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jueves, 8 de noviembre de 2012

LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ, VIGENCIA DEL ALEGATRO DE FIDEL Un replanteo de los desafíos presentes para ver si la historia nos absuelve


Guillermo Martín Caviasca

LA HISTORIA ME ABSOLVERÁ, VIGENCIA DEL ALEGATRO DE FIDEL
Un replanteo de los desafíos presentes para ver si la historia nos absuelve

Si queremos que los hombres nos sigan hay que enseñarles un camino y una meta digna de cualquier sacrificio. Lo que fue sedimentado con sangre deber ser edificado con ideas.

Hace 50 años Fidel Castro pronunciaba su alegato final en el juicio que se le seguía por el intento de derribar al régimen de Batista; su alegato terminaba con la profética sentencia “Condenadme, no importa, la historia me absolverá”. Seis años después las tropas del ejército rebelde entraban en La Habana y el gobierno revolucionario comenzaba a poner en práctica el programa que Fidel había expuesto en aquella declaración.
Pero, ¿qué fue lo que permitió el acenso de los revolucionarios al gobierno? ¿Cómo lograron concenso de las masas? ¿Qué permitió que el alegato de Fidel no cayera en el vacío? El asalto al cuartel de la Moncada, militarmente frustrado, había oficiado como un gran hecho de propaganda armada, colocando a los jóvenes ortodoxos disidentes[1] en la primera línea de la atención del pueblo cubano. De modo que seis meses después, durante el juicio oral y público, Fidel pudo transformar su alegato en un hecho político de envergadura, dando a conocer un programa revolucionario que --si bien tenía similitudes con muchos programas antiimperialistas y populares--, contaba con el respaldo de la sangre de 61 jóvenes caídos en su defensa, lo que lo hacía mucho más creíble para el pueblo. Es en estos meses cuando comienza a perfilarse ante las masas cubanas una nueva fuerza política claramente diferenciada del evolucionismo de los comunistas cubanos[2] y de la impotencia del populismo ortodoxo.  A partir de allí mucho dependerá de la coherencia y la capacidad de los revolucionarios para ganarse a las masas: “Si queremos que los hombres nos sigan hay que enseñarles un camino y una meta digna de cualquier sacrificio. Lo que fue sedimentado con sangre deber ser edificado con ideas”[3], escribe Fidel entonces.
No es, solamente, la voluntad de los revolucionarios la única condición que hace posible la revolución en Cuba, ni tampoco el hecho de haberse demostrado patriotas y valientes en el asalto al Moncada. Hay una serie de factores sociales y políticos que combinados permiten este victorioso desenlace: 1) un acierto en la caracterización de la formación social sobre la cual se actúa alejada de las visiones manualísticas. 2) Una situación de crisis orgánica originada por la crisis político-económica del capitalismo dependiente cubano.  3) Una decisión política de actuar, desestabilizando al régimen mediante la guerra (ayudando a generar las condiciones para la revolución) y cerrando las puertas a la conciliación que los partidos del sistema impulsan con tanta vehemencia cuando las contradicciones se agudizan. 4) Una organización política cuya relación con las masas no es de elite conductora base conducida, sino dialéctica y en formación permanente. Por otra parte (pero no menos importante que lo anterior) es fundamental descartar el mito del grupo guerrillero que de la nada se hizo conducción de las masas por su solo accionar militar. El M26 tenía un importante red urbana construida desde su misma separación del Partido Ortodoxo, lo suficientemente fuerte como para que se concibiera a las ciudades como el lugar de la insurrección.
“En el continente existen condiciones objetivas que empujan a las masas a acciones violentas contra los gobiernos burgueses y terratenientes (...) En los países donde todas las condiciones estén dadas sería hasta criminal no actuar para tomar el poder. En aquellos otros que esto no ocurre (...el deber de la) vanguardia es estar al frente de la clase obrera en la lucha por la toma del poder, saber guiarla a su captura, conducirla por atajos (...)”. Estas palabras del Che muestran la visión que los revolucionarios cubanos tenían de su misión en la lucha política. La acción política solo se vuelve revolucionaria cuando sus efectos de largo plazo ayudan a la acumulación de fuerzas del campo del pueblo y cuando esta acumulación de fuerzas es contrahegemónica, ya que puede haber organizaciones populares que acumulen reforzando la hegemonía de la clase dominante.
Por el contrario, el PC/PSP, por ejemplo, no pudo resolver por sí mismo su inserción revolucionaria en la lucha, y por lo tanto actuó como un par antagónico de la dictadura de Batista, atado a las concepciones economicistas[4] de la ortodoxia marxista de la época. La crisis de la formación social Cubana podría haberse prolongado por mucho tiempo sin la intervención de un actor político que rompiera la lógica de los pares antagónicos y del evolucionismo reformista. Ese actor fue el M26 y el Ejército Rebelde y tras de sí arrastró a las demás fuerzas revolucionarias como el PSP y el Directorio[5].
Es importante destacar, retomando al Che, que la concepción de vanguardia solo existe articulada dialécticamente con el pueblo: “La guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas. Pretender realizar este tipo de guerra sin el apoyo de la población es preludio del desastre inevitable. La guerrilla es la vanguardia combativa del pueblo, situada en un lugar determinado de algún territorio dado, dispuesta a desarrollar un conjunto de acciones bélicas tendientes al único fin estratégico posible: la toma del poder”[6]. Es una tarea rescatar hoy en día la idea de vanguardia tan bastardeada por el enemigo y por los que desde el campo popular asumen la derrota como irreversible propagandizando la visión fatalista de que lo único posible es la resistencia. Pero es necesario también criticar el voluntarismo vanguardista que concibe a las masas solo como objeto disponible a despertar por una elite poseedora del saber. Desde nuestra óptica la vanguardia se construye y reafirma permanentemente como tal en una relación dialéctica con las masas organizadas de las cuales emerge y ante las cuales se legitima. 
Es así como Fidel y el Ejército Rebelde se van construyendo como vanguardia: no nacen como tal[7], tampoco después del Moncada hay una vanguardia, aunque está presente en los revolucionarios cubanos la decisión de marcar el camino al resto del pueblo desde el principio de sus acciones. No hay una teoría revolucionaria acabada que exista previamente y por afuera de la realidad social en permanente cambio y evolución. Fidel y sus compañeros orientaron su acción en base a la contradicción principal, luchando por la liberación nacional y la liberación social y, a partir de allí construyen un camino revolucionario dialécticamente con el movimiento de masas. Si bien ejercen una función dirigente, lo hacen aprendiendo y corrigiendo en el mismo proceso de enseñar.
Entonces, los revolucionarios son vanguardia desde el momento que son vistos por las masas populares (todos los sectores que Fidel define como Pueblo en “La historia me absolverá” y que trataremos más adelante) como alternativa de poder viable; y este proceso se construye en un período que comienza en el Moncada, sigue con la fundación del M26 como un movimiento de masas y se materializa en forma efectiva con la subsistencia del Ejército Rebelde a las ofensivas militares de la dictadura. Es a partir de allí que la victoria revolucionaria se vuelve incontestable y todos los revolucionarios dispersos o encuadrados en otras fuerzas se encolumnan tras la estrategia que baja de la sierra. Pero también la acción es recíproca, no hay solamente un accionar de Fidel y sus compañeros que las masas aprueban o ignoran pasivamente; por el contrario la influencia de las masas en el proceso de formación de la vanguardia se ve a lo largo de todo el proceso. Tanto la formación del la guerrilla como sus reivindicaciones y tareas inmediatas son formadas en relación con la base campesina; la estrategia va orientándose acorde los sectores populares van mostrando el camino para la construcción del poder alternativo y, ya en el poder, la radicalización de la revolución se va dando acorde a como se dan los conflictos de clase y resolviéndose a favor de los intereses populares. No hay programa, en el sentido clásico, desde le cual se llama al pueblo, hay objetivos y convicciones ideológicas que guían la acción.
La categoría de Pueblo en “La historia me absolverá”
El nacionalismo revolucionario expresado por Fidel en su alegato tiene un matiz diferencial sustantivo respecto de otras propuestas antiimperialistas y populistas de izquierda: define el típicamente ambiguo concepto de pueblo con una precisión mayor. Por lo general, la categoría de “pueblo” es difusa, siempre son los trabajadores y los pobres del campo y la ciudad; el capital imperialista y monopólico como así también los terratenientes constituyen la clase dominante, el “otro” al que se enfrenta. Pero entre estos dos grandes sectores hay una enorme y no definida variedad de clases y sectores de clase que el nacionalismo típico en general deja en el limbo: las “clases medias”, los intelectuales y profesionales, los pequeños propietarios del campo y la ciudad y los pequeños comerciantes y la burguesía nacional mediana y grande.
Extractamos aquí la precisa definición de pueblo expuesta en La historia me absolverá: “Entendemos como pueblo (...) la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa (...) los 700 mil que están sin trabajo, (...) los 500 mil obreros del campo, (...) los 400 mil obreros industriales y braceros, (...) los 100 mil agricultores pequeños, (...) los 30 mil maestros y profesionales, (...) los 20 mil pequeños comerciantes, (...) los 10 mil profesionales jóvenes”. Es claro que todos los excluidos de esta definición no son pueblo para Fidel: los banqueros, los propietarios medianos y grandes del campo y la ciudad, los rentistas, los grandes comerciantes y todos los asociados al capital extranjero; es decir, todas las clases capitalistas de la sociedad.
Fidel le da a la categorización de pueblo una definición de clase mucho más ajustada, lo que nos permitirá comprender el devenir posterior de la revolución cubana que, ante la agudización de las contradicciones, avanzará hacia la construcción del socialismo. La mayoría de los movimientos de liberación nacional (quizás podamos excluir de este camino típico a Irak y Libia), en cambio, terminaron o bien disciplinándose a la burguesía y como consecuencia de esto claudicando ante el imperialismo, o bien fracasando aprisionados entre los intereses de los trabajadores y los intereses de la burguesía, lo mismo que los populismos[8]. Son los casos de El Salvador, Nicaragua, Argentina, los movimientos independentistas del Africa sub-sahariana y varias repúblicas árabes y del sudeste asiático.
En el mismo sentido las tareas que Fidel plantea parten de una precisa caracterización de la formación social cubana. “Si Cuba es un país eminentemente agrícola, si su población es en gran parte campesina, si la ciudad depende del campo...”[9], entonces una de las tareas principales de la revolución será resolver el problema agrario. Pero esta resolución está condicionada, a su vez, por dos factores: uno, la dependencia del capital imperialista que para su enriquecimiento genera atraso en el campesinado y en toda la nación (“Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima”); dos, dado que la alianza revolucionaria deberá contar con una base campesina como condición sine qua non para su triunfo[10], el programa agrario de la revolución deberá respetar los intereses del campesinado parcelario (no habrá colectivización forzosa, sólo se socializarán las grandes haciendas mientras que arrendatarios y campesinos seguirán en sus tierras apoyados por el estado). En este sentido es importante aclarar las características específicas del campo cubano. Existe una categoría muy variada de formas de tenencia de la tierra (propiedad, aparcería, tenencias precarias, etc.) no hay comunidades agrícolas de subsistencia y la mayoría de la población rural se encuentra vinculada al mercado (produciendo azúcar para los ingenios. La mayoría del proletariado es rural o está vinculado a los centrales y muchos se encuentran en una situación intermedia entre campesinado y proletariado. Como la gran propiedad y los centrales (en gran parte la tierra está en manos de extranjeros) poseen la mayoría de las mejores tierras el trabajo de los revolucionarios se vio favorecido a partir de la toma del poder[11] ya que Fidel pudo organizar la gran propiedad estatal sin enfrentarse con el campesinado que a su vez vio en la revolución la defensora de sus intereses.
Es notorio que el Ejército Rebelde avanza desde el campo a la ciudad y que la clase obrera no es protagonista central del proceso hasta que los revolucionarios están en las puertas de La Habana (la huelga general del 58 convocada por los revolucionarios fracasa[12]). En este sentido la estrategia de Fidel también varía dialécticamente con la realidad social. Si en un principio la revolución es concebida como una insurrección urbana desatada a partir de un hecho político militar de envergadura y con apoyo militar rebelde (ésa es la idea del Moncada que se mantiene hasta bien avanzado el proceso revolucionario, por lo menos hasta el fracaso de la huelga general del 58); la materialización de la toma del poder termina siendo a la inversa: la insurrección se desata en apoyo del Ejército Revolucionario victorioso. Es también por ello que el campo y el campesinado cobran una dimensión aún mayor por ser la columna vertebral de la revolución.
En este sentido los revolucionarios cubanos también son creativamente marxistas (que es la única forma de ser marxista). Mientras que el PSP permanece aferrado al trabajo en las filas de la clase obrera urbana, arrastrado tras los vaivenes de la lucha económica durante los cuarenta y atado a concepciones brawderianas; Fidel y luego el M26 van modelando su práctica de acuerdo a las condiciones cubanas en donde el “eslabón más débil” es el campo. Es importante resaltar que una gran parte de la clase obrera cubana se encuentra vinculada directamente al campo, como peones rurales o trabajadores de los centrales. Pero también el campo es el eslabón fundamental de una economía básicamente agraria capitalista, por eso la revolución se resuelve desde el campo con apoyo de la ciudad y el acierto en captar esto y desarrollar al máximo sus potencialidades es lo que la da a Fidel la conducción de la revolución cubana (la burocracia sindical cubana mantendrá el control de las estructuras sindicales hasta el final del proceso de guerra)[13].
Cabe destacar que no aparece en el proceso cubano una dirección de un partido marxista leninista que oriente el conjunto del proceso, elabore programas tácticos y estratégicos y asuma desde su constitución el rol de vanguardia y la representación de los intereses de la clase obrera. Por el contrario, aquí Fidel llama a la construcción de un movimiento de masas bajo los principios de su alegato, y desde allí --en el largo plazo y con posterioridad a la radicalización de la lucha de clases y la redefinición del campo de alianzas político-- surgirá la organización que conducirá la revolución y, ya en el poder se construirá el partido de la revolución (que, ahora sí, planteará el Socialismo y será la vanguardia de la clase obrera y el campesinado).
Esto no inhabilita a que Fidel y sus compañeros fueran actores políticos dialécticamente independientes y que elaboraran una estrategia política mas allá de las condiciones locales e inmediatas. Pero consideramos que la revolución cubana fue una crítica a la concepción clásica de partido leninista como también a la táctica de acumulación evolucionista de fuerzas. Lo segundo fue claramente visto por los revolucionarios de los 60 y 70; pero lo primero, la concepción dialéctica de organización no, en general los revolucionarios se siguieron aferrando a esquemas organizativos rígidos. En este sentido Fidel fue también mucho mas leninista que los partidos leninistas de manual, ya que Lenin adaptó su partido a las necesidades de la lucha revolucionaria, por eso en 1903 y con la clandestinidad como necesidad escribió el Que hacer pero, en 1917 en medio de un auge de masas planteó todo el poder a los soviets.
Pero, es necesario recordar quién es Fidel en el 52, para comprender sus planteos. Fidel viene de militar en el Partido Ortodoxo y de ser candidato a diputado de ese partido para las elecciones que el golpe de Batista del 10 de marzo del 52 impidió realizar. El partido Ortodoxo es una escisión del Partido Auténtico y reivindica los principios del líder nacionalista popular Eduardo Chibás[14], que el Partido Auténtico traiciona al aceptar la connivencia con los EEUU y aliarse con la oligarquía azucarera. Si bien Fidel pertenece a la juventud de este partido y lo podemos ver como miembro del ala radical del mismo[15], todavía no se puede decir que sea un comunista. En verdad proviene del populismo de izquierda, y es al calor de la lucha que va forjando unas concepciones que, luego, lo llevarán a romper con el Partido Ortodoxo para formar un movimiento revolucionario, nacionalista y popular. Finalmente, ya en el gobierno, la misma lucha lo llevará a crear el Partido Comunista. Pero por otra parte es importante destacar que no es solo la fuerza de las contradicciones que se presentan ante él lo que lleva a Fidel a profundizar el camino al socialismo. En muchos otros casos las mismas contradicciones del proceso antiimperialista condujeron primero a la conciliación y de ella inevitablemente a la traición o la debacle. Por el contrario el grupo de Fidel, el Che y los demás revolucionarios tenía una conformación como grupo dirigente, que garantizó que en cada encrucijada la resolución se diera en un sentido de mayor radicalización. Una clave: la absoluta independencia respecto de instituciones e ideología burguesa, en un país con una burguesía nacional débil.
O sea, el grupo de Fidel expresa una nueva forma de surgimiento y formación de una corriente marxista revolucionaria. Una forma que se basa en las condiciones propias de un país del tercer mundo. En ese sentido la clara concepción de Fidel de la burguesía como otro, con el cual se puede acordar coyunturalmente o enfrentar es la base sobre la cual se para toda la evolución posterior del movimiento. Además es la diferencia mas destacada con otros movimientos deliberación nacional y fuerzas progresistas latinoamericanas. Esta posición respecto de la clase burguesa estuvo claramente expresada por Fidel desde La historia me absolverá.
Por otra parte esta experiencia muestra la importancia de la creación de una organización cuya única fuente de poder sean las mismas masas organizadas. La creación de las instituciones del nuevo estado requiere de una organización política que emerja desde las masas, que exprese una nueva hegemonía en el plano político institucional. Sin esta organización el poder estatal quedaría en manos de las fracciones revolucionarias oportunistas dispuestas a reencauzar el proceso hacia la conciliación. No olvidemos que todo proceso revolucionario (y el cubano es un claro ejemplo de esto) es protagonizado por un amplio frente de clases, que se hace cada vez mas amplio cuando la crisis final del régimen anterior  se aproxima. Por lo tanto, en este abanico de clases que se proclaman revolucionarias conviven diferentes intereses y la hegemonía de los revolucionarios dentro del frente no es natural ni esta estructuralmente garantizada.  En Cuba Fidel tuvo que luchar contra diferentes oposiciones internas desde el primero de enero del 59 en adelante que expresaban los intereses de las diferentes clases que subsistieron a la revolución hasta tanto fueron eliminadas como tales. Por eso actualmente el líder cubano puede afirmar que en la isla solo puede haber un partido: el de la revolución (porque existe una sola clase) y el otro partido  (el de la antirrevolución) solo puede ser implantado desde afuera. Pero eso no era así aún entre el 59 y el 63.
Fidel encontrará respuestas concretas a cada situación que se le planea sin atarse a esquemas preconcebidos. Esta ductilidad expresa, para nosotros, la línea claramente marxista de interpretación de los procesos históricos compenetrándose dialécticamente con la lucha de masas y rompiendo con el mecanicismo del marxismo vulgar y con el eclectismo y oportunismo de la socialdemocracia. Fidel (y con él, el conjunto del movimiento revolucionario cubano) no como individuo sino como jefe del proceso revolucionario, seguirá siendo la expresión, durante un largo tiempo, de un nacionalismo revolucionario con posiciones de clase[16], solo para avanzar hacia el comunismo más tarde y al calor de la lucha de clases a nivel nacional y mundial.
Pensamos, como dijimos mas arriba, que su independencia de la burguesía (institucional e ideológicamente) y sus definiciones de clase iniciales son las que le permitirán transitar este camino y enfrentar la presión de la burguesía local y del imperialismo; por demás, el único camino posible para mantener la soberanía de Cuba. Esta decisión le permitió al pueblo cubano construir la Cuba revolucionaria que nos sigue iluminando hoy, y no el inverso de la claudicación o la parálisis como le sucedió a muchos otros movimientos de la época: desde posiciones iniciales diferentes, este camino lo recorrieron el peronismo y el sandinismo y lo está recorriendo aún el Partido de los Trabajadores de Brasil.

Frente a las concepciones Posmodernas
La teoría de la revolución cubana no podía existir previamente al desarrollo de la revolución cubana misma: para construir su revolución los cubanos sólo se podían servir de la historia previa de lucha de su pueblo y de la experiencia revolucionaria existente a nivel mundial con sus propias teorizaciones. Pero como cada revolución crea su propia teoría revolucionaria al calor de su desarrollo, la lucha cubana sólo podía avanzar hacia la revolución a través de la acción, inyectándole al proceso de lucha de clases una energía que lo sacara de la dinámica economicista: a partir de allí la teoría revolucionaria existente se nutrió a de nuevos aportes.
Esto no es menor. Marx plantea que “hablando en términos generales, las ideas no pueden ejecutar nada. Para la ejecución de las ideas hacen falta hombres que dispongan de cierta fuerza práctica”. Y Lenin, por su parte, afirma que “sin práctica revolucionaria no hay teoría revolucionaria y sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, de modo que en las fuentes mismas de los clásicos marxistas está planteada que la inserción revolucionaria en la lucha de clases es la que permite resolver la contradicción entre teoría y práctica. Fidel y su grupo piensan la revolución en el seno del movimiento popular cubano: van puliendo sus herramientas teóricas y militantes a lo largo de la lucha, insertos en ella.
Es por eso que los revolucionarios no esperaron que la conciencia de los campesinos o los obreros cubanos avanzara evolutivamente, insertándose junto a los explotados y esperando que mediante un trabajo de hormiga creciera la conciencia de las masas para guiar luego a los revolucionarios hacia la toma del poder. En verdad, actuaron exactamente a la inversa, con la convicción de que la conciencia crece dialécticamente, de a saltos. Es decir, se insertaron en la lucha de clases en forma revolucionaria por afuera de las estructuras que reproducen la hegemonía y el “Estado” (en sentido gramsciano: como el conjunto de instituciones estatales propiamente dichas y de la sociedad civil que garantizan el estado de cosas). Y, sin tener en claro cómo se iba a desarrollar el conjunto del proceso[17], fueron aprendiendo dialécticamente con la práctica (única forma de elaborar verdadero conocimiento) avanzando como la respuesta del pueblo iba indicando.
Aprendieron en la práctica que la columna vertebral de la toma del poder serían los campesinos y no los obreros y las masas populares urbanas (que se incorporarían al proceso posteriormente), y este aprendizaje lo hicieron con “audacia, audacia y más audacia”, como dirá posteriormente el Che. Creando la conciencia con su lucha y con su ejemplo, yendo un paso más adelante de lo que la conciencia inmediata entonces indicaba y de lo que la teoría previa podía determinar; fueron aprehendiendo de las nuevas condiciones concretas que la acción revolucionaria generaba la forma de dar los siguientes pasos “hacia el único objetivo estratégico posible: el poder”[18]. Pero, ojo, los cubanos no tomaron el poder tal cual estaba. Primero, desarmaron el ejército burgués y paralelamente fueron construyendo el nuevo estado que ya se mostraba como alternativo en la sierra misma, destruyendo palmo a palmo el resto del poder que conservaba la burguesía y a su vez garantizando la consolidación de la hegemonía de los trabajadores.
Si para los revolucionarios cubanos –y con ellos, todos los que hicieron la historia de la lucha del siglo XX-- el objetivo estratégico era (es) la toma del poder (lo cual no implica “cambiar de manos” sino construir otro poder distinto, el poder popular), para las nuevas concepciones posmodernas --surgidas al calor del neoliberalismo y, podríamos decir, casi como una contestación lineal a este--, la estrategia es el “no poder” o el “contrapoder”, el abandono del estado a las clases enemigas. Esta estrategia se basa en la idea de diferencia, de “multiplicidad” de actores y no de desigualdad de clases. El sujeto no está, entonces, en la clase social sino en la “multitud” y la desigualdad desaparece enmascarada por la diferencia. Multitud, categoría abstracta, tan amplia y gelatinosa que impide saber que intereses puede tener mas allá que la espontaneidad de alguna convocatoria “anti” algo coyuntural.
Con sus matices, estas concepciones, “al negarse a identificar a las grandes entidades de poder, volverá(n) a enlazar con la concepción metafísica de éste, un poder ubicuo, por lo tanto intangible y anónimo”, escribe el belga Armand Mattelart y puntualiza, en referencia a Michel Foucault[19], “su tendencia a percibir la producción de poder tan sólo como una generación espontánea”[20]. Esta idea es plenamente antagónica con el proceso revolucionario cubano (y con cualquier otro proceso de lucha históricamnete existente). Desde el principio mismo, con el asalto al Moncada y con los planteos de La historia me absolverá, se percibe claramente la vía elegida por los revolucionarios cubanos para sentar las bases iniciales de su construcción revolucionaria. De esta forma no es necesario una lectura muy profunda del texto para darse cuenta la distancia que entre Fidel y los basistas, los autonomistas y los situacionistas[21]: la misma distancia que va de lo macro a lo micro y de la totalidad a la singularidad. Es importante rescatar que en algunos casos, la concepción de autonomía es fecunda; sobre todo como rescate e impulso de la autoactividad de las clases populares, tema en general abandonado por el marxismo ortodoxo. Sin negar la necesidad de ser ellas mismas algún día Estado, la construcción popular autónoma de las instituciones burguesas permite ir generando las condiciones de construcción de una nueva hegemonía de las clases populares, única base posible para el despliegue de una política revolucionaria. Además la base de un proceso dialéctico entre organización política y pueblo solo puede existir en forma fecunda cuando la iniciativa popular es fomentada.
En La historia me absolverá Fidel plantea un programa que aún encierra la posibilidad de reformas (aunque es necesario remarcar que el alegato esta planteado como un momento de ruptura), pero ya en la sierra se irá prefigurando un nuevo Estado, un embrión de doble poder que irá creciendo, una contrahegemonía que se transformará en nueva hegemonía de los trabajadores ante la crisis definitiva de capitalismo dependiente cubano con el M26 en el gobierno.
Ahora bien, en general las concepciones posmodernas se basan en la idea de que el poder, por una lógica inevitable, siempre es vertical y autoritario o --lo que no es sino una expresión de lo mismo--, que “el poder corrompe”. Por lo tanto todas las fuerzas políticas que llegan a la administración del Estado terminan siendo subsumidas por una lógica metafísica que las transforma en totalitarias. Es así como para la teórica reaccionaria Anha Arendt, la revolución cubana, la revolución rusa, el régimen de Hitler, etc. pueden ser englobados como “totalitarismos” porque anulan al individuo en función de una comunidad externa a él (el Estado).
Según Toni Negri, el desarrollo de la lucha popular (o de la multitud pero nunca de clase[22]) sólo puede plantearse el antagonismo permanente con el poder. El “contrapoder” no es un poder alternativo destinado a reemplazar al poder burgués en forma revolucionaria (concepción leninista del doble poder) sino un “antagonista permanente”. Desde esa externalidad, negocia o lucha por mejores condiciones de vida y aumenta su autonomía, pero sin aspirar a la construcción de un Estado propio que administre los recursos de toda la nación.
El posmodernismo “contesta a la vieja noción de lucha de clases –dice Mattelart--, con la idea de que es necesario buscar un equilibrio óptimo entre los actores, cada uno de los cuales tiene una estrategia y márgenes de maniobra y se mueven en un campo de relaciones de poder y contra poder en el que existen unos intersticios donde pueden expresarse las dinámicas antagónicas”. Es en este sentido que entendemos que las concepciones posmodernas renuncian a la revolución y se tocan de cerca con la idea del fin de la historia.
Por otra parte, estas concepciones de moda pierden contacto con lo nacional (es más niegan y combaten lo nacional) fundamentalmente por tres motivos: primero, porque si el poder no está concentrado sino diluido, pierde sentido una estrategia nacional de lucha que vaya más allá de la “situación” concreta y del reclamo sectorial; segundo, porque si la perspectiva de la “toma del poder” sólo puede llevar al autoritarismo, se vuelve negativo plantearse una estrategia que exceda la contestación inmediata a las políticas que se desarrollan desde el Estado[23]. Tercero, porque si en la etapa actual el dominio ya no se ejerce desde el estado nación sino desde el “imperio” global, la lucha nacional es un contrasentido. Demás esta decir que consideramos, por lo menos, equivocados estos planteos, los cuales echan al tacho de basura toda la experiencia revolucionaria de los pueblos. Es discutiendo con estas ideas que se fueron escribiendo estas líneas, para revalorizar los orígenes de un proceso revolucionario que llevó al triunfo a la guerrilla de la sierra.
Por otra parte consideramos que estas concepciones son hijas, en realidad, de la derrota del campo popular en el mundo a lo largo de los 80. Expresan la resignación ante los fracasos de los proyectos revolucionarios, el repliegue a lo mínimo o lo parcial. Pero en poco reemplazan a las ideas revolucionarias ya que no ofrecen un sistema socioeconómico superior donde los seres humanos vivan más libres y con mayores posibilidades de realización, sino un espacio de autonomía donde pequeñas comunidades realicen su libertad (si esto es posible bajo la hegemonía de la clase dominante y con el estado burgués presente) resignadas a una pobreza franciscana.
Táctica y estrategia revolucionaria
El programa planteado en La historia me absolverá es objetivamente revolucionario aunque no sea socialista. Esto muestra como no es el programa lo que define lo revolucionario de un movimiento sino la composición de clase y la progresividad respecto de la formación social concreta[24]. Durante ese período (53-59) Fidel y los revolucionarios del 26 de Julio darán a conocer en diferentes cartas desde prisión, manifiestos al pueblo y puntos de coincidencia con otras fuerzas. Un programa que en líneas generales propone una profunda reforma agraria, la industrialización impulsada por el Estado, la eliminación de la influencia extranjera en la política y la economía y la extensión de la salud y la educación a todos los cubanos.
En Cuba las clases propietarias eran muy homogéneas y se encontraban fuertemente vinculadas al capital norteamericano. La isla es monoproductora de azúcar y el negocio de explotación, industrialización y comercio vinculado a este producto modelaba los intereses de la clase dominante, por lo tanto no existían en Cuba fracciones de la burguesía significativas con diferentes intereses que pudieran entrar en competencia y en contradicción. La economía se encontraba sometida a constantes crisis como consecuencia del deterioro de los términos del intercambio entre los productos primarios y los industriales y manufacturados (de diferente tipo e importados), pero los sucesivos gobiernos lograban recomponerse siempre y en la misma línea anterior porque no existía una nueva fracción de clase dominante burguesa alternativa de recambio con intereses diferentes a los azucareros. Es importante tener en cuenta que el 50 se produce una nueva crisis en el sistema monoproductor dependiente cubano que expresaba la inviabilidad del modo de acumulación vigente hacia ese momento. Los EEUU disminuyen la cuota de azúcar que compran a cuba para proteger a sus productores internos, esta crisis no podrá ser solucionada por Batista[25] lo que generará resentimiento de los sectores dominantes contra su hombre en el gobierno y dará comienzo a una crisis orgánica. Las sociedad comienza a romper con las estructuras políticas vigentes, los partidos burgueses e transformas en cascaras vacías, el PSP se queda sin política frente a la dictadura de Batista. Es el momento propicio para el surgimiento de lo nuevo.
De esto se debería desprender, que una fuerza en condiciones de atacar los intereses oligárquicos de la clase dominante cubana se iba a ver enfrentada a toda la burguesía en bloque. Pero esto no fue así, la situación de crisis orgánica permitió que amplios sectores de la burguesía fueran neutralizados (acuerdo de Caracas). Los revolucionarios sabían que el azúcar era el principal recurso de Cuba y que los latifundios debían ser nacionalizados, como así también los centrales[26] para contar con los recursos necesarios para desarrollar el país y que esta medida debía ser tomada aunque la isla no se declarara socialista.
Al fracasar las diferentes tentativas de conciliación planteadas por los partidos del sistema político tradicional y, por el contrario, comenzar a hacerse notorias las victorias de las fuerzas guerrilleras, los campos en lucha se delimitan claramente. Así el Directorio Estudiantil Revolucionario y el PSP se acercan a los revolucionarios, mientras que el resto de los partidos políticos van quedando paralizados o desprestigiados por la ineficacia de su estrategia. Con una burguesía monoimplantada[27] y una “clase política” tradicional desprestigiada, el programa de La historia me absolverá emergerá sin contrincantes y se transformará en la piedra de toque para la eliminación de la burguesía como clase  por la alianza de clase populares se va construyendo en torno el Ejército Rebelde. Este proceso se desarrolló antes y después del primero de enero; la revolución avanza desde la sierra hasta el 59 y a partir de allí lo hace desde el Estado (el nuevo Estado en conflicto con las supervivencias del viejo Estado y las fracciones burguesas restantes).
A través de este texto que problematiza el proceso revolucionario cubano desde el primer manifiesto público del grupo que encabezó la lucha, pretendemos repensar algunas categorías hoy puestas en duda como vanguardia, organización, clase y poder. Creemos que responder a los problemas que nos plantean permitirá avanzar más allá de la resistencia. Las respuestas no saldrán de un gabinete sino de la lucha misma pero, tampoco lo harán espontáneamente sino son planteadas y exploradas con audacia. La revolución cubana es el mejor ejemplo.
¡Así luchan los pueblos cuando quieren conquistar su libertad: le tiran piedras a los aviones y viran los tanques boca arriba!



[1] El Partido Ortodoxo fue una escisión del Partido Auténtico del año 1947. El partido Auténtico surgió con posterioridad a la revolución del año ‘33, era un partido nacionalista y progresista pero en el transcurso de los años sus líderes se aggiornaron y lograron una convivencia con la oligarquía azucarera, aceptando el status de semicolonia de los EEUU. En el año ’47, bajo el liderazgo de Chibás, un grupo importante funda el partido Ortodoxo con el objetivo de rescatar los postulados antiimperialistas y populares de la revolución del ’33. A ese partido se sumará Fidel Castro.
[2] El Partido Comunista Cubano, había cambiado su nombre por el de Partido Socialista Popular (PSP) con el objeto de diluir su identidad en el marco de las tesis brwderianas de la “lucha de clases diluida”.
[3] Fragmento de una carta dirigida por Fidel a la heroína del Moncada Melba Hernández el 12 de mayo de 1954, refiriéndose a la difusión de la Historia me absolverá.
[4] El PC cubano llegó a tener gran inserción en la clase obrera. En efecto, fue su conducción hasta que la represión en los ‘50 lo desplazó a la militancia de base, quedando el movimiento obrero en manos de una burocracia ligada a las prebendas del estado. El PC profundizó las concepciones economicistas y reformistas influenciado por el PC norteamericano. En ese camino cambió su nombre por PSP, y se aferró a una concepción clásica de proletariado urbano, el cual debía ser el sujeto de la revolución en una sociedad donde la contradicción principal fuera burguesía / proletariado. Sin embargo, en la formación social capitalista cubana dependiente la contradicción estaba desplazada hacia el campo donde existía un fuerte proletariado o subproletariado azucarero y masas campesinas y desocupadas. El PC no se transformaba de esa manera en el representante de la mayoría de los explotados, lo que sí haría el M26. Por otro lado, el hecho de asentarse en el proletariado urbano y atarse a las reivindicaciones inmediatas de este llevaba al PSP a quedar paralizado ante concesiones coyunturales. En este sentido y durante 10 años, los gobiernos Auténticos realizaron una serie de concesiones a la clase obrera urbana que transformó al PC/PSP en un actor complaciente del sistema político.  La dictadura de Batista dejaría al PSP sin política hasta su adscripción tardía a la estrategia de la sierra.
[5] El Directorio Revolucionario tenía una estrategia putchista insurreccionalista urbana condenada a acciones heroicas pero de poca viabilidad estratégica por no entrar en contacto con el grueso de las masas explotadas.
[6] Guevara, Ernesto, “Guerra de guerrillas, un método”. En Guevara, Ernesto, Obras completas, editorial Macla, Argentina, 1997, pág. 378.
[7] Es necesario matizar esta afirmación ya que Fidel y los suyos tienen plena conciencia de presentarse ante el pueblo como guías con un sentido que va más allá de simples emergentes de la masa que acompañan la evolución de su nivel de conciencia, sino que se presentan como ”despertadores” de una conciencia dormida de raíz histórica.
[8] Los Movimientos de Liberación Nacional del tercer mundo expresaron en los 60/70/80 la voluntad de las clases oprimidas de los países dependientes o coloniales de independizarse y construir un camino de desarrollo propio. Para ello constituyeron alianzas de clase de las burguesías locales unidas a los trabajadores, campesinos etc. y avanzaron hacia la independencia política y encararon modelos de desarrollo independiente. Una vez en el poder en el mismo seno de esta alianza se produjeron contradicciones y reposicionamientos encontrándose los sectores burgueses en la disyuntiva de continuar reformas o acordar con el imperialismo un nuevo pacto colonial esto provocó la crisis y fracaso de muchos MLN al resolverse esta alternativa a favor del nuevo statu quo.     
[9] Castro, Fidel, La historia me absolverá, Editorial de las Ciencias Sociales, La Habana, 1981, pág. 37.
[10] ”...el campo hizo la independencia, si la grandeza de nuestra nación depende de un campesinado saludable y vigoroso...”, dice Fidel en La historia me absolverá.
[11] Es necesario aclarar dos cosas. Una, que en Oriente, donde se asienta el ejército rebelde, existe una capa de campesinos muy pobres de subsistencia y una clase de productores de café marginados del sistema azucarero cubano que se identificarán con Fidel. Otra, que, una vez en el poder los revolucionarios dictarán dos leyes sucesivas de reforma agraria: la del 59 y la del 63. La primera dicta un tope de unas 500 hs. es propiedad, o sea permite crear una capa de campesinos medios (da la propiedad a todos los arrendatarios aparceros, etc.), y el resto de la tierra (el 47%) queda en manos del estado para armar cooperativas. La segunda disminuye a una 67hs las tierras permitidas en propiedad y el resto (el 70%) son colectivizadas con gerenciamiento estatal. Esta evolución es permitida por las características anteriores de las relaciones de producción en el campo.
[12] El Che explicará este fracaso por falta de trabajo orgánico efectivo en el seno del movimiento obrero, lo que llevó a la mala preparación de la huelga. Esto muestra que si bien el M26 era visto con simpatía por las masas populares no había conseguido transformarse en una fuerza dirigente de la clase obrera.
[13] Si bien en La historia me absolverá esta estrategia no está plenamente formada, la caracterización de las tareas a realizar prefiguran la posibilidad de esta evolución (que no se da ni en el PSP ni en el Directorio).
[14] Chibás había militado en el Directorio Estudiantil y participado en la revolución que derrocó a la dictadura de Machado en 1933. En  1947 rompe con el PRC (Partido Auténtico) por traición a los principios del ‘33 y funda el Partido Ortodoxo, en el cual se destacará Fidel Castro. En 1951 Chibás se suicidará delante de los micrófonos radiales agobiado por la situación de corrupción de su país, al terminar un llamado a las masas cubanas y a su partido para cambiar el orden de las cosas: “Camaradas de la ortodoxia ¡adelante! ¡Por la libertad económica, la libertad política y la justicia social! ¡Echemos a los ladrones del gobierno!”, exclama.
[15] “Esos terratenientes, millonarios y explotadores de campesinos y obreros ¿qué hacían dentro de un partido (la ortodoxia) cuyo deber primero es la justicia social?...”, analiza Fidel el 12 de junio del ‘54. Se ve que Fidel ya se encuentra a la izquierda del partido, con avanzadas posiciones de clase, pero que aún no es un comunista. Citado en Mencia, Mario, La prisión fecunda, Editora Política, La Habana, 1980, pág. 155.
[16] Quizá sería mejor invertir el orden de los términos para sopesar correctamente el valor de cada concepto en la nominación que planteamos para la identidad del movimiento de Fidel: revolucionario, con contenido de clase y nacionalista.
[17] Esto se verifica con las proclamas desde el Moncada hasta la toma del poder. En un principio los revolucionarios piensan en desatar una insurrección a partir del hecho político de “propaganda armada” que significa el Moncada o la guerrilla en la sierra, pensando que revolución sería una insurrección con apoyo militar rebelde, una insurrección armada. Pero finalmente el proceso se dio a la inversa: se formó el Ejército Rebelde y a partir de él, como eje, se desató la insurrección en su apoyo.
[18] Lenin dirá que “la práctica es superior al conocimiento (teórico) porque no sólo posee la dignidad de la universalidad, sino también de la realidad inmediata”.
[19] Michel Foucault es el padre del llamado postestructuralismo: concibe que el poder está en todos lados, que cada relación social desde lo más micro está cruzada por relaciones de poder (lo cual es cierto) y que el Estado como lugar central de despliegue del poder o el poder concentrado en algunas instituciones clave no existe (lo cual es una trampa teórica, fácilmente refutable en la realidad concreta).
[20] Mattelart, Armand, Pensar sobre los medios, Fundesco, Madrid, 1987.
[21] “...ciertos enfoques de las prácticas populares entre las que se inscribían las experiencias consideradas como autónomas, han extraído argumentos para declarar la no pertinencia del análisis del campo social en su conjunto. Otros, apoyándose en la idea de que el poder es a su vez poder y contrapoder, negociación y sujeción, han roto esa dicotomía teórica que separa la esfera de acción de la sociedad civil de la del Estado...”. En Mattelart, op. cit., pág. 86.
[22] Para estas teorías posmodernas las contradicciones de clase se disuelven en las de género, raza o religión, ya que la sociedad posmoderna tiende a destruir a la clase obrera como sujeto social a partir de la superación del fordismo.
[23] Según Mattelart, “la insistencia puesta en el acontecimiento, en lo cotidiano (...) puede caer en el olvido de los grandes dispositivos de poder. La negativa a sobrevalorar la estructura puede tener su contrapartida en la utopía autónoma de la resistencia. El análisis del suceso lo mismo puede desembocar en una revalorización de los sin voz en la historia como en la puesta a punto de un esquema cibernético que legitime un orden autoritario”. Es decir, las utopías autonomistas pueden reforzar la capacidad de control del Estado desde su renuncia al combate estratégico contra éste, permitiendo que sus aparatos desarrollen “anticuerpos”.
[24] Gramsci en realidad no proponía su clasificación para movimientos revolucionarios sino mas bien progresistas.
[25] En este sentido debe ser entendido también el golpe de Batista, como una intención de ajustar la economía y disciplinar a la mano de obra con un gobierno autoritario que garantice la tasa de ganancia.
[26] Los centrales son modernos complejos industriales donde se procesa el azúcar; la clase dominante cubana es dueña de estas verdaderas fábricas de azúcar donde funcionan bajo propiedad de la empresa los ferrocarriles, el comercio, etc. (algo así como “la Forestal” en nuestro país).
[27] Llamamos monoimplantada a una burguesía que basa su riqueza en la explotación de un único recurso. quizás el caso cubano sea prototípico, ya que la burguesía vinculada al azúcar es el conjunto de la burguesía cubana. Es por eso que al atacar estos intereses se ataca a la burguesía en su conjunto. Sería multiimplantada si la misma clase homogénea explotara diferentes recursos. Y habría varias fracciones burguesas en competencia si hubiera una burguesía agraria, una industrial, etc.

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