Articulo escrito para “La letra ñ”
Mentiras del sentido común en torno a la inmigración
Tratar este tema requiere cierta audacia ya que las posiciones
están cruzadas por principios y fanatismos.
El sentido común imperante asocia lo problemas relacionados con el
flujo migratorio, con la cuestión de las fronteras y con la delincuencia. No
hay nada que establezca una vinculación a priori entre estas tres cuestiones.
Salvo que un Estado debe tener una política migratoria, una apolítica de
fronteras y una política de seguridad. Debemos salir de la dialéctica circular
que se establece entre ellas, en todo caso se debe verificar con “datos duros”
si existe una vinculación.
Es necesario adelantar dos cuestiones: Una, que el tema de la
inmigración debe ser tratado como una cuestión de Estado especialmente si
hablamos de cantidades numerosas de personas. Dos, que el movimiento migratorio
masivo no es una cosa alegre para el que lo emprende, en general deviene de
problemas más o menos graves en las sociedades de origen.
Algunas mentiras del sentido común general. Inmigración masiva
extranjera en Argentina sólo se puede considerar a la que se dio entre 1880 y
el peronismo de 1946/55 incluido, con un intervalo entreguerras. En un país que
tenía poco mas de 1,8 millones de habitantes en 1870, comenzó un flujo de
inmigrantes que dio un resultado neto de poco menos de 4 millones, y una
cantidad similar que regresó a sus países de origen. En general esta
inmigración no fue “espontánea”, fue una política de Estado, primero de la
oligarquía y al final del periodo del peronismo, destinada a conseguir mano de
obra para un país que carecía de ella. Fue pensada especialmente europea para
que trajera consigo los signos del capitalismo en avance. Durante el peronismo
fue mucho mas pensada como mano de obra especializada. Con diferencias, pero
paralelos notorios, coincide con flujos similares a los EEUU, Australia,
Canadá, Brasil, etc. Países poco poblados o con políticas inmigratorias
conscientes. La población extranjera se mantuvo superior al 10% del total hasta
1960 y llego al 30% en 1914. La escuela y el servicio militar fueron
desarrollados entre otras cosas para nacionalizar a esos inmigrantes
Segunda mentira. La inmigración de los países vecinos no es
reciente, sino que aún en las fuentes coloniales se ve que el origen de los
trabajadores en la zona rioplatense (sin población suficiente) eran de zonas
del resto del virreinato, Alto Perú y Paraguay, aparecen en las estadísticas, e
inclusive Chile, zonas históricas expulsoras de población. Esto es una
situación lógica, especialmente desde la fundación del virreinato, cuando la
muy poco poblada zona del plata comenzó su proceso de crecimiento (casi de
poblamiento podemos decir), sin una población aborigen local sedentaria, las
regiones vecinas se transformaron es proveedoras de mano de obra. Desde que hay
censos el porcentaje de extranjeros de países vecinos se mantuvo sin
alteraciones notorias entre el 2 y el 3%, tanto en el siglo XIX como en el XX,
acompañando el crecimiento poblacional. Es así hasta el censo del 2001
inclusive. Esto nos permite concluir que a los largo de todos los gobiernos, de
diferentes signos políticos, la inmigración latinoamericana fue estable o mas
bien se mantuvo en un porcentaje que puede considerarse normal para países
vecinos de nuestras características con vinculaciones poblacionales de muy
larga data. Un flujo de población que no puede ser considerado “ola migratoria”
Aquí si debemos hacer una serie de precisiones estadísticas. En el
censo del 2001 la afluencia de limítrofes se mantiene igual a los siglos
anteriores, pero se produce la aparición estadística de los peruanos, una
inmigración notoria y asentada en Buenos Aires; esto eleva la estadística
colocándola cerca del 3% de extranjeros vecinos (la eleva levemente, pero no la
saca de los guarismo históricos). Los censos muestran una cantidad de
extranjeros llegados del resto del mundo en torno al 2% donde se siguen
destacando italianos y españoles.
Otra precisión, y es en ésta donde se asienta la discusión actual,
es que el porcentaje de extranjeros vecinos se elevó al 4,5% en el censo 2010,
y según algunas visiones mantiene esa tendencia al aumento. O sea registro un
aumento del 50%. El aumento estadístico se registra en paraguayos que llegan al
30% de la población extranjera, mostrando un aumento permanente de los
guarismos desde la década de 1960. También peruanos, menos en bolivianos
(aunque se aproximan al 20% del total), mientras que los chilenos y uruguayos
permanecen estables a lo largo de la historia (inclusive a la baja). Quizás
también son menos visibles, y los chilenos especialmente mas distribuidos en el
país.
Qué queremos señalar. Dos cosas, una, que una proporción de
peruanos, bolivianos y paraguayos se mantienen en barrios propios, “menos
integrados”. Dos, que son mas “visibles” y tiene más diferencias culturales.
Tres, que en las últimas décadas hay una tendencia a que se concentren en
Buenos Aires, producto de la anarquía en que el neoliberalismo estructuro a la
economía argentina y de que las cada vez más débiles economías del interior no
están en condiciones de recibir a nadie ni siquiera en villas miseria. Todo
esto, lo que hace que la sensación de presencia en el centro político del país
se amplifique. Hoy hay 1,8 millones de extranjeros en el país, más de 1 millón
en CABA y GBA.
Debemos aclarar que los números de los censos son menores que la
“sensación” que se transmite, y aún que las cifras teóricas que dan las
embajadas. Esto puede deberse a que la presencia de trabajadores extranjeros no
implica su radicación definitiva ni siquiera por un prolongado periodo de
tiempo. También, que una proporción importante vive en barrios marginados donde
se “escapan” a los números exactos de censos de las más diversas cuestiones.
El crecimiento de la inmigración es real en las últimas décadas.
El leve aumento con el menemismo de la inmigración tradicional se realzó con la
llegada de unos 90 mil peruanos (que se hicieron 150 mil hasta el 2010), y con
la concentración en las grandes ciudades, especialmente Buenos Aires. Y durante
el kirchnersimo la proporción aumentó un 50%. Aunque la calificación de
“oleada” parece un poco exagerada ya que los porcentajes no se equiparan a las
“oleadas” históricas de europeos, ni siquiera en números absolutos: hablamos de
uno 300 mil nuevos inmigrantes (censados) no es una cifra que llame mucho la
atención (por ejemplo hubo 200 mil nuevos inmigrantes de países vecinos de 1970 a 1980).
¿Por qué se produjo este aumento destacado los últimos 10 años? Es
la pregunta.
Los inmigrantes vienen de países mucho más pobres y con menos
derechos, en busca de mayor bienestar. Comparando con occidente europeo no
podemos adjudicar a catástrofes como las invasiones y destrucción que azota a
los países musulmanes, es más parecido a la inmigración del este de Europa. Los
países ex comunistas expulsan población a sus limítrofes occidentales. Los
países americanos expulsan población, también a Europa, a los EEUU y a la
cercana Argentina, con mejor sistema salud, educación y apariencia de posibilidades.
Sin embargo, a diferencia de épocas pasadas, esta inmigración (que
es numerosa pero no llega a ser masiva, insistimos) pareciera no estar pensada
dentro de ninguna política de estado y esa es una diferencia sustancial.
Debería ser responsabilidad de los estados pensar la inmigración dentro de una
idea de país y no dejar a la anarquía del mercado su regulación.
El neoliberalismo y el fin de los estados de bienestar, la
desarticulación del estado peronista, implica la eliminación de todas las
regulaciones, o más bien la regulación por los grandes capitales. En ese
sentido, la inmigración no es pensada por el estado sino por el mercado, es
parte de una idea de traer mano de obra cuando se necesita, mantenerla en bajas
condiciones laborales, poder deshacerse de ella cuando no sirva. Va de la mano
con la segmentación del trabajo, con sectores con beneficios y sectores
precarios y sin derechos, sirve como aplanadora de salario etc. El
kirchenrismo, en realidad, le dio forma progresista a una política iniciada por
Menem pero no cambio la estructura del mercado laboral: la desregulación y
segmentación (aunque no avanzó) se mantuvo. Se armaron redes de contención, de
distribución de beneficios del crecimiento, etc. pero el trabajo fijo, estable,
homogéneo, sindicalizado, con amplios derechos no volvió a toda la población
que solo puede vender su fuera de trabajo.
Por qué decimos esto. Durante el menemismo la política de
fronteras abiertas ya existía, la llegada de los peruanos comenzó allí, pero
era un período de destrucción de puestos de trabajo. Los peruanos llegaban de
un país en guerra civil, destruido y en crisis. Argentina, en crisis, era al
menos una posibilidad. Con la expansión económica del kirchnerismo hubo una
reactivación importante del trabajo, desde las changas al trabajo precario y el
formal con derechos. Un estudio económico de los barrios pobres puede dar
testimonio de que hubo actividad económica, no dejaban de ser pobres, crecían
como barrios pobres (o villas, lo cual es tristemente evidente a simple vista)
pero había un derrame por goteo de los que conseguían un trabajo mejor o
mejores changas. El crecimiento en los años del kirchnerismo permitió
incorporar a una cantidad importante de gente al trabajo, en general informal,
como primer lugar de ingreso al mercado laboral para un inmigrante, en una
economía en actividad creciente y que planteaba el paradigma del “consumo de
los sectores populares”.
Pero es llamativo que la desocupación y la existencia de planes
sociales, si bien disminuyó notoriamente, siguió siendo alta, el 20% de los
hogares recibe algún plan social. El trabajo flexibilizado y segmentado se
mantuvo como característica de la nueva estructura ocupacional argentina, poco
mas del 40% de los asalariados trabajan en condiciones con plenos derechos y el
32% tiene empleo precario en el 2015 (ya con la economía en problemas) el 15%
hacen actividades muy poco remuneradas y el 9% desocupados. De esta forrma, las
mayores posibilidades de consumo de una economía con dinero en expansión (pero
como vemos con desempleo más que friccional) abrieron las puertas a sectores
economía informal, venta ambulante, etc., como otra salida.
Es claro que las villas miseria crecieron en volumen y habitantes,
pero también creció la actividad económica y mejoras (que no llegaron a
permitir que se notara una contracción del mundo de barrios pobres). Habría que
ver en detalle la proporción poblacional de inmigrantes en los barrios pobres,
pero pareciera haber aumentado. O sea, a una cantidad importante de inmigrantes
se le ofrece como primer lugar la villa. Esto no debería asustarnos, ya que si
bien es una exageración que todos los inmigrantes europeos empezaron en
conventillos su vida en argentina, sí lo hizo una cantidad importante. Sin
embargo es cierto que la amplia mayoría salió de ellos y progresó aunque sea
como obrero, con una casa en un barrio “normal”. No parece ser el destino de la
inmigración actual. Esto es porque se carece de un proyecto de país, o mejor
dicho, se nos ha impuesto uno en el que las villas están para quedarse.
El senador Pichetto, delincuencia
e inmigración
Ahora vamos a lo que dijo el senador Pichetto, pero en general se
piensa: ¿Son proporcionalmente más delincuentes los inmigrantes?
El porcentaje de extranjeros en las cárceles es del 5,7%, un poco
superior al 4,5% de población radicada censada. Pero habría que ver la no
censada y además que los extranjeros presos no son necesariamente radicados
sino extranjeros lisa y llanamente capturados delinquiendo aquí. Más de la mitad
están presos por drogas en cárceles federales, siendo que en las provinciales
el porcentaje de extranjeros detenidos por delitos comunes es menor a lo
que representan poblacionalmente. Vemos que en el SPF donde están los presos
por tráfico de drogas los extranjeros son el 21% rondando el 40% de los
extranjeros presos. Es notorio el salto que se produjo entre el 2004 y 2007 (se
elevo del 14 al 22%), pero es importante señalar que siempre la mayoría de los
extranjeros presos lo fueron por tráfico de drogas. También es interesante que
se destacar en porcentajes los peruanos y colombianos en guarismo que nada
tienen que ver con su representación en el total de inmigrantes. Aunque, para
no asustar a un lector, hablamos de cifras en las que el total de presos extranjeros
en el SPF son 2100 personas.
Sin embargo vemos que la idea de que el delito común protagonizado
por extranjeros es una falacia. Todos los demás delitos en su conjunto muestran
solo 1000 extranjeros presos sobre 50 mil presos aproximadamente un 2% del
total. Parece notorio que la abrumadora mayoría de extranjeros (porcentualmente
mas aún que argentinos) no les pasa por la cabeza delinquir. Están dentro de la
norma, y teniendo en cuenta que son más bien pobres, que en las villas
representan un porcentaje mayor que en el conjunto de la población y es allí
donde se buscan con más ahínco los delincuentes, pareciera que no son
precisamente los extranjeros los más afectos al delito. Claro, eso no significa
que el estado no deba vigilar las fronteras con mayor calidad, averiguar quién
entra y quién sale y controlar tanto para argentinos o extranjeros, impidiendo
que gente “de prontuario” venga a seguir su profesión aquí. Pero eso debería
ser obvio, es tener una política de fronteras, lo cual es necesario ya que no
vivimos en un mundo socialista. Lo que sí está claro es que la delincuencia no
asienta su crecimiento en la inmigración.
Sin embargo si debemos tomar nota de que hay una presencia de
extranjeros muy notoria en el narcotráfico. Pero las bandas narcos son
“transnacionales” no “inmigrantes”. El 55% de los detenidos no reside en
argentina al momento de su detención, y el 70% no cuenta no contó con permiso
de residencia o sea que no se preocupo ni le interesó el tema ya que es
sencillo obtenerlo. Y los que es mas sugestivo el 69% quiere ser expulsado del
país y un 6% esta en dudas. Creemos que esto muestra claramente que el narcotráfico
es un problema local y regional, nadie niega que si una banda de narcos
controla una fracción de un barrio debe ser combatida, sean argentinos o
extranjeros. Pero el tema narco es un problema que está por arriba de ese
nivel. Se relaciona con las frontera sí, pero no con la inmigración. Las bandas
y estructuras del narcotráfico se construyen y operan mas allá de los problemas
migratorios, en todo caso los pobres y entre ellos los inmigrantes que viven en
barrios pobres son sus víctimas.
La expulsión de delincuentes es un tema al que se le da
demasiada publicidad, hasta puede ser beneficiosa o deseada por el afectado, no
parece nada terrible y desde nuestra hipótesis sólo es un golpe de efecto
publicitario, que desvía la discusión Sin embargo, en una ley de expulsión
automática se corre riesgo al delimitar ¿qué sería calificado como delito?: un
grupo de albañiles bolivianos que en el marco de un conflicto cometen “un
delito” ¿podrían ser expulsados? Eso seria agregar otro escollo al problema de
la inmigración, que es la segmentación social, la creación de un estrato de
trabajadores con menos derechos, ahora amenazados con la expulsión inmediata.
Argentina es un país que necesita población, debe crecer
industrialmente, debería reclamar mano de obra extranjera en cantidad y calidad
en su rápido proceso de desarrollo. El Estado debería planificar o al menso
tener políticas relacionadas con un proyecto de país. Sin embargo no lo hace.
No necesita inmigración en Buenos Aires, ni en las villas. Pero eso no es culpa
de los inmigrantes atraídos por las condiciones generadas por el mercado, en
las que el Estado sólo interviene como regulador secundario. Si es progresista,
con una “onda latinoamericana”; si es liberal, reaccionario con racismo.
Nuestro país necesita un proyecto nacional dentro del cual la
inmigración sea pensada, y en el que la amplia mayoría de argentinos puedan
realizarse y progresar. En el que las villas desaparezcan, el país se pueble
armónicamente y el progreso social sea un horizonte real para todos. En el cual
el trabajo precario esté fuera de la ley y no sea la variable que el empleador
usa para ajustar la economía de su empresa. Un país en el que vender baratijas
en las calles sea solo para hippies y no una parte de la economía nacional.
Argentina necesita inmigrantes que quieran hacerse argentinos,
asumir nuestra historia, aportar las suyas, y hacer crecer nuestra patria para
las generaciones futuras. Es necesario crear industrias, trabajos plenos de
derechos, nuevos barrios y ciudades modernas y lindas. Sin embargo, seguimos
expulsando gente. Mientras que los censos muestran un millón novecientos mil inmigrantes,
más de 700 mil argentinos formados abandonaron el país. Los senadores deberían
preocuparse por darle futuro a la gente capacitada que quiere vivir bien,
trabajar y progresar; deberían preocuparse por los cientos de miles de millones
de dólares que argentinos y extranjeros sacan del país gracias a leyes y
políticas que sirven a los extranjeros, a los verdaderos extranjeros que son
nuestro problema, y no desviar la atención a un tema secundario, creado chivos
expiatorios para zafar de sus responsabilidades.
Guillermo Caviasca
Buenos Aires, 8 de noviembre de 2016
muy interesante
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