Publicado en "Cuadernos de Marte"
Resumen
El 6 de setiembre de 1973 una compañía del ERP consigue tomar el Comando de sanidad del ejército en la Capital Federal. El hecho se produce a pocos meses de la transición democrática y con Perón en el país. Montoneros y el PRT-ERP se enfrentaron duramente en la política respecto al ¿Qué hacer? en esa coyuntura y la toma de Sanidad fue el hecho más destacado donde se manifestó esta diferencia ese año.
Palabras clave Guerrilla, Ejército argentino, Sanidad, PRT-ERP, Montoneros.
Abstract On 6 September 1973 an ERP company ocuppied the "Comando de Sanidad" of the argentine army in Buenos Aires city. The event took place a few months after democratic transition and with Perón in the country. Montoneros and the PRT-ERP fought hard between them about "what to do?" in that situation and that event was the most important where that difference was expressed that year.
Keywords Guerrilla, Argentine Army, Health, PRT-ERP, Montoneros
En la madrugada del 6 de setiembre de 1973 un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) integrado por trece guerrilleros tomó el Comando de Sanidad del Ejército ubicado en el centro de la Capital Federal. El objetivo era hacerse del armamento: había 50 fusiles con sus respectivos cargadores, igual cantidad de pistolas 11,25 Ballester Molina, varios cajones de municiones necesarios para fortalecer la construcción y operatividad del ERP. Su objetivo político era demostrar su voluntad confortativa con las FFAA.
Recuerda Rubén “Zurdo” Suárez Jefe del ERP en Capital y Zona Norte, que “la idea era muy simple. Estaba Invernizzi adentro (conscripto dragoneante miembro del ERP). Dos compañeros venían con la excusa de llevar unas empanadas y unos vinos, ya que era la ultima guardia, y ese era el verso que podíamos hacer con algunos colimbas que estuvieran ahí, entran por un portón del costado, que se sabia que se podía abrir empujándolo nomás. Entonces entran ellos dos controlan ese puesto, el del portón, para que entre otro grupo más, de cuatro compañeros, que van a los puestos de guardia y a la guardia propiamente dicha, y después cinco compañeros que entraban con el camión exclusivamente a cargar” . Cumpliendo el plan, a la 1 20 Invernizzi abrió las puertas para que entraran sus dos compañeros, inmediatamente redujeron a los otros conscriptos de la guardia. Enseguida un camión F350 se aproximó a la puerta con más guerrilleros.
La operación estaba planificada de forma que actuaran dos grupos, uno (con cinco integrantes) debía reducir al personal (la mayoría dormía según se creía). El resto, ingresaría después, debía recolectar las armas e irse inmediatamente. Lo cierto es que el segundo grupo entró antes de que se redujera al conjunto de los militares y ayudó a ocupar el resto del cuartel e, inmediatamente, comenzaron a cargar el camión. Esto sucedió porque era el momento del cambio de guardia y había más personal despierto del esperado, lo que alargó el primer paso más de lo previsto.
Recuerda Suárez haber discutido la conveniencia de seguir adelante con este cambio de escenario, y que evaluaron que los conscriptos no resistirían por lo que estaban en condiciones de tomar el lugar sin problemas. Además ya no podía esperar más, pronto Invernizzi se iría de baja y se quedarían sin posibilidades, en una operación que se había decidido hacía 4 meses. Debía ser una acción “limpia” o sea sin enfrentamiento, sin muertos ni heridos.
Sin embargo el soldado voluntario Osvaldo Degdeg que estaba en su cama y que aún no había sido reducido, tenía una pistola 22 consigo y abrió fuego hiriendo a un miembro del ERP. Ese fue el segundo imprevisto. En la respuesta guerrillera resulto herido el soldado y el teniente Eduardo Rusch, que al escuchar los disparos se aproximó, con una pistola 45, para intentar resistir. Pero, hubo un tercer imprevisto que hizo fallar definitivamente la operación, que era dirigida desde las afueras del cuartel por Enrique Gorriarán Merlo.
Otro soldado conscripto se liberó de los amarres gracias a la ayuda de un compañero y desató a un tercero escapando ante la distracción del guardia del ERP. En la calle pararon un taxi y avisaron a las fuerzas de seguridad de la cercana comisaría 28. La policía recibe el alerta de los conscriptos siendo aproximadamente las 2 30, habiendo pasado una hora del inicio de la operación. Durante esa hora el ERP había evacuado a su herido a la posta sanitaria cercana. Una hora de espera dentro de un cuartel en una operación cuya clave era la sorpresa y la rapidez no dejan de llamar la atención. Los mismos partes del ejército así lo destacan como clave del fracaso.
Lo cierto es que según se deduce del relato de los miembros del comando hubo algunos errores que sumados a los imprevistos mencionados y a discusiones en el seno del comando, hicieron más lenta la acción: encontrar a mucho personal despierto, la resistencia de un soldado, la fuga de dos, el que hacer con los heridos, y quien debía retirar al herido del ERP, Ponce de León responsable político de la recién formada zona capital Capital y Suárez responsable militar del ERP discutieron sobre el tema por criterios disímiles en la valoración de la actitud de algunos guerrilleros. Un primer patrullero se acercó a la puerta del cuartel y pidió hablar con alguna autoridad para verificar en el terreno la denuncia recibida. Dos guerrilleros vestidos de conscriptos salieron escoltando a un suboficial y mantuvieron un diálogo poco convincente.
Recuerda el Oficial de la policía Federal Felix Alais que al llegar al cuartel “se dirigió al portón de rejas donde observó un centinela apostado y le solicitó que llamara la jefe de guardia, apareciendo luego un soldado dragonearte que manifestó ser el cabo cuarto que le indicó que el jefe de guardia dormía (…) luego de cinco minutos apareció un suboficial en bombacha (…) nervioso, escoltado por dos soldados vestidos en forma grotesca, tapando media cara con las casacas, portando fusiles FAL con bayoneta calada” . El policía comprende en esta situación que el cuartel esta tomado e inmediatamente da aviso para obtener refuerzos, con los que rodean la unidad sigilosamente. Sabiendo de su inferioridad militar frente a los guerrilleros, la policía colocó 14 móviles estratégicamente para mantener controlado el cuartel y dos camiones en las bocacalles para dificultar una retirada “a lo guapo” del comando. Así el ERP perdió la sorpresa para una retirada limpia, aunque con las armas que disponía conservaba la superioridad militar para abrirse paso.
Sin embargo la operación para ser exitosa políticamente, estaba pensada “limpia” o sea con un mínimo de fuerza. Suárez afirma que “La operación se prolonga por la llegada de la policía que dice ‘el cuartel esta rodeado’. (…) discutimos, un compañero plantea romper el cerco, yo tenía por mis mandos de que no (…). El objetivo era un golpe de mano: silencioso, cayetano, manotear las armas e irse. Al no poderse realizarse de esa forma, plantear el rompimiento del cerco, en el lugar donde era, con lo que significaba que era la policía federal (dependientes del Ministerio del Interior, que en la “Carta al presidente Cámpora” habían sido excluidas de acciones de guerra), con lo que significaba que teníamos la cárcel enfrente, no era lugar apropiado para romper ningún cerco. Quizás íbamos a producir mas bajas que las que podían estar planteadas”.
Sin embargo Ponce de León (quien propuso romper el cerco) afirma que “Entre otras cosas buscábamos eliminar a tres militares que revistaban en esa unidad que eran miembros de un grupo paramilitar que venía actuando desde tiempo antes” . Lo cual esta a tono con el discurso del PRT en sus medios y comunicados para justificar las bajas en el ejército pero no con la idea de que la operación fuera una recuperación de armas sin sangre.
El tema clave es otro y se relaciona con la interpretación del nivel de violencia aceptable para el momento. La situación imprevista que el ERP debía encarar en el cuartel, un duro tiroteo con las fuerzas represivas implicaba riesgos variados y no estudiados, tener muertos propios, matar policías y militares, inclusive conscriptos, quizás vecinos. En ese sentido la insistencia de Suárez: “es reconocible, al menos por mi, que era si o si un golpe de mano. Las condiciones, el marco político y la correlación de fuerzas no daban más que para eso. Para que se dijera ‘ah… mirá… se llevaron las armas y desaparecieron’. Un golpe comando”. Su relato reconoce que “al menos para él” debía ser una operación sin violencia y lo correlaciona con la situación política, pero que no para todos estaba claro.
El cuartel se encontraba en pleno barrio de Parque de los Patricios rodeado de casas, situación que complicaba a los guerrilleros en caso de enfrentamiento militar con la puesta en riesgo de vidas civiles. Por eso los militares contaban con la ventaja de disparar hacia adentro mientras que el ERP debía responder el fuego hacia el exterior con el riesgo humano y político que implicaba matar no combatientes. “Cuando nos vimos rodeados por la policía yo propuse que saliéramos y rompiéramos el cerco ya que la policía no era un enemigo para nosotros que disponíamos de muchos FAL” afirma Ponce, y recuerda que se discutía y no había un criterio de que hacer a partir del momento en que fueron rodeados. Ponce afirma que la operación tenía un responsable militar y un responsable político: “El militar era Suarez, el político era yo. Cuando estábamos cercados la dirección del grupo paso a manos del responsable político, que era yo y quería evitar un nuevo Trelew, por eso comenzamos las negociaciones y pedimos la presencia de familiares abogados y periodistas”.
Sin embargo Suárez sostiene que fue él quien que mantuvo la dirección de la operación y la comunicación con los militares desde el comienzo hasta la rendición. Como Ponce, sostiene que el objetivo era negociar la rendición con la presencia de personalidades y periodistas que garantizaran la vida de los guerrilleros. Insiste reiteradamente en que “presentar combate rompiendo el cerco, que se podía romper o no, produciendo muchas bajas como las que iba a haber, no estaba planeado para ese momento político”.
A las 3 de la mañana la policía informa al ejército y se trasladan a lugar las primeras unidades del Regimiento de Patricios: treinta y un soldados, cuatro suboficiales conducidos por el Teniente Shaw quien “por un megáfono llamó al jefe de guardia (…) saliendo el sargento ayudante Lince, siempre escoltado por dos soldados que (…) manifestó: mi teniente la Unidad esta tomada por el ERP nos tienen de rehenes (…) a los que el Tnte. respondió: quédese tranquilo no tomaré de inmediato ninguna actitud, consultaré a los mandos” e inició negociaciones con el comando guerrillero, que entrega a los militares heridos que aún permanecían en el cuartel después de recibir los primeros auxilios.
Entonces siendo aproximadamente las 4 el ERP se encuentra en un estado de situación irreversible, rodeado por policías y militares e inicia los contactos para la rendición con el jefe del primer grupo del ejército que llegó al lugar, pidiendo la presencia de un juez, familiares y medios de comunicación, para cubrirse lo más posible de represalias ilegales “no queríamos un nuevo Trelew” insiste Ponce de León mostrando una negativa valoración de la situación.
El Teniente Shaw jefe del grupo recordaba, en sus declaraciones de 1979 ante la justicia, que reforzó las posiciones policiales y pidió hablar con el jefe de guardia, el que le transmitió la petición de los guerrilleros. Y añadía que el comunicó al ERP que tenia instrucciones del jefe de sanidad militar de no intentar recuperar por la fuerza el cuartel.
En ese ínterin llega una compañía completa con artillería y ametralladoras pesadas al mando del Coronel Juan Bautista Sasiaiñ con su segundo el Teniente Coronel Duarte Ardoy que colocaron al ERP en una situación de inferioridad militar abrumadora. Según afirma Ponce de León a pesar del desventajoso e inesperado escenario “no perdimos totalmente la iniciativa, sino que tuvimos una mala interpretación de la relación de fuerzas y una mala interpretación de lo planificado, porque hubo tiempo de sacar al herido y al camión con las armas”. Invernizzi remarca que aunque podían haberlo hecho por la fuerza, decidieron no salir porque el dispositivo policial estaba montado de tal forma que romperlo implicaba demasiada exposición y uso de fuerza.
Todos los relatos colocan al ERP como cercado y sin posibilidades de escapar con la llegada de los militares, pero conservando la capacidad de negociar, lo que le significa, como dice Ponce, que pudieron mantener parte de la iniciativa política en sus manos durante bastante tiempo.
Suárez reconoce discusiones, minimizándolas “En ese momento estuvimos todos de acuerdo (en no romper el cerco). Después, después de muchos años, surgen algunos que dicen que ‘yo creía que podía ahogar en sangre la cosa y al final nos entregamos ¿para que fui al cuartel?’ Y fuiste a dar un golpe de mano y salió mal. Fuimos por eso. Fuimos a un golpe de mano. Y eso estuvo dicho, en las reuniones de la planificación (…) Imaginate vos en el año 1973 ¡hacer una cosa como La Tablada! No estaba planteado en ese momento hacer una cosa así. Quizás si estuvo en Monte Chingolo. Pero eso ya era otra cosa. Otra correlación de fuerzas. Otro planteo de las posiciones políticas e ideológicas de ese momento. Lo que había en ese momento oportunidad era dar un golpe de mano, sacarle las armas y sacarle la lengua y decir, ‘viste al ejercito también le damos’. Y… salió mal”. Las discusiones que aún persisten entre los ex miembros del comando traslucen diferencias en la valoración de lo que se debía hacer en el momento y también el difícil equilibrio de la política militar del ERP en esos meses.
Siendo las 5 20 Sasiaiñ llegó al lugar, tomó conocimiento de la situación e intimó la rendición inmediata e incondicional sin aceptar ninguna de las peticiones guerrilleras. Pasado un lapso de tiempo ordenó abrir fuego y disparar gases, siendo aproximadamente las 6 40 sin recibir respuesta del ERP. “Ordené distribuirnos en el primer piso donde la resistencia era más adecuada. Con la llegada del ejército comenzó el ataque, nos tiraban con fuego de FAL, ametralladoras pesadas y cañones sin retroceso” recuerda Ponce. Y Suárez relata que “nos distribuimos en el círculo reducido del casco. En vez de repartir en toda la periferia del edificio se centro en el casco central del edificio, cosa de que estábamos espalda con espalda. Todos nosotros vinculados espalda con espalda y en el casco central del edificio, cosa que al edificio no entraba nadie” . Continúa con su apreciación del momento más difícil “La negociación evoluciono mas o menos como la preví. Muchos tiros de parte de ellos, muchos, muchos tiros. O sea, aprovecharon para probar todas las armas que tenían… todas, todas (enfatiza). Y la orden era no contestar no tirar. No contestar el fuego”.
En realidad el ERP solo contestaría el fuego si los militares se lanzaban al asalto, mientras tanto aguantaría. Paralelamente Sasiaiñ había ordenado desplazar una unidad de unos 50 hombres al mando del Teniente Coronel Duarte Ardoy secundado por el entonces Capitán Gasquet hacia el lateral para intentar copar a los guerrilleros por el flanco izquierdo. Duarte Ardoy buscaba penetrar en el cuartel por una puerta de chapa que daba al Hospital de Gastroenterología Udaondo. “Yo estaba apostado en una ventana de la cocina del primer piso cubierta por un mosquitero donde tenía perfecta visión del terreno y la puerta”, que le permitía ver sin ser visto, recuerda Ponce.
Relata el Mayor Gasquet que “por allí intenta entrar Duarte Ardoy. La puerta era de chapa una puerta común para entrar y salir personas, estaba cerrada, tenía una cerradura Yale común, e intentan abrirla a balazos como en las películas, hasta que finalmente Ardoy ordena que le traigan la llave” . La acción lateral comienza con la unidad bajo fuego militar, pero cuando Ardoy llega a la puerta el enfrentamiento había cesado y los guerrilleros se estaban entregando. Sasiaiñ recuerda, en su declaración testimonial de 1979, que hubo un duro intercambio de fuego (15 o 20 minutos a los sumo) y que sale una bandera blanca, con lo que los disparos cesan. Sin embargo, también afirma que un tiempo después escucha siete u ocho disparos más del lateral, zona donde podían haber ignorado la rendición del grupo principal del ERP. Un tirador guerrillero que no alcanzó a informarse de la rendición, ante la entrada a balazos de Ardoy, respondió el fuego quedando muerto el Teniente Coronel.
Invernizzi evalúa que por un error de comunicación Ardoy, que estaba ingresando por los fondos, no supo que se habían rendido y siguió avanzando hasta que alguien le disparó. ”Nunca hubo voluntad real de investigar y fue cómodo achacárnoslo a nosotros”, se queja y agrega que “la hipótesis más plausible es que fue un disparo de algún colimba nervioso”. Pozzi afirma que es muy probable que lo hayan liquidado los milicos porque la trayectoria de la bala parece indicar que venía desde la propia tropa. Suárez, jefe del comando, dice que la orden que había dado era que no tiraran y si lo hacían, solo para intimidar y no para matar, por lo que se adhiere a la tesis de la bala perdida. Un Oficial de la unidad, El coronel farmacéutico Roberto Thiebaut, es el único militar que declara que existía un tirador guerrillero apostado en una posición dominante del primer piso y que era posible que hubiera matado a Ardoy con solo cambiar levemente la posición . Lo mismo afirma Ponce de León.
Finalmente, el ex militante del ERP, Gustavo Plis Sterenberg, presenta una versión de los hechos similar al del Ejercito: “Pese a la orden de tirar solo para intimidar, desde el piso superior del edificio, un guerrillero lo hiere gravemente” . Por último años después, en el juicio que se les siguió y que fue cerrado en 1979, la justicia del “proceso” concluyó que, “la individualización de la persona que produjo el disparo ha sido imposible, por lo que a mi juicio (del juez) (…) corresponde rechazar la acusación de homicidio calificado hecha sobre todos los procesados” , con lo que acepta (aún en ese momento histórico) una duda razonable después de haber escuchado la declaración de militares y guerrilleros.
En realidad la justicia del proceso no duda de que las balas fueran guerrilleras pero no puede identificar al responsable y no puede acusar colectivamente. El conjunto de la información y el testimonio de un guerrillero que afirma haber realizado el disparo vemos que Ardoy realizó una acción excesivamente audaz y cayó bajo fuego de respuesta ante su sorpresiva irrupción. Bajo fuego y habiendo amanecido los guerrilleros deciden sacar una bandera blanca y entregarse. “Con Sasiaiñ solo tuve unos breves cruces de palabras. El diciendo rendición incondicional y yo diciendo que quiero la seguridad de nuestras vidas a través de diputados, senadores y jueces. Escucha eso y dice ‘lo vamos a pensar’ y tremenda balacera pin, pum, pan… y otra vez a negociar. Hasta que al final hecha la luz del día, que era un poco lo que queríamos para que todos nos vieran, empezamos a gritar ‘estamos sanos’, ‘estamos enteros’ (…) y salimos en fila yo primero” relata Suarez. Ponce, que permanecía en el piso superior y fue el último en salir del cuartel, recuerda que “Con el tiroteo y la muerte de Ardoy todo se desorganiza y nuestros compañeros se entregan. Yo soy el último. Bajo de mi posición con dos Fal y dos cuarenta y cinco, y me encuentro con un oficial de los que habíamos reducido. Me dice ‘rendite que ya se terminó y se entregaron todos tus compañeros’. Agarro los fusiles, les saco los cargadores y los arrojo al piso, lo mismo con las pistolas y salgo con los brazos en alto”. En ese momento los medios de comunicación se encontraban en el lugar, quedando detenidos once guerrilleros, de los cuales dos quedaron en manos del ejército y el resto de la policía .
Balance de protagonistas
La operación guerrillera causó gran impacto político, era la primera acción de envergadura realizada por la izquierda contra una institución del Estado desde el retorno de la democracia cuatro meses antes y con Perón en el país. Además fue un ataque directo al ejército que en ese momento comandaba el general Jorge Raúl Carcagno cuya política se orientaba a cambiar el perfil público de la fuerza y entablar contactos con la izquierda peronista. Por coincidencia fortuita y no por planificación, se realizó en simultáneo con su discurso en la CEA donde indicaba que la “subversión comunista” debía dejar de considerarse la hipótesis de conflicto principal. El repudio a la acción del ERP fue unánime desde la izquierda hacia la derecha del espectro político, tal como el mismo PRT lo reconoció.
Los sectores clasistas de la izquierda peronista vinculados al FAS se abstuvieron de condenar públicamente el hecho. Pero, al igual que el ataque a Azul de enero de 1974, lo consideraron excesivo, inconsulto y negativo para la correlación de fuerzas. Luis Mattini afirma que esas operaciones militares (Sanidad y Azul) dificultaban las relaciones con las organizaciones amigas y los intentos unitarios del PRT. Recuerda también que el PC rompió relaciones acusándolos de “provocadores” pero que, a pesar de los ataques y las críticas, el partido seguía creciendo y generaba expectativas en los corrientes más radicales de los sectores movilizados. Esto es verificable, ya que a pesar de las críticas (salvo el PC que se mantuvo inconmovible públicamente frente a la guerrilla en general) el resto de los posibles aliados (inclusive Montoneros durante el isabelismo) buscaron acordar un frente con el partido.
Pero en ese momento (1973) Montoneros se sumó al repudio general, abriendo el debate público. Es importante precisar cuando y como se decidió la operación, para entender como el PRT interpretaba la etapa. Suárez afirma “Salgo en 26 de mayo de Rawson (…) vengo para capital y junto con la tareas de armar a la compañía se me da la tarea de preparar Sanidad. El objetivo quedó planteado y yo tenía que planificarlo”. Ante una repregunta sobre si influyó en algo para decidir el poner en práctica la operación de Sanidad el hecho de Ezeiza y la caída de Cámpora responde enfáticamente “No, no, la operación estaba planteada de antes. Cuando yo salgo en libertad el planteo que se me hace es ‘quedate en Buenos Aires que hay algo que tenés que hacer importante’. Y eso importante era la toma del cuartel de Sanidad”.
Contrariamente, Ponce de León analiza la operación en forma diferente. Creé que se decidió en julio en consonancia con el autogolpe que produjo el reemplazo de Cámpora por Lastiri. Lo mismo piensa Daniel De Santis quién remarca que durante la gestión camporista no hubo operaciones de envergadura. Según De Santis la tregua que el partido le había concedido a Cámpora (de hecho, ya que en teoría la guerra contra el ejército continuaba) fue abandonada luego de la "masacre de Ezeiza", el 20 de junio de 1973.
La expresión pública: una conferencia de prensa brindada una semana después y televisada por los canales 11 y 13, el jefe del PRT-ERP atacaba duramente al gobierno peronista, acusándolo de "prepararse para reprimir al pueblo". En este sentido la operación aparece como una primera expresión en los hechos de la política de respuesta del ERP al cambio de situación. El resultado inmediato fue la ilegalización del ERP el 24 de setiembre ese mismo mes, por haber “desatado contra el gobierno y sus autoridades y diversas instituciones, una campaña de amenazas, difamación y actos concretos de violencia”, según rezaba el decreto de Lastiri en forma difícilmente refutable.
Mattini en consonancia con Suárez afirma que la toma de Sanidad, como también el posterior ataque a la guarnición de Azul en enero, eran políticas independientes de la evolución del gobierno peronista. La idea era que fueran realizados lo antes posible y cuando se implementaron ya se habían retrasado más de lo deseado. Mattini afirma que ese tipo de decisiones se mantenían tabicadas a nivel de conducción y cuadros específicamente implicados por lo que era lógico que el resto de los participantes y mucho más el resto del partido solo se enterara cuando la operación era puesta en marcha en forma definitiva o cuando ya se había realizado. Entonces, que Sanidad fuera tomado en setiembre con el proceso de derechización en marcha no fue una respuesta al mismo, aunque pudiera ser presentado de esa forma, sino parte de la política militar de la organización que estaba más allá de los vaivenes de la coyuntura.
Esto fue así porque el PRT consideraba que el proceso se desbarrancaría hacia de la derecha con o sin Cámpora, y que en ese sentido la mejor forma de enfrentarlo era fortalecer el planteo militar estratégico del partido sin mostrar concesiones. En las directivas dadas a Suárez y en la preparación de Azul hay continuidad con la toma del batallón 141 de comunicaciones de Córdoba en febrero anterior. No hay cambios en el plano militar por la asunción de Cámpora, el éxito del asalto al 141 (recuerda Mattini) lleno de entusiasmo al partido e implicó el lanzamiento de la nueva línea militar. Suárez recuerda que se abocó a esos trabajos y que la operación de Sanidad se puso en marcha sin detenerse por consideraciones políticas ya que se enmarcaba dentro de los lineamientos generales de la “Carta al presidente Cámpora”. “Más allá de que hoy se piense que estaba bien o mal. En ese entonces lo que importaba era cumplir con lo prometido, que no íbamos a abandonar la lucha armada y el combate con el ejército. Y por otro lado plantear que por mas libertades democrático burguesas que se consiguieran en ese momento `para nosotros no era suficiente, porque queríamos tomar el poder.” Mattini recuerda que la única autocrítica que se hicieron fue no haber conseguido todos los objetivos. Es mas, afirma que “La carta al presidente Cámpora” fue una concesión que Santucho hizo a las advertencias y/o sugerencias de personajes como Fidel Castro y Enríquez; y una táctica para evitar que la ruptura del ERP 22 fuera mas grande. Considera que fue un “disparate” porque “en última instancia Cámpora era el comandante de las FFAA”.
Pero el PRT era inconmovible con las FFAA y sustentaba su intransigencia en que “nosotros, siempre pensamos, hasta el ultimo día de la derrota lo mismo, que las FFAA argentinas eran aristocráticas y que eran indivisibles” explica Mattini. Ponce de León afirma autocríticamente que “Nos equivocamos en atacar directamente al ejército. Son un brazo del enemigo no el cuerpo ni la cabeza. Debimos haberla emprendido duro contra los monopolios, los que financian la represión, la derecha. Además subestimamos al ejército argentino, era una fuerza muy formada, (…) En vez de operar sobre las contradicciones ayudamos a unir al enemigo. En vez de sumar fuerzas ayudamos a la estrategia de aislarnos que era lo que formaba parte del pacto entre Perón y Lanusse y nosotros lo sabíamos”.
De Santis se encuentra entre los ex miembro del partido que mas defiende la línea de aquellos momentos y reafirma su corrección insistiendo en que fue una respuesta al autogolpe contra Cámpora y el lanzamiento de la ofensiva paramilitar y una crítica a Montoneros y FAR. Sin embargo las acciones guerrilleras no fueron contra la derecha peronista y los paramilitares sino contra las FFAA, diferencia que no parece menor. Es claro que Ponce y De Santis hacen una valoración política sin haber participado de la discusión del ataque en el máximo nivel partidario.
Desde su lugar de importancia pero excéntrico al centro de decisión, y con la propaganda posterior del partido, Sanidad “parece” una operación que se da durante la derechización y en ese sentido es “mas justificable”.
El debate en las prensas partidarias
En una serie de editoriales de El Combatiente Santucho caracterizaba la nueva situación “La clase obrera y el pueblo argentino ven con indignación que los gestores de este autogolpe reaccionario son los odiados enemigos del pueblo, los comandantes en Jefe con Carcagno a la cabeza, los burócratas sindicales traidores Rucci, Calabró y cia., el siniestro personaje Lopez Rega” . Con la línea del partido de presentar como un enemigo común a una heterogénea lista de personajes (otros artículos incluyen a Gelbard, Broner Krieger Vasena, etc. en la misma bolsa), no debe sorprender que Carcagno aparezca como cabeza militar de la reacción. Sin embargo no sabemos de donde pudo el PRT haber sacado la información de la implicancia del Jefe del Ejército en el giro a la derecha en marcha.
Con esta interpretación el ataque a Sanidad marcó un hecho de bisagra, en lo que hace a las relaciones entre las organizaciones de la izquierda armada o proguerrillera, ya que manifestó públicamente en forma contundente dos lecturas políticas disímiles de la coyuntura. El PRT-ERP valoró como un éxito el ataque: Santucho editorializó en El Combatiente “Pese a la falta de éxito militar la operación fue un importante triunfo político de las fuerzas revolucionarias, porque mostró la vulnerabilidad del ejército contra-revolucionario y la fuerza, el desarrollo de la guerrilla, porque mostró la superioridad moral combativa de los combatientes del pueblo” . El tema de la “vulnerabilidad del enemigo” fue durante décadas un punto clave de la estrategia guerrillera. Estaba pensado como parte de las tareas de propaganda ante las masas: mostrar que las fuerzas del Estado no son tan fuertes como aparentan y así aumentar la decisión, la confianza, de diversos individuos de sumarse a la guerrilla, y abonar la conciencia colectiva de posibilidad de victoria.
También el tema del éxito político a pesar del fracaso militar es otro de los leimotiv de la izquierda revolucionaria. El PRT tuvo once bajas de los cuales cinco eran cuadros de conducción de capital, el ejército sufrió un muerto de nivel y dos heridos. El frío balance es, en este caso, complicado ya que si bien los presos quedaron definitivamente fuera de la militancia el ejército perdió un cuadro importante de su ala derecha y no pudo recuperar el cuartel por la fuerza. Pero, puesto en contexto, vemos que el ERP atacó con operaciones de envergadura a lo largo de esos tres años ocho unidades miliares, tres se pueden considerar exitosos (con una entrada, objetivo militar cumplido y escape rápido), cinco fracasaron . Pero todos, inclusive los desastres de Monte Chingolo y Catamarca, fueron considerados “éxitos políticos”, bajo los mismos argumentos de moral, voluntad combativa y ejemplo hacia las masas.
Creemos que hay un argumento central que sostenían en ese entonces todos los guerrilleros y que se basa en una lectura simplificada de la experiencia cubana. Santucho planteó enfáticamente que Fidel Castro había sufrido su Moncada, que el desembarco del Granma había sido otro desastre, y que a pesar de ellos triunfó, que así eran las condiciones y riesgos de la lucha guerrillera. Mattini afirma críticamente que eran “estrategistas” y fetichizaban el poder. Suárez, desde otro ángulo, señala el clima de ideas que no se debe perder de vista: para ellos el objetivo que los guiaba en las acciones militares era la convicción de la toma del poder y la construcción del socialismo y no conseguir mejoras o reformas parciales. Una asociación muy directa entre lucha armada contra el ejército y toma del poder guiaba el pensamiento perretista, eso es lo que justifica una acción de envergadura llevada adelante mas allá de las coyunturas políticas.
El comunicado del ERP difundido luego de la toma de Sanidad planteó los argumentos básicos de la Guerrilla. “Esta notable acción de nuestro ejército guerrillero provocó reacciones dispares. Aprobación de las masas explotadas que se lamentan únicamente de la no concreción del objetivo y estimaron altamente el coraje y la elevada moral combativa puesta de manifiesto por nuestros compañeros. Violento repudio de la burguesía y sus agentes”, relata luego la cantidad de acciones represivas y asesinatos cometidos las fuerzas militares o de seguridad que no fueron repudiadas con el mismo énfasis. Y consigna que “Los enemigos del pueblo preparan activamente la represión, refuerzan el aparato militar y policial”, lo que venía siendo argumentado, además de teóricamente, con los fundamentos de Lenin, en Che, etc., con notas sobre prácticas antiguerrilleas, represiones diversas, reequipamiento de la policía, etc. La concepción de que la lucha armada y no armada se potencian y desorganizan al enemigo, es otra clave con la que el ERP fundamenta su estrategia de no cejar en las operaciones militares. Con la acción armada se “frenan estos preparativos represivos y obligan al enemigo a ser más prudentes y demagógicos a fingir tendencias antiimperialistas y revolucionarias”. Esto último cierra la explicación del PRT en torno a las posiciones de Cracagno durante la CEA de Caracas días antes que desde Montoneros y otros sectores de izquierda se calificaban de “antiimperialistas”; como también de otras declaraciones del militar y sus colaboradores, que seducían a Montoneros con propuestas de diálogo, reuniones con oficiales y acuerdos sobre planes de trabajo comunes.
En este sentido al ERP concebía su accionar de la siguiente forma: no permitir el relajamiento de la lucha de clases y adelantarse a la situación. Ya que “El actual gobierno parlamentario (Lastiri) prepara activamente bandas armadas (…) el ERP contesta (…) que las armas no se dejarán mientras subsista la explotación, mientras la burguesía tenga a su disposición una policía y un ejército para imponer su orden (...) ratificando que no hay tregua para el ejército opresor y no hay tregua para las empresas explotadoras” . El gobierno se dirigía, según el análisis del PRT en un curso de fasistización indetenible y, como venía sosteniendo desde sus inicios, ese era su destino fatal.
Este camino ubicaría claramente una divisoria de aguas en la que no cabrían ambigüedades obligando a la izquierda peronista a rever sus posiciones de diálogo y a desenmascarar las maniobras de los operadores burgueses que, como Carcagno y otros, solo actuaban en la coyuntura desfavorable para desmovilizar a los sectores combativos. El PRT consideraba que incidía sobre la situación en forma independiente (de Perón, de la burguesía en general). Apareciendo como consecuente ante una mayoría obrera silenciosa que lo veía con simpatía y, si no se expresaba hoy, lo haría pronto, cuando las ilusiones bonapartistas se despejaran. Pensaban los perretistas que así quedarían finalmente como la principal fuerza revolucionaria que nunca claudicó ante el ilusionismo burgués.
Si la idea era, como plantea Suárez, “mojar la oreja” a las FFAA, la muerte de Ardoy estaba fuera de los planes y causó mucho ruido en el ejército. Tomar un cuartel tiene sus riesgos: es políticamente un hecho militar muy importante; y por mas que este pensado para “un toco y me voy” cualquier mínimo error o contratiempo puede transformar la operación en una catástrofe. Por eso el PRT debió justificar especialmente su muerte. “El Tnte. Cnel. Duarte Ardoy de familia oligárquica, fue entrenado en Panamá por los yanquis y ostentaba la condecoración al mérito otorgada por el gobierno imperialista de los EEUU (…) se lanzó enérgicamente al combate contra la guerrilla, cayó allí, bajo el fuego revolucionario y se convirtió de inmediato en héroe”. O sea no era un militar cualquiera. Con esta aclaración, que es reiterada en todos los artículos sobre el tema, el PRT busca ubicar al oficial entre los represores “ajusticiables”, lo mismo hace con el herido, el Teniente Rusch. Sin embargo ambos militares solo eran “potenciales” torturadores.
En la edición de El Descamisado posterior a Sanidad , Montoneros critica duramente la operación. Preguntaban ¿Cuál es el sentido que la población le dará? Esta pregunta muestra la forma muy diferente al PRT en que Montoneros evaluaba el estado de animo de las masas y su predisposición hacia continuar la guerra abierta en ese momento. “La M” asumía como una realidad objetiva que la lealtad de las masas a Perón imposibilitaba una política de enfrentamiento directo tal como impulsaba el PRT. Montoneros optaba por la “aproximación indirecta”. Afirmaban que la operación dejaba en manos de los medios de propaganda enemigos una serie de argumentos que debilitaban la causa popular: “el manejo de la información tendía a producir la sensación de que la “subversión” aún existe, de que el gobierno no controla, de que quizás sea necesario reprimir (…) Algún diario jugó también otro elemento” que el periódico guerrillero señala preocupado: el de percibir que después del ataque del ERP se habían ahondado las diferencias de Montoneros con Perón. Justamente el PRT buscaba, tanto mostrar la existencia de la guerrilla y su desconfianza en el gobierno, como ahondar las diferencias entre la izquierda peronista y Perón. Situación que explícitamente los montoneros querían retrasar como señalan en sus documentos internos. Explican su visión que “en la lucha política no gobiernan los colores blanco y negro”. Está plagada de grises. “De matices (…) de luchas dentro mismo de nuestros enemigos que hay que intentar explotar”. Sugiriendo que el PRT ve demasiado simplificado el panorama político, que una acción de este tipo no ayuda a operar sobre las diferencias en las FFAA, unificando hacia una posición antiguerrillera, siendo que al ejército no lo consideran monolítico, pudiéndose hacer política sobre él.
El PRT operaba, pero sobre otras diferencias: entre “la M” y Perón buscando eliminar estos grises que señala el artículo. Como también eliminando la posibilidad de acuerdos con fracciones de la burguesía, de las FFAA nacionalistas, etc. y consolidar la perspectiva de un frente obrero y popular claramente socialista . Indirectamente también operaba sobre la interna militar, enervando a los sectores más reaccionarios contra los dialoguistas; situación que para el PRT era secundaria ya que las internas en las FFAA (cuando el partido las reconocía) eran consideradas como internas de una fuerza enemiga y Carcagno en jefe militar del enemigo. Además El Descamisado soslayaba que el PRT buscaba con esta acción mantener en tensión la lucha de clases, impidiendo la “pacificación” proclamada por Perón (un retroceso de la lucha en su conjunto, un éxito de la burguesía al haber concedido elecciones, un éxito del GAN) desde la perspectiva de que “la lucha armada y no armada se complementan”.
Opuestamente Montoneros afirmaba que las elecciones eran una conquista y se estaba desarrollando un proceso político cuyo destino estaba en disputa. El Descamisado opinaba que la lucha revolucionaria debía cambiar de escenario “Los días de la dictadura hacían irremediable la práctica cotidiana de la lucha armada (…) hoy el pueblo en su conjunto está movilizado (…) la guerra continúa pero no es igual que en la etapa de Lanusse”. Describían una serie de situaciones que hacen que el escenario estuviera planteado a nivel lucha de masas y que había contradicciones a explotar. Pero destacaban dos situaciones que consideraban progresivas: que “el país se ha ubicado en un bloque correcto: el de la lucha antiimperialista”; y que “se ganó el derecho de expresarnos sin que un aparato represivo intente sofocarnos”. Las posiciones de las delegaciones argentinas en los foros internacionales (entre ellos la CEA) son el sustento de la primera afirmación.
El hecho de que Carcagno había ordenado que cesaran todo tipo de tareas de inteligencia internas por parte del Ejército (orden que solo se cumplió parcialmente, aunque todas las fuentes sugieren que esto se hizo a espaldas de Carcagno); más los cambios iniciales, durante la gestión de Cámpora en la policía, es el sustento de la segunda afirmación. Todas las declaraciones del comandante general señalaban la voluntad de incorporar a las FFAA al proceso político. Montoneros tomaba estas declaraciones como una sincera voluntad política respaldada por hechos; el PRT las consideraba parte de un engaño y en los hechos solo barnices declamativos. El PRT respaldaba su rechazo con una serie de ejemplos, insistía en los aprestos represivos de las FFAA y de SS, señalaba una cantidad de hechos represivos, el viraje derechista de Lastiri y, más aún, rechazaba cualquier confianza en “el represor del Cordobazo”. En algunas de estas afirmaciones el tiempo le daría al PRT la razón, en otras no.
No podemos afirmar la actitud represiva de Carcagno, ya que en la hipótesis de que sus políticas solo fueran un “maquillaje del capitalismo” de tinte “peruanista” como pensaba el PRT, implicaba justamente, debían intentar “seducir a las masas” con concesiones. Siendo así la existencia de contradicciones en las FFAA debían ser reales. Y el PRT las reconocía en algunos de sus ámbitos , pero optaba por presentar en público, hacia las masas; a las FFAA como un bloque unificado con dos caras engañosas, para hacer más simple el análisis de la situación y la identificación del “enemigo”. Siguiendo en análisis de la crítica montonera al PRT vemos que lo acusan de ultra-izquierdismo (estar siempre a “la izquierda” más allá de la situación concreta); también de pretender desde afuera de las masas hacer avanzar a las masas, sin intentar comprender el sentido que las masas dan al proceso. Pero lo que es más importante señalan que se “atacó al Ejército, en momentos que su comandante en jefe fijaba en Venezuela una posición antiimperialista (…) En este ejército se siguen repitiendo los mismos enfrentamientos que se dan en el conjunto de la sociedad (…) objetivamente se están produciendo hechos progresistas que acompañan el proceso popular” y entonces “la política revolucionaria” en relación con las FFAA “debe estar planteada en términos que contribuya a incrementar la actitud actual manifestada oficialmente”.
Montoneros muestra expectativas en los oficiales que encabezaban la fuerza y con el crecimiento de corrientes “nacionales” en la misma. Una lectura de la situación militar y política muy diferente a la del PRT. Para Montoneros el 25 de mayo había cambiado la naturaleza del Estado, antes había una dictadura de los monopolios y ahora un gobierno en el que el pueblo tenía un nivel de incidencia, y las FFAA, aparato del Estado, se encontraban en disputa. Mientras que para el PRT el cambio era superficial, de una dictadura de los monopolios a un gobierno parlamentario de la burguesía cuyo objeto era frenar la lucha popular, y el ejército era el brazo armado de la clase dominante y eso no se había alterado. Para el PRT el Ejercito era “Partido militar” que es la expresión política de la oligarquía, los monopolios y el imperialismo, entonces no es posible ningún tipo de acuerdo ya que ese bloque de clases representa el “enemigo” para cualquier estrategia revolucionaria sea clasista o de liberación nacional.
Esta definición tiene la debilidad de presentar a las FFAA una fuerza política con un programa y representatividad sectorial única. Está combinada con la concepción de que las FFAA son el instrumento clave del Estado (que debe ser destruido), su última trinchera, la que si se logra superar todo en sistema se derrumbará. De esta forma era imposible cualquier lectura positiva sobre la potencialidad de que las actitudes de Carcagno y otros oficiales que pudieran representar una tendencia político ideológica (peruanista) digna de ser considerada posible aliada del proceso revolucionario como Montoneros esperaba. Los perretistas rechazaban, considerándolo como un intento de remozamiento capitalista el proceso desarrollado en Perú, (también el de Egipto y otros similares). Mientras que para Montoneros existía una “camarilla militar”, o sea un conjunto de altos oficiales que había conducido a la fuerza hacia el abismo y, debajo de ella un conjunto de tendencias que expresaban la influencia de los debates de la sociedad al interior del extenso aparato militar argentino, sobre las cuales se podía y debía trabajar.
En el mismo número de El Descamisado se presenta una nota muy destacada sobre la intervención argentina en la CEA donde contrapone las políticas del eje Argentina-Perú contra el Washington-Brasilia, desde una visión geopolítica nacional, y sostiene que la posición del Comandante argentino superó las expectativas previas al plantear un cambio radical de política. Esta nota complementa los argumentos Montoneros respecto de la toma de Sanidad: no solo el proceso político general no daba para una acción militar de esa envergadura, sino que las mismas FFAA mostraban signo de tener posiciones efectivamente antiimperialistas en la figura de su jefe. La crítica montonera iba al núcleo de toda la estrategia e ideología del PRT. Además el PRT y Montoneros sabían que estaban discutiendo ante un público radicalizado que podía sumarse o referenciar a una u otra organización. Perdía reconoce hoy en día que las posiciones del PRT y Militancia los presionaba por izquierda y hacían ruidos en sus bases. Por eso Mario Santucho editorializó en El Combatiente al respecto. Analizaba la situación como de crecimiento de la guerrilla socialista y de fuertes presiones de Perón sobre las FAR y Montoneros para aislar al PRT-ERP.
Era Santucho el que debía responder a Firmenich y Quieto que en declaraciones públicas, reivindicaron la incorporación de las FFAA la “reconstrucción nacional”, la unidad del peronismo y condenaron rotundamente la política militar del PRT. Señalaba como los guerrilleros peronistas parecían allanarse a la unidad con el resto del peronismo burgués, y que cuando ésta maniobra triunfara se lanzaría la represión. Insiste en que se daría una amplia abstención electoral para el proceso que se avecinaba (en el que Perón ganó con el 62% de los votos). Consideraba Santucho que esa abstención representaría el descontento de las masas contra la salida burguesa que representaba el peronismo y la ausencia de una formula de obreros revolucionarios . Suena lógico con estas definiciones que el PRT no creyera inoportuno las decisiones de tomar Sanidad y Azul.
La elección de Perón, para el PRT , era parte de una nueva maniobra de la burguesía que debía poner en juego a su mejor hombre e intentar un acuerdo entre los partidos populares más importantes (UCR y PJ) para frenar la lucha de la vanguardia obrera y de la guerrilla. Estas luchas eran la clave para impedir la estabilización del capitalismo argentino y así evitar su “reconstrucción”. Romper el pacto social y operar militarmente, tal como el PRT impulsó en ese periodo, obligó a la intervención directa de Perón ciertamente y, en esa línea se desnudaría la naturaleza fascista que se esconde detrás de todo régimen bonapartista cuando no puede controlar la situación. En parte fue cierto ya que las AAA se originaron para golpear al peronismo revolucionario y a los cuadros destacados de izquierda. Pero en parte no, ya que frente a ataques a unidades militares a cualquier Estado de cualquier naturaleza solo le cabe responder militarmente.
Al igual que Montoneros, el PRT presenta para respaldar su posición respecto a la toma de Sanidad un análisis del comportamiento del Ejército en la CEA de Caracas. El editorial de Santucho (31) de titula retóricamente “¿Carcagno antiimperialista?”. Carcagno para el PRT es un nuevo Onganía, un nuevo caudillo militar nacionalista que bajo un discurso industrialista burgués busca ordenar el capitalismo argentino respondiendo a la nueva política de los monopolios a nivel mundial al igual que los peruanos de Velasco Alvarado. Como corolario de estos presupuestos el PRT llama a los revolucionarios peronistas a definir sus posiciones y construir un ejército revolucionario que enfrente sin tregua al ejército burgués. Es interesante ver que tanto el PRT como Montoneros utilizan el mismo esquema pero al revés: para “la M” el ataque es ajeno a las masas y genera la sensación de que nada cambio respecto de la violencia guerrillera con la apertura democrática. Para el PRT la toma es una señal a las masas combativas de que la lucha continúa y fue vista con simpatía. En el mismo sentido evalúan a la CEA como una verificación de sus hipótesis: tendencias antiimperialistas muy marcadas para “la M”, maniobra gatopardista para el PRT.
La polémica en torno a Carcagno y el asalto al Comando de Sanidad continúa en las páginas de El Combatiente a través de la respuesta que el periódico publica del 28 de setiembre, a las críticas montoneras. El artículo reproduce los principales argumentos montoneros y luego responde: “En primer lugar ¿Qué diferencia hay entre Lastiri y Lanusse? ¿Acaso los propios compañeros de El Descamisado no han señalado claramente quien es el señor Lastiri, cual es la esencia del gobierno surgido del autogolpe contrarrevolucionario del 13 de julio?”. Pregunta luego “de dónde sacan los compañeros que no existe un aparato represivo dispuesto a sofocarnos” y relata una serie de represiones, asesinatos y torturas efectuadas en esas semanas. Como estamos viendo el PRT pone énfasis en que Lastiri representa un giro a la derecha, en el momento de poner en discusión la toma de Sanidad, a la luz de los testimonios esto era solo una maniobra discursiva que facilitaba la justificación.
El PRT les recordaba acertadamente a los montoneros que en Gaspar Campos (donde residía Perón hasta que asumió como presidente) se estaban preparando bandas fascistas, y que ya se las veía en acción. Existen variadas testimonios en torno a estas reuniones de máximo nivel. Una de ellas el día de su cumpleaños en la misma residencia de Gaspar Campos poco después de la muerte de Rucci y en paralelo con la definiciones macartistas del Consejo Superior del Partido Justicialista que llamaban a eliminar a los infiltrados y sus amigos del partido y del Estado.
También es cierto que los militares estaban al tanto de estas formaciones y, al menos Carcagno las veía como algo muy malo y es probable que los liberales también, aunque algunos colaboraran con ellas. Entre otros motivos el ascenso del lopezrreguismo llevó el desplazamiento de Anaya por Numa Laplane (cercano a López Rega) justamente por la poca colaboración de Anaya (un anticomunista es bueno reafirmarlo) con los paramilitares y las protestas entre algunos oficiales por la operatividad de estos grupos extraestatales.
Entonces, la naciente presencia del paramilitarismo y las represiones, ya hacia la segunda mitad de 1973, hace que para el PRT sea sorprende la afirmación de El Descamisado sobre haberse ganado la libertad de movilizarse sin ser reprimidos. Es cierto que para la izquierda peronista que, desde Ezeiza, esa libertad se estaba perdiendo poco a poco.
Aunque muy probablemente Montoneros se refería a que el Ejército y la policía ya no reprimían impunemente; o que aún, la represión no era política y estrategia oficial de Estado. En realidad “la M” se refería a defender las libertades que se habían conquistado en 11 de marzo y que, según su criterio, se perderían si no se las reconocía y defendía. El Partido marxista subraya sin embargo, que no se refiere solo ni principalmente a las bandas de ultraderecha y a la presión del ejecutivo y los sindicatos, sino a que las “fuerzas armadas contra-revolucionarias” siguen preparándose activamente para la represión. “El improvisado antiimperialismo de Carcagno no es más que la cubierta para dotarlas de una imagen simpática y facilitar su tarea represiva, Tarea a la que contribuyen inconscientemente los compañeros de El Descamisado (…) En Chile el general Pinochet también fue un gran antiimperialista y ‘legalista’”. La apelación al paralelo entre Carcagno y Pinochet no es feliz, ya que en todo caso el golpe en Chile tuvo la premisa en el interior de las FFAA chilenas del desplazamiento del general Prats y el ascenso de Pinochet. Desde el presente parece más claro el error de la comparación. El artículo continúa con un llamado a la reflexión para las FAR y Montoneros “y a estrechar la filas de los revolucionarios”.
El PRT machacaba sobre la situación de crisis y buscaba impedir la estabilidad. ¿Qué significaba todo esto respecto de las FFAA? “los compañeros depositan peligrosas y falsas esperanzas en un supuesto sector peruanista y antiimperialista de las FFAA”. La extensa nota analiza y critica casi todos los artículos de El Descamisado y apunta sus mayores críticas contra la acción social conjunta entre la JP y el Ejército, el Operativo Dorrego en marcha en esos momentos. Para el PRT los revolucionarios desviados de Montoneros, desarrollaban estas políticas equivocadas porque: “después de la muerte de Perón el tema con que se especula fuerte en el peronismo (…) los generales ‘peruanos’ podrían dar un golpe para concretar la liberación nacional (…) buscarían entonces aliados entre las fuerzas populares. Estos serían naturalmente, entonces, aquellos con lo que se estableció amistad en el Operativo Dorrego. ¡A tan pobre especulación quedan reducidos los sueños de liberación sin sangre y apoyando a un ala progresista de la burguesía con o sin uniforme¡”.
Montoneros no pensaba que podía haber “liberación sin sangre”, pero a diferencia del PRT, creían que en las condiciones políticas y económicas vigente, tendrían la posibilidad de actuar para que un sector de las FFAA “estuvieran del lado del pueblo”. Perdía recuerda que en la reunión que sostuvieron con el Estado mayor le preguntaron a Carcagno “de qué lado iba a estar en el despelote que se venía” y el general le respondió que con la juventud y Montoneros (32). Firmenich señalaba que necesitaban “una o dos divisiones” junto a ellos para dar la pelea con posibilidades (33). Por lo tanto atacar un cuartel en la vía de construir un ejército guerrillero era una tarea diametralmente opuesta a sus intereses y chochaba de lleno con sus políticas en el plano militar.
El PRT por el contrario consideraba que “En El Estado y la revolución Lenin demostró de manera científica, el carácter de clase y función que cumplen las FFAA” definición tajante que amenaza con excluir del campo revolucionario a que la impugne o que transforma en un “revisionista” al que presente correcciones. “Solo su destrucción y reemplazo por FFAA populares permitirá al proletariado y al conjunto del pueblo conquistar el poder”. Esta definición respaldada en Lenin y encabeza un artículo teórico de El Combatiente (34) donde se dan los fundamentos teóricos al tema militar en este periodo de debate con la izquierda peronista.
Conclusiones
En la acción del ERP sobre el Comando de Sanidad del ejército se condensan las diferencias entre las línea de dos corrientes políticas revolucionarias: el Marxismo Leninismo Guevarista y en Nacionalismo Revolucionario. Cuya síntesis se puede resumir en la intransigencia ante todas las fracciones de la burguesía y ante las FFAA por parte de los perretistas. Actúan y debaten para poner en claro la “unidad” de todas esas fracciones en el campo enemigo. Frente a Montoneros que, en esos meses, se mueve buscado alianzas y señalando con insistencia las diferencias entre Gelbard y los grades monopolios y terratenientes; lo mismo que las diferencias entre Carcagno y “los militares nacionalistas” frente a los liberales y “gorilas”.
El debate entre el PRT y Montoneros en torno a las tareas militares de la etapa se endureció notablemente después de Sanidad y continuó en acidas disputas con el ataque al regimiento de Azul por el ERP el 19 de enero. Aunque ya en las FFAA había comenzado la depuración de “peruanistas” y con la asunción del general Anaya en diciembre de 1973 la DSN campeaba sin obstáculos notorios dentro de la fuerza. Así la política de dialogo con Montoneros quedo reducida a contactos secretos con oficiales amigos. La ruptura con Perón se produjo tal como impulsaba el PRT: el Líder apareció de uniforme ante las cámaras llamando a perseguir a los guerrilleros y colisionó duro con los diputados de la JP obligándolos a abandonar sus bancas. Ambas organizaciones se acercaron en tareas comunes después del copamiento del Estado por la derecha con Isabel y López Rega.
[1] Suárez, Rubén (2013) entrevista del autor. Las
siguientes citas de Suárez corresponden a la misma entrevista
[2] Ponce de León afirma esta presencia de la dirección en
el exterior. Suárez la niega y afirma que actuaron sin contactos con la
comandancia del ERP desde que se lanzó el operativo. Creemos que hay una
tendencia a acotar lo más posible el marco de la toma y hacerla lo más “blanda”
y con menos vínculos como necesidad de elaborar una defensa judicial ante el
Estado y ante el sentido común dominante.
[3] Causa nº 11259 tramitada en el Juzgado federal Nº 2
secretaría 5, con fecha 12 de febrero de
1979. Contiene las declaraciones testimoniales de los militares y policías
intervinientes en el hecho así como las de los guerrilleros, Declaración testimonial
del Oficial inspector Felix Alejandro Alais. Fojas 175
[4] Ponce de León entrevista del autor. Las citas
siguientes de Ponce corresponden a la misma entrevista.
[5] Shaw, causa op cit, fojas 175.
[6] Lince recuerda en la misma causa que los
guerrilleros le indicaron que debía acordar con Shaw su repliegue para
cumplimentar la entrega de los heridos cosa que se realizó sin incidentes (causa op. cit).
[7]Juan Bautista Sasiaiñ, coronel en
ese entonces, después ascendido a general de Brigada. Perteneciente al ala
dura, duro anti guerrillero. Juan Duarte Ardoy, otro duro, condecorado en la Escuela de las Américas.
[8] Invernizzi, Hernán (2006) Lucha Armada en la Argentina N5, pag 54
[9] En este punto parece surge una contradicción en el
relato de los ex guerrilleros. Suárez se esfuerza en señalar que el mantuvo al
conjunto de los militantes bajo sus órdenes en todo momento y Ponce señala que
había lugares donde no se mantenían vinculados a simple vista.
[10] Causa, op. cit Fojas 13
[12] Pozzi, Pablo (2006), http://coaguloprosaico.blogspot.com.ar/2006/08/el-ataque-al-comando-de-sanidad.html
[13] Causa, op. cit. Fojas 15.
[14] Plis Sterenberg, Gustavo (2003) Monte Chingolo: la
mayor batalla de la guerrilla Argentina. Bs. As. Planeta
[15] Causa, op cit, Fojas 26.
[16]De los trece
guerrilleros, el herido y un acompañante se habían retirado hacia la posta
sanitaria que el ERP tenía en la zona y conservaron su libertad. Los detenidos
por el ejército Invernizzi y Elizalde fueron torturados en los momentos
posteriores al ataque para obtener información pero rápidamente pasaron a una
situación ordinaria La unidad del ERP estaba integrada por Rubén Suárez, Ramón
Alberto Gómez, Gabriel Debenedetti, Martín Marcó, Carlos Tomás Ponce de León,
Miguel Ángel López, Alejandro Ferreyra, Hernán Invernizzi, Alberto Elizalde,
Oscar Mattews, Rodolfo Rodríguez, Ricardo Anguita y Arturo Vivanco.
[17] Jaime, Armando (2006 y 2012) entrevistas del autor.
[18] De Santis, Daniel (2012) entrevista del autor.
[19] Mattini, Luis (2013) entrevista del autor
[20] De Santis,
Daniel (2010) Historia del PRT-ERP por sus protagonistas Bs. As. Ed A formar
Filas. Pag 358.
[21] El Combatiente N 83 al 94 de julio a setiembre de
1973.
[22] DE Santis, Daniel (2000) A Vencer o
Morir. Documentos del PRT-ERP . Vol. 2. Bs As: EUDEBA.
[23] El Combatiente N 90 14/09/1973
[24] El
Batallón 141 de Córdoba. Exitoso; Comando de sanidad en Capital, fracaso,
Regimiento y guarnición de Azul. Fracaso parcial; Villa María. Córdoba. 10 de
agosto de 1974. Fracaso parcial; Catamarca, fracaso. San Lorenzo al norte de
Rosario exitoso; V Brigada en Famaillá fracaso; Monte Chingolo fracaso.
[25] El combatiente N90.
[26] El Descamisado N 17 11/09/1973
[27] De Santis, A vencer… op cit.
[28] Meses antes sus análisis de situación política daban
cuenta de la existencia de una corriente “peruanista” diferenciada de los
liberales y la derecha
[29] El Combatiente N 92 28/09/73
[30] El PRT impulsó la fórmula presidencial Agustín
Tosco-Armando Jaime que naufragó ante la negativa de Tosco a enfrentar a Perón.
[31] De Santis op. cit pag. 75.
[32] El Combatiente N 89 7/09/73.
[33] Perdía, Roberto, (2012) entrevista del autor.
[34] Baschetti,
Roberto (1996)
Documentos 1973 – 1976. Vol. I. De Cámpora a la ruptura La Plata. Editorial de la Campana,
[35] El combatiente N 83 27/07/73
Bibliografía
Baschetti, R (1996) Documentos 1973 – 1976. Vol. I. De Cámpora a la ruptura La Plata. De la Campana
De Santis, D. (2000) A Vencer o Morir. Documentos del PRT-ERP Vol. 2. Buenos Aires: EUDEBA
De Santis, D (2010) Historia del PRT-ERP por sus protagonistas Bs. As. A formar Filas.
Mattini, Luis (1996): Hombres y mujeres del PRT-ERP. De Tucumán a la. Tablada, Buenos Aires, De la Campana.
Perdía, R (2013) Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona. Bs. As. Planeta ,
Plis Sterenberg, G. (2003) Monte Chingolo: la mayor batalla de la guerrilla Argentina. Bs. As. Planeta
Revista Lucha Armada en Argentina N 5 (2006)
Fuentes escritas
El Combatiente N 83, 90, 92, 93, 94
El Descamisado N 16, 17, 18, 19, 20
Militancia N 12,14, 15, 17, 18, 19
Estrategia N 13
Entrevistas del autor
De Santis, Daniel (2008-2013)
Flaskampf, Carlos (2006)
Jaime, Armando (2006-2012)
Jauretche, Ernesto (2014)
Mattini, Luis (2013)
Perdía, Roberto (2006-2011-2013)
Ponce de León, Carlos (2013) Suárez, Rubén (2013)
Muy buen informe de los hechos desgraciados de la toma del Comando, la lectura total del mismo arroja un entendimiento de como la izquierda intento apoderarse del pais con estos actos demenciales ,sembrando el terror a sus habitantes.
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