Lecciones de la derrota boliviana
“La posesión territorial y la afirmación soberana en
territorios en disputa o apetecidos sólo se realiza acumulando la “fuerza
geopolítica” necesaria para volverlos efectivos”, sostiene el autor. Razones
del triunfo chileno en La Haya
y enseñanzas de cara al reclamo soberano argentino en Malvinas.
¿Qué pasaría en el
mapa del mundo si los países derrotados militarmente, a los cuales se le
impusieron cambios de fronteras después de esas derrotas mediante “tratados de
paz” pudieran revertir esos resultados décadas después mediante una acción
judicial?
Viviríamos en un mundo donde imperaría una
justicia interestatal abstracta no sujeta a consideraciones geopolíticas, ni a
relaciones de fuerzas económicas y demás, sin hegemonías ni disputa, un mundo
ideal teórico propio de cuentos.
Sin dudas y sin vacilar, casi sin que
nadie proteste ni sufra nada (más que “algunas” grandes empresas petroleras y
pesqueras) las Malvinas volverían a ser argentinas. Sería más complicado
reinstalar a los alemanes en Prusia. O a los Mexicanos en California, Arizona,
Nuevo México, etc.
El problema boliviano y de toda diplomacia
ingenua (especialmente la
Argentina , mucho más que la boliviana) se encuentra en creer
en las instituciones internacionales. La relación entre estados, y de la misma
forma sus fronteras, son parte de la materialización de situaciones
geopolíticas y relaciones de fuerzas internas y externas a esos Estados. Hay que
verlas como “vivas” a lo largo de períodos que exceden la vida de cada uno de
nosotros, son espacios de “pueblos” no de individuos.
Es sabido que sólo se juzga a los
vencidos, los vencedores muy, muy pocas veces se hacen cargo de sus crímenes.
Sólo los caídos en desgracia, y en general periféricos, pueden cumplir el
requisito de ser juzgados. Es lógico, en nuestro país los hoy ex militares
juzgados y condenados, lo fueron cuando la relación de fuerzas en su contra fue
abrumadora tanto local como internacionalmente. Y esos juicios nunca llegaron a
otro tipo de responsables y conductores del llamado “proceso”. Porque allí
radica la clase dominante, y ésta es la misma hoy que en el momento que impulsó
los crímenes.
Pero este no es el tema de Bolivia en lo que
hace a la justicia internacional. Hablamos acá de patrimonios territoriales de
Estados. Existen tratados en los que dos partes acuerdan las fronteras. Uno
puede ceder por la razón que sea (debilidad, negligencia, desinterés, etc.)
pero se hace entre partes que tienen en ese momento plena libertad la una
respecto de la otra. Al menos libertad jurídica y militar (ya que pueden ser
marionetas de intereses ajenos entre bambalinas). Pero hay otros tratados (y
son muchos) que se hace entre las partes, una de las cuales está de rodillas y
con una pistola en la frente, como los que mencionamos de México y Alemania
(para nombrar dos casos muy destacados y países muy distintos).
Pero los tratados de ambas características
expresan una relación de fuerzas y un determinado equilibrio geopolítico. Chile
derrotó militarmente en forma contundente a Bolivia y Perú y le arrebató una
porción de territorio que era muy importante (potencialmente, no está de más
aclararlo) para el desarrollo de Bolivia, ya que sabemos que poseer puertos es
muy importante, beneficia enormemente el comercio de bienes. Pero sólo es clave
si son parte de un proyecto de desarrollo nacional (inclusive para un proyecto
de dependencia), que Bolivia no tenía (salvo por los enclaves mineros del
estaño en años posteriores) y esa es una de las causas por las que perdió esa
guerra.
Chile ganó porque era “geopolíticamente”
más fuerte. Tenía un núcleo estatal sólido, una integración al mercado mundial
que era vista por Inglaterra (aún la potencia dominante del periodo, aunque ya
con disputas) como más interesante para sus intereses propios, un ejército
moderno basado en una idea de nacionalidad moderna. No es que fuera un estado
“muy progresista”, era atrasado y dependiente, más que Argentina por ejemplo.
Pero en Bolivia aún primaba la servidumbre, y sus masas no era ciudadanos en el
mínimo sentido que puede dársele a esa palabra. Una elite heredera directa de
la aristocracia colonial gobernaba a través de privilegios de antiguo régimen.
O sea, para la explotación del guano que interesaba a Inglaterra (y después del
cobre) Chile era una estructura más adecuada. Después vienen las cuestiones
puntuales, de un impuesto u otras, que son el causus belli. Pero no hay que
olvidar tampoco que ya Bolivia había reconocido pocos años antes, por abandono
y desinterés, una franja de territorio a Chile al sur de la que perdió en esa
guerra.
Si tomamos el concepto de frontera
política “formal”, los guioncitos que aparecen en los mapas. Y frontera
geopolítica, la real, en la que un Estado ejerce efectivamente soberanía,
siguiendo a Florentino Díaz Loza. Vemos que Bolivia sólo tenía una frontera en
el sentido de las antiguas castas feudales. Mientras que Chile, si bien
dependiente, tenía una frontera geopolítica adecuada a las condiciones de la
dependencia y la explotación de recursos para el imperialismo.
Indudablemente eso se ha alterado actualmente.
Bolivia ha consolidado su “frontera geopolítica” en los últimos años. Recién
ahora se puede pensar que existe un “pueblo boliviano”, una integración en
infraestructura y comunicaciones más avanzada, un desarrollo económico de
significación, una fuerza militar nacional. Eso se expresa en que los puertos
del norte chileno, que son la proyección natural del altiplano boliviano desde
la época de los señoríos aymaras, deben gran parte de su vida económica al
renacer (o nacer) Boliviano.
Por eso la insistencia
de Bolivia, a través de su presidente, de “salida al mar” no es extemporánea,
sino que expresa una base material concreta. Además es la expresión de de una
nueva relación geopolítica mundial y latinoamericana en disputa. Entre la
integración y una tendencia a la unidad y la creación de intereses compartidos
que mire hacia dentro de nuestros países y hacia el conjunto del subcontinente;
y otra de competencia, que mira hacia fuera y hacia los intereses de asociación
de cada parte con alguna potencia hegemónica o con el mercado mundial.
Cómo la resolución de una cuestión
geográfica es posible con la alteración de las fronteras, y cómo eso se
relaciona con la geopolítica es claro para el caso de Crimea donde Rusia
resolvió el tema sin vueltas, dado su potencial geopolítico reconstruido. Y
puede ser pensado para la irresolución de las aspiraciones independentistas
Kurdas, dada la coalición de intereses de los Estados nacionales en la región
(Turquía, Irán, Siria) y de la derrota de las fuerzas militares rebeldes en
Siria e Irak. Y esto a pesar de cierto apoyo occidental a fracciones Kurdas. O
puede ser pensado en la desintegración de Yugoslavia, y la aún mayor de Serbia,
etc. O sea, las alteraciones son posibles pero no dependen de un “tribunal de
justicia”.
Pero el caso Chileno-boliviano (como es
lógico) tiene sus particularidades. Una que incluye un tercer actor que es
Perú. Segundo que Chile es la niña mimada de Sudamérica desde la dictadura de
Pinochet. Y así logró resolver varias controversias con Argentina, aún con
dictaduras. Con nuestra estrategia diplomática mala y situación interna
catastrófica. Pero llegó a un límite en los Hielos Continentales y en un mínimo
territorio llamado “Laguna del desierto”. Debemos pensar una resolución
amistosa y sin injerencia externa, en las disputas que aún quedan con Chile
como la Península
Antártica cuyo espacio es reclamado también por Inglaterra y
Chile.
Tercero, que en gran parte de la sociedad
chilena y sus fuerzas armadas, Bolivia en una hipótesis de conflicto clara. No
se puede ignorar como mensaje del gobierno Chileno ante la cercana resolución
del arbitraje las maniobras militares, con un despliegue de una cantidad
importante de tanques muy modernos en la frontera con Bolivia hace muy poco
tiempo. Eso es un mensaje fuerte.
Cuarto que un litoral marítimo para
Bolivia, por más mínimo que sea, coloca a este país como marítimo y obliga a
discutir con este nuevo actor los intereses en la zona. O sea una resolución
desfavorable a Chile iba más allá de la real implicancia para el caso
particular, que quizás se arregla con un corredor en un desierto súper seco y
una costa de unos poquitos kilómetros.
Para los argentinos esto nos enseña que
ninguna justicia internacional nos dará nada. Por más justo que parezca, y
Malvinas más que “justo” parece “natural”. Que la posesión territorial y la
afirmación soberana en territorios en disputa o apetecidos sólo se realiza
acumulando la “fuerza geopolítica” necesaria para volverlos efectivos. ¿Qué es
la fuerza geopolítica? presencia económica, presencia humana, potencial
militar, un correcto esquema de relaciones internacionales, agresividad
diplomática, un contexto regional favorable, desestabilización de la situación
del ocupante, conciencia colectiva del valor de los reclamado y decisión de
afirmarlo.
Para lo hermanos bolivianos no tenemos
dudas de que una salida soberana que es lo que reclaman, o sea un mínimo corredor,
es posible. Pero debemos pensar también en cuál debería ser nuestra actitud.
Cuales son los intereses argentinos. Estos son volcar a Bolivia hacia el
Atlántico y la cuenca del Plata a través de nuestro territorio. Aumentando así
nuestra presencia y alianza con el país hermano y así construyendo un bloque
estratégico común. Por ejemplo potencia la instalación de un puerto franco
boliviano en Formosa o Chaco, con la canalización y navegabilidad del Río
Bermejo como proyecto, y una vía ferroviaria común específica para la
proyección boliviana haca nuestros espacios. Claro eso depende de una política
nacional, ya que cualquier intención al servicio del mercado y las
corporaciones transnacionales es mala, como se demuestra con la instalación de
la cabecera de la hidrovía en Montevideo.
Finalmente podemos afirmar que la
resolución de los problemas latinoamericanos debe ser hecha entre pares, en
espacios regionales, evitando la intromisión de potencias o foros
internacionales cuyo origen y fin es parte de los intereses del imperialismo,
la globalización, etc. Fortalecer depositando la confianza en instituciones
globales es siempre negativo a la larga. Así nos favorezcan coyunturalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario