrilleros peronistas en cinco años.
Los sesentas fueron tiempos de incubación y maduración de las tendencias
político ideológicas que se expresaron poco después mediante el accionar
político militar. En esta década confluyeron una serie de eventos nacionales e
internacionales que generaron las condiciones óptimas para la efervescencia y
maduración de ideas. En el plano nacional era la segunda década de proscripción
del peronismo, la universidad y la política tradicional fueron clausuradas en
1966 y se produjeron las primeras experiencias guerrilleras nacionales[1];
la clase obrera fue fogueada con una práctica de lucha sindical muy importante
y la resistencia peronista mostró un despliegue de violencia de baja intensidad
pero intensivo durante varios años, exteriorizando por un lado la capacidad de
resistencia de las masas y por el otro la incapacidad del sistema para lograr
el consenso necesario para su reproducción, pero señalando también la
incapacidad de esas mismas masas populares para romper a su favor la inestabilidad
vigente.
En
el plano internacional, la Revolución China, la Revolución Cubana, el
crecimiento y triunfo de muchos Movimientos de Liberación Nacional, el
desarrollo de guerrillas en América Latina, un intenso debate intelectual en el
seno del campo de la izquierda[2] y el
comienzo de la invasión yanqui a Vietnam sumaron elementos de tensión a las
tensiones nacionales ya suficientemente importantes. Es justamente la
combinación de estos procesos la que origina una ruptura que permitirá una
confluencia. Es la ruptura de la juventud de clase media, intelectual o pequeño
burguesa con las concepciones gorilas
de la generación anterior y con la izquierda tradicional; y su acercamiento intelectual,
simbólico y material a la lucha concreta de las masas trabajadoras. Esas
masas que hasta ese momento eran concebidas como objetos retasados víctimas de
políticas demagógicas, pasaron a ser vistas como sujetos en los cuales buscar
una identidad y una base donde legitimar la teoría.
En
este sentido, las FAR son una organización prototípica para estudiar el
período: su aparición pública fue la conclusión de un largo proceso de
discusión y búsqueda a través de diferentes caminos que también recorrieron
muchos militantes de esa generación. En las FAR confluyeron grupos de
militantes que provenían de tres (ojo Rot insiste con 4 o 5) diferentes experiencias de la
izquierda que avanzaba en la búsqueda de nuevos horizontes: la encabezada por
Carlos Olmedo, proveniente de la Federación Juvenil Comunista; la dirigida por
Arturo Lewinger (tema de este trabajo) y la originada en los Comandos Pampillón
liderados por el cordobés Julio Roqué. La especificidad de lo nacional, la
caracterización de la lucha mundial contra el imperialismo, la caracterización
del peronismo y la problemática de la lucha armada fueron los elementos básicos
del debate; de acuerdo con las respuestas a estos puntos cada uno de los
futuros grupos revolucionarios de la década del setenta tuvo su propia
identidad y posicionamiento político. Aquí trabajaremos la resolución de uno de
los grupos protofar, el de Lewinger, a esta discusión.
Como dijimos, la evolución del
grupo de Arturo Lewinger puede ser dividida en tres etapas bien diferenciadas:
MIR-Praxis, 3MH y protofar. Pero debemos aclarar que si bien existía un núcleo
de militantes que hizo junto todo este recorrido hasta lanzarse públicamente
como FAR en 1970, no fue sino hasta 1968 cuando se constituyó como grupo
orgánico. De modo que durante el trayecto anterior convivió con otros militantes
de muy diferentes perspectivas en el seno del MIR-P y después del 3MH; la
discusión teórica en ambas estructuras tenía mucha preeminencia sobre la
práctica política.
El período de militancia junto a
Silvio Frondizi en el MIR-P fue para todos los jóvenes que participaron de esta
experiencia un tiempo de aprehensión de las primeras herramientas teóricas. A
pesar de sus dificultades con la práctica, Praxis dejó como saldo de su
existencia más de cincuenta cuadros que, desde posiciones heterogéneas, serán protagonistas
de la política argentina las décadas siguientes y, en algunos casos, hasta la
actualidad.[3] Jorge Lewinger, hermano de Arturo, sostiene
que se vinculó al MIR-P
muy
joven, [...] motivado por mi hermano que era cuatro años mayor que yo pero que
entonces tendría 19 o 20 años. Él había empezado a militar en el Partido
Socialista de Alfredo Palacios, cuando se divide el PS él se va con otros
compañeros y se incorpora a Praxis con Silvio Frondizi. A partir ahí me invita
a charlas y otras actividades con Frondizi, pero yo no lo llamaba todavía
militancia. Y me acuerdo que la primer cosa que hago que ya tiene que ver con
la militancia es cuando Frondizi llama al voto en blanco contra su hermano
Arturo Frondizi en 1958 y vamos a volantear ese pronunciamiento en la fábrica
TAMET (que ya no existe), de Puente Alsina. Entonces fui a volantear al
comienzo de un turno a la noche y después me volví a casa y me fui a volantear
a la salida de ese turno y el comienzo del otro. Ése fue el comienzo de la
militancia un poquito en serio. Así empezamos a militar mi hermano, yo, otro
compañero que era Humberto D’Ippolito y algunos compañeros más que después
siguieron en las protofar y que estuvieron vinculados al grupo de Praxis.[4]
Hasta
1960 los praxistas continuaron con una militancia ligada principalmente a la
formación en torno a Frondizi y a la
propaganda y difusión de sus ideas. Pero entre 1960 y 1961 el movimiento
comenzó un viraje. Si hasta el momento el grupo venía siendo una estructura
organizada en torno al prestigio del intelectual y se dedicaba principalmente a
la formación teórica de cuadros y a la producción de materiales de análisis
sobre la realidad argentina y americana, a partir de ese año se presentó con un
nuevo discurso y una nueva práctica: como veremos más adelante, del discurso
marxista crítico el MIR-P se orientó hacia un discurso nacional y popular, y de
una práctica centralmente teórica pasó a promover una ampliación de esta
poniendo énfasis en los trabajos de inserción territorial. Este viraje tenía su razón de
ser de dos acontecimientos fundamentales: el Plan Conintes[5] a nivel
nacional y la Revolución Cubana a escala internacional.
La
aplicación del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) comenzó
parcialmente en 1959, se extendió a todo el país en 1960 e implicó una espiral
represiva que siguió minando la poca legitimidad del gobierno de Arturo
Frondizi. En dicho período se fue achicando el marco de legalidad, con el
objeto de frenar el creciente nivel de combatividad de diferentes sectores del
movimiento obrero y el recrudecimiento de la resistencia peronista clandestina,
que había llegando a desarrollar la primera experiencia guerrillera, Uturuncos.
La represión llevó a la cárcel a miles de activistas y dejó fuera de la ley
cualquier organización o discurso que se pudiese tachar de “comunista” o
“peronista” a los ojos de los militares, y finalmente produjo la derrota de lo
que se llamó Primera Resistencia Peronista (sindical y clandestina). Pero era
claro que el desprestigio del sistema político estaba llegando a su punto más
alto a consecuencia de su pírrico triunfo sobre la resistencia y de su incapacidad de ser vehículo de
una nueva hegemonía. Además, esta derrota dejaba abiertos nuevos
interrogantes acerca de cómo transformar la resistencia obrera y popular en un
camino hacia la victoria. Muchos buscaron la respuesta a la luz de la
experiencia cubana[6].
Por
otra parte, el Conintes venía a confirmar las tesis de Praxis sobre la
inviabilidad de un progresismo burgués que combinara desarrollo con libertad y,
a su vez, mostraba a través de la combatividad de la clase obrera que sólo ésta
podía ser la alternativa para la construcción de un nuevo sistema. Pero también
mostraba las limitaciones de la lucha y la inmadurez de la clase, así como la
imposibilidad política del desarrollismo para neutralizar a la clase
trabajadora y subordinarla consensuadamente al nuevo proyecto burgués.[7] Con la
derrota de la resistencia y la consolidación del vandorismo en los sindicatos
se llegó a una nueva situación de equilibrio inestable, período que se prolongó
hasta el golpe de Onganía en 1966 y durante el cual maduraron las ideas y
proyectos que se plasmaron posteriormente en la guerrilla.
La política
represiva de su hermano Arturo produjo sobre el grupo de Silvio Frondizi un
doble efecto. Por un lado el enrarecimiento represivo impulsó a los praxistas a
repensar su inserción y su discurso buscando vincularse con los sectores
populares a través de la creación de la Fuerza Autónoma Popular (FAP), un
organismo de inserción territorial que presentó listas propias a cargos
municipales en las elecciones de 1962. Por el otro, tendió puentes a los
trabajadores peronistas como consecuencia de la radicalización de la lucha del
movimiento obrero, de los grupos de la resistencia y del surgimiento de
programas de lucha como el de La Falda en 1957 y el de Huerta Grande en 1962,
que elevaban sus reivindicaciones desde el sostenimiento de las conquistas
obtenidas con Perón hacia transformaciones del orden estructural con tendencias
socialistas.
En este
sentido, más allá del rechazo de los praxistas a realizar concesiones en su
discurso a la burguesía nacional, Jorge Lewinger precisa que Silvio Frondizi no
era antiperonista y que ya entonces podían encontrarse puentes hacia lo que
serían los planteos de las FAR y su asunción final de la identidad peronista:
Para ubicar
mejor a Silvio con respecto al peronismo podemos ver su actitud respecto de las
elecciones del año 62. Las famosas elecciones del 18 de marzo que gana Andrés Framini
[e inmediatamente] el golpe contra Frondizi. Silvio había armado una estructura
en varios lugares del Gran Buenos Aires que se llamaba FAP. Yo estuve en
Moreno, donde se dio el mayor desarrollo, pero había FAP también en La Matanza.
Al final, frente a las amenazas
militares de que las elecciones iban a ser anuladas si ganaba Framini y
queda clara la importancia del triunfo peronista, Silvio levanta todos los
laburos [levanta las listas de candidatos] y le da el apoyo a Framini, salvo en
Moreno que por mayor desarrollo intenta saber cómo es que sale su candidato. Es
decir, plantea el apoyo a Framini, esto es un dato interesante.[8]
El
otro acontecimiento que impulsó el viraje del MIR-P fue la victoria del
Ejército Rebelde y del Movimiento 26 de Julio el 1 de enero de 1959 en Cuba. La
revolución en la isla causó un profundo impacto en todos los militantes
contemporáneos, principalmente en América Latina, un impacto que vino a dar una
forma argumental explícita al malestar que desde muy diferentes corrientes
expresaban las nuevas generaciones. Era un proceso de acceso al poder
“novedoso” con respecto a los cánones con que la izquierda partidaria
latinoamericana venía encauzando las energías revolucionarias de los que se
encuadraban en sus filas, y rompía con la interpretación canónica del marxismo
hecha por la Tercera Internacional y la burocracia soviética.
Si
bien hasta la segunda declaración de La Habana Cuba no se pronunció formalmente
como país socialista (y Frondizi macaba esto como una limitación), lo cierto es
que desde el principio de la revolución la hegemonía se fue asentando cada vez
más en las filas castristas y era visible que el proceso avanzaba hacia una
radicalización ininterrumpida al calor de los enfrentamientos de clase internos
y de la presión cada vez mayor en el plano internacional.
Comunistas,
socialistas, peronistas o marxistas independientes como los miembros de Praxis
encontraron en la heterodoxia cubana una camino para superar las limitaciones
que sus perspectivas militantes mostraban hasta ese momento. La Revolución
Cubana era “comunicable” para la militancia de un amplio espectro y cada
corriente se acercaba a ella sin romper con su pasado. Aparecía como un camino
exitoso hacia la transformación de la sociedad y como una superación de las
prácticas previas que permitía integrarlas sin negarlas. En definitiva la isla
era vista como un inmenso foco desde donde la lucha armada como método, el
marxismo releído en una clave integradora como ideología y el poder como
objetivo eran ofrecidos generosamente para todos los militantes que quisieran
iniciar la transformación revolucionaria en sus respectivos países.
Praxis
acusó el impacto. A fines del 59 Frondizi viajó a Cuba y sus discusiones con el
Che, sus debates con éste en torno al socialismo y la experiencia de ver de
cerca un proceso de construcción de poder popular causaron profunda impresión
en el intelectual. En última instancia Fidel y su grupo eran intelectuales como
él, además estaban haciendo la revolución con un contenido y evolución que
respondía a los análisis que él mismo había previsto en sus estudios pero con
un formato y lenguaje diferente. Era como si las hirientes acusaciones de
Jauretche[9] sobre su intelectualismo
aislado de los caminos del pueblo se le aparecieran ante sí con la fuerza
inigualable de una revolución triunfante, pero a su vez con una posibilidad de
ser respondidas sin negar sus planteos teóricos fundamentales.
El MIR-P inició bajo esta influencia el viraje en su discurso y en su
práctica. Por un lado pasó de un lenguaje claramente marxista con tintes
libertarios hacia un nacionalismo popular revolucionario con orientación hacia
la autogestión[10] (lo
cual era una continuidad en el pensamiento praxista y lo seguirá siendo en el
grupo de Lewinger hasta su fusión en las FAR). Las consignas “solución popular”
y “salida argentina a la crisis” fueron las claves del nuevo lenguaje que
buscaba una aproximación al discurso peronista y la preservación de la tesis
frondizista básica de agotamiento de la burguesía como fuerza transformadora.
Por el otro, el MIR-P apostó a la profundización de la práctica política
con el lanzamiento de trabajos territoriales concretos. Para esto creó, como
apuntamos más arriba, la Fuerza Autónoma Popular; esta agrupación territorial
buscaba dar la pelea política sin perder la idea de ir generando los organismos
de autogobierno desde la misma célula barrial, sosteniendo así otra de las
tesis básicas frondizistas: que la sociedad revolucionaria se debía prefigurar
en el mismo proceso de construcción social que las organizaciones políticas
populares realizaban durante su formación y crecimiento en lucha contra el
sistema burgués decadente. Estas dos fuertes definiciones fueron una constante
de Praxis y siguieron acompañando a los ex praxistas después de abandonar a su
mentor.[11]
Además, de acuerdo con Jorge Lewinger, el impacto de la Revolución Cubana
no acabó en su efecto ejemplar:
A
Silvio los cubanos le habían ofrecido –ya en una estrategia mas guerrillera-
tener un papel protagónico en el liderazgo de los distintos MIR-Praxis que
había en América Latina.[12]
[...] Pero Silvio, que era sobre todo un intelectual, no acepta la
responsabilidad política y no quiere hacerlo. A partir de allí se produce toda
una discusión interna.[13]
El tema de la Revolución Cubana y la lucha armada como vía comenzaba a
impregnar las concepciones de los praxistas, pero
en
realidad había bastante heterogeneidad en el grupo de gente que se va de
Praxis, porque algunos que se iban por una idea más vinculada a la necesidad de
un proceso guerrillero y otros que, al revés, todavía visualizábamos una
participación de sectores nacionalistas militares en un proceso revolucionario,
pero no insurreccional sino cívico militar.[14]
En este sentido puede verse que la influencia de las ideas de la
Revolución Cubana les había planteado el problema del poder; la resolución de
este problema por la vía de la lucha armada y la instauración del socialismo
todavía requerirá en el grupo de una evolución de sus ideas y de una
depuración. Así, la presión interna dentro del MIR-P se elevó: para algunos el
viraje discursivo “populista” inconsulto era una claudicación;[15]
para otros, que en poco tiempo se organizarían en 3MH, era insuficiente. Lo
cierto es que la política amplia de Frondizi impuesta al conjunto sin discusión
alguna quedaba a mitad de camino. La profundización del trabajo territorial
autónomo con FAP, los intentos de participación electoral a nivel municipal y
un discurso “nacional popular” a nivel masas que tendiera puentes al peronismo
con un estilo M26 cubano[16]
pero sin la perspectiva de un frente guerrillero o alguna política de poder
aparecía ante los militantes praxistas como un retroceso, abriendo una
situación de crisis que terminó con el fin de la organización.
En
otras palabras, el MIR-Praxis no respondió a la nueva coyuntura y estalló,
desapareciendo prácticamente entre 1963 y 1964[17]. La
fracción que integraron varios de los futuros miembros fundacionales de FAR
inició una nueva, breve y contradictoria experiencia con la construcción del
agrupamiento Tercer Movimiento Histórico. Pero lo que aquí interesa puntualizar
es que cuando Praxis tuvo que salir del ámbito de las ideas puras para entrar
en la arena de la lucha de clases (y precisamente en 1962, en una coyuntura
electoral complicada), la profunda (y opaca) divisoria de aguas de la sociedad
argentina entre peronismo y antiperonismo obligó a la agrupación a ubicarse en
una posición política ambigua: como en el caso de la lucha armada, nuevamente
una posición que quedaba a mitad de camino. El viraje político alejó
discursivamente al grupo de las precisas definiciones respecto de los problemas
del capitalismo argentino, reemplazando las definiciones marxistas por
consignas cercanas al populismo con el objetivo de llegar a las masas peronistas.
Pero las masas peronistas (hacia las cuales se dirigía el nuevo discurso) ya
eran peronistas y no tenían por qué organizarse bajo una nueva identidad. La crisis definitiva del
peronismo podría haber ayudado a ese tránsito, pero ésta no se dio tal como los
praxistas esperaban.
Silvio
Frondizi inició un camino de transformación de su fuerza que no supo completar.
La crisis generó la dispersión del MIR-P en distintos grupos, que buscaron
terminar el camino iniciado por el intelectual pero en direcciones diversas.
Uno de ellos avanzó en la línea nacional y popular acercándose aún más al
peronismo pero todavía sin asumir su identidad. Ese grupo se llamó Tercer
Movimiento Histórico (3MH), una agrupación de transición donde unos veinte ex
praxistas[18] debatieron sobre las vías
concretas para la transformación revolucionaria de la sociedad y donde
convivieron partidarios de la lucha armada con partidarios de una denominada
“solución militar”.
En 1964, esta fracción que
integraban los futuros fundadores de FAR dio a luz el documento Del peronismo al tercer movimiento histórico.[19]
El trabajo pretendía ser fundacional y sus autores intentaban cumplir un rol
similar al que había cumplido Forja treinta años antes. Esta identificación con
la Forja de la década infame era explícita, al plantearse para sí mismos (su
generación) la tarea de ser la bisagra entre dos épocas caracterizadas por dos
movimientos populares distintos, a su vez con hegemonías de clase diferentes.
El material, organizado de acuerdo con la tesis frondizista de la unidad del
proceso histórico mundial, arranca con la caracterización de la situación del
campo internacional para luego avanzar hacia el análisis de la situación
nacional, en contraposición con el método que luego se utilizará en las FAR: en
sus análisis y en línea con las tesis del nacionalismo revolucionario, Carlos
Olmedo –quien será su principal referente- partía siempre de lo nacional para
desde allí evaluar lo mundial.[20]
Además, el grupo profundizó
el viraje discursivo frondizista eliminando las categorías y citas
explícitamente marxistas (pero no por ello abandonando el análisis materialista
dialéctico, que es el soporte de todo el texto) y, en este sentido, tres
actores (no clases) aparecen como los sujetos políticos que debían analizarse
en primera instancia: el movimiento popular, los militares y la nueva
generación. También definían en clave nacional y popular la necesidad de la
articulación de una nueva hegemonía a través de la creación de un nuevo movimiento
histórico popular que continuara (y superara) al peronismo.
Con este documento saldaban
cuentas con su experiencia anterior en Praxis y daban los lineamientos de su
nueva propuesta política. “Conocemos ya el fracaso. Y este fracaso, que ha sido
tanto teórico como práctico, es la prenda común que nos unifica, el índice que
nos señala que el error está más allá de nosotros mismos”.[21]
El fracaso al que se referían era el que sentían haber vivido en el MIR-P, pero
en realidad es el fracaso de una época a la que el grupo como generación decía
querer sustraerse. Es el fracaso en Praxis pero es también el fracaso que
sentían muchos militantes del Partido Comunista y de la izquierda en general,
como así también es el fracaso de los militantes peronistas de la resistencia.
Como mencionamos más arriba, para todos ellos la experiencia cubana aparecía
como una luz frente a las tinieblas del momento. Pero para esta fracción que se
estaba organizando en 3MH el paso desde el marxismo heterodoxo más bien teórico
hacia la lucha armada seguirá un camino sinuoso y lleno de contradicciones.
Debemos acotar que entre
los dos grandes ciclos de luchas de masas caracterizados por la Resistencia
Peronista y el Cordobazo (y otros levantamientos populares), se dio un período
de cierta pasividad relativa. Aunque estiremos la resistencia hasta 1960-61 y
retrotraigamos la maduración de las condiciones que dieron lugar al Cordobazo
desde en golpe de Onganía, es claro que en el lapso 1962-66 (período de
formación y maduración del futuro grupo protofar) el escenario político aparece
dominado por los enfrentamientos entre diferentes fracciones de la clase
dominante, las insalvables contradicciones y reagrupamientos dentro del bloque
de poder y su incapacidad para lograr un hegemonía estable; mientras el
movimiento obrero estaba dominado por la burocracia vandorista, capaz de
impugnar políticas pero no de impulsar un proyecto social alternativo
continuador de las luchas de la resistencia. De esta forma los integrantes de
3MH señalaban que el peronismo era un movimiento impotente y daban como
testimonio de esto la desorientación de la resistencia y sobre todo la
incapacidad de dar respuesta a la anulación por parte de los militares del
triunfo de Framini en 1962.
De todos modos y aunque
caractericemos este período como de cierta paralización de la lucha
independiente de las masas, no debemos ignorar que también se desarrollaron
experiencias que tendrían un gran valor en el futuro. En este sentido podemos
ubicar el Plan de lucha de la CGT vandorista (entre mayo de 1963 y octubre de
1965), que implicó una oleada de tomas de fábricas (en mayo y junio de 1964)
sin precedentes y que contó con una movilización combativa de las bases muy
importante; y el surgimiento de experiencias guerrilleras como la de Masetti en
Salta (1963) y la del Vasco Bengoechea en la Capital Federal (1964). Es decir,
no se trató de un período de reflujo sino más bien de acumulación y balance de
toda la experiencia del período anterior.
Por
otro lado, los militantes que se agrupaban en torno a 3MH pertenecían a una
nueva generación (cosa que marcaban reiteradamente en el texto) y a la pequeño
burguesía intelectual; eran los hijos de una clase social no vinculada
peronismo (y mayoritariamente antiperonista) y por lo tanto ajena a las luchas
de la resistencia que, como señalamos antes, tuvo como protagonista a la clase
obrera y principalmente de identidad peronista. O sea “la idea es que la
superación de los dos movimientos históricos iba a ser obra de una generación,
un planteo generacional. Eramos todos jóvenes pero además teníamos la idea de
que debíamos ser muy amplios”[22].
Asimismo,
en el documento puede observarse con una mirada somera la presentación de una
serie de rupturas. En primera instancia el título de la obra define su proyecto:
el tercer movimiento histórico. La reivindicación del peronismo está implícita
en el nombre como lo está también la del irigoyenismo; en este sentido la
historia del siglo XX es vista como un proceso durante el cual las masas
populares se organizaron a través de experiencias sui generis: “Los momentos de avance de la Argentina moderna están
determinados por la aparición de movimientos populares profundamente
representativos, orientados y organizados en función de grandes objetivos de
realización nacional, heterogéneos y tumultuarios”,[23] sostiene
el escrito; la clave del reconocimiento de estos movimientos se da a través de
la negación de otras fórmulas tradicionales (los partidos de izquierda y sus
programas) para construir una dirección política de las masas.
Esta postura ofrece una
vuelta de tuerca más sobre la reivindicación frondizista de los movimientos
federales del siglo anterior y del peronismo como último intento burgués
progresista, ya que implica claramente la asunción de una mirada nacional popular
no clasista respecto de cómo posicionarse ante la crisis y buscar una salida.
Así, el grupo profundizaba sobre la “tipicidad argentina” (a la cual dedican un
capítulo, manteniendo la línea de interpretación de Silvio Frondizi), que es la
base material de su posterior planteo acerca de la necesidad del tercer
movimiento histórico como fórmula propia de nuestra realidad y de las tareas
particulares que cabía realizar en la Argentina.
La
sucesión de estos movimientos “se plantea en forma de oleaje, es decir, como
destrucción y transformación dialécticas –superación en suma- de sus
antecesores. El hecho primordial de la Argentina 64 es estar asistiendo al
momento de parición de uno de esos movimientos populares”. Esta idea de
superación dialéctica del peronismo, sin embargo, había sido planteada desde
John William Cooke en adelante por la mayoría de los sectores del peronismo
revolucionario, que nunca negaron que su movimiento “debía” pegar un salto
hacia posiciones más definidamente socialistas.
Si
bien la superación dialéctica de la que hablaba Cooke estaba muy emparentada
con los planteos de 3MH, la diferencia radica en que unos la planteaban desde
adentro y con el idea de que el peronismo era un movimiento plenamente vigente
(lo que era todavía históricamente correcto) y los otros lo consideraban
históricamente superado. Pero es interesante ver cómo este planteo de
superación dialéctica junto con el de la sucesión de movimientos populares es,
para estos militantes, un paso de acercamiento muy grande a los planteos de la
izquierda peronista y, sin duda, un puente hacia la asunción de la identidad
que muchos de los miembros de 3MH harán luego en las FAR.
Es
más: el período que arranca en 1962 parecía demostrar la impotencia del
movimiento de Perón para superar sus limitaciones: la resistencia había sido
derrotada, los sindicalistas combativos habían sido barridos o se habían transformado en burócratas y el “neoperonismo”
florecía en la arena política. Pero las masas peronistas, con o sin burócratas,
permanecían bajo la identidad peronista y la nueva oleada de luchas que se
avecinaba no se desarrollaría bajo una nueva identidad. De esta forma, con el
viraje ya iniciado con Praxis y profundizado en 3MH, la mayoría de sus miembros
fueron absorbidos por esta identidad.
Este
punto merece un poco más de precisión. No se trataba de un fatalismo que
predijera que el peronismo estaba teleológicamente determinado a ser la
expresión de las masas populares argentinas, pero la identidad política de esas
masas no cambiaba de la noche a la mañana ni en uno o dos años. Por el
contrario, debía sufrir un proceso de deterioro de sentido inverso al de su
construcción. Así, cuando en 3MH sostenían que el radicalismo se había agotado
como movimiento histórico y que las masas habían dado lugar a un nuevo
movimiento (el peronismo), se olvidaban de una cuestión central: que el
irigoyenismo si bien era un movimiento popular representaba principalmente a
los sectores de clase media, mientras que la clase obrera sólo adhería
parcialmente a él (incluso, los enfrentamientos entre el radicalismo y los
trabajadores fueron épicos). El diálogo entre el gobierno y los sindicatos,
fueran éstos socialistas o sindicalistas, siempre había sido entre dos actores
diferentes con mayor o menor nivel de acuerdo: el agotamiento del radicalismo
no implicó entonces su pérdida de prestigio entre la clase media.
En
cambio, el surgimiento del peronismo se dio sobre la base de la adhesión de la
clase obrera, “formada” como clase nacional –como reconocían los autores del
documento- en la década del cuarenta y unificada políticamente con el peronismo
(es decir que, en términos thompsonianos, completó su proceso de formación). No
existió entre el radicalismo y el peronismo una transición de identidad de una
misma clase, aunque 3MH consideraba que la misma clase obrera fervientemente
peronista un par de años antes (y con una práctica combativa muy profunda en
nombre de ese movimiento) estaba en proceso de cambiar de identidad y construir
un nuevo movimiento.
Como
apuntamos párrafos más arriba, 3MH mantenía el planteo de la “tipicidad
argentina”, una hipótesis tributaria de Silvio Frondizi cuya clave estaba en la
idea de “semidesarrollo” que separaba a nuestro país tanto de países
industrializados como de los subdesarrollados.[24] Los
integrantes del grupo justificaban así su planteo político atípico; si la
Argentina era diferente a los demás países del Tercer Mundo, la resolución de
su crisis debía ser también diferente: de este modo explicaban la extraña
combinación política de un movimiento popular con hegemonía obrera que tuviera
como cabeza una corriente golpista de las FFAA en la Argentina de 1964.
El
grupo de Lewinger mantuvo el planteo de que la burguesía nacional no es tal, en
términos generales, hasta su incorporación en las FAR (en Montoneros el tema de
la burguesía no será definido en este sentido hasta fines de 1973). Otra vez,
el documento deja traslucir la continuidad de pensamiento teórico de 3MH con el
de su maestro Frondizi, no hay rupturas ni aportes importantes en ese plano. Lo
que el grupo hacía era reelaborar las ideas previas en función de la búsqueda
de una práctica política efectiva. En ese camino se acercaron, por un lado, al
peronismo. Pero, por el otro, debemos destacar un elemento de central
importancia política que sí significaba un cambio respecto de Praxis: la
preocupación práctica por encontrar actores políticos que fueran el sujeto de
la transformación buscada. Si bien la clase obrera era mantenida como la clase
fundamental del nuevo movimiento histórico, las expectativas a nivel dirección
política estaban puestas ahora en las FFAA.
Según 3MH, los procesos revolucionarios en el Tercer Mundo se daban de
dos formas: la que llamaban clásica, realizada bajo la conducción de
organizaciones políticas revolucionarias de diverso tipo pero surgidas desde
las mismas masas; y las realizadas “bajo conducción de las Fuerzas Armadas
Nacionales que, a medida de que van profundizando sus objetivos, incorporan
paulatinamente al pueblo a su revolución”.[25]
Los ejemplos de esta segunda forma eran el Egipto de Nasser y la Argentina de
Perón.
Esta
identificación de dos vías para la resolución de los procesos de liberación
nacional daba forma a dos estrategias posibles. Una era la estrategia de
revolución popular al estilo de Cuba o Argelia, que requería dotarse de
herramientas para llevarla delante preparando una organización revolucionaria
de vanguardia dispuesta a intentar conducir el proceso. La otra era la
revolución militar, que dejaba en manos de las Fuerzas Armadas el rol de
vanguardia política del proceso a través de la construcción de una nueva
hegemonía nacional y popular dentro de la institución, y que obviamente
resolvía el problema de la coerción revolucionaria.
En
el documento, justamente, el capítulo más largo estaba dedicado al análisis de
las FFAA;[26] sobre el final de ese
apartado predecían un golpe de estado cuyo signo, sugestivamente, no podían
determinar. Pero la historia de las FFAA indicaba ya para esa época con
bastante claridad que el signo del golpe, fuera realizado por “gorilas” o por
“profesionalistas” (que finalmente demostraron ser tan gorilas como sus
camaradas), difícilmente significaría un avance en un proceso de liberación
nacional. Esta lectura no podía ser
ignorada por los evidentemente lúcidos cuadros que formaron 3MH, pero ¿cómo
podía ser que militantes que venían de una experiencia de formación teórica y
de práctica democrática de base con Silvio Frondizi abrigaran esperanzas en un
golpe militar nacionalista? Más aún si tenemos en cuenta que muchos de ellos
fundaron después una organización guerrillera marxista, las FAR, inspirada en
la estrategia guevarista[27].
En este sentido debemos hacer dos
observaciones. Una es la significativa relectura del peronismo que se hizo en
el MIR-Praxis a partir de 1959 (que si bien no significaba un cambio de
posición respecto de su función económica y de clase, sí implicaba una clara
revalorización política y simbólica del mismo); de ahí que el lema tradicional de
Perón de la “unidad del pueblo con sus fuerzas armadas” como elemento necesario
para la implementación de políticas nacionales fuera incorporado al bagaje
político ideológico de 3MH. La otra observación a atender es la disputa interna
entre las FFAA, que para 1962 se expresaba a través del enfrentamiento entre
Azules y Colorados (profesionalistas y gorilas, el documento expresaba una
línea claramente pro-azul).[28] La contradicción entre los planteos de una
conducción a cargo de las FFAA y una hegemonía obrera en el nuevo movimiento
fue insalvable y terminó provocando la desintegración de 3MH, evidenciando
también una falta definición colectiva en torno al problema central del poder y específicamente de (lo
que en la época era un tema de debate central) las vías para la toma del poder.
Esta tensión puede leerse además en
la evolución posterior de sus integrantes: “Alberto Ferrari Etcheverri estuvo
en al cancillería con Alfonsín y fue uno de los que elaboró el pacto
Alfonsín-Sarney del Mercosur”, Luis Piriz desapareció siendo miembro del
PRT-ERP, Jorge Castro se vinculó efectivamente a los militares y después fue
ministro de planificación de Menem y otros siguieron el camino hacia la
fundación de las FAR.[29] Es decir,
se trataba de un grupo de militantes que estaba en transición hacia las que
serían sus posiciones ideológicas definitivas, en algunos casos antagónicas.
Otro elemento heredado del
pensamiento de Frondizi, profundizado en 3MH y que explica esta contradicción,
es el fuerte rechazo a la democracia burguesa, rechazo sustentado en la
concepción frondizista del agotamiento del rol progresista de la burguesía y en
toda le experiencia histórica reciente de agresión a la clase obrera y a las
mismas normas democráticas que, retóricamente, el liberalismo decía defender.
Este punto de acuerdo básico, justamente, podía encerrar posiciones tanto de
izquierda como de derecha. Es más, el rechazo a la democracia burguesa era por
entonces –claro que desde perspectivas diferentes- parte del ideario de la
izquierda revolucionaria, del fascismo y del clericalismo; de ahí que no
definiera un horizonte común sino que sólo mostrara cómo la crisis del sistema
teñía las concepciones políticas de diferentes sectores.[30]
Según el documento de 3MH,
un
eventual golpe militar tratará, pues, de dar una respuesta global y de conjunto
a la crisis. Tendrá una política. Cualquiera sea su signo el movimiento popular
debe preverlo, introducir esta eventualidad en su estrategia. Concretamente es
necesario acelerar las cosas, estar sólidamente asentados ente esta
posibilidad. Para lo que sea: para el enfrentamiento total, para la presión,
para la toma del poder, para la defensa. Un golpe como el que describimos,
supone la liquidación de raíz de la estructura partidaria vigente.[31]
Es
decir que el rechazo a la partidocracia liberal es estructurante para el
análisis de las posibles líneas de acción. Y el párrafo citado (que además es
el de cierre) deja ver las expectativas del grupo en que el golpe de estado que
veían venir confluyera en el camino de una revolución heterodoxa. Aunque
también deja abierta la posibilidad de que no fuera así y se hiciera necesario
buscar otra vía para “acelerar las cosas”. La clave de estas expectativas en
una salida militar nacionalista para la crisis argentina puede leerse en las
siguientes líneas:
El
ejército debe ser comprendido como institución [...] dijimos antes que se ha
buscado comprender el papel político de las FFAA, oscilando e permanentemente
entre dos formas de idealización: la exaltación (nosotros agregamos, por parte
del nacionalismo de derecha) y la condena totales (por parte de la izquierda)
[...] Para algunos su deformación es más, permite atribuir a nuestro ejército
un espíritu de cuerpo, una organización de casta, que en realidad no tiene
[...] Cuando decimos institución, afirmamos [entonces] que el Ejército es una
estructura que condiciona y determina a sus componentes que, a la vez, está
dialécticamente condicionada por estos. Así negamos [...] que todo se encuentre
apriorísticamente determinado por la existencia de un cuerpo sólido, homogéneo,
cuyo peso determina la actitud de sus miembros de un modo excluyente.[32]
En
otras palabras, el ejército es entendido como una institución del Estado, un
“aparato del Estado” tal como también lo es la universidad. Si bien es cierto
que el ejército no es un cuerpo monolítico y en su interior puede albergar
distintas corrientes, lo que necesariamente obligaría a una fuerza política de
cualquier signo a analizar sus contradicciones, desde individuos potencialmente
progresistas hasta corrientes y fracturas transversales u horizontales; en el
análisis de 3MH la búsqueda de estas corrientes estaba en el centro de su
propuesta política para la resolución de la crisis.
Pero
el intento de desarrollar un análisis que no filtrara categorías marxistas
condujo a 3MH planteara las divisiones fundantes de los conflictos políticos en
actores institucionales (el ejército) o generacionales (“nuestra generación”).
De esta forma la institución ejército era vista como un actor potencial,
independiente de las clases, que llevaría adelante las tareas nacionales
modernizadoras apoyándose en la clase obrera. Una especie de bonapartismo sui generis.
Por
otra parte, los intentos de búsqueda de un nacionalismo militar progresista que
resolviera mediante un atajo el problema del poder no se quedaron en un folleto
sino que, como señala Lewinger,
de
ese grupo que formó 3MH tuvimos incluso algunas reuniones con el comodoro
Guiraldes, cuando tenía un planteo muy nacionalista respecto a Aerolíneas
Argentinas y a la política aerocomercial. Pero incluso más (en forma más
personal), con Luis Piriz y con otro compañero que se llamaba Jorge Diamand
escribimos un folletito que se llamaba De
la reforma universitaria a la revolución nacional, y en ese folletito se
abre una expectativa positiva sobre el comienzo de Onganía antes de que se
produzca la noche de los bastones largos y se vaya toda nuestra idea a la
mierda, digamos.[33]
El
mismo Lewinger reconoce que una concepción antiburguesa de este tipo (poco
definida en la caracterización del sujeto revolucionario, agregamos nosotros)
podía terminar en posiciones de derecha como las de Jorge Castro (que como
anotamos siguió cerca de los militares, luego se vinculó al isabelismo, más
tarde colaboró con el proyecto político del genocida Emilio Massera y
finalmente fue secretario de planificación de Menem), “o [en] una corriente de
crítica más de izquierda, movimientista, que precisamente asumiera mejor la
historia del peronismo” y que buscara la resolución del problema militar de la
revolución a través de la lucha armada.
Finalmente
con 3MH agotado, en 1966 esa corriente crítica construyó uno de los núcleos
protofar que encabezó Arturo Lewinger. Pero el camino por recorrer desde 1966
hasta 1969 colocó a los miembros de este grupo ante nuevos desafíos prácticos y
teóricos. El golpe de Onganía confirmó las predicciones negativas del folleto:
si dentro del grupo que formaba 3MH se había impuesto la línea de apoyo a un
golpe militar nacionalista, la materialización de éste con Onganía desbarató en
pocos meses las expectativas de los que ingenuamente depositaban en los
militares la posibilidad dar pasos en el camino de la liberación nacional. Eso
sí, terminó con la política burguesa... pero para impulsar un modelo neocorporativo
clerical al servicio del gran capital.
Claro
que el folleto aquí estudiado expresaba también la posibilidad de que las cosas sucedieran tal
como efectivamente sucedieron. El golpe encabezado por el general Onganía, cabeza del sector
supuestamente nacionalista del las fuerzas armadas, demostró rápidamente sus
intenciones de servir al capital monopólico en lo económico y al oscurantismo
clerical en lo político y cultural.
Aunque para la posibilidad de una dictadura reaccionaria 3MH no se
planteaba ninguna política a seguir (y esto muestra que la idea dominante en el
grupo era la del nacionalismo militar), la mitad de sus integrantes estaba
dispuesta a buscar un nuevo horizonte siguiendo el camino marcado por la
Revolución Cubana (en el texto, la vía de la revolución popular). Es claro que para una gran
parte de la juventud progresista de clase media el onganiato significó un
empujón muy fuerte hacia la semicandestinidad y un nuevo paso de aproximación a
los sectores combativos del movimiento peronista.
Descartada
la experiencia de que un sector nacional de las FFAA participase de un
movimiento cívico militar, y [teniendo en cuenta] la crítica que hacíamos a la
partidocracia liberal de izquierda a derecha, el camino que más cerca nos
quedaba era la opción de una revolución vía lucha armada, que era justamente lo
que mostraba como posibilidad la Revolución Cubana, recuerda Lewinger.[34]
En 1966 optaron por este camino unos ocho
miembros de 3MH, que ahora tenían ante sí los desafíos de esta decisión:
Luis
Piriz es uno de los que más rápido se abrió de la idea del nacionalismo
militar; él hizo una de las primeras operaciones militares para recuperar
dinero, de una mesa de dinero o algo así que había en la calle Libertad. La
hizo totalmente solo y después vino y nos dijo: “¿Ustedes qué están buscando?,
¿campañas de finanzas? Acá tienen” y nos tiró la plata sobre la mesa. Le fue
bien milagrosamente, lo hizo con un revolver de juguete, de plástico.[35]
La
asunción de la expropiación como vía para hacer finanzas por el resto del grupo
ya escindido de 3MH fue el primer paso en la conformación práctica del grupo
clandestino. El segundo paso fue el viaje a Cuba en el año 1967: Piriz, el más
decidido, fue el jefe del primer grupo que viajó a la isla tras la circulación
de las cartas del Che Guevara a la Tricontinental. Con él viajaron Arturo
Lewinger como segundo jefe, Jorge Lewinger, Pablo D’Ippolito, Eva Grushka,
Roberto Pompilio y Elida D’Ippolito, quién más tarde llegaría a ser la mujer de
mayor rango en la conducción de Montoneros.
Sin embargo y si bien este
grupo había optado por la lucha armada, no tenía aún mayores definiciones que
ésa. Por su experiencia sabía claramente lo que no quería hacer, pero todavía
no lo que sí hacer. La atracción de Cuba había sido fuerte desde un principio,
ya en Praxis las líneas de avance propuestas por los cubanos habían sido motivo
de crisis. Ahora el nuevo grupo protofar buscaba sus respuestas en la
estrategia y el liderazgo del Che. Dándole al liderazgo de Guevara una
importancia tal como para definir la posibilidad de una estrategia, en este
caso la del foco continental en Bolivia, al cual habían decidido acompañar. La
lucha continental era encarada por el grupo a partir de la presencia del Che; su muerte produjo
casi la “nacionalización” inmediata del espacio. En este sentido es interesante
destacar que, de acuerdo con Jorge Lewinger, de las agrupaciones que formaron
las FAR unos años más tarde no fue la de Olmedo la que esperaba viajar a
Bolivia para sumarse a las columnas del Comandante para luego bajar a la
Argentina, sino la de Arturo Lewinger.[36]
Por otra parte, el grupo
que viajó a Cuba fue uno más entre decenas que llegaban de toda Latinoamérica.
Todos los núcleos fundacionales de las futuras organizaciones guerrilleras
argentinas pasaron por la isla, cientos de militantes recibieron instrucción
militar y muchos nutrieron de legitimidad sus ideas heterodoxas respecto de la
izquierda tradicional y el peronismo institucional aunque no optaran por la
lucha armada.
Para
los futuros miembros de las FAR, la asunción plena de la estrategia continental
guevarista no implicaba una dificultad ideológica ni una ruptura con su propia
experiencia. La visión unitaria del proceso histórico mundial mamada de Silvio
Frondizi facilitaba la identificación con la posición internacionalista del
Che. “Pensábamos más bien en la Argentina –explica Lewinger-, pero como su
proyecto se iniciaba desde Bolivia y como ya había existido la experiencia del
Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) sabíamos que era casi natural la
posibilidad de acceder desde ahí a un proceso guerrillero en nuestro país”.[37]
La
muerte del Che encontró a los próximos guerrilleros en la isla. La mayoría de
los grupos que recibían entrenamiento continuaron con su plan previo, pero para
el grupo protofar esta nueva situación cambiaba las cosas y los obligaba a
replantearse el camino en la búsqueda de una estrategia guerrillera propia. En
este sentido, Lewinger insiste
en
esto del liderazgo, porque no era lo tradicional en el pensamiento guerrillero
de aquella época. De hecho en Cuba los argentinos constituíamos varios grupos,
uno era el nuestro y otro creo que estaba vinculado al Vasco Bengoechea[38].
Ellos, muerto el Che, decidieron mantener y seguir la estrategia guerrillera
para implantar un foco en la Argentina, e incluso los cubanos que eran bastante
hecha pa delante, como decían,
estaban dispuestos a apoyar y participar con su experiencia sin que esto
significase nada políticamente. Nosotros, a partir de la muerte del Che,
decidimos que esa experiencia se frustraba y no tenía sentido. Entonces nos
abrimos de esa posibilidad y decidimos volver a la Argentina después de
terminada la instrucción para empezar muy de a poquito y como podíamos a
pertrecharnos y hacer pequeños grupos de trabajo.[39]
Para
1968 el grupo que en 1970 fundará las FAR junto con Olmedo, Quieto y Osatinsky,
y poco después con Roqué y los Comandos Pampillón de Córdoba (ojo ver Rot y sus grupos),
estaba plenamente conformado. Ya realizaba operaciones de pertrechamiento y
propaganda armada, como la colocación de unas “bombitas incendiarias en la
Sociedad Rural […] para quemar algún toro campeón”.[40] A
excepción de Luis Piriz, que se alejó del grupo disconforme con la discusión en
torno al peronismo y que más tarde integrará las filas del PRT-ERP, el resto
transitó los dos años finales de manera consolidada e independiente, sin nuevos
alejamientos. Pero el debate sobre el peronismo seguirá siendo complicado para
todos los miembros originales de las FAR: sólo la capacidad teórica y la
paciencia de Olmedo, sumada a la relación con las Fuerzas Armadas Peronistas
(FAP), harán posible ese proceso.
Esa
relación con las FAP comenzó orgánicamente en 1968:
Ellos
eran los decanos de la experiencia de la guerrilla urbana con mayor
asentamiento en el movimiento obrero y además con una actitud muy interesante
de intentar coordinar a todos los grupos, no de querer hegemonizar sino de
querer colaborar y ayudar. Tomamos contacto antes de Taco Ralo y ellos lo que
hacen es dar un debate muy profundo.[41]
El
rol de las FAP en el proceso de unidad de diferentes grupos que confluirán
finalmente en Montoneros en 1973 es sorprendente, sobre todo teniendo en cuenta
que esta fuerza en sí misma no fue la principal beneficiaria de los esfuerzos
unitarios y de síntesis teórica por ella motorizados. A través de las FAP los
diferentes grupos se acercaron y conocieron mejor, y luego se fusionaron: ésta
es la situación que se da entre los grupos de Lewinger y Olmedo.
La
discusión alrededor de puntos clave como la identidad peronista, la estrategia
considerada correcta y el tipo de acción militar será dialéctica, pero la
práctica (los éxitos de la misma) tendrá la última palabra. En ese año 1968
ambos grupos acordaron un funcionamiento común (no una fusión), mientras las
discusiones continuaban:
El
debate en torno al peronismo se daba en el ámbito compartido que tenían mi
hermano Arturo, Quieto, Olmedo y Osatinsky. Porque ese ámbito era el ámbito de
conducción de las protofar, que se iban a convertir en FAR pero todavía no
tenían nombre. En el segundo nivel los tipos más reacios al tema del peronismo
éramos Roberto Pompilio, yo y algunos otros, entonces ellos empiezan a
participar en las reuniones para dar ese debate. Pero esto no fue un mecanismo
permanente, ni que ellos bajaran a las reuniones de ámbito ni que hubiese otros
ámbitos más amplios de discusión. Las discusiones eran por célula la célula
discutía político ideológicamente, organizaba las operaciones político
militares y mantenía los contactos políticos de base que empezábamos a generar.[42]
No sin reticencias, los
militantes que provenían de Praxis continuaron un acercamiento crítico al
peronismo. La discusión sólo se saldó más tarde, ya en las FAR, y aún allí
siguió de diferentes formas: alrededor de la interpretación del peronismo, del
rol de la burguesía nacional en el proceso de liberación, del rol de Perón y la
función de las organizaciones político-militares. En realidad la discusión no
acabará nunca, reapareciendo en Montoneros sin una síntesis más allá de las
definiciones cambiantes de la Conducción.
Por
último, otro tema a resolver por el grupo fue el problema del tipo de
estrategia guerrillera. La caída del Che, como ya señalamos, le había hecho
rever el tema de la guerrilla rural a pesar de que “los cubanos tenían la idea
del foco guerrillero rural”. El grupo de Lewinger, en cambio, se aproximaba a
pensar una experiencia de guerrilla urbana: “Teníamos una idea bastante simple,
pensábamos [en] la composición social Argentina [...,] que el movimiento obrero
[...] estaba en las ciudades [y] entonces había que desarrollar un experiencia
de carácter urbano”.[43]
Para
esa época que se desarrollaba en el Uruguay la experiencia de los Tupamaros,
que a contrapelo de las tesis guevaristas degradadas por Regis Debray parecía
demostrar la viabilidad del foco urbano:
Incluso
después tuvimos contactos con los Tupas, algún encuentro con Sendic, y ellos,
si mal no recuerdo, tampoco tenían una precisión ideológica muy clara en sus
postulados políticos, se diferenciaba de la izquierda tradicional uruguaya con
un planteo que se enganchaba muy bien con la definición nacionalista popular y
revolucionaria que empezábamos nosotros a pergeñar.[44]
Durante 1968 y 1969, el
grupo desarrolló un intenso trabajo de preparación centrado en estructurarse para lanzar la lucha
armada: pertrechamiento de armas y dinero y actividades de propaganda
armada sin firmar, pero –lo que es más importante- definió su perfil político
ideológico y confluyó con el grupo de Olmedo en la creación de una coordinación
común que dio lugar al lanzamiento, en 1970, de un identidad pública (con la
toma de Garín en el Gran Buenos Aires). Ya en 1969, con la primera gran
operación conjunta (el incendio de los supermercados Minimax), para los antiguos
praxistas comenzó otra experiencia: una experiencia colectiva con militantes de
otras corrientes que en poco tiempo se materializará en las FAR.
Hacia fines del 69 las futuras organizaciones
guerrilleras se encuentran a meses de ver la luz pública[45]
(salvo las FAP cuyo origen se vincula mucho más a la experiencia de maduración
de grupos vinculados al peronismo combativo). El tránsito hacia la asunción de
la vía armada por parte de la mayoría de los grupos político militares, fue
el resultado de un complejo proceso en el que influyeron causas nacionales e
internacionales. Era la época de los Movimientos de Liberación Nacional y del
guevarismo como una vertiente de ellos en nuestro continente; también era la
época de la proscripción del peronismo y de la radicalización de muchos de sus
militantes. Con un movimiento obrero poderoso que impugnaba permanentemente los
planes de reconversión económica produciendo una situación de empate con un bloque dominante poco
homogéneo, nuestra sociedad mostraba condiciones favorables para el accionar
armado como factor que rompiera el equilibrio.
Como plantea Gramsci
para situaciones de crisis orgánica,
desde la cual podemos explicar la situación argentina posterior al golpe de
1955, el personal político de las diferentes clases se dispersa y tiende a
reagruparse en torno a nuevas opciones políticas que permitan una salida a la
crisis. Estos son períodos de ruptura con las estructuras políticas anteriores
y de surgimiento de nuevas representaciones tanto desde el lado de la clase
dominante como desde las clases populares. La trayectoria de los militantes de
los diferentes grupos que finalmente fundaron las FAR asumiendo la lucha armada
como método principal de expresión política en el marco de la identidad
peronista puede ser comprendida desde este marco de análisis.
Final y comienzo
En
la mañana del 27 de junio de 1969 los diarios anunciaron que trece
supermercados de la cadena Minimax, propiedad del empresario e influyente
político norteamericano Nelson Rockefeller, habían ardido al mismo tiempo el
día anterior. La acción causó gran destrucción y fue muy efectiva; en poco
tiempo Rockefeller retiró su empresa del país y, hasta que el consenso democrático pos 83
garantizó que la oposición al sistema no pasaría de lo electoral, no se
instalaron nuevos supermercados extranjeros.
La
operación se realizó el mismo día de la llegada del enviado yanqui y marcó su
visita. Ninguna organización la reivindicó en ese momento, los investigadores
policiales jamás encontraron pistas sobre los autores hasta que en la revista Cristianismo y revolución del mes de
abril de 1971 las FAR (ya aparecidas a la luz pública después de la exitosa
toma de la ciudad de Garín), la reivindicaron como propia. Carlos Olmedo,
comandante de la nueva organización, explicó en ese reportaje (realizado por
Paco Urondo, también miembro de las FAR desde sus inicios) las razones del
accionar anónimo de los primeros tiempos:
Nosotros sentíamos que de algún modo habíamos
expresado una necesidad popular procediendo a la destrucción de esos
supermercados, pero al mismo tiempo comprendíamos que no estábamos en
condiciones de responder a la expectativa de continuidad que esa operación
había hecho crecer en vastos sectores populares.[46]
La
operación fue realizada por los grupos de Olmedo y Lewinger en el marco del
proceso de unidad que estaban desarrollando. Fue un éxito como acción de
propaganda armada y fue bien vista por la población. Quien escribe este
artículo recuerda que, ya en 1973, al pasar frente al Parque Rivadavia sus
padres le mostraron el gigante galpón del otrora supermercado Minimax: “Eso era
de Rockefeller, un yanqui, y lo incendió la guerrilla”. Pero eso es parte de
otra historia.
[1] La guerrilla peronista del Movimiento Peronista de
Liberación-Ejército de Liberación Nacional conocida como Uturuncos en el año
1959 y la guerrilla guevarista del Ejército Guerrillero del Pueblo en 1963.
[2]
Varios debates cruzaron el campo de la izquierda en ese entonces, los más
generales giraban en torno al etapismo en la revolución, el socialismo en un
solo país, el debate chino-soviético y la política rusa de coexistencia
pacífica.
[3]
Podemos mencionar entre ellos al líder del Partido Obrero Jorge Altamira, al
historiador Hugo del Campo, al funcionario menemista Jorge Castro, al dirigente
peruano Ricardo Napuri, al ideólogo de los acuerdos Alfonsín-Sarney (que dieron
origen al Mercosur) Alberto Ferrari Etcheverri, a Horacio Torres Molina
dirigente de la izquierda peronista, además de los que siguieron el camino de
las FAR.
[4]
Lewinger, Jorge, entrevista realizada por el autor el 20/9/2005. Jorge Omar
Lewinger, Hermano menor de Arturo Lewinger militó en Montoneros hasta los 80,
actualmente es periodista. Arturo Lewinger: fue dirigente de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias y desempeñó funciones de conducción en Montoneros. Fue
asesinado por la Policía de la provincia de Buenos Aires en la operación para
liberar a Eduardo Soares el 25 de mayo de 1975.
[5] El
Plan de Conmoción Interna del Estado (Conintes) consistía básicamente en
otorgar jurisdicción a las Fuerzas Armadas sobre los conflictos sociales y
políticos, llegando incluso a permitir el juzgamiento por tribunales militares
de los trabajadores o militantes participantes en conflictos o actividades de
la resistencia.
[6] Es interesante señalar que en
los discursos de las guerrillas de la década del 70, estas se presentaban como
la continuidad y superación de las limitaciones de la experiencia de lucha
obrera de éste periodo.
[7] El
modelo desarrollista tenía como núcleo económico la atracción de inversiones
extranjeras para el desarrollo de sectores clave de la economía que motorizaran
el resto de la producción. Desarrollo en base a inversión extranjera de la
producción petrolera e instalación de grandes fábricas de producción de bienes
de uso durable (las fábricas de automóviles se instalaron mayoritariamente en
esta época) protegidas en el mercado interno con barreras arancelarias. Para
ello las inversiones debían estar en el largo plazo garantizadas contra un movimiento
obrero combativo y contra la inestabilidad del sistema político.
[8]
Lewinger, Jorge, op. cit.
[9] La
dura polémica entre Jauretche y Frondizi se basaba en las acusaciones del ex
forjista sobre el elitismo intelectual de Frondizi y su búsqueda de formas
“puras” para resolver la crisis del país. Si bien las acusaciones estaba
elaboradas como defensa de la tesis Jauretchena del frente nacional, de una
conducción policlasista del mismo y en un momento que don Arturo depositaba
ciertas esperanzas en el desarrollismo, causaron un fuerte impacto en Frondizi
que intentó refutarlas. Justamente en ese periodo Praxis comenzó sus
replanteos, acercándose a posiciones más cercanas al peronismo. Ver Tarcus,
Horacio. Op. cit. Pag. 152-155 y 349.
[10]
Planteaba Praxis en ese momento: “cualquier proyecto transformador (...) no
puede quedarse en el cuestionamiento del orden económico, social y político.
Sino que, simultáneamente, debe poner en cuestión toda forma de dominación y
alienación (...) la lucha no debe solo limitarse a cuestionar los macropoderes
sino que debe extenderse ese cuestionamiento a los micropoderes que se juegan
en todas y cada una de las instancias del tejido social (...) La solución de la
crisis contemporánea no será alcanzada en un aspecto parcial, sino en la
totalidad de la lucha humana (...) un grupo revolucionario actual debe
preformar en pequeño la sociedad socialista cuyo alumbramiento milita.” Tarcus,
Horacio. El marxismo olvidado en la
Argentina Silvio Frondizi y Milcíades Peña. Buenos Aires. El cielo por
asalto. 1996. Pag. 144-146.
[11]
Cuatro son las tesis de Silvio Frondizi: agotamiento de la burguesía como
fuerza transformadora inclusive en su variante nacional; necesidad de
prefigurar la sociedad futura en las prácticas militantes y en la construcción
de organismos autónomos de las masas, unidad del proceso histórico mundial
desde la llegada del imperialismo y la caracterización de la Argentina como
país semidesarrollado.
[12] Los
diferentes MIR-Praxis de América Latina surgieron al calor de las tesis de
Frondizi y de la influencia intelectual de éste entre emigrados que buscaban
refugio en nuestro país y posibilidades de estudio en la universidad (Praxis
tenía una sección latinoamericana y sus miembros realizaban investigaciones en
torno a realidades de sus países de origen). Estas experiencias, a diferencia
de la argentina, completaron el viraje que la propuesta cubana implicaba
iniciado el camino de la lucha armada. Se fundaron MIR en Perú, Venezuela y
Chile.
[13]
Lewinger, Jorge, op. cit.
[14]
Ídem.
[15] Los
grupos militantes más importantes que surgieron de la diáspora de Praxis eran
los encabezados por: Jorge Altamira (Política Obrera), Ramón Horacio Torres
Molina (el grupo de La Plata del MIR cuyo líder confluirá en el peronismo
revolucionario) y el que formó 3MH.
[16]
Frondizi interpretaba al M26 cubano como un “Frente Nacional” que se radicaliza
al calor de la lucha de clases, en una posición cercana al planteo de Trotski
de la revolución permanente.
[17] En general, en este periodo, se
produjo un cambio radical en el campo de la intelectualidad de izquierda. En el
campo de la cultura es claramente verificable la alteración de los espacios de
referencia anteriores y la pérdida (definitiva) de la hegemonía que el Partido
Comunista detentaba en la izquierda de dicho campo.
[18] Formaron parte de este grupo:
Jorge Bolívar, Jorge Castro, Alberto Ferrari Echeverri, Arturo Lewinger, Jorge
Lewinger, Luis Piriz, Aldo Camotto, Osvaldo Acosta, Juan Carlos Gallegos,
Enrique Ninn, Humberto D’Ippolito, Jorge Diamand. Faltan nombre citados por
Tarcus y Lewinger, no hay mujeres????
[19]
AAVV, Del peronismo al tercer movimiento
histórico, Buenos Aires, Instituto de Estudios Argentinos Manuel Dorrego,
1964.
[20] Ver
“Reportaje a las FAR”, en revista Militancia,
Nº 3, pág. 36 y siguientes; y “Fuerzas Armadas Revolucionarias”, revista Militancia, Nº 4, pág. 35 y siguientes,
en la que se incluyó la respuesta del ERP a las opiniones del “Reportaje...” y
la contraargumentación de Carlos Olmedo.
[21] Del peronismo al... Pag 2.
[22] Lewinger. Op. cit.
[23] Del peronismo al... Op. cit. Pag. 24
[24] “No
puede negarse a la industria nacional, porque están para afirmar su existencia
un fuerte proletariado urbano, el propio mercado interno y la sustitución de
importaciones de los últimos períodos. Pero tampoco puede hablarse de un
proceso de industrialización, porque las condiciones inherentes al mismo no se
verifican”, sostiene 3MH. El planteo frondizista implicaba que la Argentina
tenía una base material muy superior a los demás países del Tercer Mundo, por
lo tanto el quiebre de su dependencia debía ser realizado con herramientas y
programas distintos a los del resto. La idea de seudoindustrialización plantea
el desarrollo de una industria productora de artículos de consumo inmediato y
el abandono de las ramas estratégicas de la industria pesada productora de
medios de producción o industrialización de materias primas estratégicas como
el acero y el desarrollo de una industrialización completa. Como estos bienes
deben ser importados, la industria nacional sólo funciona asociada a la
importación de maquinaria y por lo tanto es estructuralmente dependiente del
mercado mundial, teniendo la burguesía sus intereses en el exterior.
[25] Del peronismo al... Op. cit. Pag. 39.
[26] Ese capítulo fue
elaborado principalmente por Alberto Ferrari Etcheverri. Cf. Lewinger, Jorge,
op. cit.
[27] Es interesante comparar los
análisis de 3MH con los de la revista Estrategia
vinculada a sectores desarrollistas del las Fuerzas Armadas. Existía una
sorprendente sintonía entre los planteos de algunos militares y los de 3MH
sobre la necesidad de que las FFAA se hicieran cargo de llevar adelante las
transformaciones nacionales necesarias. Ver AAVV. Estrategia, Instituto Argentino de Estudios Estratégicos y
Relaciones Internacionales, N°1 y N°2, 1969.
[28] En
este sentido, para entender la posición real de las fracciones militares
respecto del peronismo, es útil recordar la definición de Cooke: “Los colorados
eran antiperonistas todo el tiempo mientras que los azules lo eran solo cuando
era necesario”.
[29] Lewinger, Jorge, op. cit.
[30] El
rechazo al sistema de partidos no define en sí mismo un horizonte común, sólo
muestra cómo la crisis orgánica del sistema se expresaba en militantes que
terminaron impulsando proyectos políticos opuestos. Pero, en términos
gramscianos, esos momentos de crisis se caracterizan por la disolución de las
representaciones partidarias tradicionales y por búsqueda de nuevas
representaciones: en este sentido los sesenta fueron también un período de
redefinición de muchas representaciones partidarias, que darán lugar al
nacimiento de nuevas organizaciones políticas de izquierda y a proyectos
militares de derecha.
[31] Del peronismo al... Op. cit. Pag.52.
[32] Idem. Pag. 36.
[33] Lewinger, Jorge, op. cit.
[34] Ídem.
[35] Ídem.
[36]
Ídem. Según Lewinger en realidad, el grupo de Olmedo, Quieto y Osatinsky tenían
la definición de acompañar al Che desde la Argentina, mientras que ellos
pensaban ir a Bolivia y desde allí bajar a la Argentina con una columna
consolidada.
[37] Ídem.
[38] En realidad debía ser lo
que quedó del grupo después de la muerte del Vasco y varios de sus compañeros
en el 64.
[39] Lewinger. Op. cit..
[40]
Ídem. Aunque fracasada, la acción fue levantada por la prensa de la época.
[41] Ídem.
[42] Es
interesante observar que los embrionarios grupos político militares tenían un
nivel (desigual) de vinculación con ámbitos más amplios o frentes de masas. En
el caso del grupo de Lewinger, cuyos principales militantes provenían de la
experiencia de Praxis, conservaban relaciones a nivel territorial que les
sirvieron de retaguardia en algún momento y también como pilares para la
posterior explosión numérica de las organizaciones de masas que adherirían a
las guerrillas. “Teníamos grupos sindicales, estudiantiles y algunos contactos
barriales. Pero el grupo mío por ejemplo era un grupo débil en el desarrollo,
en organizaciones de base, no podemos hablar de núcleos de base, podemos hablar
de compañeros de base. Había dirigentes sindicales de La Plata, dirigentes
estudiantiles de Buenos Aires, algunos viejos contactos vinculados a Praxis de
laburos en villas. Mi hermano, lo cargábamos, era el que más experiencia tenía,
le decíamos que tenía una organización paralela porque él tenía una
organización de colaboradores absolutamente propia con compañeros que venían de
Praxis, de Villa Jardín por ejemplo, donde él incluso se refugió alguna vez
cuando se tuvo que levantar de la casa”. Lewinger, Jorge, op. cit.
[43] Ídem.
[44] Ídem.
[45] El Cordobazo en mayo de 1969 fue
el último signo de los tiempos que, para las futuras guerrillas, implico la
confirmación de sus ideas. Todas las organizaciones armadas plantearán a las
jornadas cordobesas como un parteaguas en el devenir de las luchas populares
que determinó su inmediato lanzamiento público. La excepción fueron las FAP
que, con una vinculación más fuerte con las experiencias de la resistencia
peronista, se conformó con muchos
militantes que fueron parte de prácticas de lucha clandestina enraizadas en la
lucha del peronismo de la década anterior.
[46]
“Reportaje a las FAR”, en revista Cristianismo
y Revolución número 28, abril de 1971. Existen fuentes que destacan la existencia de algunos
participantes en la operación que no avanzaron posteriormente en la fundación
de FAR. Pero esto solo viene a confirmar que para ese periodo las protofar
estaban aún en proceso de formación y captación de militantes para la práctica
guerrillera.
LAREVISTA NUEVO HOMBRE, ANTES DE SER ABSORBIDA POR EL PRT, REFLEJABA LAS POSICONES DE LAS FAR O DE UN SECTOR DE ELLAS?
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