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jueves, 1 de diciembre de 2016

Verdades, ocultamientos y mentiras acerca de la inmigración

Articulo escrito para “La letra ñ”


Mentiras del sentido común en torno a la inmigración

Tratar este tema requiere cierta audacia ya que las posiciones están cruzadas por principios y fanatismos.

El sentido común imperante asocia lo problemas relacionados con el flujo migratorio, con la cuestión de las fronteras y con la delincuencia. No hay nada que establezca una vinculación a priori entre estas tres cuestiones. Salvo que un Estado debe tener una política migratoria, una apolítica de fronteras y una política de seguridad. Debemos salir de la dialéctica circular que se establece entre ellas, en todo caso se debe verificar con “datos duros” si existe una vinculación.

Es necesario adelantar dos cuestiones: Una, que el tema de la inmigración debe ser tratado como una cuestión de Estado especialmente si hablamos de cantidades numerosas de personas. Dos, que el movimiento migratorio masivo no es una cosa alegre para el que lo emprende, en general deviene de problemas más o menos graves en las sociedades de origen.


Algunas mentiras del sentido común general. Inmigración masiva extranjera en Argentina sólo se puede considerar a la que se dio entre 1880 y el peronismo de 1946/55 incluido, con un intervalo entreguerras. En un país que tenía poco mas de 1,8 millones de habitantes en 1870, comenzó un flujo de inmigrantes que dio un resultado neto de poco menos de 4 millones, y una cantidad similar que regresó a sus países de origen. En general esta inmigración no fue “espontánea”, fue una política de Estado, primero de la oligarquía y al final del periodo del peronismo, destinada a conseguir mano de obra para un país que carecía de ella. Fue pensada especialmente europea para que trajera consigo los signos del capitalismo en avance. Durante el peronismo fue mucho mas pensada como mano de obra especializada. Con diferencias, pero paralelos notorios, coincide con flujos similares a los EEUU, Australia, Canadá, Brasil, etc. Países poco poblados o con políticas inmigratorias conscientes. La población extranjera se mantuvo superior al 10% del total hasta 1960 y llego al 30% en 1914. La escuela y el servicio militar fueron desarrollados entre otras cosas para nacionalizar a esos inmigrantes

Segunda mentira. La inmigración de los países vecinos no es reciente, sino que aún en las fuentes coloniales se ve que el origen de los trabajadores en la zona rioplatense (sin población suficiente) eran de zonas del resto del virreinato, Alto Perú y Paraguay, aparecen en las estadísticas, e inclusive Chile, zonas históricas expulsoras de población. Esto es una situación lógica, especialmente desde la fundación del virreinato, cuando la muy poco poblada zona del plata comenzó su proceso de crecimiento (casi de poblamiento podemos decir), sin una población aborigen local sedentaria, las regiones vecinas se transformaron es proveedoras de mano de obra. Desde que hay censos el porcentaje de extranjeros de países vecinos se mantuvo sin alteraciones notorias entre el 2 y el 3%, tanto en el siglo XIX como en el XX, acompañando el crecimiento poblacional. Es así hasta el censo del 2001 inclusive. Esto nos permite concluir que a los largo de todos los gobiernos, de diferentes signos políticos, la inmigración latinoamericana fue estable o mas bien se mantuvo en un porcentaje que puede considerarse normal para países vecinos de nuestras características con vinculaciones poblacionales de muy larga data. Un flujo de población que no puede ser considerado “ola migratoria”

Aquí si debemos hacer una serie de precisiones estadísticas. En el censo del 2001 la afluencia de limítrofes se mantiene igual a los siglos anteriores, pero se produce la aparición estadística de los peruanos, una inmigración notoria y asentada en Buenos Aires; esto eleva la estadística colocándola cerca del 3% de extranjeros vecinos (la eleva levemente, pero no la saca de los guarismo históricos). Los censos muestran una cantidad de extranjeros llegados del resto del mundo en torno al 2% donde se siguen destacando italianos y españoles.

Otra precisión, y es en ésta donde se asienta la discusión actual, es que el porcentaje de extranjeros vecinos se elevó al 4,5% en el censo 2010, y según algunas visiones mantiene esa tendencia al aumento. O sea registro un aumento del 50%. El aumento estadístico se registra en paraguayos que llegan al 30% de la población extranjera, mostrando un aumento permanente de los guarismos desde la década de 1960. También peruanos, menos en bolivianos (aunque se aproximan al 20% del total), mientras que los chilenos y uruguayos permanecen estables a lo largo de la historia (inclusive a la baja). Quizás también son menos visibles, y los chilenos especialmente mas distribuidos en el país.

Qué queremos señalar. Dos cosas, una, que una proporción de peruanos, bolivianos y paraguayos se mantienen en barrios propios, “menos integrados”. Dos, que son mas “visibles” y tiene más diferencias culturales. Tres, que en las últimas décadas hay una tendencia a que se concentren en Buenos Aires, producto de la anarquía en que el neoliberalismo estructuro a la economía argentina y de que las cada vez más débiles economías del interior no están en condiciones de recibir a nadie ni siquiera en villas miseria. Todo esto, lo que hace que la sensación de presencia en el centro político del país se amplifique. Hoy hay 1,8 millones de extranjeros en el país, más de 1 millón en CABA y GBA.

Debemos aclarar que los números de los censos son menores que la “sensación” que se transmite, y aún que las cifras teóricas que dan las embajadas. Esto puede deberse a que la presencia de trabajadores extranjeros no implica su radicación definitiva ni siquiera por un prolongado periodo de tiempo. También, que una proporción importante vive en barrios marginados donde se “escapan” a los números exactos de censos de las más diversas cuestiones.

El crecimiento de la inmigración es real en las últimas décadas. El leve aumento con el menemismo de la inmigración tradicional se realzó con la llegada de unos 90 mil peruanos (que se hicieron 150 mil hasta el 2010), y con la concentración en las grandes ciudades, especialmente Buenos Aires. Y durante el kirchnersimo la proporción aumentó un 50%. Aunque la calificación de “oleada” parece un poco exagerada ya que los porcentajes no se equiparan a las “oleadas” históricas de europeos, ni siquiera en números absolutos: hablamos de uno 300 mil nuevos inmigrantes (censados) no es una cifra que llame mucho la atención (por ejemplo hubo 200 mil nuevos inmigrantes de países vecinos de 1970 a 1980).
¿Por qué se produjo este aumento destacado los últimos 10 años? Es la pregunta.

Los inmigrantes vienen de países mucho más pobres y con menos derechos, en busca de mayor bienestar. Comparando con occidente europeo no podemos adjudicar a catástrofes como las invasiones y destrucción que azota a los países musulmanes, es más parecido a la inmigración del este de Europa. Los países ex comunistas expulsan población a sus limítrofes occidentales. Los países americanos expulsan población, también a Europa, a los EEUU y a la cercana Argentina, con mejor sistema salud, educación y apariencia de posibilidades.

Sin embargo, a diferencia de épocas pasadas, esta inmigración (que es numerosa pero no llega a ser masiva, insistimos) pareciera no estar pensada dentro de ninguna política de estado y esa es una diferencia sustancial. Debería ser responsabilidad de los estados pensar la inmigración dentro de una idea de país y no dejar a la anarquía del mercado su regulación.

El neoliberalismo y el fin de los estados de bienestar, la desarticulación del estado peronista, implica la eliminación de todas las regulaciones, o más bien la regulación por los grandes capitales. En ese sentido, la inmigración no es pensada por el estado sino por el mercado, es parte de una idea de traer mano de obra cuando se necesita, mantenerla en bajas condiciones laborales, poder deshacerse de ella cuando no sirva. Va de la mano con la segmentación del trabajo, con sectores con beneficios y sectores precarios y sin derechos, sirve como aplanadora de salario etc. El kirchenrismo, en realidad, le dio forma progresista a una política iniciada por Menem pero no cambio la estructura del mercado laboral: la desregulación y segmentación (aunque no avanzó) se mantuvo. Se armaron redes de contención, de distribución de beneficios del crecimiento, etc. pero el trabajo fijo, estable, homogéneo, sindicalizado, con amplios derechos no volvió a toda la población que solo puede vender su fuera de trabajo.

Por qué decimos esto. Durante el menemismo la política de fronteras abiertas ya existía, la llegada de los peruanos comenzó allí, pero era un período de destrucción de puestos de trabajo. Los peruanos llegaban de un país en guerra civil, destruido y en crisis. Argentina, en crisis, era al menos una posibilidad. Con la expansión económica del kirchnerismo hubo una reactivación importante del trabajo, desde las changas al trabajo precario y el formal con derechos. Un estudio económico de los barrios pobres puede dar testimonio de que hubo actividad económica, no dejaban de ser pobres, crecían como barrios pobres (o villas, lo cual es tristemente evidente a simple vista) pero había un derrame por goteo de los que conseguían un trabajo mejor o mejores changas. El crecimiento en los años del kirchnerismo permitió incorporar a una cantidad importante de gente al trabajo, en general informal, como primer lugar de ingreso al mercado laboral para un inmigrante, en una economía en actividad creciente y que planteaba el paradigma del “consumo de los sectores populares”.

Pero es llamativo que la desocupación y la existencia de planes sociales, si bien disminuyó notoriamente, siguió siendo alta, el 20% de los hogares recibe algún plan social. El trabajo flexibilizado y segmentado se mantuvo como característica de la nueva estructura ocupacional argentina, poco mas del 40% de los asalariados trabajan en condiciones con plenos derechos y el 32% tiene empleo precario en el 2015 (ya con la economía en problemas) el 15% hacen actividades muy poco remuneradas y el 9% desocupados. De esta forrma, las mayores posibilidades de consumo de una economía con dinero en expansión (pero como vemos con desempleo más que friccional) abrieron las puertas a sectores economía informal, venta ambulante, etc., como otra salida.

Es claro que las villas miseria crecieron en volumen y habitantes, pero también creció la actividad económica y mejoras (que no llegaron a permitir que se notara una contracción del mundo de barrios pobres). Habría que ver en detalle la proporción poblacional de inmigrantes en los barrios pobres, pero pareciera haber aumentado. O sea, a una cantidad importante de inmigrantes se le ofrece como primer lugar la villa. Esto no debería asustarnos, ya que si bien es una exageración que todos los inmigrantes europeos empezaron en conventillos su vida en argentina, sí lo hizo una cantidad importante. Sin embargo es cierto que la amplia mayoría salió de ellos y progresó aunque sea como obrero, con una casa en un barrio “normal”. No parece ser el destino de la inmigración actual. Esto es porque se carece de un proyecto de país, o mejor dicho, se nos ha impuesto uno en el que las villas están para quedarse.


El senador Pichetto, delincuencia e inmigración

Ahora vamos a lo que dijo el senador Pichetto, pero en general se piensa: ¿Son proporcionalmente más delincuentes los inmigrantes?

El porcentaje de extranjeros en las cárceles es del 5,7%, un poco superior al 4,5% de población radicada censada. Pero habría que ver la no censada y además que los extranjeros presos no son necesariamente radicados sino extranjeros lisa y llanamente capturados delinquiendo aquí. Más de la mitad están presos por drogas en cárceles federales, siendo que en las provinciales  el porcentaje de extranjeros detenidos por delitos comunes es menor a lo que representan poblacionalmente. Vemos que en el SPF donde están los presos por tráfico de drogas los extranjeros son el 21% rondando el 40% de los extranjeros presos. Es notorio el salto que se produjo entre el 2004 y 2007 (se elevo del 14 al 22%), pero es importante señalar que siempre la mayoría de los extranjeros presos lo fueron por tráfico de drogas. También es interesante que se destacar en porcentajes los peruanos y colombianos en guarismo que nada tienen que ver con su representación en el total de inmigrantes. Aunque, para no asustar a un lector, hablamos de cifras en las que el total de presos extranjeros en el SPF son 2100 personas.

Sin embargo vemos que la idea de que el delito común protagonizado por extranjeros es una falacia. Todos los demás delitos en su conjunto muestran solo 1000 extranjeros presos sobre 50 mil presos aproximadamente un 2% del total. Parece notorio que la abrumadora mayoría de extranjeros (porcentualmente mas aún que argentinos) no les pasa por la cabeza delinquir. Están dentro de la norma, y teniendo en cuenta que son más bien pobres, que en las villas representan un porcentaje mayor que en el conjunto de la población y es allí donde se buscan con más ahínco los delincuentes, pareciera que no son precisamente los extranjeros los más afectos al delito. Claro, eso no significa que el estado no deba vigilar las fronteras con mayor calidad, averiguar quién entra y quién sale y controlar tanto para argentinos o extranjeros, impidiendo que gente “de prontuario” venga a seguir su profesión aquí. Pero eso debería ser obvio, es tener una política de fronteras, lo cual es necesario ya que no vivimos en un mundo socialista. Lo que sí está claro es que la delincuencia no asienta su crecimiento en la inmigración.

Sin embargo si debemos tomar nota de que hay una presencia de extranjeros muy notoria en el narcotráfico. Pero las bandas narcos son “transnacionales” no “inmigrantes”. El 55% de los detenidos no reside en argentina al momento de su detención, y el 70% no cuenta no contó con permiso de residencia o sea que no se preocupo ni le interesó el tema ya que es sencillo obtenerlo. Y los que es mas sugestivo el 69% quiere ser expulsado del país y un 6% esta en dudas. Creemos que esto muestra claramente que el narcotráfico es un problema local y regional, nadie niega que si una banda de narcos controla una fracción de un barrio debe ser combatida, sean argentinos o extranjeros. Pero el tema narco es un problema que está por arriba de ese nivel. Se relaciona con las frontera sí, pero no con la inmigración. Las bandas y estructuras del narcotráfico se construyen y operan mas allá de los problemas migratorios, en todo caso los pobres y entre ellos los inmigrantes que viven en barrios pobres son sus víctimas.

La expulsión de delincuentes es un  tema al que se le da demasiada publicidad, hasta puede ser beneficiosa o deseada por el afectado, no parece nada terrible y desde nuestra hipótesis sólo es un golpe de efecto publicitario, que desvía la discusión Sin embargo, en una ley de expulsión automática se corre riesgo al delimitar ¿qué sería calificado como delito?: un grupo de albañiles bolivianos que en el marco de un conflicto cometen “un delito” ¿podrían ser expulsados? Eso seria agregar otro escollo al problema de la inmigración, que es la segmentación social, la creación de un estrato de trabajadores con menos derechos, ahora amenazados con la expulsión inmediata.

Argentina es un país que necesita población, debe crecer industrialmente, debería reclamar mano de obra extranjera en cantidad y calidad en su rápido proceso de desarrollo. El Estado debería planificar o al menso tener políticas relacionadas con un proyecto de país. Sin embargo no lo hace. No necesita inmigración en Buenos Aires, ni en las villas. Pero eso no es culpa de los inmigrantes atraídos por las condiciones generadas por el mercado, en las que el Estado sólo interviene como regulador secundario. Si es progresista, con una “onda latinoamericana”; si es liberal, reaccionario con racismo.

Nuestro país necesita un proyecto nacional dentro del cual la inmigración sea pensada, y en el que la amplia mayoría de argentinos puedan realizarse y progresar. En el que las villas desaparezcan, el país se pueble armónicamente y el progreso social sea un horizonte real para todos. En el cual el trabajo precario esté fuera de la ley y no sea la variable que el empleador usa para ajustar la economía de su empresa. Un país en el que vender baratijas en las calles sea solo para hippies y no una parte de la economía nacional.  

Argentina necesita inmigrantes que quieran hacerse argentinos, asumir nuestra historia, aportar las suyas, y hacer crecer nuestra patria para las generaciones futuras. Es necesario crear industrias, trabajos plenos de derechos, nuevos barrios y ciudades modernas y lindas. Sin embargo, seguimos expulsando gente. Mientras que los censos muestran un millón novecientos mil inmigrantes, más de 700 mil argentinos formados abandonaron el país. Los senadores deberían preocuparse por darle futuro a la gente capacitada que quiere vivir bien, trabajar y progresar; deberían preocuparse por los cientos de miles de millones de dólares que argentinos y extranjeros sacan del país gracias a leyes y políticas que sirven a los extranjeros, a los verdaderos extranjeros que son nuestro problema, y no desviar la atención a un tema secundario, creado chivos expiatorios para zafar de sus responsabilidades.

Guillermo Caviasca 
Buenos Aires, 8 de noviembre de 2016


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