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miércoles, 18 de abril de 2018

Las Fuerzas Armadas y los revolucionarios Aportes para el debate en torno a la existencia de militares “nacionales” a la luz de la experiencia del general Carcagno en 1973

Revista Grandes Alamedas. Una Mirada de la realidad.


 Por Guillermo Caviasca UBA/UNLP

Jorge Raúl Carcagno fue comandante del ejército entre el 26 de mayo de 1973 y diciembre del mismo año. Protagonizó desde ese alto puesto (mucho más destacado entonces que hoy) un proceso político lleno de expectativas de cambio que se desarrollo en esos años. Su figura es poco conocida y aparece como desentonando en la historia oficial, la que por izquierda o por derecha, muestra una FFAA monolíticamente promonopólicas y antipopulares.

El destino militar que lo hizo famoso fue el de Comandante de la IV brigada aerotransportada con asiento en La Calera, Córdoba, a la que fue asignado luego de su ascenso a General de brigada en diciembre de 1968. Allí conoció a Juan Jaime Cesio instructor de paracaidistas, curso que debió hacer a los 46 años, una edad avanzada para tal tipo de entrenamiento pero, como Carcagno era un comandante destacado por sus aptitudes de jefe y respeto en la tropa, lo encaró.
Fue el jefe militar que debió hacerse cargo en el terreno de la represión al Cordobazo el 29/30 de mayo de 1969. Y nombrado interventor de la provincia, cargo que ocupó hasta el 5 de julio. En la represión cayeron muertos unos veinte civiles, hecho que será machacado en forma permanente por la izquierda revolucionaria e influyentes medios de la izquierda peronista como argumento contra su posible rol progresista cuando llegó a comandante general.
En diciembre de 1972 fue designado comandante del V Cuerpo de Ejército con asiento de Bahía Blanca y jurisdicción en la Patagonia. En el V cuerpo permaneció hasta el 26 de mayo de 1973, en que Cámpora le comunicó su designación como comandante general del Ejército. En el V Cuerpo, Carcagno armó su Estado Mayor con oficiales de su confianza. Entre ellos, pidió al coronel Juan Jaime Cesio, que fue asignado al área política del Estado Mayor y al coronel Carlos Dalla Tea en Inteligencia, en el que seguirían al general cuando asumió como jefe del Ejército[1].
Como dijimos, el General Carcagno tuvo a su cargo la represión del Cordobazo, hecho que implicó su salto a la fama. El 29 de mayo, la ciudad había quedado ocupada por los manifestantes convocados por la CGT local. Atilio López, Agustín Tosco y Elpidio Torres, los más importantes referentes de las diversas corrientes del sindicalismo cordobés, encabezaban la movilización. La represión comenzó a cobrarse las primeras víctimas en manos policiales a partir del mediodía y por la tarde, la reacción de los manifestantes superó a las fuerzas de seguridad de la provincia, quedando el centro de la ciudad en manos de la población en medio de barricadas e incendios. A las 14 hs., el gobernador reconocía que perdió el control de la ciudad. Onganía decide mandar al Ejército a retomarla, pero no fue hasta caer la tarde cuando las tropas comenzaron su avance, con el visto bueno de Lanusse, comandante de la fuerza. El comandante en jefe de III Cuerpo era el general Sánchez Lahoz, pero el jefe de las tropas que recuperan la ciudad es el general Carcagno. También participó el Coronel Albano Harguindeguy, jefe de inteligencia del III cuerpo. A partir de las 17 hs. hasta el mediodía del 30, el Ejército avanzó lentamente, llegó a centro y luego avanzó sobre los barrios donde los manifestantes se replegaban. La operación dejó 20 muertos civiles y ningún militar, 25 heridos de consideración y más de 100 detenidos, entre ellos los máximos dirigentes obreros de Córdoba.
La actuación de Carcagno en Córdoba fue machacada hasta en cansancio por la izquierda, en forma insistente a partir de que tomó estado público la buena disposición de Montoneros hacia él después del 25 de mayo de 1973. Sin embargo, si analizamos con atención los balances hechos por la dictadura respecto del Cordobazo, podremos encontrar algunas líneas diferenciadas entre Carcagno, el represor directo, y el resto de sus camaradas jefes. Creemos que en esta coyuntura clave y de aguda lucha, estas diferencias ideológicas representan dos caminos. Uno, el del grupo de oficiales que vinculan la DSN con el tema del “desarrollo” y profundizan esta línea lateral vinculándose a las ideas “peruanistas”, y dos, los que acentúan los lineamientos (troncales) anticomunistas de las DSN.
Veamos las declaraciones hechas. El General Sánchez Lahoz, cuando por radio dio su interpretación de las causas de la revuelta, dijo que “esta era la primera experiencia de la Argentina de guerra de guerrillas urbana en gran escala”. En la misma lógica relacionada con la conspiración marxista internacional, Onganía explicó el Cordobazo: “Cuando en paz y en optimismo la república marchaba hacia sus mejores realizaciones, la subversión, en la emboscada, preparaba su golpe. Los trágicos hechos de Córdoba responden al accionar de una fuerza extremista organizada para producir una insurrección urbana. La consigna era paralizar a un pueblo pujante que busca su destino”. Esta interpretación no es producto de las fantasías de un grupo de generales, ni una reacción airosa y falta de reflexión. Por el contrario, si uno lee a Osiris Villegas en Guerra revolucionaria comunista y a otros similares, sin demasiado esfuerzo encontrará cómo la doctrina presentada y estudiada en nuestro país en aquellos años, describía en forma clara que la “subversión” actuaba de esta forma, agazapada, mezclada en la población, buscando generar la intervención militar a través de la provocación e infiltración en estudiantes o grupos obreros de base, etc.
Por eso, cobran más relevancia algunos matices que aparecen en las declaraciones de Carcagno. Él elabora una explicación más compleja que demuestra un campo más amplio de visión y alternativo a sus camaradas. En el informe que eleva a la conducción de la fuerza, expone algunas ideas:
“Desde la mañana comenzó a desarrollarse lo que sería una manifestación masiva de clara disconformidad ciudadana. Yo pienso que esta disconformidad tenía a la vez un origen económico y social, pero también el pueblo se había cansado de ser espectador (…) Los simpatizantes de los partidos políticos ocuparon un lugar muy destacado en los acontecimientos y esto constituye claramente, un indicador que no se debe dejar de tener en cuenta. Se veían columnas de manifestantes radicales, y una minoría de izquierdistas (…) para el mediodía el control disuasivo de las tropas era imposible, no podía haber disuasión con tanto gentío en las calles: tan solo cabía la represión. Y desde el punto estrictamente cuantitativo, lo elementos subversivos eran una pequeña minoría, cuando los subversivos comenzaron a operar, el pueblo se replegó. Al quedar solamente los agentes del caos comenzamos nuestras operaciones, previa advertencia a la población del inicio de las mismas. (…) Cuando entramos al casco céntrico no se podía caminar por los destrozos. Pero debo reconocer que no hubo por parte de las manifestaciones respuesta al fuego de las fuerzas legales. Tan sólo en el conflictivo barrio Clínicas detectamos francotiradores, pero que no tiraban a matar, sino para frenar nuestro avance en la zona, algo que evidentemente no hubiéramos podido hacer de encontrar una verdadera resistencia armada”[2].
El análisis sobre los francotiradores es sugestivo, ya que está en el centro de las “pruebas” de la conspiración subversiva por parte de los responsables del gobierno de Onganía, y en cierto grado, es destacada por los investigadores del CICSO, también como prueba de un piso de organización, no comprobada, pero posiblemente existente. Sin embargo, las apreciaciones Carcagno se condicen con las que presenta Enrique Juárez en Ya es tiempo de violencia[3]. Allí aparece el relato de un francotirador, el cual en realidad es un trabajador cualquiera que con un arma de puño escondido en una terraza, sin coordinación con nadie, dispara en la noche, cada vez que escucha a los militares cerca, sin especial atención en dar en el blanco y con preocupación de no ser visto.
Este análisis de Carcagno está en consonancia con sus declaraciones periodísticas, o sea que no sólo es una visión realista de un militar y un informe interno, sino que es dicho públicamente con el indudable mentís que implica para las justificaciones del gobierno, que magnifica la existencia de francotiradores y la planificación y organicidad de la pueblada. Podemos ver a través de él como dentro de las categorías mamadas en su formación en la Doctrina de Seguridad Nacional: “subversión”, “minoría de agitadores izquierdistas”, Carcagno no reduce a la infiltración extranjera y al enemigo marxista ajeno a la nación las causas de la rebelión. Ve, y destaca desde su posición, problemas sociales, políticos y económicos que hasta parecen comprenderla Si bien justifica la represión, lo hace más que nada para despejar dudas respecto de por qué no se reprimió antes y con más firmeza, ya que se hablaba de una conspiración lanusista para debilitar a Ongania. Por el contrario, los “subversivos”, en el discurso de Carcagno, pierden su peligrosidad ya que se repliegan sin oponer resistencia y, los muy pocos que podrían estar armados, no tiran a matar.
La lucha de corrientes al interior del onganiato fue muy intensa desde sus mismos orígenes. Partidarios de “la Revolución Nacional” contra liberales; conservadores contra “populistas”, etc. Esta lucha se agudizó con el nombramiento de Krieger Vasena como “superministro” de economía y a partir del cordobazo se transformó en lucha abierta con conspiraciones y levantamientos que fracturaron a las FFAA.  No era una crisis que implicaba sólo al ala “peruanista” sino que representaba una disyuntiva: se revisaba el camino, o se avanzaba en una espiral represiva salvaje que muchos no estaban dispuestos a encarar (al menos en esa época). Eran las contradicciones cada vez mas agudas de la estructura social argentina que penetraban a la corporación militar. El detalle que no debemos ignorar es la paradoja de estas impugnaciones nacionalistas al interior de las FF.AA.: en general se rescataba el golpe de Onganía como una “revolución nacional” a la que había que realizar, volver a su cauce ideal y lograr la unidad del pueblo, pero esa interpretación esta muy lejana al proceso abierto con las masas movilizadas desde el cordobazo. El único que parece, desde el primer momento ir más allá, es el Julián Licastro en ese entonces joven subteniente, que asume el peronismo y el cordobazo como “EL camino nacional”. El resto tarda en comprender la naturaleza intrínseca promonopólica de la “Revolución Argentina” y del mismo Onganía. Esto abona la idea del aislamiento de los militares, lo que hace que, aún los más reflexivos, tengan dificultad de percibir el devenir del estado de ánimo de las masas.
El muy prestigioso general Guglialmelli denunció públicamente en los medios a Lanusse y sus políticas, por ello fue arrestado pero causó ruidos en la fuerza. Este camino de conspiración y malestar, creció y maduró desde el cordobazo hasta 1973 colocando a las FFAA en una situación de “libre deliberación de sus cuadros” y debilitando la conducción de Lanusse. Allí se desarrollan los intentos golpistas del general Eduardo Labanca (muy cercano a Montoneros); el caso de los tenientes del Colegio Militar; los incidentes producidos por un grupo de oficiales “nacionalistas” en el Regimiento de Infantería de La Plata; el relevo de siete coroneles conspiradores nacionalistas; los arrestos de los generales Cándido López y el “peruanista” Juan Carlos Guglialmelli y el levantamiento e intento de golpe del 8 de octubre de 1971 en Azul y Olavarría cuyo líder iba a ser (supuestamente) Carcagno. Este levantamiento, que implicó una amplia movilización de tropas, marcó una bisagra entre la conspiración populista nacionalista “restauradora” de la “Revolución Nacional” y la adscripción a la salida peronista del FREJULI como alternativa materializadora de la misma. Finalmente, el epílogo de la movilización militar nacionalista fue el levantamiento conducido por Julio Urien (ya articulado con Montoneros), el 20 de noviembre de 1972 en apoyo al regreso de Perón y parte de una idea extendida entre muchos militares nacionalistas de insurreccionarse en su apoyo.
La agitación militar es consecuencia de la repercusión al interior de las FFAA de las amplias convulsiones sociales, auge de movilización de masas y triunfo de Perón en la pulseada política con Lanusse. También, estos años son los de crecimiento de la guerrilla con el aval de Perón y consenso de las masas. Muchos militares sufrieron el impacto de estos hechos y desarrollaron diferentes ideas al respecto. Algunos buscaron directamente a Perón para ofrecerse como militares que impulsaran la toma del poder, como relata el coronel Horacio Ballester parte de la tendencia que protagonizo la conspiración que llevó al levantamiento de Azul y Olavarría. Los más jóvenes y de rangos inferiores se indisciplinaron, o sublevaron, adscribiendo al peronismo e incluso a la guerrilla, como los militares de la ESMA. En “otra trinchera” muchos buscaron un repliegue lo más ordenado posible y salvar de la tradición liberal de la fuerza lo más que pudieran, como Lanusse. Y algunos, aún una minoría, comenzaron a construir “grupos de tareas”. Una parte, quizás mayoritaria, vaciló y permaneció a la expectativa, tal como decía Perón: el 90% jugaba a ganador (y es a ese 90% supuesto, al que aspiraba Perón poder conducir sin problemas).
La gestión de Carcagno al frente del V Cuerpo se inicia poco después de la que sería la peor masacre de la Revolución Argentina: los fusilamientos de Trelew. Si bien fueron realizados por la infantería de Marina, la zona militar quedó a cargo del Ejército, específicamente del general Eduardo Ignacio Betti, comandante de la X Brigada con asiento en Comodoro Rivadavia. Allí revistaba en Tte. Cnel. Cesar Díaz que era uno de los variados contactos montoneros al interior del ejército y al que se acusa de haber colaborado de alguna manera, en alguna instancia, con la organización y con los presos de Trelew.
Lo cierto es que los fusilamientos fueron interpretados por los militares nacionalistas, populistas, “peruanistas”, peronistas o partidarios de la salida electoral en general, como una maniobra de los duros para desestabilizar a Lanusse por derecha, rompiendo el delicado equilibrio de retirada que este general pretendía establecer para posicionarse mejor y restar autonomía al futuro gobierno peronista.
El 4 de diciembre al tomar el mando de la unidad de batalla Carcagno expuso ante oficiales y tropa: “Trabajaremos en función del futuro, si así no lo hiciéramos quedaremos rezagados ante el prodigioso avance de la cultura y de ciencia (…) nos compele a adaptarnos al ritmo de la época”. Son ideas fuertes del militar que repitió casi literalmente al año siguiente, el día del ejército frente a Cámpora, y en la X CEA de Caracas ante los jefes militares de América donde daría un discurso paradigmático por su contenido antiimperialista. Una frase que señala su creencia de que los militares debían pensar en adaptarse para no ser barridos por la historia o ser factores retardatarios. “Debemos entender que la institución es inmutable” en sus principios éticos, “pero es al mismo tiempo permeable y flexible en la medida en que lo exige la comunidad en la que esta inmersa (…) otras convicciones distintas son tan validas como las nuestras cuando apuntan a los mismos anhelos”[4].
Las posiciones del general no son improvisadas, cobran sentido al ser visualizadas en toda su actuación, y se encuadran en una línea que sostiene al menos desde el Cordobazo, según detectamos. En Bahía Blanca, es donde se estableció la primera relación entre Montoneros y Cesio:
“En el setenta y dos, hacia fines de ese año, nosotros veníamos confrontado con los militares en las movilizaciones, con los hechos militares, etc. Nos llega la información de que había contacto de algunos compañeros que eran dirigentes sindicales nuestros de la UOCRA de Bahía Blanca (…) El Quinto Cuerpo lo estaba conduciendo en ese entonces el general Carcagno, y de su estado mayor formaban parte los coroneles Cesio y Dalla Tea. Bueno, nos enteramos de eso, hablamos con estos compañeros y se nos ocurre que las relaciones las sigan manteniendo ellos”[5].
La UOCRA era dirigida por los hermanos Roberto y René Bustos, el primero de ellos fue diputado provincial Montonero. Es de atender que los contactos iniciales entre Montoneros y estos oficiales peruanistas hayan sido a través de dirigentes de la UOCRA. Carcagno era recordado por su actuación como interventor de Córdoba, después de la represión cuando mandó a las tropas a hacer tareas “cívicas” de ayuda y tomó contacto con las fuerzas vivas de la cuidad, buscando contemporizar y ablandar la mala imagen de la fuerza después de la dura represión.

¿Qué hacer? Las FFAA y el peronismo en el gobierno
Pasadas las elecciones del 11 de marzo, la designación de los funcionarios por el Ejecutivo fue uno de los temas de fuertes disputas al anterior de la coalición triunfante. En general, se reconoce que Perón se reservó dos áreas estratégicas: Economía (para José Be Gelbard) y Bienestar Social (para José López Rega). Sin embargo, se olvida que fue Perón el que resolvió quienes serían los jefes militares. En la Marina y la Fuerza Aérea, la resolución fue relativamente sencilla, ya que el eje político de las FF.AA. era el Ejército.
Si Perón buscaba especialmente para las FFAA un nivel de subordinación importante: ¿Cómo llegó Carcagno a la comandancia general, cuando con su práctica mostró un grado de independencia y protagonismo político poco tolerable para la forma de autoridad que el viejo general buscaba ejercer? Quizás valga la reflexión del capitán Luis Tibiletti:
“Perón se lo come a Carcagno sin darse cuenta, la verdad es que yo creo eso, no lo puedo afirmar, pero entonces, qué sucede. Ese periodo, del ‘71, ‘72, ’73, es fundamental desde el punto de vista de la conformación de un verdadero cambio cultural en el ejército (…) ahí se olvida Azules y Colorados. Ahí entra el debate internacional, ‘La hora de los pueblos’ y la revolución latinoamericana, todo eso penetra, con el Concilio penetra, lo que te decía, Las armas de la revolución todo esto queda ahí. El regreso de Perón con Carcagno aparece como el punto en que todo eso puede transformarse de algún modo. Y bueno, el “Operativo Dorrego”… ¡El Operativo Dorrego! ¡Desfilar junto a los muchachos que nos habían dicho que eran los malos!”.
Y continúa su explicación, aclarando que, frente a los demás generales gorilas, Carcagno, “por decirlo de algún modo, aparece como la contra natura a todos los demás”. Justificar la designación de Carcagno por Perón como un “error” del viejo general no nos suena convincente. Quizás la etapa cambio mas rápidamente de lo que Perón tenía `previsto, y los actores y clases demostraron un dinamismo e independencia que el general no había conocido en su experiencia anterior. Se debe tomar en cuenta que Perón conocía a Dalla Tea desde su exilio español, y que este coronel de inteligencia debía haber mantenido a su vuelta de la península algún tipo de contacto o relación. Su participación en el equipo de Carcagno puede haber influido en la decisión del Líder.
El problema estaba que, como en el resto de las cuestiones mas importantes; dentro de la alianza peronista había diferentes ideas de lo que se debía hacer. Respecto de las FFAA la lucha se daba en torno a dos polos: continuidad o cambio. Dentro de la idea de “cambio” se agrupaban los grupos de presión organizados en torno a Juan Manuel Abal Medina, los militares agrupados en Estrategia que proponía pasar a retiro a todos los generales y colocar a la cabeza del Ejército a un coronel reincorporado al mismo y de vínculos con el peronismo. Y los encabezados por Julián Licastro y José Fernández Valoni que también buscaban una depuración profunda a lo largo de toda la cadena de mandos. Por la continuidad y el respeto a los pactos con el generalato lanusista se encontraba la tendencia encabezada por Osinde que proponía una conciliación con el generalato, pero designando a un infante a la cabeza del arma; la Asociación Justicialista de Oficiales Retirados, con propuestas similares a las de Osinde. Y Solano Lima y Benito Llambí del ala política del frente proponían a Alcides López Aufranc
Montoneros operaba como parte de los grupos que presionaban por el cambio, la opción de coroneles amigos a la cabeza de la fuerza. Pasado el 11 de marzo,  Firmenich, Perdía y Quieto, viajan a Madrid a reunirse con Perón. Allí, tienen varias audiencias con el general durante las cuales discuten de diversos temas de gobierno y le presentan sus propuestas para el funcionariado de la nueva administración. Uno de los temas de discusión que los dirigentes guerrilleros abordan, es la cuestión de las FF.AA.
“¿Cuál era el planteo? Había tres o cuatro grupos político técnicos, con los que tuvimos una serie de reuniones (…) Uno, el grupo más específicamente ligado a nosotros. Había otro que se llamaba, “Comandos tecnológicos”, que dirigía Rolando García, y era más científico tecnológico. Y un tercer grupo, que creo que se llamaba el Consejo Tecnológico, que dirigía Licastro. Hubo reuniones con los tres grupos. Con el propio, que expresaba la política nuestra, y los otros para discutir las políticas a llevarle al general Perón, a Roma y Madrid, y entre esas políticas estaba el tema militar. Fuimos sintetizando las posiciones de estos diferentes grupos. Además, fuimos recabando opiniones de los compañeros de las estructuras nuestras y de los compañeros cercanos, digamos, del espacio, para darle un nombre”.
Finalmente, los responsables guerrilleros viajaron a una última reunión y llevaron a Roma una serie de propuestas.
“Cuando salió en un determinado momento el tema militar, nosotros le planteamos a Perón que nuestra idea en el tema militar seria limpiar a todo el generalato y dejar en el comando a unos muchachos que están ahí y que pueden ser interesantes, que los compañeros los conocen, que son los coroneles Cesio y Dalla Tea, del Estado Mayor del Quinto Cuerpo. Los compañeros vienen trabajando hace varios meses con ellos y nos parece que serían gente importante y pueden tener un rol gravitante en el futuro”.
La conversación fue prolongada y Perón conversaba con los dirigentes sin otros interlocutores:
“Esa charla fue una de las pocas circunstancias en las que López Rega opinó abiertamente en contra. López Rega en algunos momentos se cruzaba. Apareció varias veces cuando hablábamos el tema militar. Obviamente, estaba preocupado por esto. Y entonces intervino: ‘No, no, te acordás… Yo tengo mala información de estos muchachos, malos precedentes de ellos, son un peligro, hay que tener cuidado, tenemos que averiguar mejor…’ Fue el único caso, en esas reuniones, en el que López Rega salió abiertamente en contra de lo que estábamos planteando”, recuerda el ex comandante dando a entender la implicancia de “el Brujo” en moverle el piso a Carcagno desde el inicio.
Y continúa el relato: “Durante un buen rato discutimos el tema. Básicamente, nuestra propuesta era esa: descabezar el generalato y que la base era la gente que estaba en el Estado mayor del Quinto cuerpo. Coroneles, pasarían los generales a retiro. Esa fue la charla con Perón sobre el tema militar. Donde, la verdad, se cumplió mucho más de lo que esperábamos. De hecho, lo pone al mando del Estado Mayor a Carcagno, (…) La verdad es que  nosotros no estábamos muy seguros ni confiados que llegaríamos hasta ese punto, las dos personas que habíamos citado, que yo no había visto, pero que los compañeros sí, que eran Cesio y Dalla Tea, estaban recalando en el Estado Mayor. Así fue la primera aproximación a la relación con la estructura militar”.
Y Cesio recuerda:
“Carcagno llega, para todo el mundo el candidato era López Aufránc, que es un excelente militar y es un hombre de bien. Pero nosotros queríamos que fuera Carcagno. Y yo tenía trato con Montoneros. Hacíamos las reuniones en la casa de Llambí, que fue el nuevo ministro del interior. Y bueno, ellos me preguntaban: ‘Y, Juan, ¿quién tiene que ser el Comandante en Jefe?’ Tiene que ser Carcagno, pero hay que voltear quince generales; era el más moderno de todos”.
Finalmente Perón se resuelve por Carcagno como decía el líder ante los que pedían una depuración mas profunda “había que desplumar la gallina sin que grite”. Sin embargo Carcagno representaba un cambio profundo en doctrina y Perón no lo podía ignorar, dados sus contactos con el coronel Dalla Tea.

Carcagno en “La primavera camporista”
El líder parecía conformar a todos y resolver hábilmente, con una política conciliadora (dentro de las posibilidades), las líneas de tensión que presionaban sobre su política militar, un poco para cada uno: “urbi et orbi”, como acostumbraba definir qué debía hacer un conductor. En realidad la contradicción de Carcagno con Perón iba a tener dos aristas: una, la “autonomía”; y dos, la idea de que la paz social se relacionaba con acordar con Montoneros. Ambas contradicciones evolucionan negativamente a los ojos del “General”, fue más una cuestión relacionada con la evolución de la etapa que una diferencia de fondo: Perón pasa a ver a Montoneros como “parte del problema” mientras que Carcagno los sigue viendo como “parte de la solución”, acorde con la formación y evolución de la tendencia “peruanista” al interior del ejército.
El discurso de Carcagno el 29 de mayo fue esperado con gran expectativa por los medios tradicionales que lo reprodujeron ampliamente. Carcagno quizás haya sorprendido gratamente a muchos y a otros le haya parecido un engañador, pero en realidad lo que hizo fue reafirmar y desarrollar sus posturas que aprecian convergentes con las necesidades del momento y en sintonía con la postura oficial que se manifestó esos meses iniciales.
Sobre la Constitución Nacional se estructura el sistema democrático fundamentado en el reconocimiento de que el pueblo es el único depositario de la soberanía (…) el respeto a la Carta Magna será el principio rector de mi gestión y cuidar que no se vulnere (…) La fuerza (…) contribuirá a la unión de los argentinos, de todos por igual sin distinción de credo político o de postura ideológica (…) con mística profesional, con acendrado patriotismo y con un profundo sentimiento nacional”[6].
En estos párrafos iniciales Carcagno presenta principios rectores con los que justificó el accionar en toda su gestión y que repitió en cada intervención pública que realizó. Luego esboza una explicación del por que de las intervenciones y disputas en las que la fuerza estuvo inmersa los años anteriores. Para él el ejército al ser parte de la Patria desde siempre y estar imbuido en sus contradicciones, “jugó a sus hombres en las diferentes alternativas y los desgastó, y los dejó de lado para que por encima de ellos, por encima de todos nosotros, primaran los sagrados intereses de la Patria”.
Mas adelante presenta muy sintéticamente otras dos definiciones calve: Primero “el desarrollo de su país y su seguridad guardan armoniosa relación. En el entendimiento de que las mejores condiciones de seguridad se obtienen cuando existe un sostenido desarrollo liberado de tutelas foráneas y puesto al servicio del bienestar de todos sus habitantes”. Y segundo: “el Ejercito Argentino ha sido, es y seguirá siendo instrumento de emancipación en el sentido más amplio del término” idea con la que reafirma su posición de que se mantendrá a la fuerza en actividad política comprometida con la acción de gobierno que, según interpreta el general; debería ir en un sentido nacionalista, afín a las ideas “peruanistas”[7].
La situación política durante la gestión de Cámpora fue vista con inquietud por Perón. El viejo general tenía otros planes y consideraba negativa la continuidad de la movilización independiente que aparejaba gran conflictividad social y una disputa de tendencias que traía inestabilidad política. Su política tenía eje en el “pacto social” (que necesita paz social) y el “modelo argentino” (que sólo llegó a presentar discursivamente), que representa su pensamiento para la nueva etapa y expresaba el intento de armonizar institucionalmente las fuerzas nacionales y/o populares, con el poder real de la sociedad contemporánea. A sólo 5 días de la asunción de Cámpora, Perón dirige una carta personal a Jorge Antonio y al Coronel Dalla Tea[8].
Escribe Perón: “Pocos son los hombres que me quedan en reserva y entre éstos cuento con usted (Antonio) y el camarada Dalla Tea, hombre éste que por su formación y prestigio ante sus pares y amor a la patria que me ha venido demostrado en conversaciones que hemos tenido desde que usted me lo trajera, lo evidencian para la acción futura”. Dalla Tea había sido agregado militar en España y allí fue presentado a Perón. Continúa afirmado que
“mi opinión en lo fundamental, es la necesidad de unir, y en esa tarea, para las necesidades futuras, me anticipo a pedirle a usted y al coronel Dalla Tea, que ante cualquier emergencia, no deben perder el menor tiempo porque ‘al hierro se lo debe doblar en caliente’. La excelente situación no debe malograrse, ello me da autoridad para responsabilizarlos en continuar la tarea de conseguir unidad nacional, unir pueblo y ejército, evitar la violencia. Hay que seguir uniendo a los nuestros ante los enemigos –a lo que nunca hay que menospreciar-, unir, nunca dividir”.
Acá vemos una primera definición de Perón, clara, contundente, y sin las agresiones que se perfilarán en los meses siguientes, sobre cómo concibe la política en concreto: frenar la conflictividad, o sea frenar la movilización combativa y encausarla controladamente contra el enemigo del gran Frente Nacional, idea diferente a la de Montoneros, pero no necesariamente del pensamiento peruanista encarnado por Carcagno. Sin embargo como estamos viendo, el peruanismo, en las condiciones argentinas del ‘73, también implicaba confrontación, tal como lo sabían Carcagno, Cesio, y los militares de esa corriente lo repiten aún hoy. El general es explícito en autorizar la iniciativa propia en actividades que tiendan a “unir”: las reuniones con Montoneros eran, justamente, unir. El problema es que la unidad que el general enunciaba era demasiado optimista, en su desarrollo concreto la unidad no podría contar con todos, alguien debía “resignar” algo. Seguía el viejo Líder: “En los sindicalistas no encontrarán problemas”; tiene a Rucci, un leal, dependiente de su propio poder, y la burocracia tradicional no está en condiciones de discutirle, por eso
“ellos solos se unirán, la unión de que siempre los he persuadido los hará fuertes. Al pueblo hay que darle paz y prosperidad, hay que sacarlo de ese pozo en el que lo ha sumido una pequeña camarilla de ‘milicos’ que no han estado en la grandeza y han permitido la descapitalización y el colonialismo. Usted y el camarada Dalla Tea, si pasa algo, deberán ser sólo Padre eterno que bendice ‘urbi et orbi’, que es la única forma de unir. Para ello tendrán que soportar todo, desde la insolencia hasta la impertinencia. Pero bien vale la pena para la tarea que los emplazo: unir pueblo y ejército, cortando inexorablemente todo movimiento provocativo de dividir, arma que siempre usan los gobiernos de turno. En política, no me cansaré de repetirlo: hay la necesidad de agotar todos los medios que conduzcan hacia la unidad y solidaridad de todos los argentinos”[9].
O sea, Perón afirma la necesidad de la unidad pueblo-ejército podía ser interpretada como lo hicieron Montoneros y Carcagno, en la realización de políticas como el “Operativo Dorrego”; quizás de esta forma se lo transmitió (directa o indirectamente) Dalla Tea a Carcagno siendo su jefe de inteligencia.
Este tipo de unidad (entre un sector de las FF.AA. y la izquierda peronista montonera) en la concepción de los revolucionarios estaba destinada a afrontar la lucha futura ampliando las espaldas mediante acuerdos, mejorando así la correlación de fuerzas, en una sociedad que se concebía irremediablemente dividida. En cambio, la clave del mensaje de Perón está en la palabra “unir”, eliminando las diferencias por concesiones; sobre esta idea pivotea todo lo demás. En el contexto en que está expresada, no es otra cosa que un llamado a la moderación. No sabemos que resultados causó en Dalla Tea, hombre de confianza de Carcagno y los Montoneros. Sólo conocemos que Perón estuvo informado de reuniones secretas con Montoneros, cuyo conocimiento implicó un alto costo para Carcagno. En concreto Perón no les reservó ni a Jorge Antonio ni a Dalla Tea lugares claves de conducción ni influencia, ni en el Estado ni en el movimiento. Dalla Tea sigue siendo considerado un “peruanista” por Rosendo Fraga y otros investigadores del periodo, en su clasificación de las corrientes militares durante las comandancias posteriores a Carcagno, con la carga de negatividad que esta calificación tiene para el intelectual de derecha que está expresando la opinión de la derecha militar. Es difícil para nosotros evaluar a Dalla Tea quién se llevó a la tumba todos sus secretos, solo que siguió en actividad durante el golpe con un lugar destacado en el generalato y que a pesar de ello los dirigentes montoneros guardan una buena opinión de él. Lo que si podemos afirmar es que Perón mantenía un vínculo con la comandancia paralelo a través de su idea de que este coronel le era útil y por lo tanto no podemos pensar que desconocía el pensamiento de Carcagno.

Aproximaciones a geopolítica y doctrina militar durante el primer año del gobierno peronista
Carcagno marcó una nueva línea en la concepción de cómo se debían desarrollar las relaciones entre civiles y militares y entre el poder del Estado y una de sus ramas (las FF.AA.). En sus primeras declaraciones a la prensa, señaló que “las FF.AA. deberán dejar de ser una fuerza de represión para ser un instrumento de liberación”. En consonancia plena con el discurso de Cámpora hacia los militares y las consignas de la etapa. También Carcagno, en su discurso del 29 de mayo, día del Ejército, manifestó que:
“La misión del ejército no se agota con la presencia armada en la frontera (…) debe integrarse dentro de una concepción que aporte a la premisa de que un pueblo es soberano cuando es dueño de sus destinos, y está en capacidad de readoptar las decisiones que deben satisfacer por entero al interés nacional. Estas decisiones deben satisfacer exclusivamente al interés nacional, sin ningún tipo de interferencias ni presiones extrañas ajenas a las conveniencias del país”[10],
El jefe del ejército realizaba una apelación a que los oficiales de lasFF.AA. comprendan que esas masas, las reales, que aparecían en las calles esos últimos años, eran parte de la nación, y que la soberanía incluía la capacidad de decisión de la nación sobre sus resortes económicos. Entonces vemos que, entre las declaraciones públicas y las políticas concretas desarrolladas por el equipo de Carcagno, hay una armonía que se pude adjudicar a una concepción estratégica coherente el nacionalismo antiimperialista de tipo “peruanista”. No parece ser una improvisación, ni oportunismo, sino la máxima expresión de una corriente que se fue gestando en los años previos. Este mismo discurso fue sostenido en la CEA en setiembre de 1973 causando gran preocupación al Departamento de Estado de los EEUU. Ya que el Ejercito argentino apareció jugándose, aún cuando quedo en minoría, por una posición contraria a la ingerencia del capital extranjero, por la reforma radical de las relaciones interamericanas, a favor de Cuba, y negando a la “subversión” el rol de problema central a encarar, colocando en este lugar a los monopolios.
Encontramos una sincronía entre la jefatura de la fuerza, la situación política y las líneas de acción específicas que emanaban desde las instancias relacionadas con temas sensibles a la defensa. En los meses siguientes al golpe palaciego que terminó con el “camporismo”, se produciría un desfase. En realidad, el desfase se produciría dentro del Peronismo, que transfirió sus diferencias de proyecto entre tendencias, hacia el ámbito del Estado. Hoy (40 años después de los sucesos) ya vimos la película y conocemos su resultado, pero en ese momento no era evidente.
Debemos preguntarnos, siendo Perón el jefe real, el conductor del proceso y a quien respondían las expectativas populares ¿Cuáles eran sus planes en el tema militar? ¿Dotar a las FF.AA. de una conducción acorde a un “proceso de liberación nacional”? ¿Avanzar en un proceso que llevaba a mayores niveles de lucha? Ciertamente no, el general creía que para “reconstruir” había que “pacificar” y para pacificar había que “moderar”. En este sentido de “unidad, orden y apaciguamiento” Perón es el que resuelve directamente no reincorporar dentro del servicio activo en las FF.AA., a los militares pasados a retiro durante el gobierno de Lanusse. Para expresar esta posición a los militares, en ese momento agrupados en torno a la revista Estrategia y que buscaban incorporarse al proceso peronista y volver a sus mandos en el Ejército, envía a Fernández Valoni, quien les transmite:
“Ustedes han demostrado tener ‘cojones’ y tienen ascendente sobre la tropa, si además el general Perón les da los más altos cargos en el Ejército –que por sus antigüedades les corresponde-, se van a convertir en hombres fuertes del régimen y nosotros no queremos hombres fuertes, preferimos tratar con los generales que firmaron los cinco puntos de Lanusse, quienes nunca más levantarán cabeza”.
Los coroneles Ballester y Gracia le contestaron que “con las armas se puede  hacer cualquier cosa, menos dejárselas al enemigo; esos mismos generales que ustedes desprecian ahora, son los que dentro de tres años los van a echar”[11]. El grupo militar es incorporado en funciones importantes pero no destacadas y fuera de cualquier relación con lasFF.AA. o la defensa/seguridad. Una típica política de Perón de no aceptar gente que pueda tener poder propio fuera de él mismo. Por eso, quizás, cuando el general Carcagno comenzó a manifestar un alto perfil y política propia, fue desplazado.
Julio Urien fue el protagonista principal de la rebelión de la ESMA el 17 de noviembre de 1972 coincide con el relato de los coroneles. Afirma que “salimos con la amnistía de 73, pero no nos reincorporan, nosotros planteábamos que nos reincorporen, nos dejan en disponibilidad (…). Ahí se metió López Rega, mi papá lo conocía de la logia ANAEL que él dirigía, era un traidor (…) nos tuvieron en disponibilidad hasta la muerte de Perón (ya estaba Massera en la armada) al día siguiente nos pasan a Retiro. En el ejército no fue igual, allí los oficiales que conocíamos siguieron en actividad, con el ejercito no se metieron, algunos llegaron hasta que los saca Galtieri por diferencias con todo el proceso, eran los treinta y tres”. Sin embargo ninguno de los activistas militares en ejército o marina fueron reincorporados. El ejército los oficiales peruanistas o pro montoneros que siguieron (aunque marcados) no había participado evidentemente en los levantamientos no habían sido expulsados o sea que no había causa contra ellos.
Una política que concentra poder en un solo hombre puede ser eficaz en algunos casos, es negativa en el largo plazo y en la situación argentina del ’73, con Perón de 78 años, demostró ser suicida. Dentro de los militares en actividad, los “peruanistas” habían visto raleadas sus ya poco numerosas filas con las sucesivas expulsiones durante el lanusismo. Cuando Perón no los reivindica, la nueva política en el Ejército, presentada por Carcagno y Cesio, cuenta con pocos militantes entre la oficialidad en actividad. Una política de “incorporación de las FFAA a un proceso de liberación” puede ser posible, pero solo con un fuerte apoyo desde el estado a los militares que la comprenden

Los revolucionarios, el Estado y las FFAA
Luego del 25 de mayo de 1973, Montoneros se encontró compartiendo espacios en el Estado del que las FF.AA son parte. La organización definió que, a consecuencia del auge de masas, se daba la emergencia de tendencias populares y antiimperialistas en las FF.AA. y vieron en Carcagno una expresión de esto. Aprovechando la coyuntura Montoneros acordó con la conducción del ejército una serie de políticas como el Optativo Dorrego, charlas de formación para los militares en la universidad, la conformación de algún tipo de milicia, etc. Hasta la caída del grupo de Carcagno en diciembre de 1973, los montoneros mantuvieron un diálogo fluido vehiculizado a través de los coroneles Jaime Cesio y Carlos Dalla Tea. Señala Urien que “el tema es la concepción de Montoneros (…) tenia una buena relación con Carcagno, hay varias reuniones (…) no planteaba seguir operando, sino trabajar con el ejercito o una parte del ejército, el ‘ejercito nacional’ y juntarse con el ‘ejercito montonero’”
En el ‘73 la CN de Montoneros fue invitada por Carcagno a una reunión en el marco de los acuerdos por el Operativo Dorrego: “Bueno, en la casa del general Labanca hay una reunión, no se, con 20 ó 30 generales, coroneles, donde se conversa, es una especie de reunión social, entre social y política. Una reunión para conversar y fuimos conversando el problema del Operativo Dorrego, de los intercambios que se estaban dando etc. (…) así llegamos a la planificación de la reunión con el Estado Mayor”[12].
Las acciones de acercamiento a las FF.AA. también significaron un costo político a Montoneros, dado lo radicalizado del periodo. Desde la izquierda peronista (Revista Militancia, el PB) y desde el PRT, las críticas a esta política montonera fueron muy fuertes. Para el ERP, no existían dudas sobre cómo actuar frente a las FF.AA. y por ello atacó el Comando de Sanidad el 6 de setiembre donde mató un Tnte. Coronel, paralelamente al discurso de Carcagno en la Conferencia de ejércitos americanos de Caracas, el 5 de setiembre, donde el militar declaraba que la guerrilla no era el enemigo principal sino los monopolios.
¿Qué significaba en la estrategia militar de Montoneros, esta “alianza” con Carcagno? ¿Qué objetivos perseguía? Montoneros se transforma en una organización de masas con enorme presencia en las calles, barrios y lugares de estudio y trabajo. La avalancha electoral de movilización fue masiva, con consignas combativas y hasta socialistas, y los revolucionarios peronistas se ubicaron en la cresta de la ola.
Montoneros y otros grupos que confluirían en la organización, venían de un proceso de vinculaciones con algunos de sus exponentes nacionalistas, inclusive de alto nivel. Pero a pesar de esto, como revolucionarios surgidos al influjo de la revolución cubana y años de proscripción y persecución en Argentina, habían mantenido una línea de confrontación y de construcción de un ejército guerrillero. Sin embargo, a diferencia del PRT, esta nunca fue una definición de principios. Por ello, a lo largo del periodo del “Luche y vuelve” y la campaña electoral, Montoneros relegó las acciones armadas como centro de su política, en función de la acumulación de masas en el proceso de movilización y lucha social y política. El ERP en cambio tomó su primer cuartel reafirmando que por allí se lograba una cumulación de poder efectiva.
Rompiendo con lo que marcaba una línea guevarista (tal como se entendía entonces en Argentina) señalaron explícitamente que las FF.AA. no eran el enemigo en bloque, y que se podía trabajar para que los sectores que comprendían “la naturaleza del proceso de liberación que está en marcha” pudieran ser incorporados a él y fortalecieran su lugar. ¿Qué implicó esto al interior de la construcción militar de Montoneros? De ninguna manera dejar de formar cuadros militares ni dar indicios de que existía alguna posibilidad de desarmarse, sino formar cuadros con otra concepción, ya no la del guerrillero sino la del miliciano. O sea, formar “milicias” que pudieran articularse con fracciones del ejército y/o con oficiales con los que coordinar o intercambiar. Para ello, se abstuvieron de atacar a las FF.AA. como institución, tanto en la práctica como en los discursos, e intentan influir para alterar la correlación de fuerzas interna.
La política de Montoneros hacia los militares y la interacción que mantuvieron desde sus orígenes les permitió sumar a sus filas a algunos militares y contar con la simpatía de un número mayor. Pero en general, la cercanía con la organización terminó siendo una “mancha en la foja de servicios” para los que siguieron activos, teniendo en cuenta que en general los militares de mayor graduación que se pueden considerar cercanos, como el grupo de Azul y Olavarria, Labanca, y otros tantos conspiradores antiliberales., habían sido retirados forzosamente.
Sin embargo, los contactos al interior de la fuerza continuaron[13]. Roberto Perdía cuenta que realizaban trabajo político sobre un buen número de militares, que este trabajo se profundizó en la época de Carcagno, y se mantuvo en secreto hasta el ataque al regimiento de Formosa, donde se cortaron todos los contactos. Jauretche afirma que las relaciones con militares fueron variadas, horizontales, desde cuadros individuales y desde la conducción, que se mantuvieron hasta avanzado el periodo y que sólo se extinguieron con el cambio de política militar de Montoneros en 1974. Lilia Pastoriza, compañera de célula de Walsh, cuyas tareas en la inteligencia montonera son míticas, afirma, en cambio, que los contactos eran más informales y había entre ellos conscriptos, y Urien señala que el tenia a cargo la relación con un grupo de oficiales simpatizantes de la guarnición de Azul, rota después del ataque del ERP a dicha unidad.
Es interesante indicar como el Diario de campaña de Acdel Vilas se preocupa en argumentar el “error” en que incurrieron muchos de sus camaradas (y señala a Carcagno entre ellos) de concebir posibilidades de trabajo con Montoneros, o de pensar que la violencia era consecuencia de la injusticia. Argumenta con bastante extensión en consonancia con la que fue la doctrina oficial (y obligatoria) del ejército, que Montoneros era terrorista, una organización a extirpar, al igual que el ERP, y que la “subversión” es una acción conciente de agentes “infiltrados a eliminar que poco tienen que ver con la pobreza o injusticia”. Este esfuerzo argumentativo, al igual que el del Mayor de inteligencia Orsolini en su trabajo sobre Montoneros o el de González Breard sobre la guerrilla en Tucumán, nos dan testimonio que las “simpatías” con Montoneros fueron más que casos aislados.   
En 1974, las contradicciones se habían agudizado respecto de 1973 y las relaciones de fuerza se encontraban en un proceso de deterioro para el campo de los revolucionarios. Aún en estas condiciones, la discusión dentro de la organización respecto al tema de los militares profesionales no se había resuelto totalmente. Rafael Labanca fue parte de una reunión en el año 1974, después de la muerte de Perón, realizada en su casa, para que su padre se integrara a Montoneros oficialmente. Ya que para la organización, “sumar algún milico era una obsesión, y mi papá era joven, muy capacitado y con prestigio, casi el ideal”. En ese momento se encontraba amenazado por las AAA.
“Mi viejo, en 1974, tiene que tomar una decisión. Si se queda en Argentina, se queda en la clandestinidad con algunos oficiales montoneros. Yo estuve en una reunión donde estaban Perdía, Urien y el ‘Canca’ Gullo. Ahí la disyuntiva que le planteó la organización era que mi viejo se tenía que quedar en Argentina y ellos le armaban todo. (…) Ellos lo querían a mi viejo para instrucción, con todos los conocimientos que tenía y había muchos muchachos que todavía no tenían ningún tipo de capacidad (militar)”[14].
En peores momentos, Montoneros continuó con algún tipo de política hacia, o intento de relación con, oficiales profesionales. Editaron, ya durante la dictadura, los Cuadernos de la soberanía sobre temas de política, historia y economía, que podían inducir contradicciones en la ideología militar dominante. Relata Horacio Verbisky que Los Cuadernos… se planteaban “una disputa ideológica (…) con la idea de que no era inevitable que todos los militares fueran secuestradores, asesinos y lapidadores del patrimonio nacional. Pensábamos que, en general, cuando un adolescente comienza la carrera militar, lo hace con intenciones generosas (…) Sin hacernos demasiadas ilusiones, procurábamos fortalecer esas contradicciones”[15].
En este sentido, es interesante analizar el discurso histórico del “Ensayo sobre San Martín”, publicado en los Cuadernos… ya que permite ver cómo Montoneros concebía el pensamiento de los oficiales nacionales. Allí se realza la desobediencia de San Martín a las autoridades porteñas, mostrándolo enemigo de la represión interna y simpatizante de las montoneras, o más bien dispuesto a coordinar con ellas en la guerra emancipadora (como fue la propuesta de la CN al EMG en el ‘73), además de ser portador de un proyecto político nacional popular que manifestaba en diferentes intervenciones haciendo jugar en política las fuerzas a su cargo. Se presenta al gobierno de Buenos Aires partidario del librecambio y la penetración británica, enfrentado a un San Martín impulsor del desarrollo de las fuerzas productivas con base en los recursos nacionales. Es importante remarcar que este texto que analizamos es difundido hacia los militares en plena dictadura y que para nosotros, no es una “anomalía” o una posición excéntrica, sino que representa toda una línea que hace a la ideología montonera.
Más allá de que intentar un trabajo hacia las Fuerzas Armadas fue siempre una línea de Montoneros, a fines de 1973 durante el momento clave de su relación con Carcagno indicaban que: “La acumulación de poder militar es el poder militar del pueblo, el ejército del pueblo. La única posibilidad de que esto sea el elemento catalizador, el elemento que produzca la fractura en las fuerzas armadas, y de este modo, un sector de las fuerzas armadas se vuelque realmente a defender el proceso”[16]. O sea, Montoneros no delegaba, como la “Izquierda Nacional”, lo militar en la existencia de algún tipo de conducción militar nacional y popular (un bonapartismo progresivo) al cual seguir e influenciar esperando su radicalización en una hipotética lucha antiimperialista, sino que consideraba posible que fracciones de las FF.AA. nacionalistas operaran políticamente al lado de los revolucionarios (o en confluencia), en una posible situación revolucionaria, de guerra civil, y esa fue la concepción que primó en su política militar durante el ‘73. En conclusión, la estrategia que desplegaron a partir de la llegada al gobierno, se alejaba de la guerra de guerrillas o de la construcción del ejército guerrillero en confrontación con el ejército de Estado.
“Buscábamos la integración del ejército a la sociedad, no destrucción, sino integración para transformar eso en otra cosa, simultáneamente construíamos una fuerza procurando preservar la garantía y continuidad del gobierno popular. Descontábamos que íbamos hacia un enfrentamiento, entonces para ese enfrentamiento teníamos dos políticas que convergían en objetivos que fueran aparentemente divergentes: uno, que era una relación fuerte con el Ejército y la otra prepararnos a combatir ese Ejército si no lográbamos (lo primero)”[17].
Señala que un nuevo escenario estratégico había comenzado el 25 de mayo y que el debate del momento con la izquierda revolucionaria se relacionaba con la interpretación de la etapa y la necesidad de cambiar de políticas: había cambiado el carácter del Estado de dictadura militar a democracia parlamentaria con incidencia popular en su interior.
“El ERP de comienzo plantea un ejército popular. Destruir este ejército y reemplazarlo por un ejército popular. (…) Cuando nosotros hacemos el Dorrego, el ERP saca un afiche en el cual aparece el Gral. Carcagno después del Operativo de la Calera, creo… con un compañero nuestro, preso en la comisaría y Carcagno mirándolos desde arriba como pasando encima del cuerpo. Es decir, son traidores según el ERP, ¿no es cierto? No estaban de acuerdo en el cambio de carácter que tenía el Estado. Ellos frente a ese cambio de carácter, ¿qué plantearon? Respecto al Gobierno –no vamos a atentar al Gobierno- pero sí vamos a seguir persiguiendo a las FF.AA. Craso error, ¿no es cierto? Ahora sí lo plantean como error. Pero esa era su mirada. Su misión sería destruir el Ejército. Nosotros queríamos cambiar la estructura del Ejército. Eso con la izquierda fue un debate histórico”.

La disolución del “Peruanismo”
Sin bien Montoneros no realizó durante 1973 operaciones militares contra las FF.AA. o el Estado, la muerte de José Ignacio Rucci (Secretario General de la CGT y hombre de confianza de Perón) fue una acción de enorme impacto político que no puede ser dejada de lado en el momento de pensar cuál era la perspectiva de uso de la fuerza armada propia en ese momento. No es objeto de este trabajo analizar las repercusiones de la operación Rucci sobre la inserción montonera en los sindicatos, ni la repercusión en sus relaciones con las estructuras políticas y gremiales en general, sino respecto a lo que hace a una política militar. La muerte del sindicalista no parece haber alterado la interna militar ni haber sido sentido como un hecho al que el Ejército debiera dar respuesta. Los hombres de grupo de Carcagno –si nos atenemos a los recuerdos de Perdía acerca de las opiniones del general (hacia fines del año) y a los comentarios de Cesio a El Descamisado-, veían a la “burocracia” como parte del problema y no de la solución. El General Fabián Brown recuerda hoy que la muerte de Rucci dividió al peronismo pero no afectó a las FFAA: “En las FF.AA. el muerto de la guerrilla era Azúa[18], el teniente que matan en transporte de materiales”. Lo que destaca Brown es que en las FFAA causó más impacto, en el contexto de 1974, la propaganda pública hecha por Montoneros a trabes de la difusión del relato de Firmenich y Arrostito en Causa Peronista[19] sobre la ejecución del Aramburu:
“Eso lo viví como cadete, la entronización de Aramburu por parte de la conducción del Ejército, la hace Montoneros. Cuando hace el relato de la muerte lo vuelve mártir, y es la conducción del Ejercito que trabaja sobre eso, yo creo que ahí se inicia el golpe, y el Ejercito toma y le pone a la escuela de infantería Aramburu y le pone Aramburu esto lo otro, es después del relato de Montoneros eso es en el ‘74 pero hasta ese momento Aramburu no había sido un muerto militar sino un muerto por una cuestión política que tenia su partido que había participado en esto, esto y aquello y era por su actuación al margen de los militar. No era un patrimonio militar como no lo era Perón tampoco”[20].
Para él ése es el momento en que el ejército comienza a cerrar filas a través de un trabajo interno de propaganda y homogenización política.
Podríamos preguntarnos, siguiendo la lógica de Brown, ¿por qué una tendencia del Ejército vio con simpatía la ejecución de Aramburu en 1970, mientras que el reportaje a Firmenich y Arrostito de 1974 produce un efecto contrario? Es inevitable pensar en cuestiones externas al hecho en sí mismo, al cambio de la correlación de fuerzas que había dado los primeros pasos en el país y que avanzaba a pasos agigantados en el interior de las FF.AA. El trabajo político interno con el tema de Aramburu (que sin dudas causó gran impacto en el entonces muy joven cadete, de familia peronista, Fabián Brown) fue parte de ese camino hacia la unidad política de la fuerza. La interna peronista, el deterioro de la situación internacional, la crisis económica que comienza a realimentar el conflicto social, los ataques de la guerrilla a unidades militares, la política de Perón, maniobras de inteligencia y la operatoria de la derecha, la radicalización de las opciones políticas, todo confluye a volver imposible la política montonera y restarle bases al “peruanismo”.
Un hecho poco conocido, pero el más destacado desde nuestro punto de vista, es la reunión que a fines de 1973 la conducción montonera tuvo con el Estado Mayor de las FF.AA. en el marco del diálogo que mantenían con Cesio y las iniciativas comunes que venían desarrollando. Allí, la CN se propuso realizar acuerdos estratégicos concretos para después de la muerte de Perón[21]. Los oficiales, al menos a través de la voz de Carcagno y Cesio, dieron su aprobación. La actitud de Montoneros era muy heterodoxa respecto de los planteos con que la izquierda revolucionaria se manejaba en ese periodo y ya estaban jugados frente a Perón y ellos lo sabían. Pero para Carcagno era una actitud herética. Esta reunión fue el punto más elevado de acuerdo con un grupo militar que se haya dado en Argentina, y supera ampliamente los niveles de relación civiles rebeldes con militares nacionalistas desarrollaron durante la Resistencia Peronista y aún al de los levantamientos radicales de la etapa anterior. Acá tenemos un acuerdo formal entre la conducción de una organización guerrillera con presencia de masas destacada y una fracción de militares nacionalistas en ese momento conducción de las FF.AA.
Es un dato principal el hecho de que Carcagno aparece “a la izquierda” del espectro político, aparece aliado con sectores del peronismo que fueron siendo desplazados del Estado y del mismo movimiento. En una reunión del Consejo Superior Peronista producida después de la muerte de Rucci, las autoridades redactan una resolución en la que se resuelve depurar del Estado y el movimiento de simpatizantes de las tendencias que se consideran infiltradas, y extienden esta orden a los que puedan tener relaciones con estas tendencias o se muestren indefinidos ante ellas. Carcagno contó con la oposición permanente de la derecha peronista y de López Rega y también de la dirección sindical mas poderosa encabezada por Lorenzo Miguel líder de la UOM y los militares afines a este sector dominante del sindicalismo encabezados por el Coronel Prémoli. Demasiados enemigos cuando los aliados se encuentran en retroceso y cada vez mas golpeados.
Si bien este grupo militar era minoritario en el Ejército y no se lo puede considerar una tendencia orgánica, su existencia y encumbramiento en la fuerza se debía a condiciones particulares que creaban un clima favorable. Dentro de la minoría politizada, el “peruanismo” tenía el predicamento de una corriente más que peleaba con otras la orientación del conjunto de la fuerza. La presencia de una cantidad de oficiales receptivos al discurso montonero da a entender que podría haberse desarrollado. Todo dependía de los ascensos, de quienes tuvieran los mandos, de los discursos que se bajaran desde los institutos militares y de cómo las organizaciones revolucionarias operaran en relación con todo esto, y obviamente, de cómo el gobierno ayudara o dificultara esta nueva hegemonía. Urien afirma que “en ese periodo el poder político (que ejercía Perón) no defendió a los sectores mas rescatables, nacionales y con contenido popular dentro de las FFAA, Si vos no tenés (dentro de las instituciones militares) un respaldo político (externo) que te permita avanzar es imposible que tengas alguna posibilidad”
La evolución y consolidación de una conducción militar “peruanista” era una cuestión en disputa, todos los años hay ascensos, retiros y asignación de destinos concretos. Montoneros lo vio así. A pesar de que el ‘73 fue un año poco propicio para las expresiones públicas de la derecha militar, la política de acercamiento a los guerrilleros era vista con resquemor soterrado por el activismo castrense liberal, o derechista, como se preocupa en remarcar con sugestiva insistencia Rosendo Fraga. Y, a pesar de los esfuerzos discursivos y de las medidas reales de Carcagno por alejar a las FF.AA. de la represión interna y orientarse al antiimperialismo, la DSN contaba con adeptos. Carcagno fue desplazado por Perón, quien optó por una conducción militar más acorde a su propósito de lograr un mayor disciplinamiento dentro del capitalismo para sostener el pacto social y transitar la difícil etapa con los actores bajo control. Acomodarse a una coyuntura que requería, en su visión, “pacificar” y para ello había que quitarle poder a los díscolos no unirse a ellos como proponían los peruanistas. Sacar a Carcagno “el peor error de Perón”, según lo caracteriza Perdía, fue acompañado por otras decisiones trágicas (la mayoría tomadas en consecuencia de la muerte de Rucci y del asalto a Azul), con la reorganización del aparato represivo, lo que señala una reorientación general de las políticas de seguridad interna y específicamente su convicción en la necesidad de encuadrar “su” movimiento. Aunque no indican un cambio hacia la derecha de su visión económica ni geopolítica en general.

Guillermo Martín Caviasca Marzo 2018





[1] El Estado mayor del V Cuerpo estuvo integrado durante la jefatura de Carcagno por: Juan Jaime Cesio, Carlos Dalla Tea, Luis Betti, Leopoldo Fortunato Galtieri.
[2] Después de aplacar la rebelión, el Ministro Imaz le ofrece a Carcagno el cargo de Interventor en dicha provincia. Carcagno decide aceptar, con esta condición: “Iré, pero no solamente a establecer el orden en las calles, sino también a restablecer el diálogo”. Llevó como ministro de gobierno al Coronel Harguindeguy. El 2 de junio el general Carcagno, ya en el cargo de interventor, envía otro informe a Lanusse, donde reafirma: “Estoy totalmente seguro de que los recientes sucesos se hallan lejos de un mero accionar subversivo. Ellos actuaron, es verdad, pero en la calle se veía el desencanto que tenía toda la gente; por lo que pude ver y oír puedo decir que la población de la capital cordobesa, en forma activa o pasiva, demostró estar en contra del Gobierno Nacional en general, y del gobierno provincial en particular”. Ver: http://www.redaccionpopular.com/content/el-operativo-dorrego.
[3] Mediometraje del cineasta Enrique Juárez de 1969, es una interpelación al espectador y un llamado a la lucha armada: vimeo.com/18243413
[4] La Nación 30/05/1973
[5] Perdía (2005 y 2012) entrevista.
[6] La Nación 30/05/1973.
[7] Es interesante confrontar el discurso de Carcagno con los discursos que paralelamente presenta La Nación en la edición del mismo día y los siguientes, dados por otros comandantes de unidades, o en ceremonias de la Marina o la Fuerza Aérea, por oficiales que se hacen cargo o se retiran. Son duras reafirmaciones antiguerrilleras y antimarxistas. Es destacable sobre todos el discurso dado en La Plata ante el gobernador Oscar Bidegain (identificado muy claramente con La tendencia) “el ejército es y será enemigo de quienes levanten las banderas de la subversión” dijo el Coronel Panatoni. Si bien nos parece que el diario selecciona adrede posiciones especialmente refractarias al cambio, es notorio que estas posiciones existían y se expresaban hasta en un momento en el que lo razonable parecía llamarse al silencio.
[8] En una carta recogida por Norberto Galasso en su biografía de Perón del 1 de junio de 1973 en: Galasso, Norberto (2005) Perón, exilio resistencia retorno y muerte Bs. As. Colihue.
[9] Galasso (2005). Carta de Perón, Juan Domingo a Jorge Antonio del 1/6/73 en Perón, Juan. Correspondencia.
[10] Discurso del general Carcagno el 29 de mayo de 1973 al conmemorarse el día del Ejército en Noticias 21 de noviembre 1973 Pág. 12.
[11] Ballester (1996). Galasso (2005).
[12] Perdía, (2012) entrevista. Perdía concurrió, y también lo hicieron Manuel Urriza, Julio Mera Figueroa y Rodolfo Urtubey (tío y padre del contemporáneo gobernador salteño).
[13] Ver Vinelli (1998), y entrevistas a Urien, Perdía y Jauretche.
[14] Labanca (2014). Perdía no recuerda haber participado en esa reunión aunque la considera muy posible. Urien sí, aunque duda en los otros participantes.
[15] Horacio Verbisky en Vinelli (1998). El mismo Verbitsky continuó con contactos dentro de la FA a través del comodoro (RE) Güiraldes.
[16] “Charla que la conducción nacional baja a los frentes” en Baschetti (1996). Pág. 279.
[17] Perdía entrevista.
[18] Teniente Mario Cesar Azua muerto el 29 de abril de 1971 por las FAR.
[19] Causa Peronista 3/09/1974
[20] Brown (2014). No pretendemos que las afirmaciones del general Brown sean la explicación mas acertada del proceso que llevó a la homogenización de las FFAA previa al golpe, pero es interesante como un factor que se puede tener en cuenta en lo que hace a la lucha de tendencias y la entronización de los sectores golpistas de derecha y la consecuente anulación, subordinación o cooptación de los sectores nacionalistas o democráticos de diverso tinte. Ya que durante el año 1974 y 1975 las relaciones guerrillas ejército quedaron sobredeterminadas por la acción militar. En ese caso el relato de Aramburu puede ser resignificando hacia el conjunto de la fuerza, ya que como creemos es claro hasta ese momento una parte importante de los militares no lo consideraban un referente o mártir propio, sino todo lo contrario.
[21] Perdía (2012) entrevista.

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