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miércoles, 26 de diciembre de 2018

El Operativo Dorrego. La política de Montoneros hacia las FFAA en 1973

El Operativo Dorrego. La política de Montoneros hacia las FFAA en 1973
The “Operativo Dorrego”. Montoneros policy towards the Armed Forces in 1973

Ponencia presentada en el Congreso de historia de Avellaneda y Barracas al sur. 2018

Autor:
Guillermo Martín Caviasca. Dr. UBA/UNLP

Resumen: En el año 1973 la organización montoneros ocupó espacios institucionales en el Estado, en coincidencia con la asunción del general Jorge Carcagno como comandante del ejército. Carcagno mostró una intención de dialogo con la guerrilla peronista y Montoneros implementó una serie de políticas de acercamiento a los militares nacionalistas. La más visible fue el Operativo Dorrego donde el ejército y la juventud peronista de todo el país, pero especialmente los jóvenes del Capital Federal y el Gran Buenos Aires, realizaron obras en las zonas inundadas de la Provincia. Esto abrió una amplia discusión en la organización y en la izquierda revolucionaria, sobre la validez y posibilidad de la colaboración con las FFAA y genero fuertes internas en el Movimiento Peronista



Palabras clave: Fuerzas Armadas – Montoneros – Operativo Dorrego – Carcagno – Guerrilla argentina

Summary: In 1973 the montoneros organization occupied institutional spaces in the State, coinciding with the assumption of General Carcagno as commander of the army. Carcagno showed an intention of dialogue with the Peronist guerrilla and Montoneros implemented a series of policies of approach to the nationalist military. The most visible was the Dorrego Operation where the Peronist army and youth from all over the country, but especially the young people of the Federal Capital and Greater Buenos Aires, carried out works in the flooded areas of the Province. This opened a wide discussion in the organization and in the revolutionary left, about the validity and possibility of collaboration with the Armed Forces and generated internal strengths in the Peronist Movement

Key Words: Armed Forces – Montoneros – Operativo Dorrego – Carcagno – Guerrilla argentina




El Operativo Dorrego. La política de Montoneros hacia las FFAA en 1973
Guillermo Martín Caviasca[1]
UBA/UNLP
helicópterox@yahoo.com.ar

El 26 de mayo de 1973 al día siguiente de la asunción de Héctor Cámpora a la presidencia de la república fue nombrado comandante del ejército el general Jorge Raúl Carcagno. La organización Montoneros, que había tenido un gran protagonismo en la lucha contra la dictadura anterior y en la campaña electoral, mantenía, pese a esta confrontación, contactos con oficiales nacionalistas de las FFAA desde sus mismos orígenes como fuerza revolucionaria. Así no les fue, entonces, difícil profundizar el contacto surgido entre militantes montoneros de Bahía Blanca con los oficiales que formaban parte del Estado mayor del V cuerpo de ejército durante el tiempo que Carcagno lo comandó desde fines de 1972: los coroneles Juan Jaime Cesio del área política y Carlos Dalla Tea de inteligencia. Ahora ambos acompañaban a Carcagno desde el V cuerpo al EMG del ejército.
Dos situaciones novedosas desafiaban la política la organización guerrillera peronista con el triunfo electoral del 11 de marzo. Una, el hecho de ser “parte”[2] del poder político institucional sin haber vencido en una guerra revolucionaria. Y dos, que el nuevo comandante del ejército se mostraba interesado en mantener un acercamiento con los guerrilleros. Para una organización peronista, teniendo en cuenta que el peronismo abreva entre sus fuentes a militares, y siendo Montoneros una fuerza en la que algunos de sus miembros tenían vínculos previos con oficiales nacionalistas, era posible pensar un cambio de estrategia en lo militar y en la forma en que se materializaría la “toma del poder”. Durante los meses siguientes al 25 de mayo se pasó de una estrategia “directa”, en la que la confrontación con las FFAA aparecía en primer plano, a una “indirecta”, en la que se trabajó en el acercamiento a los sectores militares nacionalistas como una tarea central[3].
El “Operativo Dorrego” (OD) es claramente una estrategia indirecta y buscaba trabajar por “líneas interiores” en la cuestión militar. Pero aún hoy está en discusión la justeza de su implementación y a quien benefició. En el momento de su desarrollo (un periodo histórico que da cuenta de la existencia de una militancia política numerosa y radicalizada) fue una divisoria de aguas, no sólo con los marxistas guevaristas del PRT sino con otros sectores de la izquierda peronista. El OD, por su carácter público y masivo, fue sin dudas la apuesta más audaz de Montoneros en su política de trazar alianzas con una fracción de las FF.AA, de pelear una guerra de posiciones en el frente militar, de incidir en la lucha política al interior de ellas y respecto de la sucesión de Perón.

El lanzamiento del “Operativo de reconstrucción Gobernador Manuel Dorrego”[4]

La sede de la JP Regional I se encontraba en la calle Chile al 1400, Capital Federal. Allí, en conferencia de prensa del día 1° de Octubre de 1973, se presentó oficialmente a los medios de comunicación nacionales el “Operativo gobernador Manuel Dorrego”. Juan Carlos Dante Gullo, el máximo referente juvenil, explicó el acuerdo entre “las juventudes políticas”, el Ejército y la Provincia. Rescató el nuevo perfil de las Fuerzas Armadas y manifestó que era la “única alternativa lúcida” para el abandono del “papel represivo que el Ejército vino cumpliendo objetivamente hasta el 25 de mayo, enfrentado con Perón y el Pueblo, conducido por entonces por la camarilla militar” .[5]
El operativo funcionó a través de la coordinación entre la Conducción Nacional (CN) de Montoneros y los “Frentes de masas” (JP, JUP, UES, MVP, en este caso). La idea original del OD fue propuesta por el Coronel Cesio y recibida positivamente por la CN con la que tanto Cesio como Dalla Tea mantenían reuniones periódicas y secretas desde su instalación como miembros del EMG.. Así, recuerda Perdía, que por la CN Norberto Habergger se encargaba de coordinar con los militares:
Se armó un comando, donde estaban Norberto Habergger y Gullo, con el aparato de la JP Regional I. Entonces Gullo aparece al frente de la convocatoria en todos los actos y demás. Las otras regionales más o menos participaban. En las convocatorias seguro que están las demás regionales. (…) nuestra idea era mostrar a la sociedad la acción común de modo tal que pudiera verse otra imagen distinta de lo que pudo haber sido una historia de la violencia anterior; donde la JP y el Ejército realizaban unas tareas con la población.[6]
La forma oficial en que se resolvió presentar el operativo fue como respuesta a una convocatoria que debía ser realizada por el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, a las Juventudes Políticas. Las siete regionales de la JP concurrían con contingentes desde distintas provincias, lo que permitía darle una imagen nacional, aunque la mayoría fueran de Buenos Aires: “Lo planificamos como operativo nacional, participaron todas las regionales de Montoneros. Lo planificamos con el Estado Mayor  de modo tal que hubiera garantías,  que pudiera producirse sin que hubiera incidentes y demás”. Según Perdía “El objetivo central: producir vínculos del Estado con la sociedad, y nuestros con la sociedad y los propios militares, para tratar de sacarlos de la corriente histórica tradicional que determinaba después un golpe militar”. Describe, en este caso los objetivos en clave “democrática”. Pero fueron varios los objetivos bajo los cuales el OD fue presentado y/o justificado ante la opinión pública, la militancia propia y cercana, el resto del gobierno o los mismos militares. En una coyuntura de avance hacia la “toma del poder” tal como Montoneros analizaba el momento político, el Operativo remite más a un política “ofensiva” que “defensiva”. Una política hacia las FFAA destinada a trabajar “sobre” o “con” los cuadros del ejército para afrontar con mas posibilidades los desafíos de una etapa considerada revolucionaria, como los mismos cuadros de la organización o sus documentos internos afirman.
Las relaciones de Montoneros con grupos de oficiales incluían entre ellos a los de la unidad de Azul que fue parte del Operativo. Así lo recuerda Julio Cesar Urien[7] que estaba a cargo del área de la organización que sostenía la vinculación con militares en actividad “teníamos la concepción de sumar al proyecto nacional popular y revolucionario a militares en actividad (…) Azul era la unidad que mas relación había con Montoneros”.[8] .
La presentación en sociedad del operativo fue acompañada por una solicitada, publicada en el diario Clarín el día 5 de octubre de 1973, donde se detallaban los planes a seguir y se destacaba la participación conjunta con el Ejército. Allí se indicaba que “la juventud del FREJULI, la Universidad Nacional de La Plata y la comandancia en Jefe del Ejército se han insertado en el operativo de la Provincia de Buenos Aires ‘Gobernador Cnel. Manuel Dorrego’. La participación del Ejército es un hecho importante, ya que abre un proceso hacia el reencuentro con la causa nacional y popular”.[9] 
Fue muy comprometido el apoyo del gobernador Oscar Bidegain, no sólo porque aportó la estructura política legal para la concreción de las actividades o porque puso a disposición una parte de las herramientas materiales para cubrir varias de las necesidades que los trabajos demandaban, complementando al Ejército, sino porque permitía poner al OD como una apuesta de Estado. Mas allá del hecho concreto que las inundaciones afectaban una importante franja de la provincia que él gobernaba y que el operativo le significaba una política activa en la solución del problema, Oscar Bidegain, junto con otros gobernadores de provincias mantenían amplia afinidad y alianza política con Montoneros y eran considerados parte de la “Tendencia Revolucionaria”, y en ese proceso se incorporarían a Montoneros.
El “Operativo” se desarrolló entre el 4 y el 24 de octubre de 1973[10] y contó con la participación de unos 800 miembros de la JP (100 más de otras juventudes) y en torno a los 4000 hombres del Ejército (el 90% conscriptos el resto suboficiales y oficiales, especialmente se llevó personal con conocimientos técnicos), 1500 hombres en acciones concretas con 228 vehículos para el traslado de materiales, militantes y soldados, según informaron los militares a la prensa. Las unidades que aportaron sus efectivos fueron “las Brigadas de Infantería X, con comando en Palermo, y unidades en Ciudadela, La Tablada, La Plata y Mercedes y las de la Brigada de Caballería Blindada I, con asiento en Tandil, y unidades en Magdalena, Azul y Olavarría”[11]. El Ejército puso al frente de cada una de las cuatro zonas un oficial superior y como encargado de la coordinación general al coronel Albano Harguindegy, quien supervisó directamente el desarrollo de la zona 1. El funcionamiento del ejército era el normal de la institución militar: los jefes de cada zona debían comandar el despliegue de sus hombres en las tareas, debajo de cada uno se ubicaban en una pirámide los demás oficiales, suboficiales y soldados. Las reuniones de coordinación se realizaban entre los responsables de la JP en cada lugar con el jefe militar y su estado mayor. Se constituían como si fueran dos “Estados mayores” de dos fuerzas aliadas que desplegaban sus unidades en una operación conjunta. El desarrollo del OD reemplazó a las maniobras del fin de año del Primer Cuerpo de Ejercito, lo que según Rosendo Fraga, generó malestar en algunos sectores militares. O, desde otro ángulo de interpretación, fue usado para generar malestar contra la conducción “peruanista”. [12]
Por parte del ejército los encargados de la coordinación política y responsables del operativo fueron el general Rodolfo Eugenio Cánepa, comandante de la Xº Brigada de Infantería y los coroneles Luciano Sacchi y Enrique Recchi[13]. También estuvieron implicados el coronel Videla (aunque nunca se lo vio en contacto con los militantes) y el general Betti comandante de la I Brigada y superior de Harguindegy. Aseguraba el Gral. Cánepa ante los medios que “todo está preparado para que cada una de las cuatro zonas en que se dividió el operativo, pueda encarar la realización de 30 a 40 obras”.[14] Por parte de Montoneros Perdía fue el principal impulsor de la operación y tuvo a su cargo el acuerdo con el Estado Mayor, y Habergger el hombre en el terreno. Los referentes públicos, Ernesto Jauretche y Manuel Urriza por el gobernador Bidegain, y Dante Gullo por la JP. O sea, una apuesta política de primer nivel.
Jauretche era secretario de Asuntos Municipales, cargo político “que no implicaba ningún tipo de administración, de gestión, era un cargo que si vos lo sabías manejar y derivabas todas las cuestiones técnicas y administrativas al director de asuntos municipales, que era una figura importante en el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires”, permitía actuar en toda la provincia. Este lugar había sido, durante la dictadura anterior, un lugar desde donde los militares realizaban tareas de inteligencia y control sobre los municipios.[15] Bajo control montonero, la dirección se transforma en un lugar estratégico para hacer política. Montoneros, generó una estructura “paralela” para tomar relación con una provincia que era “suya”, pero en realidad no lo era orgánicamente en tanto que los principales funcionarios a nivel ministros no pertenecían a la organización. Habberger ocupaba el lugar de “Jefe de Gobierno”. Era, desde el punto de vista de la organización, el responsable de las relaciones de Montoneros con el GPBA (y de mayor jerarquía en la estructura general de Montoneros), y por eso quedó a cargo de las vinculaciones no públicas entre el Ejército y “la M” para el Dorrego.
Norberto mantuvo una relación del más alto nivel, era el jefe político militar del Operativo Dorrego. Él no participaba de las reuniones en las que estábamos nosotros, sino que tenía una reunión aparte con Harguindeguy, esta relación que te digo más arriba. (…) Mas allá de eso, un día íbamos caminando con Harguindegy y me pone la mano en el hombro: ‘Dígame Jauretche, ¿por qué Norberto Habberger se hace llamar Ernesto López?’ (Ríe). O sea, Norberto también estaba, pero en otro nivel.[16]
Entonces, afirma  Jauretche, durante el OD, “había cuatro actores: la JP, el Ejército, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y Montoneros, y entre todos tomábamos decisiones. El comando éramos ‘Canca’ Gullo y yo, eventualmente a mí me reemplazaba el Ministro de Gobierno, que era Urriza, (…) al ‘Canca’, eventualmente lo reemplazaba Añon, y el jefe militar de todo, el que se hizo cargo de todo, era Harguindeguy.”.[17]
El día 4 de octubre, en el partido de 25 de Mayo, se dio formal inicio a las actividades. La apertura se realizó mediante una ceremonia protocolar, de la cual participaron el gobernador Oscar Bidegain y varios ministros provinciales: el general Cánepa, el intendente  local Carlos Alberto Heriksen, los restantes 17 intendentes de las zonas afectadas, representantes de empresas privadas y dirigentes de la Juventud Peronista. Hablaron Cánepa y Bidegain que destacó el esfuerzo a realizar en común por parte de Ejército, gobierno y juventud[18]. Con posterioridad, se inició un recorrido por algunos de los puntos donde se emprenderían las obras.
Un primer contingente del  Ejército y dirigentes de la JP llegaron al lugar unos días antes del inicio formal para ultimar detalles con respecto al alojamiento y la disposición de los equipos de trabajo. Desde la perspectiva provincial (que era la publica e institucional) Urriza y, especialmente Jauretche, estuvieron a cargo de la “Comisión de emergencia” (creada para la ocasión en el marco del ministerio que dirigían) para articular desde la Provincia el trabajo entre los catorce municipios, el ejército y la JP. Las instituciones estatales de la provincia (ministerio, municipios y UNLP) aportaron económicamente y recursos técnicos, mientras que el ejército y la JP regionales se encargaron de la planificación y desarrollo de las obras y resolvieron la coordinación política entre ellos. Las solicitadas a página completa publicadas por la JP en los principales diarios mostraban un mapa donde aparecía el área de emergencia que se dividida en cuatro zonas abarcando los distintos partidos afectados:
Zona 1: Bragado, 9 de Julio, 25 de Mayo y Saladillo (400 militantes de la JP fueron asignados a esa zona).
Zona 2: Carlos Casares, Pehuajó y General Alvear, Bolívar (Con 300 militantes asignados)
Zona 3: Junín, Lincoln, Gral. Viamonte y General Pinto (50 militantes).
Zona 4: Trenque Lauquen  y Carlos Tejedor (50 militantes)
Montoneros para estar a tono con la situación abierta el 25 de Mayo de 1973 y el discurso que en ese momento expresaba Perón, había cambiado el nombre de sus estructuras de superficie que pasaron a denominarse Unidades Básicas de Reconstrucción Nacional (UBRN), tal como denominaba el líder a la etapa que se abría. Bajo esta forma de encuadramiento fueron organizados los jóvenes que participaron del operativo: una agrupación por zona con varias UBRN bajo su dirección, en forma piramidal, como para sostener una estructura de tipo miliciana en condiciones de operar junto al ejército. Las Agrupaciones, las UBRN y los grupos fueron bautizados con fechas y nombres conmemorativos de la liturgia peronista y Montonera. Los responsables de las agrupaciones pertenecían a la conducción de las Regionales, y eran los encargados de coordinar las políticas, tanto con los responsables del Ejército, como con los de las UBRN. Destacamos nuevamente que en cada zona los mandos de la JP coordinaban con los militares el desarrollo diario de los trabajos como si fueran Estados Mayores de fuerzas aliadas, lo que remite a una lógica castrense de organización.
Montoneros organizaba a su estructuras de masas en regionales, columnas, agrupaciones y unidades básicas. A la cabeza de cada una, al menos hasta nivel agrupaciones debía haber un Oficial Montonero (o sea un cuadro político militar de la organización), por debajo podía haber milicianos o aspirantes, simpatizantes, otros montoneros “plenos” o simples militantes. Esta estructura función en el Dorrego.   
(…) la estructura que se utilizó fue la estructura celular, si no me equivoco éramos grupos de cinco o de diez compañeros, los cinco o diez de abajo eran militantes de superficie, por arriba un miembro aspirante de Montoneros y cada 10 de esos había un oficial montonero (…) como era el momento de la fusión (FAR y Montoneros) se hizo que los oficiales de Montos que venían de Montoneros tuvieran aspirantes de FAR a su cargo y los oficiales de FAR tuvieran aspirantes de Montoneros. Esa fue la estructura.[19]
El despliegue de la JP era piramidal, con estructuras de mando lineales, cuya unidad mínima era tipo pelotón, lo que muestra un intento de despliegue de tipo miliciano. Recuerda Juan Carlos Añon, uno de los responsables de la JP, cómo era su línea de mandos:
La nuestra venía de una política que se bajaba de la Conducción Nacional de Montoneros, con la coordinación de cada uno de los jefes de la Juventud Peronista de cada Regional. El rango y grado de responsabilidades en el Ejército se establecían con su lógica de mandos. Generales, coroneles, oficiales suboficiales y soldados. Los trabajos fueron discutidos, planteados y debatidos con los militantes que participaron, las decisiones operativas se tomaban en forma conjunta en el lugar y se apuntaba a pelear la situación que había provocado las inundaciones.[20]
El tipo de trabajo realizado por los militantes de la JP no implicaba para ellos un gran cambio de las tareas a las cuales estaban habituados. Recordemos que una de las características de las agrupaciones de la Juventud Peronista era su despliegue territorial y que este despliegue tenía como base el instalar en los barrios, en muchos casos muy humildes, unidades básicas que organizaran tareas colectivas, relacionadas con las mejoras, zanjeos, iluminación, salas de salud, escuelitas, etc. Barrios que en general eran los más vulnerables a catástrofes climáticas y donde un militante de la JP debía estar atento a responder a ellas, buscando la organización vecinal. O sea, un militante de la JP estaba acostumbrado al trabajo colectivo social que implicaba organización y manejo de herramientas de construcción. Convicción heredada en muchos casos, o influida en otros, por los grupos de juventud cristianos de base o del trabajo voluntario del Che. Eran trabajos relacionados con la salud, la educación, la infraestructura básica de barrios pobres, que se desplegaban a partir principalmente de grupos de estudiantes y como tareas de extensión de militantes, estudiantes o profesionales, que por la formación en sus estudios, tenían conocimientos específicos. Era, además, una forma de vincular al movimiento estudiantil (en general de clase media) con la población pobre para darle otra dinámica por fuera de su clase. El tema es que ahora se hacia con el Ejército cuya relación con la población puede ser buena o mala, sin dudas es una fuerza efectiva y organizada, pero también es distinto a un trabajo social. Aunque la idea de “milicia”, aunque fuera para trabajos civiles, anidaba en la juventud activista de entonces.
Siguiendo este camino a partir del 25 de mayo la JP comenzó a participar en muchas de las políticas públicas a lo largo y a lo ancho del país donde los frentes tenían representación. El diario La Opinión (muy atento a la problemática militar y con fuentes propias al interior de las FFAA) señalaba esta característica de la JP en sus artículos donde interpretaba el OD: “Campañas de alfabetización en el Gran Buenos Aires, Río Negro y Neuquén, erradicación de villas de emergencia en Entre Ríos, apuntalamiento de terraplén en Río Salado, colaboración con los inundados de Santa Fe, construcción de dispensarios en barrios y villas de todo el país, campaña de vacunación, colaboración con las federaciones indígenas de Chaco, Formosa y Misiones”.[21]   
Lo que cambiaba en este caso era, que la JP contaba con el respaldo del Estado; y la dimensión y la logística aportada por el Ejército, que permitía una envergadura mucho mayor de obras. Además el impacto político de que “codo a codo” estuvieran haciendo lo mismo los militares. Fue el primero (y el único) operativo cívico-militar de esta envergadura y contenido militante, la dinámica política del periodo alteró el escenario muy rápidamente desplazando a los Montoneros del estado y a los “peruanistas” de la conducción del ejército..
Algunos de los participantes hacen un balance negativo “Lo que se pudo hacer real fue la tarea, un trabajo cotidiano, diario en las zonas inundadas. Una tarea de comer en el rancho que nos daban los milicos y nada más, no hubo ninguna posibilidad de compartir un espacio común, salvo el desfile final”. Jauretche tiene un balance diferente:
El mayor mérito del OD fue sentir que los militares eran iguales que nosotros. Que un oficial del Ejército era lo mismo que un comandante montonero, que un soldado era lo mismo que un militante. Eso fue impresionante. El saldo que dejó en ese sentido, aunque fue mal utilizado después, fue ‘estamos defendiendo los mismos intereses, somos hermanos, estamos en el mismo buque, tenemos la misma piel’. Yo me acuerdo escenas como esta, extraordinaria: un sargento sirviendo la comida en la cocina de campaña y un militante que en vez de agarrar la jara le agarra la pistola y le dice ‘¿Y, no me das esta, flaco?’, y el otro diciendo ‘Sacá la mano, sacá la mano’, y pegándole en la mano. Una relación de hermanos se estableció, de que somos iguales. Claro, la excepción era la conducción, pero de Harguindegy para abajo, los capitanes que estaban con nosotros, todos comieron del mismo plato, la misma tumba o el mismo asado según correspondiera. Todos se sintieron felices de estar juntos y darle a país una proyección de acuerdo de paz, después de tantos años de guerra entre el Ejército y la clase trabajadora y las clases humildes. Porque eran tan humildes como nosotros, esos oficiales ganaban lo mismo que un operario de fábrica, nos sentimos ahí que éramos la misma cosa. Eso fue lo mejor del operativo, que además era el objetivo buscado.[22]
En las entrevistas y testimonios que se pueden recoger hoy, los que eran en ese tiempo personas con cierta jerarquía en la Organización (en nuestro caso Perdía, Jauretche, Urien, Gullo, etc.) hacen un balance monolíticamente positivo; en las bases el recuerdo es mas bien diverso, contradictorio. Quizás ésta marcada diferencia tenga tres razones: una, que los hombres de la conducción desde su lugar, con una visión general del conjunto, de su estrategia, y recuerden sitios de trabajo donde la relación fue más cercana (los hubo) y los seleccionen electivamente para construir su memoria. Mientras que a la luz de los resultados posteriores de la política en general que terminó en violencia y el golpe de 1976, un militante entrevistado recuerde su mala experiencia individual en el contexto de una etapa en la que el OD queda disuelto en el enfrentamiento y la derrota. Dos, que la memora histórica del OD establecida después de la abrumadora derrota de los revolucionarios, fue negativa respecto del mismo al extremo. Sin embargo, los dirigentes que lo organizaron lo reivindican plenamente, sin fisuras, porque lo ven como una oportunidad, una alternativa. Y tres, lo que los dirigentes y cuadros montoneros reivindican es la política en general acordada con Carcagno y los oficiales llamados “peruanistas”, y en esa política el OD era una parte fundamental, pero solo una, y sus objetivos iban mas allá de las tareas concretas de asistencia social que es lo que mas recuerdan los militantes.
El militante José Brontes recuerda sus vivencias desde la perspectiva de un miembro de base de la JP. Es interesante seguir las vivencias de los militantes que no pertenecían a la estructura Montonera, ya que nos permite apreciar la “disrupción” que mencionamos entre las expectativas y planes de la organización respecto del ejército, frente a las de muchos militantes que se incorporaban a la acción desde una idea mas simple:
(…) nosotros participamos desde acá, no me acuerdo bien si de Constitución u Once y fuimos todos los de la regional juntos, paramos en Carlos Casares, viajamos toda la noche, salimos a eso de las 21 hs. Habremos salido el 7 u 8 de Octubre. Cuando llegamos, el Ejército tenía armado todo el campamento, en lo que era la Sociedad Rural de Carlos Casares, estuvimos ahí aproximadamente 110 compañeros, de la JP, bueno...de los distintos frentes de ese momento (…) viajamos en tren todos juntos. Incluso iban de otros lugares. La regional I era Capital y también el conurbano. A nosotros nos tocó Carlos Casares a otros compañeros 9 de julio, 25 de mayo. Cuando llegamos a la estación nos recibió un coronel del Ejército que nos dio un instructivo o reglamento interno para la convivencia (…) Bueno, cuando llegamos lo primero que nos dan es la famosa taza de aluminio, mate cocido caliente con pan...una disciplina medianamente militar, comíamos la misma comida de los soldados, teníamos el mismo horario, con la salvedad que nosotros nos levantábamos, desayunábamos izábamos la bandera, íbamos a trabajar, volvíamos a las seis de la tarde, nos bañábamos en una especie de baño compartido que había ahí, tipo camping.[23]
Como la resolución concreta de las obras se iba realizando en el terreno, la orientación de las mismas no siempre era coincidente en el pensamiento de militares, militantes y vecinos. Brontes participó del OD en Carlos Casares, allí se concentraban en el predio de la Sociedad Rural:
Vos llegabas y te encontrabas con una situación muy angustiante, porque el agua había tapado los barrios más bajos. Los sectores con más poder y dinero, en esos sectores bajos querían hacer un lago artificial para poder usarlo en sus ratos de ocio, pero desgraciadamente ahí vivía gente que la inundación le había llevado todas sus cosas, les inundó la casa, y sin embargo ellos todos los días iban a ver si bajaba un poco el agua, por que iban a volver, ya que era el único lugar que tenían. Con la participación de algunos compañeros arquitectos, en conjunto con algunos ingenieros del Ejército, vimos cómo solucionar la situación de esta gente. Hicimos un canal importante y lo hicimos a pico y pala, en ese momento no había ni retroexcavadora, ni nada. Era un canal que tenía más o menos 2 o 3 metros de ancho por 1 metro de profundidad y cuatrocientos o quinientos metros de largo ¡y había que hacerlo! ¿Qué logramos con eso? Que toda el agua, desembocara en una especie de aliviador que iba río. Entonces, cien o doscientas familias pudieron volver a sus casas. No te imaginas el cariño, la gente, cómo nos recibía a nosotros.[24]
El recuerdo de nuestro entrevistado respecto de la población es bueno, aunque difiere un tanto del de los responsables Montoneros “Alguna persona participaba, en general poca, pero me acuerdo que armamos algunas reuniones con ellos, las mujeres se acercaban a la tarde y nos traían mates y tortas fritas. Igual se mostraban muy agradecidos, era gente bárbara, gente del interior”[25]. Los militantes y los militares trabajan en las obras, alguna gente se acerca con buena disposición, pero sin mucha participación. Aunque este balance ambiguo puede ser matizado, ya que una operación de este tipo con una conducción militar estricta ¿cuanta participación espontánea podía admitir fuera de acercarse a plantear necesidades? Además en general, las brigadas de trabajo que las organizaciones políticas realizan en barrios no siempre cuentan con la participación activa de los beneficiarios, quienes reciben “de golpe” (en general con simpatía) la llegada de militantes que vienen, están un tiempo, realizan obras y se van.
En alguna ocasión los responsables de la Juventud Peronista se presentaron en los vivacs militares para compartir las instalaciones de campaña con los oficiales y “realizar charlas sobre temas de actualidad regional y nacional”, en todos los casos recibieron una respuesta negativa, dado que se había instruido desde los mandos que las normativas castrenses impedían ese tipo de diálogos, que sólo estaban a cargo de los instructores propios. De la misma forma, la conducción del operativo militar invitó los integrantes de la JP a participar de una misa de campaña a la que éstos no concurrieron.
A pesar de que las intenciones con las que se realizó el operativo tanto de parte Carcagno como de la conducción Montonera era avanzar en el dialogo y la confraternización horizontal, la experiencia de Brontes marca la distancia “física” establecida por la existencia de dos campamentos estrictamente separados y la dificultad de romper esa separación. A pesar de que las tareas eran conjuntas sólo los jefes se reunían a planificarlas[26].
El ex militante, recuerda como era la dinámica al cierre de cada jornada donde se hacía el balance de lo actuado en la jornada y también nos explica el porque se su participación.
por las noches, al regreso de la jornada laboral, tras la cena, se armaban fogones, mateadas y largas charlas, algunas se realizaban con la totalidad de la UBRN presente, en una especie de fogón donde todos los compañeros contábamos la experiencia personal política, discutíamos de política, de historia. Algunos de los compañeros no teníamos una formación política buena, por ahí el término ‘buena’ es un término difícil de usar en política, es relativo, pero éramos peronistas de corazón, estábamos en la JP por que formábamos parte del reconocimiento a los Montoneros, que para nosotros eran en ese momento los que habían traído a Perón, los que se habían jugado la vida y con la consigna Luche y vuelve... ¡Los que habían ajusticiado a Aramburu! (…) Los que éramos privilegiados del gobierno de Perón discutíamos eso, discutíamos un proyecto de vida, de país y la verdad que se nos pasaban las horas. En algunas de esas charlas participaban soldados, que se escapaban de su lugar, que era ahí cerquita[27].
 En otras UBRN, las reuniones de charlas políticas se acotaban a los 5 ó 10 militantes que ocupaban la carpa, todo dependía de las características de la zona de actuación, ya que en algunos lugares hubo jefes militares mas cercanos al dialogo, aunque contaron con la vigilancia y obstrucción de Harguindegy.
El relato de Borntes nos muestra el espíritu que movilizó (seguramente) a un buen número de los 800 jóvenes peronistas, muchos recién incorporados a la militancia activa: colaborar en tareas de reconstrucción y de apoyo al pueblo afectado por una  catástrofe. Sin demasiadas prevenciones iniciales de hacerlo con el ejército, pero tampoco con expectativas de que ese trabajo fuera otra cosa que una acción social que se desarrollaría mejor con el aparato de las FFAA a disposición. Se ve con claridad una distancia entre las expectativas y planes Montoneros de mostrarse en condiciones de formar milicias “junto” al ejército y las características de su organización en explosivo crecimiento.
Rosendo Fraga, cuyo estudio es poco afecto a la gestión de Carcagno y su relación con Montoneros, sintetiza las obras realizadas en el Dorrego que pueden considerarse como numerosas y exitosas:
El operativo se prolongó durante veinte días, finalizando el día 24 de octubre. En el ámbito de las obras públicas se realizaron obras como 29 Km. De limpieza de desagote, construcción de 1200 metros de canales de desagües, colocación de 390 caños en cruces de calles, etc. También se refaccionaron escuelas y se prestó  atención a los pobladores afectados por las inundaciones. Se trabajaba durante el día y a la noche los jefes de ambos elementos discutían y coordinaban las acciones del día siguiente. En las ciudades, como en el caso de 25 de Mayo, la JP instaló mesas de discusión para recibir ideas de los pobladores y promover su participación.[28]
En declaraciones a la prensa, tanto el general Cánepa, como el coronel Alberto Rodríguez (jefe del regimiento 6) mostraban satisfacción con el desarrollo y con la relación “cívico militar”. Especialmente Rodríguez señalaba que “la experiencia más importante (…) es la convivencia con la JP”[29]. Las contradicciones de cómo relacionarse con la JP y Montoneros estaban a la luz en filas militares, frente a Harguindegy, Videla y otros, la JP elogiaba a Cánepa (quien en una conferencia de prensa hablo de “compañeros de la JP”) y a Rodríguez quien facilitó los contactos entre militantes y militares.

El Operativo Dorrego, debates
La instalación pública que se había realizado del OD no tardó en encontrar amplias resistencias. Para la Izquierda Revolucionaria (IR) esta actividad era una claudicación ante una institución que se debía debilitar y destruir, para la derecha era un reconocimiento del Ejército hacia sectores de la sociedad movilizada que no debían dejar de considerarse “subversivos” y para la interna peronista era una alianza muy peligrosa frente el sindicalismo tradicional y la “ortodoxia”. En este sentido sectores del Ejército disconformes con la política emprendida por la Comandancia operaron para sabotear el operativo. Las operaciones de inteligencia comenzaron desde el principio, pero no en el sentido que se suele adjudicar hoy, sino en el opuesto: sobre los militares y sobre Perón. Tal es así que en enero de 1974, cuando el ERP intenta tomar la guarnición de Azul, se consideró que esa audaz operación había sido hecha gracias a la inteligencia aportada por montoneros y realizada durante el OD. Claramente el discurso de Perón iba en ese sentido. Urien recuerda que fue difícil retomar las relaciones con los oficiales de Azul (que habían estado en el Dorrego o veían con interés a la organización), después del ataque del ERP y las fuertes versiones de la complicidad montonera, inclusive aceptadas por Perón, que incluían al gobernador Bidegain.
Uno de los hombres clave en ese trabajo fue Albano Harguindegy, a quien se le atribuían “actitudes como la de hacer sacar emblemas de la organización Montoneros porque molestaban a los oficiales (…) Asimismo, fue criticado por haber empleado el término ‘construcción’ en lugar de ‘reconstrucción nacional’ en un discurso improvisado ante efectivos militares y dirigentes de la JP”.[30] Jauretche recuerda que:
con Harguindeguy teníamos una pésima relación. Se preocupaba siempre de señalar que nosotros éramos gente inferior, ineptos, cada vez que podía lo decía y lo hacía, además tenía actitudes totalmente elitistas. Cuando estaba Oscar Bidegain, (…) después de una larga reunión para planear las actividades, dice ‘Bueno vamos a comer, vamos a comer’, estaban las mesas donde comían los de la JP y donde comían los soldados, y dijo: ‘Nosotros no vamos a comer esa basura, nosotros comemos asado por otro lado’. Bidegain dijo ‘Discúlpeme, Coronel, pero yo me voy a comer con los compañeros’, y nos fuimos a comer todos con los compañeros, y los oficiales por otro lado. Este era el punto evidente de las diferencias, las marcaba a propósito.[31]
Perdía, que tuvo que tratar en varias ocasiones distintas con este militar, analiza:
Dorrego era una forma hasta simpática (de presentar una política hacia las FF.AA. a través de un plan de reconstrucción). Y allá fueron, con suerte diversa, en el sentido de que con algunos oficiales hubo buen trato, relaciones, con otros fue pésimo, caso del general  Harguindeguy (entonces Coronel), que era jefe de uno de los asentamientos. Hubo varios asentamientos y destinos, y una de las bases de asentamiento estaba al mando de Harguindeguy, que era coronel. Y prohibió a su gente todo tipo de contactos con compañeros de la JP, de Montoneros y demás... clarito.[32]
El mismo Carcagno aseveró ante la conducción de Montoneros que: “como comandante manejo la botonera, que no es poco. Pero a veces aprieto un botón y no pasa nada”.
La política de Montoneros se encuadraba en una estrategia de avanzar hacia “la toma del poder”, o sea las elecciones habían sido un triunfo popular, pero la lucha por el poder estaba abierta y se definiría en duros enfrentamientos, para ello Montoneros consideraba que debía acumular de “su lado” la mayor cantidad de fuerza posible. Para ello, en el plano militar, pensaban (en ese momento en que la organización se encontraba con espacios políticos institucionales) avanzar en la “formación de milicias” (en paralelo, como complemento, no en confrontación con el ejército) y en trabajar con las FFAA para intentar llegar a acuerdos con una parte de la fuerza, especialmente la parte (no menor) que la conducción del General Carcagno podía aportar.
La convocatoria a los miembros de la JP fue más heterogénea de lo que una política como la planeada hubiera requerido, aunque hay que tener en cuenta que la organización estaba en formación, y que en los meses inmediatos anteriores comenzaba el encuadramiento de una cantidad impresionante de militantes recién sumados (lo que se llamó engorde). En las reuniones secretas con el grupo “peruanista”, éstos le habían planteado que no podían hacer una actividad del Ejército sólo con la JP, que debía haber una presentación más pluralista como pantalla, por ello se realizó en nombre de las “Juventudes políticas”. “Y el 99,9 % eran compañeros de la JP digamos, no montoneros, fueron como JP, no como montoneros, pero eran todos militantes montoneros. Esa fue la primera experiencia grande que se hizo”.
Para ver como pensaba evolucionar la estrategia militar de la organización Urien señala que “hacia fin de año se planean hacer maniobras conjuntas de unidades de la milicia de montoneros con el ejército. En las maniobras de Mesopotamia relacionadas con la hipótesis de conflicto con Brasil”. Para ello realizaron en cursos de instrucción en San Luis a oficiales de la organización en condiciones de trabajar con el ejército, con grados, conocimiento de la estructura de mandos y preparación acorde, “capaces de intercambiarse en el mando con oficiales profesionales”, señala Perdía (uno 200 pasaron por esa experiencia). Sin dudas el Dorrego era, a nivel masivo, parte de esa preparación para soldados de las futuras milicias. Montoneros debía organizar a militancia de base en esas hipotéticas milicias en condiciones de operar con el ejército en maniobras militares. Pero Firmenich, en nombre de la CN, reconocía hacia fines de 1973, como balance del OD y para seguir adelante con políticas de este tipo, que faltó mayor nivel de organización y disciplina[33]. Como vimos más arriba muchos militantes de base habían ido a realizar tareas sociales más que a formar milicias o buscar un pacto con “peruanistas”.
Las tareas de instalación del OD a nivel publicitario fueron múltiples e invirtieron gran esfuerzo, desde pintada y volanteadas, hasta conferencias de prensa de altos funcionarios y solicitadas en grandes diarios. “Sabemos que en las filas del Ejército se expresan las mismas contradicciones que se manifiestan en el seno de la sociedad argentina, es decir, los que anhelan la Liberación y los que se identifican con la Dependencia; pero también sabemos que un Proyecto de Liberación necesita contar con nuevos actores sociales y políticos para romper la estrategia del aislamiento de la clase trabajadora, que ha intentado imponer desde siempre el Imperialismo” [34] manifestaba la cartilla de la JP destinada a explicar a sus militantes los objetivos del operativo. Hubo, como en todas las políticas que implicaban discusión y participación masiva para su realización, mucho debate. En este caso, se relacionaba con el rol de las FF.AA. en un proceso revolucionario, y desde la IR se acicateaba en contra, lo que obligaba a los cuadros impulsores de la política a agudizar sus argumentos: trabajar en conjunto con los que hasta hace unos meses se estaban haciendo la guerra era un desafío, sin dudas. Se manifestaron algunas discusiones respecto de la política hacia el Ejército que expresaba el OD. Perdía recuerda que en la conducción la discusión no fue muy dura, que algunos le daban más importancia que otros, pero había consenso en que ese era el camino. Más contradicciones había hacia las bases por la presión que por izquierda ejercía el PRT y la Revista Militancia[35] en contra de la política hacia las FFAA de la organización[36]. Carlos Flaskampf recuerda que en su ámbito había algunos compañeros nuestros que eran muy izquierdistas, que lo veían como un peligro, la mayoría de nosotros no.
En general había acuerdo aunque no todos comprendían cual era el objetivo[37]. Según Perdía
intentamos varias cosas unas las logramos otras no. Entre esas cosas estaba el tema de hacer que los militares convivan con la sociedad. Hicimos el seminario en al universidad donde iban militares con compañeros de la JUP; el OD, reuniones permanentes entre nosotros y grupos de militares. También el Estado Mayor nos había invitado al tema de la mesa de arena que no fuimos, y estábamos discutiendo participar en las operaciones del año siguiente en el 74 como fuerza paramilitar, como milicianos junto al ejército regular. Era un planteo que discutimos con gente del Estado Mayor con perspectiva de integrarnos lo que era la fuerza montonera al esquema de defensa (…) en una perspectiva estratégica que Carcagno aceptaría de un replanteo del esquema de defensa que incluyera fuerzas milicianas.[38]
Si bien hubo discusiones la resistencia en ese momento fue poco efectiva. Las discusiones eran el emergente de las dos líneas de intervención militar que anidaban en la organización: la de la Guerra Popular Prolongada y las de la insurrección; de guerra al ejército o de trabajo sobre el ejército. Sólo así se explica que poco tiempo después del OD y los acuerdos con Carcagno, se impusiera en congresos regionales de oficiales montoneros, democráticamente, una línea militar intransigente.[39]
La ambiciosa política realizada por Montoneros, hacia y con, una cantidad de oficiales del ejército no se manifestó de la misma forma en todas las instancias de la organización. Una razón, por tendencias ideológicas que anidaba en su seno y otra por que entre los “oficiales” y el resto de la militancia de masas muy amplia había una cierta distancia de encuadramiento político y organizativo. Esto salta a la vista en una política tan amplia como el OD que requería la implicación de la militancia no sólo de los cuadros. José Brontes, al que ya mencionamos antes, era un típico militante que se había sumado a la JP en el alaza de movilización del “luche y vuelve” respetaba a Montoneros, sabia que eran algo así como los referentes del movimiento en el que participaba, pero no era un “montonero” estrictamente, aunque identitariamente si lo fuera, porque Montoneros era en ese momento un movimiento revolucionario no un partido marxista leininsta. Para él el OD tenia estas características:
Cuando desde nuestra regional se plantea el operativo de reconstrucción nacional, para llevar ayuda material y ayuda de trabajo concreto a zonas de la provincia de Buenos Aires que habían sido castigadas por las inundaciones, llega un pedido de la Conducción. En la Regional I estaban Dante Gullo y Juan Carlos Añon, no recuerdo los otros nombres, yo pido permiso en el trabajo y me autorizan por que iba al Operativo Dorrego, bueno, me inscribí y fui (…) Los compañeros que estaban en condiciones de ir hablaban con él, que era el secretario general de la unidad básica, y él llevaba los nombres de los compañeros que iban a los representantes de la regional.[40]
 Por otro lado “Pancho” oficial proveniente de FAR (o sea hombre de la estructura propiamente montonera), nos indica.
una directiva nacional se transmitía en formas diferentes. A mi zona llegó como una tarea de milicia, eso es lo que yo quise escuchar de la historia. Seguramente el mensaje tiene que haber sido más neutro (…) pensar en que ibas al operativo Dorrego a realizar una tarea de milicias junto a los milicos, que ibas a confraternizar con ellos y ¡que los ibas a infiltrar! (…) La tarea real fue de discusión entre nosotros, formación de cuadros externos, tareas conjuntas, ese tipo de cosas, pero muy infantil.[41]  
Flaskampf en cambio piensa que:
lo  veíamos como una forma positiva de trabajar también sobre el ejército creíamos que no había que descartar que había sectores nacionales en el ejercito y a Carcagno lo  veíamos en esa posición, (…).había trato y expectativas. Después Perón lo echo a Carcagno y a los sectores nacionales (…) hubo un trato bastante avanzado con militares nacionalistas que había participado en el golpe de Olavarria contra Lanusse en el año 71 parece que algunos de esos tipos estuvieron muy cerca de Montoneros.[42]
Como vemos, con el paso del tiempo el balance es diverso, una parte de la militancia de entonces (con la represión en el medio ejercida por militares de presencia muy similar a los que se buscaba confraternizar en el OD para trazar alianzas) lo considera utópico. Por otro lado, la comprensión de la política no era igual en todos los casos, no había una claridad de los objetivos más altos de la CN. Sin embargo, esto no debe sorprendernos, ya que la estrategia montonera no era resuelta en asamblea y además era “flexible”, e implicaba niveles de implementación que no podían estar al alcance de todos, hasta por razones de éxito de la política propuesta. ¿Cuál podía ser el nivel de comprensión de 800 militantes convocados desde Unidades Básicas para hacer un primer paso de un plan que implicaba armar milicias y preparar una alianza con una fracción del Ejército para el pos Perón? Pero la amplia mayoría coincide, o al menos coincidieron en ese momento, en que era positivo trabajar e intentar discutir, “salvo los compañeros muy izquierdistas” tal como mencionamos que recordaba Flaskampf. La oposición fuerte vino por otro lado: los entrevistados y los documentos muestran la posición muy negativa del PRT y el PB/Militancia respecto al tema.
El cierre del operativo fue un hecho político de envergadura, a sólo 10 días de la asunción de Perón. El Descamisado relataba con satisfacción que el general Carcagno brindaba con otros oficiales y dirigentes peronistas por la salud del Líder, mientras en la Plaza Mitre de la localidad de 25 de Mayo convergían militantes, que se mezclaban con oficiales y soldados al sonar de bombos. Las fotos que ilustran la revista impactan (y debieron causar un dolor de estómago a más de uno) jefes del ejército junto a connotados dirigentes de la izquierda peronista en un palco viendo, firmes, desfilar ante sí en formaciones de tipo militar a columnas juveniles, con soldados armados, formados y rodeados de banderas Montoneras.
En el acto de cierre, el último día, se realizó un desfile con el Ejército... Y nosotros marchábamos con los militares, que eran unos 1500 aproximadamente. Lo hicimos cargando cada uno su pico y pala con la que había trabajado, cada uno con la herramienta en la mano, llevándola cargada al hombro (hace el gesto como si cargara un fusil) con un brazalete que nos identificaba.[43]
El relato del momento que aparece en el artículo muestra la “unidad nacional” que la organización imaginaba: vecinos de las poblaciones aledañas que venían a ver a Perón, militares nacionalistas, jóvenes de la JUP de la UES, chacareros, gente con “rostro de pueblo” y enormes carteles de Montoneros enmarcando la concentración en la que debía cerrar el Líder que con su presencia daría “el mejor premio a los muchachos que durante 16 largas jornadas habían puesto el hombro junto al pueblo”[44].
Perón dijo ausente. “Entonces se dijo que algún problema de salud impedía la concurrencia, pero el gesto tuvo un claro voto de censura sobre la gestión política que estaba desarrollando el Gral. Carcagno” y la Juventud Peronista señala Fraga[45]. Lorenzo Miguel o López Rega y Osinde, o todos ellos, estaban sumamente preocupados por la confluencia que se manifestaba en esas jornadas e insistieron para que Perón dijera ausente. Para ello elaboraron el “Memorándum reservado”, típica maniobra de inteligencia, que tuvo gran repercusión y fue tomado como fuente fidedigna por la izquierda para atacar al OD. Los rumores circulaban fuertemente Flaskampf recuerda que “nos llego un vez por parte de un compañero (…) que había existido por parte de Carcagno algo así como (Perón era presidente) una propuesta de asociación con vistas eventualmente a un golpe nacional y popular y que la organización lo rechazaba. Era interesante el trabajo con Carcagno pero dentro de todo Perón era más confiable que Carcagno, hacer un golpe contra Perón con Carcagno no”. El mismo Perdía, haciéndose eco de estos rumores, le planteo a Carcagno esta inquietud señalando que “a Perón no”, a los que los militares respondieron que la cuestión era discutir para después de la muerte de Perón si la cosa se desbarrancaba[46].
. Es nuestro entender que el Líder debía tener algún grado de disconformidad que facilitó la decisión. Que esa disconformidad con una política de las FFAA que él no había decidido se pudo haber potenciado por las maniobras de “inteligencia” de los sectores opositores tanto en el sindicalismo y en el gobierno, como dentro mismo de las FFAA (Massera en la marina explícitamente uno de ellos, pero también dentro del ejército) que buscaban voltear a Carcagno. La independencia de Carcagno y los rumores sin dudas tuvieron un efecto negativo.
Sin embargo, como plantea Jaurteche, “dentro del Peronismo y aún menos dentro del gobierno, Perón iba a tolerar decisiones independientes de su conducción”. Y es de destacar que ese acto con Montoneros y la comandancia del ejército en el que se esperaba su participación se hacia pocos días después de la muerte de José Ignacio Rucci en un operativo que se adjudicaba a Montoneros y que Perón había recibido como un atentado directo contra sus políticas. Sin dudas había dado “más” aire a la derecha ante el General. Como tampoco se puede separar su ausencia de las resoluciones del Consejo Superior Peronista que llamaba a depurar el movimiento de infiltrados y el gobierno de amigos de infiltrados.
En el palco se instaló de espaldas al edificio municipal y frente a la plaza principal, se destacaban el gobernador Oscar Bidegain, el General. Carcagno, el comandante del primer cuerpo de Ejército Gral. Leandro E. Anaya[47] (quien fue sucesor de Carcagno a fin de año), el general Cánepa, los coroneles Recchi, Sachi y Pedrenera, Juan Carlos Dante Gullo, Juan Carlos Añon, Ernesto Jauretche, Urriza, los intendentes municipales y el ministro de defensa Robledo.
Relata El Descamisado que
El primero en hablar fue el General Carcagno quien destacó que para un Operativo de tanta magnitud había tenido que comprometer a los efectivos de casi todo el primer cuerpo de ejército (…) la tarea formaba parte del compromiso del las FF.AA. con el pueblo, una intención que el Ejército refuerza con la apertura de sus hospitales militares a la sociedad civil, la apertura de los cuarteles para que los niños y la juventud practiquen deportes (…) Así, en el trabajo compartido se logra materializar la síntesis de ejército y con el pueblo todo de la República, punto de partida indispensable para hacer realidad un proyecto nacional de paz y grandeza. Unidos en la tarea constructiva, colocando los intereses nacionales por sobre cualquier otra consideración seremos capaces de hacer realidad nuestras aspiraciones de una Argentina mejor, mas libre, mas dueña de sus decisiones (…) y en la que sus hijos encuentren el contorno apropiado para hacer posible su realización espiritual y material[48].
Carcagno reafirmaba la línea “peruanista” de acuerdo con la izquierda peronista que sostenía desde su asunción; y lo hacia en medio de la ofensiva política del peronismo tradicional contra la izquierda del movimiento. Parecía no acusar recibo de las presiones de la derecha, ni de las críticas al interior de su fuerza, ni de la posible censura de Perón. ¿Qué pudo haber evaluado Carcagno para mantenerse firme y no “hacer política”, retrocediendo un paso? Quizás la convicción de que fuera de él no había recambio dentro del Ejército; quizás la seguridad de que el proyecto nacional de Perón, más allá de las presiones de grupos de derecha, debía contar con él y sus camaradas como único grupo militar en condiciones de respaldarlo; quizás la certeza de que el líder moriría antes de que pudiera reemplazarlo. No sabemos, pero lo cierto es que, a pesar de la censura, el general Carcagno continuó en la línea iniciada el 25 de mayo. A continuación de Carcagno habló el gobernador Oscar Bidegain quien dio un discurso acorde a la concepción de Unidad Nacional que Montoneros sostenía en ese momento.
Tal como recuerda Ernesto Jauretche, creían estar discutiendo de igual a igual con el Estado Mayor del ejército, ser un organización que peleaba por el poder real y el futuro del país y lo hacia en el nivel más elevado. El “Operativo” fue parte de un momento muy particular, en el cual la Organización Montoneros había alcanzado a estar ubicada en las estructuras del Estado con un margen de legitimidad y autonomía importantes. Pero solo fue “un momento” dentro de una coyuntura estratégica que se resolvió punto por punto en forma negativa para los guerrilleros.

A modo de cierre
            El “Dorrego” marcó el punto más alto de la política pública de Montoneros frente a las FFAA en el año 1973. Fue epicentro de fuertes debates y censuras de la izquierda revolucionaria y el peronismo clasista, que presionaron públicamente e hicieron mella en las bases radicalizadas de la guerrilla peronista. Pero fue sólo parte de una estrategia más amplia que se implementaba en ese momento en relación a lo militar. Los contactos y acuerdos con la conducción de Carcagno fueron más amplios, estratégicos y se manejaron en forma secreta. Se relacionaban tanto con políticas de largo alcance de ambas partes de cara a un futuro que visualizaban de agudización de los conflictos políticos, como en relación a políticas de Estado. El quite del apoyo de Perón a Carcagno a fin de año obligó a la renuncia del jefe militar y significó el principio del fin para la política montonera en ese terreno.

Bibliografía
Caviasca, Guillermo. (2013) Dos caminos. La Plata De la Campana
Caviasca, Guillermo. (2017) La hipótesis Carcagno. Bs. As. Punto de Encuentro
Fraga, Rosendo. (1998). Ejército del escarnio al poder. Bs. As. Emecé
Perdía, Roberto Cirilo (2013) Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona. Bs. As. Planeta
Diarios y revistas
Clarín 5 de Octubre
El Descamisado N 21 – N 22 – N 23 – N 24
La Opinión, diario independiente de la mañana 5 de Octubre – 7 de Octubre
Entrevistas
Añon, Juan Carlos. Entrevista, Díaz, Gabriel, Buenos Aires, 4/04/2005
Brontes, José. Entrevista Díaz, Gabriel y Vega Sergio, Buenos Aires. 22/04/2005
Cesio, Juan Jaime. Entrevista del Daniel Mazzei. Buenos Aires, 24/06/2006
Flashkamp, Carlos. Entrevista, Caviasca, Guillermo, Buenos Aires, 24/06/2004
Jauretche, Ernesto. Entrevista, Caviasca, Guillermo La Plata 15/02/2013
Pancho (Seudo). Entrevista Díaz, Gabriel, Buenos Aires, 18/02/2005
Perdía, Roberto Cirilo. Entrevistas, Caviasca, Guillermo, Buenos Aires, 30/04/2005 y 20/09/2012
Urien, Julio César. Entrevistas, Caviasca, Guillermo, Buenos Aires, 20/08/2015 y 10/05/2016             




[1] Doctor en Historia de la Universidad de Buenos Aires. Ejerce tareas docentes y de investigación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en la cátedra Historia Social General y en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de La Plata Historia Argentina Contemporánea. Es titular del seminario “La cuestión militar en la argentina del siglo XX”. Autor de libros y artículos de historia argentina. Ensayos, investigaciones, académicos y periodísticos. Blog: quedudarnoteparalice.blogspot; Mail:   helicopterox@yahoo.com.ar
[2] Señalamos que eran “parte” para indicar que su participación en el Estado en ese periodo estaba inmersa en una dura disputa al interior del movimiento que se iría resolviendo desfavorablemente para los revolucionarios peronistas con el paso de los meses.
[3] Hablamos de “estrategia directa” o “indirecta” en el sentido que Sir Basil Lidell Hart define en sus trabajos.
[4] Agradezco al profesor Gabriel Díaz que me haya permitido utilizar las entrevistas por él realizadas la cuales completan en forma indispensable las fuentes orales que recopilé para la realización de esta investigación. 
[5]La JP explicó su plan comunitario”, Buenos Aires, 5/10. Recorte en el archivo personal del autor sin datos de página. Díaz, Gabriel y Vega, Sergio, (2009) “Operativo Dorrego (1973). La institucionalidad fallida”. En: Voces Recobradas Revista de Historia Oral N 12, Bs. As. Pág. 32.  Es destacado el hecho de que para Montoneros el problema era una “camarilla militar” y no las FFAA en general. Primer elemento clave en la distinción entre la visión respecto de las FFAA de Montoneros y la “izquierda revolucionaria”.
[6] Perdía, Roberto Cirilo, entrevistas del autor, Buenos Aires, 30/04/2005 y 20/09/2012.
[7] Urien, Julio César. entrevistas del autor, Buenos Aires, 20/08/2015 y 10/05/2016. Actual Teniente de Fragata en 1972 protagonizó un levantamiento militar de apoyo a Perón en su retorno del 17 de noviembre. La unidad de Azul había sido parte de un levantamiento nacionalista en 1971 del que participaron varios oficiales que, expulsados de la fuerza, se vincularon posteriormente al peronismo y mas tarde fundaron el CEMIDA.
[8] Ídem.
[9] Consejo superior de la Juventud Peronista (1973) “Juventud Peronista en la reconstrucción nacional”  en diario Clarin 5/10, pag. 18. La palabra “reencuentro”, es destacada por nosotros, y evidencia el mensaje montonero: los militares no eran todos, o no fueron todos ni siempre, enemigos.
[10] Es de destacar que el OD se realizó con el golpe palaciego contra Cámpora ya realizado, en el inicio de una dura ofensiva de la derecha peronista y la mayoría del aparato partidario y sindical contra Montoneros y la izquierda peronista en general.
[11] Fraga (1998), Ejército. Del escarnio al poder, Bs. As. Planeta. Pág. 70
[12] El Peruanismo fue una corriente dentro de las FFAA latinoamericanas que ponía énfasis en la cuestión de la Dependencia y el desarrollo social. Y consideraban a la guerrilla una consecuencia de la pobreza y el atraso que desaparecería con transformaciones estructurales de la sociedad que implicaran el progreso y bienestar. Se denominó así porque su máxima expresión fue el gobierno del General Juan Velasco Alvarado entre 1968 y 1975 en Perú.
[13] Para esos meses circulaba un “Memorándum reservado” escrito por algunos oficiales cercanos a la UOM, con el objetivo de influir a Perón en contra de la oficialidad peruanista aliada a Montoneros. Recchi (junto con Cesio y otros) es uno de los militares que aparece mencionado como “gorila” en el “Memorándum Reservado”. Esta maniobra de inteligencia fue en respuesta al OD y la política de Montoneros en general (escrito por el Coronel (RE) Perémoli, vinculado a la UOM, quién fue poco tiempo después hombre clave del grupo económico liderado por Amalia Lacroze de Fortabat). El Memorándum mencionaba a varios militares, algunos muy cercanos a Carcagno, como parte de una maniobra antiperonista destinada a preparar al ejército para realizar un golpe e impedir que los verdaderos peronistas ascendieran a puestos importantes de conducción. Debemos recordar que para el mismo momentos había sido muerto José Ignacio Rucci lo que sin dudas agudizó las contradicciones. Pero también poco tiempo después la comandancia del ejército manifestaba su preocupación por los ataques que estaba sufriendo la JP.
[14] La Opinión, diario independiente de la mañana, 5/10/1973. Clarín 5/10/1973.
[15]Yo llego, Bidegain me pone en ese lugar que era de inteligencia, de manejos con los intendentes y todo eso, pero me da una labor netamente política, la saca del área en que estaba, que era una cosa así secundaria, y me da una tarea política de manejo con los intendentes y los consejos deliberantes de toda la PBA. Visité 90 municipios en 9 meses, y me dediqué a hacer relaciones políticas con cada uno. Las hacía en nombre de Bidegain y en nombre del ministro de gobierno, que era Uriza, que no era montonero. Uriza era el líder de un grupo de abogados de La Plata, que era jauretchiano y la peleaba. Bidegain no puso ningún ministro montonero, ninguno de los ministros era montonero”. Jauretche, Ernesto, entrevista y transcripción del autor La Plata 15/02/2013.
[16] Jauretche (2013). Op. cit.
[17] Ídem.
[18] Clarín (1973), “Se lanzó el Plan de Reconstrucción del área bonaerense  inundada”, Buenos Aires, 5/10, pag. 19.
[19] Pancho (Seudo), entrevista y transcripción: Díaz, Gabriel, Buenos Aires, 18/02/2005. Parte de las entrevistas a Pancho (seudónimo), Brontes, José y Añon, Juan Carlos fueron publicadas en el artículo de Díaz, Gabriel y Vega, Sergio, (2009) Op. cit.
[20] Añon, Juan Carlos, entrevista, Díaz, Gabriel, Buenos Aires, 4/04/2005, Idem.
[21] “El Operativo Dorrego” (1973). En: La Opinión, El diario independiente de la mañana, Buenos Aires, 7/10. Recorte en el archivo personal del autor sin página visible. Revista de Historia Oral op. cit. Pág. 32.
[22] Jauretche. (2013). Op. cit. El planteo de Jauretche es muy positivo, quizás para intentar poner énfasis en la discrepancia, que remarca, con las interrelaciones “conceptualmente” negativas que se impusieron durante décadas desde gran parte de la izquierda y los organizamos de DDHH:
[23]Brontes, J. entrevista Díaz, Gabriel y Vega Sergio, Buenos Aires. 22/04/2005.
[24] Ídem.
[25] Díaz y Vega. (2005). Op. cit.
[26] La existencia de dos campamentos y de los jefes reunidos balanceando o planificando las acciones del día o el siguiente, no deja de ser una forma lógica de funcionamiento militar. Claro que podría haber sido mas flexible (no mucho más, asambleas de discusión no es lógico), como pudo ser  un escenario favorable a que los malintencionados trabaran con mayor facilidad los hipotéticos contactos.
[27] Idem.
[28] Fraga, R. (1998). El Ejército. Del escarnio al poder. Bs. As.. Emecé. Pag. 71
[29] Ídem. Pág. 73.
[30] Fraga, R. (1998), Op. cit. Pag. 72-73.
[31] Jauretche, E. (2013). Op. Cit.
[32] Perdía, R. (2013). Op. cit.
[33] Señalaba Firmenich entre otras cosas que los militantes les faltaba encuadramiento y disciplina para avanzar con éxito en la política y que para el futuro que avizoraban necesitarían para triunfar al menos que una o dos divisiones del ejercito operaran de su lado.
[35] La revista Militancia para la liberación nacional, era orientada por Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, expresaba posiciones de la izquierda peronista especialmente cercanas a Peronismo de Base y a la interlocución con el PRT.
[36] Perdía, entrevista del autor (2005)
[37] Flaskmapf, Carlos. Entrevista del autor, Bs. As, 24/06/2004. Era un oficial provente de FAR  responsable de una UBC (Unidad Básica de Combate, o de Conducción como se denominó en esos meses).
[38] Perdía, R. (2013). Op. cit.
[39] Caviasca, Guillermo. (2013) Dos caminos. La Plata De la Campana, Pág. 135-137.
[40] Diaz y Vega. (2005). Op. cit.
[41] Díaz, G. (2005). Op. cit.
[42] Flaskampf, C. (2004). Op. cit.
[43] Díaz, G. (2005). Op. cit.
[44] “Estamos con los que están con la liberación” (1973), El Descamisado Nº 24, 23/10, pag. 16.
[45] Sin embargo Cesio (2006) insiste en que la ausencia se debió a “razones de salud”, aunque admite que “López Rega y Lorenzo Miguel” operaban sobre el general. Entrevista de Daniel Mazzei. La hipótesis de la débil salud no debería ser descartada en aras de una explicación de desagrado político o maniobras, también muy plausible. Pueden haberse complementado ambas cosas.
[46] Los rumores circulaban entonces acompañando las maniobras de inteligencia y/o discusiones reales. El Combatiente señalaba en forma destacada que Montoneros preparaba un golpe junto a los “peruanistas” para realizar una “revolución nacional” sin sangre. Todo basado en las inquietudes que generaba en diversos y antagónicos sectores la relación de Montoneros con el Ejército cuya expresión fue en ese momento el “memorándum”.
[47] Anaya sucedió a Carcagno, se mostró disciplinado a Perón, pero desecho las políticas que Carcagno había iniciado tanto a nivel continental como interno de acercamiento hacia corrientes “antiimperialistas”. La “subversión” reapareció en su discurso, aunque en consonancia con el clima político general.
[48] El Descamisado N 17 (1973).

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