Más allá
de las elecciones: sobre la debilidad del campo popular
En el siglo XVIII el filósofo escocés David Hume
reflexionaba que uno de los principales desafíos de las ciencias sociales era
explicar "como tan pocos podían dominar a tantos durante tanto
tiempo". En el siglo XIX Marx presentó la idea de que la evolución de la
sociedad nos llevaría hacia la aparición de condiciones para lograr la
libertad: la transición del capitalismo hacia el socialismo o comunismo. En el
siglo XX el historiador Erik Hobsbawm reflexionaba, al final de uno de sus
estudios sobre la revolución industrial, que luego de casi 100 años de oponerse
a las luchas de los trabajadores por el sufragio universal, la burguesía se vio
obligada a aceptarlo. Y que muy grata fue su sorpresa cuando el temido poder
del numero (que tenían los oprimidos) no se reflejaba en un cuestionamiento
grave de su poder político.
Hume filósofo empirista representaba sin dudas el
espíritu de la burguesía en ascenso. Marx, en el mismo sentido, lo hacía
respecto del proletariado. Hobsbawm, mas bien, constata, con cierto cinismo
ingles, que las luchas por la emancipación humana no siguieron caminos lineales
y que el optimismo socialista del siglo XIX y (y del XX) resultó ser excesivo.
Pero todas estas reflexiones se pueden encuadrar en una sola pregunta: ¿Cómo
domina la case dominante? indudablemente sus mecanismos no son transparentes.
Las ideas de alienación y
fetichismo fueron un primer paso en entender el funcionamiento
orgánico de sociedades donde la coerción no aparece como mecanismo principal de
dominación (o permanente). El concepto de hegemonía en la elaboración gramsciana
fue el intento más concienzudo de responder a las preguntas que nos planteamos
hoy: la dominación se expresa en todos los terrenos y uno de sus componentes
principales es la aceptación por parte de los oprimidos de que las condiciones
sociales en su sustancia más profunda son las "normales": es la
dominación ideológica que abarca inclusive las organizaciones de los
oprimidos.
No basta la comprensión abstracta de las
necesidades populares, ni el compromiso con las luchas justas. El salto de los
reivindicativo a los político requiere de la comprensión de las
"estructuras de significación" (y de las otras) que median la
formación de la conciencia que el trabajador común se hace de la realidad
política que lo rodea. Y esa comprensión tiene un componente central
específicamente nacional, histórico y de clase (con matices o diferencias en
las diferentes clases).
Esta reflexión pretende exceder al triunfo
de la derecha pura neoliberal en la CABA En un par de meses ganará
Cristina sin embargo nuestras incapacidades (de dar vuelta la tortilla del
poder) seguirán vigentes, solo con la amenaza de que otros 4 años después
tengamos que aceptar que en elecciones democráticas la peor derecha llegue al
gobierno. Niego enfáticamente que el desdén por lo que sucede en "el
terreno del enemigo" (léase: las elecciones, como plantean compañeros
desde posiciones aún más débiles que las del trosquismo) sea una respuesta
después de 30 años de democracia burguesa: es solo una muestra de la
incapacidad de reconocer nuestra debilidad, condición inicial para pensar
superarla.
Indudablemente los caminos de la emancipación de
los oprimidos son más largos y complejos de los que nuestras capacidades
políticas y teóricas nos permiten abordar en el presente argentino. Si no
superamos el pantano actual, los apologistas de la "resignación
combativa" seguirán siendo el "baluarte" contra el fantasma (a
veces muy real) de la nueva derecha democráticamente legitimada.
Lo que reafirmamos es que la revolución es
deseable y necesaria y la política es para nosotros la capacidad de transformar
esa necesidad en posibilidad.
Guillermo Caviasca
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