Guillermo Caviasca
Universidad de Buenos Aires
Costa Brava.
Una batalla olvidada
Casus Belli III (2022), 89-121
Recibido: 17/2/2022 - Aceptado: 22/10/2022
file:///D:/Guillermo/Downloads/52-Texto%20del%20art%C3%ADculo-242-3-10-20230317.pdf
Resumen: Abordamos la batalla fluvial de Costa Brava, en donde la Armada
Federal al mando del Almirante Brown, derrotó a la escuadrilla de Montevideo
capitaneada por Giuseppe Garibaldi el 15 y 16 de junio de 1842. Con esta
victoria, las Fuerzas Federales conducidas por Juan Manuel de Rosas y Manuel
Oribe lograron el control de los ríos y así abrieron la posibilidad de
proyectar su campaña hasta la Banda Oriental. Analizamos los antecedentes de la
batalla, la guerra dentro de la cual esta se inserta, las características de
las tácticas y estrategias desarrolladas, la gran estrategia, y la geopolítica
que eran el marco general de estos enfrentamientos
Palabras clave: Brown,
Garibaldi, Confederación Argentina, Banda Oriental, Costa Brava
We address the river battle of Costa Brava, where the
Federal Fleet under the command of Admiral Brown, defeated the Montevideo
squadron led by Giuseppe Garibaldi on June 15 and 16, 1842. With this victory,
the Federal Forces led by Juan Manuel de Rosas and Manuel Oribe gained control
of the interior rivers, thus opening the possibility of continuing their
campaign to the Banda Oriental. We analyze the background of the battle, the
war within which it is inserted, the characteristics of the tactics and
strategies developed, the grand strategy, and the geopolitics that were the
general framework of these confrontations.
Keywords: Brown, Garibaldi,
Argentine Confederation, Banda Oriental, Costa Brava
1.
Contexto
y antecedentes
La batalla fluvial de Costa Brava fue definitoria en la campaña naval contra las fuerzas comandadas
por Giuseppe Garibaldi durante una campaña de la guerra civil e internacional
que asoló la región del Río de la Plata desde 1836 hasta 1852. En esta batalla
fue destruida la flotilla del gobierno Oriental montevideano, quedando el
control de los ríos en manos de las Fuerzas Federales hasta la intervención
directa de las escuadras de Inglaterra y Francia. La historiografía argentina, uruguaya o
brasileña fragmentan la explicación de esta larga guerra de acuerdo a ópticas
políticas y nacionales estrechas. Sin
embargo, la única forma de comprender el conflicto es verlo como una unidad,
como un único proceso. Al que además hay que comprender dentro del marco en que
el desarrollo del capitalismo y el comercio mundial las potencias europeas
despliegan sus intereses en el planeta. Así
diferentes campañas, batallas, golpes de estado, rebeliones, invasiones, etc.
hacen a un todo que cobra una coherencia explicativa en su conjunto muy clara
como una unidad sin discontinuidades, que se inicia en 1836 con la rebelión de
Fructuoso Rivera contra Manuel Oribe en la República Oriental, y termina en
1852 con la caída de Juan Manuel de Rosas frente a una coalición de liberales,
argentinos, orientales, brasileños y rebeldes federales. La batalla de Costa
Brava en un punto de unión entre las diferentes campañas y problemas
geopolíticos que se despliegan durante esos años. No abordaremos más que como
mención en caso de que sea necesario otras etapas del conflicto centrándonos en
la expedición de Giuseppe Garibaldi y la persecución realizada por Guillermo
Brown, desde este estudio sostenemos nuestras conclusiones.
A lo largo de este artículo, analizaremos la batalla de Costa Brava como
un hito clave de esta guerra. Nuestro objetivo es presentar el carácter
estratégico de la victoria fluvial de Guillermo Brown que permitió la inmediata
victoria de Manuel Oribe sobre Fructuoso Rivera y el posterior sitio de
Montevideo. Subsidiariamente a este objetivo analizaremos la capacidad operacional
de las fuerzas navales federales y las consecuencias de la batalla en lo que
respecta a la cuestión geopolítica en relación con potencias extranjeras
implicadas en el conflicto.
Realizamos nuestro estudio abordando fuentes primarias, secundarias,
estudios de tipo ensayístico, académico o periodístico. Metodológicamente el
artículo es eminentemente cualitativo ya que buscamos interpretar el
significado de la batalla, y consideramos además que el análisis estratégico u
operacional, al igual que el geopolítico y de RRII es, en mayor o menos medida,
tributario de este método, que consideramos el más adecuado para realizarlo.
Aunque tenemos la base de los datos cuantitativos para dar sustento a nuestras
conclusiones. Partimos del realismo en
geopolítica, de la idea de “poder naval” del Almirante Mahan
y de la concepción cualitativa de la guerra de Clausewitz.
Siguiendo a Pierre Vilar haremos una “historia razonada” del hecho histórico,
asumiendo que la investigación consiste
“en el estudio
de los mecanismos
que vinculan la
dinámica de las
estructuras -es decir, las modificaciones espontáneas de los hechos
sociales de masas- a la sucesión de acontecimientos en los que intervienen los
individuos y el azar, pero con una eficacia que depende siempre, a más o menos
largo plazo, de la adecuación entre estos impactos discontinuos y las
tendencias de los hechos de masas”.
Desde esta dispersión de fuentes, mediante un estudio crítico de las mismas
haremos una reconstrucción del hecho para insertarlo en una historia global y
presentarlo como clave para demostrar nuestra hipótesis sobre la unidad del
proceso de guerra desde 1936 a 1952 y lo central de esta batalla.
Respecto al estado de la cuestión, señalamos que no existen trabajos que
aborden en profundidad la historia militar de la Armada Argentina en este período.
Sí, se encuentran trabajos sobre la
intervención francesa y anglo-francesa, y se han estudiado con diversos énfasis
ideológicos la resistencia de estas. Pero la flota de la Confederación cuenta
con pocos estudios, ninguno contemporáneo. Existen artículos periodísticos,
algunos de la provincia de Corrientes (donde se desarrolló la batalla),
especialmente porque en ella Giuseppe Garibaldi fue uno de los grandes
protagonistas. La Armada nacional no destaca este período en la formación de
sus cuadros, sin embargo, en el Boletín
de Centro Naval de la década del 30 y del 40 existen trabajos de gran
interés sobre la Armada nacional y sobre las campañas de la Confederación donde
se recurre a fuentes de la época (aunque sólo dos son sobre la campaña y uno de
ellos de la batalla). Entonces, en lo que hace a la batalla, e
inclusive a la campaña, no existen estudios académicos, ni ensayos, desde las
primeras décadas del siglo pasado. Si tenemos que presentar un estado de la
cuestión respecto de Costa Brava solo podemos remitirnos a los artículos del
capitán Teodoro Caillet Bois de 1934 del Boletín mencionado. Otros
artículos sencillos o informativos salpican los noventa años posteriores, pero
ninguno aporta nada nuevo de destacar por sobre el señalado. Si hablamos de la
campaña (dentro de la que se desarrolló el combate de Costa Brava) ha sido abordada,
aunque sin profundidad, desde la constitución de los primeros estudios de
intenciones históricas como los de Bartolomé Mitre, pero es recién con Adolfo
Saldías donde la batalla y la campaña aparecen dentro de un estudio histórico
propiamente dicho. Sin embargo, la batalla y su significado, aun para los
“revisionistas”, aparece como un hecho
lateral a otros de mucho mayor importancia, la campaña misma aparece oscurecida
por la posterior intervención anglo-francesa. En este artículo pretendemos
devolver su especial importancia.
Conviene precisar algunas cuestiones conceptos y
categorías que pueden dar lugar a confusiones.
El período en que se inserta la batalla es el de la construcción de la Nación y
el Estado argentinos Sus límites geográficos actuales recién se definieron
varias décadas después. A lo largo del texto, intentaremos no remitir a las
categorías “argentinos” o “uruguayos”, por ejemplo, no tanto por anacrónicas,
de hecho, la idea de “argentinos” ya estaba en circulación, no así la de “uruguayos”
que era más bien reemplazada por la de “orientales”, sino porque lo que se dio
en este período no fue una guerra entre Argentina y Uruguay, sino una guerra
civil donde los “orientales” estaban en ambos lados de la trinchera, al igual
que los “argentinos”. Y el carácter internacional se da por la intervención
europea y brasileña (aunque también en el Brasil se desarrolla una guerra
civil).
Usaremos más frecuentemente la categoría “federales” o
“Confederación” para definir un bando; y “liberales”, “frente antirrosista”,
fuerzas de Montevideo, para definir el otro. En algún momento hablaremos de
“gobierno Oriental” (así se llamaban en esa época a sí mismos los actuales
uruguayos) aceptando el hecho de quien ejercía el poder en la mayoría del Estado
en ese momento: el general Oribe, Fructuoso Rivera y de nuevo Oribe cuando
marcha a recuperar el gobierno. Aunque entremos en una polémica, asumimos en
este texto que Oribe era el presidente legítimo y que nunca renunció, sino que se
replegó hacia la Confederación para reorganizar sus fuerzas y recuperar el
gobierno. Cosa que casi realizó, si no fuera por la intervención europea. Pero
durante un período, el gobierno oriental estuvo en manos del general Rivera, y
es el de desarrollo de la campaña que estudiamos aquí.
Por último, advertimos también que usamos la categoría
“federales” tanto para las fuerzas que responden a Juan Manuel de Rosas, a
Manuel Oribe, como la flota conducida por Guillermo Brown, pero es de destacar
que entre los opositores a Rosas existían federales notorios, especialmente, en
lo que hace a nuestro artículo, el gobernador de Corrientes Pedro Ferré. En
este sentido y sin pretender adentrarnos en el debate sobre el tema, que
correspondería a otro artículo, podemos señalar que lo que se da en este periodo
en una consciente lucha por el sentido de las palabras. por apropiarse de
ellas. Para los “sectores populares” ser “federal” o ser “unitario” implicaba
una serie de virtudes o descalificaciones automáticas. Constituía una identidad
mas que un programa, aunque no negamos una serie de valores o ideas
identificables respecto de la política o los derechos.
De esto era claramente consciente la dirigencia y la prensa rosista como la antirrosista.
En nuestro periodo el ordenamiento de los nuevos estados
independientes no había resuelto ni su forma de gobierno ni sus fronteras ni su
orden económico, ni el tipo de vinculación con el mundo. De hecho, las
independencias fueron parte de un proceso de desarrollo del capitalismo, lo que
se llama “revolución burguesa”, y se concretaron en el momento de éxito y
ascenso de Inglaterra; lo que tendría muy importantes consecuencias sobre los
nuevos Estados. El control de las vías navegables de la Cuenca del Plata era (y
es) central en la región, ya que oficia como estructuradora de las
comunicaciones internas, como de la proyección del comercio, tanto nacional
como internacional. Quien controla los ríos controla las provincias argentinas,
la Banda Oriental, Paraguay y tiene acceso al interior del sur brasileño.
La escisión de la Provincia Oriental y la creación de la
República Oriental del Uruguay luego de la guerra contra el Imperio del Brasil
y a partir de la mediación inglesa, creó una situación compleja para las
provincias rioplatenses.
Ya que el control del acceso a los ríos pasaba a estar dividido entre dos
estados (o protoestados nacionales). Allí se articularon distintos intereses a
través de los que, a su vez, se expresaban los intereses globales al interior
de las mismas provincias argentinas. Los partidarios de la libre navegación y
apertura de los ríos a todas las potencias (por su influencia, Inglaterra y
Francia, en primera instancia y Brasil, en segunda), que depositaban confianza
en que el comercio y las mercancías europeas derramaran “civilización” en estas
tierras “bárbaras”. Frente a los que pretendían mantener controlado el acceso a
los ríos declarando que se encontraban cerrados (o más bien regulados) para la
navegación internacional, que correspondía exclusivamente a la Confederación
Argentina, el Paraná, y en acuerdo con la República Oriental, el Plata y el
Uruguay.
Una era la línea “liberal” más cercana a los intereses
europeos y brasileños, por un lado; frente a otra línea más orientada al
nacionalismo, llamada “federal”. Aunque no imaginemos un “federalismo”
monolítico y enfrentado, aislacionista o contrario al comercio con las
potencias. Todas las fracciones de la región del Plata (no tanto del interior
argentino) era partidarias de insertarse en el comercio mundial, especialmente
el litoral con su amplia producción de derivados del vacuno (principalmente
cuero y carne salada). Otros factores daban cuenta de los complejos
alineamientos, como, por ejemplo, el control por parte de Buenos Aires de las
rentas aduaneras y la entrada y salida de los ríos. O el tipo de organización
constitucional, la participación de la población en la política o la
independencia de la Banda Oriental y la relación con Paraguay y Brasil.
Sin embargo, para lo que importa en la explicación del
porqué de Costa Brava, debemos tener en cuenta lo antedicho. Los ríos son
estructurales para la región, y su control es la clave geopolítica para varios
países y para las potencias con capacidad e interés en el comercio.
En términos concretos, quien controlara los ríos
controlaría las comunicaciones, la logística en forma determinante; y, además,
siendo ríos de enorme caudal y capaces de soportar la navegación de flotas de
cierta envergadura, y con un ancho muy grande (en algunos lugares de varios
kilómetros), se transforman en barreras muy difíciles de franquear para
cualquier ejército que no disponga de una flota fluvial capaz de controlarlos.
Además, una vez cruzados, si no se tiene su control, las comunicaciones y los abastecimientos
desde el principal punto de apoyo federal: Buenos Aires, se corta. Para que las
fuerzas federales llegaran hasta Montevideo (y repusieran a Oribe de
presidente) existían dos ríos navegables que franquear: el Paraná y el Uruguay,
cuyo control era clave para el triunfo en la guerra.
Además, un segundo
foco rebelde contra las fuerzas de la coalición federal subsistía en la
provincia de Corrientes, río arriba en el Paraná, y el Paraguay era afín a la
causa antirrosista.
Por lo tanto, para las fuerzas cuya base era Montevideo, abrir las
comunicaciones entre ambos puntos de aglutinación de fuerzas militares permitía
que Corrientes recibiera recursos desde Montevideo, donde una poderosa
burguesía comercial y los intereses de Francia e Inglaterra aportaban
prodigalidad de recursos.
El origen inmediato de la guerra fue un golpe de estado
en la república Oriental del Uruguay que llevó al poder al general Fructuoso
Rivera,
un caudillo rural exgeneral artiguista que se había pasado a los portugueses durante
la invasión iniciada 1816, cuando hacia el final (en 1820) parecía definida a
favor de estos. Enfrentaba a Manuel Oribe (presidente legal), también exgeneral
artiguista, pero que se había respaldado en el resto de las provincias para,
junto con otros importantes dirigentes orientales (los muy reconocidos como “33
Orientales”), expulsar a los brasileños y reincorporar al Uruguay a las
Provincia Unidas. Esto es importante de tener en cuenta ya que los seguidores
de Rivera acusaban a Oribe y a los federales de ser más argentinos que
uruguayos, y estos a los liberales y seguidores de Rivera de ser probrasileños
y europeos, antiamericanos. Junto a Rivera se encontraban los antirrosistas y
liberales de las provincias argentinas, el apoyo de los Farrapos de Río Grande
y el dinero y apoyo material (y militar) de Francia e Inglaterra.
La toma del poder en la Banda Oriental por estas fuerzas
era intolerable para Rosas, y era el reinicio de la guerra civil.
Por ello envió al almirante Guillermo Brown
con varios buques para construir una flota oriental eficaz de sostener a Oribe
antes de que fuera derrotado. En esa situación Francia, a través de su estación
naval, impidió este apoyo, obligando al presidente legal a capitular con sus
fuerzas aisladas en diferentes plazas ribereñas. El presidente derrocado con
los suyos se retiró, nuevamente, a la Confederación. Allí Rosas lo designó jefe
de las principales Fuerzas Federales; un poderoso ejército que batió a todos
los rebeldes en dos años combatiendo brillantemente contra fuerzas encabezadas
por militares con experiencia
hasta los confines norte y oeste de la Argentina. Retrotrayéndose con esas
fuerzas victoriosas hasta la ribera del Paraná con la intención de derrotar a
las fuerzas rebeldes restantes (las de José María Paz y Fructuoso Rivera) y
ocupar Montevideo. En ese ínterin, mientras Oribe se dirigía al norte, los
franceses bloquearon y atacaron la ribera del Plata, el Uruguay y el Paraná
(1838-1840) respaldando a la flotilla oriental, pero la intransigencia rosista
y la imposibilidad de derrotarlo, obligaron a los europeos a desistir por un
tiempo y retirarse de escena. Es allí cuando comienza la campaña naval de la
flota de la Confederación comandada por el Almirante Brown contra la flota
oriental, al mando primero del comodoro John Coe y
luego de sus derrotas reemplazado por Giuseppe Garibaldi.
El escenario que hemos explicado en el que se inserta
esta batalla tiene como un marco condicionante la importante intención de las
fuerzas, cuya base era Montevideo, de conseguir apoyo externo. O sea, esto es
destacable, ya que como veremos, Garibaldi señala en sus memorias que fue
enviado a una operación de muy pocas posibilidades militares (es claro, un río,
o sea solo movimientos lineales, con riberas en manos enemigas; si una flota
desde Buenos Aires, presumiblemente tan o más fuerte lo alcanzaba tenía muy
pocas posibilidades de vencer). Sin embargo, el apoyo externo se basaba en la
acertada idea de los líderes montevideanos de que las potencias europeas no
permitirían el fortalecimiento de un único poder en la Cuenca del Plata, que
además fuese desconfiado de la libertad de comercio. Mientras ese poder fuera
de esa orientación y se pudiera fortalecer una alternativa como Montevideo que
(en extremo) pidió ser transformado en “protectorado” europeo con tal de
conservar su independencia de la Confederación, los europeos darían apoyo a ese
polo opositor. Por esto para los montevideanos era necesario mostrar
determinación
Es importante entonces recordar que esta intervención
extranjera (francesa e inglesa) se da en un período histórico mundial en el que
varias intervenciones similares con iguales objetivos se realizaron en el resto
del planeta sobre Estados a los que se les exigía el libre comercio. Los casos
más famosos son los de China, con las guerras del opio. Pero con consecuencias
diversas las intervenciones se dieron en Argel, donde los franceses iniciaron
un proceso de colonización. Egipto, México, Venezuela, Japón, etc. A lo largo
del mundo diferentes potencias abrían el comercio a cañonazos, era la famosa
“diplomacia de cañoneras”. Dentro de esta estrategia se desarrollaban también
contradicciones entre potencias, las aspiraciones francesas contra las
británicas, por ejemplo. Si bien era un inicio de la “entente cordiale”
(no siempre cordial) estas contradicciones permitieron en el Plata que, si bien
Uruguay se escindió de Argentina (no pasó lo mismo con la Mesopotamia a la que
también se planeó escindir), esta provincia aislada no fue convertida en un
protectorado y conservó una independencia formal.
En 1840, la primera intervención francesa había fracasado,
y hasta la llegada de las tropas federales a las murallas de Montevideo el 16
de febrero de 1843, británicos y franceses solo presionarían diplomáticamente
con amenazas de sus cada vez mayores “Estaciones navales” en el Plata, con
dinero, voluntarios y mercenarios
(y en emergencias marinería y piezas de artillería oficiales). Eso dio la
posibilidad de que la flota federal recuperara el control de los ríos.
2.
Fuerzas
enfrentadas
La
escuadrilla del gobierno de Montevideo que combatió en Costa Brava era heredera
de la que un año antes había comandado el estadounidense John Halstead Coe.
Cuando Fructuoso Rivera tomó el poder en la República Oriental, poco después se
decidió armar una flota. Durante esa lucha Oribe casi no disponía de una armada
y, cuando pidió los servicios de Brown para construir una ante la rebelión de
Rivera las potencias europeas lo impidieron, amenazando con intervenir contra
las fuerzas navales que se desplegaran bajo el mando de Brown por considerarlas
extranjeras.
Rivera,
los exiliados argentinos, la “Logia” y los intereses del comercio internacional
eran una base política y material para proponerse equipar una Armada, comprar y
armar una serie de barcos que fueron puestos a
cargo al coronel Coe el 31 de diciembre de 1840 (con el cargo de Comodoro). Se
nombró una Comisión Marítima destinada a su equipamiento y armamento que inició
de inmediato una suscripción entre la clase adinerada, especialmente, los
comerciantes montevideanos, los más interesados en la guerra (y los aportes de
las arcas francesas).
A
comienzos de 1841 la flota de Coe constaba ya de la corbeta Sarandí de 10
cañones (18 cañones en su momento de máximo artillado) como buque insignia bajo
el mando del sargento mayor inglés Malcolm S. Shannon. El bergantín Pereira, 9
piezas de a 12 libras y 2 de a 24 libras giratorios; de 165 toneladas,
construido en Brasil, con una tripulación cercana a los 140 hombres y de 12 a
14 pies de calado comandado por Beazley (aunque otras fuentes le dan 4
cañones). La goleta Palmar de 3 cañones, a cargo del estadounidense Guillermo
Roberto Mason. El bergantín goleta Montevideano de 6 cañones comandado por
Bernardo Dupuy francés de Bayona. El bergantín-goleta General Aguiar (que
desertó en febrero para unirse a la escuadra de Brown), a cargo de Enrique
Sinclair. El bergantín goleta Yucutujá. En marzo, la escuadra riverista había
sumado a las naves ya citadas las goletas Luisa y Rivera. El 4 de junio arribó
a Montevideo el bergantín portugués Prontidao, adquirido en Río de Janeiro,
bautizado Cagancha de 10 cañones. A este se sumaron la Barca/Corbeta
Constitución (Originalmente barca francesa Consolation, segunda nave de ese
nombre) de 255 toneladas de desplazamiento y 18 pies de calado. Tripulación de
alrededor de 170 hombres, incluyendo la infantería de marina, armamento de 18
cañones, incluyendo piezas largas de a 18 libras en el centro de su batería
(las únicas de largo alcance, ya que el resto eran cañones cortos o gonadas o
tal vez carronadas; y la barca/goleta griega Ulises, bautizada 25 de Mayo de 22
cañones y unos 185 hombres.
Con
estas incorporaciones, la flota de Montevideo alcanzó su máxima expansión. Era
realmente una importante inversión económica para el pequeño estado oriental
que a su vez estaba inmerso en una guerra civil. Es probable que los estrategas
de la logia interesados en poder desplegar una política regional e
internacional y así terminar con el régimen de Rosas, influyeran en esa
decisión. Esto no era difícil ya que solo necesitaban alimentar las ambiciones
de Rivera de crear con la Mesopotamia argentina, Río Grande do Sul y Paraguay,
un estado federado bajo su autoridad (la “Federación del Uruguay”). Para eso la
idea de una flota y el control de los ríos era de fundamental importancia. El
principal y más hábil jefe militar rebelde, el general José María Paz, quien
dirigiría en el momento de la incursión de Garibaldi el ejército en Corrientes
y luego se haría cargo de organizar la defensa de Montevideo ante el avance
arrollador de Oribe, señala en sus memorias, como balance, que la ambición de
Rivera de competir en el dominio naval era excesiva y una distracción de
recursos a una tarea imposible. Pero a pesar de las apreciaciones tácticas de
Paz, lo cierto es que solo podía triunfar la coalición antirrosista si
conseguía dominar los ríos y por eso la decisión de llevar adelante ese gasto.
Con la derrota de las fuerzas navales montevideanas, el problema que implicaba
para las fuerzas antirrosistas obtener el control de los ríos fue resuelto por
la intervención extranjera directa.
Las
fuerzas de Montevideo debían batirse con la notoriamente fortalecida Armada Federal,
al mando de Guillermo Brown llamado por Rosas junto
con otros fogueados marinos para hacerse cargo de ella. En un primer momento
las fuerzas de Montevideo no eran muy inferiores a las federales y, además,
contaban con la cobertura beligerante de la escuadra francesa. Pero a partir de
la convención Mackau-Arana (firmada el 29 de octubre de 1840) y el
restablecimiento de la paz entre Francia y la Confederación, el gobierno
oriental y los rebeldes argentinos quedaron solos. Lo cierto es que por más
apoyo económico, la diferencia de recursos del gobierno de Rosas, más la
habilidad, experiencia y prestigio de Brown, harían que Coe cayera derrotado y
el río quedara bajo control de la escuadra federal. La derrota de Coe no fue
apabullante, pero lo cierto es que quedó restringido a los puertos en manos del
gobierno de Montevideo, y la inversión pareció no justificar los resultados.
Rivera decidió deshacerse de su Armada, desguazando y vendiendo la mayoría de
sus barcos de guerra, menos tres: la corbeta Constitución, el bergantín Pereyra
y la goleta Pórcida (rebautizada Libertad).
Aunque la flotilla
fue disminuida, Montevideo apostó a un nuevo comandante naval, audaz, que venía
recomendado por los rebeldes de Río Grande al frente de cuyas fuerzas, ya sea
como corsario o en operaciones sorpresivas y audaces, había causado dolores de
cabeza a la navegación brasileña. Garibaldi fue nombrado en 1842 como jefe de
la 2.ª División de la Escuadra Oriental. Recuerda el italiano en sus memorias “La república Oriental ‒así
se llamaba la República de Montevideo‒, sabiendo que yo estaba libre, no tardó
en ofrecerme una compensación más en armonía con mis medios, y sobre todo con
mi carácter, que las de profesor de matemáticas y de corredor de comercio. Me
ofrecieron y acepté el mando de la corbeta la Constitución. La escuadra
oriental estaba bajo las órdenes del coronel Coe; la de Buenos Aires á las
órdenes del general Brown. Algunos encuentros y algunos combates tuvieron lugar
entre las dos escuadras, pero no dieron más que medianos resultados”.
En ese sentido
Valentín Alsina,
presidente de la “Comisión argentina”, escribía al gobernador rebelde Ferré de
Corrientes el 23 de junio: “El Gobierno ha comprado y armado una goleta. Hoy
(23 de junio) se cerró el puerto, y a las 3 pm. salieron dicha goleta, el
bergantín Pereyra (al mando del valiente español Arana) y la barca Constitución
al de Garibaldi, a cuyas órdenes superiores van los tres, quedando aquí los
otros dos barcos que mandan Coe y Weller. Garibaldi está en la escuadra desde
enero; es italiano, exjefe de las fuerzas sutiles de los farrapos”.
El 12 de abril de 1842 se firmó un Tratado
entre Uruguay con Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos y, como consecuencia de
ello, el 23 de junio de 1842 partió en auxilio de las provincias rebeldes
amenazadas por el ejército de Oribe una fuerza naval a cargo de Garibaldi. Con
estas tres naves con una tripulación de unos 350 hombres, artilladas con entre
20 y 35 cañones (varía según las fuentes). Así Garibaldi inició su arriesgada
incursión. A lo largo de su campaña el italiano agregó la goleta Mercedes y
algunos mercantes y barcas más pequeñas armadas. Y recibió cerca de Costa Brava
(frontera de Corrientes con Entre Ríos) el anunciado refuerzo de la escuadrilla
Correntina. Esta estaba constituida por dos o tres lanchones, incluyendo el Caá
Guazú, “veloz y eficiente”, una balandra armada para la guerra con uno de ellos
equipado para atención médica, todo al mando del teniente Alberto Villegas
La Confederación era una cultura mediterránea, basada en
la explotación de la tierra, con una cultura marítima de poco desarrollo. Rosas
expresaba esa cultura. La idea de todos los lideres rioplatenses era a lo sumo
fluvial. Por lo tanto, la inversión en una armada no era considerada necesaria.
Desde la época de la independencia la construcción de una armada fue impuesta
por la guerra y las necesidades geopolíticas (no visualizadas por la elite
dirigente).
El esfuerzo de todas las tendencias políticas era expandir la frontera pecuaria
y garantizar la unidad y el orden interior. Sin embargo, la realidad
geopolítica se imponía tanto por intervención externa como por desafíos
internos, y el hecho de tener el poder sobre los ríos requería, de mínima, de
una escuadra adecuada al despliegue fluvial. Los grandes ríos, como
prolongación de los océanos hacia el interior del continente, eran brazos de
penetración de las estructuras económicas comerciales de las potencias en
expansión. El poder naval y el poder comercial iban de la mano en forma
estrecha y pública.
El 2 de abril de 1841 escribió Rosas al oriental Oribe
jefe del principal ejército federal: “La escuadra me ha costado inmensamente
ponerla en el estado en que se encuentra, y ya debe hacerse usted cargo que
habrá ocupado algunos astilleros hechos. Está hoy de paseo sobre Montevideo. El
bergantín General Belgrano,
que monta el general Brown, ha costado a este gobierno, pelado, aunque listo
para ponerle artillería, setecientos treinta mil pesos; y
para dejarlo listo, cincuenta mil pesos metálicos. Pero es cosa buena,
construido al objeto preciso de la guerra. Son seis hoy nuestros buques de
guerra”.
La escuadra era según señalaba el British Packet del 10 de setiembre más
fuerte que nunca
La
flota de la Confederación Argentina quedó formada finalmente por el bergantín
insignia General Belgrano de 360 t, artillado con 24 cañones (18 piezas de 18
en cubierta, y 4 iguales en el entrepuente, más dos de 24 a proa), al mando de
Antonio Toll, y luego de Guillermo Bathurst. El bergantín General Echagüe de 165
t, con 16 piezas (de 12, 16 y 24), al mando de Joaquín Hidalgo. La fragata (o
corbeta, de acuerdo al autor) 25 de Mayo de 400 t, con 26 piezas (de 18 y 24),
al comando de Tomás Craig. El bergantín goleta Vigilante, con 70 t y artillado
con 5 piezas (de 12 y 24), capitaneado por Guillermo Bathurst y luego por Juan
King. El Bergantín Americano de 180 t con 11 cañones de 8 y 24. La goleta
General San Martin de 180 t, y 18 piezas de 12 y 26, al mando del irlandés
Gerardo Fisher (con un dispositivo para lanzar cohetes a la Congréve).
A los que debemos agregar: la goleta
Libertad con 70 t y 5 piezas de 12 y 24, al mando de Craig, y luego José María
Cordero. La goleta Entrerriana, de 8 piezas, al mando de Nicolás Jorge,
y Nueve de Julio (se pasó a la Confederación tras una sublevación de
tripulantes el 24 de mayo de 1841 desertando de la flota de Montevideo), armada
de cinco piezas, comandada por Tomás Craig y luego por Guillermo Bathurst. La
goleta Chacabuco (ex‐Moleska) de 3 cañones de 24 y la 9 de julio de 70 t con 18
piezas livianas de a 2 y de a 8. Poco tiempo después se incorporó el bergantín
goleta Republicano de 75 t, y 6 cañones de a 12, comprado por el gobierno
argentino el 4 de junio de 1842, y puesto al mando de Tomás Craig. El 9 de
diciembre de 1841 fue capturado el bergantín riverista Cagancha (de 14 cañones)
después del combate (abandonado por Coe), que fue llevado a Buenos Aires con
105 prisioneros, reparado y puesto en la flota de Brown con el nombre” de
Restaurador. Más 8 lanchas, cada una con un cañón de a 4 o de a 6. Más 8
balleneras armadas. La flota en total embarcaba unos 1600 hombres, en 11 naves
y más apoyos menores. La flota estaba bien
equipada para la tarea que debía cumplir.
El
24 de noviembre la escuadra federal iniciaba el bloqueo de los puertos
orientales. Y, para enfrentar la nueva expedición encabezada por Garibaldi se
destinó una parte de la misma con el fin de neutralizarlo, de la que se hizo
cargo el mismo Brown (o sea como tarea principal) mientras que otra parte de la
flota quedo al mando del coronel Maza encargada de continuar con el bloqueo. Las fuerzas de la flota federal que persiguieron a
Garibaldi estaban constituidas por el bergantín Echagüe con 158 hombres; el
bergantín Americano, con 138 hombres; bergantín goleta Republicano con 80
hombres; la goleta Chacabuco con 70 hombres; la goleta 9 de Julio; la goleta
Argentina, la goleta Libertad; y tres naves menores el Federal, con 1 cañón; el
Santafecino; y la ballenera Cometa, con 1 cañón.
Sin embargo, en el combate de Costa Brava Brown (según su
informe) solo tenía cuatro naves, ya que el resto había “quedado en otros
arroyos o brazos del Paraná”. Estas eran la goleta 9 de Julio armada con 1
gonada de a 18 libras giratoria en crujía y 4 cañones de a 8 libras y con 44
tripulantes. El bergantín Echagüe, (luego de su captura por los anglo-franceses
sería entregado a los montevideanos y operaria bajo el nombre de Cagancha),
buque insignia de Brown, artillado con 16 cañones de a 12, 16 y 24 libras y
tripulado ahora por 120 hombres. La goleta La Argentina, artillada con 7
cañones de a 12 libras y tripulada por 80 hombres; y el bergantín-goleta
Vigilante artillado con 3 piezas de a 12 libras y otras 2 de a 20 (luego 24)
libras y con 70 tripulantes (señala también la posible participación de otra
goleta, la Chacabuco, armada con 3 cañones giratorios de a 24 libras y cuya
tripulación varió entre 45 y 85 hombres.
Las diferencias que aparecen en los datos de las unidades
pueden deberse a errores en las fuentes, a apreciaciones equivocadas o
valoraciones distintas de los observadores del momento o investigadores
posteriores; también correcciones intencionadas o apreciaciones distintas de
los mismos protagonistas. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, en término
medio de desempeño y posibilidades de las fuerzas enfrentadas en batalla, las
diferencias o las valoraciones de detalle no afectan el marco general para interpretar
el resultado, ni tampoco la táctica de la batalla. Podemos agregar que las
cuatro unidades de las que habla Brown fueron las que con él a la cabeza
atacaron a la fuerza de Garibaldi.
Además, las tripulaciones y armamento varían en
diferentes informes que son de momentos distintos (se trasladan tripulantes, se
incorporan y cambian de nave cañones, etc.), pero es interesante conocer los
datos del momento de la batalla. En ese periodo, con el desarrollo de la
tecnología naval, los cañones se podían agregar o quitar; y los hombres, dentro
de un margen de maniobra de las naves variaban, más aún si se embarcaban
fuerzas de infantería para desplegar combates anfibios; o que se podía trasladar
parte del personal y los cañones a otras unidades por cuestiones tácticas. Y
debemos tener en cuenta que una proporción muy importante de las batallas
fluviales de la región del Plata fueron anfibias. O sea, implicaba operaciones
conjuntas de la fuerza naval y unidades de tierra para desembarcar o un
enfrentamiento mixto entre unidades navales y de tierra.
Por último, es importante un breve pantallazo sobre las
características del personal naval. Las fuerzas de la Confederación (y aun en
mayor proporción las de Montevideo) se encontraban integradas por extranjeros. Aunque
en la Confederación existía una tendencia consciente de intentar incorporar
mayor cantidad de nativos, como insistía Brown al gobierno, que eran
considerados más conscientes o mejor disciplinados que los extranjeros. La
disciplina era un problema, peleas a cuchillo seguidas de muerte, con
ejecuciones posteriores de los responsables, azotes. Para los oficiales era
también un desafío. Muchos eran también extranjeros, algunos practicaban una
disciplina brutal y en casos varios se producían motines contra estos, además
de que muchas veces los mismos oficiales eran indisciplinados y de regular
lealtad. La presencia de mujeres prostitutas en las naves, que Brown intentaba
suprimir, relajaba la moral. Deserciones, ya que el gobierno solía remitir como
tripulación a personas obligadas y en algunos casos a extranjeros con
experiencia de marinos a servir en la Armada. Si bien las tripulaciones eran
combativas, y en su mayoría se desempañaron con patriotismo y adhesión a la
causa federal. Este clima interno distaba mucho de los que uno imagina en una
unidad naval formal. Esta situación era peor en las fuerzas de Montevideo,
donde se sumaba el saqueo incontrolable sobre la población y la pelea por el botín,
como señalaba Garibaldi. No está de más indicar que tanto Garibaldi como Brown
directa o indirectamente señalan que (frente a los que lo mal pensado pueda
sugerir) eran los ingleses y franceses muchos más violentos que los gauchos y
negros.
3.
Características
de la campaña naval
Veamos
inicialmente la descripción de la campaña que Garibaldi realiza en sus memorias. “En seguida se me
encomendó una expedición del resultado de la cual debían nacer muchos sucesos.
Me mandaron á Corrientes con el bergantín de doce cañones el Pereyra. La goleta
Prócida debía navegar de concierto conmigo. Corrientes combatía entonces contra
Rosas, y yo debía ayudarle en sus movimientos contra las fuerzas del dictador.
Cuando yo entré en el río, la armada oriental se encontraba en San José del
Uruguay; y la de Oribe en la Bajada, capital de la provincia de Entre Ríos: las
dos se disponían al combate, y la de Corrientes se preparaba por su parte para
reunirse á la oriental. Yo debía cruzar el Paraná para ir á Corrientes, cruzar
seiscientas millas entre dos filas enemigas, y perseguido además por una
escuadra cuatro veces más fuerte que la mía. Durante este trayecto no pude
detenerme más que en islas ó costas deshabitadas”.
Al
enterarse de los movimientos de la escuadra de Montevideo Brown partió de la
rada de Buenos Aires en su busca con el Belgrano, el 9 de Julio, el Chacabuco y
el Echagüe. Pero varó a la altura de “Arenal Grande”. Los federales vacilaban
sobre el posible derrotero de la escuadrilla montevideana. Sin dudas, remontar
el Paraná era muy audaz, rodeado de fuerzas enemigas y con fuertes ejércitos en
tierra, más una población desafecta y en armas. Por ello Brown evaluó que la
escuadrilla del italiano iría hacia el Uruguay para hacerse fuerte allí
con la costa en manos de fuerzas de Rivera y la posibilidad de establecer
contacto con Corrientes (aunque más dificultoso) por ese río. Recordemos que
para entrar en el Paraná y el Uruguay, los canales naturales pasan por Martín
García. Por ello, la importancia de la isla y la duda de Brown. Como vemos la
varadura (cuya referencia “Arenal Grande” remite al Uruguay) retrasó a la
persecución y también muestra que Brown buscaba al italiano para el lado
oriental y no hacia el Paraná. Esto fue una suerte para Garibaldi y de allí se
devenía su posibilidad de éxito. Allí lo encontró Juan B. Thorne, que llegaba
con el Republicano, con órdenes de tomar el mando de los buques si Brown no se
libraba de la varadura. Brown logró salir a flote y envió a Thorne con el
Belgrano, el 25 de Mayo y el San Martín al puerto de Buenos Aires para vigilar
las aguas del Plata, y él con los tres buques restantes seguiría al italiano.
Así
Garibaldi sorteó el primer obstáculo de Martín García con éxito. Allí se dio el
primer enfrentamiento el 29 de junio de 1842. La batería de la isla le causó
las primeras bajas y daños a la escuadra rebelde. Y poco más arriba de la isla,
la Constitución, nave principal de Garibaldi, también encalló. Cuando su tripulación
transbordaba las armas a la goleta Prócida (para alivianarla y poder zafar de
la varadura), aparecieron varias naves de Brown que lo perseguían. Pero la niebla, las
dificultades de navegación acusadas por la bajante y el retraso por la varadura
del Belgrano, favorecieron al italiano.
Al llegar a San Nicolás (primer pueblo de la
Confederación adentrándose en el Paraná) en la ribera derecha del Paraná), se
apropiaron de varios barcos mercantes y los sumaron a su flotilla. La fuerza
rebelde debió sortear la Bajada del Paraná el 19 de julio, donde se hallaba una
flotilla al mando del mayor Seguí. Había sido enviado ante la llegada de Oribe
a Santa Fe, el 14 de enero Seguí había partido desde Buenos Aires con la goleta
La Argentina, otras dos menores, la Libertad y la Entrerriana, más varios
lanchones armados, que se estacionaron cubriendo la zona de La Bajada, paso
desde Santa Fe a Entre Ríos.
La
flotilla de Garibaldi combatió contra la de Seguí por dos horas y logró superar
sin bajas las baterías de las naves federales (más que la pérdida de un bote
colgado a popa de su barco principal). Continuó sosteniendo un intercambio de
disparos con el campamento de Oribe poco más arriba en “el Cerrito” y algún
tiroteo con diversos puntos de la margen entrerriana contra partidas federales. En este escenario
continuó hasta la frontera de Corrientes abasteciéndose de lo que saqueaba en
las costas y también tomando algunas presas de naves desprevenidas. Con una de
las presas, el “Joven Esteban”, aumentó sus fuerzas, dotándola de artillería.
En sus memorias indica la desafección de la población y la dificultad de
suministrarse.
Sin dudas la apuesta a tener presencia en el río y poder
usarlo como barrera contra la circulación de las Fuerzas Federales y como ruta
logística y estratégica propia para unir ambos focos rebeldes, era muy audaz
tal como señala Garibaldi. Lo cierto es que los montevideanos (la “logia” de
gran influencia política en la ciudad fortificada) realizaba una apuesta más bien
política que militar, pero era una necesidad política (de “gran estrategia”) de
la que dependía el éxito de la guerra. O sea, el triunfo de Garibaldi debía ser
demostrar la voluntad y decisión de combatir por los ríos. Por controlarlos y
mantenerlos abiertos. Su resultado positivo solo era posible con el apoyo
externo. Con recursos económicos que permitieran financiar una flota y/o con la
intervención directa de escuadras extranjeras. Fueran la inglesas, francesas o
brasileras. Paralelamente a esta expedición de Garibaldi la diplomacia de
Montevideo actuaba con energía para conseguir apoyos en Europa, y a nivel local
la política articulaba con las delegaciones y estaciones navales extranjeras.
Como se verá a pesar de los lamentos de Garibaldi, la derrota llevo a que las
fuerzas europeas intervinieran para impedir el triunfo federal.
4.
La
batalla de Costa Brava
Desde
el inicio de la campaña, Garibaldi parecía tener suerte, la que se basaba en
poder escapar de la escuadra de Brown y sortear los grupos de fuerzas federales
sin grandes pérdidas antes de llegar a Corrientes. Llevaba una buena ventaja a
causa de la varadura y confusión de los federales. Sin embargo, el río Paraná
como todos los ríos está sujeto a un régimen hídrico difícil de prever. Además,
el italiano no tenía acabado conocimiento de los lugares más profundos de este
gran río que, aun con bajantes pronunciadas, permiten la navegación (más aun a
buques como los de la época). Pero es destacable que el río va perdiendo
profundad a medida que penetra en el continente (como todos los ríos). Y ese
año fue una época de gran bajante. Fue lo que determinó que el enfrentamiento
se diera en Costa Brava. No sabemos qué hubiera pasado (es contrafáctico) si
Garibaldi hubiera logrado escapar a la persecución de Brown. Lo que, si es
cierto es que, si llegaba a algún puerto defendido por fuerzas rebeldes y donde
pudiera refugiarse, la flota federal hubiera tenido problemas. No creemos que
los problemas hubieran sido de tipo militares (tácticos), en un enfrentamiento
mano a mano aun en puerto amigo, ya que la fuerza federal era superior en
calidad de hombres, barcos y armas, y no había en los puertos correntinos
defensas costeras para amenazar una flota (aunque si para evitar el desembarco
de tropas). Pero si logísticos u operacionales, lo que es parte fundamental de
cualquier operación militar sostenible en el tiempo. Una flota debe abastecerse
y en territorio enemigo eso es difícil. Quizás Brown hubiera tenido que
regresar hacia algún puerto de Santa Fe o Entre Ríos, y la escuadrilla
montevideana logrado tiempo para realizar incisiones y acciones sorpresa de
hostigamiento, saqueo, etc. hasta ser acorralada por el irlandés (o no). No
olvidemos que en el Río de la Plata intentando sostener el bloqueo a los
puertos orientales se encontraba una parte sustancial de la escuadra porteña.
Pero lo cierto es que los federales alcanzaron a la escuadrilla de Garibaldi
con bajante, en condiciones hidrológicas tan negativas para ellos como para el
italiano. Lo que motivó que no pudiera operar con facilidad ni todas sus
unidades.
Antes
de llegar a Costa Brava Garibaldi fue alcanzado por la flotilla correntina que
lo reforzó y aprovisionó. Eran tres maniobreras pero pequeñas naves producto de
los astilleros (talleres) provinciales ribereños (la provincia disponía en ese
entonces de una embrionaria industria naval). Siguió navegando hasta donde pudo
y allí busco un lugar protegido con la previsión de que si el río no recuperaba
caudal estuviera en una posición ventajosa para el combate. Este lugar fue
Costa Brava, cerca del límite entre Corrientes y Entre Ríos. Por su parte Brown
demorado lo alcanzaría allí. Garibaldi eligió el “campo de batalla”, obviamente
la orilla amiga de Corrientes y una costa firme favorable donde pudiera colocar
su infantería para atacar las unidades enemigas que debían acercarse muy
próximas a la costa. Un canal más angosto de difícil maniobra entre una isla y
la costa (y si era necesario poder escapar). Beneficioso para él, que esperaba
quieto, con una artillería de menor alcance, y perjudicial para los federales
que debía avanzar con menos posibilidad de maniobra y deberían acercarse sin
poder disfrutar de la ventaja de la distancia y numérica.
A
través de esa angostura fue donde Garibaldi tendió sus barcos en línea de
combate “acoderándolos”, o sea asegurándolos con cuerdas para presentar el
costado al avance del enemigo y así disponer de todas sus bocas de fuego.
Colocó otros a lo largo de la costa. Y en su flanco de tierra formó una gran
trinchera con tercios de yerba y petacones de tabaco provenientes de
Corrientes, donde apostó infantería. Buscaba tener la mejor posición para
concentrar el fuego sobre el menor número de unidades federales, y golpearlas
por tierra, frenado su avance y eliminando la ventaja de la artillería de
Brown. Imaginaba un ataque frontal, en columna del irlandés, imposibilitado de
maniobrar.
El
14 de agosto la flota de Brown alcanzó la posición. Había sumado a la flotilla
de J. Seguí al pasar por La Bajada lo que hacía que
estuviera más reforzado. Las fuerzas enfrentadas en ese momento eran por la
Confederación 9 barcos con 54 cañones y 610 hombres; contra la flotilla de
Rivera integrada por 3 barcos de guerra con 9 embarcaciones auxiliares, 31
cañones y unos 350 a 400 hombres.
Para la batalla, Brown
necesitaba aprovechar su superioridad, y esto se debía realizar exponiendo a
los garibaldinos al fuego de la mayoría de los cañones federales. La clave era
la maniobra y la ubicación de los barcos. Si lograba una buena posición los
rebeldes no deberían escapar ni resistir con éxito.
Brown llegó a mediodía a
proximidad del adversario, y se disponía a atacarlo cuando calmó el viento, que
se sumaba al estrecho de lugar y a la bajante. Este nuevo problema climático
obligó a acercarse “a la sirga”, o sea llevando con sogas los barcos desde
tierra. Por ello mandó gente a tierra para que hicieran de sirgadores y avanzar
con cuatro naves que maniobraban cerca de la costa donde había profundidad
suficiente, viendo que era difícil y peligroso atacar a Garibaldi de un modo
frontal intentando evitar el fuego concentrado.
Los rebeldes disponían en tierra de su
infantería parapetada. Así el avance de los barcos se vio imposibilitado por el
fuego del adversario y por la fuerte correntada, que impedía a los atacantes
presentar sus buques de costado para replicarle. Para proteger a sus sirgadores
contra los tiradores de Garibaldi, se hizo descender a tierra 100 hombres de
infantería al mando del teniente Mariano Cordero. La acción fue exitosa concluyó con una retirada de
las fuerzas enemigas.[53] A partir de ese momento los
sirgadores pudieron actuar y el ala derecha de Brown pudo moverse con mayor
libertad y alcanzar la distancia de tiro. A la vez, dispuso que un ala
izquierda fondeara al suroeste del enemigo a distancia de tiro, atrayendo su fuego,
hostigando y perturbando la reacción rebelde contra el ala que avanzaba a
sirga. Así el irlandés consiguió poner en línea
y acoderar también sus buques, Echagüe, Chacabuco, Argentina, Vigilante y 9 de
Julio (insignia) trabándose en un duelo de artillería con los de Garibaldi, en
el que participaban desde tierra las líneas de tiradores.
La clave de Brown fue
acercarse lo suficiente para tener a distancia óptima a la escuadrilla de
Garibaldi sin exponerse a sus disparos individualmente, o sea colocar sus
unidades todas a distancia de tiro. Relata Garibaldi en sus memorias: “El astuto almirante irlandés conocía muy bien el
alcance de nuestra artillería, en su mayoría piezas cortas y permaneció a la
distancia, en posición para nosotros menos conveniente”.
Sin embargo, la buena ubicación defensiva de las fuerzas de Garibaldi hizo que en los primeros momentos la
artillería de la escuadra oriental tuviera ventajas sobre la de Brown. Para
prevenir esto el irlandés realizó la maniobra de distracción con una columna
secundaria que debía atraer el fuego enemigo hasta que la columna principal se
pudiera acercar lo suficiente.
La batalla se desarrolló de la
siguiente forma a partir de este momento con las fuerzas de Brown desplegadas
como había planeado. Se aproximó, con las dos columnas, hasta unos 1000 o 1500
metros desde donde bombardeó a Garibaldi. El río estaba suficientemente calmo
para hacer una buena puntería. El ala izquierda de Brown artillada con cañones
de a 12 fondeó al Suroeste a unos 1.500 metros de la escuadrilla de Rivera,
logrando así efectividad en el hostigamiento con menos posibilidad de daño. El
ala derecha entretanto se acercaba a una distancia similar, considerándose que
los cuatro buques pudieran disparar con todos sus cañones. Cuando las unidades
federales de la izquierda entraron a distancia de tiro de las orientales
rebeldes, Garibaldi abrió el fuego, soportado estoicamente por el ala derecha
cuyo objetivo era atraerlo. Mientras el ala izquierda habiendo alcanzado la
posición asignada debía machacar a la escuadrilla montevideana en forma
definitoria. Brown pudo hacer maniobrar a los buques para presentar la banda de
babor al enemigo, entrando en combate todos ellos. El Echagüe era el más
próximo al enemigo, con su proa sobre la ribera; cerca y al sur, aprovechando
la inclinación de la costa, lo seguía la Chacabuco evitando tener que tirar por
arriba de aquél, tercero también cerca y al Sur se colocó el Americano, tomando
las mismas precauciones y Brown abarluó a la goleta 9 de Julio y al Americano
desde su centro a popa. A las 12.00 h el fuego se había generalizado. Las
fuerzas federales habían logrado una superioridad gracias a su ubicación que
las beneficiaba eliminando las ventajas que Garibaldi buscaba para sí. Ahora
los federales usarían su mayor potencia de fuego y el tiempo a su favor.
Machacaron al enemigo sin apresurar el abordaje, sin dudas más sangriento. Con
la maniobra lograda las fuerzas de Garibaldi por más ingeniosas maniobras que
intentaran estaban derrotadas.
El combate sorprendentemente
se frenó cerca de las 16 para que la gente pudiera comer, reanudándose poco
después hasta el oscurecer, con ambos bandos tomando disposiciones de seguridad
nocturna y atención de los buques y del personal herido o muerto. La situación
era evidentemente desfavorable para la flotilla rebelde, que estaba duramente
golpeada y no podía maniobrar ni escapar.
Relata Garibaldi que la goleta
Constitución de su escuadra parecía un esqueleto y hacía agua. El comandante
del Pereira había muerto y los tripulantes que aún quedaban en pie estaban
agotados. En la noche del 16 al 17 el italiano preparó un brulote
(embarcación cargada con materias inflamables y explosivos, que se utilizaba
para incendiar grandes barcos enemigos por sorpresa colisionándolos). El
catalán Manuel Rodríguez, que lo seguía desde Brasil, ató entre sí, a varios de
los pequeños mercantes que habían tomado. Luego de cargarlos con elementos
combustibles, protegido en la oscuridad, los remolcó hasta la línea federal
tratando de llevar el fuego y una posterior explosión hacia ellos. Este primer
intento fue detectado a tiempo y desactivado enviando un bote con marineros
audaces a apagar la mecha. Recuerda el italiano en sus memorias: “No obstante
teníamos pólvora y proyectiles, y era necesario combatir, no para vencer, o
salvarnos, sino por honor”. La
previsión del italiano de ubicarse en un lugar favorable no solo para el
combate sino para la huida de sus hombres había sido correcta.
Garibaldi decidió entonces
aprovechar la oscuridad para intentar abordar una nave federal cercana a
tierra, ordenando a Arana, comandante del Pereyra, atacar por tierra con 50
hombres al Echagüe, que estaba arrimado a la costa. Esta tropa se acercó
cautelosamente, pero no pudo evitar ser detectada por el centinela, quien de
inmediato dio alarma y disparó y acertó al propio jefe de la partida que la
encabezaba, Arana, y esto determinó la fuga de su gente. Arana era uno de los
jefes al servicio de Montevideo que más se había distinguido en los anteriores
encuentros.
Luego intentó de nuevo un
segundo brulote con un barril de alquitrán y dos o tres de pólvora desparramada
entre la carga de cueros en cubierta. Este falló por habérsele
apagado la mecha. El Almirante Brown lo abordó lo llevó sobre un banco de
arena. El día siguiente sería sin dudas el episodio final con un desenlace
asegurado
Al amanecer se reanudó el
fuego de cañón y fusilería en tierra, pero el de Garibaldi fue raleando poco a
poco por escasez de municiones. La falta de viento impedía a los federales
aprovechar esta oportunidad para lanzarse al asalto. A las tres de la tarde se
levantó viento favorable y se ordenó el abordaje. Tomó la delantera Brown en la
9 de Julio, con el griterío de la tripulación propio de la época de corsarios.
El italiano, viendo agotados
los medios de resistencia, pensó la última jugada para vender cara su derrota: prendió
fuego a sus buques, haciendo volar a la corbeta y al bergantín pensando que con
un tiempo prudencial engañaría a Brown y lograría volar también alguno de sus
buques ya muy cercanos.
La primera explosión fue muy
fuerte. Relata el irlandés a su esposa “y en un momento desaparecieron ambos
buques (la Constitución y la Pórcida), que solo diez minutos antes hacían
bizarra defensa, con las banderas correntina, oriental y entrerriana
enarbolada”.
La 9 de Julio, con Brown estaba ya a medio tiro de cañón (unos 500 m) fue
duramente sacudida. El Joven Esteban humeaba; nuevamente Cordero fue a apagar
la mecha e intentar rescatar el barco impidiendo una nueva peligrosa explosión
para los buques que se acercaban. Según el legajo de Alsogaray donde se recoge
el informe de Cordero, Brown le indicó: “Vaya Ud., que tiene suerte para la
guerra y vea si puede apagar ese buque como el de anoche (…) Mientras esto
acontecía, huían los enemigos, en botes los que pudieron, los demás por la
costa, con la esperanza de alcanzar el primer pueblo fronterizo o estancia”.
Entonces como posiblemente
había previsto en caso de derrota mientras sus naves volaban el italiano escapó
a tierra firme[60].
Recordemos que en tierra ya se encontraban unos 100 hombres de Brown. Las
fuerzas de Garibaldi sufrieron 160 a 190 muertos y heridos, toda la escuadra
hundida, capturada o dispersa, y debió huir hasta Montevideo pasando por
Corrientes.
La Confederación sufrió 20 muertos más una proporción de heridos, las unidades de guerra no
tuvieron mayores daños, poco dado el elevado el consumo de municiones. Se
apresaron 5 embarcaciones mercantes de las 6 capturadas por Garibaldi (la Santa
Ana fue hundida) y un botín considerable en armas, pólvora y mercaderías de la
Bella Margarita y del Joven Esteban, pero no perdió ningún barco. Todo según
informaba el British Pacekt y el legajo de Alsogaray. La Gaceta señalaba que en
el lugar se encontró alguna carga desembarcada.
La
victoria fue total, la flotilla rebelde había dejado de existir, aun comandada
por un audaz jefe. La elección del terreno de combate por el italiano tuvo sus
ventajas como había previsto. Pero no fue suficiente, Brown no cometió errores.
La tierra firme era propicia para la retirada, aunque tuvo desertores y la
flotilla correntina ante el desfavorable curso del combate lo había abandonado,
Garibaldi estaba en tierra amiga, podía huir por Corrientes aun en manos
rebeldes.
Brown contaba con gran superioridad, disponía de fuerzas desembarcadas también
victoriosas y aguerridas, pero decidió no perseguirlo. Lo cierto es que la
explosión de las naves les dio a los fugitivos un cierto tiempo, frenó el
avance de las fuerzas del río y a las desembarcadas; la persecución era un
riesgo si se internaban en territorio correntino, y Brown decidió además no
ensañarse, como cuenta la leyenda.
Escribía Brown después de su victoria:
“Pelearon como tigres, fiados en que por su fuerte posición saldrían airosos;
pero todo fue en vano; así es que pusieron fin a la farsa con ayuda de un par
de mechas y pólvora (…) La conducta de estos hombres ha sido más bien de
piratas que de guerreros pertenecientes a un pueblo civilizado, saqueando o
destruyendo cuanta criatura o cosa caía por desgracia en su poder: difícilmente
puedes figurarte cuán mal se han portado. Después de lo cual no debe extrañar
su derrota, siendo así que hay un poder Supremo que todo lo ve, y que tarde o
temprano nos premia o castiga según nuestras acciones Censura que no podemos
menos de creer destinada a la galerie y pues, dada la ferocidad que
presidía a la guerra terrestre difícilmente pudo hacer Garibaldi nada que
mereciera especial admiración”.
Después
de Costa Brava, se ordenó reconocer las islas del Paraná Pavón (el brazo del río
era el óptimo para proveer desde Buenos Aires al ejército de Oribe) para el
transporte de caballadas a Entre Ríos desde San Nicolás tarea realizada por el
general Mansilla
el 18 de septiembre (se construyeron cuatro balsas capaces de pasar mil
caballos diarios). Para el 14 de octubre se habían pasado ya más de 5000
caballos a Entre Ríos con las balsas y Oribe estaba con movilidad y bien
montadas sus fuerzas para enfrentar a Rivera. Según las crónicas estas
caballadas constituyeron una sorpresa para Rivera y serían factor principal en
su próxima derrota.
La
noticia de Costa Brava llego a Buenos Aires el 27 de agosto y la significación
que se le dio en ese momento fue de una victoria de enorme importancia.
Cuestión que es real, aunque en el relato histórico argentino no tenga tal trascendencia.
Esto tiene que ver con problemas de construcción del relato histórico para la
memoria del pasado, e identidad nacional. Ya que las fuerzas federales, y
específicamente el rosismo, fueron excluidos como un otro completamente
externo, malo absoluto, como una anomalía de la sociedad que debía ser
eliminada. Los victoriosos de Costa Brava fueron derrotados en 1852, quienes
los vencieron fue una coalición donde revistaban en forma determinante las
fuerzas político militares que habían sido derrotadas en Costa Brava. Estos nuevos
triunfadores lo fueron en forma definitiva construyendo el Estado y la
identidad nacional.
5. Consecuencias
En
este apartado final presentaremos una síntesis de las consecuencias de la
batalla. Dentro de estas hay cuestiones que ya fueron desarrolladas en el
artículo y otras que fueron apenas mencionadas. Estas últimas requerirían otro
artículo para desarrollarlas ya que abarcan cuestiones que exceden el marco
restringido de esta propuesta. Pero consideramos que es necesario enumerarlas
para dejar abiertas otras líneas de trabajo, y completar la comprensión de la
importancia del acontecimiento. Sin embargo, debemos señalar que en algunos
casos que enumeramos la investigación y la polémica tiene un mayor desarrollo
que en el de la campaña que encierra la batalla de Costa Brava.
Podemos dividir
las consecuencias del triunfo de la flota federal en inmediatas y estratégicas.
Aunque siempre pueda ser artificioso separar muy tajantemente ambas, lo haremos
en base pensar las consecuencias político militares inmediatas y las de más largo
plazo. Aunque ambas se deben evaluar para todo el escenario operacional.
Para empezar,
definamos de nuevo el escenario. A partir de la pacificación rosista del
interior la guerra quedó circunscripta al litoral, por lo tanto, como señalamos
más arriba el control de los ríos era definitorio, sería muy difícil sin apoyo
externo sostener cualquier rebelión contra la Confederación sin contar con
apoyos desde Montevideo. O sea, la guerra tiene dos pivotes que son el punto
central donde gira la logística (y la política). Uno Montevideo y otro Buenos
Aires como epicentros del que parten las comunicaciones.
Primero señalamos
una consecuencia que es a la vez táctica, operacional y estratégica. De
implicancia geopolítica. La afirmación del control de las vías fluviales por la
flota de la Confederación. Entre el 15 de agosto de 1842 y el 2 de agosto de
1845 cuando la escuadra de Brown fue “decomisada” por las fuerzas
anglo-francesas (y algunas naves puestas a disposición de Garibaldi
nuevamente), la primacía de la Confederación era indiscutible. Salvo por la
amenazante presencia de fuerzas inglesas, francesas, brasileñas que permanecían
a la expectativa. Esa presencia “amenazante” se manifestó lo suficiente para
impedir que la escuadra hiciera efectiva la mas importante maniobra para
culminar la guerra: el bloque a la ciudad sitiada.
Una consecuencia
inmediata de la batalla es la destrucción de la flotilla de Garibaldi y la
absoluta superioridad de la Confederación desde este momento. De allí se deduce
el aislamiento de la provincia rebelde de Corrientes respecto de la base de
Montevideo. Corrientes no podía ser socorrida por el Paraná; únicamente quedaba
la vía del río Uruguay (en realidad hasta Salto y después por tierra); pero esa
posibilidad también se malograría pronto por la llegada de Oribe y la batalla
decisiva de Arroyo Grande, que es complementaria (y consideramos consecuencia)
de la victoria de Brown.
Paralelamente
vemos la afirmación de la seguridad logística y operacional del ejercito
confederado al mando de Manuel Oribe. El Ejército al mando del presidente
oriental disponía de absoluta libertad de movimientos a través de los ríos para
cruzar y abastecerse, con lo que aumentaba notoriamente sus posibilidades de
maniobrar y avanzar sobre el gobierno de Montevideo.De allí se deduce el triunfo de Arroyo
Grande. Oribe pudo reforzar sus fuerzas sin contratiempos, lo que sería una de
las razones de su aplastante victoria. Como vimos los rápidos
movimientos y el refuerzo de caballada “sorprendió” a Rivera.
Otro resultado de
la nueva situación es el avance de Oribe hacia Montevideo. Este se produjo en
el periodo de tiempo en que la flota federal dominaba las aguas de la Cuenca
del Plata. Oribe avanzó relativamente lento, se suele señalar, pero esta claro
que el oriental debía dar por descontado que la flota de Brown estaría en
condiciones de bloquear a la cuidad y que esta debía caer sin necesidad de un
asalto sangriento. Por último, una vez retornado a Buenos Aires y puestas en
condiciones las naves Brown partirá hacia Montevideo a hacer efectivo el
bloqueo (Brown se presentó en la rada el 1 de abril).
Aquí ya podemos
ver las consecuencias estratégicas. La primera y mas importante es el cambio de
relaciones de fuerzas dentro del “frente antirrosista”. Para las potencias el
equilibrio de fuerzas en el Plata era una cuestión que pretendían asegurar. Con
sus variantes Francia e Inglaterra no consideraban aceptable la unidad entre la
Confederación y la República Oriental. Sea esta una unidad “en” la
Confederación o una unidad de estrecha alianza. La política de las potencias de
“libre navegación de los ríos” se afirmaba con la existencia de una disputa
entre Buenos Aires y Montevideo. Y Montevideo parecía en ese momento una base
mas segura y manejable para el comercio internacional. Por ello los encargados
de negocios de Francia e Inglaterra y los marinos a cargo de las estaciones
navales rápidamente se pusieron en acción para evitar la caída del puerto
oriental
Las
potencias realizaron dos acciones. Una “indirecta”: el refuerzo de la plaza
sitiada para que los defensores (comandados por el hábil General Paz) pudiera
establecer la resistencia con eficacia. Y segundo a través de la acción
“directa”. La ruptura del bloqueo federal y el decomiso de la escuadra de
Brown. Primero, en forma inmediata, el comodoro John Brett Purvis (a cargo de
la estación naval británica) “desconoció” el bloqueo, abasteciendo a la plaza y
provocando a la confederación, lo que tensó gravemente las relaciones
diplomáticas. Y el 2 de agosto de 1845 los almirantes Samuel Inglefield y Jean
Baptista Lainé a cargo de reforzadas fuerzas navales de las potencias
“decomisaron” la escuadra federal. A partir de este segundo hecho (claramente
una acción de guerra directa, ya que Purvis operaba militarmente, pero en una
situación más ambigua, impidiendo el triunfo federal) comienza una serie de
campañas fluviales (nuevamente con Giuseppe garibaldi a la cabeza) de la
alianza rebelde respaldada en forma militar directa por las potencias extranjeras,
dando comienzo a lo que en Argentina se conoce (una expresión de la
fragmentación de interpretación) como “La guerra del Paraná”. La que para
nosotros es una nueva campaña en el escenario operacional de los ríos
interiores; o una fase más de esta larga guerra.
La
segunda consecuencia, aunque de menor envergadura que la anterior, es el
naufragio del proyecto del general Rivera de crear un estado confederado entre
las provincias del litoral, Río Grande do Sul y La Banda Oriental: La
“Federación del Uruguay”. Todos los movimientos militares de Rivera iban de la
mano de este proyecto estatal y geopolítico. Se basaba en que al controlar
Montevideo (fuente de poder alternativa a Buenos Aires donde estaba radicado el
exilio antirrosista, desde donde operaban las potencias extranjeras y desde
donde se podía articular el comercio internacional), el caudillo oriental
disponía de una base sólida para intentar ponerse a la cabeza de fuerzas tan
disímiles como las encabezadas por el correntino Pedro Ferré, el general Paz, o
los Farrapos riograndenses. La pérdida del control de los ríos y el sitio a
Montevideo no solo lo dejo en una situación difícil en el ámbito regional, sino
que minó su autoridad frente a las fuerzas políticas radicadas en la ciudad
sitiada, tanto las porteñas como las de su propio partido “colorado”, y también
ante las potencias, que preferían negociar con lideres locales menos ambiciosos.
Así
vemos que la batalla de Costa Brava fue el punto culminante de una campaña
fluvial emprendida por el gobierno de la República Oriental para lograr el
control de los ríos Paraná y Uruguay, fracturar así la logística de las Fuerzas
Federales, lograr la articulación con el foco rebelde de la provincia norteña
de Corrientes y la construcción de una organización estatal alternativa a la
encabezada por Rosas en Buenos Aires. Es también el fin de una etapa del
conflicto por el control de las aguas. En junio, el Ejército comandado por
Manuel Oribe se preparaba para cruzar el Paraná, ocupar Entre Ríos y seguir
hacia el Uruguay. Pero era una necesidad operacional y estratégica tener
aseguradas las vías de comunicación y estas eran los ríos. De la misma forma el
bando liberal/unitario con sede en Montevideo pensaba que ocupar u hostigar
esas desequilibrantes vías era una cuestión clave pata mantener bloqueado el
avance federal y comunicados logísticamente los focos rebeldes.
Otro
tema es el balance de las fuerzas enfrentadas. En general en ese período se
encontraban bastante equilibradas en lo que hace a armamento y número de
hombres. La cuestión es más discutible en recursos. Sin dudas Buenos Aires era
la ciudad más rica y más habitada, era la llave del Plata. La tierra y de la
aduana le proporcionaba una cantidad de recursos varias veces superior a
cualquier otra provincia, inclusive, mayor que todas las demás sumadas. Pero
Montevideo, desde su fundación en la época virreinal, fue su competidora. Mejor
puerto y con posibilidades de conectarse con el mundo alternativamente. Lo
cierto es que, a pesar de ello, era mucho más pequeña, pero allí residían
poderosos intereses extranjeros que en forma directa servían de apoyo en caso
de que una conflagración contra un gobierno bonaerense no agradable a los
intereses europeos y, si paralelamente, existía uno oriental favorable. Siendo
así la fuerza rebelde tenía en Montevideo una baza de equilibro frente a la
poderosa Buenos Aires.
Otro
tema era la “calidad” de las tropas. Con calidad nos referimos a la de los
soldados no los jefes ya que había jefes en el Ejército y la Marina muy buenos
en ambos bandos. Pero la tropa federal tenía mayor moral (en el sentido de
Clausewitz), en general no existían deserciones de unidades enteras federales,
cosa que solía suceder con las fuerzas rebeldes. La flota puesta en acción por
Montevideo nunca alcanzó a equiparar a la federal. A pesar del esfuerzo y que
en algunos momentos tuvo una cantidad de unidades importante que se aproximó a
la de sus adversarios. Sin embargo, la fuerza federal se encontraba en
desventaja respecto de las fuerzas extranjeras. Por dos razones. Una porque
eran marinas europeas con una industria naval detrás y una política de estado
destinada a crear una fuerza capaz de proyectar poder en el mundo, abrir
mercados a cañonazos, etc. Inclusive, la del Impero del Brasil, era heredera de
la flota portuguesa y, a pesar de que Brown la puso en jaque, los brasileños
tenían mayor potencia naval. Esto era mucho más en relación a Francia e
Inglaterra. Lo segundo es porque la guerra abierta con las naciones europeas
era algo que la Confederación deseaba evitar. Sin embargo, la utilización del
poder naval para abrir el comercio y lograr zonas de influencia era una
política clave de las potencias: el mar era suyo desde su concepción.
En
este sentido queremos reforzar como conclusión un tercer elemento, el carácter
“mediterráneo” de la cultura de los federales y en general de la Argentina
hasta el siglo XX. No se imaginaba un despliegue marítimo como si terrestre,
tanto militar como económico. Es en la historia argentina del siglo XIX una constante
el problema de ausencia de una cultura marítima que permitiera proyectar poder
hacia el mar, y eso en todos los conflictos se decantó en la posibilidad de
disputar el dominio de los ríos, pero perder el acceso al mar.
Creemos
a través de la descripción y análisis de la batalla tanto desde el plano
táctico como estratégico, haber avanzado en la confirmación de nuestras
hipótesis. Siendo Costa Brava una victoria táctica de consecuencias
estratégicas y el inicio de un cambio de etapa de la guerra. En ella se
manifiesta con claridad la unidad de todo el conflicto desde 1936 hasta 1952.
Esta batalla fluvial aparece claramente como un eslabón vinculante
indispensable entre: el golpe de estado que llevó a Rivera al poder en la Banda
Oriental; la campaña de Oribe para reprimir los levantamientos en el interior
de las provincias argentinas; la intervención extranjera, tanto francesa como
anglo-francesa; y las campañas tanto de Rivera primero sobre el litoral, como
Oribe inmediatamente hasta sitiar Montevideo. Este artículo ha sido un aporte
para rescatar el importante significado de esta victoria del Almirante Brown,
como la habilidad militar desplegada y la importancia geopolítica del Rio
Paraná. Buscamos así abrir vías para una mejor comprensión de una guerra y un
periodo que se presenta fragmentado.
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Algunas aclaraciones interesantes. Rivera fue uno de los fundadores del Partido Colorado, actualmente vigente
en el Uruguay. Partido de orientación liberal conservadora y más abierto al
mercado mundial. En esos años iniciales Rivera impulsaba el proyecto de crear
un estado federal: la “Federación del Uruguay”. Con sede en Montevideo, abarcaría
la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Rio Grade do Sul y quizás
Paraguay y Florianópolis. Con él como caudillo militar aglutinante. Es de
destacar que entre Fructuoso Rivera y la burguesía e intelectualidad liberal de
Montevideo (la otra fracción del “partido colorado”) existían contradicciones,
una de ellas la mayor ambición y carácter más gregario y voluble de “don
Frutos”. La sociedad entre el caudillo y la elite urbana se basaba en que Rivera
aportaba la conducción militar y su prestigio de masas, lo que le otorgaba la
capacidad de reclutar hombres. Era un caudillo rural en el que pesaba su
personalidad más que sus ideas, fue el que le aportó una fracción popular a un
partido claramente elitista.
En general las fuerzas enfrentadas en ese período se encontraban bastante
equilibradas en lo que hace a armamento y número de hombres. La cuestión es más
discutible en recursos. Sin dudas Buenos Aires era la ciudad más rica y más
habitada, era la llave del Plata. La tierra y de la aduana le proporcionaba una
cantidad de recursos varias veces superior a cualquier otra provincia,
inclusive, mayor que todas las demás sumadas. Pero Montevideo, desde su
fundación en la época virreinal, fue su competidora. Mejor puerto y con
posibilidades de conectarse con el mundo alternativamente. Lo cierto es que, a
pesar de ello, era mucho más pequeña, pero allí residían poderosos intereses
extranjeros que en forma directa servían de apoyo en caso de que una
conflagración contra un gobierno bonaerense no agradable a los intereses
europeos y uno oriental favorable. Siendo así la fuerza rebelde tenía en
Montevideo una baza de equilibro frente a la poderosa Buenos Aires. Otro tema
era la “calidad” de las tropas. Con calidad nos referimos a la de los soldados
no los jefes ya que había jefes en el Ejército y la Marina muy buenos en ambos
bandos. Pero la tropa federal tenía mayor moral (en el sentido de Clausewitz),
en general no existían deserciones de unidades enteras federales, cosa que
solía suceder con las fuerzas rebeldes. La flota puesta en acción por
Montevideo nunca alcanzó a equiparar a la federal. A pesar del esfuerzo y que
en algunos momentos tuvo una cantidad de unidades importante que se aproximó a
la de sus adversarios. Sin embargo, la fuerza federal se encontraba en
desventaja respecto de las fuerzas extranjeras. Por dos razones. Una porque
eran marinas europeas con una industria naval detrás y una política de estado
destinada a crear una fuerza capaz de proyectar poder en el mundo. Inclusive,
la del Impero del Brasil, era heredera de la flota portuguesa y, a pesar de que
Brown la puso en jaque, los brasileños tenían mayor potencia naval. Esto era
mucho más en relación a Francia e Inglaterra. Lo segundo es porque la guerra
abierta con las naciones europeas era algo que la Confederación deseaba evitar.
Y confrontar navalmente era el tipo de enfrentamiento abierto políticamente no
negociable por las potencias: el mar era suyo desde su concepción. Además,
debemos volver a señalar el carácter “mediterráneo” de la cultura de los
federales, que no imaginaban un despliegue marítimo como si terrestre, tanto
militar como económico. Frente a esto, los europeos tenían problemas para la
guerra en tierra, la hacían “delegada” en aliados locales, apoyando un partido
u otro. En este último sentido, la intervención con armas, recursos,
voluntarios extranjeros, detrás de las murallas de Montevideo o en el mar y los
ríos, fue notoria. Pero hubo una cantidad mucho menor de fuerzas de tierra bajo
bandera extranjera. De hecho, en las metrópolis era relativamente fácil que los
parlamentos o los gabinetes, aprobaran una escuadra punitiva, pero no así un
ejército de invasión.